Atrapados
Shinichi se sentía confuso cuando abrió los ojos de nuevo. Miró a su alrededor, ¿dónde estaba?. Lo último que recordaba era que se hallaba discutiendo con Kid, cuando el suelo sobre el que estaban parados se había hundido, tragándoles a ambos. Después de eso, todo se había vuelto oscuro, seguramente había perdido el conocimiento por el golpe.
Lentamente intentó incorporarse. Le dolía todo el cuerpo. Emitió un pequeño gemido mientras se llevaba la mano a la cabeza. Tendría con toda seguridad un bonito chichón. Volvió a mirar a su alrededor. Gracias a la luz que entraba por el agujero que habían hecho al caer, podía ver donde estaba.
Se hallaba en lo que parecía el hueco de una antigua escalera de piedra abandonada. Por eso le dolía todo. Los escalones se le habían clavado sin piedad. Alzando la vista, vio el agujero por el que había caído, seguramente taparon la salida cuando dejaron de usarla hacia bastantes años, creando de ese modo la habitación que había visto. Bonita manera de descubrirla había tenido.
Miró hacia abajo y vio que los peldaños continuaban un par de tramos más, descendiendo unos metros antes de interrumpirse por una montaña de piedras y escombros. Por ahí no se podía salir.
Pero había algo más. Abrió los ojos con sorpresa ya que en uno de aquellos tramos estaba, caído de cualquier forma, el cuerpo de Kid.
- ¡Kid! - le llamó - ¿Estás bien?
Nada. Kaito permaneció inmóvil.
- ¡Ki... Kuroba! ¡Kuroba responde! - gritó con más energía. Pero ni aún así obtuvo respuesta.
Shinichi estaba preocupado, ¿y si estaba malherido?. Con precaución, empezó a descender hasta donde se encontraba el mago.
Kaito se hallaba boca abajo cuando Shinichi llegó a su lado. El detective vio que algunos escalones estaban manchados con sangre fresca. Asustado, le dio la vuelta. Presentaba un corte profundo en la frente, del que provenía la sangre. Shinichi rápidamente le tomó el pulso y para su alivio comprobó que estaba vivo, solo estaba inconsciente a causa de la contusión.
¿Y ahora? ¿Qué podía hacer?
- Esto es por mi culpa. - susurró en voz baja, como si temiera que Kaito le oyese - Viniste a ayudarme, y yo... fui un tonto. Lo único en lo que pensé fue en nuestra rivalidad. En quedar por encima tuyo.
En ese momento se oyó un potente grito. Pero no cualquier grito. Era de dolor, de extremo y salvaje dolor. Shinichi notó que se le erizaban los pelos del cuerpo conforme el eco se perdía entre las paredes. ¿Quién podía haber gritado de ese modo?
A su mente acudió la imagen de Hattori y Hakuba, siendo torturados o algo mucho peor. Maldición, tenía que salir de allí y encontrarles. Volvió a recorrer con la mirada el hueco de escalera donde se hallaban, analizando sus opciones.
Si iba hacia abajo debía empezar por quitar los escombros para abrirse paso. Y no podía estar seguro de que la salida por ahí no estuviera cegada también. Así pues, debía ir hacia arriba. Además, para buscar a Hattori y a Hakuba lo mejor sería empezar desde donde les había visto por última vez... La habitación de las serpientes.
Cargando el cuerpo inerte de Kaito a su espalda, Shinichi volvió a subir los escalones hacia el hueco por donde cayeron. No es que el mago pesara demasiado, pero a Shinichi le estaba costando más trabajo del que había calculado. Se sentía débil. Mierda, ¿cuántas horas podrían haber pasado desde que probó bocado? También el estrés de todo lo sucedido le empezaba a pasar factura a su cuerpo. Pero no iba a rendirse ahora. No. Era su turno de ayudar a Kaito.
No había reparado en que faltaba un tramo para llegar arriba del todo, hasta que llegó al límite. El agujero quedaba a unos metros por encima de su cabeza. Genial, pensó el detective. Si sólo fuera él, podría ser capaz de trepar por el agujero de nuevo e ir por la ayuda de sus compañeros, pero no le parecía que fuera buena idea dejar sólo a Kaito allí abandonado. Era peligroso.
- No des un paso más, hijo... No te lo recomiendo - escuchó decir a una voz, a la par que el sonido de un arma cargándose.
En el borde del agujero se recortaba la silueta de un hombre de estatura media. Estaba a contraluz, pero los agudos ojos de Shinichi fueron capaces de ver que era moreno de pelo, ojos cínicos y vestido con ropa común.
Odio que le tratara con esa familiaridad, odio el simple sonido de su voz. Porque a pesar de no ser un maestro imitando voces como Kid, reconoció en el acto la voz del hombre que les había estado hablando por los altavoces. La voz del hombre que les había secuestrado, y les había encerrado en ese maldito lugar.
Un disparo a sus pies le sirvió como advertencia de que no debía seguir avanzando. Lentamente, fue agachándose para depositar a Kaito en el suelo con cuidado y se dispuso a hacer frente a su secuestrador. Maldita sea, ¿por qué no llevaría el reloj anestesiante, o el cinturón lanza balones?
- Lamento que Satsuke se obsesionara de ese modo con vosotros, joven Kudo, hasta el punto de interrumpir el juego y sacaros del laberinto - habló con tono cansado, como si todo aquello le causará un gran pesar.
Shinichi procesaba sus palabras. ¿Sacarles del laberinto?. ¿Quería eso decir que los carteles de "exit" que habían seguido en realidad no llevaban a la salida?
- Pero no te preocupes - continuo hablando - ese idiota no volverá a molestaros.
Metió la mano en el bolsillo del pantalón y arrojó a Shinichi el objeto que había sacado de el. El detective sintió una nausea al reconocerlo y lo arrojó al vacío bien lejos de él. Era un corazón humano, recién extraído ya que lo había notado cálido al tacto.
- Lo mataste - Shinichi se miro las manos manchadas de sangre y se dio cuenta quién había gritado antes de modo tan desesperado. Le había sacado el corazón cuando aún estaba vivo y aturdido por la descarga que le dio Kaito. Era un monstruo, frío y calculador, capaz de provocar sufrimiento solo por diversión. La cárcel no era suficiente castigo.
- Cuando le desate la otra vez ya le advertí que, o bien únicamente se dedicaba a asegurarse de que jugáis correctamente, o que se abstuviera a las consecuencias. Lo hizo bien al principio al "sugeriros" que entraráis a la sala de la bomba. Supongo que esperaba que acabaráis destrozados en alguna prueba, pero sois demasiados buenos, pudisteis salir de todas ellas vivos. Entonces decidió divertirse con vosotros y no dejaros seguir jugando. Es una lástima, ya que ese mago era mi jugador estrella, pero ahora que sabéis como salir del tablero, no puedo dejar que os reunais con vuestros compañeros y les ayudéis.
- ¿Vas a matarnos entonces? - sin que se le notará, Shinichi sintió un gran alivio pues eso indicaba que Heiji y Saguru estaban bien, y que se hallaban en alguna parte de aquel lugar.
- No. Soy incapaz de hacer nada a unos genios como vosotros. Sería como destruir una obra de arte. Dejaré que el tiempo os consuma y os preserve. Os quedaréis ahí abajo. Y para que vuestros amigos no os encuentren...
Aquel hombre desapareció de la vista de Shinichi. Unos segundos después empezó a oírse en ruido de algo que se arrastraba por el suelo. ¿Qué pretendía hacer?
No tardo mucho en averiguarlo. Tapando la luz comenzó a aparecer una de las estanterías que se hallaban en aquella habitación. Cuando aquel hombre la llevó hasta el borde, empezó a empujarla para volcarla. Los libros que aún había en sus baldas comenzaron a caer sobre Shinichi, golpeándolo.
- ¡No! - gritó asustado el detective, pues había entendido sus intenciones.
Varios tomos grandes y pesados cayeron sobre Kaito, arracándole quejidos aún a pesar de seguir inconsciente. Shinichi se agachó para protegerle con su cuerpo y recibir él todos los impactos.
Finalmente, con un golpe pesado, la estantería cayó, tapando el hueco de salida y dejando a Shinichi y a Kaito encerrados y en la más completa oscuridad.
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