CAPÍTULO 8
Animal-AG
Capítulo narrado por Aiden
Tengo que reconocer que la situación me divierte más de lo esperado. Lo de anoche había sido divertido pero la cara de Katherine esta mañana ha sido maravillosa. Sentir el miedo que me tiene, me complace más de lo que quiero reconocer.
Es un miedo totalmente justificado, sus sentidos deben reaccionar ante la presencia de un peligro, y yo lo soy. Soy un peligro en potencia. Tiene suerte de que en este caso los dos estemos del mismo bando, o al menos en parte. Pegar ese micrófono en el escritorio de su despacho había sido muy oportuno, me había dado la posibilidad de adelantarme a sus acciones. Ella no es la única capaz de poner micrófonos y se dará cuenta pronto.
Su falta de previsión es claramente fruto de su inexperiencia y la falta de su figura materna para guiarla. A veces siento un poco de pena, aunque no la suficiente como para que me haga bajar la guardia. Katherine aún con su inexperiencia es peligrosa y en unos años, cuando aprenda de sus errores, lo será mucho más. Aún le queda algo de moral, pero cuando la pierda por completo, se volverá un monstruo como su madre. O como yo.
-Aiden, —Nicole agarra mi brazo suavemente, devolviéndome a la conversación. —¿Qué pasa? Estas algo distraído.
—No te preocupes, pelirroja. —Rodeo su hombro con mi brazo y la acerco hacia mi, su perfume inunda mis fosas nasales. Huele a rosas. -Solo pienso en el trabajo.
—¿Ese que te encomendó tu padre?
Nicole parece una chica estúpida pero no lo es en absoluto. Es una chica observadora. Supongo que esa es una de las pocas razones por las que he decidido mantenerla a mi lado. Me sirve para sacar de quicio a Katherine y también para satisfacerme. Hoy será mi coartada.
—Exacto. —Deposito un beso en su sien. —Es un trabajo muy importante, pero ya sabes que no puedo contarte nada. Son temas confidenciales de empresa.
—Lo entiendo. —Sonríe. —Tiene que ser difícil para tu padre tener tantas cosas que controlar a la vez. Yo no sabría que hacer con tanto dinero.
—Yo tampoco.
Me levanto del sofá en el que nos encontramos recostados y abro la puerta del frigorífico, buscando una botella de vino. Necesito que Nicole beba y que se le suba lo antes posible. Es parte del plan de esta noche. Katherine piensa que estoy teniendo otra noche romántica como la de ayer, posiblemente se piense más de dos veces volver a mirar y mientras que lucha contra sus deseos de echar un vistazo, se quedará dormida.
La conversación de hoy en su coche ha sido muy interesante la verdad, pero mi verdadero propósito era dejar esa pequeña bolsita en el lateral de la puerta de su coche. La bolsita contiene una mezcla de hierbas más algún que otro químico que han diseñado en uno de los laboratorios que tiene nuestra compañía. Durante todo el día esa bolsa ha ido cargando el aire del coche de Kath y de forma progresiva ella empezará a sentir sueño. No podrá sospechar nada a no ser que encuentre la bolsita, lo cual no sucederá porque yo me encargaré de retirarla lo antes posible.
¿Y si cambia de coche como la última vez? No habrá problema, he tomado muchas precauciones con ella.
Cuando despierte, se sentirá muy frustrada. Oh, me consta que lo estará. En el tiempo que llevo observándola me he dado cuenta de muchísimas cosas. Es una chica que no soporta que las cosas no salgan como quiere, necesita tener el control de las cosas para sentirse segura. Es de convicciones fuertes y sus principios parecen sólidos, pero no lo suficiente. Veo como una llama brilla en sus ojos a veces, cuando saco lo peor de ella. Esos son los momentos en lo que creo que la fina línea que tiene dibujada, puede emborronarse.
Sirvo una copa de vino para los dos, tendiéndole a Nicole la suya. Observo por encima de mi copa como ella ingiere el líquido rápidamente. Así me gusta.
Mi teléfono comienza a sonar y observo que en la pantalla aparece el nombre de "Lev Romanov"
—Tengo que contestar, vuelvo en un segundo. —Empiezo a acercarme el teléfono. —Sírvete otra copa si quieres.
Me marcho del salón hacia la planta de arriba no sin antes comprobar que Nicole está sirviéndose otra copa. Subo las escaleras mientras descuelgo la llamada.
—Te escucho. —Digo.
—Lo tenemos. —Dice, alto y claro.
—Perfecto. —Miro por encima de mi hombro cerciorándome de que Nicole no está escuchándome. —Tardaré un poco, pero en cuanto pueda estaré allí, ¿Os ha visto alguien?
—No. Hemos entrado al bloque de pisos sin problema y lo hemos sacado por la parte de las cocheras. El tío que lo vigila no se ha dado cuenta.
—¿Las cámaras del lugar? —Pregunto.
—Las grabaciones ya han sido reemplazadas por una copia idéntica en la que no se nos ve.
—Entonces nos vemos en unas horas. —Hago una pausa. —Que no quede rastro de esta conversación.
Corto la llamada y devuelvo el teléfono al bolsillo trasero de mis pantalones. Bajo las escaleras con aire despreocupado y veo a Nicole sentada con la espalda muy recta y balanceando muy suavemente la copa de vino entre sus dedos.
—¿Todo bien? —Pregunta con la voz un poco pastosa.
—Perfectamente. —Le doy un ligero beso en la frente y le rodeo la cintura con el brazo apretándola contra mi. —¿Qué te apetece para cenar?
—Cualquier cosa está bien.
Asiento e inconscientemente echo un vistazo al coche blanco a través del ventanal. Obviamente no puedo ver nada, pero se que ella está ahí dentro, observando.
Me decanto por pedir comida tailandesa y cuando esta llega, ambos nos tumbamos en el amplio sofá de piel y comemos mientras vemos una película. Sinceramente, no estoy atento. Solo miro como Nicole bebe más y más de la botella de vino. Un tono rosado cubre sus mejillas y por la forma en la que su pie está empezando a juguetear con mi bragueta, supongo que está ebria. Todavía no demasiado, pero ya empieza a hacer efecto.
Dejo los restos de la comida en la pequeña mesa de centro y me agazapo sobre ella. Sus ojos están vidriosos y las mejillas la delatan. Acerco mis labios a los suyos y ejerzo un suave roce. Ella no se controla, rodea mi cuello y me acerca más a ella para profundizar el beso. Paseo mi lengua sobre su labio inferior, pidiendo permiso. Ella abre sus labios dejando que introduzca ligeramente mi lengua y me responde con lo mismo. Nuestras lenguas se entrelazan y siento el sabor dulce del vino especiado. Me separo de ella para coger un poco de aire y al mirarla, sus ojos parecen perdidos. Efecto del vino y los besos.
—Parece que tenemos una borracha por aquí. —Le doy un suave golpecito en la nariz. —Vamos a la cama, pelirroja.
Sus mejillas se tiñen aún más de rojo pero no opone resistencia cuando paso los brazos por debajo de sus rodillas y la elevo del sofá. Nicole se siente ligera en mis brazos, como si fuese una pluma. Ella apoya su cabeza bajo la curva de mi cuello y escucho como inhala el olor de mi perfume.
Subo las escaleras con cuidado de que no choquemos contra nada y cuando llego a mi dormitorio la deposito con cuidado sobre las sábanas de satén negras. Me quito los pantalones y la camiseta, quedando solo en boxers y me recuesto a su lado, dejando que ella apoye su cabeza sobre mi pecho. No nos decimos nada, solo escuchamos nuestras respiraciones. La suya al cabo de un rato se vuelve pesada.
Mientras me tomo un tiempo para cerciorarme de que está profundamente dormida, empiezo a pensar en Katherine que está ahí abajo. Esa chica me vuelve loco. Y no se si en el mal o en el buen sentido. Sé porqué estoy aquí y se cuál es mi trabajo, pero a veces, cuando estoy cerca de ella se me olvida y solo quiero tocarla. En todos los aspectos posibles. Cuando estoy cerca puedo sentir una electricidad estática entre los dos. Por un momento me pregunto como sería tenerla aquí en lugar de Nicole. Nicole y yo lo pasamos bien, reconozco que es una chica agradable, pero llegará el momento en que esto se acabara porque me marcharé. Lo mismo pasaría con Katherine. Aunque Katherine me transmite cosas muy distintas a Nicole.
Cuando ya ha pasado una hora, me deslizo de la cama intentando que Nicole se mueva lo menos posible y así no despertarla. Le echo un vistazo rápido y me coloco la ropa. Desde el ventanal intento ver el coche blanco, no parece haber movimiento dentro aunque tendría que tomar el riesgo. Sé que Katherine le ha puesto un dispositivo de rastreo a mi coche así que cojo las llaves de mi moto la cual está aparcada al final de la calle. Antes de salir voy hasta el último cajón del escritorio de mi despacho y saco una pistola. La coloco en la cinturilla de mi pantalón y finalmente salgo.
Me dirijo hasta el coche blanco. En caso de que esté despierta, le diré que la he pillado y ella no tendrá más remedio que darse por vencida. Si está dormida, no habrá ningún problema y podríamos seguir jugando a todo este jueguecito de espías. Admito que el hecho de que Katherine me viese follando me había puesto a cien y no había podido evitar imaginarla a ella en el lugar de Nicole.
Me acerco hasta el cristal y veo el rostro de Katherine relajado y totalmente dormido. Bajo la tenue luz de la luna su piel parece más pálida y sus pestañas dibujan dos lunas en sus mejillas. Lleva la maldita peluca rubia, la odio. Ella es preciosa con su pelo negro. Parece un demonio con cara de ángel. Un problema, uno de los gordos.
Echo un último vistazo y me alejo hasta mi moto. Conduzco rápidamente, teniendo las calles prácticamente solo para mi y llego a una zona industrial, a las afueras de la ciudad. Hay varias naves, unas al lado de las otras. Me dirijo hacia en la que sé que me esperan Lev y el resto de la pandilla. El gran portón se encuentra casi cerrado pero hay una pequeña rendija para que pueda abrirlo.
Al entrar encuentro a Lev con una pierna contra el pecho de Rodrigo. Este se encuentra atado de pies y manos a una silla y puedo ver que de la nariz le caen dos regueros de sangre. Todo el suelo que lo rodea está cubierto con una especie de plástico. Imagino el porqué.
—¿No te podías contener? —Digo, cerrando tras de mi para evitar que puedan salir sonidos al exterior.
—No puedo contenerme con los cerdos. —Dice Lev
Lev podría considerarlo mi mejor amigo, nos conocemos desde muy jóvenes, aunque somos sumamente distintos. Digamos que, de los dos, el es el loco mientras que yo soy el calculador. No solo tenemos personalidades distintas, sino que físicamente no podemos ser más distintos. Lev tiene una larga cabellera rubia la cual suele llevar suelta y con algunas trenzas o recogido en un ridículo moño. Empiezo a odiar esta moda. Es más bajo que yo pero más corpulento. Lo único que tenemos en común son los ojos y aún así los suyos son más azules que grises.
—Buen trabajo. –Le aprieto el hombro con fuerza. —Tú y los chicos podéis daros un respiro si queréis, yo me encargo.
—Yo me quedo. —Se vuelve hasta el resto. —Podéis tomar un descanso, chicos.
El resto de nuestro equipo son más cercanos a Lev que a mi, no hay malos rollos ni nada por el estilo, solo que a mi parecen tenerme una mezcla de miedo y respeto que a veces es un poco difícil de gestionar.
—Bueno, bueno...Rodrigo. —Digo acercandome hasta el. —Parece que te has metido en un lio.
Sus ojos se expanden al reconocerme, maldito bobo. Fue fácil saber de que pierna cojea con unas meras promesas vacías.
Rodrigo forcejea en el asiento mientras la cinta adhesiva que tiene en la boca le impide responder. Se la arranco sin delicadeza, tampoco es que el esperase lo contrario.
—Os voy a matar. —Dice.
Lev y yo soltamos un carcajada grave y sonora.
—¿Crees que estás en posición de decir esas cosas? —Saco la pistola que tengo en la cinturilla de los pantalones y se la poso en la sien. —Porque yo creo que no.
—Cuéntanos todo lo que sepas sobre Alina Romanova. —Interviene Lev. —Antes de que me ponga a reventarte la puta cara de cerdo que tienes.
La hermana de Lev desapareció hace más de un año y aunque no tenemos pruebas suficientes, todo apunta a Rodrigo. De ahí la rabia de Lev. Lo comprendo pero no puedo dejar que se desate.
—No sé nada. —Dice escupiendo sangre al suelo. Me aparto antes de que manche mis caros zapatos con su asquerosa sangre. —Y si lo supiera, no os lo diría.
Esta vez soy yo quien se deja llevar y le propina un puñetazo en la mandíbula. Mis nudillos se resienten un poco pero no tanto como la cara de Rodrigo. La cara de este está caída hacia un lado y de su labio empieza a salir un hilillo de sangre.
—¿Estás seguro de que no quieres hablar? —Vuelvo a ejercer más presión contra su sien con la pistola. —¿Prefieres que te meta una bala entre las cejas? Porque yo sinceramente tengo muy claro que es lo que prefiero.
—No vas a matarme. —Dice enseñando todos los dientes llenos de sangre. —Roy lo sabrá.
—¿En serio piensas que le importas? —Suelto una carcajada. —No te preocupes, tardará mucho en enterarse de que estás muerto. Estás hablando conmigo, yo siempre voy un paso por delante. Ahora dime, ¿Dónde está Alina Romanova?
—No conozco a ninguna Alina Romanova.
—Maldito desgraciado, ¿Dónde está mi hermana? —Lev agarra de la camisa a Rodrigo y lo zarandea con fuerza. —¡Dilo o te meto un puto tiro ahora mismo!
No hace falta que me lo pida. Quito el seguro de la pistola y en ese momento le meto un tiro justo en la rodilla. La sangre salpica los plásticos y los gritos de Rodrigo inundan la nave industrial. Cruzo los brazos delante del pecho y observo como Rodrigo se retuerce de dolor.
—Tal vez esto te refresque la memoria. —Me agacho quedando a la altura de sus ojos. —Voy a dejar que te lo pienses un poco, te haré otra pregunta, ¿Qué ibas a hacerle a Katherine Montgomery?
—C..Cómo... —Pregunta casi sin aliento. El dolor lo debe de estar matando.
—¿Cómo lo sé? Rodrigo...yo lo sé todo. —Paseo la pistola por su barbilla hasta dejarla en su sien de nuevo. —Te tengo vigilado desde hace tiempo. Sé todo lo que haces, lo que dices...y sé que estabas pensando en buscar a Katherine.
Rodrigo abre los ojos y parece empezar a entender en la situación en la que se encuentra. Es probable que el no sepa quien soy realmente o para quien trabajo. Su cabeza tiene que estar forjando miles de teorías posibles, pero da igual para quien trabaje. Él no saldrá vivo de aquí. Los cabos sueltos es algo que odio y los hago desaparecer en cuanto puedo.
—Venga, no seas tímido. —Le aliento. —¿Cómo supiste de ella? ¿Quién te contó que estuvo en el club?
—Una de las chicas me dijo que había llegado una chica nueva por recomendación mía.
—¿Y porqué no le contaste la verdad a Roy? —Espero varios minutos pero se niega a responder así que llego a mi propia conclusión. —Descubriste quien es realmente y viste lo importante que es, ¿No es así? Querías sacar tajada de todo esto eh, puto cerdo. —Noto como mi mandíbula se tensa de pura rabia. —Querías chantajearla.
—Juro que no voy a contarle nada a Roy. —En sus ojos empiezo a ver autentico terror. —Os ayudare, os contaré todo lo que hace Roy pero por favor, sacadme la bala.
—Primero, ¿Me ves cara de doctor? No voy a sacarte nada, te la has ganado. —Sonrío. —Y segundo, ya sé en que mierda está metido Roy. Ahora quiero que respondas a la pregunta, ¿Dónde está Alina Romanov?
Rodrigo traga el nudo que se le forma en la garganta y un sudor frío le cubre la frente. Su cara está pálida, probablemente por la pérdida de sangre y por el miedo que le recorre las venas. No me extraña, Lev tiene los ojos cubiertos de ira y cada vez está más cerca de el. Presiento que sería capaz de matarlo el mismo con sus propias manos.
—¡¿Dónde está?! —Grita Lev, metiendo el dedo justo en la herida de su pierna. Se escapan unas lágrimas de dolor de los ojos de Rodrigo y este comienza a balbucear palabras sin sentido. —¡Responde!
—Por favor...
Mi paciencia empieza a agotarse.
—Mira, así están las cosas. —Le doy una patadita en la pierna y suelta un alarido de dolor. —Las cámaras mañana verán como sales del bloque de apartamentos con una maleta, obviamente no serás tú. —Pongo una sonrisa socarrona. —En el aeropuerto alguien con tu nombre cogerá un avión y se marchará lejos, muy, muy lejos. —Lo miro a los ojos. —Puedes estar tranquilo yo me ocuparé de tus cosas. —Balanceo frente a mi su teléfono. —Claro que puedo pensar mejor las cosas, si respondes a la pregunta tal vez podamos llegar a un acuerdo, tal vez tengas algo que sea equivalente a tu miserable vida.
—No vamos a dejar que viva este hijo de puta. —Brama Lev con las manos manchadas de sangre. —No puedes estar hablando en serio.
—Lev, cállate.
—No Aiden, ¡¿Cómo puedes estar planteando esto siquiera?! ¡Tienen a Alina, joder!
Los puños de Lev viajan hasta el pecho de mi camiseta, arrugándola y manchándola de la asquerosa sangre. Sus ojos se encuentran con los míos, pero me mantengo impasible. Hago las cosas que tengo que hacer, siempre. Además, me irrita un poco que en todos estos años no me conozca, o al menos en lo que se refiere al trabajo. Rodeo su puño con la mano y la aparto de mi.
—¿Qué dices, Rodrigo? — Vuelvo mi atención de nuevo a Rodrigo. —¿Vas a decirme donde está Alina o quieres otra bala a juego en la otra pierna?
—E-Ella... —Traga con dificultad. —Ella...
—¡¿Ella qué?! —Grita Lev tras de mí.
No me gusta nada la dirección que están tomando mis pensamientos y sé que los de Lev también empiezan a recorrer ese camino. Se desatará el infierno sino corto por la sano pronto.
—Ella está muerta.
Lev abre mucho los ojos antes de intentar abalanzarse sobre el pero lo detengo con firmeza.
—¡Suéltame, Aiden! —Su voz está cargada de rabia pero noto que está aguantando el nudo de su garganta. —¡¿Muerta?! ¡¿Cómo que muerta!? ¡Maldito cabrón, voy a sacarte las entrañas con mis propias manos y se las daré a los cerdos!
—¿Y el cuerpo? —Mi voz suena fría, vacía.
El niega con la cabeza.
La rabia empieza a bullir dentro de mi pero mantengo la compostura. No le daré la satisfacción de verme así aunque no pueda evitar pensar en Alina. Ella había sido como una hermana pequeña junto con Lev. Habíamos estado muy unidos en la infancia y desde que desapareció el año pasado, las cosas no han sido ni remotamente parecidas entre Lev y yo. Supongo que me reprocha haber tardado tanto en hacer esto. Nada habría cambiado el hecho de que Alina está muerta. Es probable que lo estuviese desde hace mucho tiempo.
Levanto la pistola, apuntando justo entre sus cejas. El horror cobra mayor fuerza en los ojos de Rodrigo. La muerte se está alzando ante el y no va a poder escapar, lo haré descender a lo más bajo para que se pudra como la basura que es. Alina no es la primera, pero espero que si la última víctima a manos de el.
—¡TENÍAMOS UN TRATO!
—Nunca hagas tratos con un escorpión. —Sujeto con firmeza la pistola, listo para la fuerza del retroceso. —Saluda a todos los que he mandado al otro lado, Rodrigo.
Aprieto el gatillo sin vacilar y la bala se incrusta en medio de su frente. Sus ojos se mueven hacia arriba quedando completamente blancos. Observo como un hilillo de sangre baja por su frente hasta la barbilla y comienza a gotear sobre la pechera de su camisa blanca, ahora casi completamente roja por la sangre. Me vuelvo para mirar la expresión de Lev, este tiene el rostro contraído en una mueca entre dolor y rabia. Me acerco y le aprieto con fuerza el hombro.
—Lev, nunca iba a dejar que se fuera. —Dejo que mi mano siga sobre su hombro un poco más y luego la retiro lentamente. —Recuerda que yo también la quería.
Decido dejarlo a solas mientras el resto de los nuestros se encarga de recoger el cuerpo. El plástico que vi al llegar permite que no haya ni una gotita de sangre en el suelo. Mejor, nos ahorramos el tiempo de limpieza. Veo como envuelven el cuerpo, otorgándome un último vistazo de sus ojos ahora opacos y sin brillo, y lo meten en una furgoneta negra.
—Llevadlo a la funeraria, hemos recibido una llamada. Mañana por la mañana llega un cadáver, ya sabéis que hacer.
Entre las múltiples posesiones de la familia Volkov, se encuentran algunas funerarias que utilizamos por varios motivos. Uno de ellos es este. Si tienes una funeraria, lo más normal es que haya cadáveres y también que te deshagas de ellos. Ya sea en un ataúd o en una urna.
Apoyado contra mi moto, decido que es momento de hacer una llamada para informar. Suenan varios pitidos a través de la línea y estoy a punto de colgar hasta que cogen la llamada en el último segundo.
—Aiden. -La voz de Nikolai suena al otro lado de la línea. —¿Cómo ha ido?
—Alina está muerta. Aunque eso no es lo que te importa. —Suelto el aire que tenía contenido en los pulmones. -Me he encargado de Rodrigo, ya no es una amenaza.
—Es una buena noticia. —Escucho que suelta una carcajada. —¿Cómo está ella?
—Bien, no ha llegado a acercarse. —Empiezo a rebuscar las llaves de la moto en los bolsillos de los pantalones. —Podrá seguir con el trabajo, tranquilo.
—Llegaré en tres días al país, entonces no reuniremos. —Escucho a través de la línea el sonido de un vaso golpear la mesa. Debe de estar trabajando en el despacho mientras bebe. —He pensado que una fiesta para la beneficencia sería un buen escenario para conocer a la Araña en persona.
—Como desees. Si es así como quieres que sea, así será.
—Te llamaré cuando aterrice. —Dice, dando por finalizada la pequeña conversación. —Estoy orgulloso de ti, Aiden.
No digo nada. Escucho como la comunicación se corta al otro lado de la línea e inspiro aire fresco. Hablar con él es bastante aterrador a veces, no sabes si te adorará o te invitará tranquilamente a que te marches a la mierda. Es un padre estricto. Saco el teléfono de Rodrigo de mis pantalones y le echo un vistazo a sus mensajes. Ha dicho la verdad, no le ha contado nada a Roy. No es algo que lo haga menos repulsivo, claro que no. Lo ha mantenido en secreto para usar esa información, chantajear a Katherine, asustarla. Y el dinero no es lo único que le habría pedido.
Rodrigo Coppola, socio y trabajador de Roy O'Kelly, ambos con serios problemas para contener la polla dentro de los pantalones, pero claro, hay una diferencia: uno es más astuto que otro. Teníamos a Rodrigo en el punto de mira desde hace muchos meses, sospechábamos que podría estar detrás de la desaparición de la hermana de Lev pero fue el hecho de que supusiera una amenaza para Katherine lo que hizo saltar mis alarmas. Tengo que mantenerla segura hasta que todo haya acabado. Si es que termina algún día. A veces siento que todo esto es ridículo, que las cosas pueden ser mucho más sencillas, pero ¿cuándo un Volkov hace las cosas de forma sencilla?
Paso la pierna al otro lado de la moto y arranco dirección a casa, en unas horas amanecerá y ninguna de las dos bonitas chicas, una en mi cama y la otra dormida en un coche, pueden saber que he salido. Cuando llego a mi calle, aparco la moto en el mismo sitio y camino con cautela hasta el coche donde se encuentra Kath. Sigue profundamente dormida, algunos mechones se han escapado de su peluca y hacen contraste con su piel. Es tan pálida que a veces parece un fantasma de ella misma, y esos ojos...esos ojos te desarman por completo. Aún teniendo los ojos cerrados, puedo imaginarme perfectamente el tono verdoso aguamarina de ellos, el brillo que los ilumina cuando piensa en alguna idea que sin duda saldrá mal y como los entrecierra cuando me ve acercarme. Llevo mucho tiempo observándola, más del que ella pueda imaginar y conozco todos sus gestos corporales. No sé si por trabajo o por deseo.
Me aparto del coche y corro hasta el interior de la casa, todo está en penumbra, lo que es buena señal. Subo con cuidado hasta la habitación y el cuerpo de Nicole sigue casi en la misma postura en el que lo dejé. Me despojo de la ropa con cuidado de no hacer ruido y me tiendo al lado de ella, rodeando su cintura para atraerla a mi e inspirando el aroma de su pelo. El aroma a rosas me inunda, pero no puedo evitar pensar en el aroma a canela y jazmín de una mujer en concreto.
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Voy de camino a la funeraria después de haber dejado a Nicole en su casa. La mañana ha sido bastante agradable, Nicole no parece haber notado mi ausencia y ha estado más que cariñosa después de despertarse. Lástima que yo tuviese tantas cosas de las que ocuparme, una de ellas deshacerme de un cadáver.
—La familia está aquí. —Dice Lev en cuanto me ve entrar por la puerta. Noto que su voz está más ronca de lo normal. —Quieren incinerar el cuerpo.
—Hmmm —Digo sonriendo. —Mi procedimiento favorito.
Tres mujeres, una de ellas de mediana edad, se encuentran en una esquina apartada del local. Están vestidas completamente de negro y las dos más jóvenes no parar de llorar. Me acerco hasta ellas.
—Mi más sentido pésame. –Los ojos azules y llorosos de la mujer adulta me miran. —Me han comunicado que quieren incinerar al difunto, el procedimiento llevará varias horas. —La mujer no para de asentir mientras hablo. —¿Quieren despedirse antes?
No es la primera vez que tengo este tipo de conversación y no es que mis habilidades sociales hayan mejorado respecto a la primera vez. No ayuda el hecho de saber lo que haré más tarde.
—Mis hijas ya se han despedido de su difunto padre. —Agarra la mano de una de ellas, con aspecto de no tener más de trece años. —Y yo no creo poder volver a verlo. Pueden empezar ya.
Asiento no sin antes volver a darle mis condolencias, Lev y yo nos colamos en la parte de atrás mientras vemos como uno de los más jóvenes de la pandilla se acerca para ultimar los detalles sobre el proceso.
—¿Has visto algo en el teléfono de Rodrigo? —Pregunta Lev.
—Nada que sea de utilidad. —Camino hasta la sala donde se encuentra el cadáver del hombre al que debemos incinerar. —Solo que no mentía cuando dijo que Roy no sabe nada.
—Mira, a mi me da igual todo el tema de Nikolai. —Suelta de golpe. —Sabes que acepté todo este trabajo por Alina. Y si ella está...
—Si es demasiado duro para ti acabar tu trabajo, márchate. —Suelto. —Puedo encargarme yo solo de O'Kelly, los Montogomery y cualquiera que se me cruce.
—¡No me interesa una mierda O'Kelly ni esa estúpida cría! —Exclama. —¡Solo me importa el hecho de que mi hermana está muerta!
—¿Y eso no te motiva para seguir con esto?
—¿Qué te hace pensar que lo haría?
—No creo que Rodrigo fuese muy inteligente. —Arqueo una ceja. —Aunque está claro que tu tampoco. Rodrigo ocultaba muchas cosas a su jefe, pero dudo que matar mujeres fuese algo que hacia solo. —Lev permanece en silencio mientras escucha mis palabras. —Rodrigo tiene su fama pero no te olvides de que O'Kelly también. Esa estúpida cría, como tu dices, está nadando en aguas peligrosas porque Nikolai así lo quiere, pero no podemos dejar que acabe como Alina.
—¿Y que es lo que Nikolai consigue de todo esto? —Pregunta.
—No puedo contártelo, solo tienes que saber que todo es más retorcido de lo que puedes imaginar.
—Gracias por ser tan claro, es más que obvio que tu papaíto te tiene bien cogido de los huevos.
Le lanzo una mirada brutal, reprimiendo las ganas de estampar mi puño contra su cara. Cada vez es más obvio que nuestra amistad está haciendo aguas.
—Pide otro trabajo si este no te gusta. —Digo pasando a su lado. —Pero no molestes.
Salgo de la sala y le indico al chico, cuyo nombre no recuerdo, que ya puede empezar con la incineración. No se va a incinerar un solo cuerpo, serán dos.
Las cenizas de Rodrigo iran junto con las del desconocido. La funeraria es para este tipo de cosas, siempre que hay un cuerpo del que deshacerse acudimos al horno crematorio. Bueno, siempre que estuviese de humor. Hay ocasiones en las que mis fantasías más retorcidas y macabras me sirven de inspiración. Hoy no era uno de esos días, solo quiero algo rápido y que me permita poder pensar en otras cosas más importantes.
Katherine debe de estar en clase ahora mismo, posiblemente dando saltos en su silla porque no he ido hoy, pero ella no puede permitirse hacer esas cosas. No cuando su padre espera el mínimo error. Maldito cabrón retorcido.
Durante las tres horas siguientes mis pensamientos saltan de uno a otro sin parar: la cara de Katherine anoche mientras dormía, mis dedos presionando el gatillo, el "estoy orgulloso de ti, Aiden" de Nikolai, los ojos llorosos de la mujer que está esperando a que le den la urna con las cenizas de su marido y bueno, a un hombre llamado Rodrigo que no conoce.
—Está listo. —Dice el chico de antes.
—Perfecto, yo haré los honores. —Digo alzando un poco la comisura de mis labios, en una sonrisa un tanto espeluznante.
El chico me pasa la urna que contiene las cenizas de Rodrigo. La urna es bonita o bueno, todo lo bonita que puede ser una de ellas, tiene algunos grabados, pero nada demasiado ostentoso. Supongo que Rodrigo tiene más de lo que se merece. Debería sentir remordimientos de que la otra persona, posiblemente alguien con buen corazón y principios, tenga que compartir sitio con Rodrigo, aunque sea en forma de cenizas. No los siento. Mi trabajo me ha incapacitado para sentir casi cualquier cosa. Casi.
Camino con paso firme hasta las tres mujeres que esperan pacientemente. Supongo que nadie puede estar ansioso de recibir las cenizas de un familiar.
—Aquí tiene. -Le tiendo la urna con delicadeza. —Una vez más, siento muchísimo su perdida.
Le dedico una vaga sonrisa a ella y a sus dos hijas que siguen con el rostro bañado en lágrimas.
–Gracias. —Consigue decir.
—Mi compañero ya se ha encargado de todo el papeleo así que pueden marcharse cuando quieran y descansar. —Vuelvo a sonreír. —Parecen muy cansadas.
—Mucho.
Asiento mientras veo como las dos hijas unen sus brazos a los de su madre y caminan dirección a la puerta. Permanezco muy atento a lo que murmuran.
—Papá querría que lo esparciéramos. —Dice una de las chicas.
—Claro mamá, ya sabes que amaba pilotar. —Se detiene aguantando las lágrimas. —Deberíamos soltar las cenizas para que pueda seguir volando.
—Supongo que sí, hijas.
Escucho como la puerta se cierra y entonces dejo que escape una pequeña risita.
—Parece que vas a volar, Rodrigo.
Meto las manos en mis bolsillos traseros y sino fuese porque se que todo esto lo he orquestado yo mismo, pensaría que el mismísimo diablo me ha ayudado. Las cenizas de Rodrigo van a volar y entonces, será imposible de localizar. Su cuerpo va a desaparecer por completo.
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¡Hola querid@s lectores/as!
Aquí estamos un domingo más, cada día la historia crece un poquito más y estoy súper feliz por ello.
Espero que os haya gustado el capítulo y si tenéis que comentar algo, sentiros libres de hacerlo💖
Para manteneros informados de todo os recomiendo que me sigáis en @loslibrosderai_
🔥NOS VEMOS EL VIERNES PARA UN NUEVO CAPÍTULO🔥
¡Besos!
XX
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