seize.
Al abrir la puerta un chirrido se escuchaba
y aquellas personas asustadas
gritaban con toda su alma.
Uno, dos, tres. Aldeus enfrente de su primera víctima estaba.
Cuatro, cinco, seis. El terror invadía la casa.
Siete, ocho, nueve. Una sonrisa de satisfacción mostraba.
Miedo invadía en cada alma olvidada,
mientras para ellas era un infierno;
para Aldeus solo era el comienzo de aquel juego.
Pues la oscuridad fue su único amigo en su
propio infierno.
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