Deberes
La noche había pasado rápido. Parecía que solo horas antes había entrado en estos aposentos, había llorado tanto que ya no tenía lágrimas, pero el dolor en mi pecho no se iba. Aun así, no podía fallar a mis deberes reales. Con la ayuda de Sana, me bañé, me arreglé y bajé al comedor. Allí estaba Yoongi. Hice una reverencia.
—Buenos días, príncipe heredero —dije, sentándome.
—Jimin, debemos hablar. Podemos superar esto. Sí, estuve mal, pero ahora estamos casados.
—Estamos casados por tus engaños.
—Yo te amo y sé que tú también me amas. Podemos seguir como antes.
—No, no podemos seguir como antes porque tú, Yoongi, lo que habías hecho con tus manos lo destruiste con los pies.
—Buenos días, maravillosa y perfecta familia —dijo Shin Junghwan, entrando al comedor.
—Pensé que ya te habías ido.
—Hermano, parece que hoy estás de mal humor, pero, para tu buena suerte, sigo aquí. Y tú, cuñado, te ves mal con los ojos hinchados. Deberías buscar a alguien que no te haga sufrir y, si aceptas solicitudes, seré el primero.
El rostro de Yoongi se llenó de escamas rojas y sintió una ola de calor.
—Repite eso y te haré cenizas.
—Oh, hermano, olvidé decirte que yo también soy un dragón —mostrando sus escamas grises—. Oh, ya sé, ¿quieres que juguemos como niños a los dragones?
—Shin Junghwan, sé que, estando en una mugrosa granja, la educación te faltó y no estoy dispuesto a darte clases, pero, luego de que te quiten los piojos, busca a una institutriz y aprende algo de modales.
—Eso haré, hermano, pero cuando lo haga, tendrás miedo y preocupación, porque te apuesto que, con un buen baño y un buen léxico, te quitaré al hombre que tienes al lado.
—¡Eso quiero verlo!
—¿Pueden dejar de hablar de mí como si yo fuese un objeto? Para su información, señor Shin Junghwan, no me parece atractivo. Y tú, Min Yoongi, no me gustan los mentirosos. Ambos son un par de infantiles.
Me levanté de la mesa y salí, encontrándome con el emperador consorte. Le hice una reverencia.
—¿A dónde vas, Jimin? Es hora del desayuno.
—A un lugar donde se respire paz y armonía. ¿Gustarías acompañarme?
—Sí, vamos, Jimin. En mi jardín comeremos a gusto.
—Padre, buenos días.
—¿A quién llamas padre? Para ti, soy el emperador consorte.
—Padre, por favor...
—Ya te dije, para ti soy el emperador consorte. Vamos, Jimin.
Salimos del comedor y, luego de llegar al jardín, nos sirvieron los alimentos.
—Jimin, ¿cómo te sientes hoy?
—¿Me permite ser honesto?
—Claro que sí, Jimin.
—Siento como un peso en mi pecho. Amo a Yoongi con todas mis fuerzas, pero al mismo tiempo siento que todo lo que ha hecho es realmente grave. Lo más estúpido de todo es que una parte de mí desearía nunca haber sabido la verdad, y la otra sufre porque, ¿cómo puedo pensar así mientras los seres que más he amado están en prisión?
Suspiré, sintiendo el peso de las palabras de Jimin.
—Te entiendo, Jimin, pero por ahora todo está muy reciente. La verdad, como padre, tal vez quisiera abogar por Yoongi, pero como doncel estoy contigo. Basta de que seamos tratados como accesorios y como si nuestros sentimientos y pensamientos no importaran. Por eso, si lo quieres hacer sufrir un poco para que aprenda la lección, yo te apoyo.
—Gracias, alteza.
—No me des las gracias. Estaré contigo y para ti, Jimin.
—Alteza, pronto es el cumpleaños de Yoongi. ¿Usted hará algo al respecto?
—Sí, haré un baile real como todos los años.
—Entiendo.
—Pero, ¿por qué preguntas?
—Le suplico que no invite a mis familiares ni a la familia de Namjoon.
—Está bien, no lo haré.
Entré al comedor y vi a Yoongi comiendo en solitario.
—¿Y tu padre y esposo?
—Se fueron a comer aparte. Uno no quiere ser mi padre y el otro tampoco quiere ser mi esposo.
—No me encuentro mejor que tú y, con este bastardo cerca, todo se me dificulta. Pero empiezo a considerar que es una buena idea mandarlo con su madre.
—Suena interesante. Después de todo, los dragones grises solo traen problemas.
—Sí, lo sé. Y aunque tu padre ahora esté molesto, lo contentaré. Solo debo encontrar la manera.
—Padre, necesito tu ayuda con algo que obligué a Jimin a hacer para estar cerca de mí.
—Está bien, ya se me ocurrió una idea. Ve a la sala del consejo y tú —dijo, dirigiéndose al guardia— dile a Jimin que el consejo quiere verlo.
—¿No me dirás qué estás pensando?
—No, confía en mí, hijo. Los espero a ambos allá.
Asentí, aunque la incertidumbre me carcomía por dentro. Me dirigía a la sala del consejo, con mi mente llena de preguntas y temores. ¿Qué plan tiene mi padre? ¿Será suficiente para acercarme a Jimin?
Mientras tanto, el guardia encontró a Jimin en el jardín, disfrutando de un momento de paz.
—Príncipe consorte, el consejo quiere verle.
Jimin suspiró, sintiendo que la tranquilidad se desvanecía una vez más. —Está bien, voy para allá.
Ambos se dirigieron a la sala del consejo, donde el emperador consorte los esperaba con una mirada enigmática.
—Gracias por venir, Jimin. Tenemos algo importante que discutir.
Hice una reverencia al emperador, viendo a todos los ancianos del consejo reunidos. Era la primera vez que los veía de forma oficial, llevando el título de príncipe consorte. Era evidente que no era del agrado de muchos por cómo me miraban, y por un momento me sentí vulnerable. No estaba en buenos términos con Yoongi, así que pensé que él había convocado al consejo como mediador.
—Estamos aquí reunidos para hablar con ambos príncipes porque el reino necesita herederos pronto. Nuestras leyes dicen que el consorte tiene seis meses para anunciar que espera su primer heredero. Los cocineros deben preparar el té de la fertilidad para ambos, y también el príncipe consorte debe tener chequeos constantes con el médico real.
Miré a Yoongi y deduje que era una de sus trampas, por lo que decidí intervenir.
—¿Y qué pasa si soy estéril?
Todos se miraron entre sí.
—Entonces, tendremos que elegir una concubina para el príncipe heredero, pero el imperio necesita herederos.
—Yo creo que soy infértil. Deberían buscar esa concubina cuanto antes.
—No, príncipe consorte —dijo Yoongi, mirando a Jimin—. Intentemos estos seis meses. Aún es pronto para que usted se considere infértil.
Guardé silencio y me quedé observando.
—Entonces, con esto levantamos la sesión del consejo.
Hice una reverencia al emperador y salí del salón.
Salí detrás de Jimin y lo alcancé.
—¿Qué días compartirás conmigo?
—Ninguno.
—Pero el consejo ha dicho...
Lo interrumpí. —Esta es otra de tus mañas para obligarme a estar contigo, pero ya te dije: ¡No lo haré!
—Jimin, eres mi esposo. No puedes negarte a atenderme como corresponde.
—Así como tú no debías engañarme para casarme contigo —respondió Jimin, su voz llena de amargura.
—Ya eso pasó y, si sigues siendo tan hostil conmigo, me temo que deberé ser más duro contigo —dije, tratando de mantener la calma, aunque mi paciencia se agotaba.
—¡Eso! Ya deja de fingir y saca tu verdadera naturaleza.
—Estás insoportable, pero te advierto que podrás hacer todo lo que quieras y nada hará que me divorcie de ti o que te deje ir. Jimin se acercó, su rostro a solo centímetros del mío.
—¿De verdad crees que puedes hacer que haga algo contra mi voluntad? —susurró, su voz cargada de veneno—. No soy tu prisionero, Yoongi. Y si piensas que puedes controlarme, estás muy equivocado.
—No tienes idea de lo que soy capaz de hacer para mantenerte a mi lado —dije, con mi voz baja y peligrosa—. Te amo, Jimin, y no permitiré que nada ni nadie nos separe.
—¿Amor? —rió Jimin, con una risa amarga y sin alegría—. Esto no es amor, Yoongi. Es una prisión, y tú eres mi carcelero. Y claro que sé de lo que eres capaz; ya me lo has demostrado.
—¡Retírate, Jimin, inmediatamente! Veo irse a Jimin y sé que las cosas no serán fáciles, pero estoy decidido a luchar por lo que quiero, sin importar el costo.
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