Capítulo 55
Al escuchar los gritos desgarradores, Felicia ingresa a la sala de forma apresurada.
— Señorita, por favor, cálmese, la llevaré a su habitación — dice la dama de compañía, pero no la podía levantar y su joven señora seguía llorando de manera descontrolada.
— Verónica, mi niña, ya tranquila ¿Qué te pasa? — pregunta Ana al llegar, alertada por los gritos.
— Le dije adiós a Aeolus... me odia y nunca más lo volveré a ver — responde Clara, con la voz ahogada por las lágrimas.
Su madre se sorprende y comienza a llorar con ella
— Pero porque hiciste algo como eso, te dije que no era correcto, te estás dañando a ti y a tu hijo
— Señorita, vamos a su habitación, le daré un té que la calmará — insiste Felicia para ayudarle a levantarse.
Convencieron a Clara de ir a su alcoba, pero su dolor era tan notorio que al cabo de un momento, todas lloraban junto con ella, mientras caminaban por los pasillos.
El ruido en los pasillos perturba a Rigi, sobresaltándose al ver cómo abren la puerta de la habitación y como dos mujeres ingresan, llevando a Clara que no se contenía en el llanto.
— Oh no Clara, pero que has hecho — pregunta el conejo
Ana mira sorprendida al extraño conejo que hablaba.
— ¿Quién eres tú?
— Soy Rigi. Si tú eres un humano que está reteniendo a Clara en este lugar, no soy tu amigo — responde de manera amenazante.
— Yo quería que regresara al Jardín con su esposo — responde de manera ofendida Ana — eso quiere decir que perteneces al Jardín y conoces a Aeolus. ¿Cómo llegaste aquí?
— El humano llamado Roberto me tenía en una jaula.
— Entonces eras tú el informante que dijo que Verónica se encontraba en el Jardín.
— Así es, y si hubiera sabido lo que pasó ahora con ella y el Guardián, nunca habría dicho nada.
Felicia se acerca a Clara, que estaba recostado en su cama, y le acerca una taza de té que preparo rápidamente.
— Señorita... tome esto, la relajará y podrá dormir, ya no piense más en lo ocurrido
Clara lo bebe rápidamente y al cabo de unos minutos deja de llorar y comienza a dormir, producto del cansancio por haber pasado la noche en vela.
— Esta niña, el miedo hizo que cometiera un grave error — medita Ana al ver a su hija en aquella condición.
— Se tiene que ayudar, está siendo manipulada — insiste Rigi
— Eso ya lo sé, pero no podemos hacer nada si piensa que es su responsabilidad
— Eres inteligente, no como el resto de los humanos, te respeto — Rigi da una pequeña inclinación de cabeza, puesto que comprende que aquella mujer podría ayudar al guardián a recuperar a su esposa.
...
En el Jardín, Aeolus llega rápidamente hasta la cabaña, pero no ingresa. Arroja su espada con furia, lanza un grito y cae de rodillas llorando desesperadamente.
Jadurus llega corriendo con Lita. Ambos quedan pasmados al ver en aquella condición al guardián.
— Aeolus ¿Qué paso? ¿Qué tienes? — pregunta preocupado Jadurus,
— ¿Y Clara?... ¿Dónde está ella? ¿Está bien? — pregunta alterada Lita
Déjenme... no quiero ver a nadie — dice Aeolus sin dejar de llorar.
— Nos estás asustando, por favor, somos tus amigos, no nos dejes con esto — Insiste Jadurus
— NO QUIERO HABLAR DE ELLA. NO REGRESARA, ME HA ABANDONADO... Y QUIERO QUE SE MARCHEN... ¡YAAAAA! — Grita sin paciencia Aeolus.
Con expresión triste, sus amigos se alejan, hasta quedar a una distancia prudente entre los arbustos para vigilarlo. Ninguno de los dos decía nada, solo podían ayudar alejando a los otros animales que se acercaban para tratar de lamer sus lágrimas.
Ya pasado una hora Aeolus jadeaba y su llanto se mantenía controlado, pero seguía en la misma posición.
— Clara, cómo pudiste, desechaste todo sin que te importará, cómo pudiste deshacerte así de nuestro amor que era tan hermoso... — decía Aeolus entre suspiros.
Jadurus escuchaba en compañía de Lita lo que murmuraba el guardián.
— Nunca lo he visto así, ni con la muerte de Dan, este es una tristeza distinta — dice Jadurus
— ¿Por qué dice eso el guardián? ¿Crees que Clara cambio ahora que se fue con los humanos? Ella no haría algo como eso, nunca podría lastimar a Aeolus, ella lo ama demasiado — aseguraba Lita
— No lo sé Lita, y no lo sabremos hasta que Aeolus nos diga que paso
— Estoy triste, pensaba que Clara regresaría hoy y solo llego el Guardián destrozado.
...
Ya era la tarde y Clara se despierta, tenía que ir con Roberto, como se lo prometió. Su madre, al verla tratar de marcharse, le dice que se quede ahí.
— Madre, se lo prometí a Roberto — contesta Clara. Su voz salía ronca por los gritos de la mañana.
— No deberías prometer nada y menos a ese humano — interviene Rigi de mal humor
— Te acompañaré si es que necesitas hacerlo — dice Ana, ayudando a su hija, para ambas marcharse a la mansión de los Leduc.
Cuando llegan a la habitación de Roberto, Amalia se encontraba en el lugar, sentada al lado de su cama, tomando de su mano y con los ojos llorosos.
— Roberto, no sabíamos que tenías visita, regresaremos mañana — dice la madre de Clara.
Oh, no se preocupen, yo ya me estaba retirando — responde Amalia, levantándose de la silla y regresa la vista a Roberto — Vendré a verte otro día.
Ella sale de la habitación y saluda cortésmente a Clara y su madre, antes de marcharse.
Roberto al ver a Clara, sonríe y le estira la mano para que se aproxime. Ella se acerca y se sienta en el borde de la cama, no quería hablar, no tenía ánimos para hacerlo, pero su cara de tristeza se le notaba demasiado. Roberto al ver la expresión de su amada, se preocupa y escribe en su cuaderno
«¿Qué PASA?»
— Roberto, está muy cansada, lo que ha ocurrido la ha puesto muy triste — Se apresura a responder Ana.
«¿QUIERES DESCANSAR?» — pregunta Roberto al escribir en su cuaderno
Clara asiente con la cabeza
«POR FAVOR, DUERME EN MI CASA»
— Roberto, sería mejor que vaya a su casa, con nosotros — interviene Ana
«POR FAVOR» — insiste Roberto, tomando de la mano de ella y presionándola con firmeza
Clara asiente con una mirada perdida, como si la vida de sus ojos hubiera desaparecido.
...
Ya era de noche, y Aeolus seguía en la misma posición. Decidió comunicar lo ocurrido a sus amigos, estos no podían creer lo que Clara dijo y comprendían la tristeza del Guardián.
— Yo no lo creo — decía molesta Lita
— Pero Aeolus ya dijo que fue lo que ocurrió ¿Por qué no le creeríamos? — refutaba Jadurus
— No me refiero a eso, sé que ella lo dijo, pero me niego a creerlo... eso nunca lo creeré de Clara
— Ya no quiero hablar de esto, les agradezco por la preocupación, pero quiero estar solo — Aeolus deseaba estar solo y se dirige a su Cabaña con pasos cansados, cerrando la puerta tras de sí.
— Jadurus, no quiero creer eso de Clara — dice angustiada Lita — ¿Se ha vuelto despiadada ahora que está con los humanos?
— Ninguno lo quiere creer, no obstante, sabíamos que algo así ocurriría si recordaba su pasado, así que no sigas hablando de eso... solo le traerás más penas al Guardián — insiste Jadurus, mirando en dirección a la cabaña de su amigo.
Aeolus nuevamente se quedó solo con sus recuerdos, en la oscuridad de su habitación. El Oráculo decía que lo mejor era recordar los buenos momentos, porque eso eran lo que quedaba al final en la vida del mortal, pero todos esos recuerdos solamente le producían tristeza y dolor, como la primera sonrisa de Clara, el primer beso, la confesión de amor, las expectativas de una vida como pareja, su matrimonio, su primera vez como esposos, la espera de su hijo. En ese momento, Aeolus deseaba caer de un acantilado y perder la memoria, de esa manera olvidar a Clara y así su dolor.
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