CAPÍTULO 32
Cali God-Grace Mitchell
Narrado por Aiden
En cuanto Dimitri, nuestro médico, me quitó los puntos que me saturaban el hombro me puse a ejercitar el músculo. No puedo permitir atrofiarme ahora. Dimitri alabó bastante las habilidades médicas del chófer de la familia Montgomery, aunque puede que tenga más de médico que de chófer puestos a decir verdades.
El sudor se desliza por mi espalda desnuda mientras me ejercito con las diversas máquinas que guardo en el sótano. Se me hace extraño no tener aquí a Katherine para seguir con nuestros entrenamientos, pero supongo que no hay tiempo en estos momentos para algo que no sea Roy O'Kelly. Elevo las pesas una y otra vez sintiendo como la herida del hombro se tensa, produciéndome pequeños pinchazos. Rechino los dientes mientras muevo los brazos, levantando el peso sin descanso.
No sé cuanto tiempo paso aquí abajo, para cuando quiero mirar el reloj es hora de ir poniéndome en marcha. Esta noche ceno con la familia de Nicole. No voy a negar que me parece molesto tener que hacer esto, la presentación de familias es algo que se hace cuando las cosas se tornan mucho más serias. Y la única cosa seria es que no quiero a Nicole y me muero por escuchar mi nombre gemido por otros labios.
El sonido del teléfono me saca de mis divagaciones.
Lev.
—¿Sí? —presiono el teléfono contra mi oreja mientras agarro una botella de agua. —¿Qué ocurre?
—¡Lo sabías y no has hecho nada!
Me mantengo sujetando el móvil mientras intento encontrarle algún sentido a lo que dice.
—No entiendo de que hablas, Lev.
—¡Cassie! —su voz está cargada de ira. —¿¡A esto te referías cuando dijiste que ella está rota!? La han violado y no has hecho nada, siempre eres el mismo. Hiciste lo mismo con Alina, dejaste que la mataran.
Clavo los dedos rodeando el móvil mientras los músculos de mi espalda se tensan.
—Cuida lo que dices. —amenazo. —Ella decidió venderle la versión a Katherine de que no la habían violado, ¿Quién soy yo para no creerla o ir en contra de su versión? Katherine le ha preguntado en varias ocasiones si recordaba al agresor, no tiene ni idea de quien fue, ¿Crees que es fácil buscar justicia sino sabes siquiera lo que tienes que buscar? —la frustración y la ira se abren paso. —Adelante, si tanto te importa, consigue su nombre y mátalo. No vengas a exigirme explicaciones, actúa.
—¡No lo dijiste! —los gritos se clavan en mi oído. —Si lo hubieses hecho ten por seguro que ya habría hecho algo.
—¿Sí? —replico. —¿Estás seguro? Normalmente esperas a que lo haga yo todo y cuando las cosas no resultan bien, buscas culparme a mí en vez de a tu inacción.
—Eres...
—¿Soy qué? —le corto antes de que diga algo más. —¿Un cabrón? ¿Un hijo de puta? Me han llamado cosas peores. —empiezo a caminar fuera del pequeño gimnasio improvisado, rumbo a la planta de arriba. —Me estoy cansando de tantos putos reproches cuando tú hiciste lo mismo que yo respecto a Alina. Ahora ves a Cassie como un sustitutivo, pero la verdad es que apenas la conoces para el numerito que estás montando.
—No necesito conocerla para saber que lo que le han hecho merece justicia.
—Y ten por seguro que cuándo se sepa quién ha sido se le dará, pero no podemos estar dando palos de ciego. Sabes que hay cosas más importantes. —pulso el botón del ascensor. —No tengo tiempo para seguir discutiendo contigo, Lev.
—No, no sé si hay cosas más importantes porque siempre andas con secretismos. —resopla. —Deberías habérmelo contado.
—No me corresponde a mí contar su historia. —llego a la planta de arriba y subo las escaleras hasta dirigirme al baño. —Y a ti tampoco. No quiero que digas ni una palabra de esto delante de Katherine.
—Es su amiga, debería saberlo para poder apoyarla.
—Ella ya la está apoyando, sin violación o con ella. —abro el grifo de la ducha y dejo que el agua se torne caliente mientras espero fuera. —No traiciones la confianza de Cassie aireando cosas que no te corresponden.
Silencio al otro lado de la línea.
>>—¿Entendido? No te dejes llevar por las emociones. Un escorpión no lo haría.
Dicho esto, corto la llamada. Dejo el móvil sobre el mueble del baño y me meto en la ducha. El agua caliente sienta bien para destensar los músculos de mi espalda y relajar mi mente.
Por mucho que Cassie intentó convencer a Katherine de que no la habían llegado a violar, sus gestos corporales la delataban más de lo que ella piensa. No me ha conseguido engañar, aunque tampoco iba a hacer nada al respecto. Creo firmemente en que cada uno decide que cuenta al resto y a quien hace partícipe.
Tampoco es el mejor momento para que Katherine se entere, estamos llegando casi al final.
Corto el agua y salgo, anudándome una toalla en la cintura y con otra retirando la humedad del pelo. En el vestidor selecciono una camisa negra y unos pantalones de traje del mismo tono. Prescindo por completo de una corbata, me calzo unos zapatos de traje y por último me coloco los anillos y uno de los muchos relojes. En el espejo trabajo en mi pelo, que por mucho que lo intente siempre acaba con ese aspecto informal y desenfrenado.
Tengo treinta minutos hasta llegar al restaurante así que agarro las llaves y salgo a toda velocidad.
Le grand soir Restaurant es, como su propio nombre indica, un restaurante situado en una de las zonas más caras de la ciudad. Nunca he estado, pero las reseñas de internet indican que es un lugar elegante e íntimo donde va la gente adinerada a pasar la velada. No me sorprende viniendo de Nikolai. Es obvio que va a hacer obstento de su dinero.
En cuanto llego, el aparcacoches toma mis llaves. Subo la prominente escalera de estilo palaciego y unas dobles puertas se abren en cuanto me ven aparecer. El metre me dirige hasta la mesa cuando le digo mi nombre. Sentados en la mesa se encuentra Nicole, sus padres y como es de esperarse, Nikolai.
—Buenas noches, siento el retraso. —digo tomando el asiento junto a Nicole, a la derecha de mi padre. —Es un placer conocerlos.
La que sin duda es su madre me dirige una sonrisa cálida que me hace recordar a las mismas que me dirige su hija cuando me mira, mientras que su padre me mira con una expresión adusta en el rostro.
—Teníamos muchas ganas de conocerte, Aiden. —es su madre quien habla. —Nicole habla de ti todo el tiempo. Yo soy Olivia.
Olivia es una mujer entrada en sus cuarenta años con el pelo de un pálido pelirrojo. Sus ojos son del color del chocolate recién fundido, un marrón intenso y cálido. A su lado, presidiendo el otro lado de la mesa, está el padre de Nicole y evidentemente es de quien heredó sus bonitos ojos azules.
—¡Mamá! —Nicole apoya su mano en mi brazo. —No digas esas cosas, vas a hacer que el ego de Aiden crezca.
Nikolai deja salir una risa áspera mientras se acerca una copa de champán a los labios.
—Querida Nicole, creo que el ego de mi hijo no puede crecer más.
Le lanzo una mirada.
—La cuestión es, ¿tiene motivos para tener el ego tan alto?
El padre de Nicole abre la boca por primera vez en toda la noche. No parece que le caiga mal, pero es evidente que me está evaluando, considerando si soy digno de su preciosa hija.
—Ya lo creo que sí. —dice Nikolai. —Es mi orgullo. Me he volcado en su formación por completo y estoy seguro de que sabrá manejar todos mis negocios. Nicole, —gira la cabeza en su dirección. —¿Te ha dicho que hace dos años que terminó los estudios de criminología?
—¿De verdad? —Nicole abre los ojos con sorpresa y alza las cejas.
—Sí. —musito. —Como ha dicho Nikolai, terminé hace dos años. Es algo que siempre me ha gustado, pero no me gusta ir alardeando de ello. Es una carrera como cualquier otra.
La realidad es que consideré que tener esos conocimientos me serían de utilidad como líder de los escorpiones. Creí oportuno estudiar el crimen, el criminal, la víctima y en general, la criminalidad. Pues su conocimiento me serviría a la hora de cometer los míos propios.
—¿Por qué no? —pregunta Olivia. —No solo eres un chico guapo, además eres inteligente.
Me remuevo en el asiento, asfixiándome en este ambiente. No me gusta este teatro barato que estamos interpretando.
—Criminología y psicología. —dice la voz dura del padre de Nicole. —No son cosas que auguren mucho éxito en estos días.
—No solo es guapo e inteligente, también es rico y heredero de mis bienes. —añade Nikolai, obviamente haciendo ostentación de poder. Remarcando una vez más que él está por encima y obviamente son ellos los que se benefician de nuestra relación. Pues aunque ellos nos ofrezcan recursos y flotas de aeronaves, ellos quieren nuestra protección. —¿Qué tal le va a Nicole con los concursos de belleza?
Justo en ese momento se acerca uno de los camareros con la intención de pasarnos las cartas y anotar cualquier petición.
—Oh no. —Nikolai levanta la mano. —Estamos esperando aún a una persona. No creo que tarde mucho más.
Noto los dedos de Nicole buscar los míos y juguetear con ellos. Le dedico una sonrisa ladeada mientras observo el asiento vacío que se encuentra frente a mí. Me parecía algo extraño que hubiese un asiento vacío, pero nadie acude a mi mente al pensar en posibles invitados. Después de todo, no es que hayamos hecho muchos amigos por aquí o socios potenciales.
—Nicole está demostrando estar completamente hecha para esto, ¿verdad?
Sus ojos azules recaen encima de su hija. Noto como esta se hace cada vez más pequeña a mi lado. Eso hace que sienta ganas de sacarla aquí, lejos de la constante evaluación de su padre. Que me evalúe a mí cuanto quiera, no es nada para mí, más si para su hija que lucha por hacerlo sentir orgulloso. Y lo sé, por poco que lleve jugando a esta falsa de novios felices.
—Claro, padre.
—¿Cómo ha dicho que se llama? —pregunto, desviando el tema.
—Cédric Sallow. —responde con pocas ganas.
—Aiden. —murmura bajito Nicole, como avisándome de que cuide mis palabras y mi temperamento.
En cambio, Nikolai parece totalmente complacido por mi actitud. Tal vez quiera vincularse a los Sallow por negocios, pero tienen que tener claro quien está por encima y sin duda somos nosotros. Ellos solo son míseras hormigas que podemos pisar con el zapato cuando queramos.
—Vaya, ya está aquí quien faltaba.
Todos los cuellos de la mesa se giran ante sus palabras. En cuanto veo su figura atravesar la estancia un escalofrío me baja por la espina dorsal. Es como ver una diosa pisando la tierra y todos nosotros somos simples mortales siendo cegados por su luz. Lleva una falda de tubo negra que remarca aún más esas curvas por las que cualquiera se precipitaría y una camisa de seda verde botella con varios botones sin abrochar, dejando a la vista la curva de sus pechos. Trago saliva mientras imagino como sería pasar mi lengua por ellos otra vez. Desciendo los ojos con disimulo por la longitud de sus piernas, reparando en los tacones de punta.
Lleva la melena recogida en una coleta tirante y sus ojos están cubiertos por sombras difuminadas. Su aspecto es completamente el de una mujer de negocios dispuesta a pelear en la guerra si es necesario. Ella sabe el poder que tiene su aspecto sobre los demás.
Lanzo un rápido vistazo a Cédric y reparo en que incluso él está anonadado mirándola.
Nikolai levanta las comisuras de su boca en una sonrisa arrogante mientras me mira con malicia. Somos títeres movidos por sus dedos en este teatro barato. No me cabe duda.
Uno de los camareros le retira la silla junto a Olivia, a la izquierda de Nikolai y justo frente a mí. Mis ojos se clavan en los suyos y divagan vagamente hasta sus pechos, donde descubro el sujetador de encaje que le regalé. Me está costando controlar la erección que se me forma al verla.
—Siento el retraso, mal tráfico. —deja que uno de los muchos empleados se lleve su bolso al guardarropa. —No sabía que habría tanta gente esperándome.
Finge falsa modestia. La conozco, sé que le ha encantado dejarnos estupefactos con su entrada.
—No te preocupes, llevamos poco tiempo. —la voz de Olivia es gentil y amable. —¿Cómo dices que te llamas?
—Katherine.
Le tiende la mano con finos anillos de plata en cada dedo y le estrecha la mano en un ligero apretón. Sonríe mostrando sus dientes blancos y luego dirige una mirada ladina a Nikolai.
—He creído conveniente invitarla, es una persona muy cercana a Aiden y además es cercana a mis negocios. —miente a medias. —Creo que es buena su presencia aquí.
—¿Cercana a Aiden? —pregunta Cédric
—Sí papá, son muy buenos amigos. Ella y yo nos conocemos de un par de veces, pero podríamos llegar a ser muy cercanas, ¿Verdad?
¿Tan cercanas como para compartirme?
El camarero interrumpe en el momento idóneo tendiendo las cartas para poco después anotar nuestros platos. Katherine bebe de su copa, lanzando sus ojos por encima del borde en mi dirección. Trago con dificultad al ver sus ojos por el filo, tan fijos en mí que podrían incrustarse bajo mi piel.
—¿Estás bien? —susurra en mi oído Nicole.
Joder no. Verla aquí con ese porte y no tocarla, me está siendo difícil de controlar.
—Perfectamente.
Le dedico una sonrisa amplia, arrebatadora.
Poso mi mano en su muslo, en un gesto íntimo que no le pasa desapercibido a ninguno de los integrantes de la mesa, cosa que esperaba. Nikolai parece divertido por la situación, Olivia encantada por la pareja que formamos, Katherine aburrida o sabe muy bien ocultar sus celos y Cédric mira mi mano como si pudiera quemarla con una simple mirada.
La única que parece feliz es Nicole y su madre.
—¿Tú también eres rusa? —pregunta Olivia. —No tienes nada de acento.
Katherine inspecciona su copa con aburrimiento.
—No, no lo soy. Los únicos rusos son ellos. —inclina la copa para señalarnos. —Yo nací aquí, en Seattle.
—¿A qué te dedicas? Pareces bastante joven para estar en negocios con Nikolai. —se aventura Cédric.
—Estoy aprendiendo para manejar el negocio familiar.
Sus palabras suenan más frías que nunca, cuando nuestros ojos se encuentran, lo único que hayo es un frío glaciar. Le doy un suave golpe con la punta del zapato en su pie y veo como me fulmina con la mirada. Nicole parece captar esa mirada ya que ladea la suya en mi dirección, con una cara interrogativa.
—Suerte que no participas en concursos de belleza, los ganarías todos.
El comentario de Cédric es un golpe certero para Nicole. Capto como se sobresalta ante el comentario y sus manos comienzan a moverse bajo la mesa. Busco su mano y la aprieto, consiguiendo una mirada por su parte. Noto como estos están húmedos pero la apremio con una sonrisa. Nunca imaginé que su padre pudiera ser tan cruel con su hija.
—No se crea, los concursos de belleza no solo se fijan en una cara bonita, se necesitan otras cualidades de las que sin duda yo carezco. Nicole es una chica maravillosa, entiendo su éxito y Aiden es una persona muy afortunada por tener a alguien así.
—Sin duda, tienes razón. —Olivia sonríe a su hija. —Es nuestra mayor alegría, aunque su padre sea estricto con ella. Solo queremos que cumpla su sueño.
Los platos llegan rápido y observo la carne confitada a las finas hierbas con patatas hervidas al vapor que llena mi plato. Al principio comemos en silencio pero pronto Nikolai consigue romperlo y encaminar la conversación de nuevo a los negocios.
Él me informó de los planes que tiene Cédric con nosotros. Su devoción por su hija y sus concursos de belleza lo está arrastrando a la ruina así que quiere un acuerdo con Nikolai, nosotros le ayudamos con sus deudas y a cambio él nos cede sus flotas para el transporte de armamento ilegal. Es un estúpido si cree que una vez metido en asuntos con la mafia se puede salir. Intentaré frenar este suicidio antes de que sea tarde, lo que no sé es cuando ni como.
—¿No piensas que a nuestros hijos les sentaría bien un matrimonio? —comenta Olivia. —Aiden es todo un hombre y hacen una pareja perfecta. Además, como madre me encantaría verla casada pronto, como toda una princesa.
El bocado de mi boca casi se me atraganta en la garganta. Tomo un sorbo de champán y mis ojos no miran a otra que no sea ella. Katherine mantiene el rostro serio, impasible, mientras come de su comida como si esto no le interesara.
Como si yo no le interesara.
—Sería una buena forma de cerrar nuestro acuerdo.
—No hay que mezclar el amor y el dinero, padre. —comento con tirantez.
—Me sorprende que digas eso.
Se me dispara el pulso pensando en cuál puede ser su próximo comentario. Escucho una silla arrastrarse.
—Si me disculpan, tengo que ir al servicio.
Se marcha sobre sus tacones, con pasos firmes y contoneando sin quererlo todo su cuerpo. No sé si esto ha sido un intento por desviar la conversación hacia el mal camino que parecía estar a punto de tomar. La mesa enmudece y creo que todos acabamos mirándola caminar, más yo que el resto.
Siempre acaba llamando mi atención, da igual lo que haga. Fue así desde el principio, desde esa primera vez en la que la observé desde la distancia. Nunca he sabido que fue lo que me cautivó tanto y aún sigo sin saberlo. Los minutos de reloj siguen avanzando, fieles a su curso. Martilleo los dedos contra el mantel, dejando de comer de mi plato.
—Aiden. —mi nombre es apenas un susurro en labios de Nicole. —¿Estás bien? No tienes que preocuparte, no tenemos que casarnos.
Sonríe débilmente. Sé perfectamente que ella está encantada con la situación.
—Estoy bien.
—Estás tenso como la cuerda de un arco. —su mano acaricia mi pierna como hace un rato hice yo. —Nos conocemos de hace muy poco, lo entiendo. Solo están proponiéndolo, no es una obligación. Siempre tenemos opción.
—Eso es lo que tú piensas, que tienes opción.
Me levanto del asiento, bajo la atenta mirada de Nikolai y de Cédric. No soporto seguir aquí mientras Olivia no para de parlotear sobre lo genial que sería que nos casáramos, la pareja tan bonita y joven que haríamos y los niños tan preciosos que saldrían. Pelirrojos de ojos grises dice ella.
¿Está señora de dónde cojones ha salido? Me encantaría gritarle que solo me follo a su hija y que jamás he tenido intenciones de nada más, pero sería demasiado cruel para Nicole. Así que huyo de aquí, buscando a la persona que puede calmarme estas malditas sensaciones que cargo.
La encuentro saliendo de los baños, acomodándose la camisa. La empujo al interior antes de que dé un paso más, la volteo en mis brazos, presionando su cuerpo contra la puerta y corro el pestillo.
—¿Qué cojones haces? —gruñe.
—¿Qué cojones haces tú? —enredo mis manos en su coleta, tirando de su cuero cabelludo y obligando a sus ojos mirar los míos. —¿Por qué estás actuando así esta noche? ¿Un día te deshaces en mis brazos y a los pocos días no existo? Ni se te ocurra intentarlo, porque no pienso tolerarlo. —me agacho hasta sentir como su aliento hace cosquillas a mis labios. —¿Es por Nicole? ¿Celos?
—¿No te has detenido a pensar que tan solo soy buena actriz?
—Eres buena, pero no tanto. Sé que hay algo que te molesta.
—No eres nada mío, no me molesta nada de lo que hagas.
—¿No soy nada tuyo? —intento abrirme camino hasta su clavícula, sintiendo su forcejeo. —Tienes razón, no soy nada tuyo. —mordisqueo su piel pausadamente. —Nosotros dos no estamos hechos para ser de nadie.
Siento el calor que emana de su cuerpo y como este se arquea involuntariamente buscando el mío. Presiono con mayor fuerza, haciendo que sienta lo que produce en mi cuerpo tenerla cerca. Contra más cortarte y dura se muestra, más me provoca.
—Eres de Nicole y pronto te pondrán un bonito anillo en el dedo. —murmura, intentando ocultar su voz entrecortada al sentir mis labios sobre su piel. —Esa libertad tan bonita de la que presumes llegará a su fin, da igual a cuantas le calientes la cama fuera de casa, al final tendrás que volver. El señor Cédric se encargará de eso y tu papaíto también.
—Cállate la maldita boca, Katherine.
Me recorre la furia y el enfado. Nikolai nunca podrá decidir sobre mí y mi libertad y él lo sabe, antes lo mato. Sería muy capaz, aunque eso llevara consecuencias. Entierro mi mano en la seda de la camisa, encontrando su cintura. La agarro con fuerza alzándola del suelo. Obligo a sus piernas a rodear mi cuerpo y apreso más el suyo contra la puerta. Solo la ropa sirve de barrera entre nuestros cuerpos y aun así puedo sentir el calor que desprende de entre sus piernas. Está húmeda y los dos lo sabemos.
—¿Te joden las verdades, Aiden? —las palabras salen afiladas de su boca, tan próxima a la mía. —Aprende a que se deslicen por tu lengua de la misma manera que sale de la mía.
Me frustra, consigue que me hierva aún más la sangre.
Estampo mis labios contra los suyos, en el sentido más literal de la palabra. Nos hacemos daño, siento sus manos arañarme el cuello intentando separarme, pero deja que mi lengua se deslice en el interior de su boca, bailoteando al son de la suya. Sus manos pasan de arañarme a sujetarme la pechera de la camisa, atrayéndome hacia ella.
La sujeto con fuerza, desplazando una de mis manos hasta su culo que ha quedado completamente desprovisto de ropa. La falda descansa arremolinándose en sus caderas, totalmente arrugada. Mis dedos se clavan en su carne, mientras sus piernas no dejan de moverse en torno a mi cuerpo, consiguiendo que se me forme una erección del demonio.
—Te odio. —jadea contra mi boca. —Te odio tanto que quiero matarte.
Sus palabras atraviesan todo mi cuerpo. Apreso su labio inferior entre mis dientes y tiro de él lo suficiente como para arrancarle un jadeo ahogado.
—Y yo sin duda te colocaría el dedo en el gatillo.
Me encanta sentir el efecto que produzco en ella, como sus mejillas se prenden de rojo por la excitación, el calor que se forma entre sus piernas y la manera en que sus pechos se endurecen anhelando mis caricias. Mis caderas arremeten más contra el centro de su cuerpo, exigiendo ese sonido que solo ella puede darme.
—No te haces una idea de lo mucho que quiero meterme dentro de ti ahora mismo.
La fricción de su sexo por encima de la ropa me vuelve loco, me prendo de sus labios reprimiendo los jadeos incesantes de sus labios que actúan como afrodisiaco para mi cuerpo. Mi mano descansa sobre su cuello, acariciando el punto donde le late el pulso. Me cuesta toda la fuerza de voluntad que poseo abandonar mis manos de su culo y volver a dejarla sobre sus piernas. Su pecho sube y baja con cada respiración jadeante. Mi pulso es completamente errático y siento el pantalón a punto de reventar.
—Te has puesto lo que te regalé.
Escruto su cuerpo con mis ojos deteniéndome en la curva de sus pechos visible, donde asoma el filo de encaje negro que me muero por contemplar, sin interrupciones ni prisas.
—Es bonito. —se encoje de hombros.
—Quiero que vayas a mi casa, te quites ese puto conjuntito de niñita de negocios y me esperes con mi regalo puesto.
Mi mano sigue descansando sobre su garganta.
—Tú a mí no me dices lo que hago.
Una risa arrogante escapa de mis labios, pero simplemente la dejo estar y creer que se ha salido con la suya. Mi mano deja de hacer presión sobre su cuello y salgo del baño, esperando a que ella consiga volver a la normalidad y erradicar todo lo que señala lo que acaba de pasar. Mi erección sigue torturándome.
La puerta del baño se abre justo cuando veo a un camarero pasar con una bandeja repleta de copas de champán. Robo una sin que se dé cuenta cuando pasa por mi lado y me vuelvo hacia ella. La derramo completamente sobre su camisa de seda, sobre sus pechos que tanto me han tentado esta noche y ella deja ir una exclamación de sorpresa.
—¿¡Qué coño haces!?
Observa incrédula como su aspecto se ve arruinado por el champán.
—Mejoro tu actuación. Ahora vas a decir que te marchas, porque estás empapada de champán —susurro contra tu oído. —Y ahora mismo todos podrían ver a la perfección la dureza de tus pezones.
—¿Crees que me importa que lo vean?
—Sé que eres más orgullosa que eso, así que vete a mi casa y espérame. —mordisqueo el lóbulo de su oreja. —Eres inteligente Katherine, ¿Aún no has notado que esto es un juego de Nikolai? Quería que estuvieses aquí presente mientras hablaban de Nicole y de mí, sabe que me deseas y sabe que yo te deseo.
Parpadea varias veces.
—¿Y qué le importa eso?
—Él y yo nos parecemos, nos gusta que la gente actúe como queremos. Él llegó aquí y ya tenía un escenario planificado, con cada uno de nosotros colocado en un papel, solo quiere que nos ciñamos al guion. No soporta que la gente no haga lo que él quiere, da igual lo que sea. En ese aspecto somos bastante irracionales. —mis labios casi rozan los suyos. —Y por si no te has dado cuenta, nuestro papel no incluía follarnos.
Si quiere añadir algo más, no le doy tiempo. Vuelvo al salón donde se encuentra la mesa, tomo mi asiento junto a Nicole y aguardo pacientemente a verla regresar con su excusa. Se deshace en disculpas, diciendo que tiene que marcharse, ya no solo por su aspecto sino porque ha recibido una llamada importante. Se marcha, bajo la atenta mirada de todos.
—Una lástima, parece una chica encantadora. —canturrea Olivia.
—Sí, lo es.
Afirma Nikolai mientras me observa por el ojillo del ojo, esperando una reacción por mi parte.
La cena se vuelve de repente tranquila, no vuelven a salir temas incómodos o de negocios, todo gira entorno a conversaciones completamente banales. Ambos hombres se levantan después del postre, con la excusa de ir a fumar puros y es entonces cuando decido que es momento de irme.
—Entonces consigue un taxi para ellas. —señala Nikolai.
Asiento.
>>—Por cierto, te he dejado un pequeño detalle en tu casa. En el último cajón de tu escritorio.
No me suena bien, pero no tengo tiempo para quedarme aquí plantado pensando en ello. Es mucho más fácil ir y averiguarlo. Me despido de ambas en cuanto consigo meterlas dentro de un taxi, no sin antes recibir un casto beso de los labios de Nicole. Me siento sucio, me siento como la mugre. No quería que las cosas fueran así, al principio busqué diversión en ella, pero no quería llegar a esto.
Monto en el Bugatti en cuanto me lo entregan, salgo corriendo por las calles de la ciudad, deseando llegar y deshacerme de la ropa.
Veo una suave luz a través de los ventanales de casa y sonrío complacido de que al final haya cedido. Dejo el coche en el garaje y no me demoro en subir al ascensor. Subo la escalera desabrochándome los primeros botones de la camisa. Al subir mis ojos se deslizan por un momento hacia el escritorio, sintiéndome inseguro por el hecho de que alguien haya entrado a mi casa para dejarme algo, campando a sus anchas. Me digo a mí mismo que más tarde miraré en el cajón.
Cuando subo el último peldaño me encuentro con la cama vacía y sin rastro de Katherine. Me saco la camisa por los hombros.
—¿Katherine?
No se hace esperar. Sus manos se deslizan por mis hombros hasta mis caderas bajas, a pocos centímetros del botón de mis pantalones. Sus manos están heladas en comparación con mi cuerpo haciendo que me recorra un escalofrío. Hoy todo en ella es un frío glaciar.
—Estoy aquí. —susurra en mi oído.
—Estás aquí.
Me vuelvo encarándola. Sus manos se sujetan en mis hombros mientras su cuerpo se alza en la punta de sus pies, intentando estar a mi altura. La atraigo hacia mis labios, deleitándome en la suavidad de estos sobre los míos y en los pequeños sonidos que escapan de ella cuando siente como se acopla mi cuerpo al suyo.
El momento se corta tan pronto como empezó. Katherine posa una mano en mi pecho y me empuja hasta que quedo tumbado sobre las sábanas de la cama. Me retrepo, observando las vistas que hay delante de mí. Su cuerpo solo se encuentra tapado por el conjunto que le regalé. El encaje se amolda a cada curva de su cuerpo, resaltando la forma de sus pechos y las curvas de sus caderas. El encaje me deja a la vista algunos puntos estratégicos y me relamo los labios pensando en todo lo que quiero hacerle.
Sus ojos parecen oscurecerse al ver la forma en la que la miro. Se reclina sobre la cama, sacándome los pantalones de un simple movimiento, quedando únicamente mi boxer como impedimento. Sus rodillas se hincan en el colchón y la veo gatear hasta mí, sin abandonar mi mirada la suya. Sus ojos rezuman deseo, un deseo que se incrementa con cada centímetro que recortamos entre nosotros.
Su mano se posa encima de la tela, acariciando mi longitud y relamiéndose los labios con cada una de las pasadas de sus manos. Cierro los ojos, dejándome llevar por la sensación.
—Me estás torturando, Katherine.
Tomo su muñeca arrastrándola hasta que queda encima de mi regazo con las piernas a horcajadas sobre mí. La dureza de mi boxer presiona contra la humedad de sus piernas, haciendo que sienta unas ganas locas de enterrarme en ella. Balancea sus caderas sobre las mías, siendo muy consciente del efecto que provoca. Su sexo se mueve encima del mío, consiguiendo que me moje.
Sus pechos quedan a la altura de mi boca, así que mis manos apartan el encaje de ellos y capturo uno de sus pezones con mi boca. Lo mordisqueo, consiguiendo sus gemidos como respuesta. Muerdo, succiono y tiro de él, torturándola de forma placentera. Sus uñas se entierran en mi nuca, mientras no cesa con el movimiento de sus caderas. Gruño contra sus pechos y mis manos se clavan en la piel de sus caderas, como muchas otras veces.
—¿Vas a seguir con esta tortura? —musito contra su piel.
—Me gusta jugar con la comida antes de comérmela. —gimotea.
Somos tan iguales...
Consigo apartar sus bragas hacia un lado y libero mi erección del interior del boxer. No pregunto, no me demoro. Me entierro de una sola vez, finalizando con esta tortura que tanto me estaba encendiendo. Su cuerpo sube y baja sobre el mío, tensando las venas de mi miembro con cada movimiento. Alzo las caderas con cada penetración, buscando llenarla por completo.
Sus labios se estampan en los míos, mientras sus uñas recorren todo mi cuerpo dejando marcas a su paso. Es una salvaje a la que le gusta dejar su huella. La penetro sin descanso, siendo cada embestida más fuerte que la anterior y arrancándole gritos de placer. Sus pechos tientan a mi boca con cada sacudida y las paredes de su canal se contraen rodeando mi miembro.
Abandono sus labios, paso mi lengua por la fina piel de cuello, viajando por su clavícula hasta capturar de nuevo uno de sus pechos mientras siento como los músculos de su interior se tensan con la cercanía del clímax. Antes de que lo alcance, rodeo sus muslos con mis manos y nos levanto a ambos de la cama, arrastrándola contra el ventanal de la habitación. Su cuerpo choca contra el cristal y el mío contra su piel blanda. Sus piernas me estrechan con más fuerza y sus talones se clavan en el bajo de mi espalda.
Entierro mis labios en la fina curva de su cuello, lamiendo y besando su piel con olor a jazmín y canela. Los músculos de su interior no parar de contraerse alrededor de mi miembro que sigue penetrándola con fuerza y sin descanso. La fricción de nuestros cuerpos en ese punto sensible y estratégico la está volviendo loca a la vez que la embisto.
Noto que está cerca del orgasmo.
—Para ser tan fina, te gusta demasiado lo sucio.
Su respuesta es un jadeo entrecortado. Me deleito con el hecho de susurrarle todas las cosas sucias que le haría, todas las poses distintas en las que quiero ponerla y todos los planes que tengo para la noche.
Su cuerpo se tensa llegado el momento, noto como su humedad se intensifica y me cubre por completo. Su cuerpo se estremece entre mis manos y la estrecho con fuerza sintiendo su respiración irregular golpear mi piel. Sus manos han dejado las huellas al estamparse contra el cristal, fruto del frenesí.
—No quiero que hagas esto con ninguna otra, ¿entiendes?
Sonrío mientras mis dientes trazan un camino por su vientre hasta el centro de su cuerpo. El encaje se presenta ante mí húmedo y aunque es bonito, no dudo en rasgarlo con mis dedos hasta que son simples jirones de tela.
—Me gustaban esas bragas. —replica.
—A mí también. —susurro cerca de los labios de su sexo, sintiendo que le recorre un escalofrío. —Pero me gusta más esto de aquí.
Mi lengua se mueve tentativa, acariciando su botón hinchado lentamente con la lengua. Está caliente, ardiendo por las ganas. Mi boca se llena de ella, mientras sus muslos apresan mi cara, convirtiendo esto en una bonita jaula de la que sin lugar a dudas no me importaría ser cautivo. Sus dedos tiran de mi pelo animándome a seguir con estas caricias a su amasijo de nervios.
—Te odio.
—No mientas. —succiono con más ahínco su clítoris. —Estoy casi seguro de que estás al borde de amarme.
—No te amo, ni te amaré. —gime mientras mi lengua juguetea con sus pliegues. —No te amo en absoluto.
Decido jugar con mis dedos dentro de ella, introduciendo uno de ellos sin parar.
—Dilo otra vez.
—No te amo, ni te amaré.
Una risa grave se me escapa contra su carne rosada, haciéndole cosquillas con mi aliento. Capto el temblor de sus piernas, los jadeos incesantes de sus labios y las sacudidas de su pecho con cada movimiento de mis labios y mis dedos. Sus gemidos son mi mayor incentivo para seguir hasta que ella me inunda la boca. La miro desde abajo, relamiéndome los labios y sabiendo que el temblor de su cuerpo lo he producido yo.
La aparto del ventanal y caemos de nuevo en las sábanas. Estas acaban revueltas con el vaivén de nuestros cuerpos que no paran de moverse en una lucha por dominar al otro.
Un rato estoy sobre ella, apresándola con mi cuerpo y entrando en ella sin cesar y al otro me encuentro apresado por sus caderas encima de mí. Dibuja lentos círculos y la fricción consigue estimular su clítoris. Se acaricia los pechos volviéndome loco con la imagen. Noto como mi cuerpo comienza a tensarse mientras su botón sensible se estimula con el frote de nuestros cuerpos. Su humedad nos empapa por completo a la vez que gritos de placer la abandonan cuando sus paredes apresan mi miembro con fuerza, indicándome otra llegada a su clímax. Su cuerpo cae sobre el mío sudoroso y exhausto, mientras yo agarro su culo con mis manos y doy los últimos embates antes de derramarme dentro de ella.
Sus manos, ahora calientes por la excitación del momento, agarran las mías alejándolas de su cuerpo y enterrándolas en la almohada. Entrelaza sus dedos con los míos mientras su boca se desliza sobre mis labios. Su lengua y la mía juegan entre sí, sintiendo ambos el regusto del metal en la boca.
—Ninguna otra podría conseguir lo que consigues tú. —digo, como respuesta a su anterior comentario. —No puedo controlarme cuando te tengo cerca y créeme, de autocontrol siempre he ido sobrado.
Escucho una pequeña risa resonar.
—¿Cómo se siente?
—¿El qué? —entierro mi nariz en su cuello, aspirando su aroma. —¿Estar dentro de ti? ¿Escucharte gemir? ¿Perder el autocontrol? ¿Matar por ti?
Siento como la almohada se mueve bajo mi cabeza y después toma una de mis manos.
—No, ser el hijo del líder de la mafia rusa.
En ese momento escucho un click y veo como una de mis manos ha quedado encadenada al poste de la cama. Mis ojos se abren con sorpresa mientras observo como en su rostro se dibuja una expresión a medio camino entre la furia y la victoria. Intento levantarme, pero me encuentro en una posición vulnerable. Su pierna se levanta lo suficiente como para hincarme la rodilla en el pecho con fuerza e impedir que me levante. Intento agarrar su cuello con mi mano libre, pero es rápida. Un segundo click me indica que he perdido.
—¿Qué te crees que estás haciendo, Katherine?
—¿Aún sigues pensando que estaba celosa en el restaurante o es simplemente que soy buena actriz?
La maldita ha conseguido que piense que tenía una pataleta de celos.
—Hablemos del tema. —digo en un intento por persuadirla.
—No Aiden, no vamos a hablar. Me has vuelto a subestimar, ya te avisé de que no lo hicieras. No soy tan estúpida como piensas, tal vez me haya llevado un poco de tiempo, pero yo siempre pienso con la mente fría y esas cosas llevan tiempo.
—¿Cómo? —pregunto mientras forcejeo con las esposas. —¿Cómo lo has sabido?
—Esperando a que cometieras un error. —sonríe con malicia. —¿Recuerdas que dijiste que los escorpiones no son un secreto y que aquel que esté lo suficientemente hondo en este lado oscuro puede saberlo? Bien, solo me hizo falta nadar lo suficientemente profundo hasta dar con la mierda dispuesta a hablar.
—Mierda. —digo entre dientes.
—Sí, mierda. Resulta que Nikolai Volkov es uno de los líderes rusos más poderosos jamás vistos. Tiene a su legión de sicarios, letales, capaces de matar a cualquiera. Amansa una fortuna utilizándoos como peones a la vez que le guardáis las espaldas. Nadie es capaz de acercarse. Es intocable.
—¡No lo ocultaba porque quisiera, maldita sea!
El enfado invade mi pecho sabiendo que esto es una herida de muerte en lo que compartía con ella. No es una relación, no es amor, pero a mí me valía.
—Me he abierto a ti lo suficiente como para que sepas que mi madre me aterra y yo no pienso ser como ella. No pienso estar jugando con las mafias. Una vez que entras al juego, no se puede salir y lo sabes.
—Jamás iba a dejar que llegara todo tan lejos. —miento, y aunque me gustaría que fuese cierto, no tengo control sobre esto. Esto es algo que me supera.
—No quiero más de tus estúpidas excusas, has intentado jugar conmigo, y tú no juegas con la araña, la araña juega contigo.
Suelto una risa estrangulada, intentando que no se note lo vulnerable que me encuentro. Estoy desnudo, atado y sin control de nada. La situación no me hace gracia. Se levanta de encima de mí, sintiendo como las paredes de su sexo me abandonan y empiezo a sentir su ausencia a pesar de que aún está en la habitación.
Se coloca la ropa bajo mi atenta mirada y cuándo todo está en su sitio, me mira una última vez y agrega:
—Aquí está la llave, confío en que te libres pronto, escorpión.
Se marcha, mientras escucho con total claridad sus tacones golpeando el suelo y al cabo de unos segundos el sonido sordo de la puerta cerrarse.
Comienzo a sacudirme en la cama, luchando contra los agarres que me atan aquí. Quiero correr tras ella y contárselo todo. No pienso dejarme nada y me da igual ir en contra de los planes.
Pasan horas hasta que consigo arrancar el poste que me apresa, cayendo este encima y adolorándome las costillas. Intento arrastrarme hasta el montón de ropa donde se encuentra la llave y con la punta de los dedos consigo alcanzarla. Libero mis muñecas, las cuales tienen heridas en forma de surcos. Me las acaricio, lanzando un gruñido de dolor y bajo las escaleras corriendo. Hace horas que Katherine se marchó, no tiene sentido buscarla fuera, parezco imbécil.
Vuelvo sobre mis pasos con la intención de vestirme e ir hasta su casa. Mis ojos viajan de nuevo al escritorio y recuerdo que Nikolai ha dejado algo para mí. Abro el último cajón del escritorio hallando un sobre totalmente liso y de tono marrón. Lo abro con cuidado y deslizo la mano dentro, sacando un montón de hojas. Las paso una tras otra, al principio sin entender nada. Al final mis ojos recaen sobre unas únicas palabras.
Sí tenía alguna posibilidad de ser perdonado, ahora ni en sueños.
—Estoy jodido.
Arrugo los papeles en un puño y los tiro lejos de mi vista.
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¡Hola amores!
Nos vemos más pronto que nunca, algunos ya sabréis que hoy es mi cumpleaños y dada la ocasión quería homenajearlo de alguna forma, ¿Qué mejor que un capítulo hot? 7u7
¿Qué os ha parecido?
Nos vemos el viernes, ¡Besos!
XX
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