CAPÍTULO 17
Narrado por Aiden
Run boy run-Woodkid
Desde que hemos dejado a Cass frente a su casa, Lev no ha abierto la boca ni una sola vez. El aire está enrarecido y no solo porque yo todavía esté rememorando una y otra vez la cara de Katherine mientras le arrancaba gemidos o lo bien que se sentía tenerla entre mis brazos sino porque Lev está serio y abatido. Es muy posible que estos días me haya pasado con el pero mi naturaleza es fría e insensible la mayoría del tiempo, puedo intentar cambiarla, aunque no dura mucho la mayoría de veces.
—¿Les has dicho a los nuevos que hoy es su rito de iniciación?
—No, es mejor cuando no se lo esperan. -Responde de vuelta.
El rito de iniciación de un escorpión es una cacería, pero no una cualquiera. No vamos a matar ciervos o jabalíes, nosotros matamos personas. Somos sicarios y sabemos que estamos en contacto con la muerte constantemente. No te puede fallar el pulso, no te puedes debilitar mentalmente, no puedes dejarte llevar por la presión. En el fondo somos cazadores que acechamos a nuestras presas.
>>—El resto de la banda los ha llevado al bosque, piensan que van a hacer una prueba para mejorar sus habilidades en la noche.
—Técnicamente no es una mentira del todo. -Mis labios se curvan en una pequeña sonrisa lobuna. —Ahora sino te importa, ¿Qué te ronda tanto por la cabeza? Necesito a mi mano derecha con sus sentidos bien despiertos.
—Los tengo despiertos, no te preocupes.
—Tal vez si sería conveniente que pidas otro encargo, permanecer aquí en Seattle puede estar afectándote.
—Da igual que esté en Seattle o en Moscú, Alina va a seguir muerta igualmente.
La sede principal de los escorpiones se encuentra en Moscú pero realmente estamos repartidos, allá donde alguien ofrezca un precio generoso a Nikolai, habrá un escorpión encargado de apretar el gatillo. No estamos mucho tiempo en ningún sitio así que la mayoría residen en la sede principal, otros se permiten el lujo de comprarse una casa bonita para tenerla vacía la mayoría del año. Los escorpiones no tienen familia, son en su mayoría chicos huérfanos que están cansados de robar en las calles para conseguir algo que llevarse a la boca, no se casan, no tienen hijos. Es sensato no hacerlo, nuestro trabajo no siempre sale bien, a veces eres tu quien acaba con una bala. Los que si tienen familia, acaban quedando en los puestos más bajos, pues no quieren asumir riesgos.
—Ojalá las cosas hubiesen sido distintas. -Confieso. —Sabes que era como una hermana para mi igual que tu pero tanto tu como yo sabemos que ella lleva tiempo sin estar entre nosotros.
—Un año, Aiden. Un jodido año. -Escucho como su voz se vuelve grave, estrangulada por las ganas de llorar.
Conozco a Lev desde hace muchos años y sé que no va a mostrar debilidad, no cuando estoy delante. Nunca se permitiría mostrarse así ante su líder, aunque lo comprendería, perder un familiar y más el único que tienes, es un dolor demasiado intenso.
—La vengaremos, tranquilo.
Suelto una de mis manos del volante y le agarro el hombro, dándole un apretón. Noto la nuez de su garganta moverse repetidamente mientras se traga sus sentimientos y sus ganas de romperse.
—Quiero matar a ese hijo de puta de O'Kelly. -Cierra un puño sobre su pierna hasta que los nudillos se le tornan blancos. -La ha usado para sus mierdas, estoy seguro.
—Cuando Nikolai consiga lo que quiere, lo mataremos. Te lo prometo. Rodrigo solo ha sido una gota de toda la sangre que planeo derramar.
Asiente con la cabeza y mira por la ventana.
Ya estamos cerca del lugar donde vamos a llevar a cabo la iniciación de los nuevos. Hemos elegido una zona del bosque a las afueras donde la gente no suele ir a acampar ni cosas por el estilo. Estaremos solo nosotros y la noche que engullirá cualquier sonido que tenga lugar.
—¿Quién es Cass?
La pregunta me pilla un poco por sorpresa, no pensé que Lev recordara su nombre siquiera.
—Una amiga de Katherine Montgomery.
—No hace falta que utilices su nombre completo conmigo, sé de sobra que no estás siendo del todo profesional con ella.
—¿Qué quieres decir? -Pregunto, haciéndome el iluso.
—¿Desde cuando dejas que el trabajo se duche en tu casa, Aiden?
Si supieras lo que pasó después de unas de sus duchas, Lev..
—Desde que el trabajo tiene un bonito culo.
—Eres incorregible.
—Lo importante es llegar al final como Nikolai espera, que más da si se ducha en mi casa o no. -Sé perfectamente que estoy mintiendo, si tiene importancia y mucha. No puedo permitir distraerme o nada por el estilo. —¿Y la curiosidad por Cass a que se debe?
—Me recuerda a Alina.
—Está más rota que Alina.
—¿Qué quieres decir? -Parece curioso de verdad.
—Solo te pido que no te acerques a ella, no está en su mejor momento. Es frágil, es mejor que evites cualquier acercamiento, recuerda que llegará el día en el que te vayas.
—Relájate Aiden, solo he hecho una pregunta, no quiere decir que vayamos a coincidir.
—Solo te estoy avisando, Cass es importante para Katherine y no quiero que ella tenga que preocuparse por nada y dejar sus obligaciones.
Todo en mi cabeza apunta al mismo fin que es que Katherine termine el trabajo. No tiene nada que ver con sentimentalismos ni que Cass sea una persona de la que me preocupe, apenas he cruzado conversación con ella nunca, pero si soy consciente de los sentimientos de Katherine. Ella la adora.
Detengo el coche cuando comienzo a ver a algunos de mis subordinados de pie junto a varios furgones negros. Solo los alumbran los faros del coche, el resto es penumbra. No es muy difícil distinguir a los nuevos del resto. Parecen animales apunto de hacer el recorrido al matadero, aunque no están muy equivocados.
Salgo del coche y el silencio es lo único que escucho. Lev también ha salido y ya ha echado a andar en dirección al resto, con las manos en los bolsillos, el pelo suelto moviéndose con la brisa nocturna y los vaqueros negros un poco caídos. Ninguno de los dos trae puesta ropa especial, solo una camiseta de algodón negra, los vaqueros del mismo color y en mi caso unas botas que ahora mismo estoy ensuciando en la tierra.
Camino para reunirme con el resto, con la barbilla en alto, el mentón afilado y los ojos duros como siempre. A diferencia de nosotros, veo que el resto lleva el traje de entrenamiento junto con un chaleco antibalas. Los ojos de los nuevos me miran brillantes, no se si es emoción, miedo o un poco de cada cosa. Me detengo delante, con los brazos cruzados encima del pecho y antes de hablar hago un barrido a sus caras.
—Soy Aiden Volkov, vuestro líder y el que se encargará de realizaros las pruebas que determinarán si sois merecedores de llamaros escorpiones. -Camino a lo largo de la fila de personas, mirándolos a cada uno a los ojos. —Hoy estáis aquí para vuestro rito de iniciación, una cacería nocturna.
El silencio corta el aire.
En ese momento Lev se acerca hasta mi pasándome un chaleco y un rifle con visión nocturna.
—Veo que no tenéis dudas sobre en qué consiste, por mi podemos empezar ya.
Mi voz suena fría, impasible, mientras que ajusto las tiras del chaleco contra mi pecho.
—¡No! -Dice un chico de tez morena y pelo algo ondulado. —Si queremos que nos explique, señor.
—Llámame Volkov, nada de señor. -Me llevo el rifle a la cara y observo mi alrededor a través de la mirilla. —Los escorpiones lo llamamos "La cacería nocturna".
—¿En que consiste? -Pregunta otro, con el pelo corto y rapado.
—Me encanta que preguntéis. -Me cuelgo el rifle al hombro y les sonrío a todos, una sonrisa digna de un tiburón. —Vais a cazar, pero no precisamente animales. -Hago un chasquido con los dedos y dos de mis hombres abren uno de los furgones y comienzan a sacar a cuatro personas. —Vais a cazarlos a ellos y ellos intentarán cazaros a vosotros.
Las caras de ellos palidecen, pero se recomponen deprisa. Me gusta.
—¿Son criminales? -Pregunta el chico de pelo ondulado.
—En su mayoría si.
Observo a las cuatro personas que se encuentran a nuestra derecha con las manos atadas a la espalda y con la boca amordazada. No tienen lesiones graves, solo algunos rasguños a causa de la resistencia que opusieron.
—Tres de ellos son criminales, uno de ellos es una persona completamente inocente. -Comienzo a dejar salir mi mentira. —Eso os debe dar completamente igual, los escorpiones no somos jueces, somos verdugos. No preguntamos si la persona a la que vamos a disparar es buena o mala, solo apretamos el gatillo y rezamos por no ser los siguientes a los que se le incruste una bala.
—Estos serán vuestros mejores amigos. -Dice Lev mientras les pasa un fusil normal y corriente.
—Y también vuestros enemigos. -Dice uno de mis subordinados, Michael, mientras desata las manos de los criminales. —Debe ser una cacería justa.
—Exacto, ambos bandos llevaréis el mismo fusil. Ninguno tiene privilegios.
Los criminales que hemos escogido para esta noche guardan silencio aun después de haber sido liberados de sus mordazas. Ya conocen todo lo que ocurrirá esta noche, nos hemos encargado de explicarles las cosas y en que situación se encuentran.
—La mujer es inocente. -Dice uno de los nuevos por lo bajo a otro de sus compañeros.
—¿Eso piensas? -Digo en voz alta y clara. —¿Piensas que ella no puede ser una criminal por ser mujer? Te equivocas, las mujeres pueden ser más peligrosas que un hombre y tal vez lo aprendas de la forma más dolorosa posible.
Mis subordinados se ríen sonoramente claramente divertidos y de acuerdo con mis palabras. Las mujeres son peligrosas, aunque los hombres nos creamos superiores en fuerza. Una mujer cuando quiere algo no necesita su fuerza, solo el ingenio. Una mujer enfadada, es letal.
La mujer de la que habla el nuevo, no hace ningún movimiento ni ningún gesto en particular. Ella sabe cuales son sus pecados, yo también lo sé. Por eso está aquí. Mi primera mentira de la noche ha sido decir que uno de estos criminales realmente no lo es. Todos lo son y los he elegido personalmente para esto. Nunca pondría la vida de un inocente en juego para un rito de iniciación.
Tal vez suene hipócrita ya que tengo suficiente sangre inocente en las manos como para llenar una piscina entera pero intento consolarme a veces pensando en que la sangre criminal que he derramado me sirve para formar un playa.
—Bien, vamos a terminar con la explicación rápido. -Me enderezo, cuadrándome delante de ellos. —Vosotros cuatro y estos cuatro de aquí. -Señalo a los criminales. —Os vais a adentrar en el bosque con vuestros rifles y tendréis que cazaros entre vosotros. -Empiezo a ver como las caras de los nuevos se contraen confusas. —Cuando queden solo cuatro personas en pie, la cacería habrá acabado. Vosotros decidís si quedáis vosotros cuatro o le cedéis vuestro puesto a alguno de ellos.
—¿Vais a dejar que entren criminales a los escorpiones?
—¿No somos nosotros también criminales?
No miento, somos criminales, aunque la verdad es que ninguno de nosotros tenía el historial manchado salvo algunos cuantos robos insignificantes que puedo justificar. La mayoría de mis hombres eran pobres huérfanos de la calle que apenas tenían que llevarse a la boca. Los criminales que tenemos ahora mismo aquí son de otra calaña.
La mujer que piensan que es inocente realmente ha matado a sus dos hijastros, uno de tres años y otro de cinco.
Otro es un hombre en sus casi cincuenta años que se dedica a perseguir a chicas jóvenes hasta callejones oscuros donde las viola.
Otro es un joven que trabaja cuidando ancianas a las que roba y deja morir de inanición, entre sus propios excrementos.
Y el último, un hombre de unos cuarenta años, atractivo y que a primera vista engañaría a cualquiera, es un pedófilo que ya ha secuestrado a tres niñas pequeñas.
Ninguno es inocente, los cuatro son ratas asquerosas que han conseguido esquivar a la justicia, pero han dado con algo peor que ella.
Los escorpiones.
No somos ángeles justicieros, somos ángeles de la muerte.
—¿Eso es lo que ganan si consiguen matar a alguno de nosotros?
—Exacto, si uno de ellos mata a uno de vosotros, tendrá la posibilidad de convertirse en un escorpión de pleno derecho.
—Estás manchando a la banda. -Dice el chico de pelo rapado.
—Si mancho a la banda o no es problema mío, ¿No crees?
Me pongo frente a el directamente, bajando la mirada para encontrarme con la suya. Sus ojos color avellana reflejan miedo y eso es algo que puede costarle la vida.
Asiente y pone la cabeza gacha, mirándose la punta de las botas.
—Toda la zona está rodeada por escorpiones así que no penséis en escapar. -Prosigo. —Habéis elegido el camino de los escorpiones y ahora nosotros tenemos que elegiros a vosotros. Dad lo mejor de vosotros esta noche, no titubeéis, presionar con precisión el gatillo y veréis el sol en unas cuantas horas.
—Tendréis diez minutos de cortesía para que decidáis vuestra estrategia o simplemente corráis. -Dice Lev, adelantándose unos pasos. —Podéis aliaros si pensáis que es lo mejor o actuar como lobos solitarios. Una vez escuchéis el disparo de señal, la caza empieza.
Me vuelvo hacia los criminales.
—Espero que os hayan quedado claras las cosas, si intentáis escapar o hacer algo inapropiado, os daré caza yo mismo y no soy de los que se conforma con un disparo limpio, me gusta jugar con la comida.
Sonrío mostrando los dientes y espero hasta que los cuatro asienten y agachan la cabeza. Observo atentamente como les desatan las manos y les ponen en ellas un fusil. Detrás de cada uno de ellos se encuentra alguno de mis hombres con el fusil en alto, listo para actuar si es necesario. Me vuelvo hacia los nuevos.
—Recordad que hacemos esto para que os transforméis. Debéis dejar atrás todo lo que os frene en un futuro. Tenéis que tomar conciencia de que ser un escorpión es cazar o ser cazado, matar a gente sin saber si son inocentes o no y sobre todo, tenéis que ser fuertes. Nikolai necesita a los mejores y a los más fuertes, no hay sitio para los débiles aquí. Dicho esto, suerte a todos.
Una vez termino de hablar las ocho personas que van a jugarse la vida salen corriendo al bosque y se pierden en la oscuridad. Lev y yo corremos hasta el Jeep negro que hemos preparado para esta noche. Nos encargaremos de ir siguiendo la caza al igual que el resto. La mayoría iremos en vehículo ya que ir en pie podría significar recibir una bala. Estos chicos están demasiado nerviosos como para distinguir al enemigo del que no lo es. Es mejor no correr riesgos innecesarios.
—Los perros están listos por si es necesario. -Dice Lev apoyándose contra el Jeep.
Los perros se encargarán de encontrarlos si es necesario.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? -Pregunto.
—Cinco minutos.
Permanecemos apoyados contra el frío metal del coche hasta que transcurren otros cinco minutos, saco la pistola que últimamente llevo conmigo, y apunto al aire. Presiono el gatillo y el ruido del disparo invade el aire y da comienzo a la cacería y el derramamiento de sangre.
Nos montamos en el Jeep, Lev es quien conduce y yo me limito a observar a través de la mira nocturna. Pasamos por la linde del bosque, pasando árboles y más árboles. No se escuchan sonidos ni nada que indique que se esté llevando a cabo una lucha.
Permanecemos dando vueltas alrededor del bosque aproximadamente media hora cuando escuchamos la primera ráfaga de disparos. Se escucha un grito atravesar la noche y ninguno puede mostrar emociones ya que no sabemos de quién procede el grito. Solo que se ha producido cerca.
—Voy a mirar. -Digo agarrando la manilla de la puerta.
—Pueden dispararte.
—Tampoco sería la primera bala.
Salgo del coche y corro hasta la linde del bosque, me agacho y corro hasta el tronco de un árbol lo suficientemente ancho como para ocultar mi cuerpo. Agarro el rifle entre mis manos y me pongo en posición. Con ayuda del visor nocturno peino la zona, no parece haber movimiento. Salgo de detrás del árbol y camino poniendo cuidado a mis pisadas. Lev aparece a mi lado cargando su arma y el hecho de que no me sobresalte es señal suficiente de cuan calmados están mis nervios. Esto para mi es como un juego de niños.
Caminamos varios metros más, sin dejar de hacer un barrido constante en busca de cualquier señal que indique que se está produciendo una lucha.
Estamos tan concentrados en el frente que paso por alto ver el suelo y mi bota golpea contra algo blando. Bajo la mira nocturna hasta el suelo y veo al chico que mataba a ancianas tendido en el suelo. Tiene la boca abierta y los ojos también, o lo que queda de ellos. Tiene un tiro en uno de los ojos y otro en el pecho. Debe ser el quien emitió el grito.
Agarro el walkie del bolsillo trasero.
—Ha caido uno. Cambio -Anuncio.
—¿Escorpión? Cambio -Pregunta una voz que reconozco como la de Michael.
—No. Cambio y corto.
Guardo de nuevo el walkie y reanudamos la marcha.
Pasamos horas peinando el bosque, es imprudente por nuestra parte, pero mi sangre pide acción. Nunca consigo cumplir la parte de patrullar el bosque, siempre acabo metiendo me lleno en el y buscando emociones.
Quedan apenas dos horas para que el sol empiece a asomarse y lo único que sabemos es que uno de los criminales ha caído.
—Diles que suelten a los perros, es imposible que solo haya muerto uno.
Lev asiente y rebusca en su bolsillo trasero para comunicar mi orden. Veo como se aleja unos cuantos pasos y yo me agacho manteniendo firme el rifle. En ese momento escucho como unas hojas crujen tras mi espalda y me vuelvo rápidamente.
Un dolor punzante atraviesa mi cráneo en ese momento y me llevo los dedos automáticamente a mi sien. Noto la humedad caliente de mi sangre en la punta de mis dedos. No necesito más señal que esa para girar sobre mi propio cuerpo y alejarme de la persona que acaba de atacarme. Me llevo de nuevo el fusil a la cara y veo claramente que se trata de la mujer a la que todos tacharon como una inocente. Que equivocados están.
—¡Aiden! -Dice Lev corriendo.
—No te metas. Me encargo yo.
Examino a la mujer y me doy cuenta de que no hay rastro de su arma, solo una piedra que aferra con fuerza. Está manchada con mi sangre.
—¿Y tu arma?
—Me la quitaron.
—Que lástima.
Miro a Lev y sin necesidad de palabras nos comunicamos. Le lanzo mi arma y el la agarra con la mano libre. Pongo mis puños a la altura de mi cara y le hago un gesto con la cabeza a la mujer para que intente lo que quería hacer hace unos minutos.
—Soy un hombre justo, no voy a dispararte sino tienes arma. Las normas del juego las respeto.
Una sonrisa histérica escapa de su garganta.
—No tengo posibilidades contra ti, mírame.
Se señala así misma y la observo como me pide. Tiene razón, no es una persona preparada para el combate físico, por eso había matado a sus hijastros con veneno.
—¿No deberías haber pensado en eso antes de golpearme en la cabeza?
La oscuridad de la noche y de los arboles que no dejan pasar apenas algo de la claridad de la luna, me impide ver bien la cara de la mujer. No sé que le ocurre o que desencadena el arrebato de furia pero de un momento a otro se abalanza sobre mi. Su cuerpo no pesa nada así que no consigue nada a parte de que mis piernas se tambaleen un poco por el sobresalto. La agarro de los hombros y con una de mis piernas consigo barrer las suyas y que caiga al suelo. Empieza a patalear descontroladamente a la vez que intenta deshacerse del agarre de sus muñecas. Me coloco a horcajadas sobre ella, apretando sus piernas entre las mías para que deje de patalear.
—Deberías tener una buena estrategia antes de hacer el primer movimiento. -Digo cerca de su oreja.
Soy consciente de que esto la hará enfadar aún más. Sigue revolviéndose debajo de mi pero no cedo ni un centímetro. Mis manos siguen en sus muñecas, apresándolas contra la tierra y las hojas húmedas del bosque.
—¿Vas a violarme, cerdo? -Dice. —Eres un hombre después de todo.
—No voy a violarte. -Sigo apretando sus muñecas con fuerza. —Voy a matarte.
—Tres escorpiones vivos, tres criminales muertos. -Dice una voz en el walkie.
—¿Escuchas eso? -Digo acercándome de nuevo a su oreja. —Significa que eres un escorpión.
Me quito de encima de ella, dejándola totalmente confundida. La observo desde arriba, está tendida en el suelo con las piernas juntas y no hace ningún movimiento ahora que la he liberado. Le tiendo la mano para ayudarla a levantarse y duda en aceptarla. La alento con mi mejor sonrisa y acaba aceptándola.
Se pone de pie y la veo sacudirse la tierra de la parte trasera del pantalón y sacarse algunas hojas del pelo.
—¿Entonces soy una de los vuestros? -Pregunta.
—Eso es lo que os prometimos, así que así es.
Le doy la espalda sabiendo que es un riesgo, pero estoy seguro de que ahora siente alivio y no querrá atacarme. Me coloco junto a Lev y este me vuelve a tender mi arma. La coloco detrás de mi espalda y me paso la mano por la herida que ya ha dejado de sangrar. Noto la sangre caliente que ha descendido desde mi sien hasta la punta de mi barbilla, la limpio con la camiseta y vuelvo a mirar a la mujer.
—Vamos a reunirnos con los otros. -Digo.
Ella asiente y comienza a caminar con Lev a la cabeza y yo detrás de ella. El cielo que se deja ver a través de las espesas copas de los arboles esta comenzando a abandonar su color negro y pétreo para volverse ceniciento. Los únicos sonidos provienen de nuestras pisadas y el ulular de las aves nocturnas.
—Gracias por no haberme disparado. -Dice la mujer.
Si debo sentirme mal por ella, no lo hago.
—No me las des.
Me acerco hasta ella y coloco ambas palmas de mis manos sobre su cabeza ejerciendo la fuerza suficiente como para que no pueda apartarme. Suelta un grito cuando se da cuenta de lo que está apunto de pasar. No aparto la mirada en ningún momento como tal vez haría el resto, aprieto las palmas para que no escape y con un movimiento rápido, escucho el crujido del cuello al romperse. La vida la abandona en cuestión de segundos y sus piernas fallan. Suelto la cabeza que ahora cuelga en un ángulo antinatural y dejo el cuerpo tirado en a tierra húmeda y las hojas que le servirán de colchón hasta que nuestros hombres vengan a hacerse cargo del cuerpo.
—No hagas tratos con un escorpión.
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Aunque después de esta noche lo que más me apetece es tumbarme en la cama y descansar, aún me quedan asuntos que atender. Una lancha me espera en el muelle para llevarme a Medina, donde me encontraré con Nikolai. El trayecto no lleva más de diez minutos y cuando llego al muelle, hay un coche negro de cristales tintados esperándome.
Pongo los pies en el muelle y camino hasta este sin detenerme a observar lo que me rodea. Abro la puerta del vehículo y al deslizarme en el interior veo que solo está el conductor, lo que significa que vamos hasta casa. No sé porque pensé que hablaríamos aquí.
El conductor se pone en marcha sin necesidad de que diga nada, salimos del muelle y no tardamos en recorrer la que parece ser una de las vías principales de Medina. Es un sitio bastante tranquilo, la gente precisamente vive aquí porque les aporta tranquilidad, comodidad y discreción. Observo la calle por la que transcurrimos, flanqueada a ambos lados por palmeras y verjas que indican la existencia de propiedades. Las casas son maravillosas, lujosas y grandes. Cada una cuenta con extensiones kilométricas de terreno.
Nunca he estado aquí antes así que no se cuál es la que corresponde a Nikolai aunque conociéndolo, seguramente sería la más grande y la más llamativa.
Bingo.
El coche se detiene frente a una verja que se encuentra muy separada al resto. La verja se abre automáticamente y nos invita a que comencemos el ascenso por el camino adosado. El camino está flanqueado por pinos y una vez que llegamos a la entrada, en las afueras hay una fuente ostentosa en la que hay una mujer, una diosa, de la que cae el agua en forma de lágrimas.
Sin decir nada, abandono el vehículo y camino con paso firme hasta la entrada. La puerta se abre sin necesidad de tocarla. Un hombre agacha ligeramente la cabeza cuando entro.
—El señor le espera en el despacho.
Asiento, como si supiera donde está el despacho.
El recibidor de la casa ya es tan grande como un campo de futbol, de el cuelgan lámparas con forma de araña de las que penden cristales en forma de lágrima. En las esquinas hay figuras de bustos femeninos tallados en mármol y algunos jarrones por aquí y por allá cargados de toda la variedad floral que pueda imaginar. Lo más imponente son las escaleras, extensas y gloriosas, que se alzan frente a la puerta.
Me dirijo hasta ellas y la subo recreándome un poco en el proceso. La baranda es majestuosa también, de mármol blanco y robusto. Llego a lo alto de esta y se extiende un largo pasillo a ambos lados, me debato cual seguir hasta que veo una puerta al fondo de uno de ellos que se encuentra entreabierta.
Sé que ahí es donde tengo que ir y eso hago.
Llego hasta el final y golpeo la puerta con los nudillos.
—Adelante.
Abro la puerta del todo y encuentro a Nikolai sentado en un pequeño sillón frente a una mesa de centro alargada y de cristal. Sostiene un vaso con whisky entre los dedos y hace ligeros círculos con el en el aire.
—¿Querías verme?
Asiente y me señala el sillón que hay al otro lado de la mesa de centro.
Me dejo caer en este mientras observo como a nuestra izquierda se encuentra el gran escritorio de madera maciza y detrás de este un gran ventanal que muestra vistas al exterior. El cielo ya está anaranjado, dando paso a un nuevo día.
—Un poco temprano para estar tomando alcohol, ¿No crees? -Digo, señalando el vaso que tiene entre los dedos.
—No te preocupes por mi salud, la mala hierba nunca muere.
—Tienes razón.
—Te he hecho llamar para comunicarte la fecha de la fiesta y hablar sobre algunas cosas, como padre e hijo.
—¿Qué es lo que quieres hablar?
—No es que me moleste, pero creo que te estás volviendo un poco sanguinario. -Se lleva el vaso a los labios y da un pequeño sorbo al contenido. —Ya me han informado de la muerte del callejón.
—Lo hice para mantenerla segura, como quieres.
—Entiendo, aunque ten más cuidado, estás dejando varios cadáveres en un mismo sitio.
Asiento y me permito el lujo de relajarme un poco en el asiento, reclinar la espalda y apoyar ambos brazos en la espalda del sillón. Detrás de Nikolai se alza una estantería hasta el techo en el que hay salpicados algunos libros y figuras, la mayoría de ellas abstractas y sin ningún significado aparente.
—También me han informado de que eres cercano a Nicole Sallow. Bonito apellido.
—Tampoco nos consideraría tan cercanos. Es una simple aventura de una noche que al final se ha alargado a unas cuantas noches más.
—¿Ella lo sabe? Pregunta, jugueteando con los hielos del vaso a la vez que me escruta fijamente con su mirada gélida y fría.
—Ella es una romántica empedernida que necesita etiquetarlo todo.
—Entonces que todo siga así, tal vez pueda utilizar tu acercamiento con ella para intentar entablar una relación beneficiosa con su padre.
—¿Con los Sallow? ¿Qué tienen de especial?
—Nada realmente, están demasiado enfrascados en su hija y en todos sus certámenes de belleza, pero hacer negocios por aquí durante el tiempo que tardemos en resolverlo todo, sería conveniente.
—Entiendo, pero no puedo complacerte, no quiero estar con ella. No me gustan los cuentos y ella quiere un cuento de hadas.
—Eso te dio igual para meterte entre sus bragas, así que ahora vas a tener que prolongar esto un poco más, por tu padre.
Abro la boca y la vuelvo a cerrar sin decir nada.
—Mantenla contenta, que hable bien de ti a su familia y cuando nos marchemos de aquí, puedes dejarla atrás. -Vuelve a dar otro sorbo de su vaso y me mira directamente por el filo de este. —¿O es que prefieres estar entre otras piernas, hijo?
—¿Qué quieres decir?
Una carcajada profunda reverbera en su pecho y sale a la superficie llenando el despacho. Deja el vaso en la mesa de centro con un fuerte sonido y se reclina sobre el sillón, tomando la misma postura que yo.
—¿Puede ser que Katherine Montgomery esté enredándote en sus telarañas? Créeme, conozco perfectamente la belleza de su familia, entiendo el poder que puede ejercer sobre los hombres.
—No es eso. -Digo, pero en el fondo sé que no es totalmente cierto.
Katherine Montgomery tiene una belleza que roba el aliento y yo no iba a ser menos. Todos estos meses atrás observándola habían sido casi aburridos, pero en el momento en el que entré en contacto directo con ella, cuando intercambiamos palabras por primera vez, fue como si se prendiera una chispa.
—No te avergüences hijo, lo puedo comprender, aunque no lo acepto. No te enredes con el trabajo, termínalo sin enredos. Mantén contenta y complacida a la que es tu novia y olvídate de arañas que pueden atraparte.
Podría revelarme, protestar y alzar la voz pero uno debe ser consciente de que batallas merecen la pena ser libradas. No tiene sentido discutir, ¿Qué es lo que quería? ¿Librarme de Nicole para poder acostarme con Katherine sin que ninguno sienta remordimientos? O mas bien para que ella no los sienta. No es amor, es deseo y el deseo puede controlarse mejor que el amor así que controlaría mis ganas de pasar mis manos por su cuerpo y me centraría en terminarlo todo y poder volver a mi sitio, donde todo parece insulso y sin color.
—¿Eso es todo? -Pregunto.
—¿Te molesta conversar conmigo?
—Para nada.
Y es cierto, no me molesta. No comparto muchas veces su forma de hacer sus cosas, por ejemplo, todo el tema de Katherine me parece que lo está llevando de una forma retorcida que podría solucionarse de otra forma. A pesar de ello, le admiro y como dije soy un pupilo ávido de saber.
—Quería verte la cara también y comprobar que estás bien. -Se levanta del sillón y reclinando su cuerpo por encima de la mesa de centro, consigue apoyar una mano sobre mi hombro y estrecharlo con fuerza. —También sabes que me gusta decir las cosas cara a cara.
Me levanto, aun con el peso de su mano sobre el hombro.
—Un placer hablar contigo como siempre, pero vengo de la iniciación de los nuevos y estoy completamente exhausto.
—¿Qué tal ha ido?
—De cuatro han sobrevivido tres.
—Bueno, siempre hay bajas. Vivimos con ello. -Mira hacia mi sien. —¿Y ese corte?
—No tiene importancia, gajes del oficio.
Lo veo dirigirse hasta el escritorio y sentarse detrás de este, con la espalda recta y las manos entrelazadas por delante de su cara. Ahora, viéndolo así, ha dejado su papel de padre para tomar el que le correspondo, el de hombre frío y de negocios.
—Dile a la arañita que la espero el sábado. La temática es santos y pecadores, vestido blanco o rojo. Que lleve máscara, todos lo haremos. -Comienzo a abrir la puerta del despacho. —¿Piensas traer a Nicole?
—No.
—No estoy de acuerdo.
—No voy a negociar esto, Nicole se queda fuera. No quiero enredarla en este trabajo. Relaciónate con su padre si lo deseas, pero a ella mantenla al margen de este mundo.
—Si me relaciono con su padre, ella acabará en este mundo, Aiden.
—Pues no lo hagas, no hemos venido a eso. Tu objetivo son los Montgomery, deja al resto en paz.
—Huelo el hechizo de Katherine desde aquí, hijo.
—Que te jodan.
Salgo del despacho dando un portazo y recorro el pasillo sin mirar atrás. No me extraña escuchar silencio, Nikolai no se deja llevar por estas situaciones, no va a venir detrás de mi gritando y endemoniado, si algo lo caracteriza es esa calma letal. Bajo las escaleras de dos en dos y el hombre que me abrió la puerta se queda un poco sorprendido al verme tan acelerado. Aún así me abre la puerta con diligencia y salgo disparado hasta el coche en el que vine. Una vez dentro no hace falta que le indique el destino, ya saben que solo hay un sitio al que puedo dirigirme.
Empleo el breve trayecto para calmarme.
No me gusta que Nikolai intente controlarme, sobre todo cuando intenta decirme con quien me puedo o no me puedo enredar.
"El hechizo de Katherine"
Tonterías, no hay ningún hechizo. Sería idiota si negara que Katherine es una chica interesante y que me atrae, pero puedo alejarme cuando quiera, es más, llegaría el momento de hacerlo. Ella en Seattle yo en Moscú, como ha sido hasta ahora.
Tal vez nos hayamos mezclado más de lo necesario.
La voz de mi cabeza me grita: ¿Tan malo es disfrutar del momento?
Sí, puede ser bastante malo cuando ese momento se llama Katherine Montgomery.
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Como si el universo pretendiera burlarse de mi, una vez llego a la entrada de mi casa me encuentro con Nicole.
¿Qué hace aquí tan temprano?
Camino hasta ella y veo como la sonrisa de su cara comienza a transformarse en una mueca de preocupación. Corre hacia mi, reduciendo la distancia que nos separa y me agarra la cara con ambas manos.
—¿Qué te ha pasado? -Dice con la voz cargada de preocupación.
—No te preocupes, una pequeña discusión con Lev. -Digo, cayendo en ese mismo instante de que ella no conoce a Lev, es Katherine quien lo conoce. —Un amigo, cosas sin importancia. Parece más de lo que es.
—¿Qué clase de amigo hace esto?
Le agarro las manos y las bajo hasta la altura de mi cintura. Tiene las manos sumamente frías y veo que la punta de su nariz está enrojecida. Tiene frío.
—No importa Nico, ¿Cuánto llevas aquí fuera?
—Eso da igual, te echaba de menos.
Estampa su cara contra mi pecho y me rodea con sus brazos. Vacilo un poco antes de estrecharla entre mis brazos. La conversación con Nikolai me ha hecho pensar un poco. Es cierto que Nicole no es algo serio para mi aunque para ella yo sea todo lo contrario. Se ha entregado por completo desde el principio sin dudar ni un solo momento. A pesar de eso y de no albergar sentimientos románticos por ella, no quiero que salga dañada o perjudicada. No quiero mantenerla cerca del peligro. Quería acabar con esto pronto, ahora por orden de Nikolai tendré que esperar un tiempo o incluso hasta el momento de mi marcha.
—Vamos dentro. -Susurro cerca de su oído. —Estás helada.
Le cuesta separarse de mi hasta que al final acaba cediendo y deja que la conduzca al interior de casa. Me dirijo hasta la cocina y meto una capsula dentro de la cafetera. Escucho atentamente el ruido que esta hace mientras observo como Nicole se acomoda en el sofá. Lleva un abrigo largo de tono beige y parece no tener intención de quitárselo.
La máquina deja de hacer ruido y le tiendo la taza de café humeante.
—Para que entres en calor. -Digo, mientras sus dedos rodean la taza. —Voy a darme una ducha sino te importa, he tenido una noche ajetreada.
Ella asiente y yo me marcho hacia la planta de arriba. Ver mi cama es una explosión de recuerdos. Si me concentro puedo ver el cuerpo de Katherine ahí tendido. Sacudo la cabeza disipando ese pensamiento y me meto en el baño continuo. Pongo el agua a correr en la ducha mientras me deshago de las ropas rápidamente. Me meto dentro de la ducha y dejo que el agua caliente se lleve la sangre que me mancha la cara y que me alivie la tensión de los hombros.
No sé cuanto tiempo transcurre, pero para cuando salgo del agua caliente, me siento mucho más relajado. Anudo una toalla negra alrededor de mi cintura y con otra sacudo las gotas del cabello. Camino relajado hasta la habitación y por un momento me quedo petrificado en el sitio.
Nicole está tendida sobre la cama cubierta únicamente por unas minúsculas braguitas de color rojo y un sujetador a juego que es lo suficiente transparente como para que vea la sombra de sus pezones.
No tenía previsto esto, no ahora.
—Ven a la cama y relájate conmigo. -Dice dándole unas palmaditas al lado contiguo de la cama.
No hago lo que me dice, me quedo cerca de la cama de pie y sin mover un solo músculo.
—Llevas tiempo sin tocarme de esa forma, Aiden.
Nicole comienza a gatear encima del colchón hasta llegar al filo de la cama. Me mira desde abajo juguetona, como un gatito que va a jugar con un ovillo de lana. Una de las cosas que más me llamaron la atención de Nicole es lo coqueta y juguetona que es. O eso pensaba hasta que había visto el rubor que se le formaba a Katherine en las mejillas cuando estaba al borde del orgasmo. Su mano viaja hasta el sitio donde la toalla se anuda alrededor de mi cintura, pero detengo su mano antes de que haga que esta caiga al suelo.
—No estoy con ánimos ahora, Nicole.
Sus ojos se vuelven tristes y me siento mala persona. Parece que le gusto de verdad. Me gustaría decirle que está equivocada si piensa que por follar conmigo la querré o le juraré amor eterno, eso no funciona así. La conexión del cuerpo no siempre lleva a la conexión del corazón.
—Por favor... -Dice y veo que sus ojos están apunto de humedecerse.
Puedo tener sexo, me digo a mi mismo. Puedo complacerla si eso es lo que quiere, aunque me convierta en un cerdo darle placer en la misma cama donde se lo di a Katherine hace menos de dos días.
Dejo que la toalla caiga y los ojos de Nicole viajan hasta los míos. Veo brillo, un brillo que me preocupa. Un brillo que indica que le puedo hacer mucho daño. Debí haber huido en vez de enredarme, no me gustan las chicas que quieren amor eterno a la primera follada. Busco cosas efímeras, no amarrarme a nadie.
Sus manos rodean mi miembro que comienza a ponerse duro a pesar de todo. Esa mirada juguetona puede conmigo. Su mano se desliza sobre el, de arriba abajo, estimulándolo y preparándolo. Cierro los ojos, sintiendo el movimiento de sus manos. No tardo mucho en abrirlos de nuevo cuando la imagen de alguien atraviesa mi mente.
Nicole se humecta los labios antes de colocarlos sobre mi miembro y descender por el. Un gemido ronco se me escapa. Su lengua juguetea con la punta sensible y todas las terminaciones nerviosas de este mandan ráfagas por mi cuerpo. Se me tensa el estómago a causa del placer y no puedo evitar enterrar mis dedos en la espesa cabellera roja y atraer su boca más hacia mi miembro. Noto que profana una especie de gemido, a medio camino de la arcada. Tal vez me esté excediendo con el ritmo de las sacudidas.
Noto la suavidad de sus labios envolviéndome y sigo introduciéndome en su boca sin contenerme hasta que los labios de otra vienen a mi cabeza. Me separo de ella y escucho la respiración agitada de Nicole y algunas lágrimas en sus ojos.
Coloco las manos sobre sus hombros y la empujo para que quede sobre su espalda. Sus manos buscan mi cuerpo y me acaba abrazando con sus brazos. Me tiendo sobre ella, apoyando mi peso sobre mis brazos y con la boca a escasos centímetros de los suyos. Mi erección roza su vientre y noto como ella levanta su pelvis ansiando mi toque. Acaba por capturar mis labios entre los suyos y no puedo evitar comparar este beso con otros más primitivos. Los besos de Nicole son suaves, cálidos y amorosos mientras que los de Katherine son primitivos, brutales y ansiosos. Agarro los filos de su ropa interior y la deslizo por la elegancia natural de sus piernas, sintiendo la suavidad de su piel.
Tiro la ropa a un lado de la cama sin prestar mucha atención al sitio donde aterrizan y entonces me dejo abrazar por completo. Nicole envuelve mis caderas con la longitud de sus piernas, siento mi miembro rozar la entrada de su sexo húmedo y dispuesto a recibirme. No me hace falta moverme para agarrar un preservativo de la mesita, Nicole me pasa el envoltorio y lo rasgo con cuidado. Bajo su atenta mirada, lo deslizo desde la punta hasta la mitad de la base y me coloco encima de ella, dispuesto a dar la primera embestida.
—Hazme el amor, Aiden.
Me paralizo, las palabras se deslizan sobre mi como si de ácido se tratase.
—Nicole, no le hago el amor a nadie.
Está apunto de agregar algo más, pero la silencio con mis labios. Los poso sobre los de ella buscando un beso primitivo y solo acabo encontrando la suavidad de sus besos. Me deslizo en el interior de ella y escucho un gemido amortiguado. Mis brazos se tensan a la vez que entro y salgo de su interior, sintiendo la estrechez de su cuerpo. Sus uñas se clavan en mi espalda mientas que beso y mordisqueo uno de sus pechos. No se si es el acto, mi nombre siendo gemido o las uñas en mi espalda, pero la imagen de la diosa de pelo negro y ojos aguamarina me rompe el pensamiento.
Sé que está mal imaginarla a ella en este momento, pensar que el cuerpo al que embisto es el suyo y no el de Nicole pero ocurre sin previo aviso.
Salgo del interior de Nicole y con mi ayuda la coloco sobre sus rodillas y palmas, dejando su culo a la altura de mis caderas. Poso una mano en su espalda para indicarle que la arquee y eso hace. No tardo en enterrarme en su interior y la sensación es demasiado placentera.
El nombre de Katherine viene a mi y apunto estoy de dejar que se deslice por mi lengua.
Todo el fuego en mi interior parece apagarse cuando caigo en la cuenta una vez más de que no es ella la que está en mi cama, no es ella quien gime mi nombre. Tal vez he subestimado demasiado el deseo.
Agarro con fuerza un lado de su cadera y con el otro enrollo la mano en su cabellera, atrayéndola contra mi y arqueando aún más su espalda. El sonido de nuestros cuerpos al encontrarse invade la habitación acompañado de mi nombre gemido. Noto como sus paredes envuelven mi miembro, avisándome de que se aproxima su orgasmo. Mis embestidas parecen estar cagadas de furia y no descartaría que esté un poco frustrado. Los gemidos se hacen más fuertes en la habitación y Nicole no puede soportar el movimiento descontrolado de su cuerpo cuando alcanza el orgasmo. Cuando esto sucede, me detengo en seco, salgo de su interior y dejo que recobre el aliento. Me alejo de ella, con una erección del demonio y con un dolor intenso por controlarme. Su cara se llena de confusión y solo sacudo la cabeza antes de encerrarme en el baño. Saco el preservativo con rabia y lo tiro a la papelera. Acabo de ducharme y ya necesito una ducha bien fría.
He tenido que parar, no podía llegar. No cuando el nombre de Katherine quería deslizarse por mi lengua. No se siente bien este orgasmo sino es con ella.
Maldito sea su nombre y maldita sea ella.
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¡Hola a tod@s!
Espero que hayáis disfrutado del capítulo. Ya veis que Aiden es un personaje con más grises de los que os podíais imaginar. Espero que lo sigáis amando aún así 💖
Nos vemos el DOMINGO con un nuevo capítulo😏
Besos,
XX
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