Ronda Eliminatoria
Hattori sentía que no podría soportar mucho más aquel frío mortal. Tenía poco tiempo para conseguir abrir aquella cámara frigorífica y salir, antes de que la temperatura de su cuerpo cayera por debajo del nivel óptimo. O de lo contrario, eso supondría su muerte.
Sin poder evitar los temblores que le agitaban, hizo fuerza contra la puerta. Pero esta no se movió. Ya imaginaba que eso no le serviría de nada. Este tipo de cámaras solian tener un sistema de sellado para evitar los cambios causados por un intercambio de temperatura con el exterior. Debía pensar otra cosa.
Al parecer, es lo que pretendía el dueño de la voz que había hablado hacia unos momentos, y que sin duda era quien le había secuestrado. Llevarle al límite de sus posibilidades.
Había localizado un altavoz y una cámara de vigilancia colocados en una esquina de la estancia. Le estaban observando pues todo el tiempo. Pasó la mano distraido por la pared, mientras meditada. Un dolor súbito le hizo saltar hacia atrás. Había tocado una parte que tenía demasiado hielo, y le había cortado.
- Maldición - murmuró entre dientes - me duele y estoy sangrando... Hola, ¿qué es esto?
Se envolvió la mano en un pañuelo para cortar la hemorragia, y observó con atención el hielo. Dentro había una especie de caja de mandos. Estupendo. Quizás con eso abriera la puerta. Ahora debía buscar con qué romper la capa que lo cubría.
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Debía calmarse si quería salir de ahí. Eso es lo que Hakuba pensaba después de haber oído a aquel hombre.
Además, teniendo en cuenta el diámetro de la caja en que se hallaba encerrado, y si sus cálculos no erraban demasiado, disponía de unos x metros cúbicos de oxígeno. Unos 15 minutos de tiempo antes de consumirlo todo y asfixiarse. Si seguía respirando a ese ritmo acelerado, el tiempo que le quedaba se reduciría aún más. Se obligó a cerrar los ojos y repetir para sí mismo una especie de mantra relajante, hasta que su pulso se estabilizó.
En ese instante se aplicó a la tarea de analizar la caja. En teoría cuando le metieron dentro, debieron abrirla por algún lado, o sea que debería poder hallar una abertura. Anteriormente ya había comprobado que la fuerza no le iba a servir de nada. Pasó la mano por toda la superficie, pero no notó ninguna grieta ni ninguna señal que indicase dónde estaba. Era completamente lisa.
Maldición. El tiempo pasaba y él seguía encerrado. Pensó en las cajas que usaban los magos para sus trucos, pudiera ser que ésta tuviera también algún doble fondo oculto por espejos. Golpeó los laterales, tanto con las manos como con los pies. Un sonido a hueco llego a sus oídos, justo donde había golpeado su pie derecho. Ahí había otra cámara.
Golpeó un poco más fuerte y el cristal empezó a resquebrajarse. Le dio otro golpe con la esperanza de hacer un agujero, y que al menos entrara por ahí algo de aire, pero el resultado que obtuvo no se lo esperaba ni en sus peores pesadillas.
Algo frío y húmedo hizo contacto con sus pantalones, empezó a subir por su espalda y llegó hasta su nuca. Agua. Por el agujero que se había hecho estaba entrando agua, la cual amenazaba con llenar la caja. A la posibilidad de asfixiarse, ahora debía sumar la de ahogarse en aquel lugar.
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Kaito había comprobado que podía ponerse en pie, ya que las esposas que le unían a la tubería se podían deslizar hacia arriba. Desde esa posición, tenía una mejor perspectiva de la habitación en que se hallaba.
No había ventanas. ¿Qué lugar sería ese? ¿Una especie de sótano o algo similar? ¿Sería de noche... de día? Pensó en Aoko, ¿estaría preocupada por él?. Al menos, si se había dado cuenta de que había desaparecido y se lo decía a su padre, quizás empezaran a investigar su rapto. Sonrió ante el hecho de alegrarse porque la policía le encontrara.
Se fijó en que había un conducto de ventilación lo bastante grande para que su cuerpo pasase. Por ahí podría salir. Pero lo primero, librarse de las esposas, para lo que necesitaba alambre.
Se puso de cara a la pared. No quería que le vieran sacar del dobladillo de la manga de su uniforme un fino alambre que siempre llevaba consigo, como buen mago que era. Y el hecho de que se pusiera de espaldas era porque se había dado cuenta de que le habían estado mirando a través de una cámara de seguridad. Estaba seguro que el repartidor que le había secuestrado, era el dueño de la voz que se había oído hacía unos momentos. Como maestro del disfraz que era, reconocerlo había sido muy fácil. Y también sería la persona que observaba cada uno de sus movimientos por dicha cámara.
En pocos segundos estaba libre. Probó que la tubería resistía su peso, y empezó a trepar por ella.
Cuando llegó al conducto de ventilación, fue necesario algo de fuerza para quitar la reja que lo cerraba. Por fortuna no estaba atornillada, y terminó cediendo. Dentro estaba muy oscuro.
Kaito respiró hondo y se adentró en aquellos túneles. Si llevaban a alguna salida, tenía que intentarlo.
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- "Vamos, vamos, vamos... Suéltate" - pensaba Shinichi, mientras forcejeaba con las correas que sujetaban sus muñecas y su cintura a aquel sillón.
No le gustaba lo que había escuchado. Y el observar restos de marcas antiguas de sangre por toda aquella habitación, no hizo más que confirmar su hipótesis de que debía liberarse cuanto antes e ir a por el criminal causante de todo.
Un sonido chirriante acercándose detuvo sus movimientos. Se quedó inmóvil, espectante.
Un hombre de aspecto intimidante entró, empujando un carrito metálico. Sus ruedas presentaban un estado avanzado de oxidación, y eran las causantes del ruido chirriante que había oído. Dejó el carro a un lateral, fuera del campo de visión de Shinichi de modo que no sabía qué portaba, pero su intuición le decía que no tardaría en averiguarlo y, con pasos tranquilos, se colocó delante suyo.
Shinichi esperaba que le dijera algo, pero no fue así. Cruzó los brazos sobre el pecho, y recorrió al detective de arriba a abajo con la mirada. Sus ojos eran negros, y parecían arder como carbones. Shinichi sintió escalofríos al ser sometido a tal examen, pero mantuvo firme la mirada.
- Bien - habló por fin aquel hombre, mientras sus labios formaban una sonrisa ladina- hoy conseguiré nuevos elementos para completar mi colección.
- No se de qué elementos hablas, pero por tu bien deberías soltarme - le replicó Shinichi sacando todo su valor.
O esa era su intención, porque la realidad fue que ningún sonido salió de su boca, aunque él movió los labios.
Volvió a mover la boca, pero no escuchó su voz. Sus ojos se abrieron por la sorpresa. Volvió a intentar decir algo, pero el resultado fue el mismo, silencio.
Quiso gritar, pero ni entonces fue capaz de producir sonido alguno. La angustia le estaba invadiendo y empezó a temblar como una hoja. ¿No podía hablar? ¿Qué le sucedía, qué le habían hecho?
Aquel hombre levantó una ceja, adoptando una expresión difícil de descifrar. Se acercó a Shinichi y cogiéndole con fuerza por la barbilla le obligó a mirarle.
- Abre la boca... - le dijo en tono autoritario - que abras la boca, ya.
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