Capítulo I: Invocaciones, exámenes y un nuevo estudiante.
Se puede decir que mi habitación es el lugar donde más puedo ser yo, pues aun cuando tengo todo el departamento para mí solo –ventajas de vivir sin mis padres– siento que mi cuarto es de esos rincones donde tengo total libertad para desenvolverme tal cual soy, pues aun en la sala y comedor me siento algo vigilado. Con las cortinas cerradas, rodeado de posters de bandas de rock y metal junto a otros de unos cuantos animes que me agradan; diversas figuras y comics que he ido coleccionando, así como mi guitarra y otras cosas más regadas por doquier.
Pasar toda la noche frente a la computadora no es nuevo para mí, pues la combinación videos de peleas de la UFC, la música de rock a todo volumen y las partidas de videojuegos a media noche son lo que necesito para no dormir por lo menos en un día entero. En ese momento me encontraba jugando una partida de Leage of Legends con unos conocidos de otros países, a la par que en mi habitación estaba siendo inundada por la canción Mein Teil de Ramnstein. La partida era reñida, pero al final logramos alzarnos con la victoria tras destruir la base enemiga. Me quité los audífonos, alcé los brazos y me estiré para poder relajarme en lo que se cerraba el juego.
–Que buena estuvo la partida. –Posterior a eso bostece. Un rayo de luz me dio directo en los ojos, logrando que me sorprendiera un poco, pues eso indicaba que me desvelé otra vez–. Vaya, ya es de día. Bueno, creo que será mejor que me vaya a acostar. Pero primero revisaré mi Facebook –sabía que eso era una invitación a no dormir por completo, pero de todos modos lo hice.
Tomé el teléfono y fui revisando primero los estados de mis contactos, algunos videos y así es como se me iban los minutos rápidamente. Hasta que de repente, saltó un mensaje de mi amigo por Messanger. Jhon es alguien que no le teme a decir las cosas tal cual las piensa, creo que es por eso que lo considero uno de mis amigos. Abrí la burbuja de chat para toparme con su mensaje.
–OYE, IDIOTA, NO SE TE OLVIDE QUE HOY INICIAN LAS EVALUACIONES DE LA ESCUELA, ASÍ QUE NO LLEGUES TARDE.
Mientras mi mente se debatía entre la lucidez y el sueño, me puse a revisar la fecha en mi celular, logrando ver que en efecto era lunes 27, más temprano que tarde, caí en cuenta de que, en efecto, hoy inician las pruebas en la escuela. Mirando el reloj, observé que eran las 5:15 de la mañana, tome una bocanada de aíre y me dispuse a ir al baño, me quite la ropa, abrí la regadera y deje caer el agua helada sobre mi cuerpo, tallando cada parte de mí para quitar la suciedad que tenía, pasando los dedos por el tatuaje que llevaba en el brazo izquierdo, unas cuantas líneas y dibujos triviales que salían del hombro hasta cubrir todo mi antebrazo.
Saliendo me coloque una camiseta de tirantes, un pantalón de mezclilla junto a unos tenis converse negros, una camisa negra, la cual me fajé y arremangue hasta los codos para dejar ver mi tatuaje, colocarme una pulsera y mi arete en la oreja izquierda. Cómo me puse a disfrutar un poco el bañarme, no medí el tiempo que tardaba, por lo cual ya eran las 6:00, por lo cual ya no me daba tiempo para hacer el desayuno, así que mejor pasaría por una tienda de conveniencia por algo para beber y comer. Cerré la puerta con llave, caminé por el pasillo hasta llegar al elevador para llegar a la planta baja y salir con rumbo a la escuela.
Llegando al primer piso del edificio, pasé por la caseta del conserje, pues esta se encuentra justo en la entrada de cristal. Apenas estaba tocando la manija de la puerta cuando logro escuchar un gruñido proveniente de esa pequeña caseta. Por instinto me detuve a esperar a que alguien saliera de ahí, pues en mi subconsciente estaba la idea de que aquel ruido fue dirigido a mí; unos pasos se escucharon adentro de la caseta y el crujido de las bisagras anunciaba que alguien o algo estaba por salir de ese pequeño lugar.
–Oye, niño –un tipo alto, viejo y gordo, una camiseta blanca de tirante que gritaba por un cambio, barba desatendida y con la coronilla de la cabeza calva se asomaba en el umbral de la puerta–, de nuevo tengo quejas de la vieja del departamento debajo del tuyo, por el ruido que provocas en la noche. Sabes, ya me estoy cansando de cubrirte, por lo cual me estas orillando a que te corra de aquí –su cara indicaba que su noche se vio alterada por los reclamos de esa señora, pero eso a mí no me importaba en lo más mínimo.
–Sabes, yo también me estoy hartando un poco de tener que guardar los videos de la cámara que te instalé en el baño de la hermosa chica del departamento C-13, así como que tienes a una chica de 14 años en este departamento, la cual usas para saciar tu muy mal medido lívido –ese viejo asqueroso solo atinó a agachar la cabeza y rascarse la nuca, pues entendía lo delicado del asunto al yo tener esa información–. Así que, está bien, tu puedes desalojarme de aquí, pero yo puedo hacer espacio en mis archivos, eliminando eso después de haberlo mandado a la policía.
–Está bien, está bien. Demonios –disimulaba su miedo al saberse amenazado por alguien más pequeño y de menor edad, es agradable tener a alguien como el en tus propias manos–; si no fuera por eso ya te hubiera echado a patadas a la calle.
–Sí, pero él hubiera no existe –con sobrada soberbia me acerqué a su posición para postrarme frente a él, y dándole unas palmadas en una de sus mejillas dije–. Mientras tu cumplas tu parte del trato, yo seguiré cumpliendo la mía. ¿De acuerdo? –él solo asintió con la vista aun en el suelo–. Bien, entonces me voy, y tu encárgate de esa vieja.
Salí de ese edificio con aires de grandeza, pero no me di el lujo de disfrutar esa victoria pues tenía el tiempo contado. No es que estuviera a cinco minutos de que inicie la clase, pero me gusta llegar temprano a donde quiera que vaya. Caminando por la acera de la calle, me encontré con una pequeña tienda de conveniencia, donde pude comprar una bebida energética y un sándwich para poder disfrutar durante el trayecto entre la parada del camión y la escuela. Cómo en mi camino a tomar el autobús hay una primaria, era obvio pasar por ahí; al ser la hora cuando las madres dejan a sus hijos, no es de extrañar que algunas mamás hablaran a hurtadillas de mi por la apariencia que tengo, por los tatuajes, por mi perforación, que si por esto o por lo otro, en fin, por mi aspecto. Al principio fue difícil escuchar esos comentarios, pero ahora no les tomo ningún tipo de importancia, solo camino y sin mirar a los demás.
Estando ya en la parada del camión, me senté y abrí el paquete del emparedado y lo comía tranquilo a la vez que sorbía unos tragos de mi bebida; así pasaron unos pocos minutos hasta terminar lo que fue mi desayuno, tirando la envoltura y el envase, me quedé sentado para esperar el transporte, solo tardó un momento y ya estaba dentro de él. Me coloqué mis audífonos y me puse a escuchar System of Down para poder leer a gusto La Divina Comedia. Cuando miré el reloj de mi celular, supe que ya eran las 6:20, "si todo marcha bien, cuando falten 15 minutos para las siete, estaré ya en la universidad", fue lo que dije y seguí con mi lectura. Pasados ya los 25 minutos, estaba frente a las puertas de la escuela, caminando tranquilamente hasta llegar a mi salón, el cual, por la brillante idea de algún genio de la arquitectura, se encontraba en el último piso, y para hacer peor el chiste, la institución no contaba con elevadores.
Caminando poco a poco cada escalón, fue como llegue hasta el piso donde se encontraba mi aula; mirando a ambos lados, me percataba de que unos cuantos alumnos estaban afuera en el pasillo en espera de que llegara su profesor. Cuando miraba a mi salón, vi unos cuantos rostros conocidos, algunos compañeros de clases que, al verlos fuera, me llenaba de tranquilidad, pues eso indicaba que el profesor aun no llegaba. Rápido entre al salón y lo primero que miré al llegar a mi asiento, fueron a Jhon y Alex sobre mi pupitre.
–Hasta que llegas idiota –gritó Jhon–, pensé que ya llegarías.
–Agradece y que vine cabrón –fue lo único que se me ocurrió contestar.
–Tiene razón –habló Alex, señalándonos– tienes que darle crédito, Jhon. Siendo sinceros, con suerte creo que apenas llegó
–Cállate y veamos que nos toca hoy de exámenes –Jhon le dio un pequeño golpe a Alex en el hombro. Tomó su mochila para buscar el horario de exámenes, para al final sacar una hoja donde tenía anotado los exámenes que deberíamos presentar–. De acuerdo, primero tenemos Cálculo y luego Álgebra Lineal. Sí, eso será todo por hoy.
–No jodas, ¿son esas dos? Y ambas con el cabrón de Zamora –Alex maldecía, pues nunca ha tenido buenas notas con ese profesor–. Que le den a él junto con su doctorado.
–No seas tan malo con él, solo tienes que pasar con la mínima y listo –aunque no traté de disimular mi sarcasmo, algo de eso tenía razón, pues Alex siempre hacía todo lo necesario para pasar con ese profesor y siempre salía con un siete como nota, aunque pasaba con esa calificación, no se sentía conforme con ella, y prefería maldecir al maestro que hacer otra cosa.
Álgebra, Cálculo, Matemáticas y demás materias similares son el pan de cada día para un estudiante de ingeniería. Aunque hoy por hoy me vaya bien, no siempre fue así, pues el estudiar esta carrera fue lo que provocó que me saliera de casa de mis padres: para mi papá era muy necesario que yo entrara a la facultad de sociales para que me convierta en abogado, como él, para que así yo pudiera heredar su firma de abogados que, si bien no es la más importante, si genera buenas ganancias. Lo malo es que desde pequeño siempre me atrajeron las computadoras, por lo cual fue difícil explicarle a mi padre que no quería estudiar derecho y preferí ser ingeniero. Las palabras quedan cortas al intentar describir el regaño que me dio por no querer hacer las cosas como él quería. Al final todo quedó en que haría el examen para la facultad de sociales y punto, pero a escondidas hice todos los trámites para la carrera de Ingeniería en Computación y Sistemas, lo cual al final mi padre terminó por enterarse y echarme de la casa a mi suerte. Con el poco de dinero que la piadosa de mi madre me logro dar, pude alquilar el departamento donde me hospedo actualmente, para después conseguir un trabajo y continuar pagando mi departamento. Todo lo demás fue transcurriendo con el paso del tiempo.
El profesor Zamora llegó al salón con un paquete completo de hojas que, desde el lugar que tenemos en el aula, logramos ver que eran los exámenes para nosotros. Ordenó que nos sentáramos y uno por uno fuimos recibiendo nuestra prueba.
El mediodía se hizo y con ello el fin de ese primer día de exámenes, mis amigos estaban exhaustos por el enorme trabajo mental que realizaron, Jhon y yo nos acercamos a Alex para ver cómo se encontraba, pues estaba con la mirada perdida en el techo.
–Al menos las pruebas más difíciles ya pasaron –dijo Jhon.
–No puedo creer que siga vivo –espetó Alex–. Sigo sin entender como es fácil para ti, Albert.
–... Se me da –contesté–. Por cierto, ¿no iras a reclamarle al profesor por tu nota?
–No, para nada, así lo dejare. Que sea lo que Dios quiera.
–¿Así que hoy no veremos cómo te terminas humillando ante el profesor frente a todos como en el curso pasado? ¿Te acuerdas Albert?
–Cómo olvidarme, si se arrodillo mientras suplicaba para que le subiera la nota –dicho eso, Jhon y yo nos reímos por ese divertido recuerdo.
–Dejen de burlarse de mí –gritó Alex. Ya un poco más calmado nos dijo–. Bueno, terminado con este martirio, ¿tienen algo que hacer hoy?
–Yo me pondré a estudiar para mañana –contestó Jhon.
–Y yo regresaré a jugar videojuegos –respondí.
–Que aburridos.
–Hasta luego chicas –una voz dulce y agradable fue la que pronunció aquellas palabras, y en efecto era April, nuestra bien amada compañera. Una chica como salida de un sueño, cabello rubio lacio, piel clara y una figura envidiable para cualquier mujer; alguien que parece completamente inalcanzable que se pasea por doquier mostrándose despreocupada. Uno solo podía deleitarse mirándola por mucho tiempo. Como yo en ese momento, pero fui sacado de mi transé visual por los comentarios de mis compañeros.
–Deja de devorarla con la mirada, Albert –me interrumpió Jhon con su comentario–, ella está por completo fuera de tu alcance.
–Acéptalo, lo único a lo que puedes aspirar es imaginártela mientras estas solo en tu casa de noche.
Y en efecto. Así era.
Regresar a casa siempre me es satisfactorio, pues me doy el lujo de tomar el camino más largo para llegar al departamento; recorriendo la ciudad mientras como un emparedado y agua para reconfortarme después de clases, más ahora que eran los exámenes. Mientras caminaba por el parque estaba pensando en lo que me dijo mi amigo, sobre tener a mi compañera solo en mi imaginación, la verdad es que eso nunca me preocupó, bueno, no en la medida de lo posible, pues el tener pareja no me era necesario hasta ahora, es más cómodo para mí pagar por placer momentáneo que despilfarrar mi dinero en alguien que tarde o temprano puede terminar engañándome, al menos así lo miraba.
Aun con mis pensamientos absortos en eso, así como en otras cien cosas, noté que había una tienda de cosas relacionadas al ocultismo, no era extraña la tienda que se dedicaba a vender ese tipo de cosas, pero lo que me sorprendió su fachada: paredes de granito negro con ventanas oscurecidas, solo dejando ver unas cuantas cosas, como la parte inferior de una Santa Muerte, una cruz invertida y lo que parecía ser una biblia de Anton LaVey, nada fuera de lo común. Cómo mi curiosidad se sobrepuso ante todo lo demás, decidí entrar para ver si en el interior del local podía encontrar algo que llamara más mi atención.
Abriendo la puerta se escuchaba un crujido de las bisagras por lo oxidadas que estaban, al entrar el sonido de las campanas en la entrada avisó sobre mi llegada, mientras que el aroma a incienso quemado inundo mi nariz por completo. A simple vista no parecía tener algo original o que sobresaliera entre todas las cosas, realmente parecía ser otra tienda más de este tipo. Mientras caminaba un poco en el interior del local, notaba a una persona que estaba en la parte trasera revisando quién sabe qué del otro lado del mostrador, por el tono de su cabello sospechaba que pasaba de los 50 años aquel hombre.
Entre libros que trataban sobre demonios, exorcismos y viajes astrales, así como velas y figuras relacionadas a la muerte y algunos cuantos objetos llamativos, no era algo de lo cual asombrarse, pues estas cosas podían ser adquiridas incluso por Amazon, poco a poco me iba aburriendo de lo que encontraba, pues todo me parecía soso, simple y nada nuevo. Estaba mirando los inciensos y leía lo que supuestamente provocaban con su aroma, me voltee para ver el estante con más libros que tenía detrás mío hasta que me sobresalte. No logré ver en qué momento, pero aquel anciano se encontraba detrás de mí, cuando mis ojos lo vieron directamente, logré dar un salto, provocando que tirara algunos objetos de la mesa que estaba a mis espaldas. Mi corazón se aceleró por lo inesperado de ver aparecer de la nada a este sujeto, que solo con su presencia me inquietaba.
Al verlo de cerca, supe que era más bajo que yo en estatura, pues apenas me llegaba a la mitad del pecho, esto debido a su encorvadura; tenía un olor raro, rancio, que lograba moverme las entrañas de tan nauseabundo que era. Si a eso le sumamos su fría mirada, con esos ojos apagados, que no dejaban de mirarme fijamente, más que nada al tatuaje que llevo, realmente me provocaba querer salir de ahí corriendo, pero algo me lo impedía, pues presentía que debía de dejar que él hablara primero. Los minutos pasaban y este hombre solo se la pasaba mirándome, lo cual hacía que el sentimiento de miedo desapareciera dejando paso a la incomodidad.
–Disculpé –comencé a hablar, pues sentía ya muy incómodo el silencio–, pero... –de la nada fui interrumpido por él.
–¿A qué se debe tu visita? Jovencito.
–¿Perdón? –Mi contestación fue más que nada por instinto, pues su pregunta me dejo pensando, ya que no tenía idea de a qué se refería, pues me parecía obvio que viniera a querer comprar algo, pero solo dejé que las palabras salieran conforme las pensaba–. Solo quería ver que había aquí –mi voz estaba temblando, pero a fuerza de voluntad lograba calmarme y demostrar valentía–, pero como no hay nada interesante, mejor me retiro. Permiso.
–¿Seguro qué no has encontrado nada? –su tono parecía ser monótono, pues no varía mucho entre palabra y palabra.
–Sí, seguro. Adiós –con paso firme, pero rápido me dirigía a la puerta para salir de ahí, pero algo me detuvo, pues sentía la mirada de aquel hombre siguiéndome por lo cual, cuando tomé el picaporte de la puerta de cristal, me contuve en abrirla, pues mi intuición me indicaba que aquel viejo quería decirme algo más–. ¿Tiene algo... para mí? –pregunté sin voltear.
–Eso depende. ¿Qué es exactamente lo que buscas?
Esa pregunta cayó en una parte profunda de mí, pues no tenía algo en mente en ese momento. La pregunta parecía precisa, pero mis respuestas no tanto; era como sí esa pregunta me la hiciera cada vez que pudiera, por lo cual me hizo dudar que alguien más me la hiciera. Todo eso flotaba en mi mente, junto al fuerte aroma a incienso, que podría jurar que algún papel jugaba en ese momento de reflexión.
No dude en voltear a donde se encontraba aquel misterioso hombre, que ahora se encontraba recargado en el mostrador, al lado de la caja registradora y, al igual que la vez que lo miré detrás de mí, no supe en qué momento cambió de lugar, o si realmente lo escuche moverse.
–¿Tendrá algo interesante? –fue lo único que supe preguntar.
–Algo interesante... –Con el dedo índice derecho golpeaba repetidamente sus labios en lo que meditaba la respuesta–. Creo tener algo por aquí.
El hombre se agachó y comenzó a buscar dentro del estante en el cual se encontraba recargado, en lo que no me miraba, aproveché para acercarme lentamente a su posición, meneando la cabeza de un lado a otro, intentando dilucidar qué era lo que buscaba entre tanto que movía. Cuando me encontré ya frente al mostrador, se paró y en sus manos tenía un libro, algo viejo, pero bien conservado. En la tapa no se encontraba título alguno, solo un extraño símbolo en el centro de la portada, estaba todo en color café, salvo el símbolo, que tenía un color negro opaco y estaba en forma de relieve.
Aun no lo abría, pero en el momento que lo vi, supe que era lo que estaba buscando; no lo tenía muy en claro, pero sentía que necesitaba ser mío. Extendió el libro hacia mí y con seguridad lo agarre con ambas manos, pues tenía un extraño presentimiento de que no debía dejarlo por ningún motivo.
–No sé cómo explicarlo, pero creo que esto es lo que venía a buscar –dije sin contratiempos, mientras el viejo solo esbozó una sonrisa de una sola mueca–. ¿Cuánto será por el libro?
–Solo dos dólares.
No sé si era muy ingenuo, quería deshacerse de él o solo me lo quería dar sin mucho contratiempo, pero lo que sí es seguro es que no dude en tomar un poco de mi dinero y comprarlo, pues teniendo esa cantidad y las ganas de tenerlo, era lo único que me faltaba para llevarlo a mi casa. Ya con el dinero entregado, salí del local rumbo a mi departamento; estando ya dentro del edificio se hizo de noche, algo que no me resultaba extraño, pues estaba acostumbrado a llegar a esas horas.
Me encerré en mi habitación y, acostado en la cama, contemplé detenidamente la portada del libro. Puede que sea su sencillez lo que me llamó la atención, pero tenía algo que me atraía sin más ni menos. Cuando me decidí a abrirlo, contemplé símbolos y dibujos extraños, como si de algún tipo de código extraño se tratara, lo interesante era ver que la descripción estaba en mi idioma, lo cual me facilitó el comprender que significaba cada uno de los diagramas ilustrados.
Página a página, estaba contemplando todo lo que estaba plasmado en las hojas del libro, era algo, sino nuevo, si interesante, pues indicaba como hacer invocaciones, ataques mágicos, alquimia, brujería, entre otras cosas más; descrito como si fueran reales, me llamó la atención el detalle que le prestaban, pero no dejaba de mirar eso como un libro especial de una novela de aventura y fantasía, pues me parecía muy irreal para que alguien se tomara todo el tiempo para escribir todo eso y fuera tomado como real.
Una parte que me llamó mucho la atención fue una página donde estaba plasmado el mismo símbolo que la portada, por eso estuve revisando varias veces ambos dibujos para verificar todas sus similitudes, al terminar cónstate que, en efecto, eran los mismos trazos. Revisando la descripción, el libro indicaba que era una especie de portal o algo así, con la capacidad de transportarte al lugar indicado en la transcripción del símbolo.
No podía creer lo específico que era al mostrar los materiales necesarios para llevar a cabo la activación del portal. Pues todo lo que se necesitaba era: una jarra con sal, una ampolleta de mercurio, tres gotas de sangre del invocador, agua y una vela. Todo sencillo de conseguir, pues tenía todo para hacerlo en ese instante. La preparación era sencilla: verter la sangre y el mercurio en la jarra con sal, revolver hasta mezclarlo por completo; echar agua hasta formar una sustancia cremosa; colocar la vela en el suelo y tomarlo como centro para dibujar el símbolo de transportación; cuando todo esté listo decir Ivera para activar el círculo.
Y listo.
Era demasiado fácil, y pensándolo un poco, algo tonto si alguien llegara a realizarlo, por eso decidí cerrar el libro, lanzarlo al buro que tenía al lado de mi cama y acostarme para levantarme al siguiente día. O ese era mi plan, pues un escalofrió recorrió mi espalda empujándome a tomar ese libro y llevar a cabo dicho ritual, parecía loco, pero todo me indicaba a hacer ese dichoso acto, como si una pequeña voz me susurrara "hazlo, hazlo".
Tomé todos los ingredientes y comencé a preparar todo conforme lo pedía las instrucciones; para dibujar el símbolo, desocupé todo lo que estorbaba en el cuarto y dejé libre el centro de la habitación, coloqué una vela en la, mitad del cuarto y empecé a trazar las líneas de aquel dibujo, si se me olvidaba una parte, solo era cuestión de volver a mirar el libro. Terminado eso, me puse de rodillas e, inhalando una bocanada de aire, pronuncié la palabra que venía en el libro, para al final solo escuchar el eco de mi habitación.
–¿Qué demonios esperaba a que pasara? –Pensé–. Ahora debo de limpiar todo esto.
Estaba levantándome mientras escuchaba como unos chispazos sonaban en el suelo, claramente me asuste, pues imaginaba que, por culpa de la flama de la vela, el suelo se estaba quemando. Al levantarme, me fije en el área donde estaba el símbolo para ver que no se estaba quemando ni nada parecido, pero si estaban saliendo unos destellos azules de las líneas marcadas. Cuando empezó a salir una suave luz azul y verde del círculo, me espanté, me dejé caer de espaldas, apoyándome con las manos para no tirarme por completo.
Una extraña aura cubrió las paredes de mi habitación, provocando la ilusión de que se cubría con la luz del día; conforme se intensificaba el brillo, parecía que los muros se difuminaban, al igual que el piso, dejando ver varias columnas de luces difusas y brillantes, todo sobre un fondo negro que conforme bajaba la vista se tornaba blanco. Todo aquello me recordaba mucho al fondo de una piscina cuando las iluminarias del techo se dejaban ver desde el fondo de la misma; era algo hipnótico.
El dibujo que está en la portada del libro, el cual no lo había soltado desde que empecé el ritual, comenzó a brillar con intensidad en un tono rojizo, contrastando con la cubierta; ese brillo cada vez se intensificaba más y más y más hasta no dejarme ver nada, solo un blanco profundo, donde mis pensamientos solo flotaban sin rumbo. Un segundo después me encontré en una habitación oscura, con textura raposa, al sentir mi piel desnuda, supuse que no tenía nada de ropa, por lo cual me contraje con el propósito de cubrir mis partes, aun cuando nadie estuviera ahí (al menos eso quería pensar).
–¿Pero qué carajo paso? –maldije.
De pronto, unos pasos se escucharon a toda prisallegando a mi ubicación, intente encontrar una salida, pero entre la oscuridady desconocimiento de ese pequeño cuarto, solo esperé a que pasara lo quetuviera que pasar.
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