CAPÍTUL0 21


Here comes the thunder-Lee Richardson

"Ya ha pasado un buen rato desde que dejé de contar y estoy buscándola. Llevamos toda la tarde jugando al escondite, pero yo soy bastante mala. Nunca la encuentro y acaba ella asustándome a mi por la espalda.

No está por ningún sitio. He mirado en su habitación, en la biblioteca que es su sitio favorito, en el gran salón y ahora me dirijo a la cocina sin esperanza alguna.

El personal de la cocina me observa mientras rodeo la isla del centro inútilmente.

—¿La estás buscando? —Pregunta una mujer.

Sacudo la cabeza y ella se ríe. Se agacha para estar a mi altura, me pellizca suavemente en la mejilla y me susurra en el oído que la vio salir al jardín. Me río junto a ella, sintiéndome una niña traviesa que hace trampas. Mamá no para de decirme que a veces es necesario trucar los dados si queremos que nos salga bien la jugada, no entiendo bien a que se refiere, pero tal vez sea lo que estoy haciendo ahora. O cuándo le muevo las fichas del parchís cuando se gira.

Sí, tal vez soy bastante tramposa.

Salgo corriendo bajo la atenta mirada de la mujer por la puerta de la cocina que da al jardín. Los jardines que rodean toda la casa son enormes, puede estar por cualquier parte. Empiezo por el sitio más obvio. Aquel rincón donde hay unos asientos de madera con el techo en forma de bóveda y del que cuelgan esas flores rosas que tanto me gusta llevar en el pelo. Le encanta sentarse allí a leer, tal vez se haya aburrido de esconderse y esté allí. Corro y corro pero cuando llego, el sitio está vacío.

Sigo mirando alrededor de la casa, tras los rosales y los arbustos.

—¿No la encuentras? —Pregunta John a mi espalda.

Me giro y corro a sus brazos con una sonrisa de oreja a oreja. Él me levanta del suelo, sujetándome de la cintura y enredo los brazos en su cuello mientras le doy un sonoro beso en la mejilla.

—¡Jhon! —Mi voz es chillona. —¡No la encuentro! ¡Me estoy cansando de buscar!

Hago un pequeño puchero que precede a mis típicos berrinches.

Un juego es un juego, Katherine. No te puedes rendir cuando las cosas no salen como tu quieres.

Pero es que es muy aburrido...no la encuentro.

A lo largo de tu vida tendrás que hacer muchas cosas que te aburran.

No lo entiendo, yo no quiero ser mayor ni hacer cosas aburridas. Solo quiero saltar, jugar y nadar en el lago.

¡El lago!

¡Ya se donde está!

¿Si?

Asiento con la cabeza varias veces y él capta el mensaje. Me deja de nuevo en el suelo y salgo corriendo dirección del lago. Está un poco alejado de la casa, pero nos encanta ir allí sobre todo en verano a nadar. Nos tumbamos sobre una manta de cuadros amarillos y mientras ella hace sus cosas de persona más mayor, yo nado, recojo flores o salto desde el pequeño embarcadero.

¡Cómo no he mirado allí antes!

Ya casi estoy llegando. No veo a nadie cerca del lago y el día se está poniendo bastante feo. El cielo está gris y ese es uno de los colores que más odio. El gris es un color sucio, ni blanco ni negro. Ninguna de las dos cosas. Está a medio camino y no me gusta.

Me quedo varios minutos mirando el cielo y cae la primera gota.

—¿¡Dónde estás!? -Grito a la nada, enfadada. —¡Me voy a casa!

Y me iba, hasta que veo como flota sobre el agua una figura envuelta en el vestido amarillo que me era tan familiar. Corro hasta el embarcadero para estar más cerca. Es ella, no puede ser nadie más que ella.

Las nubes empiezan descargar con más fuerza su lluvia.

¡Eh! —Grito. —¡Te he encontrado! ¡Venga, sal!

No reacciona.

¡No tiene gracia!

Entonces mi cabeza de ocho años empieza a pensar que lleva mucho tiempo su cuerpo bocabajo y eso no lo puede hacer ni papá y hay pocas cosas que papá no pueda hacer. Así que grito, grito muy fuerte para que alguien me escuche a través de la lluvia. Grito porque sé que se está ahogando y yo no puedo sacarla.

Pasan muchos minutos, en los que no dejo de gritar su nombre, el de John, el de papá...con la esperanza de que venga alguien y la saque o de que ella reaccione, me sonría y me diga que me estaba gastando una broma.

Al cabo de un rato, John y otras personas de la casa aparecen. Él me carga sobre sus brazos y me aleja corriendo de allí. Por mucho que me aleje, veo como sacan su cuerpo del agua y como le empiezan a hacer cosas raras en el pecho que no entiendo. Lloro, porque algo dentro de mí me dice que esto es muy malo y que no se va a poner bien.

Pasan muchas horas, la casa al principio estalla en ruido y movimiento frenético, pero al cabo del rato todo se ve silenciado. La casa tiene un silencio terrorífico. Estoy en mi cuarto, metida bajo las sábanas esperando a que ella aparezca y me lea un cuento como siempre.

Al final abren la puerta y no es ella.

Es papá, que me mira con los ojos más fríos que he visto nunca. Me dice que ella no volverá nunca más, cierra la puerta y me deja allí, sin saber bien que significa eso."

Me despierto con las mejillas llenas de lágrimas y el recuerdo de ese día vívido en mi memoria de nuevo. Lo he intentado esconder en el fondo de mi memoria y aun así, últimamente todos esos recuerdos tan horribles se empeñan en salir de nuevo a flote.

Miro a mi alrededor, confundida. Ya no hay copas de árboles a mi alrededor ni estoy en el baile bailando en brazos de Aiden. Estoy de nuevo mirando el techo de mi habitación. Me intento incorporar, sintiendo como si un millar de agujas se me clavaran en el cuerpo y lo cierto es que al menos si tengo una de ellas clavada. Al lado de la cama, hay un gotero que conecta con mi brazo. Siento el impulso de quitármelo de un tirón, pero me contengo.

—¿Kathy? —Reconozco la voz de Dash.

No había reparado en él hasta ahora. Aún me siento totalmente trastornada y fuera de lugar. No sé como he llegado aquí, lo último que recuerdo es beberme ese champán y sentir como mi cuerpo estallaba en llamas y no en el buen sentido de la palabra. Era más bien una sensación totalmente literal y no metafórica.

—¿Qué ha pasado?

Dash se reúne conmigo, sentándose en el suelo junto a mi cama y buscando mi mano. La encuentra y la estrecha, está cálido en comparación con mi mano. Siento el frío como si se hubiese arraigado en lo más profundo de mis huesos y por cierto, me duelen todos ellos como si me los hubiesen roto uno a uno.

—Esperaba que pudieses contármelo tú. —Noto como su pulgar acaricia el dorso de mi mano. —Me llamó tu padre diciendo que te vigilara hasta que despertaras.

Ruedo los ojos, cero sorprendida por esta actitud por parte de mi padre. Para él, Dash es literalmente como el perrito de la familia, el chico de los recados, mi niñero personal.

—Lo último que recuerdo es salir a tomar aire, beberme una copa de champán y sentir que iba a estallarme el cuerpo en llamas.

—Te drogaron.

—Me lo imaginaba. —Me detengo un momento a pensar lo que quiero decir. —¿Y Aiden?

—Ese imbécil... —Sacude la cabeza. —No quiero ni tener que mencionar su nombre. —Se levanta del suelo, sin soltar mi mano por el momento. —Voy a avisar a tu padre de que has despertado, creo que quiere hablar contigo.

—Como no... —Digo con la voz cargada de hastío.

Me dedica una sonrisa que no le llega a los ojos del todo y desaparece e mi cuarto.

Suelto un suspiro y hasta este gesto tan mundano y pequeño hace que sienta pinchazos en los costados. Miro mi cuerpo debajo de las sábanas y ni rastro hay del vestido rojo vino, en su lugar llevo uno de los muchos pijamas insulsos que tengo. Me levanto la parte de arriba y veo unos feos hematomas formarse en la zona de mis costillas, eso explica el dolor. Bien.

Vuelvo a colocarme la ropa en su sitio y comienzo a intentar esclarecer todos los sucesos de la noche, si es que sigo estando en el mismo día. Cosa poco probable, siento como si llevara durmiendo siglos.

"Despierta, Katherine"

Esas dos palabras resuenan en mis oídos y sé perfectamente de que labios provienen. Noto su voz como si estuviese hablándome ahora mismo junto al oído. Si me esfuerzo tal vez podría incluso imaginarme las cosquillas de su aliento. Se me dibuja una estúpida sonrisa al imaginarlo que rápidamente desaparece cuando entra mi padre por la puerta.

—¿Cómo te encuentras? —¿Es preocupación eso que capto? —Llevas durmiendo casi un día entero.

Eso quiere decir que ya es domingo.

—Me duele todo. —Confieso.

Mi padre le lanza una mirada totalmente fría y Dash corre hasta mi tendiéndome unas pastillas y acercándome un vaso de agua que hasta ahora ni había reparado en él.

—El médico dice que tomes estos analgésicos cada ocho horas, te va a doler el cuerpo durante unos días. Sufriste una caída.

Tiene sentido.

Agarro las dos pastillas y me las trago sin cuestionar nada más.

—Prepara sus cosas —Dice mi padre en dirección a Dash, una vez más. —Nos vamos a San Diego.

—¿Cómo?

—Te vienes conmigo a San Diego mientras me ocupo de unos asuntos, no pienso dejarte aquí.

—Puedo quedarme sola, tengo a tus guardaespaldas.

—No te estoy preguntando si quieres, te estoy diciendo que te vienes y punto. —Se vuelve para salir de la habitación

—No puedo dejar todas mis cosas sin atender.

—Dash ya se ha encargado del club, tus citas has sido reasignadas a otras fechas y nos informarán de cualquier imprevisto. —Sentencia. —Puedes perderte unas cuantas clases, solo estaremos fuera cuatro días.

—¿Solo? —Mi voz se tilda de rabia. —No puedo dejar todo porque a ti te da la gana, tengo una vida.

—Pues apárcala durante cuatro días, sino no haberte metido en líos. Nunca me haces caso, nunca actúas como debes y has llamado la atención.

—¿Qué quieres decir?

—Ya hablaremos de esto más tarde.

Y sin más sale de la habitación. Dash me mira, visiblemente incómodo y sin saber como actuar. Se dispone a abrir mi armario y sacar prendas de ropa, pero lo detengo con un gesto de la mano y una sacudida de cabeza.

—Yo me encargo de eso, dile al médico que me quite esta puta vía del brazo.

Dash sale del cuarto mientras que yo alargo el brazo como puedo hasta la mesita de noche. Agarro mi móvil, el cuál tampoco sé como ha llegado hasta aquí y enciendo la pantalla. Tengo cientos de mensajes del mismo número. Los ignoro por el momento ya que tengo varios asuntos que atender primero.

Para empezar, busco el número del Dakota y le escribo diciéndole que tengo que viajar fuera de la ciudad durante unos días y me perderé dos noches de trabajo. La respuesta no tarda en llegar:

"Le deberás un favor a Roy, solo una loca le debería uno"

Y solo una loca de manicomio le debería dos. Un aplauso para mí.

Lo siguiente que hago es buscar el número de Cass y al ver que aún no es la hora de la cena, marco su número. No me coge la llamada al primer tono pero tampoco se hace esperar mucho.

—¿Kath?

—¿Te apetecen unas pequeñas vacaciones?

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Casi dieciocho horas más tarde, nos encontramos Cassie, Dash y yo sentados sobre los asientos tapizados de cuero beige del jet privado de mi padre. La situación es bastante incómoda, ya que noto los ojos de Cassie buscándome constantemente esperando a que le explique quien es Dash y porqué nos vamos durante cuatro días a estas vacaciones en San Diego.

Al principio se mostró reacia a venir, al cabo de diez minutos de conversación, empezó a pensar que le vendría bien alejarse de aquí unos días. A cambio, le prometí que serían unos días tranquilos, sin fiestas ni alborotos. Solo algo que la ayude a relajarse y despejar la mente.

Y después de esa conversación, horas peleándome con el equipaje y con mi cuerpo dolorido, aquí estamos. Sentados los tres juntos, Cass y yo juntas y Dash frente a nosotras. Mi padre ha decidido instalarse en una sala contigua, con la puerta bien cerrada para que ninguno le moleste. Al principio se puso rojo de furia cuando le dije que tendríamos un acompañante más, cuando vio que si Cassie no iba posiblemente me ataría a la pata de la cama con unas esposas y me tragaría la llave, cedió.

—¿Y de que conoces a Kath... —Cassie se detiene un momento y juraría que puedo ver los engranajes de su cerebro esforzarse en recordar su nombre. —...,Dash?

—Trabajo para su padre.

Le lanzo una mirada cuando creo que Cass no me mira, advirtiéndole de que tenga cuidado con lo que dice.

—Vaya...es que pareces tan joven. —Me mira y sonríe débilmente. —A veces pienso que todo el mundo tiene la misma vida que nosotras.

—Dash tiene la misma edad que nosotras. —Comento. —Pero sí, es bastante joven. Entiendo que te sorprendas.

Dash no se encuentra cómodo con esta conversación. Lo sé porque veo sus hombros tensos y los dedos aferrándose a los reposabrazos de cuero, así que me esfuerzo por cambiar el rumbo de la conversación.

—¿Estás lista entonces para cuatro días de desconexión?

—Aún no me creo que vaya a faltar a clase cuatro días y menos aún que mis padres hayan aceptado.

—Supongo que saben que te vendrá bien.

Compartimos una mirada cómplice, decimos mucho con necesidad de poco.

Una chica aparece en el sitio y nos sonríe amablemente mientras nos dice que abrochemos nuestros cinturones durante el despegue. Ante nosotros se extienden dos horas y media de vuelo que a todas luces, será entre conversaciones incómodas y miradas de advertencia.

—¿Y vosotros dos sois amigos o algo así?

Intercala una mirada entre nosotros.

—Supongo, conocidos más bien. —Responde.

Así que conocidos, bien. Juguemos a ser conocidos.

Notamos las primeras sacudidas en el avión que indican que estamos despegando. Me agarro a los reposabrazos durante el rato que duran las turbulencias y veo que Cassie me imita. Pasados unos minutos, el jet se mantiene en el aire tranquilamente, rumbo a nuestro destino.

Pasada la primera hora, mi cuerpo resentido no encuentra una buena postura que no me haga retorcerme de dolor. Dash se da cuenta y me tiende de nuevo los analgésicos. No voy a mentir, tenerlo como mi enfermero es bastante sexy.

—Gracias.

—¿Te pasa algo? —Pregunta Cass mientras observa las pastillas con una mirada de pánico. —¿Estás enferma?

—Tranquila Cassie, solo me duele el cuerpo.

—Es una patosa, se cayó anoche. —Añade Dash para respaldarme.

No creo que lo más conveniente sea decirle a mi amiga, la cual está atravesando uno de los mayores traumas que puede atravesar una persona, que hace menos de cuarenta y ocho horas me drogaron e intentaron secuestrarme para quien sabe que. Me recuerdo a mi misma que tengo que descubrir más sobre el asunto. Tengo que mantener una conversación con mi padre y más importante aún, con Aiden.

Aún no he respondido a sus mensajes, lo haré cuando esté en el hotel.

Los analgésicos empiezan a hacer efecto y me siento mucho más cómoda contra el asiento, sin darme cuenta me quedo dormida y cuando vuelvo a abrir los ojos, el vuelo a acabado. Así que he debido dormir al menos una hora.

—Ven, tu padre ya está fuera.

Agarro la mano que me tiende Dash y dejo que entrelace sus dedos con los míos. El gesto no pasa inadvertido para Cassie, que ya está de pie y frotándose los muslos con las palmas de las manos, nerviosa. Me lanza una mirada que sé que significa "Me tienes que contar muchas cosas, perra" y yo asiento, mandándole como respuesta un: "Historia larga, luego te cuento"

Descendemos las escalerillas hasta la pista de aterrizaje y por el rabillo veo como descargan nuestro equipaje. Dos coches nos esperan y sé de sobra en cual espera mi padre que me monte.

—Nos vemos en el hotel. —Le doy un rápido beso en la mejilla a Cass. —Mi padre quiere que vaya con el en el coche. Ya sabes, el y sus exigencias.

—Vale... —Mira el coche en el que tiene que subirse y luego a Dash. Supongo que no le apasiona la idea. —Nos vemos en el hotel.

Asiento y desaparezco en el interior del coche. Mi padre ya está en el asiento trasero. Lleva un traje de raya diplomática gris y el pelo castaño peinado hacia atrás como siempre. Pulcro y elegante debe de ser su lema. En ningún momento dirige su atención hacia a mi así que decido ser yo quien rompa el silencio.

—¿Piensas decirme quien casi me secuestra?

—Todo tiene su momento y su lugar, Katherine.

—Este me parece un buen momento y lugar, la verdad.

—Tengo la sospecha de que ha sido la familia de tu madre. —Lo suelta como si nada, como sino fuese como lanzar una bomba encima de mí. —Te advertí de que tu tía es codiciosa.

—Pero, ¿Por qué? No he hecho nada para cabrearlos.

—Tu tía no necesita motivos, lleva tiempo completamente ida.

Me remuevo en el asiento, recordando a mi madre por un breve momento.

—La locura tal vez sea hereditaria, al fin y al cabo.

—Tu madre no estaba loca. —La mirada que me dedica es completamente ilegible.

Trago saliva y miro a través de la ventana. Nos dirigimos a uno de los hoteles favoritos de mi padre, se encuentra en primera línea de playa y es de los más exclusivos de San Diego. Todo se convierte en su favorito si significa ostentar de poder.

—Sino estaba loca, no entiendo porque me hizo lo que me hizo.

No me responde y yo tampoco espero que lo haga. No hay explicación para lo que ella hizo conmigo. No es natural que una madre dañe a una hija de esa manera, y menos que lo haga de una forma tan irreversible. La cicatriz de mi vientre y mis daños internos jamás podrán ser borrados.

El coche se detiene pasados unos veinte minutos desde que nos engullimos en este silencio tan incómodo. Soy la primera en salir corriendo del coche y con la vista busco desesperada a Cassie. La veo en la recepción del hotel con una sonrisa dibujada en el rostro y sacudiendo la mano por encima de su cabeza.

—Este sitio es precioso. —Dice sin dejar de sonreír. —Muchas gracias por invitarme, Kath.

—Técnicamente, invita mi padre.

Entrelazo mis dedos con los suyos y corremos hasta el mostrador de recepción.

—Bienvenidas al hotel Diamond Beach —El chico que nos atiende es joven y tiene una sonrisa preciosa. —¿Tienen una reserva o desean hacerse con una habitación?

—Tenemos una reserva a nombre de Gregory Montgomery.

Capto movimiento detrás de mi espalda y veo que mi padre ya se ha reunido con nosotros. Sus hombres llevan nuestras maletas como si nada y vuelvo a centrar mi atención en el chico de sonrisa amable.

—Sí, hay cuatro habitaciones bajo ese nombre. Un momento. —Se vuelve hacia algo y a continuación me tiende cuatro tarjetas. —Aquí tenéis las tarjetas de vuestras habitaciones. Espero que disfrutéis de vuestra estancia.

En ningún momento la sonrisa abandona su rostro y me fijo en que tiene unos ojos verdes muy claros y bonitos. Le sonrío en respuesta.

—Seguro que sí, gracias.

Nosotros tres nos apartamos del mostrador, le tiendo la tarjeta sin decir nada a mi padre y lo dejo charlando con el recepcionista que no aparta sus ojos de mi. Los botones se acercan a por nuestras maletas y desaparecen por uno de los ascensores. Nosotros nos subimos en el continuo y veo grabada en las tarjetas nuestro número de habitación. Cass y yo estamos en la octava planta y Dash en la séptima.

—¿Qué hacemos ahora? —Cassie rompe el silencio. —¿Te ha dicho tu padre algo?

—No, supongo que tenemos el día para nosotros. Tal vez cenemos con él, no te preocupes. Te informaré con cualquier cosa.

—Yo me bajo aquí. —Dice Dash cuando las puertas se abren en la séptima planta. —Os veo más tarde.

—Está bien. —Respondo. —Muchas gracias por venir, Dash.

Espero que él sepa interpretar mis palabras y que sienta la sinceridad que hay en ellas. De verdad que agradezco su preocupación por mí.

—No tienes porque darlas.

Me sonríe y sale del interior. Las puertas se vuelven a cerrar y automática Cassie se vuelve hacia mí con ojos interrogativos.

—¿Con este también?

—¿Cómo que también?

—Ya sabes, existe Aiden y no te creas que me ha pasado inadvertido esas sonrisitas tontas con el de la recepción. Dash también se ha dado cuenta y algo me dice que no le ha hecho especial ilusión.

Mierda.

—Fuimos novios hace tiempo. —Confieso. —Pero ya está olvidado.

—Para ti, porque yo creo que para él no. Te ha comido con la mirada cuando te has dormido en el avión.

—Solo es amistad.

Ojalá me lo creyera yo misma.

—Como tu digas. —Levanta las manos y hace una mueca con la cara. —No se pueden negar las evidencias, amiga.

Resoplo y le doy un pequeño empujón con el hombro.

Las puertas se abren y dejo a Cass delante de su habitación antes de dirigirme hasta la mía al final del pasillo.

—Vendré en un rato.

Asiente y desaparece en el interior de la habitación.

Camino por el pasillo apreciando toda la decoración. Las paredes son blancas y las luces del techo son bastante modernas. Atrás quedan esos hoteles remilgados con aspecto rococó y ñoño. Este hotel es moderno y la decoración es bastante abstracta y en ocasiones nula. Me planto frente a mi habitación y paso la tarjeta por el lector.

El interior tiene las paredes pintadas de un suave color gris perla, casi rozando el blanco roto. En el centro de la habitación se encuentra una cama tan grande que podrían dormir seis personas mínimo. Las sábanas son negras de seda y se encuentra bien planchadas y extendidas. Hay un armario empotrado cerca de la puerta con grandes espejos y al lado de la cama hay un gran ventanal que da a mi propia pequeña terraza con vistas al mar. Hay incluso un pequeño sillón de tapizado blanco al lado para poder sentarse y apreciar las vistas.

La habitación tiene su propio baño, como es de esperarse, pero no es cualquier baño. Tiene una ducha de hidromasaje y por sino fuese suficiente, tiene un gran jacuzzi redondo con escalones incluidos para meterse dentro. Todo lujo y derroche, como a mi padre le gusta.

El equipaje ya ha sido dejado por los botones así que busco en el interior el neceser para asearme un poco después del viaje. No tardo mucho en hacerlo y una vez me siento más humana, me dejo caer sobre la cama y agarro el móvil.

"¿Estás bien?"

"Respóndeme cuándo leas esto"

"¿Quieres que me vuelva loco?"

"Pelinegra, responde"

Me muerdo el labio para contenerme las ganas de reír. Mirad, el irresistible y egocéntrico Aiden Volkov está preocupado por mí. Tecleo una respuesta.

"¿Ya no más pelirroja?" Enviar.

Me quedo mirando la pantalla varios minutos, no me responde. Le había dicho a Cass que iría a su habitación, pero creo que aún tengo cansancio acumulado así que acabo quedándome dormida tanto tiempo que cuándo me despierto el sol ya se está ocultando en el horizonte. Los rayos naranjas inundan la habitación y me siento como si fuese primavera y no un día más de noviembre. Reviso de nuevo el teléfono, sin señal de Aiden, aunque sí de mi padre.

Nos invita, o más bien nos ordena, cenar esta noche con él. Y digo ordena porque no es que me de opción de refutar.

Aviso a Cass y Dash de los planes para esta noche junto con un recordatorio de que para mi padre cada cena es una de gala así que hay que vestir acorde a eso. Si queremos que no nos mire raro a ninguno.

Y como a mi me encanta acaparar todo su odio, elijo algo elegante y provocativo, que sé que no aprobará.

Una larga ducha después, me encuentro deslizando mi cuerpo por el ceñido vestido negro que queda a la altura de la mitad de mis muslos. Tiene el escote en forma de corazón resaltando la curva de mis atributos. Me peleo bastante con la cremallera de la espalda, pero finalmente consigo abrocharla, haciendo que el vestido por fin se adapte a cada curva de mi cuerpo, como una segunda piel. Saco de la maleta mis botas negras preferidas y las acomodo hasta que quedan por encima de mi rodilla.

En el baño me aplico mi maquillaje habitual sin olvidarme de aplicar el rojo vino en los labios que tanto me caracteriza. Hoy mi melena cae totalmente lisa y recta sobre mi espalda, dándome un aspecto más salvaje que elegante.

Agarro mis cosas antes de salir y mi corazón da una sacudida errática cuando veo un nuevo mensaje en el móvil. Que patética soy.

"Ya nos más pelirroja, por ahora.

¿Estás bien?"

Por ahora. Me vale el por ahora. Empiezo a pensar que es todo lo que se puede tener con él, un por ahora.

"Estoy bien

PD: Me he tomado unas vacaciones, no tienes que recogerme estos días. Considéralo un pequeño regalo" Enviar.

Guardo el teléfono en el bolso y salgo a reunirme con Cass.

Lleva un vestido celeste que hace juego con sus ojos y un bonito contraste con el pelo. Noto que se pasa las manos repetidas veces por los brazos y mira hacia todas direcciones, como si alguien viniese hacia nosotras. No hay nadie en todo el pasillo.

—¿Estás bien?

Poso la mano en su hombro.

—Sí, perfectamente. —Sonríe débilmente, sin que esta le llegue a los ojos. —Solo nerviosa por cenar con tu padre.

—No te preocupes, pasará antes de lo que te imaginas. Le encanta quedar por encima de los demás, pero como estoy yo, se dedicará a intentar machacarme.

—No es que eso me tranquilice demasiado.

Me río y me río de verdad. Cass a veces pone unas caras tan inocentes que te dan ganas de morderle los mofletes y achucharla para siempre. Justo lo que quiero hacer ahora mismo.

Con un gesto del mentón le indico que bajemos y eso hacemos. Al cabo de cinco minutos ya estamos en el gran restaurante del hotel, buscando en que mesa se ha sentado mi pedante padre. Lo vemos en una mesa de cuatro junto en el centro de todo el restaurante. Dash está a su lado con una camisa azul marino y lo que parecen ser unos pantalones negros un tanto pijos. Me ha hecho caso en eso de vestirse para mi padre.

Sus ojos y los de mi padre recaen sobre nosotras, aunque más en mí que en Cassie, que va vestida como un angelito. Voy con paso firme hasta ellos y me siento a la derecha de mi padre.

—Siempre te gusta acaparar la atención. —Dice mi padre en cuanto mi culo se posa en el asiento.

—Eso me han dicho.

Dibujo una sonrisa arrogante mientras unas palabras parecidas a las suyas se reproducen dentro de mi cabeza. Maldito, siempre consigue colarse en mis pensamientos.

Un camarero nos atiende, tomando nota de que vamos a beber y luego nos pasa un libro con la carta. Todo suena excesivamente caro y extravagante así que pido lo más caro de la carta, simplemente por molestar.

El chico vuelve con nuestras bebidas y la botella de vino para llenar la copa de mi padre. Cuando el camarero se marcha, dirige su mirada verdosa directamente a Cassie. El muy cabrón va a por la persona de la mesa a la que más intimida.

—Y bueno Cassie, cuéntame sobre ti, ya que mi hija no me habla mucho sobre sus amistades.

—Tampoco estás en casa como para contarte cosas. —Ataco.

Me ignora y vuelca de nuevo su atención en ella.

—¿A qué se dedican tus padres?

—Mi padre trabaja en una notaría y mi madre en una galería de arte, señor Montgomery.

—Por favor, llámame Gregory.

Dibuja una sonrisa tan falsa que incluso Judas estaría orgulloso de su discípulo.

—¿Y qué tal las clases? Supongo que serás más aplicada que Katherine, se te nota en la cara.

Dash me mira desde el otro lado de la mesa y yo también lo miro a el sin entender bien de que rollo va todo esto.

—Lo cierto es que voy un poco atrasada, Katherine me está ayudando.

—¿La estás ayudando? —Se gira con las cejas en alto en mi dirección. —Que amable por tu parte Katherine, teniendo en cuenta lo ocupada que estás.

—Ya sabes padre, hay que estar junto a las personas que queremos.

Dibujo una sonrisa tirante en mis labios y me llevo la copa con agua, ya que mezclar alcohol con analgésicos no creo que sea lo más prudente por mi parte. Doy un pequeño sorbo, con la esperanza de que la conversación no se vuelva más tensa. Noto que Dash me da un pequeño golpe con el pie en la punta de la bota y al mirarlo sé que intenta decirme que mantenga mi temperamento bajo control y tengamos la cena en paz.

Es increíble el nivel de sumisión al que puede llegar Dash cuando mi padre está con él. Me da pena y rabia.

—A veces para mantener a salvo a las personas que queremos, no podemos estar cerca.

Lo dice como si nada, como si yo fuese a aceptar esas excusas baratas. Para empezar, ¿Cómo puede insinuar que me quiere? Desde hace más de diez años me ha tratado como si fuese una extraña viviendo bajo su techo, solo soy una máquina de conseguir dinero para él. Me lo dicen sus ojos carentes de emoción cada vez que me mira.

Los platos de comida llegan en el momento idóneo.

—¿Qué tal tu familia, Dash?

Santa mierda.

De verdad que mi padre hoy quería guerra o simplemente tocar los cojones a todos los presentes.

—Bien, señor Montgomery.

A él no le dice "Llámame Gregory", me muerdo los labios intentando contenerme la risa porque esta situación me parece tan ridícula que creo estar a punto de un brote histérico.

Escucho como todos comemos en silencio, cortando nuestra comida y bebiendo de nuestras copas, siendo el ruido de los cubiertos nuestra única compañía.

—¿Y cómo va la empresa, padre?

Ya que él pregunta sobre la vida y familia de todos, juguemos a su juego.

—Estupendamente, Katherine. Las acciones no paran de subir, cada vez más gente quiere invertir en nosotros. —Se lleva la copa de vino a los labios. —Pero bueno, no quiero aburriros hablando de cosas tan aburridas.

—No es aburrido.

Que hable Cassie y encima para alentar a mi padre a seguir hablando me toma un poco por sorpresa.

—Da gusto ver a chicas interesadas por estas cosas, deberías parecerte un poco a tu amiga, Katherine.

—Me estás buscando padre y cuando me encuentres no te va a gustar mi reacción.

Sujeto tan fuerte el cuchillo que por la mirada que me lanza Dash sé que teme que me abalance al cuello de mi padre blandiéndolo. Miro mi plato, fulminándolo. A penas he probado bocado, tampoco es que tenga mucha hambre.

Y dada la situación y las ganas que tengo de pincharle a alguien en concreto la yugular, me levanto de mi asiento lanzando la servilleta sobre el plato y me largo. Los tres se quedan mirándome y escucho una silla arrastrarse sobre el suelo.

—No Cassie, disfruta de la cena. Deja que ella tenga su pataleta de niña malcriada. Su madre y yo no hemos sabido educarla.

Mi madre y él. Que hable de ellos como si fuesen unos padres normales que habían fracasado en la educación de su hija, me duele. Me duele demasiado. Ninguno de ellos se ha preocupado por mi y menos aún él.

¿Qué derecho tiene de dárselas de padre defraudado o preocupado por los modales de su hija?

Atravieso la recepción llenándola del ruido de mis tacones contra el suelo y por el rabillo del ojo veo que no estoy sola. El mismo recepcionista de antes sigue ahí y me dedica de nuevo una sonrisa.

—¿Mala noche?

Emito un gruñido.

—Ni te imaginas. —Sigo caminando y alejándome del sitio, tanto que le tengo que responder casi gritando: —¡Lo siento, tengo prisa! ¡Soy una hija a la fuga!

—¡¿La película no era novia a la fuga?!

Sacudo la cabeza y me río bajito aunque no quiera.

Cuando llego a mi habitación me saco las botas de una patada y abro las ventanas que dan a la terraza. Agarro el móvil y pulso sobre la primera canción que encuentro. Here comes the thunder.

La dejo sonar mientras me paso los dedos por el pelo, furiosa con mi padre, furiosa con mi madre, furiosa con la vida.

¿Por qué a mí? ¿Por qué me tenía que tocar esta familia?

El aire cargado de brisa marina me golpea e inhalo varias bocanadas de aire, intentando relajarme. Dicen que el océano relaja, ¿no? Tal vez consiga calmar esta ira que solo una persona como mi padre puede despertar.

El tono de un nuevo mensaje disipa un poco mi furia. Sé que es Aiden.

"¿Un regalo por mi cumpleaños, tal vez? "

"¿Es tu cumpleaños?" Enviar.

La respuesta llega al segundo.

"Sí."

Here comes the thunder...

Aquí viene el trueno...

"Felicidades, ¿Cuántos? Enviar.

"25. Y ahora abre la puerta"

El móvil se me escurre de entre los dedos, atónita. No puede ser, no puede ser que él esté aquí. No le he dicho ni siquiera que estoy en San Diego. Me recompongo, pasándome las manos por el bajo del vestido y acomodándolo. Camino con los nervios a flor de piel pero también emocionada por verlo. Aquí viene el trueno dice la canción, lo que realmente viene es una puta tormenta.

Rodeo el pomo de la puerta, me mentalizo en que puede ser una broma de mal gusto y que realmente no haya nadie al otro lado. Se me quedaría una cara de estúpida digna de cuadro.

No sé porque enfoco los ojos en mirar el suelo, pero lo hago y abro la puerta. Unas botas negras que vi hace unas semanas atrás en la cafetería de la universidad me saludan. Paseo mi vista por las largas piernas que se hayan ante mí, luego la paso por el amplio y enorme pecho que tengo delante en una sencilla camiseta negra que bien podría reventar en cualquier momento intentando contener tanto músculo bien trabajado y por último su cara. Su maldita cara.

Una bonita sonrisa de Adonis le adorna las comisuras de la boca, lleva el pelo negro revuelto dejando caer unos cuantos mechones rebeldes sobre su frente y una tormenta a punto de arrasar conmigo en los ojos.

—Hola pelinegra, creo que tenemos una deuda pendiente. 

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¡Hola!
¿Cómo estáis? Espero que el capítulo de hoy os haya gustado, ¡SE VIENE, SE VIENE!

⚠️Agarren sus biblias para el próximo⚠️

Nos vemos el VIERNES

Os adoro <3
Besos,
XX

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