Union
El carruaje se detuvo frente al majestuoso templo, donde los ancestros dragones nos observaban desde sus imponentes estatuas de piedra. Mi corazón latía con fuerza; jamás imaginé que me sentiría así por casarme. No sentía ganas de arrepentirme ni de salir corriendo; al contrario, no había manera en la que quisiera renunciar a unirme con Yoongi.
El templo estaba adornado con flores de todos los colores, y el aire estaba impregnado con el aroma de incienso sagrado. Me sorprendió ver cuánto esmero había puesto Yoongi en la ceremonia, a pesar de que se suponía que era solo para evitar que el emperador consorte nos separara. Las damas, vestidas con túnicas de seda de color amarillo, junto con un secretario, me llevaron a una sala, mientras que a Yoongi lo conducían a otra, como parte del ritual.
La sala en la que me encontraba estaba iluminada por candelabros dorados, y las paredes estaban decoradas con tapices que narraban las hazañas de antiguos héroes del imperio. El secretario, un hombre de edad avanzada con una mirada sabia, me hizo jurar lealtad al imperio, a Yoongi y a la familia. Se aseguró de que realmente quisiera casarme y, después de muchas preguntas, me miró a los ojos y preguntó solemnemente:
—¿Aceptas al príncipe heredero para acompañarlo, amarlo y respetarlo, incluso después de la muerte?
Sin dudarlo, respondí con firmeza: —Sí, acepto.
El secretario asintió con satisfacción y me condujo de regreso al templo principal, donde Yoongi ya me esperaba. Él estaba de pie y sus ojos brillaban. Nos tomamos de las manos y, bajo la mirada de los ancestros dragones, pronunciamos nuestros votos.
El sacerdote, con voz grave y ceremoniosa, declaró nuestra unión sagrada: —Que los dioses bendigan esta unión y que su amor perdure más allá de la muerte.
En el manuscrito estaban los nombres de todos los testigos, haciendo que nuestro matrimonio fuera formal, de modo que, a partir de ese momento, nada ni nadie podría separarnos.
—Jimin, ahora viene la prueba más difícil. Para superarla, debes estar seguro de amarme —dijo Yoongi con voz grave, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y esperanza.
—Estoy seguro de que te amo —respondí con determinación.
—En ese tazón hay una mezcla con mi sangre. Solo si me amas no te afectará. Ve y tómalo todo, hasta la última gota.
Sonreí y me acerqué al tazón, que descansaba sobre un pedestal de mármol. Vi mi rostro reflejado en la mezcla, a pesar de que el líquido se veía negro como la noche. Cerré los ojos y levanté el tazón con ambas manos. Todas las miradas estaban fijas en mí mientras comenzaba a beber. Sentía que el líquido me quemaba por dentro, como si un fuego infernal recorriera mis venas, pero no me detendría. Cuando faltaba poco, sentí que vomitaría, pero continué hasta el final. Luego, limpié las comisuras de mis labios con el dorso de la mano.
Yoongi me observaba con una mezcla de orgullo y alivio. —Muy bien, lo has logrado. Ahora eres mi esposo, el príncipe consorte. Vayan todos al pueblo y corran la voz de que su príncipe se ha casado, pero que no llegue a oídos del emperador consorte. ¿Entendido?
—Sí, alteza —respondieron todos con reverencias y bendiciones, comenzando a marcharse. Los murmullos de emoción y sorpresa llenaban el aire mientras se alejaban.
Yoongi se acercó a mí con una sonrisa radiante. —Jimin, ahora eres mi esposo, Min Jimin.
Sonreí, sintiendo alivio. —¿Ahora qué haremos? —pregunté, ansioso por saber cómo sería todo con el emperador consorte, pero lo que respondió Yoongi me sorprendió.
—Ahora vamos a consumar nuestro matrimonio —dijo, con una mirada intensa.
Asentí con nerviosismo, sintiendo una mezcla de emoción.
—Ven, te llevaré a un lugar especial —dijo Yoongi, tomando mi mano con suavidad.
Nos dirigimos hacia el caballo. Yoongi me ayudó a subir primero y luego se montó detrás de mí. Cabalgamos por campos verdes y frondosos, con el viento acariciando nuestros rostros y el sol brillando en lo alto. El paisaje era un mosaico de colores, con flores silvestres y cultivos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Finalmente, llegamos al pie de un bosque que lucía antiguo y misterioso, donde los árboles se alzaban como gigantes guardianes.
—Sube a mi espalda, Jimin, para que no te canses de caminar —dije con una sonrisa.
—Yo puedo caminar, Yoongi —respondí, queriendo demostrar mi fortaleza.
—Sé que no resistirás mucho, pero está bien. Dejaré que camines hasta donde aguantes.
Sonreí y comenzamos a caminar juntos. El sendero se volvía cada vez más empinado y rocoso, y pronto sentí el cansancio en mis piernas. Mientras tanto, Yoongi avanzaba con facilidad, como si el terreno no le afectara en absoluto. Finalmente, me detuve, jadeando.
—Yoongi, no puedo más...
—Sube a mi espalda, yo te llevaré.
—¿Seguro que no vas a cansarte? —pregunté, dudando de su resistencia.
—Estoy seguro.
—¿Con cuántos has subido aquí para estar tan seguro de que no te cansarás llevando a alguien en tu espalda? —pregunté, con una mezcla de curiosidad e indignación.
—¿Contándote a ti? —respondió Yoongi, con una sonrisa traviesa.
Abrí la boca, asombrado. —Sí, contándome a mí.
—Solo uno, tú. Así que sube. Soy un dragón, Jimin; mi resistencia es diferente.
Sonreí por la broma y subí a su espalda. Yoongi caminó con facilidad, como si yo fuese una pluma. Llegamos a un templo en la montaña, un lugar sagrado con dos imponentes dragones dorados en la entrada. No había nadie cuidándolo, lo que añadía un aire de misterio y serenidad.
Yoongi me bajó de su espalda y, con un gesto gentil, me cargó en sus brazos, llevándome a una habitación adornada con una enorme piedra de jade en forma circular. Me sentó allí con cuidado y luego, con una reverencia, quitó mis zapatos y besó mis pies.
—No, no hagas eso. Tú eres el príncipe heredero —dije, avergonzado por el gesto.
—Aquí no hay un príncipe heredero ni un príncipe consorte; solo somos Jimin y Yoongi, dos jóvenes dispuestos a amarse.
—Levanté a Yoongi y lo acerqué a mí, dándole un beso y sintiendo su cálida mano sosteniendo mi cuello. Él lentamente me acostó en la cama y, poco a poco, nos despojamos de la ropa. Mi corazón latía con fuerza y me sentía tímido, pero estaba feliz de corresponder y ser correspondido por Yoongi.
Cuando Yoongi se separó de mí, vi su enorme miembro; era como una gran estaca. Sentí miedo, pero no pensaba retroceder; mi deber es satisfacer a mi esposo.
—Tranquilo, prometo que cuidaré de ti—. Con cuidado, fui entrando despacio en su entrada húmeda, mientras que él, con sus brazos, se aferra a mi cuerpo.
¡Qué grande es! Siento como si me abrieras por dentro.
—Si quieres, me detengo.
—No, no, por favor, continúa...
Pasado el tiempo, fueron once días exactos que me mantuve en aquel templo con Yoongi, y ya puedo asegurar que no tenía pena ni nerviosismo de estar con mi esposo. La razón por la que teníamos que regresar es porque mañana es el baile en el que se supone que Yoongi elegiría esposo, pero él no me ha dicho qué planea hacer.
—Te ves realmente hermoso hoy —dijo Yoongi, con sus ojos llenos de admiración.
—Amor, ¿vas a empezar? —pregunté tímido.
—Vamos, Jimin, debemos regresar —respondí, tomando su mano con suavidad.
—Sobre eso, no me has dicho qué pasará con el emperador consorte —hablé con una pizca de preocupación en mi voz.
—No pasará nada, le daremos una sorpresa —respondió Yoongi, con una sonrisa tranquilizadora.
—Tengo miedo de no saber qué estás pensando hacer —confesé, mordiéndome el labio inferior.
—Confía en mí.
Subí a la espalda de Yoongi y empezamos a bajar, dejando el templo atrás. El camino estaba bordeado de árboles altos y frondosos, y el sonido de nuestras pisadas resonaba en el silencio del bosque. Luego de hacer la misma ruta que antes, llegamos al palacio. Yo fui a mis aposentos y Yoongi a los suyos.
—¿Dónde estuvieron todos estos días? —preguntó el emperador consorte, irrumpiendo en los aposentos de Yoongi con el ceño fruncido.
—Padre, ¿por qué irrumpes en mis aposentos de esa manera? —respondió Yoongi, sorprendido por la brusquedad de su padre.
—¿Sabes lo preocupado que estuve? —dijo el emperador consorte, con su voz llena de preocupación.
—¿Tenías miedo de que alguien me hiciera daño? —preguntó Yoongi, con una sonrisa burlona.
—Deja de burlarte de mí, Yoongi. Eres el príncipe heredero y mi hijo. Claro que temía que algo te pasara —respondí con un tono serio.
—Estuve con Jimin preparando tu sorpresa —dijo Yoongi, tratando de calmar a su padre.
—Dime de una vez qué es esa sorpresa —exigí con impaciencia.
—Si te lo digo, ya no sería una sorpresa —respondió Yoongi, con una sonrisa traviesa.
—Me estás asustando —dijo el emperador, frunciendo el ceño.
—No tienes por qué asustarte. Por favor, padre, permíteme descansar y recuperar fuerzas —dijo Yoongi, con un tono cansado pero tranquilo.
—¿Recuperar fuerzas? ¿Estás enfermo? —preguntó el emperador consorte, con preocupación evidente en su voz.
—No, no estoy enfermo, pero necesito, realmente necesito descansar —respondió Yoongi, tratando de calmar a su padre.
—Está bien, hijo, descansa —dije, suavizando mi tono de voz. Salí de los aposentos de Yoongi y me dirigí a los de Jimin. Sin embargo, al estar frente a la puerta, desistí de hablar con él. "Algo se traman estos dos y yo lo descubriré", pensé mientras me alejaba, con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
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