Primer Intento
Había pasado una semana desde que comencé a enseñar a Sana a hablar, caminar, comportarse e incluso a bailar. Sin embargo, aún no la había presentado a Yoongi; quería que todo fuera perfecto. Por eso, ahora me dirigía a su lugar de entrenamiento con espadas.
Al llegar, me encontré con Yoongi sin camisa; su piel era tan blanca como la nieve y sus cabellos trenzados caían en cascada por el centro de su espalda. Su agilidad era impresionante, pero en el momento en que se percató de mi presencia, el joven con el que peleaba logró cortarle la mejilla. Sin pensarlo, corrí hacia él.
—¿Estás bien? —pregunté, con el corazón acelerado.
—Sí, este pequeño rasguño ha logrado captar tu atención. Pediré que me den latigazos —respondió Yoongi con una sonrisa traviesa.
Me separé de él, tratando de ocultar mi preocupación. —¿La espada está bien? —pregunté, intentando cambiar de tema.
Yo sonreí ante la situación. —¿Me buscabas por algo? —pregunté, con una chispa de curiosidad en mis ojos.
—Te he venido a invitar a una cena. ¿Qué dices?
—¿De verdad? —respondió Yoongi, con una mezcla de sorpresa y curiosidad en su voz.
—Sí, creo que una cena es una gran idea —afirmé, sonriendo.
—¡Allí estaré! —exclamó Yoongi, con una chispa de entusiasmo en sus ojos.
—Está bien, no llegues tarde —advertí, mientras comenzaba a alejarme del lugar. Mientras caminaba, una sonrisa traviesa se dibujó en mi rostro. Te invité a una cena, Yoongi, pero no te dije que cenarías conmigo.
—¿Padre, estás ocupado? —pregunté desde afuera de la puerta de sus aposentos.
—No, hijo, adelante. Sabes que para ti nunca estoy ocupado —respondió con una sonrisa cálida.
Entré y vi a mi padre con una taza de té, haciendo unos bordados. Me acerqué y besé su mano. —Padre, creo que el corazón de Jimin se está ablandando.
—¿Qué te ha hecho creer eso? —preguntó, levantando la vista de su labor.
—Me invitó a una cena hoy, papá, y la emoción no cabe en mi pecho. Y hoy, cuando entrenaba, me lastimé por accidente y él mostró preocupación. Creo que el enviar flores y disculpas todos los días ha estado funcionando, papá —dije, con una mezcla de esperanza y nerviosismo.
—Yoongi, sé que eres un chico apasionado, pero debes tomarte las cosas con calma. Recuerda que el que vive de ilusiones muere de decepciones —aconsejó mi padre, con una mirada sabia.
—Entiendo, papá. Trataré de ir con más calma; tus consejos siempre son los mejores.
—Bueno, amor mío, te amo, pero apestas a dragón sudado —dije riéndome—. Ve a bañarte y a ponerte presentable para tu cena.
Me reí a carcajadas y abracé a mi padre. —Sí, yo apesto, tú también. ¡Deseame suerte, papá! —exclamé, besando su frente antes de salir de sus aposentos. Estaba emocionado por bañarme y alistarme; quería lucir perfecto.
Luego de bañarme y de buscar una fragancia adecuada, me puse una túnica blanca con bordados de lentejuelas rojas. Peiné mis cabellos con esmero y pregunté a los sirvientes si la cena ya estaba lista. Me dijeron que aún no, y con desesperación empecé a caminar de un lado a otro. ¿Será este un juego de Jimin?
Con Jimin y Sana
—Muy bien, Sana, ya sabes todo lo que debes hacer —dijo Jimin con firmeza.
—Alteza, tengo miedo. Si el príncipe se enoja, me enviará a la celda —respondió Sana, temblando ligeramente.
—Él no hará eso, te lo prometo. Cuando te vea, caerá rendido a tus pies —aseguró Jimin, con una sonrisa tranquilizadora.
—Príncipe —dijo Sana, no muy convencida.
—¡Ya! Sana, no perdamos más tiempo. Haz a ese hombre tuyo; yo estaré cerca —concluyó, dándole un suave empujón hacia adelante.
Aposentos de Yoongi
—Príncipe, alguien le ha enviado una carta —anunció un sirviente, entregándole el sobre.
Tomé la carta y la abrí, comenzando a leerla.
Príncipe heredero,
Le pido mil disculpas por este atrevimiento, pero la razón por la que le escribo es porque el príncipe Jimin me ha pedido que yo lo enamore. En esta cena, me ha preparado a mí para ser yo la que se presente, y la verdad, tengo miedo de su reacción. Por eso, me he adelantado a escribirle.
Atentamente, Sana.
Al terminar de leer la carta, la quemé y me reí, no porque me hiciera gracia, sino por la decepción. Pero si Jimin quiere jugar, está bien. Salí de mis aposentos y fui hasta la sala donde Sana me estaba esperando, de pie. Me acerqué a ella y le susurré al oído: "Sígueme en el juego".
—Príncipe heredero —dije, haciendo una reverencia.
—Luces verdaderamente hermosa el día de hoy; creo que hasta la misma luna ha de envidiar tu belleza.
¡Siiii! Mi plan funcionó, me dije mentalmente mientras me ocultaba detrás de una planta.
—Gracias, mi señor.
—¿Y dime, dónde está tu amo?
—El príncipe Jimin no sé dónde está —dije, apuntando levemente con mi dedo hacia la planta.
—Qué bueno que no haya venido, porque lo hubiese opacado tu belleza.
¿Qué se cree Min Yoongi? ¿Cómo me compara con la servidumbre? Me provocaba salir y decirle cosas feas, pero me abstuve.
—Gracias, príncipe; es usted muy caballeroso.
—Es lo mínimo que puedo ser, acompañado de tan perfecta dama.
Sé que el príncipe solo decía esas cosas por un juego, pero no podía evitar sentirme bien. El príncipe es tan perfecto y, aunque sé que nunca se fijaría en mí, escucharlo decirme "perfecta" me hacía sentir algo lindo.
—Bueno, Sana, comamos y hablemos. Me gustaría saber más de ti —dijo Yoongi, con una sonrisa amable.
Bajé mi rostro, avergonzada y triste por mi realidad. —Príncipe, ¿qué podría yo decirle de mí que usted no sepa? Soy una sirvienta de nacimiento, solo vivo para complacer a la realeza.
Me sentí mal al ver las lágrimas resbalar por sus mejillas. —Perdón, Sana, no he querido hacerte sentir mal —dijo Yoongi, con genuina preocupación.
—No, príncipe, no me pida perdón. Perdóneme usted —respondí, tratando de contener mis emociones.
—Toma la comida y vete, no tienes porqué pasar por esto.
—Gracias, alteza —dije, haciendo una reverencia antes de salir.
Vi salir a Sana y me di la vuelta, y saqué a Jimin de detrás de la planta.
—¿Co... cómo sabías que yo estaba aquí? —preguntó Jimin, sorprendido.
—Jimin, no vuelvas a hacer algo como esto —dije, con firmeza pero sin dureza.
—Entonces te suplico que me dejes ir a mi reino. Yo no pertenezco aquí y tú mereces a alguien que te ame, y ese alguien no puedo ser yo —dije, con la voz quebrada.
—Está bien, te irás —respondió Yoongi, con una calma que me desconcertó.
—¿De verdad? —pregunté, con un rayo de esperanza.
—Sí, cuando acaben los dos años que le prometiste a mi padre. ¿O a él también piensas fallarle en tu palabra? —dijo Yoongi, con una mirada penetrante.
Eso me hizo quedar en silencio.
Miré a Jimin sintiendo algo de decepción y volví a ver al catador de comida. —Que repartan esta comida a los trabajadores, no quiero que nada se desperdicie. ¡Feliz noche, príncipe Jimin! —dije, haciendo una reverencia.
Me sentí frustrado. Mi plan no había funcionado, pero lo intentaré nuevamente. De que me voy de este reino, me voy.
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