Resignado

—Sana, ayer no sé qué falló, pero hoy lo intentaremos nuevamente. Cada día es una oportunidad para que te ganes a Yoongi, pero debes ser más atrevida —dije, con determinación. No pude seguir hablando porque fui interrumpido por los golpes en la puerta. —¿Quién es? —pregunté.

—Soy Yoongi.

Acomodé mi túnica y me puse de pie. —¡Adelante!

—Buenos días, príncipe —saludé al entrar.

—Buenos días, príncipe heredero. ¿Por qué ha venido a verme?

—Yo no he venido a verte a tí; he venido por Sana.

—¿Por Sana?— Pregunté sorprendido.

El tono con el que Jimin preguntó se escuchaba con molestia, y no pude evitar reír. —Sí, a Sana. —Volteé a verla. —Es que ayer te hice sentir mal y Jimin te hizo hacer algo que claramente tú no querías, y yo, en vez de parar con eso, también te terminé usando. Tú has sido siempre leal a nosotros, y por eso quiero regalarte este collar —dijo Yoongi, extendiendo un hermoso collar.

—No, alteza, no se preocupe. Además, eso es muy costoso como para que yo lo use —respondió Sana, con humildad.

—Entonces, ¿hay algo que pueda darte?

—No, príncipe, yo solo soy feliz sirviendo a ustedes —respondí con una sonrisa sincera.

Me sentí burlado y enojado, así que me acerqué a Sana y la abofeteé. —¿Quién te crees?

—¿Jimin? —pregunté sorprendido.

—¡Príncipe! ¿Por qué me pegas? —exclamé, con lágrimas en los ojos.

—Porque me viste la cara de estúpido. Claro que nada funcionaría si tú seguramente te fuiste de lengua suelta a decirle a Yoongi. ¿Sabes con qué se paga la traición? —dije, con la voz llena de ira.

—Por favor, Jimin, cálmate. Ella no me dijo nada. Yo vi el borde de tu túnica ayer antes de sentarme. Por más que intentaste cubrirte con la planta, al verla tan arreglada, era más que evidente lo que planeabas —intervine, tratando de calmarlo.

—Sé que estás mintiendo para cubrir a esta ¡mosca muerta! —grité, sin poder contener mi frustración.

—Pero, ¿cuál es tu enojo, Jimin? ¿No era tu plan? ¿No querías que me fijara en ella? —pregunté confundido.

—Sí, pero no me compares con la servidumbre. Yo soy un príncipe —respondí, sintiendo una mezcla de humillación y rabia.

—Sana, sal y déjanos solos, por favor —. Cuando Sana salió, me acerqué a Jimin y lo abracé, rompiendo todas las normas y la etiqueta.

—No me abraces, tú... tú... —comencé a decir, pero las palabras se ahogaron en mi garganta y, sin saber por qué, empecé a llorar.

—¿Por qué estás llorando? —pregunté con preocupación.

Me aparté de él, sintiendo una mezcla de dolor y desesperación. —Porque extraño a Namjoon. ¡Tú no entiendes! Quiero irme, necesito mi reino, ir a su tumba y pedirle perdón.

—¡Ya es suficiente, Jimin! La única razón para que Namjoon quisiera casarse contigo es para fortalecer su título de duque, pero él tenía dos concubinas. Una de ellas tiene un hijo de tres años, pero tú quieres hacerlo ver como un hombre perfecto de conducta intachable cuando era un casanova gigoló —dijo Yoongi, con dureza, sus palabras cortando como cuchillos.

No soporté lo que decía de Namjoon y lo abofeteé con tanta fuerza que mi mano dolió, y en su rostro blanco se marcó completamente la palma de mi mano. —Per... perdón, yo... yo... —balbuceé, horrorizado por mi propia acción.

Ni mi padre se ha atrevido a golpearme, y tú te crees con ese derecho. Ya veo que no me tienes ni el más mínimo respeto. —Hablé con una mezcla de sorpresa y enojo, tratando de contener mi furia.

—¿Sabes qué? No, no te tengo respeto porque yo soy así: irreverente, maleducado, un alma libre y mucho para ti —dije, con lágrimas en los ojos y la voz temblorosa, buscando que Yoongi me golpeara y así poder irme de este lugar.

Sentía una mezcla de tristeza y decepción. —Jimin, no puedes seguir viviendo en el pasado. Namjoon no era el hombre que creías, y aferrarte a su memoria solo te está destruyendo.

—¡No! —grité, sintiendo cómo la desesperación me consumía—. Tú no entiendes nada. Namjoon era todo para mí, y sin él, no soy nada.

—Jimin, por favor, escúchame —dijo Yoongi, acercándose lentamente—. No quiero verte sufrir más. Déjame ayudarte a encontrar la paz que tanto necesitas.

Pero yo ya no podía escuchar. La rabia, el dolor y la tristeza me habían cegado, y todo lo que podía hacer era llorar, sintiendo cómo mi corazón se rompía en mil pedazos.

Yoongi se mantuvo firme, su voz ahora fría y distante. —Jimin, si realmente quieres irte, tendrás que cumplir con tu promesa primero. No permitiré que rompas tu palabra, ni siquiera por tu dolor.

Me quedé en silencio, las lágrimas cayendo sin control. Sabía que Yoongi no cedería, y eso solo aumentaba mi desesperación.

—¡Tú eres cruel! Lo que te hace ver feo no es esa asquerosa cicatriz, no, claro que no. Lo que te hace ver feo es tu egoísmo al quererme tener aquí cuando yo no te amo. Entiende eso, yo nunca te amaré porque te repudio. Verte me hace querer vomitar hasta mis entrañas —grité, con la voz llena de rabia y dolor.

—¡Está bien, Jimin! ¿Realmente quieres irte? Entonces yo mismo te llevaré con tus padres, pero antes de irme de tu reino, te haré escuchar la verdad. Entonces allí sabrás quién es el malo y te arrepentirás —respondió Yoongi, con una frialdad que me heló la sangre.

—Eso jamás pasará, yo jamás me arrepentiré de regresar —dije, con una determinación que ocultaba mi miedo.

—Alista tus cosas, que nos vamos. Te esperaré afuera del palacio —dijo Yoongi, dándose la vuelta y saliendo de la habitación.

Vi a Yoongi irse y empecé a arreglar mis cosas; por fin me iría.

Después de dejar a Jimin arreglando sus cosas, fui con mi padre.

—Hijo, ¿qué te trae a mi despacho? ¿Cómo estuvo la cena? —preguntó mi padre, levantando la vista de sus papeles.

—Padre, tomaré mi forma de dragón; iré a dejar a Jimin a su reino —dije, con una voz que intentaba ser firme.

—Pero, ¿por qué? Ya no te interesa —respondió mi padre, sorprendido.

—Padre, amo a Jimin hasta los huesos, pero él a mí no —dije, sintiendo el peso de mis palabras.

—¿Qué le pasó a tu rostro? —preguntó, notando la marca en mi mejilla.

—Nada, papá, no te preocupes —respondí, tratando de ocultar la verdad.

—No me digas que nada. —Tomé su mentón, viendo una mano bien marcada en su rostro—. ¿Quién hizo esto?

—Esto no es nada, por favor, no te alarmes —respondí, tratando de calmar a mi padre.

—¿Fue Jimin? Dime si fue él.

—Sí, sí fue él —admití con un suspiro.

—¿Y tú te dejaste? Ya mismo iré a ponerlo en su lugar —dije, sintiendo la ira crecer dentro de mí.

—Padre, no le hagas nada. Sé que es estúpido, pero si le haces daño a Jimin, me dolería más que esta marca en mi cara.

—Yoongi, hijo, te amo con todo mi ser, pero aunque antes te apoyaba, ya no quiero a Jimin para ti. Mi gracia para con él se ha acabado —respondí con firmeza.

—Entiendo, padre, y no te preocupes. Lo llevaré a su reino y tal vez no le vuelvas a ver —dijo Yoongi, con resignación.

—Es lo mejor, y tienes mi bendición. Enviaré águilas avisando a los reinos que irás en tu forma de dragón, pero que no se asusten, que solo vas de paso. Y, hijo, cuídate mucho; sin ti, yo no podría existir —dije, abrazándolo con fuerza.

—Me iré adelantando, padre. Te veré afuera antes de irme.

—Está bien, me apresuraré a enviar las águilas.

Asentí y salí al patio, encontrándome con Jimin. —¿Has alistado todas tus cosas?

—Sí, ya lo he hecho, pero quiero que me prometas que no quemarás nada.

—Te lo prometo, Jimin, pero también tendrás que estar dispuesto a escuchar la verdad.

—Sí, sí estoy dispuesto.

—¿Hijo, ya te vas? —pregunté, llegando junto a ellos.

—Sí, ya nos vamos. Por favor, papá, habla con el emperador; sé que se va a disgustar.

—Está bien, hablaré con él. Y tú, Jimin, espero no tener que volver a verte; no mereces ni un poco de la atención de mi hijo —dije con frialdad.

—Perdóname, alteza, por no cumplir mi palabra —dijo, bajando la cabeza.

—Ya sé que no eres alguien de palabra. No sé cómo llegué a considerarte mi reemplazo; tú no tienes lo que se necesita para ser un emperador consorte—respondí con dureza.

Me quedé en silencio, bajando mi rostro y sintiendo el peso de sus palabras.

—Bien, me transformaré en dragón, Jimin. Cuando estés sobre mí, no te sueltes.

Yoongi se quitó la camisa y yo volteé a otro lado cuando empecé a escuchar un sonido que venía de su garganta. En ese momento, su cuerpo comenzó a cambiar, haciéndome erizar la piel. Ahora, frente a mí, estaba un enorme dragón rojo. Gruñó, como queriendo decirme que subiera. Me volteé para despedirme del emperador consorte, pero recibí una bofetada tan fuerte que perdí el equilibrio.

—Mi hijo te perdonó que lo abofetearas, pero ¡yo no! Ahora, ¡largo de mi palacio, desvergonzado! —dijo el emperador consorte, con una voz llena de ira.

Con vergüenza, subí a Yoongi en su forma de dragón y comenzamos el viaje.




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top