CAPÍTULO 11
Words-Skylar Grey
Mi cabeza no para de girar, miles de pensamientos se agolpan en ella impidiéndome razonar. No sé como pienso salir de aquí, pero tengo que hacerlo. Un sudor frío empapa toda mi espalda fruto de los pensamientos terroríficos que me rondan la cabeza. A cuál de ellos más inquietante que el anterior.
Lo primero que tengo que hacer es dirigirme hasta el despacho de Roy y suplicar si hace falta para que me deje marchar. Esta vez no escaparé ni nada por el estilo, solo haría levantar más sospechas sobre mí. Soy consciente de que me la estoy jugando, aunque no puedo hacer nada más, es Cass y por ella haría mucho más.
Monto en el ascensor y golpeo uno de mis pies en el suelo, inquieta. Nada más abrirse las puertas de nuevo, salgo corriendo dirección al despacho. Golpeo mis nudillos ligeramente y a pesar de que tengo los nervios a flor de piel, espero pacientemente hasta que escucho la amortiguada voz de Roy al otro lado.
—Pasa.
Abro la puerta más rápido de lo que pretendía.
—Señor Roy. -Comienzo a decir sintiendo como me cuesta arrastrar cada palabra a través de mi garganta. —Tengo una urgencia que atender, necesito marcharme, por favor. -Veo como arquea una ceja en mi dirección como si no pudiera creerse lo que estoy diciendo. —No se lo pediría sino fuese urgente.
Por primera vez desde que lo conozco, mis palabras son sinceras. Cada una de ellas.
Me acerco con pasos lentos hasta el escritorio y sé que, aunque es peligroso, es mi mejor momento para hacer lo que he querido hacer desde que he llegado. Paso mis dedos, sin dejar de mirar directamente a sus ojos, por el filo del escritorio y veo que este sobresale hacia afuera. Es arriesgado, es posible que lo descubra pronto, pero igualmente coloco el pequeño micrófono que he llevado pacientemente en la mano desde que he decidido que tenía que volver a este despacho. No me separo pues no quiero que sospeche y aguardo pacientemente a que hable.
—Crystal, ¿Eres consciente de que en dos días que has venido los dos has acabado marchándote? -Hace girar su silla y se levanta de ella, caminando hasta mi. —Cada vez me demuestra más lo poco profesional que es.
—De verdad que no lo pediría sino fuese urgente, por favor.
A mi pesar mis palabras suenan suplicantes, jamás pensé que le suplicaría a un hombre como Roy. Me cabrea y me indigna a partes iguales.
—¿Cuál es la emergencia? -Pregunta.
Sopeso si decir la verdad sería lo más correcto y al final decido que en caso de que me pida una prueba de que digo la verdad, el mensaje de Cassie me respaldaría. Solo que el no tiene porqué saber cuál es mi relación con ella de verdad.
—Mi hermana pequeña está en una fiesta y me ha pedido que vaya a por ella. Creo que le ha pasado algo. -Intento poner la mirada más sincera y lastimera que sé. —De verdad que es muy importante para mí su seguridad, no se lo pediría sino fuese cierto.
—¿Cómo de importante es tu hermana para ti?
—Muchísimo.
—Entonces espero que me lo demuestres.
El estómago me da un vuelco dentro del cuerpo. Por un breve momento había olvidado que la naturaleza de Roy O'Kelly es completamente primitiva. Se mueve bajo sus deseos más bajos y una parte de mi había temido algo como esto desde el momento en el que entré en el despacho, solo que una pequeña parte de mí ha querido pensar que no es un ser tan ruín. Pobre ilusa.
—¡Oh! Pero claro está que no será ahora, querida. -Una sonrisa se estira en su cara y jamás había sentido tantas ganas de golpear a nadie en mi vida. —Tu hermana te espera. Ya saldaremos esta deuda en otro momento.
Acerca una mano callosa hasta mi mejilla y me da una suave palmadita en ella haciendo que la rabia contenida siga creciendo en mi interior. Algún día, le haría algo terrible a este ser, cada día lo tengo más claro. Aunque eso signifique romper un poco más mi moralidad.
—Muchas gracias. -Digo, haciendo acopio de toda la serenidad que consigo reunir. —Se lo agradezco enormemente.
—Claro que sí.
La mano que descansa en mi mejilla acaba cayendo lentamente de nuevo a su lugar original. Comienzo a apartarme, camino de nuevo a la puerta. El peso de la conversación empieza a caer encima de mi y empiezo a ser consciente de que en cierta parte, he hecho un pacto con el diablo. Solo rezaré para que el cobro de esta deuda llegue cuando yo haya dejado este sitio y mi trabajo con Nikolai se haya dado por finalizado.
Cierro la puerta tras de mi y salgo corriendo de nuevo hacia la puerta principal. Busco mi coche con la mirada y no he dado ni dos pasos cuando un coche que ya me es conocido se para justo delante de mí. La ventanilla del coche se baja y mis ojos se encuentran con el rostro perfectamente perfilado de Aiden.
—Sube.
Su voz suena autoritaria, no permite replica alguna. Me subo corriendo dentro del coche, sabiendo que es mi mejor opción. Ni siquiera sé cuál es la casa de Petra ni creo tener los nervios templados como para poder sujetar el volante. No me he dado cuenta de que mis manos tiemblan hasta este momento.
Noto la mirada fría de Aiden sobre mi y al mirarlo de vuelta, veo que todo el calor que hemos compartido hace apenas unos minutos, ese fuego incendiario que hemos desatado, se ha extinguido por completo. No sé por qué, pero una pequeña oleada de decepción me sacude.
—¿Estás bien? -Su mirada sigue escrutándome por completo e intento esconder mis manos temblorosas en mi regazo. —¿Qué ocurre?
—¿Sabes dónde vive Petra D'Angelo?
—En la zona de Queen Anne Hill. Me ha invitado a su fiesta, no está muy lejos en coche.
Me sorprendo, pero no por mucho tiempo. Aiden es un chico atractivo y rico, es obvio que Petra lo invitaría.
—Tenemos que ir hasta allí.
—Está bien. -Sus manos se aferran al volante y veo como su pie pisa el acelerador. —Explícame que ocurre.
La calle comienza a quedar atrás y me invade el alivio de saber que nos estamos moviendo lejos de aquí. Mi cuerpo se arremolina sobre el asiento tapizado.
—Algo le pasa a Cassie. -Confieso. —No sé el qué, pero me ha mandado un mensaje. No sonaba nada bien.
El pánico debe notarse en mi voz.
—Tranquila, iremos a por ella.
Pese a haberse extinguido el fuego que ardía en sus pupilas, sus palabras suenan suaves y tranquilizadoras. Esperaba otro tipo de comportamiento por su parte y me he equivocado rotundamente. Está siendo comprensivo y me atrevería a decir que amable.
Estoy demasiado nerviosa como para seguir hablando así que me limito a observar como las manos de Aiden se mueven con diligencia sobre el volante, como sus dedos se aferran a este haciendo que la piel de sus manos se estire y sus brazos se tensen. Echo un vistazo a la piel desnuda que deja ver su camisa y distingo una forma entre tantas líneas de tinta. El tatuaje se compone de tres flores, similares a las flores de loto, con un color rosa tan apagado que parece blanco. Alrededor de ellas hay lo que creo que son tres serpientes que se enredan entre las flores y los pétalos, asfixiándolas. Bonito y tétrico.
Descubro que me gusta mas de la cuenta el tatuaje y la piel que lo porta. Aparto la mirada y la centro en lo que pasa a gran velocidad por la ventana. Pasamos delante de varios carteles de neón, las aceras están llenas de gente que va de un lado a otro, las farolas iluminan las calles y se que nos encontramos en pleno centro.
—¿Has conseguido algo de O'Kelly? -Pregunta, rompiendo mi concentración en el exterior.
—No. -Admito. —Todo lo que he conseguido hasta ahora me lleva a callejones sin salida.
—Entonces supongo que mi padre hizo bien en contratarte.
Una casi sonrisa se extiende por su cara y mira por un breve momento hacia mí, apartando los ojos de la carretera. Aunque no por mucho tiempo.
—Sí, supongo que sí.
El silencio vuelve a invadir el espacio y puedo sentir que ambos tenemos la misma pregunta en la cabeza, ¿Ese beso ha significado algo? ¿En que punto nos deja?
Sacudo la cabeza, apartando esos pensamientos inútiles y me concentro en el exterior. Estamos ya al otro lado de la ciudad, en la zona más pija y exclusiva. Yo vivo en una zona adinerada, lo admito, pero aquí viven las personas que no se cortan lo más mínimo en alardear de su dinero. Podría vivir aquí sin problemas, pero nos gusta pasar más inadvertidos. Aquí compiten por tener la casa más grande y extravagante, como si de hombres midiendo sus penes se tratara.
Empezamos a dejar casa tras casa atrás, me sorprendo al ver que el no vacila ni un momento, sabe perfectamente a donde nos dirigimos. Definitivamente, es una caja de sorpresas.
—Ya casi estamos. -Indica.
No tarda en cumplirse, apenas cinco minutos después, estamos conduciendo a través de un camino flanqueado por vegetación cuyo final culmina en una gran plaza. Rodeamos una fuente, dejando el coche justo frente a la que parece la puerta principal. Me saco la peluca de cualquier forma y en ese momento me percato de que apenas llevo ropa puesta, al menos no una apropiada.
—Toma.
Sujeta frente a mi una americana negra que no dudo en ponerme. Esta me queda al menos tres tallas grande, pero agradezco sentirme cubierta por fin. Abrocho los botones y finalmente esta me queda a la altura de los muslos. Nos echamos un último vistazo el uno al otro antes de agarrar la manilla de la puerta para salir.
Un hombre empieza a acercase a nosotros mientras bajamos del coche.
—No hará falta, no tardaremos más de cinco minutos. -Le dice Aiden al hombre que supongo que es un aparca coches.
Caminamos el uno al lado del otro sin rozarnos. Entramos al interior y el calor invade mi cuerpo, aunque no es un calor asfixiante ni agobiante. Empiezo a pasar la mirada por encima de todos los presentes que se encuentran enfrascados en sus conversaciones. No consigo distinguir a Cass en ninguno de ellos así que empiezo a moverme por la sala. Aiden se mantiene siempre dos pasos por detrás de mí, buscando conmigo.
Ni rastro de Cass ni de Jules.
Descarto la pista de baile, no creo que Cassie esté en ella.
Subimos las escaleras donde hay algunas personas sentadas en los escalones, los vamos sorteando hasta llegar a la planta de arriba. Apenas hay gente, aunque todas las puertas se encuentran cerradas. Puedo imaginar el porqué. Ir abriendo una por una suena tentador, siempre estoy más que dispuesta a joder un poco a la gente pero hoy la preocupación por Cass es mayor. Saco el teléfono que hábilmente he guardado en la cinturilla de los pantalones o más bien del intento de ellos. Pulso rápidamente el nombre de Cass y la llamo, escuchando como los pitidos transcurren a través de la línea. Al cabo de quinto, la llamada se corta.
—No lo coge. -Informo a Aiden.
—Inténtalo de nuevo.
Marco de nuevo el número de Cass y aguardo al otro lado de la línea. Los pitidos transcurren sin éxito, pero Aiden empieza a caminar, dirección de uno de los pasillos. Lo sigo, manteniendo el teléfono pegado a mi oreja. Su rostro muestra concentración, tiene el ceño fruncido y su mandíbula está más tensa que de costumbre, dejándome ver lo recta y perfecta que puede llegar a ser. La llamada se vuelve a cortar.
—Vuelve a llamar.
No replico, solo obedezco. Aiden sigue mirando de un lado al otro y entonces comprendo lo que hace, está intentando captar algún sonido procedente de un teléfono. Empiezo a hacer lo mismo y escucho atentamente. Los segundos transcurren más lentos que de costumbre hasta que los dos nos miramos fijamente al escuchar el sonido de un teléfono. Aligeramos nuestro ritmo y pegamos nuestras cabezas a cada puerta que nos cruzamos hasta que de una de ellas surge directamente el sonido.
Abro la puerta, temiendo lo que haya detrás.
Mis ojos se ensanchan ante la escena. Hay sangre en el lavabo y Cass está tirada en el suelo, echa un ovillo. Mis piernas intentan fallarme, pero no les dejo. No es momento para venirme abajo. Me acerco hasta ella sin conseguir ver su rostro ya que el cabello lo cubre.
—Cass... -Me agacho al lado de ella y con miedo a su reacción, intento tocarle el hombro. —Soy yo, Katherine.
Si me escucha no parece reaccionar.
—¿Qué ha pasado? -Mis dedos están temblorosos. Los acerco hasta su rostro y con sutileza aparto el pelo de él.
Tiene los ojos abiertos y completamente rojos. Los míos descienden por su rostro, observando todos los daños. Sus mejillas están cubiertas de moretones incipientes que empiezan a adquirir un tono púrpura. El labio inferior está hinchado y partido, aunque la sangre ha sido limpiada. Eso explica el aspecto del lavabo.
—Cass...¿Qué te ha pasado? -Mi voz se rompe, aunque intento mantenerme fuerte, sin éxito.
Sus ojos siguen clavados al frente, sin reaccionar. Las lágrimas me pican en los ojos y al final se escapan, corriendo salvajemente por mis mejillas. Noto que una mano fuerte y cálida se apoya sobre mi hombro, dándome un ligero apretón.
–Tenemos que sacarla de aquí, por favor. -Digo, escuchando como se me escapan los sollozos.
Aiden se agacha junto a mi y sin demorarse ni un segundo más, pasa sus brazos por debajo de las rodillas y el cuello de Cass, alzándola del suelo. Parece intentar librarse de los brazos de Aiden pero este le susurra algo que no escucho. Sigo observándola, viendo como el vestido que vi hace apenas unas horas atrás, ahora cuelga ensanchado sobre sus hombros. Sus brazos cuelgan inertes y veo unas marcas de dedos alrededor de sus muñecas. Me sacude una punzada de dolor y aparto mi mirada, sintiendo como más lágrimas se deslizan por mis mejillas.
Salimos del baño, Aiden cargando a Cass y yo delante, intentando que las miradas curiosas no vean demasiado el cuerpo de Cass. Bajamos las escaleras y corremos hasta la puerta principal. El coche sigue donde lo dejamos y abro la puerta de la parte trasera para que el pueda deslizar el cuerpo de Cass al interior. Estoy apunto de deslizarme al lado de ella cuando escucho como alguien me llama por mi nombre.
—¡Katherine!
Su voz penetra en mi, haciendo que la furia sacuda mis venas. Me giro hasta Jules y lo primero que hago es soltarle una bofetada en el rostro.
—¿Dónde estabas? -Le doy un golpe con todas mis fuerzas en el pecho, haciendo que retroceda un par de pasos. —¡¿DÓNDE ESTABAS!? ¡Has dejado que le pase esto a Cass!
—¿Qué ha ocurrido?
—¡NI SIQUIERA LO SABES! -Le asiento otro golpe, esta vez en el brazo. —¡Era tu responsabilidad mantenerla segura! Puto drogadicto de mierda.
Sé que mis palabras le van a hacer daño pero no pienso sentir compasión por él, no cuando mi mejor amiga se encuentra en el asiento trasero del coche, golpeada y a saber que más.
–Yo le dije que me esperara en la pista pero ella...
—¿Te estás escuchando? -Mi voz suena tres veces más fuerte que de normal y veo que algunos curiosos están empezando a agruparse en la puerta principal. —¡NO ES UN OBJETO AL QUE DEJAS EN UN SITIO Y VUELVES A COGERLO CUANDO QUIERES!
—Y-Yo...lo siento, déjame que me disculpe con ella por favor.
—¿Tu crees que una disculpa le va a servir de algo?
—Al menos déjame que la vea, cuéntame que ha pasado.
—No te mereces ni eso Jules, aléjate de mi vista.
El da unos cuantos pasos dudosos en mi dirección, pero se detiene en cuanto ve mi mirada repleta de ira.
—Kath...por favor, solo déjame que la vea. -Suplica.
Me meto dentro del coche, en la parte trasera junto a Cass, que se encuentra tumbada echa un ovillo de nuevo. El cabello mojado se le pega a las mejillas e impide que pueda verle los ojos. Estoy apunto de cerrar la puerta cuando la mano de Jules se aferra a ella con fuerza, el impulso de querer cerrarla y hacerle daño cobra fuerza.
—¡Cass! -Grita, intentando que ella lo mire. —¡Lo siento!
Aiden aparece detrás de el y lo obliga a quitar la mano de la puerta con un solo movimiento. Noto que uno de los músculos de su mandíbula palpita y su mirada grisácea ruge en este momento. Jules lo mira intentando desafiarlo y al cabo de un minuto se da cuenta de que no tiene nada que hacer. De los dos, quien saldría perdiendo sería el. No hay que ser muy inteligente para saber que Aiden es peligroso y en una pelea no quiero ni imaginarlo, debe ser brutal.
—Katherine te ha dicho que te vayas.
Sus manos forman dos puños y al igual que yo me doy cuenta de ello, Jules también lo hace. No voy a mentir, una parte de mi quiere que Aiden le patee el culo y lo deje echo papilla en el suelo. Se lo merece.
Jules agacha un poco la cabeza y se marcha, pero no de nuevo a la fiesta. Lo observo mientras se aleja y cuando mis ojos ya no consiguen distinguirlo, centro mi atención de nuevo en Cass. Me acerco a ella lo suficiente como para depositar su cabeza sobre mi regazo y empiezo a retirarle los mechones húmedos del rostro, intentando no hacerle daño.
Aiden no dice nada y empieza a conducir.
—¿Quieres que te lleve a mi casa? -Pregunto, tan bajo que tan solo ella puede escucharme.
No abre la boca pero niega con la cabeza.
—¿Prefieres que te llevemos a casa?
Asiente.
Le indico la dirección de la casa a Aiden y este conduce en silencio. Todos permanecemos en silencio dentro del coche. El silencio nos oprime las gargantas a cada uno. Ver a Cass en ese suelo frío echa un ovillo sin emitir palabra alguna, ha abierto fisuras en mi corazón. La sangre de Cass en el lavabo ha despertado en mi el recuerdo de otra escena llena de sangre. El corazón se me encoge dentro del pecho.
Mis dedos no dejan de acariciar la melena de Cass, sabiendo que este gesto no podrá borrar nada. No sé que ha pasado, pero puedo hacerme una idea. Una idea horrible. Entre el movimiento de mis dedos y este silencio asfixiante, empezamos a recorrer la calle de su casa. Nos detenemos enfrente de esta y Aiden no tarda en abandonar su asiento y abrir la puerta trasera para sacarla del coche. En todo momento sus brazos actúan con delicadeza, una delicadeza que pensaba que no podía aplicarse a él. Salgo del coche y vuelvo a adelantarme para abrir la puerta. Esta está cerrada con llave pero se perfectamente donde esconden la llave de repuesto. Levanto una de las piedras que rodean a una planta y pegada a ella se encuentra la llave. La arranco y la meto dentro de la cerradura, haciéndola girar.
Mantengo la puerta abierta con el brazo para que el pueda entrar y luego con un gesto de mi cabeza le indico donde está el dormitorio. Subimos en silencio, escuchando solo el crujido de los escalones de madera bajo nuestro peso.
Enciendo la luz del dormitorio y el deposita a Cass con cuidado sobre ella.
—Esperaré fuera. -Dice volviéndose hacia mí. —Si necesitas cualquier cosa...
No hace falta que termine la frase porque ambos sabemos lo que quiere decir. Solo me dedico a asentir y a escuchar como la puerta se cierra detrás de mi. Con pasos dudosos me acerco hasta la cama, donde Cass se encuentra recostada de lado, con ambas manos debajo del rostro, formando una almohada.
—Me quedaré esta noche contigo.
Ella niega con la cabeza.
—Cass, no pienso dejarte sola.
—Por favor. -Dice por primera vez desde que la encontramos.
Me arrodillo al lado de ella y le acaricio el costado con la mano.
—No creo que sea buena idea que te quedes sola.
—No soporto la presencia de nadie a mi alrededor. -Confiesa, con una voz tan fría y carente de emoción que un escalofrío recorre todo mi cuerpo. –Quiero estar sola.
La observo a los ojos aunque estos no me observan a mi. Están concentrados en algún punto en concreto de la habitación. Pienso en lo que me pide, entiendo esa necesidad de soledad que quiere pero no me siento bien dejándola sola. Se me ocurren cientos de locuras que puede llegar a hacer una persona desesperada. Tengo miedo.
—Al menos déjame que te ayude a cambiarte.
Sacude la cabeza.
—Quiero hacerlo sola. -Su voz sigue sonando fría como un témpano.
—Está bien. -Me acerco hasta el que se que es el cajón donde guarda sus pijamas y le tiendo uno al cabo de unos segundos. —Estaré fuera por si necesitas algo, voy a traerte un vaso de agua también.
Me retiro de la habitación dejándola a solas para que se cambie. Entiendo su actitud, solo ella sabe el infierno que ha vivido, yo solo puedo ver las consecuencias físicas de ello. No me atrevo a formular la pregunta que me ronda por la cabeza desde el momento en el que la vi. Supongo que lo mejor será esperar a que ella quiera hablar, si es que quiere en algún momento. Entendería que no quisiera, yo no querría.
—¿Cómo está? -Pregunta Aiden en cuanto la puerta se cierra.
—Ausente.
Bajamos las escaleras juntos, sintiendo el roce de nuestros hombros.
—Entiendo. -Y de verdad que sus palabras me hacen sentir como si lo entendiera de verdad. —Lo mejor es no presionarla.
—Lo sé.
Entramos a la cocina y en una de las repisas busco un vaso que luego lleno de agua. Decido buscar algo más, algo que pueda llevarse a la boca, aunque supongo que no tendrá apetito. Aun así, sigo buscando hasta que encuentro sus galletas de chocolate favoritas y pongo varias encima sobre un plato. Quiero pensar que en algún momento se alimentará, sino vendré yo misma a meterle la comida en la boca si hace falta.
—¿Crees que... -Empiezo a decir —la han...
No consigo terminar la pregunta, las palabras parecen ceniza en mi boca.
—Es probable.
Ya lo sabía, pero el puñetazo duele igual.
Salimos de la cocina, pero el no me sigue, se queda en el rellano que hay junto a las escaleras. Me está dando espacio para que esté con mi mejor amiga. Abrir de nuevo la puerta del dormitorio me aterra, enfrentarme a los ojos rojos y vacíos de Cass, me aterra. La idea de haber perdido a mi amiga, me produce escalofríos.
Al entrar veo que Cass está erguida en la cama, con los pies apenas rozando el suelo. Se ha colocado el pijama blanco de algodón que le había tendido y su pelo parece más seco que antes. No hay suciedad en su piel, solo las marcas de los golpes. Dejo el vaso de agua y las galletas en la mesita de noche.
—He pensado que podrías tener hambre.
Ella no dice nada. Me coloco delante de ella y suavemente con mis manos la obligo a recostarse de nuevo. Las sábanas siguen revueltas en la orilla de la cama, justo como las vi cuando estuve aquí en la tarde. Las sujeto y las estiro para luego taparla con ellas hasta el cuello. Por fin sus ojos parecen reflejar algo.
—¿Estás segura de que quieres que me vaya?
—Sí. -Se remueve bajo las sábanas, intentando coger calor. —Necesito estar sola, de verdad.
Reclino mi cuerpo y deposito un suave beso en su frente, con miedo de que su reacción no sea buena. Ella cierra los ojos y lo acepta. Verla así, tan frágil y rota, me parte el corazón.
—Vendré mañana a verte, llámame si necesitas cualquier cosa. -Me paso las manos por el pelo, nerviosa. —Da igual la hora que sea, vendré corriendo.
—Está bien.
Asiento y camino con pasos lentos hasta la puerta. No creo que sea buena idea marcharme, pero tampoco quiero hacerla sentir peor con mi presencia si lo que quiere es estar sola. Rodeo el pomo de la puerta con los dedos y la abro con lentitud.
—Kath.
Me volteo, pensando que ha cambiado de idea.
–¿Si?
—No le digas nada a nadie. -Sus ojos me miran directamente, duros y atormentados.
—Pero tus padres...
—No me han violado Kath, solo lo han intentado. No quiero preocuparlos por eso.
—Cass, haya sido un intento o no, tus padres tienen que saberlo. Es grave.
–Por favor Kath, no quiero estropearles el viaje.
Me quedo inmóvil mientras lo pienso. Al final asiento, entendiendo que llevarle la contraria ahora mismo no sería lo más sensato por mi parte. Si ella no quiere contarlo, no puedo hacer nada. Traicionar su confianza es algo que no haré, así que guardaré el secreto, tanto como ella quiera.
—Aiden tampoco hablará del tema, tranquila. -Señalizo, por si la idea rondaba su mente.
—Bien.
Vuelve a esconderse entre las mantas y entiendo que la conversación ha acabado. Cierro la puerta y bajo las escaleras, encontrando a Aiden en el mismo sitio donde lo dejé. Nos miramos y parece que no hacen falta palabras entre nosotros para saber lo que queremos decir. La noche ha sido una mezcla de emociones demasiado intensa para digerirla sin más.
—Venga, te llevo a casa.
Es un gesto breve ya que aparta la mano en cuestión de segundos, pero por un pequeño instante la mano de Aiden se posa en lo bajo de mi espalda invitándome a salir fuera. El sonido de nuestros pasos es el único sonido que llena la calle, completamente solitaria y fría. Me hundo más en el interior de la chaqueta aspirando el olor de Aiden, menta y sándalo. Aspiro e inhalo dejando que su olor invada mis fosas nasales. Embriagándome.
Nos metemos en el interior del coche y apoyo la cabeza contra el frío del cristal, dejando que Aiden conduzca y que mis pensamientos divaguen de uno a otro. No puedo ni imaginarme que es lo que debe estar sintiendo en este momento Cass. Si yo cuando trabajo en el club y dejo que me posen las manos en la pierna, siento asco, Cass debe sentir algo mucho peor. En este instante, odio a Jules con toda mi alma. Sino fuera por él, esto no habría pasado. Para empezar, Cass no habría ido a esa fiesta. Entiendo que esto podía pasar en cualquier otra, pero Jules la invitó como su pareja esta noche, lo mínimo que podía hacer era preocuparse un poco por ella, cosa que no parece haber hecho. O al menos no cuando debía.
Veo como las farolas y las casas pasan a toda velocidad a través de la ventana. El cielo está completamente despejado de estrellas o simplemente la contaminación lumínica de Seattle me impide verlas. No tardamos mucho en acercamos al camino que lleva a mi casa. Aunque ya lo sabía, sigue sorprendiéndome que Aiden sepa donde vivo. Supongo que yo no soy la única que investiga a la gente con la que trabaja.
Pasan varios minutos hasta que deslumbramos la puerta principal, todas las luces del interior están apagadas, cosa que no me extraña ya que según escuché antes de irme, mi padre se marcharía unos días fuera por negocios, San Diego creo que escuché.
En el exterior tampoco es que haya mucha iluminación. Apenas algunos farolillos por aquí y por allá. Sé que las cámaras del exterior están grabando el coche y todo lo que esté ocurriendo, pero tampoco me preocupa en exceso.
—Muchas gracias por traerme. -Digo mientras mis manos buscan como desatarse el cinturón.
—No tienes que dármelas. -Su voz suena distinta a otras ocasiones y me doy cuenta de que esta situación, aunque no tanto como a mi, también ha tenido que serle desagradable. —¿Quieres que hablemos de lo que ha pasado esta noche?
—¿El qué de todo? -Pregunto, consiguiendo liberarme del cinturón.
Hago el amago de quitarme la chaqueta para devolvérsela, pero el detiene mi mano con la suya y con un gesto de su cabeza me indica que me la deje puesta. Agradezco el gesto.
—Aunque lo de Cass es importante, me refiero a lo que nos atañe a nosotros dos.
—Ah, eso... -Aunque quiero hacerlo, no bajo la mirada. No quiero que piense que me tiene bajo su control o que lo que ha pasado significa más de lo que ha sido. Solo han sido puros besos desenfrenados, solo eso. —¿Qué crees que tenemos que hablar?
—Nada en realidad, creo que ambos estamos de acuerdo en que solo ha sido un calentón, ¿verdad? -Una sonrisa con una pizca de malicia tira de las comisuras de su boca aunque no le llega a los ojos. —Digamos que esta noche ha sido una excepción.
—Si, una excepción. -Le sigo manteniendo la mirada, pero no sonrío. Realmente nada de esto me parece divertido. Le odio y he dejado que me toque con sus manos, no sé como sentirme al respecto. Tal vez un tanto decepcionada conmigo misma y mi autocontrol ¿Lo habría hecho diferente ahora que lo sé?
No.
Volvería a hacerlo y eso me preocupa mucho más.
—Es lo mejor, créeme.
—No hace falta que me convenzas, yo también tengo mis reglas.
Una risa grave y profunda escapa de su garganta y mis piernas parecen volverse de gelatina porque tiemblan con el mero hecho de escucharla.
—Así que tienes reglas... -Una de sus manos se posa en el respaldo de mi asiento y siento que hay una mayor cercanía entre nuestros cuerpos. Me pongo nerviosa. —Déjame adivinar, ¿no te acuestas con clientes?
No hace falta que responda porque el ya lo sabe.
—Pues casi rompes esa regla, pelirroja.
—Oye, ya en serio, deja de llamarme pelirroja. Es molesto.
—Y por eso me encanta hacerlo.
Suelto un suspiro exasperado y entonces mi mano viaja hasta la puerta para abrirla. Aiden no me detiene, claro que no. El también sale fuera y me acompaña en cada paso que doy hasta la puerta principal. No sé porque, pero un pensamiento, un mal pensamiento me ronda la cabeza y más cuanto más cerca siento su presencia.
—Bueno, ya me he cerciorado de que has llegado a salvo, creo que por hoy he cumplido el cupo de amigo.
Mis cejas se alzan en su dirección, incrédula de que la palabra "amigo" haya salido de sus labios.
—¿Amigo? -Parpadeo.
—Supongo que me he emocionado demasiado, tu y yo jamás podremos ser amigos. -Reconoce.
—¿Por qué?
En cuanto la pregunta sale de mis labios, ya me arrepiento.
—No puedo ser tu amigo.
—Vaya, yo que te iba a pedir que durmieses esta noche conmigo para espantar mis pesadillas. -Bromeo.
Aunque no es tan broma como me gustaría. Una parte de mi ha considerado la idea de invitarlo a pasar. Aunque esté mal, aunque vaya en contra de mis reglas. Solo sería una noche. Una parte de mi no quiere estar sola después de todas las emociones del día.
—¿En serio? -Ahora es el quien alza las cejas en mi dirección, sin creerse lo que acabo de decir.
—¿Y si dijera que si?
—Te diría que es una mala idea. -Da unos pasos hacia mí y ahora tengo que alzar un poco el mentón para mirarlo a los ojos. —Pero una mala idea muy buena.
—Solo dormir.
De perdidos al río. No quiero estar sola, no esta noche. Demasiadas cosas se han visto removidas en mi interior, recuerdos que pensaba que estaban casi borrados. Solo quiero que alguien me abrace mientras me quedo dormida, solo eso. Mañana saldrá el sol y todo lo que hemos compartido hoy, quedará en un error. Seguiremos como siempre, odiándonos y obligados a aguantarnos hasta que el trabajo acabe.
—No puedo solo dormir si te tengo en la misma cama, Katherine.
—Inténtalo.
Abro la puerta y entro al interior de espaldas, sin apartar mi mirada de la de Aiden, el cual parece tener una lucha interna. La oscuridad de la casa me engulle y sigo esperando paciente a que el decida si se queda o se marcha. Por mi parte no volvería a pedírselo, no tiene problemas de audición como para verme en el deber de repetir las cosas dos veces. O lo toma, o lo deja. No hay más.
Sin abandonar la mirada el uno del otro, veo como empieza a acercarse al interior, cerrando la puerta a su paso. A oscuras sigo caminando de espaldas y siento el primer escalón de la escalera detrás de mi. Los subo con cuidado y una sonrisa desafiante se ha dibujado en mi rostro, aunque el no pueda verla.
Seguimos así, a oscuras, jugando a este juego hasta que llegamos a mi dormitorio.
—Estás jugando con fuego, Katherine. Te he ofrecido técnicamente una tregua y tu me sales con esto. —No puedo verlo con claridad pero una parte de mi sabe que está sacudiendo la cabeza, divertido. —No libres batallas que no puedes ganar, pelirroja.
—Soy la Araña, Aiden. No te tengo miedo.
—Pues deberías.
Tal vez tenga razón, aun así a veces las cosas cuanto más peligrosas y malas suenan, más gustan. Así funciona el ser humano, el único ser vivo capaz de tropezar con la misma piedra dos veces.
Abro la puerta de la habitación y nos deslizamos al interior. Enciendo la luz de la mesita que aporta algo de luminosidad al cuarto, pero no demasiada.
—Puedes saludar a Poppy mientras me pongo el pijama. -Digo.
—¿Poppy?
Antes de rebuscar en el armario algún pijama medio decente, señalo con la cabeza en dirección al terrario. Veo como camina hasta el, sorprendido y curioso. Por fin encuentro un pijama de dos piezas de satén negro y me encierro en el baño contiguo, dejándolo solo en la habitación.
Me miro unos minutos en el espejo antes de cambiarme, intentando reconocer a esta Kath tan valiente y provocadora. Siempre he sido una persona lanzada y extrovertida mas no me considero imprudente. A excepción de hoy, claro está.
Me despojo de la ropa que traigo y me coloco el pijama, sintiendo el satén sobre la piel. Se siente bien el roce de la tela en contacto con la piel. Hago un intento por alisarme el pelo con los dedos y me refresco un poco el cuello con agua tibia. Es irresponsable por mi parte no quitarme el maquillaje, pero ni en sueños lo haría teniendo a Aiden en el cuarto. Al salir del baño, lo encuentro con Poppy en las manos, bastante cercanos los dos. Maldita tarántula traidora. Ha sucumbido a los encantos de Aiden Volkov.
—Parece que os lleváis bien. -Señalo.
—Se me dan bien los animales. -Con más delicadeza de la que creía posible en el, deposita al animal de vuelta a su terrario para luego hacerme un análisis profundo de arriba abajo. —Me ofende el conjunto que has elegido para nuestra primera noche juntos.
—Sólo vamos a dormir.
—Claro.
Una vez más esa sonrisa cargada de malicia vuelve a aparecer en su rostro. Aprovecho para meterme debajo de las mantas de la cama, dejando un hueco a mi lado. Iba completamente en serio con el tema de solo dormir. Solo quiero no sentirme tan sola en esta casa, solo una noche.
El capta la indirecta y veo como se deshace de la camisa, desabrochando con precisión cada botón. Me quedo más tiempo de la cuenta observando la gracilidad con la que ejecuta sus movimientos. Cuando cada botón ha sido desabrochado, se saca la camisa por los hombros y me quedo embelesada como si nunca hubiese visto su torso desnudo antes. Madre mía, me están invadiendo de nuevo unos pensamientos cargados de lascivia. No puedo evitarlo, veo un trocito de su piel y mi cuerpo estalla en llamas. Soy básica como el mecanismo de un chupete en lo que respecta a él.
El siguiente de sus movimientos hace que se me escape un grito. Se ha bajado los pantalones y se ha deshecho de ellos en cuestión de segundos.
—¿Qué haces? -Mi voz suena estrangulada.
—Encima de que me obligas a solo dormir, ¿también quieres que lo haga incómodo?
Tiene sentido aunque no hace que sea más fácil. Intento que mi mirada no baje hasta esa zona en concreto, fracaso. Lleva unos boxers negros ajustados que me dejan muy claro que lo que vi hace unas noches no había sido fruto de mi imaginación. Ahí abajo se esconde algo bastante interesante. Aunque la última vez no me fijé, ahora veo que hay mas trazos de tinta en sus piernas, solo que con esta iluminación no puedo distinguir las formas.
—¿Has terminado?
—¿Qué?
—Me siento ahora mismo como un caramelito en frente de un niño pequeño.
No respondo, en su lugar me doy la vuelta, quedando de cara a la pared. Una carcajada llena la habitación y luego siento el peso de su cuerpo hundir el colchón. Alarga el brazo y se tapa con las mantas, no sin antes acomodar la parte de las mías también. Que considerado por su parte.
Siento el calor de su cuerpo golpear contra mi espalda y la sensación es agradable. Llevo mucho tiempo sin compartir la cama con nadie, o al menos para mí parece haber pasado mucho tiempo. He pasado noches puntuales con otros chicos pero el acto de dormir con alguien es algo que solo he hecho con Dash, y ahora parece que también con Aiden. Pensar en Dash en este momento, me incomoda. No hay nada entre nosotros ¿Por qué ahora siento que le debo algo? No es así, claro que no. Soy estúpida por siquiera pensarlo.
Me doy la vuelta y me encuentro con los labios y los ojos de Aiden que justo me miran. Me sobresalto, pero no lo suficiente como para que se percate.
—Sigo opinando que esto es mala idea.
Siento su aliento mentolado golpearme las mejillas y mi corazón en este momento no para de hacer triples mortales en el interior de mi caja torácica.
—Piensa que solo somos dos amigos compartiendo cama.
—No somos amigos. -Señala.
—Bueno pues imagínate esa parte también.
En ese momento apaga la luz de la mesita de noche y nos sumimos por completo en la oscuridad. Pasan varios minutos en los que el único sonido es el de nuestras respiraciones. La suya totalmente calmada, la mía acelerada con cada segundo que pasa. Empiezo a pensar que tal vez no ha sido tan buena idea después de todo, aunque eso ya lo sabía.
—Pareces nerviosa.
—Son imaginaciones tuyas.
—Yo sé como quitarte los nervios. -Noto la diversión que le produce lo que dice.
—No vamos a...
Antes de que acabe la frase los labios de Aiden acarician muy suavemente los míos, dejando a un lado todo ese instinto animal de nuestros anteriores besos. Este se siente dulce, pausado. Tardo en reaccionar, pero finalmente le respondo al beso. Deslizo mis labios sobre los suyos en respuesta y poso una de mis manos en torno a su cuello, acariciando esa piel sensible cubierta de líneas de tinta. Sus manos agarran mis caderas atrayéndome más, haciendo que mi cuerpo sienta con mayor intensidad el calor que irradia de el. Un pequeño jadeo escapa de mis labios.
Como si un relámpago me sacudiera el cuerpo, reacciono y coloco una mano en su pecho, separando nuestros labios.
—Dormir, ¿recuerdas?
—Era un beso de despedida. -Me vuelve a dar un casto beso en los labios. —Ahora estoy listo para imaginar que somos amigos.
—Bien.
Somos unos amigos un tanto especiales después de todo. Nuestras piernas están entrelazas entre si y mi cabeza descansa sobre su pecho mientras sus dedos acarician mi pelo. Siento que los brazos de Morfeo vienen a por mi y me cuesta cada vez más mantener los ojos abiertos. También siento una calidez extraña en el sitio donde se supone que está mi corazón, no lo entiendo, pero me reconforta.
—No me puedo creer que esté durmiendo con una tía en la misma cama y no esté desnuda. -Dice, aunque su voz también suena cansada, parece que el sueño viene a por los dos.
—Entonces, conviérteme en tu excepción, Aiden.
No decimos nada más, nos quedamos dormidos así: con las piernas entrelazadas, mi cabeza descansando sobre el y el constante movimiento de sus dedos sobre mi pelo negro.
¡Hola a tod@s!
Espero que hayáis disfrutado el capítulo, estos dos se están empezando a poner INTENSOS.
Como siempre os recuerdo seguirme en mis redes sociales para que estéis al tanto de todo.
Mil gracias por el crecimiento que poco a poco tiene la historia, os adoro💖
¡Nos vemos el DOMINGO!
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