Esbirro

Llegamos al consejo y todos se pusieron de pie y dieron una reverencia. El emperador se sentó y dijo:

—¿Por qué motivo han pedido nuestra presencia?

Uno de los consejeros se levantó.

—Nos ha llegado la queja de un trato injusto del príncipe consorte contra la concubina que espera un vástago.

—¿Quién ha presentado tal queja? —respondió Félix, visiblemente enojado.

—La princesa y concubina Dahyun ha llevado a dos testigos a su favor. ¿Treinta latigazos en las plantas de sus pies? ¿Qué castigo es ese?

—El castigo que merece alguien que no respeta nuestras costumbres y que se toma atribuciones que no le corresponden —respondí con firmeza.

—Pero, príncipe consorte, entendemos que usted esté molesto porque ella lleva el primer vástago del príncipe, pero ella está en un estado vulnerable.

—¿Vástago? ¿Desde cuándo es un vástago un hijo fuera del legítimo matrimonio? Los únicos vástagos reconocidos serán mis hijos.

—Pero no fue usted quien dijo que era estéril. Asumimos que, por esa causa, usted ha aceptado a esta concubina. Aún queremos que nos aclare la razón por la cual abandonó al príncipe consorte un mes, y, sobre todo, que nos diga si los rumores con el león blanco son ciertos.

El silencio se hizo en la sala, todos los ojos puestos en mí. Sentí la presión de las miradas y la necesidad de defender mi honor y mi posición.

—Es cierto que hubo un tiempo en el que pensé que no podría tener hijos, pero eso no justifica la falta de respeto y las atribuciones indebidas de Dahyun. En cuanto a los rumores con el león blanco, son infundados y maliciosos. Mi lealtad y amor siempre han sido para Yoongi.

El emperador asintió, mostrando su apoyo y dijo :

—Este consejo debe recordar que la estabilidad del reino depende del respeto a las jerarquías y las tradiciones. Dahyun debe aprender su lugar y comportarse en consecuencia.

Luego de murmullos, uno de los consejeros habló:

—Estamos a favor de que la concubina aprenda las costumbres y deberes, pero debe entender que los rumores referentes a usted, príncipe consorte, no han sido clarificados y usted está siendo mal visto. ¿Qué pasa si los rumores de sus celos y malos tratos a la concubina se expanden? Entonces, la familia imperial quedaría en vergüenza.

—¿Cuál es su nombre, consejero? —pregunté, con voz firme.

—Lee Dongwoong.

Escribí el nombre del consejero y hablé:

—Si algo afecta a la familia imperial, yo me encargaré personalmente de arreglar esa situación. Ya le dije lo ocurrido, ¿o es que necesita más pruebas?

—No, lo tomé como algo personal, príncipe. Solo atendemos a lo referente a la familia imperial.

Me levanté, poniendo la mano en el hombro de Jimin.

—Los asuntos entre mi esposo y yo los solucionamos internamente. En cuanto a la concubina, ya fue disciplinada y Jimin no actuó de forma arbitraria. Él actuó según mi sugerencia. ¿Entendido?

El silencio se hizo en la sala; todos los consejeros asintieron, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabían que no podían cuestionar la autoridad del príncipe heredero y su consorte sin consecuencias.

El emperador, observando la escena, intervino con voz autoritaria:

—Los rumores y las intrigas no tienen cabida en nuestra corte.

Los consejeros murmuraron entre ellos, evaluando las palabras del emperador y del príncipe heredero. Sabían que la situación con Dahyun no se resolvería, pero también comprendían la importancia de mantener la unidad y la estabilidad en el reino.

—A partir de ahora, cualquier queja o rumor deberá ser presentado con pruebas contundentes. No permitiremos que las habladurías y las intrigas debiliten nuestra familia imperial —añadió el emperador consorte, mirando a cada uno de los consejeros con severidad.

—Con esto, la reunión del consejo llegó a su fin. La familia imperial tiene asuntos más urgentes que atender que las quejas de una concubina —agregó Jimin.


—Shin Junghwan, no sé qué hacer. Esto se me está saliendo de las manos y no veo que tú aún comiences tu plan con Jimin.

—Cálmate, te terminarás contando nuestro plan si sigues así. Si no he empezado con Jimin es porque no he tenido la oportunidad. Mi plan es acercarme a él poco a poco, ganarme su confianza y luego manipularlo para que se quede conmigo.

—Yoongi ni siquiera voltea a mirarme. No tiene el más mínimo interés en mí.

—Si algo sé, es que Yoongi es alguien de un corazón noble. Manipúlalo con este embarazo, demanda más de él. Como sea, es su primer hijo. Debes hacerle creer que necesita estar a tu lado y apoyarte en todo momento.

—En realidad, es tuyo. Y si tú no sientes nada por este bebé, ¿por qué Yoongi sí sentiría?

—Porque Yoongi no sabe que no es de él y es un estúpido en comparación conmigo. Además, él siempre ha querido ser padre, así que usaremos ese deseo en su contra.

—Está bien, haré todo lo que me has dicho —dije, no muy convencida.


Luego de salir del consejo, todos tomamos caminos diferentes. Yo fui a mi despacho y caminaba de lado a lado, con la imagen de ese estúpido consejero y su cara burlona atormentándome. Lee Dongwoong, es muy evidente que no te agrado y que serás una piedra en mi camino, y eso no lo voy a permitir. Si la serpiente cree que podrá conmigo, se equivoca.

—Sana, ¿tú siempre has estado en este palacio? —pregunté, tratando de calmarme.

—Sí, mi señor, siempre he estado aquí —respondió ella con firmeza.

—¿Conoces algún esbirro despiadado y confiable?

—Sí, alteza, mis hermanos.

—Tráelos y que sea en total discreción. Y cuidado con defraudarme.

—Sí, mi señor.

Luego de algunas horas, Sana entró a mi despacho, pero sola.

—¿Y tus hermanos? —pregunté, frunciendo el ceño.

—Aquí, alteza —respondió una voz detrás de mí. Eso me asustó, pero mantuve la calma.

—Muy bien, antes que nada quiero saber, ¿qué tan confiables son?

—Aunque nos torturen, no diremos nada, alteza. Una vez finalizado el trabajo, ni su nombre vamos a saber —dijo uno de los hermanos con voz firme.

—Bien. Quiero que maten a Lee Dongwoong y que cuelguen su cabeza en la plaza del pueblo.

—Entendido, pero eso tiene un precio.

—¿Cuánto quieren?

—Cien monedas de oro.

—Trato hecho. Sana les entregará el dinero una vez esté el trabajo hecho. ¿Entendido?

—Sí —dijeron ambos antes de desaparecer en la oscuridad.

Yoongi entró en mi despacho con una expresión de angustia en su rostro.

—Jimin, ¿sigues ocupado?

—No, terminé hace poco. Pero, ¿qué pasa? ¿Por qué luces tan angustiado?

—Es que Dahyun no se ha sentido bien y temo por el bebé. Sé que tal vez no te guste lo que te voy a pedir, pero necesito que no pelees con ella. Entiende, es mi hijo.

—¿Qué te asegura que es tu hijo? —pregunté, tratando de mantener la calma.

—Jimin, sé que ese día estaba borracho, pero no lo sé con certeza y no quiero quedarme con un cargo de conciencia. ¿Entiendes? Esto no se trata de ti o de mí, se trata de un bebé.

—Entiendo —respondí, aunque con cierta reticencia.

—Vayamos a comer y a dormir —sugirió Yoongi, intentando aliviar la tensión.

—No, anda, ve, come y duerme con la concubina —dije, sintiendo una punzada de celos.

—Jimin, no hay manera de que abandone nuestros aposentos. Solo te pido que, por ahora, no discutan, por el bienestar de ese bebé.

—Te dejaré las cosas claras, Yoongi. El día que yo sepa que vuelves a estar con ella, te lo devolveré mil veces peor. ¿Entendido?

—¿Me amenazas? —pregunté, sorprendido.

—Sí, por ahora es una amenaza. Depende de ti que se haga realidad o no.

—Vamos a comer y a dormir —repetí, intentando calmar la situación.

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