CAPÍTULO 10

⚠️WARNING: Este capítulo tiene contenido delicado que puede dañar la sensibilidad de algunas personas.⚠️

Forever -Labrinth

Narrado por Cassie

Desde el momento en el que Kath se marcha, no puedo dejar de caminar dando círculos por toda la habitación. Si estuviera aquí me golpearía en la cabeza para que dejara de hacer el ridículo. Los nervios se adueñan de mi con cada segundo que corre en el reloj.

Recuerdo con todo lujo de detalles el primer día que mis ojos hicieron contacto visual con Jules. Justo acababa de aparcar mi coche cuando el y Petra pasaron por mi lado, me quedé como una tonta mirando como rodeaba con el brazo a esa chica. La había envidiado desde el primer minuto. Los dos tenían pintada una sonrisa en el rostro y compartían un aire íntimo, como una burbuja en la que nadie podía penetrar. Yo siempre he añorado tener ese tipo de burbuja.

Al principio fue un flechazo puramente físico, pero luego el sentimiento se avivó. Teníamos algunas asignaturas juntos y el destino quiso que el decidiera que el asiento junto a mi era de su agrado. Poco a poco fuimos compartiendo pequeñas conversaciones, nada demasiado profundo, todo bastante superficial. Un lápiz, una nota quejándonos de lo pesada que era la clase o simplemente alguna risita por lo bajo. No sé en que momento se convirtió en la clase de amistad donde sois como hermanos. El problema es que yo nunca lo he mirado con ojos fraternales. Ese es el maldito problema.

Él debió darse cuenta de como mi sonrisa desaparecía cuando mencionaba el nombre de Petra o como mis manos formaban pequeños puños cuando se besaban para despedirse frente a mi. Si lo supo, nunca dijo nada.

Ahora, después de más de un año desde que su relación con Petra acabó, veo una pequeña esperanza. Hoy gastaré mi último cartucho y si el no me mira como algo más que una amiga, lo aceptaré. Me alejaré para lamerme las heridas y volveré a ser la amiga de siempre.

Escucho el claxon del coche de Jules desde mi habitación y en ese momento mi corazón da un blinco y empiezo a sentir como se acelera mi respiración. Las cosas van a comenzar ahora mismo. Agarro el bolso que he dejado preparado a orillas de la cama y salgo de la habitación apagando la luz. Bajo las escaleras sin demasiada prisa porque enfrentarme a esta noche me aterra. Son miles las cosas que pueden salir mal y pocas las que pueden salir bien. Ir a una fiesta en casa de Petra me parece un suicidio emocional ahora mismo.

Salgo al exterior y el aire frío me recorre la espalda desnuda, evito hacer contacto con Jules, el cual se que me está mirando a través de la ventanilla del coche. Me aseguro de cerrar con llave la puerta y empiezo a caminar hasta el coche, concentrada en poner un pie delante del otro y no morir en el intento. Cuando el coche está frente a mí, obtengo el valor para mirarlo y la sonrisa que me dedica me desarma por completo. Katherine no puede ver lo mismo que yo, ella solo ve un chico guapo, mujeriego y con problemas de drogas. Yo veo a alguien amable, risueño y tan guapo que a veces me costaba creer que fuese real. En estos tres años de amistad, ha sido un gran amigo.

Abro la puerta del lado del copiloto y dejo que mi cuerpo se deslice al interior.

-Hola, preciosa. -Dice Jules con una sonrisa amable. -¿Me has esperado mucho?

-En absoluto, justo acabo de terminar. -Miento.

La verdad es que llevaba casi una hora frente al espejo observándome como una tonta buscando cualquier cosa que estuviese fuera de lugar. Todo para impresionarlo.

-¿Estás preparada para pasártelo de miedo?

Posa una mano sobre mi rodilla desnuda mientras que la otra sigue agarrando el volante. El gesto me toma completamente desprevenida y reprimo el respingo que he estado a punto de dar sobre el asiento. Miro en su dirección, intentando poner una sonrisa que no refleje lo nerviosa que estoy.

-Sí, aunque me preocupa no conocer a nadie. -Admito.

-No te preocupes Cass, me tienes contigo. -Aprieta un poco más su mano sobre mi rodilla, en un gesto cálido. -Además, siendo como eres, no tardarás en hacer algunas amigas.

Normalmente eso sería cierto, pero hoy no creo tener mis habilidades sociales conectadas. Dudo que mis neuronas lo estén siquiera. Solo puedo pensar en la mano que descansa sobre mi rodilla y que lanza ráfagas de fuego líquido por mis venas.

Lo observo un poco mejor, ahora que veo que sus ojos están totalmente enfocados en la carretera. Lleva el pelo rubio apagado recogido en una especie de moño como siempre y bajo sus ojos puedo ver unos pequeños surcos de un tono más oscuro. Parece cansado. Lleva una camisa blanca cuyos primeros botones están desabrochados y unos vaqueros negros algo rasgados. Le queda de escándalo, la camisa se ajusta perfectamente a cada musculo bien trabajado de su cuerpo. Me fijo en que lleva la barba perfectamente recortada y me detengo más de la cuenta observando su mandíbula afilada y el espesor de sus pestañas.

-¿Qué? -Pregunta dirigiendo rápidamente la mirada hacia mí. -¿Te parece raro verme sin una camiseta medio raída y los pantalones de deporte?

-No, no es eso. -Siento que mis mejillas arden. -Estás muy guapo, siempre lo estás.

Tal vez debería sentir más vergüenza de la que siento ahora mismo, pero debo ser más directa si quiero conseguir algo. Si quiero que el me vea.

-Tu también estás muy guapa siempre.

Nos quedamos en silencio y me quedo mirando como conduce, como sus brazos se tensan agarrando el volante o como tamborea los dedos sobre este. Hay una pregunta que me ronda por la cabeza desde el momento en el que me pidió que lo acompañara a esta fiesta y sé que sino la formulo ahora, luego no habrá ocasión. Me muerdo el labio, pensando como preguntarle o más bien, armándome de valor para hacerlo y que no suene extraño. Giro mi cara hacia el y lo miro, aunque el no lo haga.

-Jules. -Lo llamo. Tarda apenas unos segundos en reaccionar a mi llamada y sus ojos me miran rápidamente, para luego volverlos de nuevo a la carretera. -¿Porqué me pediste que te acompañara a esta fiesta?

Descanso mis manos en mi regazo, esperando pacientemente su respuesta.

-¿No querías venir?

-No lo digo por eso. -Digo, intentando que no se note que no es esa la respuesta que espero. -Solo quiero saber porque yo y no otra.

-¿Los amigos no salen juntos de fiesta?

Quiero pensar que no lo dice para dañarme, pero una parte de el tiene que haberse percatado de mis sentimientos hacia el. No puede no haberse dado cuenta aún.

-Supongo que sí.

No volvemos a hablar en lo que queda de trayecto, que no es mucho. La casa de Petra se encuentra en una zona apartada de la ciudad, la más pija de las zonas pijas. Está compuesta de unas cuantas casas, o mejor dicho, mansiones que ocupan metros y metros de terreno. Son espectaculares, siendo sincera. Antes de llegar a la de Petra, pasamos por delante de las grandes verjas de hierro de varias, pero la casa de Petra es la más bonita de todas. En la entrada encontramos dos puertas de forja blanca que en este momento se encuentran abiertas, invitando a que la gente pase. El recorrido desde la puerta principal hasta la casa es de varios minutos en coche a través de un pequeño camino rodeado de vegetación que no sabría clasificar. Al cabo de unos minutos nos encontramos rodeando una fuente y quedamos junto a la que debe ser la puerta principal de la casa. Un hombre espera fuera y no me hace falta ser muy lista para saber que es un aparca coches.

Habría dejado que mi mandíbula rozara el suelo pero no quería que todo el mundo notase lo muy fuera de mi elemento que me encuentro. Jules me lanza una sonrisa que interpreto como una invitación para que salgamos del coche. Agarro mi bolso, desabrocho el cinturón de seguridad y salgo al exterior. Veo como Jules le tiende las llaves del coche y el hombre desaparece para llevar a cabo su tarea.

Dos segundos después, una de las manos de Jules se posa en mi cadera, estrechándome un poco contra el e invitándome a que camine. El acto se siente muy íntimo y unas mariposas revolotean dentro de mi estómago. Unas mariposas muy muy felices.

Cuando entramos al interior de la casa, el aire es cálido, pero no demasiado cargado. Echo un vistazo con detenimiento y veo que aunque el sitio sea lujoso y las personas vayan vestidas acorde, no deja de ser una fiesta universitaria. Hay gente por todas partes, tanto en la primera planta como en la segunda. Todo el mundo sujeta copas de cristal en vez de vasos de plástico, lo que me hace ver que la cosa es un poco más lujosa, más Petra D'Angelo. Aunque dudo que toda esta gente vaya a emborracharse solo con champán. Dejo que Jules me siga conduciendo a través del enorme recibidor que a pesar de estar lleno de personas y mesas para las copas, sigue siendo espectacular. Ver esta casa como es en su día a día debe de ser una locura. Los techos son altos y de ellos cuelga una gran lámpara de araña cuyas lágrimas de cristal cuelgan imponentes sobre nuestras cabezas.

Por el rabillo del ojo puedo ver que al otro lado del recibidor, lo que supongo que será un gran salón, se ha convertido en una pista de baile digna de cualquier discoteca. Creo que incluso veo luces de discoteca. Me siento muy fuera de lugar, pequeña incluso.

-Vamos, te voy a presentar a unos amigos. -Dice Jules, cerca de mi oreja para que pueda escucharlo a pesar de la música.

Su mano abandona mis caderas pero se aloja en mi mano, agarrándola con fuerza y haciéndome sentir su calidez. Creo que mi corazón está a punto de explotar. Tal vez esté magnificando demasiado las cosas porque quiero creer que sus gestos van más allá de la amistad. Sujetando mi mano con fuerza me lleva a través de las personas que conversan animadamente entorno a las mesas hasta que damos con dos chicos extremadamente parecidos.

-Ya era hora, Jules. -Dice uno de ellos, alzando la copa en nuestra dirección. -Ya pensaba que la pequeña rubita te había comido.

Supongo que la pequeña rubita soy yo.

-Tampoco me importaría que me comieran si se parece a ella. -Dice el otro.

Me quedo mirándolos a ambos con cara de pocos amigos. No sé, estoy aquí presente y hablan de mi como sino estuviera. Los rasgos de ambos son demasiado parecidos como para ser una mera casualidad. Tienen el pelo de un color castaño, similar al chocolate, y unos ojos del mismo color. La nariz es pequeña y por ella veo salpicadas algunas pecas. Si soy sincera, tienen un aspecto super aniñado que invita a abrazarlos. Claro que, los niños tenían una lengua afilada.

-Estoy aquí eh. -Digo alzando el mentón. -La rubita tiene nombre y es Cassie.

-No la molestéis. -Dice Jules a mi lado. -No conoce a nadie y pensé en presentarles a alguien, había olvidado lo antipáticos que sois con la gente que no pertenece a vuestra burbuja de mellizos.

-No tenemos ninguna burbuja de mellizos.

-¿En serio?

Observo como Jules y los dos chicos, que ahora gracias a Jules sé que son mellizos, siguen discutiendo. El hecho de que sean mellizos explica bastante el parecido entre ellos, son casi idénticos si obviamos el hecho de uno de ellos parece más dulce y el otro me pone los pelos de punta ¿Dije que tenían los ojos de color chocolate? Bueno, pues uno de ellos, el de aspecto intimidante, tiene un ojo de color azul cielo y una sonrisa que al verla me hace recordar a un tiburón apunto de comerse al papá de Nemo.

-Yo soy Blake. -Me tiende la mano el mellizo de aspecto amable. -Encantado.

El gesto me toma por sorpresa ya que había desconectado de la conversación para examinarlos más detenidamente. Espero que no se haya notado demasiado.

-Cassie.

Tiendo mi mano también y me la estrecha con fuerza mientras una risita divertida escapa de sus labios.

-Sí, lo has dicho hace un momento. -Ladea la cabeza en dirección al hermano con aspecto peligroso. -El es Connor, es poco hablador. Lo siento.

Lanzo un rápido vistazo en dirección a Connor que en este momento me mira fijamente desde el borde de la copa que se está llevando a los labios. La palabra miedo no describe bien lo que siento cuando esos ojos me miran.

-Voy a por algo de beber. -Dice Jules. -¿Quieres algo en especial?

-Lo mismo que bebas tu.

Jules se marcha en cuanto termino de hablar y me deja sola con sus amigos. Cambio el peso de una de mis piernas a la otra, un tanto incómoda con la situación.

-¿Eres rubia natural? -Pregunta Blake.

-Sí. -La pregunta hace que ponga una mueca extraña. -Por favor, dime que no eres ningún tipo obsesionado con las rubias naturales.

-No, tranquila, era para romper esta tensión asfixiante.

Tengo que reconocer que el comentario me hace gracia, cada vez se nota más que Blake es el mellizo adorable y risueño. Connor sigue centrado en su copa que debe de hablar o algo por el estilo porque no entiendo como una persona puede mirar tan fijamente una copa de champán. Vuelvo mi atención a Blake.

-¿De que conocéis a Jules? No me suena haberos visto antes.

-Nos conocemos desde la guardería. Su madre y la nuestra son amigas desde el instituto. -Se encoge un poco de hombros. -Ya sabes, las típicas amigas que hasta planean cuando quedarse embarazadas para que sus hijos sean amigos.

-¿En serio?

-Totalmente.

Jules aparece en ese momento, tendiéndome una copa con champán. La agarro y le sonrío como agradecimiento.

-¿De que habláis?

-Nada, le contaba a Cassie que nos conocemos desde la guardería, nada importante.

-Nunca nos has hablado de ellos a Kath y a mí, ya pensábamos que éramos tus únicas amigas.

-¿Katherine Montgomery? -Pregunta Connor, hablando por segunda vez en toda la noche.

-Sí. -Respondo un poco extrañada. -¿La conoces?

-Me gusta saber el nombre de las chicas más guapas de la ciudad.

Esa sonrisa de dientes perfectamente blancos y que inquietaría a mas de cualquiera, se vuelve a extender en su rostro. Decido en este preciso instante que Connor es otro de los gilipollas que he tenido el placer o la desgracia de conocer. En los escasos diez minutos desde que lo conozco solo ha abierto la boca para hacer una puntualización sobre mi físico o el de Katherine. Todo un nearthental.

-Espero que no tengas ninguna esperanza con Kath. -Dice Jules con tono divertido. -Conozco a esa chica y aunque pienses que te la estás ligando, es ella quien liga contigo. Los hombres no significamos nada para ella, hazme caso. Olvídate.

-Exacto, no tienes ninguna posibilidad con ella, así que como si quieres olvidarte de su nombre.

Sonrío, en parte para fastidiar a Connor y en parte porque escuchar a Jules hablar así de nuestra amiga me ha llenado un poquito el corazón. Katherine es una mujer, con cada letra que compone la palabra. No deja que nadie se sobrepase con ella ni con los que quiere, es la mejor amiga que podría tener. Es una loba que defiende a los suyos con uñas y dientes, incluso a Jules, aunque muchas veces lo odie por estar tan metido en sus mierdas, pero yo se que lo aprecia. En el fondo, en ese pequeño sitio que nos tiene reservado a todos nosotros.

Nunca ha querido contarme que es todo lo que oculta, si es un pasado tormentoso, un amor no correspondido o simplemente una mala relación con su entorno en general, pero sé que a pesar de todo, ella nos quiere y siempre podré contar con ella.

-Parece una chica interesante. -Puntualiza Blake. -Nunca nos has hablado de ella, Jules.

-¿Por qué tendría que hablar de ella? Es solo una amiga.

-De Cassie si nos hablaste.

Noto que un músculo en la mandíbula de Jules comienza a tensarse y no entiendo muy bien que es lo que está sucediendo. Dejo la copa que hasta el momento había estado sujetando y la dejo encima de una de las muchas mesas altas que están repartidas por la estancia.

-Vamos a bailar. -Entrelazo mis dedos con los de Jules y siento que el no se esperaba el gesto para nada, yo tampoco. -No hemos venido aquí solo para hablar cosas aburridas.

El no opone resistencia y deja que lo arrastre hasta la estancia continua, la que parece una pista de baile sacada directamente de una discoteca. Jules sale por fin del estupor y se coloca delante de mí, utilizando su cuerpo como escudo para abrirnos paso. Nos decidimos por una zona algo apartada del centro de la pista, donde la gente se mueve de forma frenética. Nos soltamos las manos, pero permanecemos próximo el uno del otro. Bailamos igual que siempre, nada fuera de lo normal, cerca pero sin rozarnos. Hasta que alguien al que no consigo ver, me golpea sin querer y me lanza de cabeza al pecho de Jules.

No voy a mentir, le doy las gracias a esa persona mentalmente.

Mi cara se estrella contra su pecho amplio y duro y me quedo más segundos de lo necesario disfrutando de la sensación. Sus manos me rodean los hombros y me aparta de el para mirarme a los ojos.

-¿Estás bien? -Las luces de la pista hacen que los ojos de Jules se vean de un tono dorado, casi como si tuviese virutas de oro en el iris. -¿Te has hecho daño?

-Estoy perfectamente.

Sonrío y debo de verme como una estúpida. Una estúpida muy feliz.

Las manos de Jules bajan por mis hombros hasta mis muñecas y se detiene justo ahí. El tacto de las yemas de sus dedos sobre mi piel es suave, placentero. No sé que es lo que me arma de valor pero dejo que mi rostro vuelva a su pecho y me quedo ahí, quieta, esperando que el reaccione apartándome de el. No lo hace. La música cambia a una de un ritmo muy lento y Jules solo se balancea ligeramente de un lado al otro, llevándome con el. Sus dedos empiezan a trazar círculos sobre la piel fina de mis muñecas, impidiendo que mi cabeza pueda pensar. Tampoco quiero hacerlo. Este momento significa más que cualquier cosa, esto parece un paso hacia algo. Algo que no sé que es y que puede que solo yo me muestre emocionada por ello.

-¿Por qué yo? -Digo, sintiendo que las palabras rebotan contra su pecho.

-¿Y por qué no tu? -La cabeza de Jules se encuentra gacha, de forma que sus labios queden más cerca de mi.

Pensé que el no me escucharía con todo este ruido.

Me cuesta abandonar la comodidad de su pecho pero la necesidad de mirarlo a los ojos y saber que es lo que pasa por ellos, me vence. Me separo, dejando que mis manos descansen en el sitio donde había estado mi rostro y lo miro fijamente. No sabría decir que es lo que sus ojos proyectan, solo sé que parecen arden con un fuego abrasador. Sus manos se posan a ambos lados de mi cintura y se tensan, atrayéndome más a él.

-Jules... -Las palabras se me quedan atoradas en la garganta, pero sé que es ahora o nunca, tengo que ser directa. Si debo darme de bruces contra el suelo prefiero que sea ya. -Lo sabes, ¿Verdad?

-¿El que? -Una de sus cejas se arquea e inmediatamente una sonrisa arrogante se dibuja en sus labios. -¿Qué te gusto?

Mis manos, que en ese momento descansan sobre su pecho, se contraen con fuerza formando dos puños. Una parte de mi siente alivio, pero otra está furiosa porque siempre lo ha sabido y le ha dado igual.

-¿Si lo sabías por qué no dijiste nada?

-Porque pensé que con el tiempo desaparecería.

Las palabras son como una flecha directa a mi corazón.

-Entiendo. -Mi voz suena entrecortada y lo que parecen ser el principio de unas lágrimas escuecen en mis ojos. -No te gusto. No pasa nada, lo entiendo. Solo quería dejar todo esto zanjado.

-No he dicho que no me gustes.

Sus manos me acunan las mejillas y sus pulgares me las acarician haciendo que sienta aún más ganas de llorar.

-¿Entonces?

Mi mano viaja hasta una de las suyas y la dejo ahí, sintiendo su calidez. Mis ojos buscan en los suyos una respuesta, una afirmación, algo. No encuentran nada. Los pensamientos que en este momento crucen los pensamientos de Jules, son un misterio. Parece apunto de decir algo hasta que mira por encima de mi y le cambia toda la expresión. Atrás queda ese Jules cariñoso. Aparta la mano de mi mejilla y la deja caer otra vez al lado de su cuerpo.

-Vuelvo en un segundo.

No me da tiempo siquiera a responder pues ya ha desaparecido. Una parte de mi ya sabe el motivo. Petra. Tiene que ser por ella. En toda la noche no la hemos visto y Jules se ha mostrado muy atento, cariñoso, encantador incluso. En cuanto Petra ha aparecido en su visión todo eso ha desaparecido de un plumazo. No puede haber otra explicación. Yo existía mientras que Petra no estuviera cerca, en cuanto aparece, mi existencia pasar a ser irrelevante.

Espero durante un rato pero Jules no vuelve. Me siento estúpida en mitad de la pista sola, así que recorro el mismo camino de antes hasta llegar a donde se encuentra Blake. Ni rastro del mellizo diabólico.

-¿Qué tal la pista? -Pregunta con una de sus manos apoyadas bajo el mentón.

-¿Has visto a Jules?

-¿Te recuerdo que habéis sido vosotros dos los que os habéis marchado? -Se posa una mano encima del corazón. -Me habéis dejado solo con Connor, mi corazón duele.

-Es tu hermano.

-¿Y? No siempre compartir la misma sangre significa que nos llevemos bien.

-¿Y Connor? -Miro alrededor, buscando esa mirada bicolor. -No parece estar contigo.

-¿Quién sabe? Tal vez haya encontrado un sitio donde enterrar su polla.

-Que asco.

-Soy sincero.

-Ser sincero no es igual a ser grosero. La gente como tú se respalda en la sinceridad para ser desagradable

-No descargues tu más que notable enfado conmigo, no me gustan las escenitas.

-Lo que tú digas.

No sé que coño les ha picado a todos. Primero son amables, luego muestran indiferencia hacia mi o directamente me tratan como si fuese basura. Cada vez tengo más ganas de irme de aquí y eso que no llevo ni una hora en este sitio. Me doy la vuelta dejando solo a Blake. Si quiere ser desagradable, que lo sea con las copas de champán.

Paso los ojos por todas las cabezas de la estancia, pero ninguna tiene el pelo de un tono castaño con el pelo recogido. Sigo un par de minutos más, deambulando sin tener ni idea de hacia donde. En la planta superior hay más gente así que decido subir las escaleras de mármol blanco, dignas de ser de la mansión de Petra.

Una vez en la planta superior veo miles de puertas cerradas además de muchas personas desperdigadas por todas partes. Personalmente, no haría una fiesta como esta nunca. Tener tanta gente deambulando por mi casa con total acceso a todo me volvería loca. Echo un vistazo a la gente más próxima a la barandilla junto a la escalera, nadie es Jules.

El rellano junto a la escalera es bastante amplio y da a tres pasillos. Me decanto por el que está a mi derecha pero todas las puertas están cerradas y la verdad es que todos sabemos lo que significa una puerta cerrada durante una fiesta. Lo que menos me apetece es ser una aguafiestas y estropearle el polvo a alguien, aunque ese alguien pueda ser Jules. Mi mente no descarta que esté en alguna de estas habitaciones, entregándose por completo a Petra y a todo el deseo contenido por ella. No digo que Jules no haya estado con otras después de ella pero imagino que ya que ella parece ser su talón de Aquiles, tenerla de nuevo entre sus brazos sería para el como inyectarse éxtasis en las venas.

Cambio de rumbo, esta vez por el pasillo que queda justo frente al pie de las escaleras. En este hay una puerta al fondo que parece estar entreabierta, a su vez este pasillo sigue hacia la derecha. Empiezo a pensar que esta casa es un laberinto. Me acerco hasta el final, deteniéndome en la puerta entreabierta. La música sigue sonando con fuerza, parece que justo nos encontramos encima de ella.

Echo un rápido vistazo por la rendija de la puerta, pero no veo nada. La habitación está apenas iluminada por una luz que supongo que proviene de una mesita de noche. La luz es anaranjada, cálida. Estoy apunto de volverme para seguir buscando a Jules cuando veo el reflejo de un espejo. Reconocería esa melena negra y perfectamente alisada en cualquier lugar. Me he pasado muchos años envidiándola, queriendo ocupar su lugar.

Petra está de espaldas al espejo, besándose con alguien que no consigo ver. Siendo honesta, no me hace falta ser muy lista para saber de quien se trata. Suma dos mas dos y la respuesta es Jules. Que rápido se ha olvidado de que estoy aquí.

Mi corazón parece estrujarse dentro de mi pecho.

Me alejo de la puerta dando unos pasos vacilantes hacia atrás pero no llego muy lejos. Mi cuerpo choca contra otro, duro e impasible. No se mueve ni dos centímetros.

-Lo siento. -Digo, girándome hacia la persona. Una lágrima se me escapa y cae por mi mejilla.

-¿Por qué lloras, muñequita?

Puede parecer una pregunta amable pero no lo es en absoluto. Noto su voz cargada de segundas intenciones y lascivia. Intento poner espacio entre nosotros pero por cada dos pasos que doy, el se acerca tres. Más lágrimas me caen por las mejillas, ya no por mi corazón, ahora un poco más roto que hace unas horas sino también por el pánico que está empezando a crecer en mi interior.

El hombre ante mi debe tener un par de años más que yo, es alto y muy corpulento, su cuerpo era casi como tres míos. Eso explica que no se haya movido ni un centímetro cuando hemos chocado. Sus ojos son totalmente negros aunque con la oscuridad que reina en el pasillo no puedo asegurarlo. Echo un vistazo por detrás de su espalda, esperando que haya alguien cerca al que recurrir, algo que me sirva de excusa para irme corriendo de aquí.

-No es nada. -Sonrío para parecer amable. -Tengo que irme, si me disculpas...

Intento rodearlo para marcharme, pero me agarra del hombro arrastrándome con el hacia la derecha. Rumbo al final del pasillo, donde nadie podría verme. El pánico sigue creciendo. Intento deshacerme de su agarre en vano, su mano se siente dura como el hormigón.

-Mi novio me está esperando. -Miento.

-No creo que a tu novio le importes demasiado cuando estás llorando sola en un pasillo.

Puede parecer raro pero sus palabras me golpean como si fueran un puñetazo en el estómago.

-Suéltame. -Pido.

-Déjame que te quite la tristeza, muñequita.

-No me llames así. -Consigo darle un empujón y escapar.

Corro a través del oscuro pasillo pero antes de que doble la esquina para recorrer el último tramo hasta las escaleras, sus brazos me vuelven a atrapar, rodeándome el cuerpo con uno y con el otro tapándome la boca. Intento grita y patalear en el aire pero la música que parece surgir justo debajo de nosotros, amortigua cualquier sonido que salga de mi. Apresa mi cuerpo contra la pared, aplastándome para que no pueda escapar. Escucho que con la mano que le ha quedado libre, abre una puerta muy seguro de lo que hace, como si no fuese la primera vez.

En ese momento creo que la sangre abandona mi rostro. Le muerdo la mano en un intento de que me deje en paz o poder gritar con todas mis fuerzas. No parece dolerle. Me agarra otra vez con el brazo y me levanta, haciendo que mis pies apenas rocen el suelo. Me mete dentro y me lanza contra una cama. Golpeo mi cara contra el colchón mientras escucho como echa el pestillo de la puerta.

Me recompongo lo más rápido que puedo y salgo corriendo hasta ella pero el me atrapa antes de que consiga acercarme lo suficiente. Grito, grito con todas mis fuerzas esperando que alguien me escuche.

-No creo que haya nadie cerca.

No hace falta que lo diga, soy muy consciente de que la música oculta mis gritos y que en el pasillo no hay ni rastro de nadie. Aún así lo sigo intentando, grito una y otra vez mientras el me observaba divertido. Hasta que se cansa de mis patéticos intentos. Se acerca lentamente a la cama y yo salto de ella dirigiéndome hasta una esquina, no sé que pretendo conseguir con ello. Su cuerpo gira rápidamente y empieza a caminar hasta donde me encuentro, hasta que me apresa contra la pared.

-Por favor, no hagas esto. -Digo suplicante.

-¿Por qué? Lo vas a pasar bien, créeme.

Sus brazos se extienden a ambos lados de mi cara, formando una jaula de hierro de la que no puedo escapar. Sus labios me rozan la mejilla y siento un nudo en el estómago muy distinto al que siento cuando Jules está cerca de mi. Siento asco, repulsión. Sus labios siguen descendiendo hasta mi clavícula para más tarde enterrarse en mi cuello. Siento el roce de sus labios y el asco que siento no deja de aumentar. Intento con todas mis fuerzas alejarme de el pero sus brazos son firmes como vigas de hierro.

Opto por gritar, tan fuerte que mi garganta arde.

Esto debe de empezar a cansarle porque me propina un golpe en la cara que hace que esta se vuelva por completo. El labio inferior empieza a escocerme y por el sabor que serpentea por mi lengua, debe de haberme reventado el labio.

-Para. -Las lágrimas acuden a mi de nuevo. -Por favor, no lo hagas. Déjame irme, por favor. No le diré nada a nadie.

-¿Crees que eso me preocupa? ¿Desde cuando la gente os hace caso?

Otra oleada de pánico me sacude. Tiene razón, siempre es más fácil juzgar a la victima que intentar ayudarla.

Sus manos se entierran en mi cabellera y me arrastra de nuevo hasta la cama, lanzándome sin ningún tipo de cuidado. Mi labio sigue escociendo, aunque no es nada con todo lo que puede pasarme esta noche. Intento levantarme, pero su cuerpo desciende encima del mío, apretándome contra el colchón. Intento propinarle una patada en una zona en específico que queda solo en eso, un intento. Vuelvo a soltar otro grito y esta vez el golpe no tarda mucho en llegar, otra bofetada me sacude la cara y lágrimas calientes descienden por mis mejillas.

Los labios de este siguen enfuscados en mi cuello y yo no paro de derramar lágrimas. Nunca podré olvidarme de la sensación de sus labios contra mi cuello. Una de sus manos me agarra las mías por encima de la cabeza mientras sus piernas apresan las mías con fuerza, de forma que apenas puedo moverme. Aun así, me remuevo bajo el intentando soltarme. En algún momento escucho que se ríe y sigue descendiendo con sus asquerosos besos desde mi cuello hasta el comienzo de mis pechos. Vuelvo a revolverme debajo de el, sabiendo lo que se avecina. Suelta una de sus manos y me baja parte del vestido, dando este de si y mostrando parte de mis pechos, apenas cubiertos por el sujetador. Ahora que solo una de sus manos me apresa las mías, agarro toda mi fuerza y consigo liberar una de ellas. Intento arañarle la cara para que se quite de encima pero no sirve de nada. Su respuesta vuelve a ser una bofetada haciendo que sienta aún más el sabor metálico de mi sangre en la lengua. Su mano presiona mi cara contra el colchón, haciendo que me duela aún más.

-Por favor... -Digo, pero solo yo lo escucho.

En algún momento, mientras yo sigo llorando de dolor y de miedo, el consigue que mi vestido se suba hasta la altura de mis caderas, dejando cada vez menos a la imaginación. Si debo sentir pudor, no lo hago. Solo siento pánico y ganas de desaparecer.

-Te vas a sentir mejor que bien. -Dice contra la piel de mis pechos.

Reprimo mis ganas de vomitar, aunque nadie me juzgaría por hacerlo. Solo me ganaría otra bofetada.

Me remuevo de nuevo en otro estúpido intento por escapar y justo en ese momento siento como mi vida empieza a hacer un descenso en picado. Las manos de el remueven la tela de mis braguitas y empiezo a gritar mientras lágrimas desconsoladas me invaden. Miro hacia la puerta que se encuentra detrás de nosotros esperando a que alguien tire esa puerta después de escuchar mis gritos. No ocurre. Eso solo pasa en las películas. El chico guapo y popular encuentra a la protagonista apunto de ser violada y la salva. A mi nadie me va a salvar.

Una de sus manos empieza a bajar la cremallera de su pantalón y decido no mirar. Intento que mis manos se liberen de la suya pero esta es fuerte y mucho más grande que mis dos manos juntas. Es como intentar mover una montaña, imposible. Entonces lo siento, todo mi cuerpo lo siente. Su miembro se entierra dentro de mi y es como si me desgarrara por dentro. Mi cuerpo no está listo para recibirlo ni lo estará jamás. No con alguien como él ni en una situación como esta.

Mis llantos llenan la habitación, pero la música los ahoga mientras siento como el se desliza dentro y fuera de mi, haciéndome daño con cada movimiento. Sigo intentando que mis piernas golpeen algún sitio que lo debilite el tiempo justo para poder salir corriendo y abrir ese maldito pestillo.

-¡Socorro! -Grito.

No ocurre absolutamente nada.

Solo aumenta mi impotencia y mis ganas de morir con cada segundo que pasa, sigo mirando fijamente la puerta tras nosotros, aún manteniendo esperanzas de que alguien me escuche. Esas esperanzas se van apagando con cada minuto de sufrimiento, con cada embestida y con cada beso pegajoso. Llega un momento en que mis manos y mis piernas dejan de luchar y se quedan quietas. Resignándome, rezando porque esto acabe lo más pronto posible. Cierro los ojos, derramando más lágrimas, pero entonces los vuelvo a abrir. Al lado del colchón hay una mesita de noche con una lámpara, maldigo por no haberla visto antes. El tipo está tan concentrado en besar mi cuello y embestirme, que sus manos ya no están sujetando mis manos por encima de mi cabeza, se encuentran sujetando y pellizcando mis pechos. Reprimo de nuevo las ganas de vomitar al ver la escena.

Intento alargar mi mano hasta la lampara, pero esta solo logra rozar su base con la punta de los dedos. Moverme es casi imposible así que sigo intentándolo mientras las lágrimas siguen empañando mis ojos. No sé cuantas duchas voy a necesitar para librarme de esta sensación tan sucia que siento, presiento que por muchas que me dé, nunca desaparecerá. Mis ojos descienden para ver si el se ha percatado de lo que estoy intentando hacer, pero sigue demasiado concentrado en mis pechos, los cuales ahora besa con vehemencia mientras siento que me desgarra por dentro. El dolor que siento entre las piernas es mil veces peor que el que siento en la cara después de tantas bofetadas.

Por fin mis manos logran alcanzar y rodear la base de la lampara y no me lo pienso ni un segundo, la estampo contra el cráneo del hombre cuyo nombre no sé ni quiero saber jamás. El golpe le toma totalmente desprevenido y veo como me mira antes de derrumbarse a un lado de la cama, todavía con la mitad de su cuerpo sobre el mío. Me intento incorporar, totalmente dolorida y veo como un hilillo de sangre le baja por la sien. No sé si está muerto o le he dado en algún sitio crítico, pero tampoco me detengo a descubrirlo. Me levanto corriendo de la cama e intento ponerme el vestido de nuevo, aunque este ha cedido y ahora me cuelga por los hombros. Ni siquiera me detengo a mirarme en un espejo porque sospecho que la imagen que este me devuelva será demasiado para la fragilidad de mi mente en este momento. Veo que mi bolso cayó junto a la puerta en algún momento y lo agarro con fuerza contra mi pecho.

Salgo de la habitación y corro hasta el final del pasillo, encerrándome en lo que parece ser un baño. Enciendo la luz y le doy la espalda al espejo. Me aseguro más de una vez de que el pestillo está echado y entonces dejo que mis piernas cedan y caigan al suelo. Me hago un ovillo en este y empiezo a llorar.

Cada centímetro que mis ojos ven, es como si llevaran un recorrido tatuado, como si pudiera ver el trayecto exacto por el que sus labios se han deslizado y solo siento ganas de arrancarme la piel a tiras. Lavármela no me quitaría todos los recuerdos. No sé porqué lo hago, pero acabo buscando mi móvil dentro del bolso y cuando lo hago, escribo un mensaje de texto.

"Kath, socorro, ayúdame" Enviar.

Dejo el móvil en el suelo y vuelvo a apretar mis rodillas contra mi pecho mientras dejo que cascadas y cascadas de lágrimas ardientes se deslicen por mis mejillas. Esta noche debía ser una buena noche o por lo menos no tan mala. Mi mente aún no puede asimilar todo lo que ha pasado y no se si alguna vez lo hará.

Me levanto, me tiemblan las rodillas y en ese momento veo que hay sangre en ellas. Un sollozo escapa de mis labios y muerdo mi puño para que no se me escape un grito de rabia, dolor y asco. Decido mirar al frente, al espejo.

Tengo el pelo rubio revuelto y con algunos mechones de pelo pegados a los labios por la sangre. Mi labio inferior está completamente hinchado y partido además de tenerlo ensangrentado. Mi barbilla ha corrido la misma suerte y está manchada de sangre además de con algunos moratones que están empezando a formarse, igual que en mis mejillas. Mis ojos, esa es la parte que me hace romperme por completo. Los tengo rojos, hinchados y vacíos. Completamente vacíos

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¡Besos! Y no me odieis mucho por lo de Cassie :(
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