DÍA 3


El silencio abundaba cuando se reunieron la siguiente vez, solo siendo interrumpido por la constante lluvia del exterior y los golpecitos nerviosos de algunos en la mesa o en el suelo.

La mayoría, si es que no todos, tenían bolsas bajo los ojos. Algunos, como Joey y Ryo, a las justas habían podido tocar sus desayunos antes de rendirse completamente.

“¿Cómo es posible?” Mai exclamó, pateando el suelo con frustración y logrando que todos se sobresaltaran. “¡Encontramos una pieza, nadie debía morir!”

“De hecho, eso no es lo que decía en las reglas,” Ryo contestó en voz baja.

Zifgried cruzó los brazos.

“Entonces, ¿qué? ¿Debemos jugar con sus reglas y esperar a que uno de nosotros muera de todas maneras?”

Yami tragó saliva.

La noche anterior, no pudieron estar más equivocados cuando creyeron que todo iba a estar bien. Ninguno había notado la ausencia de Marik hasta que decidieron ir a dormir. Mai y Mana pensaron que estaba junto a todos los chicos. Yami y los demás sabían por hecho que no era así. Entonces, temiendo lo peor, pero teniendo esperanza lo buscaron, encontrando su cuerpo a solo unos metros al interior del segundo piso. Su cabeza había sido golpeada con algo pesado, al menos eso estaba claro.

Ryo y Alister explicaron que se habían separado para buscar mejor, y que no lo habían visto desde entonces. Joey, Yami, Yugi y Mana en ningún momento se cruzaron con él mientras buscaban. Además, cuando se encontraron todos en las escaleras, tampoco lo vieron, aunque ¿quizá fue por la falta de luz? Era imposible estar seguros cuando había tanto miedo y confusión.

“Eso no es todo,” Yugi dijo, cruzando una mirada con Yami como para asegurarse de que era correcto mencionarlo en ese momento, antes de continuar; “El brazo que encontramos—”

“Era real,” Joey interrumpió sin mirar a nadie particularmente, sus manos entrelazadas y con una expresión perturbada, sentado en uno de los sofás individuales. “No sé cómo explicarlo, pero estoy seguro de que pertenecía a alguien.”

“No solo a alguien,” Yami intervino, antes de que alguien pudiera hacer algún comentario, continuando lo que Yugi había estado a punto de decir. “Yugi y yo lo hablamos anoche… Estamos seguros de que pertenecía a Seto Kaiba.”

“¿Seto Kaiba?” el escepticismo era palpable en la voz de Alister. “¿Estamos hablando del mismo multimillonario que seguramente viaja con guardaespaldas y escoltas a donde sea que va?”

“Exacto,” Mai, que había apoyado el cuerpo en el respaldo del sofá grande, dijo. “Cualquiera podría vestir el mismo atuendo y accesorios.

Yami la miró.

“Mira, mi hermano y yo conocemos a Kaiba desde hace años. Joey también. No se trata de la ropa. KC no fue quien nos trajo a esta isla. En todo caso, él dijo que nos esperaría aquí, y aun así no aparece.”

“Un momento,” Mana, sentada a su lado, llamó la atención al hablar. “Si él no nos trajo aquí, ¿quién fue?¿Realmente moriremos uno a uno aunque encontramos todas las piezas?”

Ella lo buscó con la mirada, pánico en su voz, y Yami se sintió ligeramente preocupado, apretando los dedos en sus rodillas imperceptiblemente. No es como que se sintiera muy cómodo con la idea de que creyeran que él y Yugi eran los más confiables solo por tener una mayor jerarquía, por decirlo de alguna manera, en aquel juego que los había llevado ahí. Pero tampoco quería defraudarlos.

No quería que nadie muriera, era así de sencillo.

“No, no solo morimos,” Zigfried la corrigió, mirándola con una expresión quizá demasiado dura, Yami notó. “Estamos siendo asesinados.”

Ryo frunció el ceño.

“Espera, la carta decía que era una maldición.”

“Pero las maldiciones no son reales,” Alister exhaló, como si fuera solo un sinsentido el tener que contestar eso.

“Esperen, déjenme entender bien,” Mai frunció los ojos. “¿Están diciendo que alguien aquí nos está matando?”

Zigfried asintió, pero no elaboró su hipótesis.

“Entonces, ¿qué hacemos?” Ryo preguntó.

“Ahora que somos un número par, podemos separarnos de dos en dos,” Joey sugirió. “Así al menos nunca estaremos solos.”

Pero Alister se burló.

“Eso no será efectivo, menos a largo plazo,” él explicó.

Y Yami sabía que tenía razón. Independientemente de lo que hicieran, cada vez quedarían menos personas y aun así habría la misma cantidad de lugares en los que buscar. Además, nada les aseguraba que todas las piezas estuvieran apareciendo al mismo tiempo, o que siempre iban a aparecer en diferentes lugares.

De alguna u otra forma estaban acorralados y obligados a separarse.

Después de esa no tan agradable conversación, cada uno se fue por su respectivo lado. Quizá a pensar, o quizá a recuperar el sueño ahora que al menos tenían la seguridad de la luz del exterior.

Tenían que estar preparados, después de todo, para cualquier hora en las que el juego iniciara.

Yami se dirigió a la cocina después de un rato.

Ahí, Mana estaba sentada en la barra, observando la pantalla de su celular. Normalmente tenía una expresión más feliz que eso, Yami pensó, pues sus ojos verdes parecían más que todo solitarios en ese momento. Y, como todavía seguían sin internet, no pudo evitar sentir curiosidad al respecto.

“¿Estás bien?” quiso saber.

Ella saltó en su sitió, sorprendida por su voz, pero al reconocerlo, su expresión se iluminó tan solo un poco más.

“Sí, yo… uh… Estaba viendo algunas fotos viejas,” Mana pausó por un par de segundos antes de volver a mirar su celular. “La conversación se volvió un poco turbia hace un rato.”

Yami asintió.

El solo hecho de pensar que no estaban ahí solos era perturbador, pero Yami no sentía que fuera el caso. No tenía sentido, siendo que ya habían inspeccionado la mansión en más de una ocasión, y era poco probable que alguien estuviera escondiéndose fuera con el terrible clima que había.

“Todos están asustados,” él comentó.

“Sí… Mai y yo vamos a pasarnos a una sola habitación por seguridad,” ella dijo y pronto pareció entrar en pánico. “Ah, no es que queramos causar desconfianza ni nada, es solo que… Bueno, ustedes son más que nosotras y… uh… Mai dice que entre chicas nos cuidamos mejor.”

Yami sonrió ante su nerviosismo. No era un secreto que ambas chicas habían establecido una especie de alianza en esos dos días. Quizá era porque ambas eran chicas, o porque sus personalidades parecían ser complementarias. De cierta forma le recordaba a Yugi.

“No te preocupes, entiendo,” él contestó. “Yugi y yo también estamos en una misma habitación, ¿lo olvidas?”

“Pero ustedes son hermanos.”

“E igual queremos protegernos.”

Mana parpadeó un par de veces y luego bajó la mirada. Yami se sintió confundido.

“Perdón, ¿dije algo malo?” preguntó.

Ella agitó la cabeza.

“¡No! Es solo que…” Mana movió su celular y este se encendió automáticamente, mostrando su pantalla de bloqueo.

Yami lo observó de casualidad. Parecía una foto de su graduación de secundaria, ya que no solo estaba ella más joven, sino que también vestía una toga y estaba abrazada a alguien.

“¿Tu novio?” se le escapó antes de siquiera poder pensarlo. Mana parpadeó. Uno, dos, tres segundos de silencio y entonces él también empezó a entrar en pánico. Si fuera su novio, de seguro tendría otro tipo de foto, ¿o no? Una más actual. ¿O quizá solo le gustaba esa foto? ¿O quizá era su ex novio? Para empezar, ¿qué derecho tenía él de preguntar? ¡Solo estaba haciéndolo todo muy raro, ni siquiera eran amigos!

“Eh, uh… No, quiero decir…”

Pero en lugar de extrañarse, ella solo soltó una pequeña carcajada, interrumpiendo su tartamudeo.

“No, es mi hermano mayor,” ella contestó entre risillas y luego, su mirada cayó lentamente. “Bueno, era.”

“¿Era?” Yami repitió.

Mana asintió y mirando la pantalla de su celular, dijo:

“Si todos estamos aquí por un pecado, el mío de seguro es por dejar morir a mi hermano,” ella confesó y arregló su cabello detrás de su oreja, volviendo a fingir una sonrisa. “Lo siento, eso fue raro, ¿no?”

Yami negó.

“Si estás bien con eso… ¿Quieres hablarlo?” él tragó saliva. No estaba seguro de si estaba cruzando límites o no. Socializar no era lo suyo, de alguna forma se había vuelto Rey de los Juegos después de todo.

No obstante, a Mana pareció no molestarle en lo absoluto.

Ella tomó aire.

“Él era una persona muy talentosa y yo, un desastre,” ella contó, tocando la pantalla de su celular para que no se apagara. “Me junté con la gente equivocada, me metí en problemas y por protegerme, terminé arrebatándole su brillante futuro… Mahad debe estar resintiéndome desde el Más Allá—”

“Lo dudo,” Yami no pudo no contradecirla, viéndola tan desolada. Ella lo miró confundida. “Él… Mahad, tú probablemente eras lo más valioso para él. No puedo hablar por él, pero es así conmigo y con Yugi. Nunca me arrepentiría de lo que he llegado a hacer por él solo para protegerlo…” incluso aquello que uno consideraría un pecado. Yami presionó los labios antes de continuar. “Dudo que para tu hermano haya sido diferente.”

Así que no te rindas, él quiso agregar, pero se retuvo en el último segundo, temiendo sonar demasiado cursi. Mana pareció aturdida por un momento, antes de sonreír.

“Creí que eran gemelos,” ella comentó, desviándose del tema a propósito.

Yami se encogió de hombros.

“Soy un año mayor. Aunque, por ciertas circunstancias me retuvieron un año en la secundaria.”

“Hmm…” Mana pareció interesada, apoyando su cabeza sobre una de sus manos. “Eres un buen hermano, ¿no?”

Atem no supo cómo continuar la conversación, e inconscientemente apretó una de sus manos en un puño. Por un lado estaba acostumbrado a que le dijeran eso, por el otro quería decirle que no le gustaba que lo definieran de ese modo. Sin embargo, no tuvo que seguir luchando consigo mismo cuando ambos escucharon a Mai llamándola.

Mana lo miró con una expresión apologética.

“Bueno, te veo luego,” él asintió y la vió dirigirse hacia la sala de estar, pero justo antes de cruzar el umbral, Mana se detuvo y dio media vuelta. “De hecho, una cosa más.”

Yami la miró confundido al verla volver sobre sus pasos, preguntándose si se había olvidado de algo por más de que no había nada sobre la mesa, y luego solo pudo parpadear y quedarse estático cuando ella se acercó a él y lo besó en la mejilla.

Si hubiera estado sosteniendo un plato o algo, ya se le habría caído por el salto que su corazón dió.

La sonrisa que le mostró fue tan sincera como hermosa.

¿O era hermosa porque era sincera? Yami tragó saliva, embobado, sintiendo su rostro caliente.

“Gracias por animarme, Yami. Eres muy amable.”

Él volvió a asentir, no sabiendo cómo responder a eso y se quedó observando el camino que tomó al dejar la cocina. Tal vez pasaron minutos, pero en realidad fueron unos segundos que se sintieron como horas cuando Joey y Yugi entraron a la habitación sin que él se diera cuenta.

“¡Oh, eres muy amable, Yami!” Yami casi se cae al escuchar la voz increíblemente aguda y desafinada que Joey hizo.

No por vergüenza. Definitivamente no fue por eso.

“Para haber perdido el título de Rey de los Juegos, todavía tienes algo de estrategia, ¿eh, hermano?”

Yami sintió sus mejillas arder.

“¡Cállense!”

“Oh, por favor hermano, ¡ella te gusta!”

“¡No es así, solo estaba tratando de ayudar!” Yami intentó negar.

Pero Joey rió, obviamente no creyéndole, y le palmeó la espalda cuando lo que sea que fuera a decir se atoró en su garganta.

“Relájate, Yami, no hay nada de malo con eso,” le dijo, rodeándolo con un brazo. “Ha pasado un tiempo desde que uno de nosotros estuvo enamorado de alguien.”

“Yo no diría enamorado…” Yami se defendió, tratando de no ser ahorcado por su amigo e ignorando totalmente su expresión arrogantemente triunfante.

“¿Ah, entonces admites que al menos te gusta?” Joey alzó una ceja.

Si su rostro había vuelto a su color normal, fue totalmente inútil cuando tanto él como Yugi volvieron a reír.

“Eres tan fácil de engañar, hermano,” Yugi se burló.

Yami los dejó divertirse a costa suya, sabiendo que hiciera lo que hiciera, no podría convencerlos de lo contrario.

Él desvió la mirada, su rostro aún caliente al recordar el beso de Mana.

No fue nada. Apenas rozó sus labios con su piel, como un saludo informal entre dos amigos, pero por alguna razón —probablemente porque nunca tenía mucho contacto con chicas —no pudo evitar sentirse especial al respecto.

Y eso era algo que Joey y Yugi sabían muy bien.

Bueno, pensó, al menos le gustaría que ese tipo de felicidad y diversión entre ellos pudiera durar por mucho tiempo más.

***

Para cuando las dos campanadas sonaron, el cielo ya se había oscurecido otra vez y ya casi no perdieron tiempo en empezar a buscar.

Sin embargo, en lo que sí perdieron unos minutos fue en intentar convencer a Zigfried, Alister y Ryo en quedarse juntos o buscar en parejas.

Los dos primeros ni siquiera se molestaron en escuchar, tomando cada uno un camino diferente. Ryo solo suspiró.

“No estoy tratando de crear discordia,” dijo. “Pero Alister tiene razón. En grupos no nos va a alcanzar el tiempo.”

Eso no estaba en duda, pero aun así los demás compartieron una mirada hesitante y al parecer, eso fue suficiente como señal para que Ryo también fuera hacia otra habitación. Al menos él anunció que estaría yendo al segundo piso.

“Supongo que podemos dejar la oficina para el final,” Yami opinó. Si bien no tenían ninguna garantía de que otra pieza aparecería ahí, lo más probable era que no.

Una vez más, entonces, comenzaron su búsqueda. Mai y Mana se quedaron en el primer piso. Yami, Yugi y Joey se dirigieron al último, asumiendo que Alister y Zigfried decidirían tener una nueva perspectiva buscando en el segundo piso.

Si bien el último piso tenía menos habitaciones que los demás, no era una mentira cuando Mana y Ryo explicaron que eran tan grandes y equipadas como salas de universidades o escuelas. A Yami casi le daba miedo romper algo, pensando que tendría que pagarlo de alguna forma.

En fin, siendo dos en una habitación como esa, la búsqueda fue más rápida de alguna forma. Ambos abrieron cajones y desarmaron algunos aparatos que parecían tener una relativa profundidad como el CPU en el que Joey halló el brazo. Buscaron bajo las mesas, movieron cajas e hicieron lo mismo en el laboratorio.

Fácilmente pasó una hora en la que incluso movieron algunas tejas y maderas que parecían ser trampillas, antes de ir hacia la terraza y el balcón en los que realmente no había mucho más que unas sillas y mesas para tomar un café.

Yugi dejó caer una silla.

“¡No hay nada aquí!” él exclamó, frustración clara en su rostro cuando volvió hacia Yami. “Tenemos que bajar a ayudar a los demás, hermano.”

Yami realmente no tuvo más opción que aceptar, pero entonces oyeron pasos rápidos y ligeros subiendo las escaleras.

Era Mana, que llegó sin aire a donde estaban ellos, sosteniéndose del barandal para recuperar el aliento.

“¿Mana?” tanto Yugi como él llamaron al mismo tiempo.

Ella alzó una mano antes de intentar recuperar la compostura. Ejercicio físico no era lo suyo, aparentemente.

“No encontramos nada,” ella dijo entre jadeos. “¿Y ustedes?”

“No hubo suerte,” Yami contestó. “Estábamos por bajar.”

“Eso hubiera sido bueno,” Mana rió un poco y luego exhaló. “Mai me envió a buscarlos. Tiene una teoría, pero los demás…”

Ella miró tentativamente al segundo piso antes de encogerse de hombros. Los hermanos Muto solo pudieron asentir sabiendo a lo que se refería.

Sin tener una mejor idea entonces, la siguieron a donde estaba Mai.

En el vestíbulo, Joey ya estaba ahí también.

“¡Pero es enorme!” él exclamó, pareciendo estar en desacuerdo con algo. “No hay manera de que podamos encontrar algo ahí a tiempo.”

“Con la suficiente cantidad de ayuda, sí,” ella explicó, con la voz calmada. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y el ceño fruncido, quizá por el debate, los cuales relajó cuando su mirada se posó en ellos. “La cual parece que tenemos.”

Joey se llevó una mano a la nuca y exhaló.

“¿Joey? ¿Qué está pasando?” Yami quiso saber.

Mai fue la que respondió.

“Chicos, creo que los jardines también cuentan,” ella dijo sin dar rodeos.

Yami frunció el ceño.

“¿Cómo?”

“Solo piénsenlo. Hay todo un invernadero en el exterior, así como el sótano.”

“De hecho, es plausible, hermano,” Yugi comentó, con el ceño fruncido. “Los demás ya deberían haber encontrado algo. Se nos acaba el tiempo.”

Pero había un problema…

“Si salimos, no podremos oír nada de lo que pasa dentro de la mansión,” Mana comentó. “¿No es eso peligroso?”

“¡Es lo que estoy tratando de decir!” Joey apoyó.

Mai suspiró.

“Es triste, pero,” ella alzó la mirada hacia Yami, puesto que básicamente su decisión definiría lo que harían a continuación. “O somos nosotros, o son ellos. Además, estando fuera podremos separarnos. No hay truenos hoy, ni paredes que nos impiden oír lo que pasa a unos metros de distancia.”

Yami presionó los labios, los segundos pasando no eran de mucha ayuda. Lo que decía Mai tenía mucha lógica. De hecho, era obvio que los jardines y patios siempre contaban como parte de una propiedad, le fastidiaba no haberlo notado antes, pero…

Lo más lógico no era siempre la mejor opción. Estando fuera de la mansión sus teléfonos no podrían alumbrar muy lejos y por más que la lluvia fuera ligera, quizá hasta se malograrían si no tenían cuidado… Yami agitó la cabeza.

“Ugh, bien,” terminó diciendo, con un pésimo presentimiento en el estómago. “Solo… griten si pasa algo, ¿bien?”

Todos asintieron y fueron en busca de una casaca o chaleco que pudiera servir como cobertor. No tardaron más de tres minutos en estar listos.

***

Por suerte, la lluvia no incrementó, pero eso no hizo más fácil nada.

Al ser un jardín extenso y con muros de trepadoras que parecían formar un laberinto, decidieron separarse por áreas. Mai fue hacia el invernadero y Joey hacia el sótano y todo lo que lo rodeaba. Mana, Yugi y Yami fueron hacia los lados restantes frente a la mansión.

Era muy incómodo. Yami ni siquiera sabía por dónde empezar a buscar. ¿Entre los arbustos? ¿Bajo la tierra? Tuvo que tomar aire antes de empezar a arrancar hierba mala que había crecido demasiado solo para ver si es que había algo ahí, pero lo curioso es que ni siquiera encontró gusanos.

Él frunció el ceño. No había visto ni una sola mosca o mosquito desde que llegó a la isla, ni qué decir de animales más grandes como serpientes o arañas, ¿eso no era raro, siendo que se trataba de un lugar tropical?

Yami agitó la cabeza, ya lo pensaría luego, ahora tenía que seguir buscando.

Lamentablemente, aunque, no fue capaz de encontrar nada cuando las campanadas del reloj marcaron el fin del tiempo.

Él amplió los ojos, viendo la hora en su celular. Quizá alguien había hallado una pieza. Cuando Joey encontró el brazo y lo pusieron en el sarcófago, el reloj había sonado sin haber terminado las dos horas después de todo, pero…

No fue así.

Se encontró con todos en la entrada de la mansión. Alister, Ryo y Zifgried los esperaban secos y seguros bajo el techo. Dos de ellos notoriamente molestos.

“¿Realmente decidieron que ir al jardín era una buena idea?” Zigfried escupió sin pena, cruzando los brazos con suspicacia nada escondida en su voz.

“No es como que ustedes hayan encontrado algo, ¿o sí?” Mai acusó.

“Chicos…” Mana intentó llamar la atención.

Pero fue totalmente inútil.

“Quizá lo hubiéramos hecho si todos ustedes no hubieran decidido salir inútilmente,” Alister contestó.

“¡¿A qué te refieres con inútilmente?!”

“¡Chicos!”

Todos voltearon hacia Mana, ella estaba agitada.

“¿Qué?” Zigfried preguntó.

“¿Dónde está Joey?”

Fueron tres segundos en los que todos se vieron las caras en silencio. El corazón de Yami latió con miedo cuando, efectivamente, notó que Joey no estaba entre todos ellos.

“Oh, diablos,” Ryo exclamó.

Entonces no importó mojarse. Ya que Ryo, Alister y Zigfried habían estado en el vestíbulo sabían que Joey no había entrado a la mansión a menos que hubiera encontrado otra entrada.

Todos se dirigieron al área en la que él había estado buscando. Yami fue el primero en llegar a las puertas de la bodega, las cuales estaban abiertas. Por la cantidad de agua en las escaleras y el suelo, fue obvio que habían estado de ese modo por un buen rato.

Casi tropezando, pero sin caerse, Yami fue el primer testigo de lo que se temía.

Sus piernas perdieron fuerza casi al instante, y cayó sobre sus rodillas cuando vio el cuerpo de su amigo desde la secundaria boca abajo, a solo dos metros del sarcófago. Una guadaña que cualquiera habría podido sacar del almacén de la cocina sobresalía de su espalda, como si se estuviera burlando de ellos. La sangre se había esparcido y aclarado con el agua de la lluvia que se había filtrado.

“No…” Yugi, a su lado, se quedó inmóvil.

Los demás solo pudieron observar en silencio cómo los hermanos derramaban lágrimas, no solo de tristeza, sino también de odio y frustración. Joey había estado en contra de salir de la mansión después de todo.

Pero Yami también notó algo en medio de su desesperación. ¿Qué estaría haciendo Joey en el sótano, dirigiéndose al sarcófago?

La respuesta le llegó al mismo tiempo que se escuchó un trueno a lo lejos y la lluvia aumentó. Joey había encontrado otra pieza, pero no había podido devolverla en el tiempo.

Alguien lo había impedido.

Ahora tenían un día menos y tenían que volver a buscar esa pieza.

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