CAPÍTULO 4
I Feel Like I'm Drowning de Two Feet
No sé qué esperaba, era obvio que Aiden no iría a clase a primera hora de la mañana. No después de haber estado en mi club y sabe dios que estará haciendo con esa pelirroja. Una parte de mi, una muy muy pequeña, siente curiosidad. Prometo que es una parte minúscula.
—Tierra llamando a Kath.
Cass me pasa una mano frente a la cara, sacándome de mis pensamientos. Hoy luce distinta, noto que tiene un nuevo brillo en sus ojos azules. Ella siempre tiene cierta luz en la mirada, pero hoy resplandecían más que nunca. Sinceramente, tengo mucha suerte de tener su amistad. Cass es una persona super altruista, generosa y divertida. Todo lo contrario a mí. Supongo que el universo por una vez se ha apiadado de mi colocando un pequeño ángel en el camino.
—Perdona. —Sonrío. —No he dormido nada pensando en todos los trabajos que tengo atrasados.
—Si quieres puedo ir a tu casa y ayudarte, yo casi he acabado los míos.
Oh ingenua Cass, no son esos trabajos los que me quitan el sueño.
—Tranquila. —Aprieto suavemente su mano mostrando mi agradecimiento. —Me las apañaré. Mejor cuéntame que es lo que te tiene tan contenta porque es obvio que hay algo.
—Verás... —se mira los dedos. —Jules me ha pedido que lo acompañe a una fiesta. Quiere que vaya como su acompañante.
—¿Otra fiesta? Si todavía no ha llegado ni la del sábado.
No entiendo como Jules puede llevar ese ritmo de vida. Puedo entender todo ese rollo de que solo se es joven una vez, la vida hay que disfrutarla al máximo y todas esas frases inspiradoras de internet pero de verdad, hay un límite para todo eso. Me compadezco de los órganos vitales de Jules, en serio. Su hígado tiene que ser todo un cuadro, porque me consta que Jules cada vez que sale es para desenfrenarse al máximo. El año pasado hubo varios escándalos a su alrededor, muchísimas chicas montando espectáculos en la cafetería pensando que el polvo de la fiesta anterior había sido una declaración de amor en toda regla. Ilusas. Aunque sin duda el escándalo más gordo que gira en torno a Jules había sido la expulsión de una profesora al descubrirse que tenían una aventura. Muy fuerte, sí.
—Este sábado es en su casa, pero la semana que viene tengo entendido que será una fiesta de lo más extravagante. —extravagante significa niñatos fingiendo comportarse con trajes caros mientras no paran de pasar bandejas de cocaína. —Aunque hay algo que...
—¿Hay algo que...? —La invito a que siga hablando.
—Creo que me ha invitado para molestar a Petra. La fiesta es en su casa.
Petra D'Angelo. Por ahí decían las malas lenguas que había sido el gran amor del mujeriego Jules Miller. Ahora tiene mayor sentido todo eso de la fiesta extravagante. Petra es hija de una familia italiana asquerosamente rica y sinceramente, puedo intuirme de dónde viene tanto dinero, aunque no seré yo quien la juzgue. En mi primer año de universidad, Petra y Jules eran "la pareja". Esa que cuando la ves pasar no sabes a quien envidias realmente, si a ella por tener a un chico así o a el por tener semejante diosa a su lado. Petra no solo es rica, es una diosa en la tierra. Ojos negros como la noche acorde a su larga melena azabache, curvas despampanantes y unos labios que incluso yo me he llegado a plantear besar.
—Tiene que superarlo ya. Que asimile que Petra lo cambió por otro. —Mi voz empieza a delatar que estoy un poco molesta. —No vayas Cass, no entres a esas mierdas.
—Es mi única oportunidad de tener algún avance con él, Kath.
Frunzo los labios, molesta.
Me duele ver que mi amiga está dispuesta a conformarse con tan poco, con migajas. Porque eso es lo que Jules le ofrece: diminutas e insignificantes migajas. No quiero que salga herida, pero sé que si empiezo a soltarle una charla sobre amor propio y empoderamiento femenino no conseguiré nada, solo quitarle la felicidad que está sintiendo. Mi lado de amiga responsable me grita que la detenga, que no vale la pena dejar que sonría como una tonta para que luego venga el llanto. Ignoro esos gritos. Total, no entiendo bien los sentimientos de las personas.
—Ten cuidado. —La abrazo. —Por favor.
—Te quiero, Kath. —me estrecha con más fuerza. —Gracias por entenderlo.
No lo entiendo, pero fingiré que sí.
—Tengo una hora libre así que iré un rato a la biblioteca. —me deshago con toda la delicadeza que puedo del abrazo de Cass. —¿Nos vemos en la cafetería?
Ella asiente y yo desaparezco por el pasillo, rumbo a la biblioteca. Se ha vuelto uno de mis sitios favoritos en el último año, ahora valoro mucho más el silencio. Saco un libro de mi bolso y empiezo a leerlo con detenimiento. No mentí cuando dije que tenía muchísimo trabajo de la universidad atrasado y más me vale ponerme pronto con ello. No puedo permitirme bajar mis calificaciones, es una de las pocas cosas que me hacen mantener algo de vida normal aún. Si por mi padre fuese, me pasaría mañana, tarde y noche entre las paredes del club, sin nada más que me distrajese del trabajo.
El silencio del que tanto estaba presumiendo apenas unos segundos atrás no dura mucho. Por el rabillo del ojo veo que unas manos se acaban de apoyar en la mesa. Unas manos cargadas de anillos de plata, unas manos atractivas si las miro bien. Levanto la mirada y oh, ¡Sorpresa! Aiden Volkov me regala su presencia una vez más.
—Pensé que los chicos como tú les tenían aversión a las bibliotecas. -digo.
—¿Chicos como yo? —Se inclina sobre la mesa con una sonrisa divertida en los labios. —¿Cómo son los chicos como yo?
—Ya sabes. —Encojo los hombros, inocente. —Imbéciles.
—Vamos Katherine... —Posa un dedo bajo mi mentón, obligándome a mirarlo. —Sé que puedes hacerlo mejor.
—No voy a malgastar mi saliva si es lo que estás esperando. —Cierro bruscamente el libro que estaba leyendo hace un momento. —Más importante, hablemos de contratos.
—¿Contratos? —Alza una ceja haciéndose el que no sabe nada. —Que yo sepa tus negocios no son conmigo.
Aiden toma asiento frente a mi y se reclina en el asiento, mostrándome cuan largo es su cuerpo. Tiene la poca vergüenza de posar sus pies encima de la mesa ¿Nadie le había enseñado modales a este chico?
—Tienes que firmar un contrato de confidencialidad. —Lo miro con una sonrisa de suficiencia. —Las reglas son las reglas y tu no vas a ser la excepción.
—Yo siempre soy la excepción, Katherine. —Se incorpora en su asiento, se reclina sobre la mesa, quedando a escasos centímetros de mi rostro. —Siempre.
—Deja ya tus patéticos intentos de ligoteo conmigo, Aiden. —Me levanto del asiento. Estoy harta de este chico, pero voy a mantener la calma. No voy a dejar que el vea que me saca de mis casillas. —Pásate por el club para ultimar los detalles. Luego podremos hablar del otro contrato.
Recojo mis pertenencias del asiento de al lado y me dirijo a la puerta de salida, no llegando muy lejos. Me sujeta con fuerza por el hombro y me obliga a mirarlo de frente. Sus ojos me hipnotizan por un breve segundo. Pienso denunciar a quien hubiese pensado que crear a una persona tan molesta con un aspecto tan atractivo es algo gracioso. No, no lo es.
—Tienes que dejar de agarrarme cuando te da la gana, ¿sabes? —Quito su mano de mi hombro con un manotazo. —Empiezo a cansarme.
—¿No vas a decir nada de anoche?
—¿Qué pasó anoche? —Escojo hacerme la tonta, sino me acuerdo no pasó, ¿no?
—No ibas tan borracha, preciosa. —Acorta la distancia entre nosotros. —Lo que pasó anoche es que dejaste que mis manos te tocaran entera.
Noto que la sangre empieza a agolparse en mis mejillas. Aguanta, Katherine. No le des esa satisfacción. Aguanta solo un poco más y luego puedes pedir que la tierra se abra y te trague todas las veces que quieras.
—No sería tan memorable sino lo recuerdo. —Sigo apostando por mi táctica.
—Que suerte que yo lo recuerdo por los dos.
—Empiezo a pensar que estas obsesionado conmigo, Aiden. Ve al psicólogo, ¿Quieres?
Lo dejo con la palabra en la boca y me marcho de la biblioteca. Pequeñas e insignificantes victorias personales.
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Al salir de la universidad he tenido el tiempo justo para ir a casa y coger todo lo necesario para esta noche. A lo largo de la mañana la certeza de que tendría que ir al club de O'Kelly había cogido mucha más fuerza. No puedo presentarme ni con mi aspecto normal ni con el aspecto de la Araña así que me coloco mis lentillas habituales, una peluca rubia de pelo liso casi kilométrica y unas pestañas postizas que me servirían de abanico incluso. No pienso pasearme por todos lados casi desnuda así que dentro de una bolsa meto el conjunto que utilizaría esta noche junto con unas plataformas.
Salgo de casa y me monto en mi coche. Hoy conduciría yo hasta el club. Me coloco unas gafas de sol negras y emprendo el camino.
Dentro del club aún no hay nadie, todas las luces están apagadas y me toca encenderlas de camino al despacho. Dentro de el me esperan pacientemente Mitch y Dash. Mitch es un hombre en sus cuarenta años, no puedo decir que sea atractivo, pero si muy intimidante.
—Gracias por venir Mitch. —Digo, ignorando por completo a Dash. —Espero que no te haya sido muy difícil seguir a Roy O'Kelly.
—La verdad es que el tipo tiene una vida un poco aburrida. —Dice pasándome una lista de sus movimientos junto con fotos que lo respaldan. —Lo único interesante es que parece pasar mucho tiempo en su club de striptease.
Bingo, sabía que sería así. De todos sus negocios, ¿Por qué pasa tanto tiempo en este? Lo normal sería llevar un control de todos y no enfocar todo tu tiempo en uno solo. O por el contrario, llevar una vida de hombre de negocios que tiene una gran cantidad de personas bajo su mando más que dispuestas a llevar el control de los negocios por él.
O'Kelly no es ni lo uno ni lo otro.
—Dash, dile a los chicos que hoy no estaremos en el club. Ya saben que hacer. —Lo miro por primera vez desde que llegué. —Tu y yo vamos a ir a ese club esta noche.
—¿Esta noche? -Pregunta.
-Si. -Confirmo. —¿Algún problema? Espero que no. Prepara los micros, pienso minar ese club con ellos.
Dash asiente y se marcha rápidamente a hacer lo que le he pedido. Mitch me mira con una sonrisa en los labios, como si la situación le pareciera graciosa.
—¿Qué? —Me dejo caer en mi asiento.
—¿Os estáis acostando? —Mitch empieza a levantar las cejas de una forma que no sabría decir si es divertida o patética.
—¡Dios mío! —Digo echando la cabeza hacia atrás con desesperación. —¿Es que os pensáis que me acuesto con todos?
Mitch me mira sin entender muy bien a que ha venido eso. Primero Cassie me acusa de acostarme con Aiden y ahora Mitch me insinúa que me acuesto con Dash. Por favor, dejad de recordarme todos que voy camino del convento. Mi vida sexual en este preciso momento es menos cero.
—Vale, vale. —Levanta las manos. —Lo decía porque se nota una tensión extraña en el ambiente.
—No es una tensión de ese tipo. Y ahora, por favor, dame algo de privacidad para que pueda cambiarme.
Mitch se marcha y me deja tranquila. No es un mal tipo, le tengo cierto aprecio. Es como ese tío guay y chistoso que ves en las películas, pues ese mismo. Es de las pocas personas que conozco desde el principio, desde que puse por primera vez un pie dentro del club. Siempre se muestra amable y comprensivo. Creo que el puede ver como poco a poco me endurezco, me vuelvo una roca y pierdo todo rastro de inocencia.
Saco de mi bolsa el conjunto que he guardado para esta noche y encerrándome en el baño empiezo a ponérmelo. El conjunto consiste en unos pantalones cortos de látex negro cuyos laterales carecen de tela dejando a la vista mí piel y un top del mismo material con tiras que me cruzan el pecho. Termino el conjunto calzándome unas botas hasta el muslo con tanta plataforma que rezaría a todos los dioses que conocía por no partirme una pierna esta noche.
—¿Estás lista? —Dash asoma la cabeza abriendo un poco la puerta.
—¿Sabes llamar a la puerta? —Digo mientras termino de subirme la cremallera de la bota.
—Lo siento. —Se rasca encima de la ceja, incómodo. —Te espero en el coche.
Desaparece de nuevo por donde ha venido, no sin antes hacerme sentir el calor abrasador de sus ojos que me han mirado más de lo estrictamente necesario.
Me hago un chequeo rápido frente al espejo y cuando me doy el visto bueno, salgo del despacho camino de la parte trasera del club donde Dash me espera subido al coche. Aún no tengo muy claro que va a pasar, no es la primera vez que me filtro en un club de este tipo, normalmente seguían todos unos patrones parecidos, lo que me preocupa realmente es Roy O'Kelly y la advertencia del señor Sullivan que sigue resonando en mis oídos.
Me monto en el coche bajo la atenta mirada de Dash pero no digo nada hasta que estamos cerca del club de striptease.
—Necesito que seas mi cliente. —Digo volviendo mi cuerpo hacia el suyo para mirarlo a los ojos. —Seguiremos el plan de estos casos. Muestra interés en mi cuando me toque bailar, pero sin agobiarme. Déjame margen para que pueda explorar un poco, tal vez acercarme a O'Kelly y poder colocar algún micro cerca de donde suela estar. Si noto que algo va mal, susurraré por el pinganillo la palabra de emergencia.
—Entendido. —Me pasa el pequeño dispositivo para comunicarnos y me lo coloco. —Te estaré guardando las espaldas.
Asiento y abro la puerta del coche. Dentro de mi bolsa tengo todo lo necesario. En este tipo de situaciones siempre recurro al papel de la nueva stripper contratada. He investigado los nombres de los encargados, de las bailarinas y de todos aquellos que puedan suponerme un problema. Ahora solo necesito un poco de suerte. Nos encontramos en el callejón al que da la puerta trasera del club. El local se encuentra en un sitio poco concurrido, sinceramente no se cuanta gente estaría dispuesta a venir a este lugar tan apartado de la ciudad cuando en pleno centro hay clubs de striptease mucho más lujosos y con prestigio. Me cuelo por la puerta trasera y como sospechaba, ya empieza a haber movimiento dentro. Las luces de ambiente ya están encendidas y unas señoras están liadas con los temas de limpieza. Deambulo intentando no llamar la atención de nadie y por fin encuentro lo que parecen ser los vestuarios. Hay varias chicas mirándose en los espejos que decoran la pared, ultimando los últimos detalles de su maquillaje y apariencia. Alguna de ellas debe ser la líder y es a ella a quien que tengo que tantear primero.
—Disculpad...—Digo, intentando parecer avergonzada. —Soy la chica nueva.
Varias de las chicas que estaban retocando su maquillaje ahora me miran con cierto aire de superioridad. Ya se lo que están pensando. Me ven como un corderito perdido de camino al matadero. Eso es lo que quiero que piensen. Si hace falta contaré una historia desgarradora que no les hará dudar de que necesito este trabajo con urgencia para poder ayudar a mi familia con algo de dinero.
—¿Puedes enseñarme tu papel? —Dice una chica de piernas largas y mirada penetrante.
—Si, claro. -Saco los papeles de mi bolsa. —Espero que esté todo correcto, Rodrigo no comentó que hiciese falta nada más.
—Si Rodrigo no te pidió nada más, esto es todo. —Empieza a echar un vistazo a los papeles. En ellos está mi curriculum, cartas de recomendación falsas, partes médicos que prueban que estoy bien de salud, entre otras cosas. —¿Te ha explicado Rodrigo como funcionamos?
—Más o menos, aunque si te soy sincera estaba demasiado nerviosa.
—Te lo explicaré una sola vez y espero que te quede claro. —Empieza a decir mientras camina por los vestuarios, aparentemente comprobando que todas estuviesen preparadas para empezar cuando antes. —Las propinas que consigas cuando bailes son para ti. Si un cliente pide un baile privado son 100 dólares, el club se lleva el 60%, el resto es todo tuyo, lo mismo ocurre con cada botella a la que consigas que te inviten. El club no nos obliga a mantener relaciones como te puedes imaginar, pero no lo descarta. En ese caso el club cuenta con sus propias habitaciones. La hora son 150 dólares y el 60% es para ti, ¿Todo claro?
—Si. —Digo intentando parecer intimidada por ella. —Muchas gracias. Por cierto, soy Crystal.
—Bonito nombre. —Me estrecha la mano que le he tendido. —Aunque no me lo agradezcas. Por ser novata tu serás el primer baile de la noche.
Tal vez ella piensa que me intimida, pero nada más lejos de la realidad. Se está comportando tal y como pensé que lo haría y sin que se de cuenta se está viendo enredada en mi juego. Le suelto la mano y veo como ella sigue con su escrutinio. Hago como que estoy retocándome los polvos de la cara y cuando nadie se está fijando demasiado en mi, deslizo mi mano por debajo del lavabo y pego uno de los micrófonos que le encargué a Dash. Hago lo mismo en uno de los cubículos del baño.
Al cabo de un rato mis compañeras temporales me avisan de que es la hora de que salga a la pista. Puede parecer extraño, pero no estoy nerviosa, me siento como pez en el agua. Este es mi ambiente, los clubs, las luces que no paran de cambiar de color, las botellas de alcohol que no paran de viajar de un lado a otro. Subo hasta el escenario y siento que varios pares de ojos están puestos en mí. Inconscientemente me llevo unos segundos las manos al pelo y me cercioro de que ni aunque me encontrase en pleno terremoto la peluca se movería ni un solo milímetro.
La música y las luces cambian, haciendo que todos los ojos se concentren solo en mí. Sujeto la barra con fuerza y dejo que mi cuerpo se mueva alrededor de la barra, contoneando mis caderas cuando la música me invita a ello. Empiezo a enredar mis piernas en la barra y haciendo acopio de ellas, consigo girar en el aire. Dejo que mi cabeza caiga hacia abajo y mentiría si dijera que no me mareo un poco al sentir la sangre corriendo hacia mi cabeza. Me incorporo y vuelvo a posar los pies en el suelo, dibujando círculos con ellos y notando que los hombres se acercan más al escenario. Con los brazos por encima de mi cabeza, agarrando firmemente la barra, dejo que mi cuerpo se deslice hasta quedar de rodillas en el suelo. Mis ojos se encuentran de frente con la mirada animal de Dash. Eso solo hace que me encienda más y les ponga más ahínco a los pasos. Gateo hasta quedar a centímetros de el y siento como varios hombres dicen algo, pero no los escucho. Me concentro en esa mirada casi primitiva y vuelvo a aferrarme a la barra sin apartar la vista de él. La canción casi está llegando a su fin así que se acerca mi gran momento. Espero que sea lo suficientemente asombroso como para llamar la atención de O'Kelly. Enredo las piernas con fuerza en la barra e impulsándome con ellas subo lo más alto que puedo. Empiezan a sonar las últimas notas y al mismo ritmo que marcan, me dejo caer extendiendo una de mis piernas hacia afuera y sujetándome solo con una de mis manos. La canción termina y las luces del escenario se apagan. Suelto el aire que tenía contenido en los pulmones y bajo del escenario. Unos dedos se aferran a los míos cuando bajo el último escalón.
—Menudo espectáculo. —Los dedos de Dash se aferran a los míos con fuerza. —Te aseguro que O'Kelly no ha quitado sus ojos de ti. Sobre todo, cuando ha visto el lateral de tu pantalón y ha visto que no llevas bragas.
—Justo lo que queríamos. —Me deshago de sus dedos. Siento que la sangre se agolpa en mis oídos.
Por encima de su hombro veo que un hombre camina en nuestra dirección, sus ojos y los míos se encuentran. Los míos no sé qué reflejan, pero los suyos sin duda reflejan curiosidad. Aquí está mi oportunidad. Cuando llega hasta nosotros, su mano se posa en mi espalda. Me quedo confundida por un breve momento, luego recuerdo que como propietario del club se cree con el derecho de tratarnos como si fuésemos su propiedad también. Todos los propietarios de este tipo de club son iguales.
—Señorita, ha estado espectacular. —Me sonríe. —Me encantaría que charlásemos un poco. De cosas de trabajo por supuesto.
Le lanzo una mirada a Dash que espero que sepa descifrar. Tiene que tener todos sus sentidos alerta para salir corriendo a la primera de cambio.
Me dejo conducir por O'Kelly hasta el que parece ser su reservado especial. Una cortina nos resguarda de las miradas curiosas. Con un gesto de su mano me indica que tome asiento y así lo hago. No necesito fingir que estoy nerviosa porque la verdad es que una parte de mi lo está, la pequeña parte racional de mí claro está.
—Es la primera vez que te veo en el club. —Dice sirviendo una copa de lo que parece ser champan. —¿Te contrató Rodrigo?
—Sí, creo que dijo que se llamaba así. —Cojo la copa de champan que me ofrece, aunque no pienso beber. Solo mojaría mis labios por cortesía.
—Me alegra tener sangre nueva por el local. —Posa una mano en mi pierna. —Avísame si te molestan, yo me encargaré.
Empiezo a ver porque Sullivan se había mostrado de aquella forma. Se nota que Roy O'Kelly siente una fascinación preocupante por las personas de mi sexo. No han pasado ni cinco minutos y ya tiene su mano en mi pierna, temo donde pueda estar su mano dentro de quince.
—¿Puedo saber tu nombre?
—Claro, me llamo Crystal. —Sonrío. —Y no se preocupe, la gente ha sido muy amable conmigo hoy. De verdad. Estoy encantada con trabajar aquí.
—Me alegra escuchar eso. —Toma un sorbo de su copa. —Pareces una chica muy dulce, no me gustaría que perdiésemos a alguien con tus cualidades.
Venga ya señor Roy, no tiene que regalarme los oídos. No va a funcionar. Tal vez con otra si, salta a la vista que es un hombre en sus cuarenta bastante atractivo. Tiene el pelo negro perfectamente peinado hacia atrás, sus ojos son del mismo tono, la barba perfectamente recortada y el cuerpo deja más que claro que es un hombre que se preocupa por su aspecto físico.
—¿Y usted a que se dedica a parte del club señor O'Kelly? —Pregunto, intentando que parezca una pregunta sin ningún tipo de malicia. —Parece un hombre muy ocupado.
—Oh si, suelo estar muy ocupado. —Me aprieta con más fuerza la pierna. —Invierto mucho en negocios de algunos amigos. Pero no quiero aburrirte con esos temas.
Justo en ese momento un hombre vestido entero de negro entra en el reservado haciendo que Roy quite sus ojos de mí.
–Lamento interrumpir, señor. Su socio el señor... —Parece pensarse mejor lo que va a decir. —Su socio le espera en el despacho como pidió.
O'Kelly parece meditar algo en silencio, pero finalmente quita su mano de mi pierna y me dedica una sonrisa no muy convincente.
—Bueno Crystal, tengo que marcharme, pero espero verte a lo largo de la noche. —La frase suena con dobles intenciones. —Puedes quedarte hasta que acabes tu copa.
Sin decir nada más se levanta del reservado y se marcha. En cuanto estoy segura de que ningún par de ojos alcanza a verme, escondo uno de los micrófonos entre los pliegues del gran sofá de terciopelo rojo y coloco uno más debajo de la mesa de forma que sea casi invisible a la vista. Miro a ambos lados, confirmando que nadie me ha visto y salgo del reservado.
Dash está sentado en uno de los taburetes de la barra, con algo que parece ser un vaso de whisky entre los dedos. Me siento a su lado y poso una mano en su pierna, haciendo parecer que coqueteo con el para que me invite a una copa.
"Todo en orden. —Me acerco a su oído mientras que con la mano rebusco en el bolsillo de su pantalón y saco otro micrófono. Lo coloco debajo de la barra. —Podemos irnos.
He dejado micrófonos en todos los sitios en los que he podido. Mi única espinita es no haber podido entrar al despacho de Roy y colocar otro allí. Me muero de curiosidad por saber quien es ese socio con el que está reunido. El hombre vestido de negro ha creído conveniente ocultar la identidad de dicho socio, como si fuese peligroso que se conociera su nombre. Eso solo hace que se aviven más mis ganas de obtener información.
Dash me agarra la mano y deja el vaso en la barra. Se acerca a mi oído para que los demás piensen que me está proponiendo algo indecente.
—Al menos finge que te pongo y corre a los baños. —Susurra.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal.
Le hago caso y me levanto haciéndole ojitos. Con cuidado de no chocar con nadie voy hasta los baños y me encierro en uno de los cubículos. Unos minutos después, Dash aparece también por la puerta. Le hago señas para que venga rápido hasta mí.
—Tenemos que salir por esta ventana. —Señala con la barbilla por encima de mí. —La puerta trasera está vigilada, esta ventana da a uno de los laterales. Te ayudaré a salir y luego corre hasta el coche. Yo iré detrás de ti.
Deposita las llaves del coche en la palma de mi mano y sin decir nada mas me alza de la cintura facilitándome la tarea. Me agarro con fuerza al filo de la ventana y tiro de ella intentando abrirla, pero parece que está atrancada. Sigo forcejeando con ella.
—Date prisa. Escucho a alguien fuera.
Doy unos cuantos tirones más y consigo que la ventana se deslice un poco. Justo en ese momento escuchamos que la puerta se abre, rápidamente Dash me baja al suelo y aprieta su cuerpo al mío. Quedo completamente atrapada entre la pared y su cuerpo, formando una jaula perfecta. Su aliento me hace cosquillas en la oreja y no puedo evitar levantar la mirada. Sus ojos reflejan la misma mirada animal que vi antes. Un ligero cosquilleo empieza a formare en mi vientre.
Permanecemos así unos minutos hasta que escuchamos la puerta cerrarse de nuevo. Dash se pone manos a la obra otra vez y me agarra de la cintura alzándome. Me agarro a la ventana y esta vez si consigo salir al exterior sin problemas. Corro hacia el callejón y veo el coche aparcado. Empiezo a darle al botón para que se abran las puertas y me meto corriendo. Dos minutos después el cuerpo de Dash ocupa el asiento del conductor.
Nos quedamos en silencio unos segundos que parecen minutos, incluso horas.
—Toma. —Vuelvo mi cuerpo hacia él para darle las llaves. —Vámonos de aquí antes de que alguien note que no estoy por ninguna parte.
El asiente, coge las llaves, pero no hace nada. Solo me mira y yo lo miro. Se siente como si una corriente eléctrica pasara de su mirada a la mía. De repente Dash me aparta el pelo de la mejilla colocándolo detrás de mi oreja y sus dedos se sienten fríos en contacto con mi piel. Lentamente me acaricia la mejilla y me quedo muda. Noto como su mirada pasa de mis ojos a mis labios y hago lo mismo.
Parece que por fin sale de su estupor porque me agarra de la nuca sin previo aviso y estampa sus labios contra los míos. Al principio parece sediento, como si llevara días en el desierto y yo fuera una fuente de agua. Para mi sorpresa, yo también estoy sedienta. No me aparto. Dejo que sus labios sigan deslizándose sobre los míos y mis manos agarran su camisa con fuerza. Paso por encima de la palanca de cambios y me coloco a horcajadas sobre él. Sus manos me acarician la espalda con desesperación y yo sigo apretando los puños contra su pecho. Su lengua me pide permiso y entreabro los labios dándole lo que me pide.
La cabeza me da vueltas, esto está mal. El y yo no podemos hacer esto. Tengo una serie de reglas para cumplirlas y una de ellas es no entremezclar el trabajo con mi vida personal. No puedo dejar que Dash se cuele de nuevo.
Dash tiene el rostro enterrado en la curva de mi cuello, depositando besos húmedos que consiguen que suelte un pequeño gemido. Con una de mis manos me deshago de la peluca y de todo lo que conlleva llevarla. Dejo que mi pelo negro nos cubra a los dos como si de una cortina se tratara. Siento que la piel se me eriza con su contacto, el vientre se me contrae y siento un cosquilleo donde no tendría que sentirlo. No en este momento. Cada centímetro que recorren los dedos de Dash, arde. Sus labios vuelven a los míos, su lengua y la mía luchan ente sí, como si se odiaran. Cosa que no descarto. Ese odio no hace más que excitarme. Mordisqueo suavemente sus labios y el recorre los míos con su lengua. La erección que se está formando en su entrepierna me golpeaba contra el pantalón y sino fuese porque en ese mismo momento mi vista alcanza a ver el piloto rojo de lo que parece ser una cámara de vigilancia, no sé dónde habrían ido esos pantalones a parar.
—Dash . —Separo mis labios de los suyos. —Hay una cámara de vigilancia.
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¡Hola, mis lectores/as!
Este es el primer capítulo de los dos que se publican hoy por San Valentín, si estás aquí ¡Corre a leer el siguiente!
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