CAPÍTULO 13
Prisoner-Raphael Lake
Narrado por Aiden
Estoy esperando en la puerta de desembarque de pasajeros del aeropuerto, como Nikolai espera que haga. Mi día apunta a ser un día bastante ajetreado. Primero está todo el tema con Nikolai, tengo que ponerlo al corriente de todo lo relacionado con Katherine, sus progresos y sus derrotas. Luego tendré que esperar pacientemente a que Katherine termine su noche en el club, así como dije que haría. No porque su seguridad me importe, sino porque es la excusa perfecta para estar más cerca de ella, vigilando todos sus pasos. Ahí donde ella se estanque, estaré para darle un empujón en la dirección correcta.
Echo un vistazo a la pantalla del móvil, por si hubiese alguna novedad. No las hay.
Alzo la vista de la pantalla en el momento exacto en el que Nikolai atraviesa las puertas de desembarque. Lleva las manos enfundadas en unos guantes negros de cuero y porta un abrigo del mismo color que le llega por debajo de las rodillas. El reloj de su muñeca brilla, reflejando todas las luces que inciden sobre el. Su semblante es serio y va flanqueado por los cuatro costados por sus hombres. Camina hasta llegar a mi y sus gafas impiden que vea su mirada helada.
-Hijo, por fin nos vemos. -Me palmea la espalda con fuerza. -¿Has echado de menos a tu viejo?
-Claro. -Le devuelvo el gesto. -¿No crees que tus hombres llaman un poco la atención?
-Creo que no utilizar mi jet privado ha sido más que suficiente.
Detrás de nosotros sus hombres no paran de hablar por el micrófono que llevan en sus ropas, comunicándose con el resto. No tarda mucho en aparecer un coche negro con los cristales tintados seguido de otro del mismo aspecto. Uno de los hombres se adelanta y abre la puerta del asiento trasero, invitándonos a subir.
Dejo que Nikolai suba primero y después lo sigo. La puerta se cierra tras de mi y seguidamente veo como el mismo hombre sube en el asiento del copiloto. No hace falta que digamos nada, ellos saben a donde tienen que llevarnos, Nikolai mira a ambos lados barriendo el espacio pero sin prestar mucha atención a nada y se quita las gafas a la vez que desabrocha los primeros botones de su abrigo. Tiene un aspecto cansado aunque eso no le resta atractivo. Puedo ver el tono azul gélido de su mirada, la rectitud de su mandíbula, el espesor de sus cejas y la carnosidad de sus labios. Al igual que muchas mujeres hacen uso de su belleza para conseguir cosas, Nikolai también hace uso de sus atributos. He visto cientos de mujeres caer rendidas a sus pies, haciendo lo que sea que esos labios pidan. El es un maestro en este arte y yo un mero pupilo ávido de aprender.
-Bueno, coméntame que progresos ha hecho la arañita.
-Ninguno significativo, está metiéndose mas en problemas que haciendo progresos.
-Tu estás para supervisarla. -Acaba por deshacerse del abrigo para luego desaflojar la corbata de su traje. -Que te hicieras cargo de Rodrigo fue muy conveniente para ella, sigue así. Buen trabajo. -Su mirada se posa en mí, es dura y autoritaria, pero sé que no me está juzgando, me está reconociendo. -Planeo encontrarme pronto con ella, ya va siendo hora de que conozca al hombre que la ha contratado.
-Sí, creo que no termina de fiarse de ti. -Puntualizo. -Se muestra recelosa con el tema aunque es normal. No ha conseguido identificarte ni encontrar información sobre ti. Los chicos y yo nos hemos encargado de que no sea posible, hemos bloqueado todos sus intentos de búsqueda.
-¿Y su padre? -Pregunta mientras juguetea con los gemelos de su camisa.
-No ha pronunciado palabra sobre ti, al parecer.
-Muy propio de Gregory Montgomery. -Las palabras salen bruscas de su boca, reflejando la tensa relación que existe entre ambos. -Siempre dejando que las mujeres de su familia vivan en la ignorancia mientras el sigue contando billetes. -Se ríe por la nariz. -Aunque seguro que no está tan tranquilo como quiere aparentar.
-Si lo deseas podemos poner más hombres vigilándolo.
Niega con la cabeza mientras una sonrisa de superioridad se curva en sus labios.
-Por el momento todo está bien, dejemos que siga haciendo sus viajes de negocios mientras su hija se mete en las fauces del lobo. -Mira por la ventana, viendo que nos aproximamos hasta el bote privado que lo llevará hasta la mansión de Medina, una de las ciudades costeras próxima a Seattle donde residen las familias más ricas. -¿Estás seguro de que no quieres venir conmigo?
-Sí. Aquí puedo ser la sombra de Katherine más fácilmente.
-Eres muy meticuloso, Aiden. -Sacude la cabeza haciendo que mechones negros de su perfecto peinado escapen y queden sobre su frente, mientras sus dientes quedan a la vista en una sonrisa pequeña. -He criado un monstruo.
-Tu me enseñaste que hay que hacer los trabajos bien hasta el final.
-Tienes razón. -El coche se detiene y ambos echamos un vistazo al exterior, reconociendo el muelle. -Tengo pensado hacer una gala benéfica. Creo que será el sitio idóneo para conocernos la arañita y yo.
-Recuerda que ella no quiere que se sepa su identidad.
-Tranquilo, he pensado en ello.
Recuerdo el otro motivo por el que estoy aquí y rebusco en el interior de la chaqueta en busca del sobre que tengo que entregarle. Mis dedos rozan la superficie de este y lo extraigo.
-Aquí está lo que me pediste.
Lo toma entre sus manos y rasga con cuidado la parte superior del sobre, echando un vistazo en el interior. Esboza una sonrisa y asiente complacido.
-Perfecto. -Dice con voz sedosa. -Me pondré en contacto contigo cuando ultime los detalles de la gala, mientras tanto ya sabes que tienes total autonomía para hacer lo que creas necesario.
-Lo haré.
El hombre sentado en la parte del copiloto sale al exterior para abrir la puerta del lado de Nikolai. Al hacerlo la brisa y el olor del lago sacude mis sentidos. Compartimos una última mirada antes de que abandone el vehículo
-Una última cosa, Aiden. -Dice por encima del hombro. -No subestimes a la chica, comparte la sangre de su madre.
La puerta se cierra y al hacerlo, parece como si un gran peso hubiese sido liberado del lugar. Una señal clara de que su presencia es tangible, un ser en si misma.
Quedamos solo el conductor y yo en el interior, le indico la dirección de mi casa y abandonamos el muelle. No sin que antes vuelva a echarle un vistazo a la espalda de Nikolai y me pregunte que tan lejos estamos dispuestos a llegar.
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Estoy en el asiento del conductor, frente al club del asqueroso de O'Kelly, esperando pacientemente a que Katherine termine sus horarios de hoy. Por el momento su primera petición, la estoy cumpliendo. No he entrado al interior del local para verla bailar y no miento si digo que he tenido que controlarme más de lo que pensaba. Mis manos han recorrido su cuerpo, mis labios lo han besado y acariciado y ahora se me priva de ver ese cuerpo contonearse alrededor de una barra de striptease. Que irónica es Katherine Montgomery.
La pantalla del móvil indica que son casi las cinco de la madrugada, curiosamente no tengo sueño, me siento más despierto que nunca. Katherine no debe tardar mucho más en salir y el solo pensamiento de tenerla sentada al lado me inquieta. Juntarnos en el mismo espacio siempre supone un riesgo, no debemos mezclarnos, pero lo hacemos. Finalizar este trabajo es necesario, necesito escapar de esta ciudad y volver a mi sitio, a mi ambiente, donde nada me suscita tanto interés, donde los días son solo días.
Katherine no solo es una chica con un pesado deber sobre sus hombros, es una maldita diosa con lengua afilada a la que me encanta retar y eso es malo. Sumamente malo. La manera en que juego, a veces daña a las personas, las rompe. Mis mentiras, mi deber y toda la sangre que he derramado es algo que la horrorizaría y una parte de mí no quiere que lo haga. Me gustaría poder ser su amigo como ella me dijo, pero ni fingiendo podría serlo. Los amigos no se desean mutuamente, no se esconden tantos secretos y no se odian, o al menos no lo que conocemos como amistad en este mundo.
El sonido de la puerta al abrirse me saca de mis pensamientos y me indica que Katherine ha terminado.
-¿Qué tal la noche? -Pregunto mientras la veo depositar una bolsa de viaje en el asiento trasero. -¿Alguna incidencia?
Voltea su cuerpo quedando de cara a mi y por primera vez en todo el día, mis ojos hacen contacto con los suyos. Ese tono a medio camino entre el azul y el verde, podría aparecer en las obras mas caras de un museo. La combinación de su pelo negro cual bandada de cuervos y esos ojos capaces de hipnotizar a la mismísima Medusa, volverían loco al más cuerdo de los hombres.
-Si lo que realmente quieres saber es si O'Kelly ha intentado cobrarse su favor, la respuesta es no. -Dice tajante, aunque su voz no suena enfada ni nada por el estilo, solo cansada.
-Me alegra escuchar eso. -Le doy unos minutos para que se acomode en el asiento. -Te ves cansada, ¿No dormiste bien anoche?
-No he podido dormir bien. -Se pasa los dedos por el pelo y yo me dedico a observar como los mochones se enredan en ellos sin poder evitar pensar en como mis manos pasaron por ahí apenas dos noches atrás. -Todo el tema de Cassie me ha afectado, ha removido cosas qu..
Se detiene en mitad de la frase sin llegar a acabarla. Une las cejas, en un gesto de confusión. Sin que lo diga puedo saber que se está preguntando así misma porque iba a contarme a mi algo que tiene que ver tanto con ella.
-Entonces te llevaré rápido a tu casa para que puedas descansar.
-No. -Su voz suena estrangulada, agónica.
-¿No? -Pregunto confuso. -¿No quieres que te lleve a casa o... -La idea de lo que estoy a punto de decir hace que las comisuras de mi boca se eleven. -...no quieres descansar?
Suelta una bocanada profunda de aire que hace que parezca que acaba de desinflarse sobre el asiento del coche. La exaspero y eso me encanta.
-No quiero ir a casa.
-A ver si lo entiendo. Ayer estabas discutiendo conmigo porque no querías que viniera a cubrirte las espaldas y justo un día después cuando estoy más que dispuesto a ser profesional contigo y llevarte a tu queridísimo hogar. -Hago bastante énfasis en mis palabras. -me dices que no quieres que te lleve. Me confundes muchísimo.
-No estoy insinuando que quiera tu compañía, solo he dicho que no me lleves a casa. Las cafeterías no tardaran en abrir, puedes dejarme en cualquiera.
Es astuta, eso no puedo negárselo.
Coloco el pie encima del acelerador y toqueteo la palanca de cambios antes de empezar a conducir por las calles. De vez en cuando despego la vista de la carretera para echarle un rápido vistazo. No puedo ver su cara ya que ella está concentrada en ver como dejamos atrás los edificios y las luces. Sé que está intentando adivinar a donde la llevo.
Aunque la idea que ronda mi cabeza puede ser algo que en algún momento se vuelva en mi contra, creo que es necesario. Sino quiere dormir, al menos haremos algo de provecho. Ya que ella se esfuerza en que me quede en el coche, sin poder hacer gran cosa, lo menos que puedo hacer es enseñarle lo básico de defensa personal. Puede que me arrepienta más adelante pero ahora mismo la idea de verla intentar golpearme mientras está sudorosa, me pone más de lo que debería.
Por el rabillo del ojo veo como empieza a reconocer la zona, aunque intenta que su rostro siga impasible. Ella ignora que yo sé que me vigila en sus ratos libres.
-¿A dónde me llevas? -Pregunta genuinamente.
-He pensado en enseñarte algo.
Estamos llegando a la calle donde se encuentra mi casa y esta vez me niego a dejar mi bonito coche en la calle así que empiezo a rebuscar en el espacio entre los dos asientos donde está el botón que abre el garaje. Lo pulso y espero paciente a que la puerta se abra, descendiendo por una pequeña rampa hasta llegar al sitio. Las luces se encienden conforme el vehículo desciende, dejando la estancia iluminada, aunque no demasiado. Todo está vacío, solo hay lo necesario, lo típico que hay en este tipo de espacio. Apago el motor y nos quedamos en silencio.
Katherine mira hacia todas partes, curiosa.
Salgo del coche y me dirijo a abrir su puerta pero ella es rápida, así que sale antes de que pueda siquiera dármelas de caballero.
-¿Me has traído a tu casa?
-Sí. -Esbozo una sonrisa traviesa mientras espero a que sus ojos me revelen lo que piensa. -¿Te molesta?
La observo con atención. Todos estos largos meses observándola me han dado facultades suficientes como para detectar pequeñas cosas, aunque una de ellas la he descubierto hace poco. Cuando miente, te mira fijamente a los ojos, sin titubear. Mantiene la mirada fija el tiempo suficiente hasta que cree que has caído en su mentira, en su juego, es entonces cuando aparta la mirada y parpadea dos veces. Para cualquier otro sería algo que pasaría inadvertido, lástima que para mi no.
-En absoluto, te va a molestar más a ti no conseguir lo que sea que pretendes.
-¿Y si te digo que no pretendo nada? -Le doy la espalda mientras camino hacia el ascensor, asegurándome de que me sigue. -¿Y si te digo que vamos a sudar pero no de la forma en que tu crees?
Escucho como Katherine deja salir un gemido de protesta.
Pulso el botón del ascensor y cuando las puertas se abren, entramos uno al lado del otro. Las puertas se cierran y un silencio un tanto incómodo nos apresa. Intento no mirarla demasiado pero el querer saber que es lo que piensa, me puede. Echo un rápido vistazo y la veo morderse el labio. Se ha recogido el pelo en una coleta de la que escapan algunos mechones y deja a la vista la curva de su cuello. Aparto la mirada antes de que mis pensamientos se desvíen hacia otro terreno.
Un pitido indica que hemos llegado una planta más abajo. Me estoy arriesgando haciendo esto. Nadie aparte de Lev sabe de la existencia de este sitio. Voy a mostrarle más cosas que no son necesarias que sepa. Las puertas se abren revelando una estancia enorme que yo he convertido en mi gimnasio privado además de tener un pequeño espacio repleto de armas. Como esperaba lo primero en lo que sus ojos reparan es en la pequeña sala a la izquierda en cuyas paredes cuelgan una gran variedad de armas.
-¿Voy a sudar porque vamos a jugar a matarnos el uno al otro? -Pregunta alternando su mirada entre las armas y yo.
Rio por la nariz.
-Aunque la idea de verte sujetando un arma es algo que me encantaría ver. -Doy unos cuantos pasos al frente, dejando el ascensor atrás. -No pienso ponerte una en las manos y menos cuando sé cuanto me odias. Aprecio demasiado mi vida.
-¿Entonces me has traído para que vea tus juguetes?
No respondo, solo inclino la cabeza en dirección al otro lado de la sala. Máquinas y más máquinas destinadas al deporte se encuentran dispersas por el sitio a excepción de la zona central, donde hay una pequeña zona equipada para realizar boxeo.
Observo con atención como ella inspecciona la sala con la mirada, pasa los ojos por cada máquina y su boca hace muecas de disgusto en cada una de ellas.
-¿Has practicado algún deporte antes?
-Hacía tiro con arco cuando era pequeña, si eso cuenta. -Dice encogiendo los hombros.
Es interesante. Que haya practicado tiro con arco en la niñez puede que le ayude bastante en caso de tener que utilizar un arma de fuego en algún momento. Por el momento primero aprenderemos a caminar antes de correr.
-Bueno, te he traído para enseñarte algo de defensa personal. -Me planto frente a ella, bloqueando su visión. -Ya que te empeñas en estar sola todo el tiempo dentro del club, al menos te enseñaré nociones básicas para que puedas defenderte en caso de que sea necesario.
-Ya sé defenderme. -Una de sus tupidas cejas se alza en modo desafiante.
-¿Sí? -Replico. -Muéstramelo.
Conozco sus intenciones antes de que incluso mueva un músculo. La sonrisa traviesa que se ha dibujado en su rostro la ha delatado. Veo como echa ligeramente una de sus piernas hacia atrás, flexionando la rodilla y cogiendo impulso. Dejo que lo haga y cuando la dirige de nuevo hacia delante, al punto débil entre mis piernas, detengo con la mano su pierna a medio camino.
-Buen intento. -Mantengo bien sujeta su pierna, mirándola fijamente a los ojos. -Pero si quieres golpearme, tendrás que esforzarte más.
Aflojo mi agarre, dejando que ella se aleje.
-No puedo hacer esto con esta ropa. -Señala.
Mis ojos recorren su cuerpo y tiene razón. Lleva unos pantalones de color morado de látex y un top a juego que deja muy poco a la imaginación. Tenerla sudando con este conjunto sería un castigo divino para mi mismo.
-¿Llevas algo que sirva en tu bolsa? -Pregunto.
-Solo unos jeans y una sudadera.
Vuelvo sobre mis pasos hasta el espacio lleno de armas, rodeo la mesa que hay en el centro y me dirijo hasta un pequeño armario. Abro uno de los cajones y del interior saco unos pantalones negros de deporte y una camiseta sencilla del mismo color. Vuelvo hasta ella y se los tiendo.
-Supongo que te quedará enorme, pero creo que es mejor esto que hacerlo en ropa interior, ¿no?
-Date la vuelta. -Dice tajante.
Obedezco, aunque nada de lo que pueda enseñarme me asustaría en lo más mínimo. Supongo que el problema es que me gustaría demasiado hacer un barrido de su cuerpo con la mirada. La otra noche incluso con ese pijama ridículo e insulso, me había supuesto un esfuerzo terrible contenerme, mantener las manos alejadas de cada curva. Me pueden las mujeres y Katherine es la peor de todas. No he conocido mujer en estos veinticuatro años que me saque de quicio y me haga desearla tanto como ella.
Escucho como las prendas de ropa caen al suelo y las nuevas se deslizan por su cuerpo, me contengo de echar un rápido vistazo. Respetaré sus deseos, aunque no sea típico de mi.
-Estoy lista.
Volteo mi cuerpo en su dirección y como esperaba, mis pantalones rastrean varios centímetros por el suelo y mi camiseta le rozaría los muslos sino llevara pantalones. Me agacho, pillándola completamente por sorpresa, y mis manos trabajan concienzudamente en plegar los dobladillos de los pantalones hasta que sus pies diminutos con la pedicura perfecta asoman por fin. Me levanto de nuevo, quedando varias cabezas por encima de ella y mi cuerpo se regodea un poco al ver su cara de asombro.
-Vamos. -Le hago un gesto en dirección al cuadrilátero que ocupa gran parte del centro del gimnasio improvisado. -Es hora de enseñarte a dar unos buenos golpes.
-No es el mejor plan que se me ocurre a las seis de la madrugada de un lunes sinceramente. -Se queja mientras me sigue y entra al interior del cuadrilátero. -¿Sabes que tenemos clase en un par de horas?
-Ya estas tú para recordármelo.
Me coloco frente a ella, dejando que nos separen un par de metros.
-Lo que has intentado antes, podría servirte en ocasiones de muy corta distancia y en caso de que el agresor no lleve ningún arma. -Comienzo a decir. -En caso de que haya un poco más de distancia entre el agresor y tu, una opción sería dar un golpe seco con la palma de tu mano de manera horizontal en este punto. -Señalo el punto de mi garganta donde se encuentra la nuez. -Le producirás una sensación de falso ahogo.
Mientras hablo ella me mira con el ceño fruncido, pero asiente haciéndome ver que está atenta a lo que explico.
-Primero te lo voy a mostrar y luego repetiremos el proceso. -Me acerco a ella, separo las piernas y pongo las manos frente a mi, formando dos puños. -Actúa como si fuese una chica a la que vas a atacar.
Ella titubea al principio y finalmente acaba obedeciendo lo que le digo. Se acerca a mi poco convencida, entiendo que lo esté. La situación es un poco irreal e incluso cómica pero necesito hacer esto para que lo entienda. Se abalanza hacia mi y yo en unos rápidos movimientos inmovilizo su mano derecha y girando levemente el torso, acompaño a mi mano hasta quedar la palma de mi mano de forma horizontal sobre su nuez. Veo como sus ojos se expanden y por un momento me preocupa haber usado más fuerza de la que pretendía.
-Vale, ahora yo. -Traga saliva y se humedece los labios antes de colocarse en posición.
Me meto en el papel de atacante y me dirijo hasta ella sin darle mucho tiempo para reaccionar. Actúa con eficacia, replica mis movimientos apartando una de mis manos con fuerza y con la otra me planta un golpe suave pero seco en el punto débil de mi garganta. Cuando ve que ha ejecutado la maniobra bien una risa nerviosa escapa de entre sus labios y no puedo evitar que el comienzo de una carcajada reverbere en el interior de mi pecho.
-Bien hecho. -Doy unas cuantas palmadas en el aire. -Puedes hacer lo mismo, pero asentando un golpe en el estómago si lo prefieres. -Ella asiente sin abandonar por completo su posición defensiva. -Ahora vamos a probar otra cosa. Lo que acabamos de ver sirve en caso de que el agresor se encuentre de frente a ti pero... -Me coloco con rapidez detrás de ella, sorprendiéndola y colocando mis manos alrededor de su cuerpo desde detrás. -¿Qué pasa si el atacante viene por tu espalda?
Tengo que inclinar bastante mi cuerpo para que la postura no sea extraña y que mis brazos puedan rodearla. Ignoro el hecho de que mis brazos descansan sobre su pecho y me concentro en lo verdaderamente importante. Ella intenta forcejear contra mi agarre y su pequeño cuerpo se remueve bajo el peso de mis brazos, en vano. Rodeo sus muñecas, ejerciendo más fuerza que antes, para que consiga meterse en el papel por completo. Consigo inmovilizarla completamente y escucho su respiración cansada por el forcejeo.
-Primero, -Pego mis labios a su oído, susurrando en el. -No entres en pánico. Mantén la calma. Segundo, -Inclino mi torso, haciendo que el suyo se incline en consecuencia. -Posiciona el cuerpo de esta forma. Y acto seguido levanta el brazo izquierdo por encima de la cabeza, a la altura de los hombros. -Acompaño mis palabras de ágiles movimientos. Rodeo con los dedos su brazo izquierdo y lo coloco en la posición que le he dicho. -Intenta con el otro brazo asentar un golpe en el codo del agresor para que pierda estabilidad y con el izquierdo -Lo mantengo en la posición que he indicado antes y con mi ayuda le enseño el movimiento que debe hacer para que el hombro del atacante caiga.
-Lo pintas más fácil de lo que parece. -Gruñe.
-Sé buena alumna y presta atención a lo que te digo. -Murmuro, siendo consciente de las cosquillas que le hago con mi aliento. -Una vez hayas hecho esto coloca la pierna de esta forma. -Digo mientras con mi rodilla entreabro sus piernas y dejo que su pie derecho y descalzo quede frente a mi pierna izquierda. -Así podrás desequilibrarlo del todo además de ayudarte del codo. Ahora barre con tu pie derecho hacia atrás.
Sus movimientos son algo dudosos pero confío en que después de unas cuantas repeticiones no le suponga mucha dificultad ejecutarlo a la perfección.
-Y lo más importante es que todo esto lo hagas con movimientos rápidos y precisos, eso será lo que te de ventaja frente al agresor. -Añado. -Ahora vamos a repetirlo sin que te guie. Tú solita.
Mi mirada es desafiante, sé donde presionar para que de lo mejor de si misma. Se que tornas apretar para que reaccione como quiero. Esto que le estoy enseñando podría marcar una diferencia abismal. Sé que tiene miedo, que lo que le ha ocurrido con su amiga la ha inquietado más de lo que imaginaba en un principio y el tema de O'Kelly no ayuda precisamente a templar sus nervios. No le debo nada, no tengo porqué preocuparme en enseñarle nada de esto, pero una parte de mi se ha lanzado a la aventura sin pensarlo dos veces.
Me meto en el papel de atacante varias veces más, al principio sus movimientos son erráticos y cargados de vacilación. Al cabo de unos tres intentos más, sus movimientos se perfeccionan y comienza a realizarlos con mayor rapidez y precisión. Escapan suaves jadeos de su boca y los mechones que escapan de su coleta ahora se le pegan a la frente y al cuello a causa del sudor. Se me seca la boca solo con verla.
Mi pecho sube y baja contra su espalda, en busca de aire también. Me alejo de ella y saco la camiseta ahora sudorosa por mis hombros, secándome con ella parte del sudor que me cubre la frente y el torso. Ella se vuelve y veo como sus ojos descienden por cada pliegue que mis músculos forman en mi pecho y vientre. Veo el reflejo de la lascivia en sus ojos y me alegra no ser el único que se siente hambriento por el otro. Reprimo mis ganas de reírme de la situación y en su lugar me dirijo hasta un pequeño frigorífico donde mantengo siempre botellas de agua. Cojo dos y le tiendo una de ellas. Veo como se la pasa primero por el cuello para refrescarse antes de llevarla hasta sus labios. El movimiento me desconcentra y aparto la mirada de ella.
Acerco la botella a mis labios y doy un sorbo largo.
-¿Por qué tienes tantas armas? -Pregunta alejando la botella de ella.
-Me gustan las armas.
Sus labios se tuercen en una medio sonrisa que deja claro que no se cree mi respuesta.
-Lo estoy preguntando en serio, ¿Me explicas para que necesitas fusiles con francotirador? Tienes tantas armas en esas paredes que parece que estoy dentro de Call of Duty.
-A veces es mejor no saber tanto, Katherine. -Doy otro rápido sorbo de agua. -Hazme caso, porque tengo armas es algo que no debería preocuparte.
-¿Y si las utilizas contra mi? -Pregunta con gesto crítico en sus facciones. -No te conozco, no confío en ti.
-Tus palabras me duelen, Katherine. -Me llevo la mano al pecho, dejándola descansar sobre mi corazón mientras finjo estar ofendido. -Acabo de enseñarte a defenderte si te atacan por la espalda y tu me dices que no confías en mi. En fin... -Dejo escapar un suspiro exagerado y dramático. -Cría cuervos y te sacaran los ojos.
-Claro es que el hecho de que un chico tenga una zona de su casa destinada a guardar decenas de armas es algo digno de confianza. -Se encoge de hombros acompañando sus palabras.
-Lo es, al menos sabes que puedo convertir en un colador a cualquier persona, excepto a ti. A ti no te pega ser un colador. -La camiseta sudada descansa sobre mis hombros y camino de nuevo al pequeño armario para sacar una camiseta idéntica a la que lleva Katherine encima. -Cambiando de tema, mi padre ya está en el país.
-Me alegra oír eso. -Se apoya en la mesa que hay entre las dos paredes repletas de armas que tanto la han sorprendido y aunque me habla a mi, no me presta atención en lo más mínimo. -Eso quiere decir que pronto podremos hablar del pago. Cada día tengo más claro que no os voy a salir barata. Me está dando muchos quebraderos de cabeza todo el tema de tu padre.
-Tranquila, el dinero no será problema.
Deslizo la camiseta que he estado sujetando en las manos y aunque no la vea, sé que la he sacado de su trance. Ha dejado de ver las armas de las paredes para observarme a mi. Que halagador.
-¿Cuándo nos encontraremos?
-Aún no me ha dicho la fecha exacta. -Comienzo a moverme, rodeando la mesa, camino de nuevo al ascensor. No necesito decir nada pues ella me sigue sin preguntar. -Solo sé que será durante una gala benéfica.
-¿Una gala benéfica? -La idea no parece contentarla. -No puedo plantarme en una fiesta así, no mostrando mi rostro.
-Confía en mi padre, sabe lo que hace.
No parece muy convencida, pero guarda silencio mientras pulso el botón que abre las puertas del ascensor. Nos adentramos en el en cuanto las puertas muestran el interior y pulso el botón que nos llevará hasta la primera planta, dejando atrás mi pequeño lugar secreto y el garaje. No pasa más de un minuto antes de las puertas muestren la primera planta de la que ahora mismo es mi casa. Ella es la primera en poner un pie fuera y observa con atención cada detalle. Parece una niña que pisa por primera vez disneyland, aunque mi casa es más parecida al cuarto de juegos del famoso Christian Grey.
Las paredes no están sobrecargadas, solo hay algunos cuadros abstractos que cuelgan de algunas paredes. El sillón está tapizado en cuero negro y frente a este se halla una televisión y una chimenea que ahora mismo no habita ningún fuego. Eso hace que la casa se encuentre en este momento fría y sin vida. Al lado del salón se encuentra la cocina, totalmente amueblada y con una isla en la que lo único que descansa en este momento es una pila de papeles y facturas. Katherine pasea la vista de un lado a otro y se detiene justo en el sitio en el que sabía que lo haría: el terrario.
Me mira con una mezcla de curiosidad y sorpresa y no espera a que yo diga nada. Simplemente corre hasta el y se queda observando a la pareja de escorpiones que reside en el interior.
-No puedo creerlo. -Dice, con la voz cargada de asombro y me atrevería a decir que diversión. -Pensaba que era la única que tenía animales terroríficos como mascota.
Me pongo a su mismo nivel y observo como la pareja de escorpiones camina sobre el corcho que cubre todo el suelo. Deslizo la mirada del terrario a la cara de ella donde se haya una sonrisa de oreja a oreja. Su sonrisa produce una por mi parte.
-Sí, aunque estos dos de aquí no son tan amigables como tu tarántula. -Golpeo el cristal con el dedo haciendo que se inquieten dentro del terrario y se muevan frenéticamente. -He pensado que te gustaría tomar una ducha antes de ir a clase, aunque siempre puedes decirme que no quieres ir y pasamos de una mañana sumamente aburrida.
-Casi me convences. -Se incorpora de nuevo y se aleja unos pasos del cristal. -Tomaré esa ducha. Mi ropa está dentro de la bolsa, ¿me la traes?
-Arriba está mi dormitorio, hay un baño en el. Dejaré tu bolsa sobre la cama. -Empiezo a caminar para ir a por ella, no sin antes agregar: -Yo esperaré aquí, tranquila. No voy a espiarte mientras te duchas.
-Que tranquilizador.
Estoy de espaldas a ella, pero no me hace falta verla para saber que está rodando los ojos. Escucho como sube los escalones despacio, inspeccionando todo lo que sus ojos ven.
No tardo mucho en cargar con su bolsa y dejarla donde le he prometido. Bajo las escaleras de dos en dos y justo en ese momento escucho a alguien tocar al timbre. Me acerco hasta el dispositivo junto a la puerta que me muestra la imagen de Lev. Pulso el botón y abro la puerta esperando a que aparezca tras ella.
Meto las manos en los bolsillos del pantalón y veo como asoma su cabellera rubia a través de la puerta.
-Buenos días. -Su voz suena apagada. -Siento pasarme tan temprano por aquí.
-No te preocupes. -Digo dirigiéndome hasta el sofá, dejándome caer en el. -Estaba despierto.
-Vengo a traerte las fichas de los nuevos miembros.
Me tiende una carpeta negra cuyo aspecto me indica que contiene una cantidad considerable de papeleo. Odio el papeleo. Liderar a un grupo de personas como son los escorpiones me roba demasiado tiempo. Me gusta la parte divertida, realizar trabajos, entrenar, supervisar, todo eso puedo soportarlo, el tener que revisar papeleo hasta el punto de sentir que mis ojos están a punto de caerse, no es tan divertido. Pese a la existencia de especuladores que cuchichean que me he ganado mi autoridad por mis conexiones, cada día me esfuerzo por demostrar que lo que realmente ha hecho ganarme mi puesto son mis habilidades, la frialdad con la que aprieto el gatillo, la facilidad con la que las mentiras se deslizan en mi lengua y la brutalidad de mis golpes.
-Les echaré un vistazo esta noche. -Me pellizco el puente de la nariz, empezando a sentir el cansancio en los ojos. -¿Son muchos los puestos que han quedado vacantes?
Lev está apunto de responder, pero una figura pequeña de pelo negro en lo alto de la escalera lo distrae. Yo también enmudezco, pensando en que es lo que puede haber escuchado.
-Perdón, no quería interrumpir. -Cambia el peso de una pierna a otra, visiblemente incómoda. -Solo quería preguntarte donde guardas las toallas.
-Primer armario, segundo cajón. -Respondo intentando que mi voz suene tranquila.
-Encantado, soy Lev Romanov. -No sé que pretende este idiota. Lo veo como se acerca a las escaleras, subiendo unos cuantos peldaños y ofreciéndole la mano. -Soy el mejor amigo de Aiden.
La mirada de Katherine viaja hasta la mía y no sé por qué, pero parece buscar algún tipo de confirmación en mi. Asiento con la cabeza y veo como ella tiende su mano y estrecha la de el.
-Katherine. -Contesta.
-Espero que Aiden no esté siendo muy molesto contigo. -Añade, haciendo que mis nervios se crispen. -Soy consciente de lo agotador que resulta a veces.
Está tan confundida como yo.
-No te preocupes.
-Oye Lev, Katherine iba a ducharse, no la molestes, ¿Quieres?
Lev me fulmina con la mirada y yo no me quedo atrás. Nos miramos queriendo matarnos mutuamente y esta lucha de miradas debe de haber sido tan asfixiante que Katherine se marcha sin emitir ni una palabra más. Lev mira por encima de su hombro como Katherine desaparece y unos segundos después llega a mis oídos el sonido del agua de la ducha caer. Aún así me mantendré alerta, cuidaré mis palabras.
-¿A que ha venido eso? -Pregunto, bajando la voz.
-No me dijiste que la chica era tan atractiva.
-Porque no es algo relevante. -Cruzo mis piernas dejándolas descansar frente a la pequeña mesa de centro de enfrente. -¿Ya se te ha ido la tristeza, hermano?
Golpe bajo por mi parte.
-Eres un capullo. -Tensa sus hombros y endereza la espalda. -Una pregunta antes de irme, ¿Seguimos como estamos o Nikolai requiere algo de nosotros ahora que está aquí?
-Por ahora no ha comentado nada al respecto. Que los chicos se mantengan al margen, que entrenen y mejoren sus capacidades. Me pasaré en unos días para ver el progreso de los nuevos.
-Entendido. -Su expresión vuelve a ser seria, sin dejar espacio para bromas ni tonterías. -Eso era todo, nos vemos entonces en el hangar.
Asiento mientras veo como vuelve sobre sus pasos y desaparece del lugar sin hacer ruido. Abro la carpeta negra y empiezo a pasar hojas y hojas llenas de documentación, fotografías, análisis y chequeos médicos. No se cuanto tiempo transcurre mientras ojeo el contenido de la carpeta, solo sé que hace un buen rato que el agua dejó de correr arriba. Espero un poco más hasta que la impaciencia empieza a dominarme. Subo los escalones intentando que se oigan mis pisadas lo suficiente para alentarla en caso de que siga desnuda.
Termino de subir el último peldaño y me encuentro lo que menos espero encontrar y que sin darme cuenta puede que deseara desde hace tiempo. Desde meses atrás cuando empecé a observarla incluso.
Katherine está tendida en mi cama. Mi cama.
No sabía el efecto que esta escena podía tener en mi pero ahora lo sé. Tiene el pelo húmedo esparcido sobre las sábanas, coronándola como la diosa que es. Me acerco más a ella, sin hacer ruido para no despertarla. Desde esta distancia puedo ver las venas que atraviesan sus párpados y el espesor de sus pestañas que en este momento revolotean. Algo debe de estar inquietándola. Tienes los labios rosados y carnosos, entreabiertos dejando que escapen de ellos respiraciones pesadas y profundas. Acaricio con el pulgar su labio inferior y reprimo mis ganas de apresarlo con mis labios.
Observo la escena tanto tiempo que bien podrían haber pasado horas. Tal vez me mate por dejarla dormir a pesar de tener clase. No pienso molestar su sueño ahora que parece haber acudido a ella. Me mantengo alzado sobre ella, mirándola mientras que su cuerpo sube y baja al ritmo de sus respiraciones profundas. El sonido de ellas es lo único que suena en la habitación y consigue que olvide por un rato que ella es la araña y yo soy un escorpión que tendrá que marcharse cuando ella termine el trabajo.
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¡Hola a tod@s!
Gracias por leerme un día más, espero que el capítulo haya sido de vuestro agrado💖
Estaré encantada de leer vuestros comentarios 🔥
¡Nos vemos el DOMINGO!
Besos,
XX
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