Sentimientos
Papá Félix, no quiero asistir a esa ceremonia —dije en un tono suave, tratando de persuadirlo mientras jugueteaba con los pliegues de mi túnica. La idea de enfrentarme a una multitud de desconocidos me hacía sentir un nudo en el estómago.
—Yoongi, tienes diez años y eres el futuro emperador. No podemos retrasar más el que los demás te conozcan. Y ni se te ocurra no aparecer, porque no seré compasivo. Eres un príncipe, y no cualquier príncipe, sino el heredero de un imperio. ¿Qué quieres? ¿Que crean que somos débiles? ¿Que los dragones no poseemos un digno sucesor? —Su voz resonó con autoridad.
Rodé los ojos y sonreí, porque papá Félix siempre tiene esas palabras que te obligan a hacer lo que no quieres. Pero si mi padre, el emperador, no le lleva la contraria, yo menos lo haré. —Está bien, papá, terminaré de alistarme y estaré presente cuando mi nombre sea pronunciado —respondí con un suspiro resignado, sabiendo que no había forma de escapar de mi destino.
Mientras me dirigía a mis aposentos, sentí el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. Ser el heredero de un imperio no es tarea fácil; a veces deseo ser un niño normal del pueblo. Sé que mi deber es más grande que mis deseos personales, pero soñar no cuesta ni me mete en problemas con mis padres. Me miré en el espejo, ajustando mi corona y alisando mi túnica, preparándome mentalmente para la noche que me espera.
Jimin, hijo, te ruego que esta noche te comportes. No hagas nada que pueda avergonzar a nuestra familia. Recuerda que estarás frente a los emperadores y, aunque veas algo diferente, mantente en silencio —dijo mi padre con un tono serio, sus ojos reflejando la preocupación y el peso de las expectativas que tiene sobre mí.
—Papá, eso me lo has dicho desde que partimos de nuestro reino. Por favor, ya les he jurado que seré el digno príncipe que esperan, pero no me lo digas una vez más —respondí, tratando de ocultar mi frustración. Miré por la pequeña ventana del carruaje, observando cómo las ruedas giraban y sentí el frío aire de la noche acariciar mi piel, trayendo consigo un leve consuelo.
El viaje había sido largo y agotador, y aunque entendía la importancia de la ocasión, no podía evitar sentir una mezcla de molestia y cansancio. Las luces del palacio se vislumbraban a lo lejos, brillando como estrellas en la oscuridad.
Mi padre, el rey, ajustó su capa y me miró con una mezcla de orgullo y preocupación. —Jimin, sé que es mucho pedir, pero confío en ti. Esta noche es crucial para nuestro reino. Los emperadores deben ver en ti al futuro líder que serás.
Asentí, tomando una profunda respiración para calmar mis nervios. —Lo sé, papá. No te defraudaré.
El carruaje se detuvo frente a las majestuosas puertas del palacio, y los guardias las abrieron con reverencia. Bajé del carruaje, sintiendo el peso de las miradas sobre mí. Con la cabeza en alto y el corazón latiendo con fuerza, empecé a caminar detrás de mi padre.
Al entrar al castillo, quedé impresionado por la perfecta decoración y el excelente gusto de los emperadores. Los muros estaban adornados con tapices de colores vibrantes y candelabros de cristal que reflejaban la luz de las antorchas, creando un ambiente majestuoso. Me acerqué al trono y hice una reverencia profunda delante de ellos.
El emperador tenía el cabello negro y largo; era tan largo que, aún sentado, llegaba a sus rodillas. Su piel era extremadamente blanca, contrastando con sus ojos negros. A su lado, su esposo, el consorte, tenía el cabello rojo, tejido y decorado con oro y jade, lo que me hizo abrir los ojos de par en par. Su amable sonrisa me hizo sentir cálido, como si ya lo conociese.
Mi padre aclaró su garganta, avisándome de ese modo que debíamos dar el paso a los reyes. Detrás de nosotros, no pude evitar pensar que, si los emperadores son tan hermosos, supongo que su hijo lo es aún más.
Desde mi trono, observé al joven de los Park; su belleza era incomparable, destacándose entre todos los presentes. Hoy, él ha captado de inmediato mi atención. Extendí mi abanico frente a mi rostro, ocultando una sonrisa, y con disimulo me acerqué a Hyunjin.
—Amado emperador, ese es el joven que me gustaría para nuestro hijo Yoongi.
Hyunjin frunció el ceño ligeramente. —Pero Jimin tiene doce años y Yoongi diez; es mejor que sea él de más edad, para que su pareja, si resulta astuta, no lo pueda controlar.
—¿Usted duda de mi hijo? —repliqué, con voz firme—. Yoongi ha demostrado ser un joven inteligente.
—Tienes razón, pero no creo prudente hacerlo hoy. Lo haremos en otra ocasión y, por favor, no me vayas a desautorizar.
Asentí. —Como desees, amado emperador. Pero recuerda, nuestro hijo merece lo mejor, y Jimin podría ser ese futuro.
—Lo sé, y confío en tu juicio. Pero debemos ser pacientes y prudentes.
Di la señal para que comenzara la ceremonia de presentación de mi hijo.
—Damas y caballeros, el imperio se llena de orgullo al presentar al portador del título de príncipe heredero, el joven dragón Min Yoongi.
Al principio, todos quedaron en un sepulcral silencio. El joven príncipe, Min Yoongi, avanzó con paso firme, pero no se podía ignorar el desperfecto en su rostro: una terrible cicatriz que parecía recién hecha. Aunque tenía los cabellos rojos y la piel blanca, la cicatriz lo hacía ver desagradable a los ojos de muchos; incluso a mí me resultaba difícil de mirar.
Justamente pasó frente a mí, y para mi sorpresa, me regaló una sonrisa. A pesar de mis sentimientos encontrados, respondí con una sonrisa por cortesía, bajo la mirada de mi padre. La sala permanecía en silencio, mientras todos asimilaban la apariencia del joven heredero.
Al ver lo incómodo de la ocasión, me levanté del trono y, con voz suave, me acerqué a mi hijo. —Puedes escoger a quien gustes para iniciar el baile real.
Sonreí al escuchar a mi madre y me acerqué a un hermoso joven. Extendiendo mi mano, le pregunté: —¿Desea usted bailar conmigo?
Si no aceptaba, sé que mi padre me reprocharía, así que, con una fingida sonrisa, hice una reverencia y le dije: —Sí, príncipe.
Empecé a bailar con el hermoso joven y, tratando de disimular mis nervios, le pregunté: —¿Cuál es tu nombre?
—Yo me llamo Park Jimin.
—Jimin, quisiera que en un futuro tú seas mi esposo.
¡Jamás! pensé, pero, contrario a mi pensamiento, le respondí: —Aún somos jóvenes, príncipe, pero si en la adultez aún le soy de su interés, aceptaría con gusto casarme con usted.
Escuchar esas palabras hizo que mi corazón se acelerara. Él no me había rechazado; contrario a eso, me dio una esperanza. Si yo llegara a tener un esposo tan hermoso como Jimin, estoy seguro de que nadie se fijaría en mi horrible cicatriz. —Jimin, ¿no te resulta incómoda mi cicatriz?
—No, en absoluto —mentí, tratando de sonar convincente—. Todos tenemos algo que no nos gusta. Por ejemplo, mi secreto es que aún no logro transformarme como los demás de mi familia, pero te ruego que no digas nada.
—No le diré a nadie, pero Jimin, te prometo que guardaré mis sentimientos e interés por ti hasta que esté en edad de casarme. Tú guarda también tu corazón para mí, por favor.
Me reí ligeramente, tratando de aliviar la tensión. —Está bien, prometo guardar mis sentimientos por ti, pero si llegas a amar a alguien, también seré feliz por ti.
—No creo que llegue alguien más a captar mi atención.
Sonreí cuando, por fin, acabó la pieza de música y sentí un alivio al por fin alejarme de él. —Necesito tomar algo, príncipe, estoy sediento, si no le molesta.
—Déjame buscar algo para ti.
—No, ¿cómo cree? Es usted el príncipe heredero.
—No te preocupes, me gusta valerme por mí mismo.
—Está bien, le agradezco.
—Está bien, espérame aquí. —Fui emocionado a buscarle algo de beber.
—Príncipe Jimin, ¿aceptaría usted bailar conmigo esta pieza?
Sonreí al ver a Namjoon, el príncipe que me interesaba, el león blanco de dieciséis años, mi amigo de infancia. —Claro que acepto bailar —dije, extendiendo mi mano.
Cuando regresé con la bebida de uva, vi a Jimin bailando con una gran sonrisa. ¿Pero no estaba sediento? pensé, sintiendo una punzada de celos y confusión. Observé cómo Jimin reía y se movía con gracia junto al apuesto joven.
Una mezcla de emociones me invadió: la alegría que había sentido al pensar que Jimin podría ser mi futuro esposo se desvaneció, reemplazada por una sensación de traición y tristeza. ¿Acaso mis sentimientos no eran correspondidos? Me quedé inmóvil, con la bebida en la mano, sin saber qué hacer. La sonrisa de Jimin, que antes me había llenado de esperanza, ahora parecía una burla.
Intenté mantener la compostura, pero mis manos temblaban ligeramente. —¿Por qué me siento así?— me pregunté, luchando por controlar las lágrimas que amenazaban con brotar. —No puedo dejar que nadie vea mi debilidad. Respiré hondo y me obligué a sonreír.
Al ver a Yoongi, me aparté de Namjoon, sabiendo que si hacía sentir mal al hijo del emperador, tendría problemas. —Perdón, es que olvidé que le prometí al príncipe heredero algo.
—Está bien, Jimin, comprendo.
Me acerqué a Yoongi, notando la tristeza en sus ojos. —Muchas gracias, acepté el baile con Namjoon por cortesía.
—¿De verdad? —pregunté, tratando de ocultar mi alivio.
—Sí, por supuesto, pero ahora que tome esto, podemos bailar otra pieza.
—Sí, sí, sería magnífico. —respondí, sintiendo cómo mi corazón se aligeraba. Le entregué la bebida y observé cómo Jimin la tomaba con una sonrisa.
Mientras comenzábamos a bailar de nuevo, no pude evitar sentir una renovada esperanza. —Tal vez, después de todo, Jimin sí podría ser mi futuro.
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