Pruebas De Culpabilidad

Lentamente, el detective Takagi pisó el pedal de freno. Con un suave chirrido, el coche se detuvo. Siguiendo la dirección que les habían facilitado en la prefectura policial, habían llegado a la vivienda del presunto secuestrador de los jóvenes detectives.

La vivienda que se alzaba ante ellos era una casa de dos plantas que se hallaba en los límites del barrio de Tomoeda. Tenía un aire hogareño y acogedor, con su estilo arquitectónico sencillo y su pequeño jardín trasero. Casi te invitaba a imaginar que un joven matrimonio y sus hijos vivían allí, tal vez incluso tenían un perro.

Sin embargo, que aún conservara a su alrededor el cordón policial de cuando la policía tuvo que intervenir en el asunto de la cría ilegal de serpientes por parte del dueño, hacia que un aire de silenciosa amenaza flotase a su alrededor.

¿Qué podían encontrarse ahí dentro? La duda era lo que les retenía dentro del coche. Ninguno de ellos lo sabía. Temían lo peor, y a su vez tenían esperanzas de que sus temores no fueran ciertos aunque eso supusiera tener que seguir con la investigación.

Dándose ánimos mentalmente, la detective Sato fue la primera que se desabrocho el cinturón de seguridad y con determinación abrió la puerta para salir. La siguió Yumi Miyamoto, quien había insistido en acompañarles. Takagi era el que se hallaba más nervioso por entrar, pues había coincidido en varios casos con Kudo y Hattori y temía encontrar sus cuerpos asesinados.

Las luces se encontraban apagadas, señal de que no había nadie en el interior en ese momento. Pero eso no quería decir que no debiesen tomar precauciones, pues el sujeto podía estar en el interior esperándoles y estar armado o incluso tener un rehén. Prepararon sus armas y se dispusieron a entrar.

- Disculpen, ¿buscan al señor Satsuke? - oyeron una voz a su espalda.

La que había hablado era una señora mayor, de unos 84 años. A pesar de su avanzada edad, su mirada transmitía seguridad y fortaleza. Llevaba con una correa a un pequeño perro Shiba Inu de color canela, que tiraba de su dueña para acercarse a olisquearles.

Miyamoto se acercó con una sonrisa y empezó a jugar con el perro, que al ver que no era una amenaza se relajó y aceptó las caricias.

- Que bonito eres - le dijo al perrito, para después dirigirse a la señora - Si, ¿sabe donde podríamos encontrarle?

- ¿Son de la policía?

- Así es - se adelantó Sato enseñando su placa - Necesitamos hablar con él.

- No sé donde puede estar. La casa lleva varios meses cerrada.

- ¿De qué le conoce?

- He vivido en aquella casa toda mi vida, la del tejado oscuro. Conocí a su madre, una mujer maravillosa y muy trabajadora. Pero tras su muerte, Hanoi se volvió reservado. No salía de casa, no hablaba con nadie... Salvo con aquel repartidor...

- ¿Un repartidor?

- Si. Creo que era de una empresa de productos de jardinería y mascotas. Solía ver su furgoneta parada en la puerta de la casa por horas...

- ¿No sería negra la furgoneta por casualidad? - preguntó ansioso Takagi.

- Pues si. Seguro que fue ese tipo el que engañó al pobre de Hanoi para lo del incidente de las serpientes.

- ¿A vuelto a ver a ese repartidor recientemente? - preguntó Sato

- No, hace ya bastante tiempo. Después de que estuvo la policía, vi que Hanoi se iba con él y desde entonces no ha vuelto a su casa.

Tras darle las gracias a la mujer por la información, los detectives entraron lentamente en la casa. Efectivamente, todo parecía indicar que llevaba tiempo vacía. El polvo se acumulaba sobre los muebles y había un olor repugnante a comida estropeada en la cocina. En los dormitorios faltaba la mayoría de la ropa. Como si su propietario no pensase volver nunca.

Registraron toda la casa, pero no pudieron hallar pruebas que involucrasen a Hanoi Satsuke con el secuestro de Shinichi y los demás. Aunque a Sato le llamó mucho la atención el hecho de que aunque parecía que Satsuke se había ido con prisa, había tenido mucho cuidado de no dejar ningún documento o papeles como facturas a mano. Nada que diese pistas sobre sus últimos movimientos. ¿Qué intentaba ocultar?

- Parece que no hay que nos pueda interesar - comentó Takagi a sus compañeras - Avisaré al inspector Megure para que investiguen las empresas de jardinería, por si alguno de sus empleados ha faltado últimamente... Hola, ¿qué es esto?

Se hallaba bajando las escaleras que llevaban a los dormitorios y al pisar uno de los peldaños, éste había sonado a hueco. Volvió a pisar, esta vez con más fuerza y el eco del golpe resonó con mayor intensidad. Debajo de la escalera había algo.

Rápidamente, Sato comenzó a tocar la pared hasta que encontró lo que buscaba. Una rendija que indicaba que allí había una puerta. Presionó con fuerza un lateral y al soltar, ésta se abrió lentamente. Unos pequeños focos alumbraban una escalera que bajaba al sótano. Por eso no había facturas a la vista, para que el gasto de luz no diese pistas de la existencia de ese cuarto.

Lentamente los detectives bajaron los peldaños, hasta que ante ellos apareció una pequeña habitación. No tenía ventanas ni muebles, sólo una mesa en el centro llena de papeles. Las paredes también se hallaban cubiertas de hojas, recortes de periódicos y fotografías.

- Mirar esto - les dijo Sato a sus compañeros, señalando las fotografías de la pared - Este hombre estuvo siguiendo a Kudo y a ese chico, Kuroba, por días...

- Aquí hay anotaciones sobre Hakuba y Hattori... Horarios de clase.. Recorrido desde sus casas... - comentó Takagi leyendo las hojas de la mesa - Parece que fue su escondite en lo que organizó el secuestro... Nadie le veía entrar o salir, y si todos creían que se había ido, era la guarida perfecta.

- ¿Sabéis lo que esto significa? - pregunto Sato al aire mientras tomaba una fotografía de Shinichi a la que la habían picado los ojos.

- Que no los capturó al azar como a los otros chicos... Les eligió por algún motivo - concluyó Miyamoto.

~~~~~~

En la prefectura policial, Ran no podía soportar más el estar sin noticias de Takagi y Sato. Necesitaba saber si habían podido averiguar el paradero de Shinichi y Hattori. Miró a su alrededor. No había ningún detective que no estuviese ocupado comprobando algo, corriendo de un lado para otro, y todos ignoraban sus preguntas. Hasta su padre, que apenas salía del despacho del inspector Megure, la había dicho varias veces que se fuera a casa. Pero, ¿cómo iba a irse en ese momento? Si por lo menos Kazuha estuviera allí, ambas podrían apoyarse.

Salió a la calle, quería respirar aire fresco y calmar su corazón un poco. Cerró los ojos y aspiró lentamente varias veces. Se sintió un poco mejor. Cuando abrió los ojos de nuevo se fijó que un poco más adelante de donde se hallaba, el inspector Nakamori hablaba con una chica más o menos de su edad. No oía lo que le decía, pero vio por sus gestos que la regañaba por algo. La chica agachaba la cabeza con tristeza y asentia.

Tras unos minutos, Nakamori dio por finalizada la conversación, y con pasos enérgicos volvió a entrar en la prefectura, pasando al lado de Ran sin mirarla.

Ran se giró a mirar a la chica y vio asustada como ésta caía de rodillas al suelo y comenzaba a llorar con desesperación. Corrió a su lado sin dudarlo.

- ¿Estas bien? - la preguntó.

- Siii... - la chica levantó la cabeza para mirarla y Ran no pudo evitar pensar que sus ojos, a pesar de estar velados por las lágrimas, tenían el brillo de un zafiro.

- ¿Lloras por lo que te dijo el inspector Nakamori? No le hagas caso...

- No, mi padre tiene razón, no debería haber venido. - respondió mientras cesaba en el llanto y se secaba las lágrimas con el dorso de la mano - Pero yo... yo... ¡necesito saber si Kaito está bien!

Kaito... Ran recordó que el amigo de la hija de Nakamori se llamaba así. Luego aquella chica era su hija. Había oído al inspector decir que ambos chicos eran amigos desde la infancia. Pero que estuviera tan desesperada como ella por saber qué sucedía, la llevó a pensar que tal vez estuviera enamorada de él.

- ¿Ese Kaito significa mucho para ti? - la preguntó con dulzura.

Las mejillas de la chica se tornaron rojas y volvió a mirar al suelo mientras daba tirones a la falda de su vestido.

- ¡Para nada! Es un tonto que siempre me molesta. Sólo es un amigo, como Hakuba, y por eso me preocupo...

A Ran le hizo gracia la forma en que negaba su interés en aquel chico. Se vio reflejada a sí misma, cuando al principio le negaba a Sonoko sus sentimientos por Shinichi.

- Perdoname si te asusté... - le dijo en ese momento mientras se levantaba del suelo.

- Me llamó Ran, Ran Mouri.

- ¿Eres hija del famoso Kogoro el durmiente?

- Si

- Mi padre me ha hablado mucho de él. Encantada. Yo soy Aoko Nakamori. Perdóname si te preocupé Ran. Debería irme a casa, como me ha dicho mi padre.

- ¿Por qué no te quedas conmigo y esperamos juntas si hay alguna novedad? Yo necesito también saber si Shinichi está bien.

- Pero yo...

- Quédate por favor.

- De acuerdo - aceptó finalmente Aoko con una sonrisa.

Y en ese instante, Ran supo que había ganado una nueva amiga.

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