Guerra Declarada

Al día siguiente.

—Emperador, nos ha llegado la noticia de que el cuerpo de Lee Dongwoong fue encontrado en la plaza. En un acto atroz, su cabeza estaba colgada en una pica, exhibida —informó el mensajero, con la voz temblorosa.

—Los esbirros no dejaron rastro de piedad. Yo fui a comprobar cómo es debido y la sangre aún fresca manchaba el suelo. La multitud estaba congregada, horrorizada y en silencio, incapaz de apartar la vista de la macabra escena.

Apreté mis puños y, con firmeza, hablé:

—Llamen inmediatamente a Yoongi.

Salía de los aposentos cuando uno de los empleados se acercó.

—Alteza, el emperador demanda su presencia inmediata en su despacho.

Asentí y fui al despacho.

—Padre, ¿cuál es la urgencia?

—El consejero fue asesinado cruelmente. Ahora quiero saber, ¿fue Jimin o fue Félix?

—Padre, ayer Jimin estuvo en su despacho todo el día y en la noche conmigo.

—Con estos dos ya no sé quién pudo haberlo hecho, más cuando ambos estaban enojados.

—¿Abrirás una investigación? —preguntó Yoongi, con preocupación en su voz.

—No, no expondré a Felix o Jimin, menos al escrutinio de esos malditos viejos. De cierto modo, ese Lee Dongwoong era problemático, pero mostremos condolencias a la familia —respondí con firmeza.

—¿Crees que Jimin o mi padre quieran extender sus condolencias? —inquirió Yoongi, dudoso.

—No lo creo, pero deberán aceptarlas. Hazle saber a Jimin y yo haré saber a tu padre.

—Está bien, padre —dijo Yoongi, saliendo del despacho con la mente cargada de pensamientos. ¿Pudo haber sido Jimin? Ayer me amenazó...

Llegué a mis aposentos y noté que la puerta emanaba un intenso calor, haciendo que pareciera roja, a punto de convertirse en carbón. Cubrí mi mano con las escamas de dragón y abrí la puerta, viendo la cama ardiendo en llamas con Jimin durmiendo plácidamente.

—¡Jimin! ¡Jimin! —grité, desesperado.

Me levanté sobresaltado con los gritos de Yoongi, frotándome los ojos por el sueño.

—¿Me estás quemando? ¿Yo hice esto? —pregunté, confundido y aturdido.

Me apresuré a apagar las llamas, aspirando el fuego y tragándolo, mientras intentaba comprender lo que había sucedido. El calor en la habitación era sofocante y el olor a humo llenaba el aire.

—Jimin, ¿qué ha pasado aquí? —pregunté con preocupación.

—No lo sé, Yoongi. Estaba durmiendo y de repente me desperté con tus gritos. No recuerdo haber hecho nada —respondí, todavía aturdido.

Yoongi me miró con desconfianza, pero decidió no presionar más.

—Necesitamos averiguar qué está pasando. Esto no puede volver a ocurrir.

Asentí, sabiendo que algo extraño estaba ocurriendo y que debíamos descubrir la verdad antes de que sea demasiado tarde.

—¿Dónde estabas, amor? —pregunté, notando la tensión en su rostro.

—Con el emperador. Lee Dongwoong fue encontrado muerto y tenemos que extender las condolencias a su familia —respondió Yoongi, con un tono grave.

—Qué lamentable la muerte del consejero Lee Dongwoong. Tan bien que me caía —dije, tratando de sonar convincente.

—¿Tuviste algo que ver con su repentina muerte? —preguntó Yoongi, mirándome fijamente.

—¿Yo? ¿Por qué? Tú mismo has dicho "repentina" —respondí, intentando mantener la calma.

—Su cabeza colgaba en una pica en la plaza, Jimin —dijo Yoongi, con un tono acusador.

—¡Qué horror! —exclamé, fingiendo sorpresa—. Pero, Yoongi, ahorita anhelo comer algo que sea picante y caliente.

Yoongi me miró con desconfianza, pero decidió no presionar más.

—Está bien, vamos a comer algo picante y caliente. Pero esto no ha terminado, Jimin. Necesitamos hablar más sobre esto.

—Espera, debo vestirme adecuadamente —dije, notando el estado de mi ropa.

—Perdón, ni yo me había fijado. Mira cómo parte de tu ropa está quemada —respondió Yoongi, sorprendido.

Entré rápidamente, me cambié y me arreglé.

—Ya estoy listo, pero muero de hambre.

—Amor, ¿no crees que tal vez tú estés... —comenzó Yoongi, insinuando algo.

Lo interrumpí, sabiendo que mencionaría la posibilidad de embarazo.

—No, no creo. Ha pasado muy poco tiempo, pero sí creo que el té de la fertilidad puede estar alterándome.

Yoongi asintió, aunque con una expresión de preocupación en su rostro.

—Está bien, vamos a comer algo. Necesitas recuperar fuerzas —dijo, tomando mi mano mientras nos dirigíamos al comedor.

Llegamos al comedor y Dahyun estaba allí, comiendo vorazmente.

—¿Qué es todo esto? Estás comiendo lo que deberíamos comer todos nosotros —dije, con evidente molestia.

Yoongi apretó ligeramente mi mano, intentando calmarme.

—Ella está alimentándose por dos —dijo Yoongi, tratando de justificar la situación.

—¿Por dos o por un batallón? —respondí, sin poder contener mi irritación.

—Perdón, es que últimamente mi apetito es muy grande. Siento la necesidad de comer constantemente —dijo Dahyun, con una expresión de disculpa.

—No te preocupes, tú aliméntate adecuadamente —dijo Yoongi, intentando mantener la paz.

Solté la mano de Yoongi y salí al jardín; la rabia me había hecho olvidar que tenía hambre.

Suspiré resignado, sabiendo que esta situación entre Jimin y Dahyun no mejorará fácilmente. Estoy en una situación bastante difícil, atrapado entre mi amor por Jimin y mi responsabilidad hacia Dahyun y el bebé.

—Cuñado, ¿qué haces caminando por aquí tan solo? —preguntó Shin Junghwan, acercándose.

Yo nunca le prestaba atención a la presencia de Shin Junghwan; de por sí, creí que ya se había ido.

—No creo que debas llamarme cuñado. Solo paseo por el jardín —respondí, tratando de mantener la distancia.

—¿Me permitirías acompañarte? —insistió Junghwan.

—No, prefiero estar solo —dije, con firmeza.

Vi por la ventana a Jimin con Junghwan y me preocupé, recordando lo que mi padre, Felix, le hizo al emperador. Los celos estaban a flor de piel.

—Por favor, me siento solo en este palacio —dijo Junghwan, con un tono suplicante.

—Entonces, vete y regresa a tu granja. Allá podrías ser dueño de tu propio hogar —respondí, sin ocultar mi desdén.

—Eso sí ha dolido. Yo solo quería ser amable contigo —dijo Junghwan, con una expresión herida.

—No voy a fingir que me agradas. Tú eres como la serpiente de Dahyun. Además, sé perfectamente que buscas hacerle daño a mi esposo, por lo que te exijo que te alejes de mí. Y si tienes algo de dignidad, regresa a donde perteneces, porque tú nunca podrás ser parte de nosotros —dije, dándome la vuelta y siguiendo mi camino.

Pero entonces, empecé a escuchar gruñidos y el crujir de huesos. Junghwan se estaba transformando y yo aún no sabía cómo hacerlo. Poco después, un inmenso dragón gris estaba listo para atacar. Retrocedí asustado, sin saber cómo transformarme, y cuando el fuego se acumulaba en su boca, un gran dragón blanco puso sus patas en el cuello del dragón gris. Yoongi apareció a mi lado, y luego un enorme dragón negro gruñó, haciendo que todos tomaran su forma humana.

Los sirvientes venían trayendo ropa para que se cubrieran, y el emperador habló:

—¿Qué fue eso?

—Este bastardo planeaba atacar a Jimin, y cuando vi eso no lo dudé y me transformé —respondió Félix, aún furioso.

—¿Es eso cierto? —preguntó el emperador, mirando a Shin Junghwan.

—Sí, perdí el control ante las palabras hirientes de Jimin. Perdón —dijo Junghwan, bajando la cabeza.

—Un perdón para mí no es suficiente —dijo Yoongi, empujándolo y cayendo sobre él, propinándole fuertes golpes—. ¡Jimin es mi consorte!

—¡Basta, los dos! —dijo el emperador, enojado—. Shin Junghwan, tendrás que irte al palacio del este.

—Si me obligas a irme, entonces revelaré mi identidad y te demandaré ante el juzgado. Hablaré con Lee Dongwoong para que reúna al consejo y todos sepan de mí —amenazó Junghwan.

—Hablarás con un muerto —dije, acercándome a Yoongi, que ya había soltado a Junghwan.

—¿Muerto? —preguntó Junghwan, sorprendido.

—Sí, muerto. Ahora todo tiene sentido. Ese era un títere tuyo, por eso buscaban desestabilizar al imperio —dijo Felix, con una mirada acusadora.

Dahyun salió corriendo hacia nosotros.

—¿Están todos bien? —preguntó, con evidente preocupación.

—No corras así, es peligroso. Y sí, estamos todos bien —respondí, tratando de calmarla.

No pude evitar notar que el rostro de Dahyun mostraba preocupación mientras miraba a Junghwan, y al parecer, tampoco pasó desapercibido para el emperador consorte.

—Yo hablaré con Shin Junghwan. Los demás regresen a sus asuntos —dijo el emperador, con autoridad.

—Yoongi, hijo, tenemos que hablar —dijo Felix—. Sígueme a mi despacho.

—Ve, amor. Yo estaré bien —le dije a Yoongi, tratando de tranquilizarlo.

Vi a Yoongi alejarse y me dirigí a Jimin.

—¿Mataste a Lee Dongwoong? —pregunté, con seriedad.

—No, no tuve nada que ver, pero me da gusto que ya no esté para servir a ustedes. Ahora, retírate, Dahyun —respondió Jimin, con frialdad.

—Deja de tratarme así porque yo no soy tu esclava. Sí, soy una concubina, pero no dejo de ser una princesa. Comprende eso, no puedes tratarme a tu antojo —dijo Dahyun, con firmeza.

—¿Tú eres una princesa? En serio, para mí no eres más que una vil serpiente. Y si hablamos de títulos, no solo soy príncipe, sino consorte del príncipe heredero. Quiero que te vayas a tu reino y tal vez así vivas para contarlo.

—No me iré. Pelearé por el amor de Yoongi —dijo Dahyun, decidida.

—Yoongi jamás te amará, no mientras yo viva. Y si no deseas irte porque crees que él te ama, te diré que te has enamorado tú sola de mi esposo —respondí, con dureza.

—¿Qué vas a hacer, Jimin? ¿Matarme como lo hiciste con Lee Dongwoong? Entonces hazlo de una maldita vez. Aquí estoy y no me iré ni me rendiré ante ti. Si debo pelear contra ti o contra un batallón por Yoongi, entonces lo haré.

—Entonces, ahora que muestras tu verdadera esencia, prepárate porque en esta guerra solo habrá un ganador y ese ¡seré yo!.

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