Capítulo XXII: Recibidos en medio del caos (Parte II)

El pasillo que daba directo a la Sala Real, donde se encontraban aquellos con los que nos iríamos a reunir, estaba conformado por diversos pilares y estructuras altas, todas ellas con un color blanco un tanto opaco. El suelo estaba adornado con piedras que tenían la misma tonalidad, pero sobre este se encontraba una alfombra roja con encajes dorados. Solo podía decir que los ricos aquí seguían despilfarrando en lujos como aquello que había en mi mundo. Los cuatro estábamos aun con sueño, pues nos levantamos apenas el alba se estaba anunciando, esto pues los militares no querían lidiar con flojos, y nos pusieron a entrenar junto con ellos, algo que me fastidió mucho, pues no estábamos en este lugar para ejercitarnos o divertirnos, y teniendo en cuenta que la reunión era hasta el mediodía, me estaba enojando por ese pequeño episodio.

Las enormes puertas dobles se abrieron de par en par desde adentro mientras nosotros no acercábamos, dejando ver de a poco a las personas que se encontraban ya en la sala; sin dudas, quien primero nos recibió fue el Rey, la persona que se encontraba sentada en un trono con exagerados adornos de oro y la misma que parecía darnos una bienvenida con ojos penetrantes. A ambos lados tenían a diversos viejos con barba blanca y sotana negra, mientras que en diversas partes se encontraban múltiples soldados con el mismo uniforme que Davian, todos ellos con lanzas y con una expresión que indicaba que están dispuestos a atacar en cualquier momento.

–Sean bienvenidos, súbditos –dijo el viejo en el trono. Su voz era rasposa, pues su edad le provocaba dicho efecto–. Espero que su estancia aquí haya sido placentera –no sé si lo decía con indiferencia, sarcasmo o solo sin sentimiento alguno, pero la mirada que nos daba era como de odio o desprecio.

–Mi Rey –Davian se arrodillaba en modo de reverencia ante el hombre que estaba frente a nosotros–. Me complazco en presentar a nuestros invitados, los aventureros Gorith, Albert, Aria y Ahn –cuando mencionó a nuestra amiga fue con un poco de molestia bien disimulada–. Ellos nos apoyaran con el descubrimiento de que fue lo que provocó el desastre en la provincia norte de Root.

Al terminar de hablar, las chicas se intentaron arrodillarse, pero las logramos detener antes de que pudieran agachar su cabeza, algo que molestó de gran manera al soberano, a la par que mostraba el descontento por parte de los presentes en la sala, pero la verdad era que no podían molestarse o decirnos algo pues todos entendían que nuestra ayuda era indispensable, más que nada para no arriesgar a su armada a exponerse a un peligro desconocido.

–Podemos hacer esto más rápido para hacer el trabajo lo más pronto posible –fue Gorith quien se atrevió a retar a quien tenía el poder sobre toda la nación.

–De acuerdo. Magos, empiecen con esto... –lanzó un suspiro de enojo antes de que uno de los encapuchados a su lado derecho diera un paso al frente.

–Como lo ordene su alteza.

La información que nos dieron fue más concreta que aquella que ya teníamos. Lo que entendimos es que en alguna de las cuevas que se encuentran en la cordillera entre Ervest, Manes y Hoss hubo una actividad anormal de magia, por lo cual era solo cuestión de ver en cuál de estas fue donde se produjo dicha concentración de poder para saber qué fue lo que ocurrió, o por lo menos tener una pista que nos guie para saber eso.

Los magos del imperio creían que fue un conjuro o invocación característico de magia antigua, por lo cual se dedujo una diminuta cantidad de posibles sospechosos que pudieran tener las capacidades para realizar aquel tipo de hechizos. Excluyendo, claro está, a los que trabajaban para el imperio o se encontraban en la cárcel o bien estuvieran muertos. Esa información o la consideramos del todo necesaria, pues nuestro principal trabajo era investigar la zona donde se produjo el hecho y encontrar algo que fuera de utilidad para el ejército y que ellos se encarguen de los culpables.

Eso es mejor que empezar desde cero, ¿no?

–Bueno... Al menos ya sabemos por dónde empezar –comenté–. Sera mejor irnos para empezar.

–Concuerdo. Vámonos.

Con eso, nos dimos media vuelta para salir del salón y de ahí a por nuestros caballos para salir al galope con prisa para no pasar más tiempo en aquel lugar. Por supuesto que recibimos resistencia por parte de varios soldados para que recibiéramos su ayuda o consejos para dicha misión, pero lo único que queríamos era ya no estar ahí y terminar con esto para regresar a Hesso.

–Bueno, ¿qué hacemos a partir de ahora? –pregunto Gortih.

Aria y yo solo nos vimos de momento con una sonrisa cada uno, para luego ver a Ahn quien se encontraba un tanto confusa por no comprender por qué estábamos tan contentos. Mirar el camino que da directo a Zeon era difícil de ignorar cuando ya estábamos afuera de Tiris, por lo cual entre ella y yo salimos disparados por ese camino, pues era algo que le había dicho que haríamos terminando todo, lo curioso es que no especifiqué que era lo que se tenía que acabar para ir. Solo escuchamos el galope de Ahn y Gorith atrás de nosotros, confirmando que nos estaban siguiendo.

–¿Qué habrá hecho tu mamá para comer? –le dije a Aria para levantarle un poco el ánimo.

Ella solo sonrió.

–Solo tengo una pregunta –comenté– ¿de dónde sacamos los otros dos caballos? –lo que se me hacía raro era eso, pues solo teníamos dos y ahora cada quien tenía el suyo.

–Digamos que por accidente dije que cuatro de los caballos eran nuestros –la sonrisa de Gorith era descarada, pero ya no podíamos decir nada, pues ya estábamos encaminados.

Volteé al frente un tanto enojado por eso, pero solo solté una risa que provocó a mis compañeros a reír conmigo.

La vista que teníamos a nuestra derecha reflejaba el mar de Dirac y unos cuantos tejados que indicaban el inicio de Zeon. Solo dejé que la vista me relajara mientras continuábamos en camino a la ciudadela cercana al mar.

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