Parte XXXI: Fuego y dolor

El temblar de la cueva, el potente ruido que emanaba de las fauces de Borac, junto a la tormenta de pensamientos que se formaba en mi mente tras ver la imagen de una Ahn lastimada en el suelo de tierra fueron lo que precedió a la acumulación de poder dentro de mí. Aunque no quería que algo así me volviera a pasar, la fuerza dentro de mí, aquella que me hablaba y la quería ignorar; la misma que me permite aumentar mi fuerza a límites insospechados, pero que me obliga a perder todo tipo de control sobre mi cuerpo; esa fuerza me engullía para entrar en un estado de trance absoluto, donde solo podía sentir frio y oscuridad, donde solo estaba encerrado en mis pensamientos. Donde no era YO.

Fue en ese estado cuando logré percibir la presencia de Borac conectándose con mi ser, sintiendo esa conexión espiritual de la cual Donna nos mencionó cuando relataba la historia del origen de aquella bestia. En ese momento comprendí que es en ese momento cuando podía hacer a Borac parte de mí. Solo era cuestión de saber domar esta sensación sin llegar a desbordar mi poder.

Al principio fue difícil, pues la oscuridad que me invadió me domó, sin posibilidad alguna de luchar, nublando por completo mi conciencia, impidiendo el control de mi cuerpo, tal como sucedió cuando estaba en la academia hace más de un año. Pero a diferencia de aquella vez en el entrenamiento, en esta ocasión no logré visualizar los hechos que mi domado cuerpo hacía.

La pelea que desataba ante la fuerza inhumana que me retenía se sentía como algo inútil, pues no sentía que estuviera ganando en lo más mínimo, cansándome con cada intento desesperado de libarme de aquella prisión mental. La magia que se desplegaba a mí alrededor se concentraba cada vez más, logrando que me sofocara por la energía que me rodeaba. Fue un destello casi inconsciente, pero algo me indicaba que debía de seguir ese cúmulo de energía, lo cual, dudando un poco, lo hice de forma lenta y pasmosa, como cuidándome de lo que sucediera en aquel entorno oscuro. El camino parecía largo, eterno, sin final alguno, pero mi instinto me indicaba que debía seguir, hasta llegar a la fuente de aquella energía, que poco a poco se sentía más cercana, más lúcida, más fuerte.

El "contacto" con dicha fuerza provocó que mi mente se despejara, permitiéndome ver lo que sucedía a mi alrededor, más no podía controlar lo que mi cuerpo hacía, lo que permitió que pudiera observar el caos que se vivía dentro de aquella mazmorra. Los gritos; la multitud enloquecida; los ataques entre mis compañeros contra Shadra y secuaces; la destrucción que provocaba el monstruoso Borac frente a mis ojos; y "yo", desplegando ataque a cualquier lugar sin razón aparente, algunos de los cuales llegaban a dar en algunas personas que se encontraban corriendo con barullo por toda la caverna. Era un espectáculo de horror.

–¿Qué carajo estás haciendo? –Le pregunté a la presencia que había tomado control de mi cuerpo.

Vaya, lograste zafarte de mi fuerza más pronto de lo que suponía –respondía lo que ya consideraba como el heraldo de Dirac.

–Sera mejor que dejes de usar mi cuerpo...

No pude terminar lo que estaba diciendo, pues una fuerza repentina me sofocó mientras hablaba.

No interrumpas niño, pues esto es algo que debo de hacer. Y ni tú ni nadie podrán impedir que destruya este mundo. Como lo intenté hace mucho tiempo.

Con toda la fuerza de voluntad que pude acumular en mí, luche para recuperar el control de mi ser, pero era complicado, pues la fuerza que usaba este ente era superior a la mía, por lo cual pelear resultaba agotador para mí. Pero eso no impidió que lo siguiera intentando.

El desenfreno de los poderes de este ente solo logró detenerse momentáneamente cuando se topó de frente a Gorith, con quien intercambiaron unas cuantas palabras.

Vaya, vaya, vaya... Pero miren a quien tenemos aquí. A los retazos del héroe que me destruyó hace ya varios siglos –comentaba burlón, usando mi propia voz.

–¿Qué le hiciste a Albert? –Preguntó molesto Gorith.

Nada de lo que debas preocuparte. Pero lo que si te ha de importar es lo que haré contigo –decía con una sonrisa malévola. Muy antinatural.

No pasó ni un solo minuto después de terminadas aquellas palabras, cuando el heraldo de Dirac se atrevió a lanzar un ataque directo a quien fuera mi profesor en la academia militar, quien con una pisca de habilidad retuvo y contuvo con otro desenfrenado ataque del embate de quien se convirtió en su enemigo. La energía que se sentía en aquel momento era descomunal. No podía creer que todo ese poder pudiera ser liberado por mí; pero no era yo quien lo emanaba, sino el espíritu que estaba cohabitando conmigo en mi cuerpo.

La pelea entre Gorith y mi cuerpo manipulado pasó de lo mágico al combate físico, pues el poder de ambos en esas circunstancias era similar. Ambos se acercaban entre si mientras sus poderes chocaban con una fuerza brutal; los destellos cesaron para dar paso a la lucha: golpes, patadas, esquives agilidad; era una batalla igual de intensa, pero decantaba más a favor de mi usurpador.

Si bien estaba al pendiente de lo que sucediera en esta pelea, me preocupaba por lo que estuviera haciendo Aria, pues desde que perdí control sobre mí, no he sabido de ella. No dudaba que hubiese ido a ayudar a Ahn, no sin antes abrirse paso luchando contra Shadra y sus secuaces.

Un brillo que pasó fugas me sacó de mis pensamientos, era una e mis dagas que iba directo al cuello de Gorith, lo que provocó que retrocediera para evitar el contacto con el filo. Cuando pudo concentrarse de nuevo, sacó su cuchillo para pelear en igualdad de circunstancias.

–Creo que has de recordar esto. ¿No es así? –Dijo Gorith mientras le mostraba su chuchillo.

Claro que me acuerdo –decía con un poco de titubeo con mi voz–. No pensé que aún lo tuvieras.

–Digamos que es una reliquia familiar.

Al terminar esas palabras, Gorith se lanzó frenético a dar un golpe mortal, ignorando el hecho de que aquel cuerpo era el mío, solo estaba decidido a culminar esta pelea. Cada golpe era con el objetivo de dañar mortalmente a su enemigo, pero con cada ataque el rival esquivaba de forma hábil y precisa. Una sensación casi onírica pasó por mi mente, como si me dijera lo que tuviera que hacer para ayudar a mi compañero. Solo me concentré en mi propia magia y comencé a empujarla, lo cual provocó en él una gran desconcentración.

Este momento fue aprovechado por Gorith para atacar como loco a su enemigo, acercando cada vez más su arma a mi cuerpo. Con cada segundo, más me preguntaba qué pasaría conmigo si llegase a acertar un golpe mortal.

Poco a poco se acercaba más a conectar el golpe final. Solo era cuestión de minutos para que esta pesadilla termine. Hasta que ya no faltaba nada.

Un segundo, un descuido del heraldo de Dirac, un ataque bien dado... Frio.

Todo oscuro.

Todo...

Y nada.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top