Capítulo XXVIII: El peso del poder

Aquella voz solo hizo que, de forma casi instintiva, nos volteáramos para descifrar quien nos había dirigido aquel saludo, de forma curiosa, y como algo innato en nosotros, posamos nuestras manos sobre las armas que cargábamos mientras dirigimos nuestras miradas a la figura postrada en el umbral de la entrada al recóndito cuarto donde nos encontrábamos. De principio no le pudimos ver la cara, pues entre la capucha que llevaba y el fleco que le cubría el rostro, no nos fue posible distinguirla a simple vista; lo único que pudimos saber es que era una mujer, por el suave timbre de voz que produjo.

–Finalmente puedo conocerte en persona –dicho eso, se destapa la cabeza y pudimos ver su cara–. Vaya. Te imaginé diferente, más fornido tal vez. Pero eso no importa del todo –sus ojos no dejaban de apuntarme, ignorando el hecho de que estaban los demás alrededor nuestro. Su cabeza se irguió levantando la barbilla demostrando arrogancia, posando en sus labios una sonrisa algo exagerada, pero que nada bueno ha de significar.

–Y se puede saber... ¿quién demonios eres tú? –Preguntó Gorith posándose frente ella.

Sin más, ella solo lo rodeó y se acercó directamente a mí, posando su puño por encima de la cintura, dejando que la diferencia de altura haga que ella tuviera que bajar un poco la mirada. Solo percibí como Gorith y Aria desenvainaban sus espadas, preparándose por si la mujer que apareció de repente decidiera atacar.

–Podrías decirles a tus guardaespaldas que no es necesario usar sus armas –dijo sin más, como si no fuera la gran cosa–, pues no estoy interesada en atacarlos. Pues de querer hacerlo, ya los hubiera eliminado.

Las miradas de los cuatro se cruzaron, como si estuviéramos pensando exactamente lo mismo.

–Primero dinos quien eres. Podemos iniciar por ahí –dije disimulando mi voz temblorosa, pues algo en toda esta situación me alarmaba muchísimo.

–Eso no importa ahorita Albert. Lo único que importa es que al fin pudimos encontrarte. –No lo comprendí. ¿Por qué ella me estaba buscando? O más importante aún, ¿por qué dijo "estamos"?

–No sé qué es lo que quieres, y no nos interesa, pero será mejor que te vayas –Aria parecía a nada de soltar el primer golpe, pero con una mirada fulminante de la misteriosa mujer hizo que se replanteara hacerlo, pues sus piernas comenzaron a temblar con tan solo sostener la mirada de la chica frente a mí.

Era curios, mirándola bien, no parecía más grande que nosotros, podría jurar que era de nuestra edad; con su cabello castaño recogido en una coleta y ojos color miel sobre aquel rostro de piel clara, no pude quedar algo maravillado al tenerla de cerca. La ilusión se terminó cuando un pequeño brillo sobresalió por debajo de mi rostro. No entendí cuándo, ni cómo, pero cuando ya lo tenía en mi cuello, noté el cuchillo que, con solo la punta, provocó en mi cuello una pequeña herida por donde fluía sangre.

El frio del metal, junto a la sensación caliente de mi sangre recorriendo mi manzana de Adán, me hicieron tener un sobresalto con el cual me despegué y retiré dando unos pasos hacia atrás. Su pequeña sonrisa se retorció un poco más cuando notó la sangre que se escurrió por el filo de su arma, su expresión nos inquietó a todos, salvo a Gorith que se encontraba mirando su espalda.

–Vamos. No te espantes por un poco de sangre –su voz tenía un toque de burla y peligro–, no te voy a provocar un daño serio –esa última palabra tubo un tono alargado y maquiavélico–. Claro, al menos que me incites a hacerlo –dio eso, sacó su lengua y limpió con ella la sangre que estaba en el filo de su cuchillo.

Solo logró dar unos cuantos pasos antes de que Aria le dirigiera otras palabras.

–No te acerques más a él. Maldita bruja.

Ella le lanzó una mirada de fastidio.

–No interrumpas más niña, porque de lo contrario...

–¿Qué mierda me vas a hacer? Dime –la retó muy enojada.

–Nosotros tendremos que detenerte.

Una voz masculina se pronunció en el lugar, haciendo que Aria y Gorith se voltearan para ver quién era el nuevo intruso. Que para nuestra desgracia eran dos. Dos hombres de unos 30 años se aproximaron cada uno con una espada, pero solo colgando de una mano, como si pelear con ellas solo fuera un chiste.

–¿Y ahora qué ocurre Shadra? ¿Por qué sigues aquí? –Dijo uno de los hombres que habían entrado–. Pensamos que solo venias a ver qué ocurría y regresar rápido –como si la situación no les importara, caminaron tranquilos entre Gorith y Ahn para ponerse detrás de Shadra.

–Así que te llamas Shadra. Vaya nombre –me atreví a hablar para sacar un poco de tención.

–Bueno, así es –dijo con un poco de disgusto, pero sin quitar su sonrisa.

–Vale, solo que les recomiendo que no la hagan enojar –dije señalando a Aria–. No es lo más inteligente que pueden hacer.

–¿Nos estas amenazando? –dijo aquel que aún no había hablado. Por su temperamento, puedo suponer que es el impulsivo del grupo.

–No para nada, solo es un sabio consejo de alguien que ya ha experimentado su furia.

Aquel tipo, de cabellera rubia, con piel un tanto lechosa y ojos verdes, que igual vestía con el mismo atuendo que Shadra y su otro compañero, que era castaño, con la piel morena clara y ojos cafés, se acercó lo suficiente a mí como para poder sentir su respiración en mi cara. No toco apenas el mango de su espada cuando Aria ya estaba corriendo directo a él con toda la intención de asestarle el golpe con su arma.

Casi todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos, pues con aquel ataque, se inició una batalla entre los siete, o mejor dicho seis, pues mientras Ahn se estaba retirando poco a poco a un rincón alejado de toda la acción, nosotros nos batíamos a duelo uno contra uno. Aria peleaba contra el moreno que, al momento de ella lanzarse contra el rubio.

Por su parte, Gorith se emparejó con Shadra, pues al estar ella más cercana a él, pensó que sería buena idea enfrentarse a ella, lanzando primero un ataque de fuego que fácilmente pudo esquivar, y como ya tenía cerca su mano a su espada, con solo dar unos pasos y desenfundarla hábilmente, se lanzó contra él sin miramientos, a lo cual solo pudo responder con una buena cobertura con su espada.

Por mi parte me tuve que enfrentar con el chico engreído que tenía enfrente, mi primer instinto fue lanzar bolas de fuego, pero a medida que las lanzaba, él las evitaba de forma burlona, algo que me enfadaba y provocaba que errara más tiros. Dejándome llevar por el impulso, me abalancé contra él con mis dagas, no sabía si podría darle un golpe con ellas, pero no perdía mucho con intentarlo. Al menos eso pensé en aquel momento.

Fuego, agua, chispas, golpes y choques de espadas fue el escenario que enmarcaba aquella pelea; nuestra concentración no nos permitía sentir algo que no fuera lo que ocurría en aquel lugar, pues cualquier descuido que tuviéramos significaba una ventaja muy grande para el enemigo. Todos pensamos eso, hasta que aquel ruido nos alarmó. Era como el rugir de una bestia enorme, el cual hizo temblar toda la cueva, logrando que un poco de escombro callera sobre nosotros. Ese descuido fue bien aprovechado por ellos.

A mí me terminaron golpeando en la parte trasera de las rodillas para tumbarme al suelo y patearme en el estómago; a Aria la noquearon con un golpe seco en la nuca con el mango de una espada; por su parte a Gorith lo dejaron tendido con un puñetazo en la sien.

–Mira Albert. No queremos matarte, pues tú eres fundamental para nosotros –me espetó Shadra –. Por lo cual esperamos a que vengas con nosotros de forma voluntaria. –Prosiguió de forma calmada–. Te daremos tiempo para que lo pienses, ¿de acuerdo? –Mi mente estaba transitando entre recuperarme del dolor en el suelo y comprender lo que me estaba diciendo Shadra, por lo que descuidé por completo lo que ocurría a mi alrededor–. Por si no te place ir a buscarnos... quiero que sepas que nos llevaremos una garantía para volverte a ver.

Una sombra oscura me acompañó junto a un inmenso dolor en mi cara; intentando poner mis ideas en orden, percibí un grito que empezó agudo, pero que conforme a como recuperaba la conciencia, se volvía más nítido y fuerte. No creía que fuera a pasar algo así, por lo cual volteé a todos lados para confirmarlo, y más seguro estuve por la reacción de Gorith: Se habían llevado a Ahn. Los tres nos incorporamos para correr tras ellos y evitar que se la llevaran; todo parecía en cámara lenta, casi inimaginable, casi irreal.

Al salir de la cueva vimos como ellos escapaban a toda velocidad con dirección a la ciudad de Manes, cabalgando cada uno en su caballo, con nuestra amiga en los brazos de Shadra. Los golpes en el hombro por parte de Aria y el tronar de los dedos de Gorith me indicaban el enojo e impotencia sufridos por aquel fatídico suceso. No podía creer lo que estaba pasando. Actuar rápido era lo único que me podía imaginar, pero no sabía qué era lo que propiamente había de hacer.

Solo me quedaba pensar, pensar y pensar.

Pero no me llegaba idea alguna a mi cabeza.

Solo pude agachar la cabeza y cerrar mis puños por la impotencia de no poder hacer algo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top