En El Último Segundo

El cuerpo de Shinichi se tenso al notar aquellos dedos introduciéndose en su boca, y avanzar hacia su garganta.

Cuando aquel hombre le había ordenado que abriera la boca, él había apretado con fuerza los labios en un claro gesto de desafío. No iba a obedecer en todo lo que le dijeran, y además, prefería no saber para qué quería que hiciera eso.

Con un gruñido de impaciencia, el hombre le había dado un toque en la parte baja de su mandíbula, lo que había provocado que su boca se abriese automáticamente. Sin perder tiempo, le había metido dos dedos hasta el principio de la laringe y se hallaba palpando todo lo que encontraba a su paso.

Shinichi sentía que se ahogaba con aquella mano tan dentro. Empezó a jadear. Su esófago se contrajo en una arcada y notó como la bilis le subía desde el estómago.

Por fin, aquel tipo pareció satisfecho y retiró la mano. Shinichi sintió una nueva arcada y tuvo que girar la cabeza a un lado para vomitar, tosiendo y con la respiración agitada.

- Bien, buenas noticias para ti muchacho - habló aquel hombre, mientras se acercaba a la mesita que había traído.

Shinichi habia dejado de toser y se giró a mirarle con desprecio, no parecía importarle que él hubiera estado a punto de ahogarse con su propio vómito por su culpa ya que siguió hablando como si nada:

- No te sucede nada importante, el sedante que se te inyectó antes te ha probado una inflamación en los músculos que controlan tus cuerdas vocales. Por eso no puedes hablar. Con toda seguridad, volverás a recuperar la voz en un rato.

Empujó la mesita hasta que la colocó al lado de Shinichi. Entonces el detective vio que portaba material de intervención quirúrgica: bisturí, jeringas, cuchillos, pinzas... Aquello estaba adquiriendo un matiz que no le gustaba. Y más después de recordar el aspecto que presentaban algunos estudiantes hallados muertos.

El hombre cogió un bisturí y se acercó a Shinichi, tanto que el detective notó su respiración sobre su rostro. Olía a alcohol y cigarrillos. Le tomó del pelo y empujó su cabeza hacia atrás.

- Hora de empezar mi parte favorita... ¿Igual debería decirte que me encanta coleccionar cosas de color azul? - le dijo con una sonrisa mientras pasaba la punta de la cuchilla por su mejilla e iba subiendo hacia sus ojos.

En ese momento el chico recordó que tenía las piernas libres. Le propinó un puntapié en el estómago que le hizo retroceder. Sus ojos destelleaban de determinación. No iba a permitir que le volviera a tocar.

Esa acción no le hizo gracia a su captor que se llevó la mano a la zona del golpe. Maldiciendo contra el detective, cogió algo de la mesita y rodeó el sillón por detrás para evitar una nueva patada. En cuestión de segundos, Shinichi notó que algo le rodeaba el cuello y que tiraban de él hacia atras, pegando su cabeza al respaldo del asiento. Un quejido de dolor se perdió en sus labios.

- Esto es un hilo de pescar - susurró aquel hombre en su oído - si te mueves, tú solo te estrangularas...

~~~~~~

Con mucho esfuerzo, ya que sus manos no reaccionaban bien por el frío, Hattori había conseguido descolgar un gancho que colgaba del techo de la cámara frigorífica. Prefirió no pensar qué sería lo que había estado colgando allí antes.

Usando la punta más afilada del gancho, había estado golpeado con ímpetu el hielo que cubría la caja de mandos. Sentía que empezaba a adormecerse, pero eso era lo último que debía permitirse ya que si se dormía, no despertaría nunca.

Tras unos minutos de arduo trabajo, había conseguido picar completamente la capa de hielo. Con una sonrisa de triunfo se dispuso a abrir la caja de mandos. Cual no sería su sorpresa al ver que estaba cerrada con un candado.

- Ya veo - se dijo a sí mismo sin perder la sonrisa - No me van a dar ninguna facilidad. Imagino que ahora deberé encontrar la llave... Pero no tengo tiempo para eso. Perdón si no juego con sus normas.

Con un golpe seco, rompió el candado que cayó al suelo con un ruido metálico. Abrió la tapa y apretó el botón rojo que había dentro.

Lentamente la puerta de la cámara frigorífica se abrió y Heiji pudo salir. Notando que sus piernas no le sostenían, cayó de rodillas al suelo, abrazándose a sí mismo para darse calor.

Así habría estado un buen rato, pero recordó que el hombre que había hablado había nombrado a "cuatro jugadores", lo que significaba que había otras 3 personas en peligro también. Debía ayudarles. Se puso en pie con dificultad y empezó a andar.

~~~~~~

Nunca se había sentido acorbadado mientras se enfrentaba a la Organización de los Hombres de Negro. Siempre se había mantenido decidido y dispuesto a destruirles y hacerles pagar por sus crimenes. Lo único que le había dado temor era que fueran a por Ran, que su vida estuviese en peligro.

Pero ahora... ahora Shinichi sentía miedo de lo que podría pasarle a él. Temblaba y no podía ocultarlo mientras aquel individuo le sujetaba el párpado con una mano y con la otra acercaba el bisturí dispuesto a extraerle un ojo. Y ni siquiera podía gritar.

Lo que sucedió a continuación fue muy rápido. Como caído del cielo, un objeto pesado fue a parar contra la cabeza de aquel hombre. Con un grito de dolor, soltó el bisturí y se llevó las manos a la zona del impacto. De reojo Shinichi vio que, saliendo con un ágil salto de los conductos de ventilación, una silueta se interponia entre él y su torturador para protegerle.

A aquel bruto no le gusto la interrupción y, cogiendo un serrucho para cortar huesos, se abalanzó contra el intruso. Aquella persona recogió del suelo la rejilla que cubría los conductos, usándola ahora como escudo para detener los golpes que le lanzaba su adversario.

En uno de los choques, el serrucho se enredo entre los barrotes de la rejilla. Con un rápido giro de muñecas se lo arrebató de las manos haciéndolo salir volando y que fuera a parar al otro lado de la habitación. Cegado por la furia, el hombre se abalanzó sobre su oponente para atacarle con sus propias manos, pero éste le dio un golpe tras otro con la rejilla hasta dejarle inconsciente en el suelo.

Shinichi se mantenía en tensión, sin saber qué sucedería ahora. No había podido seguir la pelea y no sabía quién había ganado. Oyó a alguien posicionarse detrás de él, y de pronto el hilo de pescar que ataba su cuello se soltó. Viéndose libre se incorporó en el asiento y miro con sorpresa al chico que estaba ocupado soltando ahora la correa que ataba su mano izquierda. Debía tener su edad aproximadamente, sus ojos eran azul zafiro y su cabello moreno se hallaba revuelto. Vestía uniforme de instituto.

- Tranquilo - le dijo y su voz se le hizo familiar - no te voy a hacer nada. Me llamo Kaito, Kaito Kuroba y me han secuestrado como a ti.

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