CAPÍTULO 20

Play with fire-Sam

Narrado por Aiden

Han pasado quince minutos y Katherine no ha regresado al interior, quiero darle ese respiro que necesita, pero tanta espera me está matando.

¿Está desarrollando una tesis en el jardín o que?

Con una sonrisa ladeada y un asentimiento de cabeza me deshago de otro de los muchos buitres carroñeros que revuelan a mi alrededor esperando obtener algo de mí o de Nikolai. Sueñan demasiado si piensan que yo caeré tan rápido.

—¿Y la arañita? -Dice Nikolai interceptándome en mi camino hacia las puertas por las que minutos antes ha salido Katherine. -Yo no le daría tanta confianza, recuerda que le encanta poner micrófonos por todas partes.

Su sonrisa de dientes blancos y perfectos asoma y sé que tiene razón, Katherine no confía en mi ni en nadie, es probable que aproveche cualquier oportunidad para intentar espiarnos o conseguir la información que le hemos omitido.

—Yo me encargo de ella, deja de provocarla.

—¿Yo la estoy provocando?

—¿A que ha venido esa forma de hablar antes? ¿Quieres que acabe metida en una red de tráfico de personas, padre? ¿A eso hemos venido? -Digo con hastío. —Si de verdad quieres que ella lo descubra todo, deja de ser un capullo con ella.

—¿Eso es lo que estás haciendo? ¿Ganarte su confianza sabiendo que la acabarás destrozando cuando todo estalle? -Ladea la cabeza, divertido. —¿Quién es más capullo?

—Yo no quiero destrozarla, eres tú el que lo complica todo con tus juegos.

—Di eso si te hace sentir mejor.

Me saca de mis casillas. Él sabe que este juego es algo que él ha querido jugar en vez de tomar la alternativa fácil. Supongo que lo de jugar con la comida lo aprendí del mejor.

Sorteo su figura y sigo adelante hacia las puertas dobles por las que desapareció Katherine. Fuera hace frío, es una noche de noviembre fría, demasiado para que ella esté aquí fuera deambulando tan tranquila. Miro a ambos lados sin ver ni rastro de ella, todo está en calma.

El único sonido es el del césped al ser aplastado por mis zapatos y las copas de los arboles al ser movidas por el aire frío. La punta de mi zapato golpea algo y lo hace girar entre la hierba. Enfoco la visión para intentar distinguir de que se trata en medio de la oscuridad. Flexiono las rodillas y sostengo lo que parece ser una copa manchada de un pintalabios rojo sangre que me resulta familiar.

Miro a ambos lados, esperando encontrarla. Algo dentro de mi sabe que las cosas no andan bien pero mantengo la calma porque una persona como yo no puede dejarse llevar por algo así. Sigo caminando a lo largo del jardín sin encontrarla y los terrenos que rodean la mansión son tan extensos que dudo que la encuentre fácilmente.

—Si estás jugando al escondite, no tiene gracia Katherine. -Digo más para mí mismo que para que ella me escuche, ya que es imposible.

Me llevo la copa a la nariz e inhalo el olor del champán que aún permanece en la copa aunque esté vacía. Distingo un olor metálico que no puede ser del champán y sino estuviese ya bastante seguro de que la situación está torcida completamente, el sonido de un disparo rasgar el aire me sirve de confirmación.

El disparo procede de una pequeña arboleda que rodea a la mansión, separándola de la carretera y las miradas curiosas.

Saco el teléfono del interior de la chaqueta del traje y marco rápidamente a uno de mis subordinados que se encuentra aquí esta noche mientras corro dirección del disparo.

Descuelgan al primer pitido de la llamada.

—Hemos oído el disparo, ya estamos en ello. -Dice la voz de Michael.

—Me da igual que ya estéis trabajando en ello, ¿Cómo ha podido pasar? -Sigo caminando mirando frenéticamente a todas partes. —¡ESTÁIS AQUÍ POR ALGO! ¡NO ENTRENO A UNA PANDA DE INCOMPETENTES!

—Creemos que han noqueado a los escorpiones que vigilaban la zona este de la arboleda.

—¿¡NOQUEADO!? -Una risa cargada de ira sale de mi interior. —Me parece que Lev ha sido demasiado blando con vosotros. Espero que ese disparo no conlleve sangre, sino vais a derramarla vosotros también.

—Entendido.

A penas escucho lo que dice porque en ese mismo momento mis ojos captan un pequeño objeto en el suelo. Uno de los zapatos de Katherine. Lo agarro y lo rodeo con mis manos con fuerza. Siento una ira desconocida hasta ahora bullendo dentro de mí.

—Suelta a los perros.

Corto la llamada y observo el suelo, buscando un rastro de huellas que me indique por donde seguir. No es mucho, pero noto unas pisadas más profundas en el suelo, como si hubiese tenido que detenerse más tiempo de la cuenta por algo. No tardo en descubrir el porque. Unos metros más lejos veo gotas de sangre en el suelo y apartada a unos metros la pistola que llevaba Katherine en el muslo. Agarro la pistola y me la meto en la cinturilla de los pantalones.

No me doy cuenta hasta pasados unos minutos de que algo dentro de mí está suplicando porque esa sangre no sea de Katherine.

Las pisadas de Belona retumban detrás de mí. La pastora belga de pelaje negro viene corriendo, sabiendo que su lugar es junto a su dueño. Se sienta sobre sus patas traseras y me mira con el hocico alzado para que la acaricie.

—Hola bonita. -Le rasco detrás de las orejas y bajo la mandíbula. —¿Vas a ayudar a papá?

El animal suelta un ruidito como si me entendiera.

—Venga. -Le acerco el zapato al hocico. —Llévame hasta ella.

Tarda menos de un minuto en ponerse en marcha. Corremos atravesando la arboleda, mis nudillos están blancos de agarrar tan fuerte este estúpido zapato y siento un martilleo incesante en las sienes.

El resto de los escorpiones que tenían la obligación de estar aquí esta noche deben de estar rastreando a los que se han colado en la mansión porque es obvio que esto no lo ha hecho uno solo y tampoco escucho signos de que ninguno ande cerca de mí. Así que sí, supongo que solo estamos Belona y yo en estos momentos.

La pastora belga se detiene unos segundos que para mí son más bien horas. Parece que siente demasiados olores en el aire, le acerco de nuevo el zapato y la dejo rastrear. Pasan unos segundos hasta que reanuda la marcha girando hacia el oeste.

¿No habían entrado por el este?

Malditos cabrones, están aprovechando la distracción para que todos se reúnan en el mismo sitio y escapar por el otro lado. No me importa, entraré allí y les romperé los cuellos a todos los que pueda.

Sigo corriendo, agarro el teléfono de nuevo y cuando la llamada se descuelga solo pronuncio una palabra.

—Oeste.

Cuelgo.

Descendemos una pequeña colina y noto como la tierra se cuela dentro de los caros zapatos. Ojalá esto me hubiese pillado mejor preparado y no en un traje de niño pijo. Terminamos de descender la colina entonces escucho el ruido de unas voces discutiendo.

—¡Saca la maldita bala! -Grita uno de ellos.

Rápidamente me escondo detrás del tronco de un árbol y a escasos metros veo un arbusto lo suficientemente grande como para escondernos por completo. Me agacho y casi repto hasta allí, mientras Belona camina sobre sus patas sin hacer apenas ruido. A veces pienso que este animal es más competente que algunos de los que están bajo mi cargo. Definitivamente, si quieres que las cosas salgan bien, debes hacerlas tu mismo. Tendré que volcarme mejor en su formación sino quiero tener una panda de inútiles trabajando para Nikolai.

—¡No veníamos preparados para que se diera la situación de que un inútil se dejara disparar por una chica medio moribunda!

¿Moribunda?

Se me tensa cada maldito músculo del cuerpo.

—La zorra llevaba una pistola en el muslo.

—Solo a un imbécil como tu se le olvidaría la clase de persona que es esta zorra.

Me estoy poniendo enfermo.

—Venga, métela en el coche, los otros están en el otro lado, distrayéndolos. -Escucho una puerta abrirse. —Démonos prisa antes de que se den cuenta.

Entre los huecos que deja el arbusto veo a un hombre de espaldas anchas que se agacha y carga algo en sus brazos. Cuando veo los mechones azabaches caer entre sus brazos me levanto corriendo como un resorte, sin pensar en cuantos más puede haber, si llevan armas o si saldré de aquí con vida. Lo asalto desde detrás, pillándolo totalmente desprevenido. El cuerpo de Katherine cae al suelo haciendo un sonido seco contra el suelo que me duele incluso a mí. Con una mano sobre su hombro, lo arrastro hasta el tronco más próximo y por el rabillo del ojo veo como una segunda persona aparece corriendo. Lleva un arma entre las manos, pero por su manera de sostenerla, me indica que no tiene ni puta idea de como usarla.

La agarra firmemente entre sus manos y antes de que tenga tiempo de disparar, presiono el cuello de su compañero con ayuda de mi brazo y con el otro brazo saco la pistola de la cinturilla de los pantalones y le asiento un disparo en el centro del tórax.

Suelta un alarido de dolor, suelta la pistola y se lleva las manos al pecho intentando contener la hemorragia. He debido asentar justo en una de las arterias que conectan con el corazón porque no deja de salir sangre como si fuera una fuente. Por mucho que intente taponar la herida, la sangre no deja de filtrarse a través de sus dedos.

El otro observa la escena, palideciendo.

—¿Quién os manda? -Digo, presionando con más fuerza su garganta.

—Cómeme los huevos. -Dice, muy valiente el maldito desgraciado.

—Te lo voy a preguntar una vez más, ¿Para quién trabajas?

Silencio.

Me mira a los ojos, me desafía el maldito hijo de puta.

—Me parece perfecto, ¿Qué más da un cadáver más que menos?

Escucho las patas de Belona contra la tierra y cuando la veo, observo como lleva pendiendo de su boca el zapato de Katherine. La idea acude a mí en ese momento, es macabra, lo sé. El brillo de la ira y la furia debe de estar cobrando fuerza en mis ojos porque veo como los de él se expanden empezando a comprender mis intenciones.

Agarro el zapato y lo observo un breve instante.

Ella se empeña en llevar estos tacones tan altos con la punta tan afilada. Perdóname, me parece que no podrás utilizar este par nunca más, Katherine.

Agarro la base del zapato, sus ojos se expanden aún más, se retuerce debajo de mi agarre, pero veo que el mero acto le causa dolor. Mis ojos viajan hasta la herida de bala de su hombro. Bien hecho pelinegra.

—¡No, tío! ¡Por favor, hablaré! -Se sigue retorciendo. —¡No lo hagas!

—Muchas gracias Belona, tienes las mismas ideas que tu dueño.

Le sonrío a la bonita belga antes de retraer el brazo en el que sostengo el zapato y estamparlo debajo de la mandíbula inferior de este pobre desgraciado con el que voy a desahogar mi rabia contenida.

El tacón atraviesa la carne blanda, pero se detiene al hacer contacto con el músculo, con la lengua. Ejerzo mayor fuerza mientras él se retuerce intentando quitar mi brazo de su garganta y poder correr. Ya es demasiado tarde.

—Deberías haber hablado cuando te he dado la oportunidad. -Digo con la voz calmada.

Por fin el tacón consigue atravesarle la lengua y veo como la sangre sale de su boca a borbotones. Me mancha los nudillos, los puños de la camisa e incluso salpica contra mi pecho. Le quito el brazo con el que lo estaba apresando y veo como se lleva las manos a la cara corriendo, desesperado por salvarse así mismo. No le doy oportunidad, lo agarro del pelo y le estampo la cabeza contra la corteza. No una, ni dos, ni tres.

Lo hago tantas veces, que estoy seguro de que está muerto.

Dejo su cadáver caer al suelo y corro hasta Katherine que está tirada en la tierra. La sostengo entre mis brazos y veo que tiene un color demasiado pálido. No tiene ninguna herida así que mis sospechas de que algo había en la copa cobran más fuerza.

—Katherine. -Digo. —Katherine venga, despierta.

Le acaricio con los pulgares las mejillas y al ver que no hay ninguna reacción por su parte, mis manos viajan hasta su cuello y le tomo el pulso. Este es muy débil. Hago lo mismo en sus muñecas, para cerciorarme.

—Pelinegra... -Hundo los dedos en sus ondulas mientras la atraigo contra mi pecho. —Te odiaré si dejas que unos idiotas como estos puedan contigo.

Escucho unos pasos detrás de nosotros y me giro en redondo. Michael y el resto aparecen junto al resto de la jauría de perros. Belona se acerca a ellos, olisqueándolos. Algunos de los escorpiones le acarician detrás de las orejas pero a ninguno le hace las mismas carantoñas que a mí.

—Llamad al laboratorio, que venga uno de los técnicos, ya. -Digo mientras levanto a Katherine del suelo.

La sujeto por debajo de sus piernas y con el otro brazo le sostengo la espalda hasta que su cabeza queda contra la curva de mi cuello. Sus extremidades cuelgan como sino quedara resto de vida en ella y un nudo que hasta ahora no había experimentado, cobra forma en mi estómago.

—Dimitri viene ya de camino. -Señala Michael.

Dimitri es el mejor médico que tenemos trabajando para nosotros, él se encarga de cualquier lesión o problema de salud que podamos padecer. Además, también es el médico de confianza de Nikolai.

—¿Qué ha pasado con el resto?

—Los tenemos controlados, esperamos órdenes.

—Mátalos a todos y deja al que veas a punto de cagarse en los pantalones, va a llevarle un mensaje a quien sea que se ha atrevido a entrar aquí. Mirad dentro del servicio de catering, alguien está con ellos. -Señalo con la cabeza al cadáver atravesado por el tacón. —Enséñaselo y haz que abra la boca, o se la cerraré con el otro tacón que queda.

—Entendido, ¿Cuál es el mensaje?

—Los escorpiones están con la araña. Espero que el que esté detrás de esto no sea tan idiota de intentar algo más.

Asiente y empieza a comunicarse con el resto de los nuestros, dando la orden de ejecutarlos. Me marcho de allí, corriendo y esquivando los árboles que se interponen por el camino. Noto la mejilla fría de Katherine ronzando mi cuello y empiezo a correr más rápido. La máscara ya no cubre sus facciones así que lo mejor será llevarla a la casa de invitados.

La veo a lo lejos y apresuro los pasos.

Abro la puerta de una patada, sin tiempo para ir a buscar la llave y deposito el cuerpo de Katherine sobre el sofá. Vuelvo a comprobarle el pulso que sigue siendo débil. Me levanto y empiezo a rebuscar en los cajones hasta que encuentro lo que quiero. Sostengo delante de su cara una pequeña linterna y abro sus párpados. Intento observar si hay alguna especie de reacción al movimiento o a la luz. Me doy cuenta de que sus pupilas están completamente dilatadas, casi no puedo ver sus preciosos iris aguamarina.

Me saco la chaqueta, nervioso, y me remango la camisa.

Justo veo por el rabillo del ojo entrar a Dimitri con un gran maletín negro sobre dos ruedas. Sabe Dios todo lo que contiene dentro.

—La han drogado. -Digo, completamente convencido.

—¿Estás seguro? -Dice mientras comienza a observar sus constancias vitales. —El médico aquí soy yo.

En ese momento el cuerpo de Katherine comienza a dar unas sacudidas frenéticas. Su cuerpo convulsiona encima del sofá y corro hasta ella para ponerla de lado. No abre los ojos en ningún momento ni parece recobrar la conciencia.

Aparece una segunda persona, uno de los técnicos de nuestro laboratorio.

—Le han dado algo, no sabemos el que. -Anuncio.

—Podría ser veneno o una droga de diseño. -Especula Dimitri.

El cuerpo de Katherine deja de convulsionar por un momento, cayendo totalmente relajado de nuevo contra el sofá, Dimitri extiende uno de los brazos de ella y le extrae sangre con ayuda de una jeringuilla.

—Dame unos minutos.

Lo veo introducir la muestra en un aparato dentro del maletín y me quedo absorto por un momento.

El cuerpo de Katherine vuelve a emitir una convulsión y con ayuda de mis brazos impido que se golpee la cabeza contra algo. Por mucho que intente frenar las sacudidas, el cuerpo no para de sacudirse y comienzo a ponerme aún más nervioso. Intento que no se haga daño o se muerda la lengua mientras exclamo con el tono cargado de urgencia:

—¡HAZ ALGO DIMITRI! -Mi voz se carga con pinceladas de pánico, no me gusta no controlar las situaciones y tener a Katherine de esta manera, me saca de mis propias casillas. Me enfoco en su rostro y le murmuro en el oído: —Abre esos ojos para que los vuelva a ver.

—No hay parámetros que indiquen la presencia de ningún veneno en su sistema. Debe ser una droga de diseño.

—¿Y por qué parece a punto de morir?

El técnico de laboratorio ha guardado silencio durante todo el tiempo y parece murmurarle algo a Dimitri. Este le tiende la muestra de sangre y veo como desaparece con ella. Seguramente vaya al laboratorio del hangar, aunque eso no me tranquiliza. Necesito las cosas ya, no puedo esperar.

—Creo que le han proporcionado una dosis demasiado elevada o la droga no está perfeccionada y está sufriendo los efectos secundarios. -Me observa con ojos críticos, está esperando que explote. Sabe que estoy a punto de hacerlo. —Marcus es el único que puede sacar que es lo que tiene en la sangre, tendremos que esperar a los resultados.

—Sabes que el hangar no está aquí mismo, tardará horas.

—Lo siento. No podemos hacer nada más, igualmente creo que es conveniente que la llevemos al hangar ahora mismo. Allí podre monitorearla y actuar si sucede alguna complicación mientras Marcus descubre que droga le han suministrado y porque ella ha reaccionado de esta manera.

Me levanto, abandonando el lugar al lado de Katherine y empiezo a revolver todas las cosas que tiene en el maletín. No soy médico, pero tengo una ligera idea. Si lo que sucede es que su cuerpo está sufriendo una sobredosis de esa maldita droga, le daré algo que pueda contrarrestarlo.

—¡Para Aiden!, no podemos hacer nada hasta que no sepamos que es lo que le corre por la sangre. No sabes si son opioides, no puedes hacer eso.

Intenta ponerme la mano en el hombro, en un intento por detenerme.

—Tócame y te parto los dedos, Dimitri. -Comienzo a buscar entre los pequeños frascos del maletín. —No pienso quedarme aquí viendo como convulsiona y se le detiene el pulso.

Encuentro el frasco de Naloxona y saco de su envoltorio una nueva jeringa. La cargo con la dosis y un asentimiento de Dimitri me dice que no me he equivocado con la cantidad. No lo aprueba, pero no es tan estúpido como para intentar detenerme.

Me acerco de nuevo al cuerpo de Katherine que ahora permanece tranquilo y busco el punto exacto entre su codo. Le clavo la aguja en la vena más destacada que encuentro e inyecto la Naloxona en su torrente sanguíneo.

El silencio se instala entre ambos y por un largo rato ninguno hace nada. Nos quedamos mirando como el pecho de Katherine sube y baja con respiraciones profundas y casi imperceptibles. Me inquieta verla tan quieta y pálida.

Dimitri se acerca hasta ella y le toma el pulso en la muñeca.

—No sé si es que tienes al diablo de tu lado, pero su pulso parece estar mejorando. -Me mira durante un breve lapso de tiempo antes de volver a centrarse en ella y con ayuda de una linterna le abre los ojos. —Sus pupilas parece estar volviendo a la normalidad. Aún así lo mejor es llevarla para que pueda observarla mejor.

—¿Está fuera de riesgo? -Pregunto, porque aunque no quiera admitirlo, es lo único que me importa.

—No puedo asegurarlo, parece estar reaccionando bien, pero podría solo ser la calma que precede a la tormenta. -Sigue tomándole el pulso una vez más. —Podría volver a tener un ataque o algo similar.

Aunque nada es seguro, un peso parece abandonarme por el momento.

Momento que no dura mucho.

Escucho fuera el ruido de varios coches que parecen irrumpir con prisa en el terreno que rodea la mansión. Es demasiado temprano para que los invitados se marchen y demasiado tarde como para que lleguen así que descarto esa opción por completo. Michael aparece en la casa de invitados con los hombros rígidos y se cuadra para dirigirse a mí.

—Vienen a por ella. -Me informa.

Me incorporo, alejándome del sillón donde descansa Katherine. Noto el color volviendo a sus mejillas aunque aún sigue demasiado pálida como para sentirme tranquilo. La miro más tiempo del necesario, como si mis ojos que siempre han sido fríos, fuesen a conseguir calentarla ahora. A parto la vista, siendo consciente de que dos pares de ojos más inciden sobre mi ahora.

—Mantente cerca de ella. -Le ordeno a Dimitri y me vuelvo hacia Michael. —Tu y dos más, conmigo. No sabemos con que intenciones viene Gregory Montgomery.

Asiente y vuelve a desaparecer. Salgo de la casa de invitados, con la esperanza de que nada se retuerza demasiado.

Corro de nuevo a la casa principal y veo dos coches estacionados frente a la entrada principal. Fuera de ellos se encuentran lo que sé que son los guardaespaldas personales de Gregory, o más bien una parte de ellos. No hay ni rastro de él así que supongo que el espectáculo ya ha debido de comenzar. Entro dentro y veo que los invitados han sido conducidos al gran salón para evitar miradas y oídos curiosos.

Igualmente, no hay ni rastro de Gregory o Nikolai, así que supongo que están teniendo su encuentro acalorado en el despacho. Noto las pisadas de Michael y los otros unirse por fin a las mías y con pasos firmes nos dirigimos hasta la planta superior. Como esperaba, no fallo. Los dos guardaespaldas de Nikolai están postrados delante de la puerta y lo mismo pasa con varios hombres más que me son desconocidos. Le hago un gesto a Michael y el resto para que esperen fuera y sin que nadie me detenga, tampoco creo que se atrevan, me meto dentro del despacho.

Interrumpo lo que parece ser una batalla de miradas y egos.

Me coloco al lado de Nikolai, mostrando que somos un frente unido.

—Voy a ser claro contigo y con el perro al que llamas hijo. -Pronuncia cada sílaba intentando hacernos daño, a mí solo me produce risa y lástima. —Alejaros de mi hija.

–Tu hija ya es una adulta lo quieras o no, Gregory. -Chasquea la lengua. —Y ella toma sus propias decisiones, ninguno de nosotros la ha obligado a hacer nada que no quiera. -Se detiene un momento, curvando sus labios en una sonrisa maliciosa. —Cosa que tu no puedes decir.

—Los asuntos de mi hija y míos, son solo nuestros. No te atrevas a inmiscuirte en ellos. Vete al lugar al que perteneces y desaparece de la vida de mi hija. -Vuelve sus ojos verdes encolerizados hacia mí. —Y lo mismo va por ti, no quiero volver a verte en mi casa.

—Hay un pequeño problema con eso, señor Montgomery. -Doy unos cuantos pasos en su dirección. —Tal vez ella sí quiera verme en su casa y como ya ha dicho mi padre, ella ya es adulta para tomar sus propias decisiones.

—No mientras viva bajo mi techo.

—Creo que todos los presentes aquí sabemos que no quieres que abandone tu techo, te viene muy bien que ella sea la que arriesga el culo, un precioso culo, por cierto. -Sus ojos se tornan aún más furiosos. —Mientras que tu te dedicas a viajar de un lado a otro con el dinero que consigue tu hija y que te da la familia de tu esposa.

—No hables de mi esposa.

—¿No sería ex esposa? -Añade Nikolai, vertiendo sal a la herida. —Ya sabes, técnicamente ya no lo es y ninguno ha hablado de Olympia. Solo hemos esclarecido los hechos.

—No te permito que pronuncies su nombre, Nikolai.

—¿Alguna vez me ha importado lo que tu me permitas hacer? -Una risa ronca sale de Nikolai. —Por cierto, deberías estar dándole las gracias a mi hijo. Le ha salvado la vida a tu hija en numerosas ocasiones en el último mes.

Noto como una vena se pronuncia en la sien de Gregory que está comenzando a tomar un tono rojo de furia. Sabe mejor que nadie que como intente hacer cualquier cosa en esta casa, no saldrá vivo de aquí. Puede traer a todos los hombres que quiera, los escorpiones estamos aquí y no nos temblará el pulso a la hora de asesinarlo.

—No tendría que haberla salvado de nada si en primer lugar no la hubieses buscado.

—¿No se dedica precisamente a estas cosas? Solo le he dado trabajo.

—No quiero a la mafia rusa cerca de mi hija.

Hipócrita.

—Es bastante tarde para hablar de eso, Gregory. La he contratado, le he pagado y ella ha aceptado.

—Ella no tiene ni idea de quien eres, si lo supiera le repudiarías. Ella no trabaja con personas de tu calaña.

—Creo que no conoces tan bien a tu hija. -Replica Nikolai. —La he tenido frente a frente, no solo es la viva imagen de su madre, tiene su esencia. Dale tiempo y el mundo temblará. Las mafias la querrán de su lado como ya lo hicieron con Olympia. Ella era excepcional en su trabajo, podía conseguir que vieses lo negro blanco si ella te lo pedía, conocía los secretos de todo el mundo y verla matar era una delicia.

—Deja de hablar así de Olympia.

—¿Te molesta? -Enarca una ceja, plenamente satisfecho con las reacciones de Gregory. —Yo siempre vi su naturaleza, Gregory. Ella nació para estar en lo más alto, no con un cobarde como tú. Siempre lo has sido y ahora te ocultas en tu hija para seguir siéndolo.

—¿Dónde está mi hija? -Pregunta ignorando las palabras de él.

Por mucho que las ignore, veo en cada gesto de su cuerpo, lo mucho que le afecta cada palabra. Se le incrustan como cristales al cuerpo. Me compadecería de él sino supiese todas las cosas que sé. Espero que algún día Katherine también las sepa, aunque me temo que cuando todo salga a la luz, ella estallará de tal forma que no dejará a nadie a su alrededor.

—¿Qué haces aquí? -Debería haber preguntado esto en cuanto entré.

—Responde a mi pregunta.

—Estás en mi casa y vas a responder a lo que te ha preguntado mi hijo.

—¿Tienes algo que ver con lo que le ha pasado esta noche? -Presiono con otra pregunta. —¿Cómo es que estás aquí después de eso?

Sé que Nikolai no ha tenido nada que ver, no tendría sentido. Además, nunca llegaría a eso con ella. Siento no poder decir lo mismo de su padre, lo veo capaz de cualquier cosa por tenerla bajo su yugo, incluso de secuestrarla para atemorizarla. Fingir un secuestro con tal de que no se atreva a abandonar el ala.

—Creo saber quién ha hecho esto. -Dice con un tono de voz algo más tranquilo. —Y estoy aquí porque jamás dejaría a mi hija venir aquí sin supervisión.

—Podrías haber actuado un poco antes o más rápido. -Digo con bravuconería. —Vaya, solo digo. La he encontrado a punto de ser secuestrada y no había nadie de los tuyos para salvarla. Me ha tocado hacerlo a mi otra vez.

Y lo haría mil veces más.

Solo que él no tiene porque saberlo.

Noto que el rubor le cubre las mejillas por la vergüenza. Sus hombres no son competentes y me enerva que sean esos mismos los encargados de mantener segura a Katherine. Es más que obvio que son una panda de inútiles. Estaban vigilándola y aún así se la han llevado delante de sus narices.

Pueden cogerse de las manos junto a los escorpiones que han conseguido noquear y ponerse juntos a bailar la danza de la amistad y los inútiles.

—Dime dónde está mi hija para que pueda llevármela.

—No te la puedes llevar, está siendo atendida por nuestro médico. No es seguro que te la lleves.

Odio que mi voz deje entrever mi urgencia.

—Soy su padre, yo decido lo que es seguro para ella.

Estoy a punto de abalanzarme a darle un puñetazo en su cara de engreído, pero Nikolai me detiene. Con una simple mirada nos comunicamos y leo en sus ojos la advertencia para que me quede quieto y deje las cosas estar.

—Está en la casa de invitados. -Digo, sin muchas ganas.

—Bien. -Lo veo girarse sobre sus pies de camino a la puerta. —Lo decía en serio Nikolai, aléjate de Katherine.

—Yo también iba en serio, tu hija ya es una adulta y ella toma sus propias decisiones. Es más, lo está haciendo bastante bien ella sola.

Noto que Gregory quiere añadir algo más. Finalmente debe de haber pensado que no merece la pena o que lo más probable es que diera paso a otra discusión verbal así que mejor callarse y seguir caminando.

Y así sin más, el primer encuentro en años entre Gregory Montgomery y el líder de la mafia rusa, llega a su fin.

Me vuelvo hacia él una vez veo desaparecer las espaldas del padre de Katherine.

—Has dejado que se la lleve.

—¿Es que piensas retenerla aquí o algo por el estilo?

—No seas imbécil, los escorpiones ya te han contado que ha sucedido. Le han suministrado algo que no sabemos que es, no es lo más inteligente que se la lleve.

—Gregory también tiene médicos para que la atiendan.

—Sabes de sobra que no son ni la mitad de buenos que los nuestros.

Se encoje de hombros.

—Aiden, no te encapriches. Ya te avisé y lo vuelvo a hacer. Como sigas revoloteando tan cerca de la luz te vas a quemar.

Sus palabras me cabrean más de lo que él mismo se pueda imaginar. Estoy harto de sus advertencias, como si no fuese ya lo suficientemente consciente de lo peligroso que es dejar que Katherine se me arraigue a los huesos. Las bombas comenzarán a explotar de un momento a otro y me temo que estaré justo en primera línea, recibiendo todo el impacto. Es cruel por mi parte acercarme tanto a ella, sabiendo tantas cosas, pudiendo evitarle dolor, pero no puedo ir en contra de los deseos de Nikolai. Por muchas ganas que tenga de rebelárselo todo, no puedo. Mi lealtad es con mi padre, por mucho que me duela reconocerlo.

Y aún así, soy tan imprudente que me sigo acercando. Ella es mi némesis.

Salgo de despacho, pues estar cerca de Nikolai ahora mismo es un recordatorio constante de todo lo que está mal, de todos los secretos. Así que corro por las escaleras llegando al momento exacto en el que veo como los hombres de Gregory, cargan el cuerpo de Katherine.

El vestido rojo que la coronaba como la diosa de la noche, ahora cuelga de su cuerpo sin gracilidad. Confirmando que no es el vestido la que la hace ver así, sino la manera en que ella es capaz de llevar cualquier prenda y hacerla magnífica. La meten con rápidos movimientos en el interior, evitando que cualquier par de ojos curiosos le vea el rostro. Siempre tan cuidadosos en mantenerla en las sombras. Una de las cosas que más me gusta de ella, desde que supe de su existencia, fue el hecho de que se aferra a mantener una vida normal fuera de todo esto. Ese talento camaleónico con el que consigue adaptarse a cualquier papel, como se disfraza e interpreta el rol que le toca...me dejó sin palabras desde el primer momento.

Me grabo en las retinas su cara antes de que desaparezca en el interior y espero con todas mis fuerzas que nada se complique, que siga viva mañana. 

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¡Hola a tod@s!

Espero que os encontréis genial y que el capítulo haya sido de vuestro agrado.

Si la historia os está gustando, no dudéis en votar y compartir la historia con el resto, ¡Me ayudaría mucho a crecer!

No dudéis en comentar vuestra opinión, os leeré encantada. 

¿Qué os parece esta faceta violenta de Aiden? 

Nos vemos el DOMINGO con un nuevo capítulo.

Os quiero, besos

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