CAPÍTULO 28

Natural-Imagine Dragons

Resulta que Roy O'Kelly es un hombre con gustos peculiares. No ha contratado un espectáculo de baile cualquiera, sino que ha contratado una compañía que recrea la icónica escena de Abierto hasta el amanecer. Esa en la que Santanico Pandemonium mueve sus caderas al son de una música seductora e hipnotizadora con una serpiente albina sobre los hombros.

Cuando Ash me facilitó los datos de la compañía, me tiré una noche entera investigando y viendo videos en Youtube del espectáculo. Debo aprenderme las coreografías a la perfección y no estaría mal tener una serpiente albina de mascota, por lo menos estaría familiarizada conmigo. Rezaré por no ser estrangulada en mitad del espectáculo.

Dispongo apenas de dos días para aprenderlo todo y trazar bien el plan que nos llevará al despacho.

En un principio los escorpiones se encargarán de dejar fuera de juego a la bailarina principal antes de que suba al escenario, entonces yo tomaré su lugar. Después tanto ellos como Ash se mezclarían con el servicio de catering. Espero distraer a los presentes lo suficiente como para que Ashton pueda meterse en el despacho sin problemas y después, si el momento me lo permite, haré lo mismo para darle respaldo y poder rebuscar entre los cajones y documentos.

—¿Katherine?

Pestañeo saliendo de mis pensamientos.

—Perdona, Cassie.

Ignorando gran parte de mis responsabilidades del día, hoy he decidido pasar un poco de tiempo con Cass después de clase. Hemos ido a su casa con la intención de estudiar juntas, aunque yo realmente quería comprobar cómo está. Después del viaje a San Diego hemos estado unos cuantos días sin saber mucho de la otra y comenzaba a sentirme culpable por desaparecer.

—¿En qué estabas pensando? —Pregunta.

—Nada importante. —Intento sonreír, pero creo que más bien hago una mueca extraña. —Solo estoy un poco distraída.

—¿Y tiene nombre esa distracción?

Levanta las cejas de forma divertida.

—No sé para que te cuento nada. —Suelto un suspiro exasperado. —No vas a parar de hablarme de Aiden.

—Es que me parece que hacéis una pareja increíble. —Aletea las pestañas mientras junta ambas palmas.

—No formamos ninguna pareja, porque él ya tiene una. —Estrecho los ojos. —Solo te lo recuerdo, romántica.

Me tira uno de los regalices negros que hay sobre la mesa.

—¡No soy una romántica!

—Encima también mentirosa.

Agarro el regaliz que me ha tirado y comienzo a mordisquearlo. Cass pone los ojos en blanco y se hace un moño desordenado con la ayuda de un lápiz.

—¿Estás segura de que se va? —Asiento. —¿A dónde se va?

—Supongo que a Rusia, creo que es su país natal.

—¿Y porqué ha venido a nuestra facultad si solo va a estar unos meses?

Buena pregunta. Lo más probable es que todo sea una falsa y ni siquiera esté realmente en la facultad. Tal vez se dedique a deambular como un fantasma de un lado a otro, vigilándome a la vez que levanta faldas con la mirada.

—Pregúntale tú.

Me encojo de hombros y luego intento prestar atención a las hojas frente a mí. Tanto jueguecito de espías me ha tenido muy alejada de los estudios y ahora se me ha formado una bola de nudos imposible de desenmarañar. No soy mala en los estudios, o eso creo, solo es que Aiden Volkov aparece cada vez que intento memorizar un párrafo completo.

Empiezo de nuevo a divagar, rememorando lo de la otra noche, todo lo que había hecho y confirmado. Por un lado, tenemos el hecho de que oficialmente Aiden es un asesino, aunque el intente edulcorarlo diciendo que es un sicario. Mata a personas, eso es lo único importante.

¿Me produce miedo? Ni lo más mínimo.

Y eso es un maldito problema. Indica lo mentalmente desequilibrada que estoy.

Y por otro lado tenemos todo lo que pasó después de dicha confirmación. Solo pensarlo hace que se me tense el estómago.

—Pues tal vez lo haga, necesito la boda que he planeado en mi cabeza.

Me río escandalosamente y acto seguido ella comienza también a reírse. Cuando me detengo para tomar aire, veo que tiene las mejillas rojas de tanto reírse y eso hace que se me enternezca el corazón. Pensé que iba a perder a mi amiga para siempre, que lo que pasó la habría consumido.

Me equivocaba, Cassie está demostrando ser más fuerte que cualquier persona. Más que yo.

—Tengo que contarte algo. —Digo al recordar cierta información que no he compartido. —Sobre Jules.

—Jules...

—Sí, Jules, ¿Has hablado con él otra vez?

—No. —Veo como muerde su labio, nerviosa. —Nos hemos cruzado por los pasillos estos días, pero ninguno ha hablado con el otro.

—Creo que sé más o menos... —Busco las palabras adecuadas. —Cual podría ser la razón por la que hace lo que hace.

—¿Drogarse? —Pregunta sin rodeos.

—Petra habló conmigo después de la cena.

—Entiendo.

—Me contó que la madre de Jules está enferma, en estado terminal ¿Lo sabías? —El rostro empalidecido de Cass es respuesta más que suficiente. Se lleva una mano a los labios. —Mencionó también que el padre de Jules...le es infiel a su esposa con una chica joven, muy joven.

—¿Cómo lo sabe? —Noto el nudo en su garganta.

—Jules los descubrió en la cama y debió de apoyarse en ella, por eso se lo contó.

—Dios mío... —Tiene ambas manos cubriéndose la boca y los ojos muy abiertos. Su cara está pálida, de un tono ceniciento. —Tengo que hablar con él.

—Estoy de acuerdo. —Mi mirada busca la suya y una vez la encuentra no la aparta. —Solo quiero decirte algo más: Muéstrale tu apoyo y todo lo que quieras, pero no lo perdones por lástima. Perdónalo cuando tu corazón esté listo, no antes.

—Tranquila, solo quiero que sepa que no está solo.

Asiento y ambas retomamos la lectura de nuestros libros. De vez en cuando aparto la vista y la observo, estudiando sus gestos y su cara. Parece un tanto ida, el silencio también es extraño. Esta nueva confesión ha enrarecido bastante el ambiente, aunque es comprensible.

Diez minutos después la veo levantarse e ir al baño. Escucho lo que parecen ser arcadas y luego el agua del grifo correr.

Cuando la puerta se abre de nuevo, la miro con preocupación.

—¿Estás bien?

—Sí. He cogido un virus en San Diego.

No suena convincente. Lo ignoro pues parece que ella tampoco quiere darle más vueltas al asunto. Posiblemente el tema de Jules le haya afectado más de lo que parece. Se sienta con las piernas cruzadas y vuelve a volcar su atención en estudiar. Le lanzo miradas fugaces evaluando su estado de nuevo, pero no vuelve a pasar nada más.

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He despejado gran parte de mi dormitorio para seguir ensayando la coreografía. Tengo una fina capa de sudor cubriéndome el rostro, el cuello y parte de los brazos. No me doy descanso alguno, quedan veinticuatro horas para la fiesta. Ashton revisando todos los mensajes intercambiados con la compañía ha conseguido la dirección de la vivienda donde tendrá lugar el evento y, además, no sé cómo, nos ha conseguido unos planos del interior.

Aunque nos ha avisado de que puede haber ciertas modificaciones, ya que no son unos planos muy recientes.

Presiono el botón que reinicia de nuevo el vídeo y comienzo una vez más a bailar. Contoneo las caderas mientras muevo los brazos de forma pausada y seductora. Debo también mentalizarme de que llevaré una serpiente encima de los hombros, enroscada entorno a mi cuerpo, es un factor a tener en cuenta a la hora de bailar. No habrá grandes pasos, es más bien el contoneo del cuerpo, el poder de la mirada y la capacidad de seducción de una misma.

El móvil suena interrumpiendo mi concentración.

Es Dakota.

"Roy está furioso. El club ha quedado en un estado lamentable. Por el momento estamos a la espera, pero no me extrañaría que nos traslade a otro de sus clubes. No puede tolerar más pérdidas.

Por cierto, tengo tu bolsa con todas tus cosas. Espero que estés bien."

El mensaje no sugiere nada extraño, es inteligente. Le respondo diciéndole que estoy bien y dándole las gracias por recoger todas mis pertenencias. Eso incluye la pistola.

—¿Estás ocupada?

La voz de Dash me sobresalta.

Me giro tirando el móvil encima de la cama.

—¿Qué haces aquí?

—He decidido venir a ver a mi jefa suicida. —Mete las manos en sus bolsillos y se apoya en el marco de la puerta. —Estaría bien que me hablaras de tus planes, podría haberte ayudado.

—Lo siento. —Digo con la voz cansada. Me paso el dorso sobre la frente intentando apartar el sudor. —No pensé en ello.

—¿Y cuándo piensas alguna vez en mí?

Tal vez lo diga medio en broma, pero me duele de todas formas.

Aclaro mi garganta y lo miro curiosa, sé por su expresión que aún tiene algo más que decir.

>>—Me ha contado Mitch lo que planeas hacer. Creo que es más que obvio que me parece una locura y preferiría que no lo hicieras. —Sus ojos brillan con viveza. —No vengo para decirte que no lo hagas, vengo para pedirte que cuentes conmigo. Por una vez.

Me aparto el pelo de la frente mientras busco las palabras adecuadas.

—Dash eso no puede ser. —Noto como está a punto de decir algo, en su defecto se muerde la lengua y se acerca unos pasos más a mí. —No estás entrenado, habrá gente armada hasta los dientes, cuento con ello. —Evalúo su reacción. —El cuerpo a cuerpo no te servirá de nada si te apuntan con una pistola.

Suelta una risa estrangulada que nada tiene de diversión.

—¿Acaso Ashton si está entrenado?

—Sabes que Ashton va por sus conocimientos con la informática, me sirve más yendo conmigo. No seas infantil, Dash. Por favor.

Camina con pasos vacilantes hasta situarse a mi lado. Busca mi mano y la estrecha con fuerza. Miro hacia sus ojos verdes y angulosos que esconden un mar sin fin de emociones. Me es imposible identificar una sola.

—El maldito niño pijo va contigo. —Sus palabras están tildadas de ira y frialdad. —¿Crees que es fácil ver como vas derecha a sus brazos? Mientras yo vigilo tu maldito club y sirvo copas detrás de la barra como un imbécil.

Anoto mentalmente pegarle un puñetazo a Mitch por largarse de la lengua.

—Otra vez tus malditos celos. —Gruño. —No soy tuya Dash, asúmelo.

—Nunca he dicho que seas mía.

Su mano busca mi cintura y se tensa entorno a ella. Noto la fuerza que ejerce sobre mi piel y recuerdos del pasado me inundan entremezclándose con nuevos recuerdos dibujados en San Diego, en brazos de otra persona.

Cierro los ojos y respiro, exhausta.

—No lo hagas más difícil. Obedece por una vez en tu vida. Quédate en el club donde al menos sé que seguirás con vida.

—Sí, que el imbécil de Dash siga siendo tu perrito faldero, aquel que besa por donde pasas.

Se agacha hasta que su mirada queda a mi nivel. La respiración se me entrecorta y sentir el roce de su nariz contra la mía, su aliento golpeando contra mis labios...no ayuda en absoluto.

—Solo quiero que estés seguro.

—Mentirosa.

Sus labios están a escasos centímetros de mis labios y aunque mi corazón comienza a martillear, lo hace de forma distinta.

—Dash, por favor...

Las palabras salen de mí en forma de susurro lastimoso.

—Es muy duro. —Su expresión se vuelve adusta. —Me estás olvidando, ¿verdad? —Noto dolor contenido y sus labios están casi rozando los míos al hablar. —Soy el maldito ex novio que no te supera, debes odiarme.

—No te odio. —Cierro los ojos. —Solo he comprendido que fuimos un nosotros que no podía mantenerse en el tiempo.

—Eso no lo sabes, podríamos escaparnos de aquí, dejar atrás el club, empezar en su sitio distinto. Donde tú solo seas Katherine.

Una sonrisa se extiende en mi rostro que aún permanece con los ojos cerrados.

Intento imaginarme ese futuro del que habla, uno lejos de aquí. Sin obligaciones, peligro o mentiras. Un sitio donde solo sea una chica de veintidós años normal, cuyas preocupaciones solo es llegar a fin de mes y los chicos.

—Suena bien.

Escucho una risa profunda salir de sus labios.

—Sí, ¿verdad?

Noto que su pecho ejerce presión sobre el mío cuando me acerca más a él, tensando sus manos sobre mi cuerpo. Siento el aleteo de sus pestañas sobre mis mejillas y luego, sin más, la calidez de sus labios encima de los míos. Es un beso tierno, cálido, con sabor a tristeza.

No me muevo, me quedo quieta entre sus brazos.

La imagen de ese futuro del que habla se desquebraja en mi mente como su fuese un cristal. Coloco una mano sobre su pecho y lo aparto sin demasiada fuerza. Escucho un jadeo escapar de sus labios cuando los separa de los míos.

—Suena bien, pero también suena a imposible.

Doy unos pasos vacilantes hacia atrás poniendo aún más distancia entre nosotros. El verde de sus ojos está más vivo que nunca, sus ojos brillan y sus mejillas están tildadas de un ligero rubor. Me cosquillean los labios y contengo el acto de llevarme los dedos a ellos para acariciarlos.

—¿Prefieres ni siquiera intentarlo?

Sus brazos caen sobre sus costados y veo la resignación en su rostro.

—Estoy comprendiendo todo lo que puedo hacer siendo quien soy. —Digo, y en parte es cierto. —No puedo huir y tampoco quiero. —Pone una expresión agria en su cara. —Prométeme que te quedarás en el club, no hagas nada estúpido.

Las manecillas del reloj avanzan y él no responde. Cambio mi peso de una pierna a otra y empiezo a sentir frío al secarse mi sudor. Me acaricio los brazos para transmitirme calor.

—Es la última promesa que te haré, Katherine.

Son palabras duras, no hay cariño en ellas. Asiento y pasados unos segundos da media vuelta y desaparece de la habitación, dejando a su paso una sensación extraña.

Sus besos aún me aceleran el corazón y despiertan un cosquilleo de anticipación, pero ya no consigue que mi corazón se llene de calidez como antes.

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Una hora y media de carretera no me parece suficiente para calmar mis nervios. Tal vez sueno un poco dramática, pero siento que estoy a punto de hacer algo muy gordo. Estamos estacionados a unos cuantos kilómetros del lujoso recinto donde se llevará acabo la velada. Esperamos pacientemente a que uno de los últimos vehículos encargados del catering atraviese la carretera para poder asaltarlo.

—Me siento como en una película de Jason Statham. —Dice Ash a mi lado, nervioso y jugueteando con el asa de su maletín.

—A diferencia de él, tú tienes pelo. -Comenta Aiden mientras comprueba el cargador de la pistola.

Lleva un atuendo parecido al que le vi llevar la otra noche en la que confirmé mis sospechas. Pantalones negros de aspecto robusto y lleno de pequeños bolsillos donde portar cuchillos, munición u otra clase de armas, una camiseta negra ceñida al cuerpo y de aspecto térmico y unas botas negras acordonadas.

Ash le dedica una sonrisa y por el brillo de sus ojos, parece que lo admira o algo por el estilo. Entiendo que el semblante de Aiden pueda impresionar y llevar al idolatro.

—Y eres mucho más guapo, puestos a decir obviedades.

—Estás haciendo que se ponga rojo. —Añade Lev volteándose en el asiento.

—¿Te pone nervioso Katherine?

Aiden dibuja una sonrisa socarrona a la vez que entrecierra los ojos mirando a Ash.

—Le pones nervioso tú, maldito animal. —Replico.

—¡Se acerca un coche! —Dice Michael, al que oigo hablar por primera vez en todo lo que llevamos de día.

A primera hora de la mañana Ash y yo nos reunimos en el club y desde allí nos fuimos en uno de los furgones blindados de Aiden y sus chicos. En total nos acompañan cuatro escorpiones: Aiden, Lev, Michael y otro de quien no conozco su nombre.

Llevamos alrededor de una hora esperando para secuestrar este vehículo y poder infiltrarnos en los terrenos de Roy sin problemas de ser descubiertos antes de tiempo.

—¡Lev, conmigo!

Aiden abre la puerta corredera del furgón y sale de un salto, seguido de Lev que abre su puerta del lado del copiloto y comprueba su arma antes de cerrar con contundencia.

Michael observa de reojo lo que ocurre fuera desde su asiento de conductor y el chico cuyo nombre no conozco no deja de mirarme de soslayo. Presto atención a los sonidos del exterior.

—¿Puedo ayudarlos en algo?

—Ya lo creo que sí. —Reconozco la voz de Aiden.

Después se escuchan sonidos de golpes, resistencia y algún que otro alarido. No tardan en abrirse de nuevo las puertas del furgón y un hombre adulto junto con otro más joven aparecen en los brazos de Aiden y Lev.

—Michael y tú. —Señala al chico desconocido. —Os quedaréis vigilando a los bellos durmientes, no queremos que nadie de la voz de alarma.

Aiden nos indica con la cabeza que salgamos del vehículo y eso hacemos. Depositan los cuerpos en los asientos de detrás y cierran el furgón, no sin antes sacar una caja robusta que sin abrir se que contiene armas. Lev la agarra y se dirige al coche que acabamos de robar con el logo impreso de la compañía de catering grabado en un lateral. Deposita la caja en el interior y luego nos abre la puerta para que entremos.

—Aseguraos de atarlos y amordazarlos, no quiero fallos. —Aiden les lanza una mirada dura y cuando se reúne con nosotros puedo detectar esas motas de plata en sus iris. —Lo mejor será que Lev y Ashton vayan delante, no son reconocibles por nadie.

Asentimos todos al unísono y tomamos nuestros puestos.

La parte trasera resulta ser una especie de cámara frigorífica que mantienen los aperitivos y platos que planean servirse esta noche en perfecto estado. Siento un poco de frío al cambiar de temperatura, pero nada demasiado preocupante. Hay una caja de cartón que al mirarla me arranca una sonrisa de oreja a oreja.

—Esto soluciona uno de nuestros inconvenientes, ya no tenéis que noquear a nadie.

Saco de la caja unos uniformes con el logo de la compañía grabados y les tiendo uno a Lev y Ash antes de que cierren la puerta y nos dejen atrapados a Aiden y a mí en la parte de la cámara frigorífica.

El ambiente se ensombrece, aunque no lo suficiente como para no distinguir sus facciones. Le tiendo un uniforme del mismo aspecto y con movimientos rápidos y ágiles comienza a sacarse la ropa. Me quedo más tiempo del que debería observándolo.

—Si vamos a comernos con los ojos, yo también quiero mi parte.

Me mira el cuerpo con malicia.

Me volteo ignorándolo por completo y comienzo a quitarme la ropa con rapidez. Hace frío, pero sentir la mirada de Aiden calentándome el cuerpo, lo contrarresta. Deslizo la camisa de camarera por mis brazos y abotono con torpeza los botones del frente.

—Bonitas bragas, esas aún no las he roto.

—Tienes fetiches extraños, ¿lo sabes?

—En verdad es algo que solo me pasa contigo.

Termino con la camisa y empiezo a deslizar las piernas en el interior de los pantalones. Por suerte no parecen quedarme muy grandes. Meto la camisa por dentro de la cinturilla mientras Aiden sigue consumiéndome con la mirada.

—Si sigues mirándome, me vas a gastar.

Una risa agradable y profunda llena el espacio. La furgoneta comienza a moverse y me tambaleo un poco sobre mis pies descalzos. Me ayudo de las manos para no caerme de lleno al suelo y pasados unos minutos comienzo a adaptarme al movimiento.

Aiden se agacha en el suelo y abre la caja de aspecto robusto. Empieza a examinar las armas del interior, la munición, que estén en perfecto estado en caso de ser necesario. Espero que no.

Fijándome bien, el aspecto de camarero no le sienta nada mal, ¿hay algo que lo haga ver menos atractivo? Tal vez un cubo de vomito por encima y es posible que encuentre la manera de parecer sexy.

—No tienes que preocuparte por nada. —Dice levantando sus ojos hasta los míos. —Lev y yo estaremos cerca de ti.

Lo sé. Eso hace que mis nervios estén bajo control, sé que mientras él esté cerca de mí, nada podrá tocarme.

—No estoy preocupada.

Se levanta y veo como el tejido de la camisa se estira en su pecho y brazos, aparentemente un poco estrecha para su cuerpo.

—Y si por algún caso algo me hace estar lejos de ti, pelea como te he enseñado.

Posa sus manos sobre mis hombros, apretándome con fuerza.

—Estaría bien tener un arma. —Murmuro.

—¿Y la escondes entre las tetas? —Sacude la cabeza. —No sé si te has dado cuenta de la cantidad indecente de ropa que vas a llevar esta noche.

—¿Celoso, Volkov?

—En absoluto, me encanta que te coman con los ojos. —No puedo verlo con claridad, pero sé que debe tener una sonrisa traviesa decorándole el rostro. —Es absurdo tener celos, sé mejor que nadie que lo que yo te hago, no te lo hace nadie.

Su voz es un suave ronroneo que me eriza el vello.

Mis labios cosquillean ante la anticipación. Siento su aliento mentolado y caliente contra ellos y lentamente, sin prisa, me besa. Mis labios se deslizan sobre los suyos y el corazón me late de forma arrítmica en la caja torácica. Así es como me gustaría sentirme siempre. Viva.

Me hace sentir más viva y temeraria que nunca.

Sus manos se clavan en mi piel a través del fino material de la camisa, me atrae aún más a su cuerpo y tiro de su labio inferior. Una risa ahogada escapa de él cuando libero su labio para depositar besos en la afilada curva de su mandíbula. Aspiro su olor, ese que cada vez se vuelve más familiar.

—¿Contrato? —Escucho que dice una voz fuera.

Ni siquiera me he dado cuenta de que la furgoneta se ha detenido. Me quedo contra el cuerpo de Aiden guardando silencio, con el corazón aún amenazando por salirse de mi pecho.

Afino el oído y escucho como unos dedos rebuscan entre papeles.

—Aquí tiene. —La voz de Lev es clara y firme.

Más silencio.

—Puede continuar.

Suelto el aire que ni sabía que estaba conteniendo. El vehículo vuelve a ponerse en movimiento. Me alejo del pecho de Aiden, nos miramos con intensidad y nos separamos por completo.

—¿Tienes claro el plan? —Pregunta, aliviando la tensión sexual del momento.

—Nos adentramos los cuatro como camareros, tú y yo noqueamos a la bailarina, le robo el vestuario, bailo con una serpiente en los hombros intentando que no me estrangule y mientras tanto Ashton rebusca todo lo que pueda en el ordenador de Roy. —Asiente complacido. —Después del baile intentaré reunirme con Ash y ayudarlo y con esto —Señalo un dispositivo en el oído. —Me avisarás de si alguien viene.

—Estupendo, tienes buena memoria.

Ruedo los ojos.

—Después salimos como si no hubiésemos hecho nada y nos piramos poniendo nuestra mejor cara de inocencia.

—Esa es la parte difícil en realidad. —Comenta.

—No me tranquilizas.

—No soy un Diazepam, lo siento. Te toca la pastilla de realidad.

—Muy gracioso.

Lo veo meterse una pistola en la cintura del pantalón e intentar ocultarla con una especie de delantal ridículo. Esconde la caja debajo de la estantería anclada a las paredes de la furgoneta y se pone en posición para actuar con rapidez.

Lev detiene el vehículo y segundos más tarde aparece abriendo las puertas e indicándonos con la mano que bajemos lo más rápido posible. Comenzamos a actuar como si estuviésemos descargando los platos refrigerados del vehículo, Ashton actúa con torpeza y nervios, mientras el resto lo hace todo con apariencia normal.

Me cargo con los platos y buscamos las cocinas. No tardamos en hacerlo ya que hemos memorizado gran parte de los planos. Vemos algunos hombres posados en zonas estratégicas, observando con detenimiento a todo aquel que entra.

Intento que nada me delate, pongo mi semblante más regio.

Descargamos todo, lo llevamos al interior interior y en cierto momento Ash desaparece.

El resto actuamos con la mayor normalidad posible sabiendo que él se encuentra manipulando las cámaras de seguridad desde su ordenador, ese que carga en el maletín que ha dejado en la furgoneta. Cuando llegue el momento, lo único que mostrarán las cámaras serán la puerta del despacho totalmente tranquila, sin nadie en su alrededor.

Una hora después reaparece Ashton con la cara de un tono un poco ceniciento y una fina capa de sudor cubriéndole la frente.

—Hecho.

—¿Estás bien? —Digo escrutándolo.

—No sé como aguantas hacer este tipo de cosas todos los días.

Una risa apenas audible me escapa de la garganta. Le froto el hombro con cariño y volvemos a hacer nuestras falsas tareas. La noche cada vez está más próxima y Aiden y yo comenzamos a apartarnos del resto, buscando con la mirada a nuestro objetivo.

Se hace de rogar, pero acabo viéndola. Lleva una mata de pelo negro azabache como la mía, larga y frondosa cayendo por su espalda en forma de ondulas. Está observando el escenario aún vacío y comienzo a acercarme a ella lentamente mientras Aiden desaparece en el interior de una de las salas más escondidas de la mansión. Ha sido buena idea estudiar los planos.

—Perdona, —Dibujo una sonrisa encantadora. —Eres la bailarina principal del espectáculo, ¿Cierto?

Se gira hacia mí y sus ojos me sonríen antes que su boca. Tiene unos preciosos ojos verdes esmeralda y la piel un poco más morena que la mía. Puede suponer un problema a la hora de hacerme pasar por ella.

—Sí, soy yo, ¿Ocurre algo?

—No tranquila, solo que el señor de la casa me manda para que la busque, parece que quiere discutir algunos aspectos del espectáculo.

Al principio capto extrañeza, pero acaba aceptando acompañarme.

Camino con la espalda recta, llevándola a donde quiero. Ni siquiera parece preguntarse porque viene una camarera en su encuentro, en vez de unos de los guardaespaldas. Cualquiera que nos observe puede pensar que me dirijo hasta las cocinas, pero una vez cerca, cambio el rumbo engañando a los hombres que nos vigilan que ya han cambiado la dirección de su mirada a un punto más interesante.

La conduzco al final del pasillo, donde hay una pequeña habitación en la que cae la ropa sucia. Nos detenemos y en ese momento Aiden sale de ella, presiona el punto exacto de su cuello que le roba la conciencia y la sujeta con sus brazos. La arrastra al interior, lo sigo y cierro tras de mí. La desnudo mientras Aiden permanece de espaldas, concediéndole algo de intimidad a la pobre chica que hemos sumido en la inconsciencia. Me coloco el conjunto de sujetador y braguitas rojo sangre del que caen algunos abalorios, me coloco el brazalete dorado en el brazo, me descalzo los pies y le robo la corona con plumas colocándola sobre mi cabeza.

Me siento ridícula sin necesidad de mirarme en el espejo.

Visto a la chica con la ropa que traía puesta y me vuelvo hacia Aiden.

—Ayúdame. —Murmuro. —Necesito que me sujetes esto.

Saco de una de las botas que traía puestas un pequeño espejo.

—¿Has caminado con eso dentro todo el rato?

—¿Te han dicho alguna vez que para presumir hay que sufrir?

Le entrego el pequeño espejo y lo obligo a mantenerlo a la altura de mi cara. Me acomodo bien los mechones azabaches de mi pelo, intentando no parecer una loca escapada de un psiquiátrico. Por suerte he venido maquillada lo más similar posible, el toque principal son los labios de un rojo oscuro. Coloco bien la corona, me cercioro de que mis atributos no se salen del conjunto y entonces rebusco en el sujetador que traía puesto un pequeño tubo de plástico.

—Necesito que compruebes que el tatuaje está totalmente tapado. —Le digo girándome de espaldas. —Roy me lo ha visto, no podemos dejar que me reconozca por él.

Aiden observa mi espalda y noto como pasa las yemas de los dedos por mi piel. Su contacto es frío, calmante. Justo lo que necesito con este amasijo de nervios que se arremolinan en la boca de mi estómago.

—No me puedo creer que estés infiltrándote sin peluca y lentillas.

—Roy no sabe como soy en realidad, eso le da cierto factor sorpresa.

—A partir de ahora quedarás totalmente expuesta. —Deja de examinarme la espalda. —Todo está en orden, has hecho un buen trabajo maquillándote todo esto en casa.

Sonrío.

—Cuento con no tener que volver a estar en su presencia en mucho tiempo. —Me encojo de hombros. —Quemé el club, ¿recuerdas?

—Cómo olvidarlo.

Lanza un suspiro y entonces compartimos una última mirada antes de salir de la pequeña habitación. Por suerte encontramos entre la ropa unas medias que nos han servido para amordazar y maniatar a la pobre chica.

Al salir intentamos separarnos y actuar con normalidad. Intento tener una sonrisa dibujada en el rostro todo el rato y evitar lo máximo posible mirar directamente a las caras. Actúo como si estuviese maravillada por el lugar, observando cada jarrón y cada estatua que decora las esquinas.

La casa de Roy está preparada para dar espectáculos, seguramente sea la que utiliza para este tipo de actos. Voy por uno de los pasillos que conecta inmediatamente con la parte de atrás del escenario. Las luces son demasiado tenues como para que alguien que no se fije en mí con atención me reconozca o perciba algo extraño.

Al llegar veo al resto del equipo del espectáculo caminando de un lado a otro, dándose los últimos retoques y hablando sin parar.

—¡¿Se puede saber dónde está Amelia!?

Agacho el rostro inmediatamente, observando las puntas de los dedos de mis pies.

—¡Aquí estás, maldita!

No me da ni un momento para elaborar una respuesta, noto el peso de algo sobre mis hombros. Me tenso inmediatamente.

—¡Todos a vuestros puestos! ¡No se tolerará ningún retraso, la gente está ya en las mesas!

Da unas palmas en el aire y cuando se aleja me permito el lujo de observarlo. Es un hombre en sus cuarenta años, calvo y demasiado delgado. Dirige su mirada sobre todos los presentes, haciendo gestos frenéticos con las manos y mandando a cada uno a sus puestos. Me coloco en el sitio que he estudiado no sin antes agarrar un velo rojo vino de uno de los burros, lo anudo en mi cintura tapando mi cicatriz. Me hayo justo en lo alto de unas escaleras cubiertas de terciopelo. La serpiente albina sisea entre mis manos, es pesada y me eriza los vellos cada vez que se mueve.

Aun así, antes de que las luces del escenario se enciendan y el telón se alce, acaricio su piel escamosa y la vuelvo a escuchar sisear. No me ataca ni realiza ningún movimiento extraño o amenazante, al contrario, parece complacerla. Extiendo un brazo en el cual ella enrolla una parte de su cuerpo y poso la otra mano en mi cintura.

La luz a medio camino entre el rojo sangre y el naranja amanecer se enciende, el telón se alza, la música empieza a sonar y entonces, clavo mis ojos en Roy y empiezo a bailar. 

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¡Hola amores!

¿Que tal estáis? Yo estoy mucho mejor aunque sigo agobiada con todo lo que tiene que ver con la universidad :(

¿Qué os ha parecido el capítulo? 

He visto por comentarios a varias personas pidiendo capítulos de Cassie, no es preocupéis, habrá más capítulos. Solo que estos capítulos aparecen cuando la trama me lo pide y por el momento estamos centrados en otras cosas. 

¡Nos vemos el MIÉRCOLES!

Besos,

XX

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