CAPÍTULO 6
Crash&burn - Bea miller
Cuando me despierto al día siguiente, siento que mis sienes están apunto de explotar. Mi nivel de borrachera no ha sido tan alto como para que olvide todo lo que pasó anoche, pero si para dejarme un bonito dolor de cabeza hoy.
Voy hasta el mueble del baño y de uno de los cajones saco una tableta de pastillas, me pongo una en la boca y me la trago rápidamente. No me molesto ni en buscar agua, solo quiero que este dolor de cabeza infernal se vaya lo antes posible. Por suerte es domingo lo que significa que el club está cerrado y puedo seguir en la cama compadeciéndome de mi misma.
Cuando anoche entré en casa después de ese encuentro tan desafortunado con Aiden, quise que la tierra se abriese en ese mismo momento, me tragara y me escupiese en mitad del desierto. A ser posible un desierto alejado de toda civilización humana y que me garantizase la muerte. Sigo convencida de mis palabras, no está bien que utilice a Nicole y le mienta. Mucho menos que me meta a mi en medio de esas mentiras. Tengo más que suficiente con los problemas que me está ocasionando el tema de su padre como para que también me meta en medio de sus asuntos amorosos. Claro que una voz, una voz muy molesta, me grita que soy una hipócrita. Anoche intenté camuflar la verdad con excusas, la verdad es que había montado una escenita de celos.
¿Celos de que Katherine?
Supongo que una parte de mi lo desea más de lo que estoy dispuesta a reconocer. Es normal, Aiden Volkov parece un maldito modelo de Kalvin Klein y yo llevo meses camino del convento. Tal vez he sentido celos porque no era yo a la que besaba anoche. Me parece un tipo moralmente cuestionable pero el cuerpo a veces quiere lo que quiere. Tampoco ayuda mucho el hecho de que unos días atrás hubiese recorrido mi cuerpo con esas manos suyas tan atractivas.
Katherine, te estás desviando. Empiezas a ver sexys unas manos. Por favor, cómprate un consolador. Lo agradecerás en algún momento.
Fuera escucho algunos ruidos así que decido asomarme. John se encuentra también en su día libre, pero en vez de descansar o hacer algo que no sea trabajo, está revisando quien sabe que en la parte delantera del coche. Decido bajar un rato y charlar con el pero no sin antes cambiarme. Sigo llevando el vestido rojo de anoche y mi pelo parece un nido de pájaros. Antes de bajar necesito cambiarme y asearme para parecer un ser humano cuerdo.
Quince minutos más tarde desciendo las escaleras de la entrada principal y observo como John trabaja en lo que sea que está haciendo. Puesto a ser sinceros, los coches y yo no nos llevamos muy bien. Es un milagro que tenga el permiso de conducir. En serio, un maldito milagro.
—John, ¿Sabes lo que es tener el día libre? —John saca la cabeza de debajo del capó del coche y me mira por encima del hombro. Tiene una mancha de aceite en la mejilla. —En serio, deberías descansar de vez en cuando.
—¿Tú descansas alguna vez, señorita?
Sonrío sabiendo que me ha descubierto y le paso un trapo que había a su lado para que se limpie la mancha de aceite.
—Supongo que desconectar la mente es un poco difícil. —Admito.
—¿Te apetece un taza de café?
—Oh Dios, sí. Mil veces sí.
Suelta una risa profunda y empieza a caminar dirección de la que es su casa. O la más parecido a una. John lleva trabajando para nuestra familia desde antes de que naciera, es por eso que se había ganado una pequeña casa anexa a la nuestra. Aunque personalmente más que un regalo, a mi me parecía una manera de atarle una correa al cuello para obligarlo a consagrar su vida a nosotros las veinticuatro horas. No tiene esposa ni hijos, no se marcha de viaje en su tiempo de vacaciones ni se va a ningún sitio por Navidad. Para John, la familia Montgomery lo es todo. El agradecimiento y la pena me invaden a partes iguales.
John me abre la puerta de su casa y me indica que pase primero. El interior es muy sencillo, casi insulso. Me siento en uno de los sillones que rodean la pequeña mesa de centro y observo como empieza a abrir taquillas y preparar el café.
—John, ¿Cuántos años llevas trabajando para esta familia?
—Treinta y seis años. —Lo dice sin prestar mucha atención al asunto. —¿Por qué lo preguntas?
—Por nada en especial. —Paso mis manos por mis piernas, sin saber muy bien que hacer con ellas. —Solo es que te conozco desde que tengo conciencia.
—Aún recuerdo el día en que tus padres llegaron a la mansión contigo en brazos. —Me pasa una taza humeante de café y se sienta en el sillón de enfrente. —Eras un bebé un poco feo, si te soy sincero.
—Gracias, tus palabras son un consuelo. —Bromeo.
—Lo importante es que luego te volviste una jovencita muy guapa.
—E-eh... —Titubeo, buscando las palabras correctas. —¿Tú conociste bien a mi madre?
Sus ojos color azul parecen apagarse aún más y me mira analizando mi rostro durante unos segundos. Supongo que no se esperaba esa pregunta viniendo de mi. Yo misma me he sorprendido por haber preguntado.
—Creo que nadie conocía bien a tu madre. —Posa la taza humeante en la mesa que nos separa. —Era una mujer muy reservada. No era fácil hablar con ella, a veces me pregunto como es que tus padres podían estar juntos sin matarse.
—Ahora siento curiosidad por saber como acabaron juntos. —Doy un pequeño sorbito al café. —¿Fue bonito? ¿Una historia de amor de libro?
—No sé mucho al respecto. —Admite. —Al principio se odiaban, o eso es lo que dice la gente. Tu madre y tu padre se casaron para aumentar su fuerza.
—Al final todo se resume al poder. —Ruedo los ojos. —Que decepción. Esperaba al menos algo romántico. —Lo miro fijamente —¿Crees que nos parecemos?
—Físicamente compartís muchas cosas. —Se detiene un momento evaluando si lo que va a decir es correcto. —Pero su corazón no es el tuyo. Tu madre no era una araña cualquiera, tu madre era la mismísima Viuda Negra. No tenía los mismos escrúpulos que tienes tú. —Se detiene. —Lo siento, no debería haber dicho eso.
—No te preocupes. —Suelto mi taza al lado de la suya y apoyo una mano en su antebrazo. —Con mi padre no hablo de ella, pero contigo es fácil. Tú eres el único aparte de él que la conoció.
—Katherine, tu también conociste a tu madre.
—¿Y siempre estuvo loca? —Suelto de golpe.
—Quiero pensar que no. —Apoya la mano sobre la mía. —Quiero pensar que lo que pasó la desequilibró, porque yo si tuviese una hija como tú, la atesoraría.
Sus palabras calan hondo en mi pero no dejo que las lagrimas se agolpen tras mis ojos. Hace tiempo que decidí que no valía la pena llorar por una persona que no me había querido y si lo había hecho, sus actos no lo habían demostrado. Con dificultad me trago el nudo de la garganta.
—¿Era buena en su trabajo? —Digo, intentando desviar el tema a algo menos doloroso.
—Me atrevería a decir que la mejor. No creo que haya una araña igual. —Sus ojos buscan los míos. —Aunque no te aconsejaría intentar ser como ella. Tu madre no solo conseguía información, tu madre mataba personas, Kath.
—He escuchado historias sobre ello, dicen que usaba veneno. Un veneno horrible.
—Si. Unos dicen que usaba veneno de una araña, la reclusa parda. En cuestión de una hora estabas muerto. Otros dicen que usaba un veneno que causaba hemorragias intestinales, vómitos, hipertensión...cosas poco agradables. —Me mira serio. —Tu madre era muy temida.
—Irónico que yo haya salido tan pacifista, ¿No? —Intento quitarle hierro al asunto, pero no funciona. —Tranquilo John, solo era curiosidad. No voy a matar personas.
—Lo sé. —Aprieta mi rodilla en un gesto casi paternal. —Solo no le des muchas vueltas al asunto.
Asiento y doy un sorbo al café.
Damos por zanjado el tema y pasamos a charlar sobre temas más banales como la universidad, los planes para la graduación y el tema de mis prácticas universitarias. En definitiva, temas mucho más agradables que hablar de la pirada de mi madre. Cuando quiero darme cuenta es bien entrada la tarde.
—Muchas gracias por el café. —Me levanto del sillón. —Y por la charla también. Creo que tendría que ponerme con los trabajos de clase atrasados.
El se limita a asentir y acompañarme hasta la puerta. El resto del camino hasta las escaleras principales lo realizo sola y en silencio. Hablar con John ha sido reconfortante. Se siente como tener una charla con mi padre, claro que yo nunca hablo con mi padre de este modo. Entre nosotros siempre hay tiranteces y dobles raseros. Estoy frente a las escaleras que dan a la casa cuando el coche de Dash aparece en el camino de entrada. No me espera una conversación agradable.
Veo como baja del coche y cierra la puerta con fuerza. Mala señal. Camina hacia mi con cara de pocos amigos y ya me imagino el porqué. Anoche desaparecí sin dar explicaciones, dejando todas mis obligaciones de lado, siendo una irresponsable. Una niñata.
—Toma. —Me lanza mi bolso sin molestarse en si lo recibo o cae al suelo. —Tenías tanta prisa que te dejaste tus cosas en el club.
—Mira Dash lo siento, de verdad que sí. —Aprieto el bolso con fuerza contra mi. —No debería haberme marchado del club pero era eso o que Aiden no firmara el contrato.
—¿Desde cuando un niño pijo tiene tanto poder sobre ti? —La rabia tiñe su voz. —Joder Kath, eres la puta araña, tienes a un montón de gente trabajando para ti. —Se aproxima más a mi. —Con solo un chasquido de tus dedos puedes pedir que le peguen una paliza o que le pongan una pistola en la sien al bobo ese.
—Creo que tienes una imagen de mi equivocada. —Elevo una de las comisuras de mi boca. —No soy hija de un capo de la mafia Dash, relájate.
Me doy la vuelta para meterme dentro de casa, esperando que Dash me siga al interior. No me apetece tener este tipo de conversaciones en el exterior donde cualquiera puede escucharnos. Confío en los empleados de la familia, aunque eso no quita el hecho de que Dash está cuestionándome como su superior y no es algo que quiera que escuchen.
—Solo pones excusas. —Sigue diciendo detrás de mi. —Admite que querías marcharte con el anoche.
Reprimo mis ganas de responderle hasta que estamos en el interior, sujeto su muñeca con fuerza y lo arrastro hasta uno de los muchos salones que no usamos. Suelto su muñeca, cierro las puertas correderas y me vuelvo hacia el sintiendo una ira desconocida bullendo dentro de mi. Me está cuestionando como su superior, me está pidiendo explicaciones ¿Quién cojones se cree? No tengo que admitir nada ante nadie y menos ante el. La parte que menos me gusta de mi está amenazando con salir. Esa parte que hace uso de su poder, su autoridad y su apellido.
—¿Estás celoso Dash? —Aprieto con fuerza los puños a ambos lados de mi cuerpo. —Porque es lo que parece. No es el hecho de que dejase mi trabajo, es el hecho de que me fui con él. —Golpeo su pecho de forma recriminatoria. —Controla tu ego de macho frágil.
—Tal vez estas cosas no pasarían sino me besaras cuando te da la gana.
—¿Yo te besé? —Pregunto incrédula. —Sino recuerdo mal, creo que fuiste tú el que empezó a acariciarme. —Aparto un mechón rebelde que cae sobre mis ojos. —¿Sabes? Paso de hablar de ese tema, no voy a darle importancia a algo que no la tiene. El caso es que me marché y lo siento, pero no es tan grave como lo pintas. No se acaba el mundo porque falte una noche, es más, no es la primera vez que falto. —Arqueo una ceja en su dirección. —¿O es que la noche del club de striptease no cuenta?
—No es lo mismo.
—Es exactamente lo mismo, me marché porque era necesario. Sino hubiese ido con el, no habría firmado el contrato. —Sentencio.
Dash se queda en silencio más tiempo del que me gustaría, poniendo a prueba mi paciencia y cuando abre la boca para decir algo, lo que sus labios dicen no es lo que espero:
—¿En serio no te importa? —Pregunta. Al principio no entiendo a que se refiere así que empiezo a rebobinar toda la conversación dentro de mi cabeza. Acabo comprendiéndolo. —A mi si me importó, que imbécil soy. Pensé que cambiaría algo. —Sus ojos me miran con dolor y rabia contenida. —Estoy cansado de todo esto.
—Me importa, pero no de la manera en que tu quieres. —Me acerco dubitativa a el, temiendo que me aparte. —Me importa porque entorpece nuestro trabajo y nuestra relación en ella. No puedo ofrecerte lo que quieres, Dash. —Hago una pausa examinando las consecuencias de lo que estoy diciendo. —Tampoco tiene sentido que lo quieras, me odias, ¿Recuerdas?
—Te odio. —Agarra mi mano y se la lleva hasta su pecho. —Pero una vez nos quisimos, ¿me estás diciendo que has conseguido borrar todo eso?
—Te sorprendería la de cosas que he borrado en todos estos años siendo araña. —Escurro mi mano de la suya y dejo que cuelgue al lado de mi cuerpo de nuevo. Mi mente borra muchas cosas, me protege con este mecanismo de defensa retorcido. Se lleva tanto momentos buenos que hacen que mi corazón sienta calidez, como los malos. Dejando casi una cáscara vacía. —La cuestión no es esa Dash, la cuestión es que no puede haber más numeritos como este. Sabes que mi trabajo conlleva que esté siempre cerca de hombres, ¿vas a montar estos espectáculos por un beso que compartimos?
—¡No es solo un beso, Kath! -Grita. —¡La cosa es que cuando te da la gana me usas, te acuestas conmigo y luego vuelves a ser una zorra!
Es cierto. La tensión sexual que enrarece el aire entre nosotros muchas veces me ha llevado a ese punto. Sobre todo cuando hay alcohol o emociones fuertes de por medio ¿Cómo le dices a tu cuerpo que no reaccione ante la persona que te hizo sentir tanto en el pasado? Hay veces en las que el cuerpo aún recuerda como se sentía el tacto de otra persona y lo busca desesperadamente. Dash siempre supo que tenía una obligación que tomar en algún momento y ambos estábamos bien con ello. Lo que ninguno esperaba es que el se viese también arrastrado a todo esto. Tal vez no parezca tan malo pero le he arrancado la posibilidad de prosperar en una trabajo mejor, he machado su historial y seguiré haciéndolo hasta Dios sabe cuándo.
Dash y yo nos conocimos en el instituto, no tardamos mucho tiempo en empezar a flirtear el uno con el otro. Fue casi como un flechazo. Todos se daban cuenta, aunque intentábamos negarlo, hacer como que solo era un juego de niños. En el segundo año de instituto decidimos dejar de jugar y empezamos a salir oficialmente. Yo era una chica dentro de lo que cabe normal, mi familia tiene dinero, es cierto; pero en ese instituto no era tan raro tener dinero. Dash también es de buena familia, pero destacaba más que yo por ser bueno en los deportes. En cada partido de futbol había representantes de universidades más que interesados en el. Era obvio que conseguiría una beca deportiva. Hasta que todo se vino abajo.
El día que mi padre amenazó con destrozar el apellido de la familia de Dash, nos hizo una herida mortal a los dos.
—Siento ser una zorra. —Camino hacia las puertas correderas. —Tranquilo, no volverá a pasar. Te veo mañana en el trabajo. Cierra la puerta al salir.
Salgo del salón y subo las escaleras hasta mi cuarto de dos en dos. No me fijo en si Dash me observa o si se marcha. Me encierro en la habitación y me siento en el suelo apoyando mi barbilla en las rodillas.
No sabría decir si aún quiero a Dash como lo hice en el pasado. No puedo negar la química entre nosotros, pero la atracción y el amor no son lo mismo. Hay días en los que creo que aún conservo resquicios de lo que tuvimos y otros días como hoy, me doy cuenta de que lo único que existe entre nosotros a estas alturas es sexo y odio. Lo he tenido plantado frente a mi diciendo que seguía queriéndome y mi corazón no ha reaccionado. Al menos no como esperaba.
Me acerco hasta el terrario y meto la mano dentro esperando a que Poppy decida deslizar sus patas por mi mano. Empieza a hacerme cosquillas con el pelo de sus patitas y la sostengo frente a mis ojos.
—¿Las arañas también tenéis vidas amorosas tan complicadas?
Dejo que Poppy recorra las mangas de mi sudadera y explore a su antojo. Saco el teléfono del bolso y veo que tengo cientos de mensajes de Cassie preguntándome si he llegado a salvo a casa. Le tecleo una respuesta rápida disculpándome por no responder antes y asegurándole que estoy de una pieza. Mañana me esperaría un interrogatorio de tercer grado a manos de la temible inspectora Cassie Brown.
Me mantengo distraída el resto del día jugando con Poppy y realizando todos los trabajos atrasados de la universidad. Cuando acabo, estoy tan exhausta que me quedo dormida sin apenas poner esfuerzo.
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Después de quedarme dormida pensando en que era una psicópata emocional, haciendo referencia a mi capacidad para matar mis sentimientos de un plumazo, me siento completamente reparada para el día que me espera. Que a todas luces será largo.
Cuando llego a la universidad, Cassie me está esperando en el parking con los brazos cruzados bajo el pecho.
—¿Sabes lo asustada que estuve toda la noche? —Me dice en cuanto poso un pie fuera del coche.
—Calma fiera. —Me cuelgo el bolso de clases y cierro la puerta del coche con la cadera. —Pensé que Aiden te diría que me había dejado en casa completa, de una pieza. —Giro sobre mi misma. —¿Ves? Viva y puteando como siempre.
—Ese es el caso, el tampoco volvió. —Puso los brazos en jarra intentando que la tomara en serio. —¿Te imaginas la cara de la pobre Nicole cuando vio que su novio se iba a llevar a otra a casa y luego no vuelve?
—¿La dejó allí plantada? —Siento una punzada de remordimiento, aunque no sé exactamente porqué, no es como si yo la hubiese dejado ahí plantada ni le hubiese hincado las garras a su novio. —Menudo capullo.
—Te lo tengo que preguntar. —Se detiene, haciendo una pausa que pretende ser dramática. —¿Te lo follaste?
—¿Otra vez, Cassie? —La miro, esta vez enfadada de verdad. Empiezo a cansarme. —Tal vez te parezca raro, pero no me follo a todos los tíos que se me cruzan. Empieza a ofenderme todo esto.
—¿Te ofende el qué? —Pregunta Jules pasando su brazo alrededor de mis hombros.
La verdad es que tiene que agacharse un poco para que el gesto no quede extraño. Recordemos que soy pariente de David el Gnomo. En cambio, el parece gigante en comparación.
—Nada importante, ¿A que no, Cass?
Cass asiente siguiéndome la corriente y los tres dejamos el parking para dirigirnos a nuestras clases. Por el camino Jules nos cuenta el horrible domingo que ha pasado intentando recomponerse del colocón que cogió el sábado. Verlo meterse todas esas drogas me incomoda. No quiero que se perjudique de esa forma porque en el fondo lo aprecio y tampoco me gusta que mi amiga esté coladita por el. Todos sabemos como arrastra esa mierda a la gente.
—Chicas, os veo mas tarde. —Le da un beso en la sien a Cassie, asombrando a las dos. —Guardadme sitio en la cafetería.
Lo vemos marcharse por el pasillo y permanecemos así hasta que conseguimos salir un poco del estupor.
—He visto lo mismo que tú, ¿Verdad? —La señalo. —¿Ha pasado algo más o...?
—Estoy tan sorprendida como tú. —Se encoge de hombros. —No se si las drogas le han frito el cerebro o por fin me está viendo como algo más que una hermana pequeña.
—¿La fiesta del sábado en casa de Petra sigue en pie?
—No me ha dicho lo contrario así que supongo que si. —Agarra mi brazo. —Sé lo que piensas de todo esto, te prometo que si después de esa fiesta sigue sin fijare en mi, desistiré.
–No hace falta que prometas nada Cass, solo quiero que estés bien. —Doy una suave palmadita sobre la mano que descansa en mi antebrazo. —Solo que preferiría que te hiciese feliz una persona mejor. Me preocupa lo metido que está en las drogas.
—Es una promesa para mi misma. Ese día gastaré mi último cartucho, si todo sigue igual me olvidaré de todo y seguiré mi vida.
No puedo evitar que una pequeña punzada de orgullo atraviese mi pecho. Por fin parecía darse cuenta de que merece algo mejor. Alguien que la valorase siempre como la gran chica que es y no solo cuando le venía en gana. Rezaba porque este momento de lucidez le durara más de un par de horas. Duele pensar estas cosas porque Jules con el tiempo también se ha convertido en un amigo, pero Cass siempre sería mi prioridad.
El resto de la mañana transcurre con normalidad, las clases igual de aburridas y mis pensamientos igual de dispersos que siempre. Lo que ha dicho Cass en el parking me está rondando la mente aunque no quiero.
Katherine, que Aiden dejara plantada a Nicole no es tu culpa.
Me repito una y otra vez.
Puede que parezca una zorra, pero jamás me metería en medio de una relación. Es uno de mis principios mas regios. Tal vez fruto de experiencias pasadas, sé lo que era estar en el otro lado y no ayudaría a perpetuar esas situaciones. Me niego. A partir de este momento, Aiden y yo no compartiríamos siquiera el mismo aire. Y si fuese necesario, sería para situaciones que tuviesen que ver con su padre. Tal vez en un futuro tenga que arrepentirme de todo esto.
Mi teléfono suena avisándome de un nuevo mensaje:
"Ven cuanto antes"
Después de leer el mensaje solo quiero que las manecillas del reloj avancen más rápido. Golpeo mi pie con impaciencia en el suelo, soportando lo que queda de Psicología Clínica. En cuanto la profesora da por acabada la clase, salgo casi derrapando por el pasillo. Sujeto con fuerza mi bolsa contra mi cuerpo y corro hasta el parking. No le escribo a Cassie para explicarle que me marcho, lo haré más tarde.
El mensaje de Dash no dice nada más así que mi mente empieza a explotar todas las posibilidades posibles. Aunque todas me parecían igual de malas.
En cuanto llego al club apago el motor saliendo del coche en cuestión de segundos. Soy consciente de que tengo mi apariencia normal pero dada las horas, es casi imposible que haya alguien cerca que me reconozca además de los empleados. Como más vale prevenir que curar, corro todo lo que puedo hasta que estoy dentro. Las luces están todas apagadas así que supongo que está en mi despacho. Al abrir la puerta encuentro a Dash, Mitch y Ash dentro. Empiezo a asustarme de verdad.
—¿Qué es lo que pasa? —Pregunto casi sin aliento.
—Rodrigo se había marchado fuera de Seattle pero justo hoy ha llegado al estado, supongo que por eso no se había puesto en contacto con O'Kelly. —Dice Mitch.
—Bueno, sabíamos que llegaría un momento en el que Rodrigo supondría un problema. —Paso mis ojos por sus rostros esperando algo más. —¿Esta era la urgencia?
—Yo solo estoy aquí para entregarte las conversaciones que han captado los micrófonos. —Interviene Ash.
—Muchas gracias. —Agarro el pequeño dispositivo que me tiende. —¿Estás vigilando los teléfonos de O'Kelly y Rodrigo?
—Afirmativo.
—No es solo eso lo que Mitch quería decirte. —Interviene Dash.
—Sí. —Mitch se revuelve el pelo nervioso. —Lo que quería realmente decirte es que he estado siguiendo a Rodrigo desde que puso un pie en el aeropuerto. —Hizo una pausa. —Todo está normal, pero hay una pequeña cosa que creo que tienes que saber.
—¿Te importaría dejarte de misterio e ir al grano? —Digo. —Estoy apunto de sufrir un infarto.
—Esta mañana Rodrigo se ha reunido con Aiden.
Arrugo la nariz. Ahora que lo pienso, Aiden no ha aparecido en mi radar en toda la mañana.
¿Qué tenían que hablar Rodrigo y Aiden? Mi cabeza empieza a pensar a toda velocidad y una idea predomina por encima del resto. Traición. Traición. Traición.
No deja de resonar esa palabra en mi cabeza.
—¿Algo sospechoso en su conducta?
—Kath, creo que deberíamos dejar el trabajo. —Suelta Dash. —No me da buena espina nada de esto.
—Nunca dejo un trabajo a medias. —Replico. —Tendremos el doble de cuidado en estos momentos. Ninguno conocemos a Nikolai Volkov y es normal que sospechemos de el, yo también lo hago. —Los miro uno a uno. —Vosotros también tenéis que sentir lo mismo que yo. Lo que se cuece es algo gordo. No estamos acostumbrados a este tipo de encargos, siempre suelen ser temas de fraude, infidelidades o robo de datos corporativos. —Alzo la barbilla. —Soy la hija de la Viuda Negra, no voy a dejar un trabajo sin terminar. Voy a llegar al fondo de esto.
—Madre mía Kath, estás muy sexy cuando te pones en plan Daenerys Targaryen, rompedora de cadenas y todo ese rollo. —Dice Ash.
Los tres fulminamos a Ash con la mirada. Precisamente no era el momento para hacer bromas aunque valoraba la intención de quitarle hierro al asunto.
—Estoy contigo, ya lo sabes. —Mitch posa una mano sobre mi hombro, apretándolo delicadamente. —Seguiré vigilando a Rodrigo y si pasa algo importante te informaré de inmediato.
Asiento y me giro para mirar a Dash.
—Tú vas a vigilar a Aiden.
—Creo que es mejor que lo hagas tú. —Replica.
Mitch y Ash se miran el uno al otro y parecen compartir algún tipo de pensamiento porque acto seguido se retiran del despacho desapareciendo a saber donde. Vuelvo a centrar toda mi atención en Dash.
—¿Todavía sigues con lo de anoche? —Pregunto.
–Lo digo en serio, Kath. Creo que lo mejor es que lo vigiles tú. —Por fin su mirada se cruza con la mía. —Es más que evidente que le gustas y no creo que sospeche si le echas un vistazo. Creo que estaría más que agradecido de que lo mires más de dos veces.
—No le gusto. —Las palabras salen antes de que pueda siquiera pensarlas. Suenan absurdas. —Quiero decir que no nos soportamos, no va a ser tan sencillo estar cerca de el.
Sin olvidar que apenas hace un rato me he prometido que no compartiría el mismo oxígeno que el a no ser que fuese estrictamente necesario. Parece que este es ese "estrictamente necesario".
—El me ha visto, Kath. —Continua. —Creo que este tío no es gilipollas. Si lo sigo yo se dará cuenta, en cambio si lo haces tú, que compartes universidad y conocidos, no será tan raro.
—Vale, tienes razón. —Dejo a un lado todos los pensamientos sobre la discusión de anoche. —¿Crees que todo esto sea una trampa?
—No lo sé, Kath. —Da unos pasos hacia mi pero parece darse cuenta y recular. —La cosa huele fea, no sé que intereses puede tener Aiden con Rodrigo. Es sospechoso cuanto menos.
—Lo es. —Me muerdo el labio mientras empiezo a trazar un plan de actuación en mi mente. Los ojos de Dash parecen oscurecerse, pero no le presto demasiada atención. Mi cabeza ahora mismo está apunto de expulsar humo. —Vale, lo haré. Aunque no sé si funcionará. Ese cabrón es listo.
Seguir a Aiden sin que se dé cuenta me parece misión imposible. Solo me queda rezar para que la suerte esté de mi lado. Estos pocos días me han servido para darme cuenta de que Aiden es un cabrón retorcido. No tiene buenas ideas, es decir, ¿Quién es tan descarado como para llevar a una fiesta a una chica que quieres follarte y encima con tu novia delante? Es retorcido y todos sabemos que las personas retorcidas son inteligentes como un demonio. La naturaleza es muy caprichosa a veces, o bien tiene un sentido del humor muy irónico. Les da las mejores cartas a quien puede hacer más daño con ellas.
Que Dios me asista, porque vigilar a este tipo no va a ser fácil.
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¡Hola queridos lectores/as!
Espero que el capítulo os haya gustado💖
Las cosas con Aiden se están poniendo sospechosas y todo el tema de la madre de Kath es muy misterioso. Esto solo es el comienzo querid@s
Para el próximo capítulo os recomiendo tener una Biblia a mano😈
¡Nos vemos el próximo domingo!
XX
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