Capítulo 5: Condenados
Un diluvio. Un aguacero, con miles de relámpagos en el cielo, sobre un volcán a punto de hacer erupción. Así podrían definirse las emociones de Seok-jin en ese momento que Jung-kook abandonó tan tranquilo la habitación, tras aquel vil artificio. Incluso, siendo dominado por su cólera, se había atrevido a contestarle a Ho-seok de una manera grosera, muy impropia de él. Como si hubiera sucumbido ante la posesión de algo siniestro hablando en su lugar. No lo dejó con una buena sensación al final y ofreció disculpas.
―Oh, Jin-hyung...
Hobi mostró un encandilamiento que no sentía, inclinando un poco su cabeza y sonriendo. Pero al instante siguiente borró el gesto, mostrando mesura y acercando su rostro al suyo.
―No te perdono ―dijo, con alarmante circunspección, negando con la cabeza ―. Pero te tengo buenas noticias, Jin ―Se dejó ver jovial de nuevo ―. Tú no recibirás el castigo.
―Ah... ¿n-no? ―emitió, sin abandonar su preocupación.
―No ―Movió su dedo en alto, desplazándose a su alrededor a paso lento y deteniéndose a su espalda ―. Lo recibirá Taehyung-ah ―dijo, dejando caer sus manos pesadas sobre los hombros del mencionado.
Su cuerpo se tensionó de golpe, aunque quien hipó fue Jin. Extraño.
―¿Yo? ¿Y yo por qué? ¿Qué tengo que ver? ¡Solo vine a sacar la maldita basura! ―protestó, mientras su compañero abría los grilletes, cazándolo rápido del pescuezo para que no se le escape.
―¡Espera, él no hizo nada!
―¿Quieres ocupar su lugar?
―¡Lo haré! ¡Sí!
―Qué mal, porque no me da la gana.
―Ah, todo yo, ¡todo yo! ―Se quejó el castigado.
Ho-seok lo guio hacia el extremo de la sala, donde se encontraba un sillón de estilo odontológico. Con solo verlo Taehyung levantó y negó con su dedo, rehusándose a avanzar. Ya había estado postrado en aquel asiento y no había sido nada grato. No obstante, empleando gran impulso y poco esfuerzo, Hobi prácticamente lo levantó en el aire y lo recostó sobre el asiento. Con suma ligereza, producto de la práctica, apresó sus muñecas a los lados con unas gruesas correas ya listas. V entró en pánico, pero más comenzó a agitarse en cuanto el sillón reclinó su respaldo hacia atrás, dejándolo extenuado.
―Oye, Ho-seok. Espera por favor, ¿qué le vas a hacer?
―Castigo, Seok-jin. Mi especialidad ―dijo, volteando a verlo por encima de su hombro, tirando con firmeza de la correa.
Los otros dos sintieron ese apretón, erizándoles la piel y tensando además los músculos de sus rostros.
―Oh, casi lo olvido ―dijo, alzando un dedo en alto y aproximándose hacia Jin.
Se quedó detrás de él y del bolsillo de su pantalón sacó un trozo de tela, la cual subió hasta su rostro.
―¿Qué haces? No, no, no, no, no. ¡Deja eso! ―protestó, moviendo su cabeza de un lado a otro, pero aun así no pudo evitar que amarrase la tela y vendara los ojos ―. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué haces esto?! ¡No veo nada!
―Es la idea, Jinnie. Es la idea ―susurró cerca de su oreja, dándole una palmada en el hombro y volviendo con Taehyung, quien poco contento lo miraba ―. Tranquilo. Prometo que no será como la otra vez ―le dijo, dándole una suave caricia sobre su cabeza.
―Será peor, ¿verdad?
―Sip. ―Se llevó las manos a los bolsillos y apretó los labios.
―Oh, ahora sí me relajaré ―expuso sarcástico.
―¡Taehyung-ah! ¿Estás bien? ¡Habla! ¿Qué te hizo ese loco?
―Estoy aquí, hyung.
―Te oyes tan lejano. ¡No puedo verte!
―¡Claro que no, tonto! ¡Tienes los ojos vendados! Y estamos solo a un par de metros de distancia.
―¡Taehyung-ah! Estoy aquí contigo. Sé fuerte.
―¡No podré hacerlo!
―¡Ya cállense! Parecen una mala versión de "Jack y Rose".
El aparente verdugo se quitó su saco negro y tiró un poco del cuello de su holgada camisa. Se acercó a un mini bar en una esquina y se sirvió un vaso de whisky, que se tomó de una sola vez. Suspiró, dejando que el líquido corriera por su garganta y lo llenara de adrenalina. Levantó con sutileza las mangas de la camisa, exhibiendo un poco esos brazos venosos y se pasó una mano por su renegrida cabellera, dejando que sus hebras rebeldes cayeran llovidas a los lados. Abrió uno de los cajones del mueble a unos pocos metros de él, tomando un par de guantes de látex y se los colocó rápido. Luego abrió otro, sabiendo a la perfección dónde estaba cada cosa, y sacó una pequeña bandeja con otro tipo de instrumentos, que dejó caer abruptamente sobre la otra que ya tenía en el soporte, solo por alterar a los otros dos con el ruido. Solicitó a su compañero abrir la boca; su respuesta fue levantar su dedo medio, cosa que lo hizo sonreír falsamente, aunque lograba lucir adorable aun así; y es que solo reprimía su rostro serio, intentando no asustar más de lo debido. Luego de obtener otra negativa, lo cual esperaba, tomó una de las pinzas y abrió a la fuerza su boca, dejando ahí la herramienta, para evitar que la cerrara. Incluso así, comenzó a quejarse repetidas veces, alterando también a Seok-jin, gritando junto con él. Música para sus oídos. Y así acercó un banquillo y comenzó a trabajar.
Para cuando culminó, Seok ya no logró escuchar más la voz de Taehyung. ¿Estaría inconsciente? ¡¿Muerto?! Para responder a sus dudas, Ho-seok, situado frente a él, bajó de repente la venda de sus ojos.
―Boo ―manifestó, logrando asustarlo de verdad con aquella tontería.
―¿D-Dónde está Taehyung?
―Ya lo dejé marchar.
―¿Ah sí? Entonces... ¿Sigo yo?
―¿No te dije que V tomaría el castigo? Tú puedes irte.
―¿Ha-Hablas en serio? ―tartamudeó, abriendo grandes sus ojos, aunque los entornó después ―. ¿Dónde está el truco?
―No hay truco. Te soltaré en un moment... Oye. Ah-ah-ah. Espera un minuto. ―Se cortó de repente y agarró con firmeza su rostro.
Lo giró hacia un lado, luego hacia el otro y entrecerró los ojos.
―Pero qué veo... No tienes las orejas perforadas ―dijo, mirándolo a los ojos y apretando sus mofletes.
―N-No. ―Sostuvo la mirada.
―Es una suerte, porque me encanta hacer perforaciones.
Jin comenzó a sacudir la cabeza, negando, mientras que Hobi asentía, imitando su velocidad.
―¡No! ―soltó su rostro ―. Son mis orejas y te pido encarecidamente ¡que las dejes como están!
Ho-seok le sonrió. Pasados unos agónicos minutos, Seok-jin se hallaba finalmente en el bar, ocupando su puesto de trabajo. Llevaba puesta una camisa blanca con una corbata bien anudada y un chaleco negro, haciendo juego con sus pantalones y zapatos, a tono también con dos pendientes negros en cada oreja, y uno extra, más alto, diminuto y brillante, en su oreja izquierda. Fregaba el cristal de las copas, sacándoles resplandor, para ocupar su mente en algo hasta que al girar al escenario, vio a Yoon-gi sentado en el borde, compartiendo un cigarrillo con una chica. Su semblante cambió de inmediato. ¡Lo había olvidado por completo!
―Mierda ―musitó, aproximándose a paso acelerado ―. Di-Disculpa, Yoon-gi...
―¿Qué mierda quieres?
―Esto... Tú... me pediste ayuda para tu presentación de hoy con el piano.
―Es cierto ―dijo, quemando sin reparos el cigarro en la palma de su mano ―. ¿Te veo luego? ―Se dirigió a la chica.
―Por supuesto, "meow, meow" ―le dijo, acercándose a besar sus labios ―. Vendré a buscarte, para que no se te olvide.
En cuanto la muchacha se retiró, Yoon-gi se irguió y se acercó al piano, donde residía su compañero felino y le cedió el asiento a Jin. Le señaló las partituras y lo guio al presionar las teclas, dándole un bofetón a sus falanges cuando se equivocaba.
―Bien. Estás listo ―dijo, regalándole una dura palmada en el hombro, haciendo que liberara un quejido ―. Iré a prepararme. Tú sigue practicando.
Seok-Jin tenía fija en su mente la amenaza que yacía sobre él si llegaba a fallar, motivo por el cual no desperdició un solo segundo para obtener más pericia.
El mencionado espectáculo comenzó poco después. El piano no sonaría durante toda la presentación, por lo que debía estar atento, y ciertamente lo estaba.
El rapero vestía un traje azul oscuro con una camisa blanca debajo, desencajada en la cintura, y una corbata floja. Se desplazaba con sus zapatillas Jordan al tono de su feroz rap. Jin estaba impresionado por su destreza, sus movimientos y su entonación intacta. Su turno había llegado. Comenzó a tocar mientras el otro agregaba unas estrofas, tirando del nudo de su corbata y desprendiendo unos botones de su camisa en conjunto con unos prominentes movimientos de su cuerpo, aumentando las ovaciones y los gritos del público.
Al terminar, el saco del cantante estaba en el piso y él bañado en sudor, con la camisa pegada a su piel, pero muy satisfecho.
―Bien hecho, tú...
―Jin.
―Eso dije.
―Tu no... olvídalo ―expresó resignado.
Atinó a levantarse del asiento, pero entonces el gato saltó a su regazo, poniendo al muchacho en pánico. Llevó sus ojos directo a su dueño, pero éste no estaba enojado, sino sorprendido, aunque poco expresaba en su níveo rostro.
―Adelante. Acarícialo. ―Permitió.
―Oh, no sé si...
―¿Estás rechazando a mi gato?
―¡No, no!
―Acarícialo.
Y sin más remedio o alternativa, muy despacio, Jin colocó su mano sobre el largo pelaje del animal, dándole una suave y dulce caricia. Yoon-gi observó unos segundos, inclinando un poco la cabeza, como si observase una vieja fotografía, provocándole nostalgia. En cuanto el gato maulló él lo recogió y lo dejó libre sobre el instrumento, permitiéndole al otro levantarse.
―Gracias por tu cooperación, Bim ―dijo, inclinándose un poco.
―Soy Jin. No fue nada. Eres realmente muy bueno ―respondió, copiando la acción.
―Cuando concluya el último espectáculo acércate. Estaré aquí.
―¿Para qué?
―Si no apareces te buscaré y te mataré.
―Aquí estaré.
Seok volvió a la barra, la cual requería su presencia de manera inmediata, por lo que se puso manos a la obra. Nunca había tenido que preparar tantos tragos en tan poco tiempo. Pero confiaba en su habilidad, y la desempeñó lo mejor posible.
Más tarde, habiendo culminado el último show, del cual Yoon-gi también había sido partícipe, tal y como se lo pidió, Jin se acercó al escenario, después de que toda la gente se había dispersado y varios residentes se habían retirado.
Se encontró con el muchacho sentado en el borde de la tarima otra vez, muy arrimado a la misma chica con la que lo vio anteriormente, besuqueándose con desmesura. Su izquierda aferrada a los omóplatos de su espalda; su derecha masajeando uno de sus pechos, y ella, con ambas manos, palpando sus nalgas.
Jin estaba estático. ¿Qué podría hacer? ¿Sería mejor retirarse? Le había dicho que si no se acercaba al terminar los espectáculos lo mataría, y teniendo en cuenta que todos ahí dentro no resaltaban por su cordura, no se arriesgaría, razón por la cual se acercó el puño a la boca, aclarándose la garganta un poco, pero no provocó ninguna reacción en respuesta. Lo intentó de nuevo con más ímpetu, y nada. ¿Acaso debía gritar? ¿Recibiría un golpe si lo hacía? La pareja a unos metros de él continuó con lo suyo, dejando escapar unos suaves gemidos entre beso y beso, caricia a caricia, cosa que lo llevó a actuar de inmediato.
―Vaya, estoy pensando seriamente en vender mi alma ―expuso, cruzándose de brazos y permaneciendo absorto.
Ni bien acabó de pronunciar la última letra de la frase, miles de ojos amarillos y radiantes, incluidos los de la pareja, lo rodearon con hambre. Hasta hubo gruñidos de por medio.
―E-Era mentira, ¡Era una mentira!
Y como si de un interruptor se tratase, todos esos ojos se apagaron y se apartaron de su persona.
―¿Qué mierda crees que haces? ¿No sabes dónde estás? No puedes rifar tu alma así, imbécil.
Jin se quedó tieso, mirándolo a los ojos en silencio, aunque su cerebro estaba en un blanco total.
―¡Es que no me escuchabas, mierda! ―exclamó, reaccionando con un tono agresivo ―. Estabas ahí, ¡haciendo un curso de lenguado profesional!
La chica que acompañaba a Yoon-gi se llevó una mano a la boca para camuflar su risa.
―Este chico tan lindo está muy tenso. ¿Has probado un masaje prostático? Te puede relajar mucho.
―¿Qué? ¡No!
―Si quieres te puedo dar uno. Cuando tú quieras.
―No gracias, señorita. Mi próstata y yo estamos bien.
Seok se sintió abombado y mareado. Apretó los párpados un momento, llevándose los dedos al pequeño músculo en su entrecejo y haciendo un poco de presión.
―Vaya... lo siento. No quise gritar así. Disculpen.
―¿Qué mierda haces aquí, a todo esto? ―indagó el rapero.
―Me... Me habías pedido que viniera cuando terminaran los shows de esta noche.
―Es cierto. ―Parpadeo una vez, llevando el rostro hacia la muchacha ―. ¿Por qué no preparas todo en el cuarto y luego vienes por mí? ―Le propuso, tomando sus manos y alzándolas para besarlas.
―Mmm... está bien, "gatito". Pero tendrás que darme mucho de tu tiempo, eh. ―le dijo, extenuando y descansando sus brazos sobre sus hombros, jugando con los cortos mechones marrones rizados que se levantaban en su nuca.
El músico sonrió, deslizó sus dedos por la nuca de ella ahora y la acercó de un fuerte impulso, alcanzando sus labios y perdiéndose brevemente en ellos.
―¿Vas a querer las esposas? ―murmuró ella, apegada todavía a sus labios.
―Como siempre ―contestó, acunando su rostro con ambas manos y girando un poco su cabeza, llevando su boca a su oreja ―. Y no importa qué tanto te ruegue, no me sueltes esta vez ―masculló con sosiego, consiguiendo erizarle la piel.
Se miraron con complicidad en tanto se apartaban. Ella sonrió con libido y se retiró.
Cuando Yoon-gi volvió la vista hacia Seok-jin, su expresión se volvió nula.
―¿Y bien? ¿Para qué me habías llamado? ―preguntó curioso.
―Para disculparme ―dijo, levantándose y dirigiéndose hacia su piano de cola negro.
Se apoderó de él de inmediato, posando sus dedos sobre las teclas; su destreza era sorprendente. Jin se acercó un poco, sin subir a la tarima, y escuchó la melancólica melodía.
― ¿Por qué dices que te quieres disculpar conmigo?
El pianista dejó caer sus dedos pesados sobre los dientes del instrumento, culminando lentamente con la música.
―Por cómo te hablé cuando nos vimos por primera vez. Con mi condición, creo que debo explicarme.
― ¿Tu condición? ¿Acaso estás enfermo?
―Podría decirse que sí. Soy... ciclotímico-bipolar-hiperquinético. Y también tengo pérdida de memoria de corto plazo, aunque puede ser peor si estoy bajo mucho estrés.
―Wow. Eso... Eso explica muchas cosas. Ehm... lo siento, no sé qué decir.
―Nada de lo que puedas decir me curará ni me hará recuperar lo que perdí.
―Entonces... tú no tienes...
― ¿Alma? No. La vendí hace mucho.
―La vendiste... No atropellaste a nadie con el auto, ¿verdad? ―indagó, arqueando una ceja. Jamás olvidaría el relato de Jeon Jung-kook.
―No. ―Negó con la cabeza en un fuerte meneo ―. Mi casa estaba envuelta en llamas, con mi abuelita y mi gato dentro. Pedí ayuda, pero nadie acudió. Entonces hice una llamada diferente y, sorpresa, sorpresa... El fuego se extinguió en cuestión de segundos. Entonces tuve que pagar.
―Santo cielo... ¿Y tu abuelita cómo está?
―Muerta.
―Murió en el incendio ―conjeturó.
―No, sobrevivió.
―¿Entonces?
―La arrolló un camión al día siguiente.
―Rayos. Lo...
Jin cortó el habla en el momento en que sintió a alguien masticando expresamente cerca de su oído. Al girar un poco sus fanales se encontró con Jimin, con un paquete de palomitas de maíz y oyendo en silencio. El mayor juntó los párpados y respiró profundo, tratando de ignorar aquello.
―Lo lamento mucho. ―Le dio sus condolencias a Yoon-gi.
―Mi gato tampoco sobrevivió ―continuó el pianista ―, pero el demonio con quien hice el pacto me lo trajo de vuelta cuando se lo pedí.
―¿No pediste que trajera a tu abuelita también?
―¿Cuándo has visto tú a un demonio benevolente? Tuve que elegir. Mi gato o mi abuela.
―Qué difícil decisión.
―Me tomó menos de un segundo. Elegí a mi gato.
―Oh... vaya. Supongo que no eran... ¿cercanos?
―Ella no era mala conmigo. Pero me robaba mi dinero y me vendía a sus amigas dos veces a la semana.
―Mierda. ¿Que ella hacía qué? ―expresó estupefacto, abriendo palmariamente sus ojos.
―Que lo vendía y robaba su dinero. ¿Estás sordo? ―Habló de repente Jung-kook, situado a su lado y oyendo también el relato. Le había dado un buen susto.
―Pero eso no era lo peor. ―Prosiguió con la historia.
―Dios, ¿hay más?
―Dejaba que nuestro vecino de al lado pusiera sus asquerosas manos sobre mi gato.
―Sobre... ¿el gato?
―Le apretaba las pelotas. Era horrible de ver.
―Rayos.
―Un día tuve que escabullirme a su casa e ir por él. Pero me descubrió. Entonces reveló sus verdaderas intenciones: no quería apretar las pelotas del gato... quería apretar las mías.
―¡Santo Dios! ―expresó Jin con ansiedad.
Jimin y Jung-kook masticaron las palomitas, silentes, atentos y sin parpadear una sola vez.
―Pero fui más rápido y se las apreté yo a él.
―¿Se las apretaste?
―Con un cascanueces.
En sincronía, los tres oyentes, o bueno, cuatro ahora que Ho-seok se les había unido, arrugaron el ceño y formaron una «o» con los labios, de solo imaginar ese dolor. Jin le robó unas pocas palomitas a Jimin y se las llevó a la boca.
―No me sentí mal cuando abandoné mi hogar... el mismo por el que me condené para salvar. Simplemente caminé con mi gato sin parar, sin sentir realmente que dejaba algo atrás. Ahora... intento recordar cosas pero... todo lo que recuerdo es eso, solo eso. Me hace pensar si alguna vez tuve felicidad en mi vida mundana. Si alguna vez tuve alma realmente.
―Cielos... lo lamento mucho, Yoon-gi.
―¿Qué lamentas? ―preguntó, girándose hacia él, después de un largo rato.
―Yo...
―¿Estás mirando a mi gato?
―N-No. No miro a tu gato ―expresó con pesar.
Repentinamente, a espaldas de los cuatro, una voz femenina se realzó en el breve silencio.
―"Gatito". ¿Nos vamos?
―Y tú eres...
―Tellurium. Me pediste que viniera por ti.
―Cierto ―dijo, poniéndose de pie ―. ¿Tienes las esposas?
―Tengo todo. Solo me faltas tú ―dijo, extendiendo su brazo hacia él.
Yoon-gi bajó del escenario, tomó su mano, la atrajo a él de un impulso, se abrazó a su cintura y se marchó junto con ella, pero no antes de voltear una última vez para ver a su atento oyente.
―Te veo luego, Jik. Y a los otros tres entrometidos, púdranse ―dijo, volviendo la vista al frente y dedicándoles su dedo medio en alto.
―Es Jin. Seok-ji... Ay ¿para qué mierda lo intento? Adiós.
Al desviar la mirada Jung-kook ya no estaba allí; el truhan era rápido para desaparecer, sobre todo con las amenazas de Hobi de atraparlo. Por otra parte Jimin, quien todavía estaba ahí, al lado de J-Hope, sostenía el paquete medio vacío de rosetas y sus ojos se apreciaban cristalinos.
―Jimin-ah, ¿estás llorando?
―¿Llorando? Pero qué ocurrencia. Lo que pasa es que se me metió algo en el ojo ―dijo, secando rápido sus cuencas con la manga de su camisa y hundiendo su cara después sobre el hombro de Ho-seok, quien le dio unas palmaditas en la espalda y acarició un poco su cabello.
―¿Va a estar bien?
―Sí, esto se le pasará cuando culminemos con la orgía.
―Como si me importara igualmente ―expresó indiferente, levantando una ceja.
Tras dar unos pasos Seok-jin se detuvo, con el ceño fruncido, y volvió su rostro hacia los dos.
―¿Dije eso en voz alta?
―Lo hiciste ―contestó Ho-seok, con una voz más gutural.
―Lo-Lo siento. No quise...
―¿No quisiste ser grosero?
―Yo...
―Te lo dije antes, ¿o no? Este lugar te corromperá poco a poco. Y estos arrebatos inconscientes son solo el comienzo.
―T-Te equivocas.
―¿Que me equivoco? ―dijo, apartándose de su compañero y acercándose con un aura de asedio ―. ¿Quieres participar en nuestra orgía de hoy?
―Ss- ¡NO! No. No. ―Carraspeó con fuerza ―. No, gracias.
―Casi te atrapo, Jinnie. Travieso ―le dijo, tonando más grave su voz y adosándose, rompiendo la barrera del espacio personal ―. Cuídate, ¿quieres? Hay muchos demonios ahí afuera y existen muchas maneras de quitarle el alma a un mortal puro como tú.
Su aliento helado resopló sobre la frente de Seok-jin, dejándolo tieso. Y con un simple pestañeo, aquel aspecto penumbroso y maquiavélico se esfumó, dando paso a una sensación que rebosaba en tranquilidad que intensificó con una dulce sonrisa. Recogió a su compañero, cargándolo sobre su espalda, aunque éste protestó, diciendo que tenía piernas para caminar por su cuenta, pero lo ignoró y se marchó junto con él tras abrir un portal.
Cuando desapareció, y solo cuando desapareció, Jin expulsó todo el aire acumulado en sus pulmones de una sola vez. Entre el jefe Nam-joon y el verdugo Ho-seok, no podía deducir quién le causaba mayor miedo.
Volvió al bar y se preparó un trago bastante fuerte solo para él, tomándoselo todo de una sola vez y apretando los labios después, mientras dejaba su garganta arder y quemar con ello sus agobios.
―Vaya, vaya. Pero si es worldwide handsome.
El joven levantó la vista y se encontró con Chlorine, quien le sonrió y tomó asiento al otro lado de la barra. Jin no pudo evitar mostrar una muy discreta y precaria mueca.
―¿Noche difícil? ―preguntó, arrugando los músculos del rostro, divertida, como si se dirigiera a un niño pequeño.
―No quiero hablar de eso ahora, si no te importa ―dijo, mientras continuaba su labor.
La chica lo miró con detenimiento unos segundos y extendió su brazo hacia él, posando delicadamente su dedo índice bajo su barbilla, atrayendo su rostro y atención. Retiró su dedo y lo trasladó hasta su oreja, palpando el pendiente con sutileza.
―Te sientan muy bien. ¿Tú te los hiciste?
―No, yo...
―Te hacen ver todavía más apuesto, Seok-jin.
Ambos se quedaron estáticos ante los ojos del otro. Ella, su mirada, la sensual parsimonia en su labia, y ese toque, ese roce tan pequeño, no solo aceleró su corazón de sobremanera, sino que lo hizo arder al punto del sofoque. ¿El alcohol estaba haciendo efecto tan rápido? ¿Se trataba de la influencia de esa bella diablesa? ¿O el lugar despertaba en él esos... pensamientos impropios de su personalidad tan calmosa? Tal y como Hobi lo había dicho previamente. Seok ingirió saliva y luego carraspeó, apartando la vista así como su cabeza, ladeándola con discreción y escapando de su tacto.
―Pero ¿qué dices? ―expresó con timidez.
―Solo digo lo que veo.
Al instante siguiente una repentina remembranza hizo un sonoro clic en su cabeza.
―Rayos, ¡Taehyung!
―¿El chico de la basura?
―¿Lo has visto? ¿Sabes dónde está ahora?
―Donde siempre, en el callejón donde está la basura.
―Tengo que verlo. ¿Dónde está el callejón?
Chlorine le sonrió y con cuidado posó sus dedos sobre su rostro, y guio su cabeza en dirección opuesta. Señaló al fondo una puerta de hierro que conectaba al exterior, con el callejón.
―¿Estará ahí ahora?
―Él siempre está ahí. Come ahí, duerme ahí, tiene sexo ahí. Ah, pero sí usa el baño para ducharse. Me ha dejado espiarlo varias veces. Yo también lo he dejado, por supuesto.
El oyente asintió con lentitud, a la vez que apretaba sus labios entre sí, ante tal caudal de información casi innecesaria.
―Ya vuelvo ―dijo, inclinándose un poco y se retiró.
Chlorine desplegó una sonrisa, dejando ver sus dientes mientras lo observaba marcharse.
―Es tan lindo, y tímido, y adorable. Ah... esos son los peores cuando llegan a corromperse. Me pregunto si... ¿se volverá incontenible? ―Mantuvo su mueca, mordiéndose su belfo inferior.
Jin abrió la puerta que le habían indicado y allí se encontró con quien buscaba, encorvado y con la cabeza a gachas sobre uno de los contenedores de basura; con los brazos extenuados sobre sus rodillas y las manos colgando.
―Ahí estás.
―Jin-hyung. ¿Qué te trae por aquí? ―expresó sorprendido, alzando la cabeza.
― ¿Te encuentras bien? ¿Qué fue lo que te hizo Hobi?
―Oh, eso. Despreocúpate, estoy bien.
―¿Qué hizo?
El referido abrió la boca y enseñó su lengua, dejando ver un plateado y brillante pearcing justo en el medio.
―Ah, ese depravado. Se ve doloroso.
―Tranquilo, no es la gran cosa. Soy bastante tolerante al dolor. Además, hacía tiempo que quería hacerme uno de estos, pero no me animaba. Supongo que Hobi-hyung no se pudo resistir.
―Pe-Pe-Pero él te obligó y...
―El bastardo hizo todo ese juego de darme el castigo y usar la silla porque sabe que me intimidan los dentistas, y también porque quería asustarte a ti. Pero si no me sometía seguramente nunca me hubiera hecho la perforación, así que está bien por mí. Pero veo que también te dejó un regalo a ti. ―Pasó su dedo por su oreja, haciendo que se moviera la argolla que decoraba la parte baja de su cartílago y luego lo señaló, con una sonrisa traviesa.
―Sí, bueno... no quiero hablar de eso ahora.
―No te aflijas, por favor. Te quedan bien los pendientes. Te da estilo.
Jin rio, cosa que llevó a Taehyung a preguntar por qué.
―Eres el más «normal» dentro de este sitio de locos. Pero también eres bueno. Me cuesta trabajo creer que no tienes alma.
―Oh vaya... eso es muy... conmovedor. Creo. Pero lo cierto es que ya no tengo alma.
―¿También la vendiste?
―No. Yo la perdí.
―¿La perdiste? ¿Apostaste o...?
―Asesiné al esposo de mi hermana ―expuso sin compunción alguna, bajándose de golpe del contenedor de basura.
Ante la confesión, Jin se quedó helado, aunque su expresión mostraba incredulidad. No obstante, retrocedió en el momento en que Taehyung avanzó hacia él.
―Lo apuñalé quince veces en el abdomen con una botella de cristal que yo mismo rompí. Quince veces. La cantidad de años que se relacionó con mi hermana.
―¿Por-Por qué...?
―El infeliz me golpeaba, y la golpeaba a ella también. No conocí a mis padres y siendo menor en ese entonces, no tenía a nadie más, así que vivía con ellos. Conviviendo con alguien así, pasó lo que eventualmente terminaría pasando: el límite sería propasado y... si no moría, actuaría. Y eso hice.
―Eso es horrible... lo lamento mucho.
―¿Lo lamentas, hyung? Yo no. Porque esa lacra apestosa no volverá a ponerle las manos encima a mi hermana, ni a nadie más.
»Es curioso. Cuando vi la sangre en mis manos, cuando lo vi tirado sin vida frente a mí, cuando caí en cuenta de lo que había hecho, no sentí que hubiese perdido nada... hasta que mis ojos se desviaron hacia ella, sintiendo con cada fibra de mi cuerpo la manera en la que me miraba de hito en hito. Fue en ese momento en que perdí mi alma, en que lo perdí todo. No la culpo. Es mi eterno estigma. Mi condena.
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