Capítulo 29: No regresaré (final)

Jimin permaneció al lado de Taehyung, al igual que lo hizo Baby Doll, limpiaban la sangre de sus heridas y se aseguraban de que su pierna estuviera reposando adecuadamente. Incluso medio dormido como estaba, se quejaba por el dolor.

Yoon-gi también estaba ahí, apoyado sobre sus brazos y éstos encima del respaldo del sofá. Padecía un inesperado e incontenible ataque de llanto, profundamente afectado al parecer por el estado de su compañero; sus ojos desbordaban en agua salada y sorbía por la nariz sin parar. Asimismo, sentía un fuerte impulso por remover el paño húmedo que la chica había dejado sobre la frente del herido, para hacer descender su temperatura, una y otra vez, hasta que Jimin cacheteó sus dedos tan fuerte, que él se quedó quieto y hundió más su cara en sus brazos. Ese pobre rostro pálido y triste enterneció a Jimin, por lo que se le acercó a limpiar sus lágrimas, sujetó su rostro abultando sus mejillas y le dio un beso ahí, luego una pequeña mordida. El otro no lo apartó ni mostró resistencia, tan solo lo miró, impávido, mientras el travieso demonio de cabello castaño le sonreía y acariciaba su pómulo con su pulgar.

Al instante siguiente ambos apretaron los párpados y se llevaron las manos a las orejas, al escuchar el terrible gruñido que retumbó de manera horrible por doquier.

―¡YA ME TIENE HASTA LOS HUEVOS! ―Vociferó Nam-joon, dirigiéndose al exterior, enardecido.

Se encontró con el demonio Astarot en cuestión, a unos metros de distancia. Portaba su característica máscara sobre la parte baja de su rostro, que lo ayudaba a acompasar su respiración. Vestía aún su traje oscuro hecho tirones, cubierto además de polvillo y escombros, puesto que ni siquiera se molestó en remendarlo después de la escaramuza previa. Infló el pecho y exhaló después, dejando que de los huecos de su máscara de calavera escapara una considerable cantidad de humo, su toxina, curando cada herida sobre su tersa y blanquecina piel. Meneó la cabeza y tronó varios de sus huesos en el proceso.

―Tus golpes son diferentes ahora... No. Todo tú es diferente ahora. Parece como si... ―Detuvo el habla sonriendo hipócrita después, pasándose una mano por su cabello y apartándolo de su cara―. No me digas que... ―desvió sus ojos hacia Jin, quien se encontraba en la entrada del edificio, junto a todos los demás, midiendo el escenario a distancia―. Maldito hijo de puta... ¿Le arrebataste el alma al chico? ―Redirigió sus retinas oscuras al joven frente a él.

―No. No me llamo Lee Dong-wook. Todas las almas que he consumido me han sido ofrecidas en buenos términos. Kim Seok-jin no fue la excepción. ―Admitió sin el menor recelo, llevándose las manos a los bolsillos.

―Así que sí era tu perra después de todo.

―Vete al carajo.

―Por esas cosas es que eres un tonto... Kim Nam-joon. Pero al mismo tiempo eres el bastardo más divertido e interesante que he tenido el gusto y disgusto de conocer.

―¿Intentas denigrarme o seducirme, pedazo de mierda?

―¿Por qué no ambas? ―Arqueó una ceja, fresco, siguiendo el rodeo.

―Paso. ―Sonrió de lado, marcando uno de sus hoyuelos―. No eres mi tipo, viejo libidinoso. ―Culminó.

―La realidad... Nam-joon. Es que sí eres un tonto, un... demonio que sigue feneciendo ante sus... sentimentalismos y rechaza las fuentes de poder. Y con esa pobre visión... no vas a ganarme... nunca. ―Alzó su dedo índice y lo movió de un lado a otro, negando―. Te mostraré de una buena vez... el poder que has despreciado... y cómo te hago pedazos con él.

A continuación, unas llamas violáceas brotaron debajo del villano, alzándose hasta cubrir su figura por completo y expandirse.

Los refucilos en el cielo nocturno se hicieron más evidentes, así como la lluvia se tornó más pesada, sin embargo, el fuego de color no decrecía en lo más mínimo; y lo que surgió de éste al poco tiempo... fue algo que el jefe no imaginó ver ni en sus más remotas pesadillas: el demonio Astarot era rodeado por una flameante aura tan lívida como sus fanales, destilando flamas de furia. De la parte frontal de su cabeza sobresalían dos gruesos cuernos direccionados hacia atrás y curvándose casi al final. Paulatinamente los ojos de Nam-joon se abrieron grandes, a la vez que retiraba las manos de sus bolsillos. Sabía a la perfección que cuando un demonio adquiría sus cuernos era debido al poderío de su corroído espíritu. Del mismo modo que sabía que cuando una entidad demoníaca decidía pelear en ese estado, ya no sería juego de niños. Era matar o morir.

―Su puta madr... ―Alcanzó a espetar, bajando las cejas.

Sin ser capaz de soltar nada más, Astarot lo embistió sin piedad con su brazo. El cuerpo del otro salió volando como un proyectil. Se desprendió del suelo, chocando contra él y barriéndose, desprendiendo miles de gotas y dejando además un surco que desniveló el húmedo pavimento. Enterró su mano contra la superficie como si de una garra se tratase, frenando el avance de su cuerpo, pero antes de que pudiera hacer algo más, fue sujetado por el dorso de su camisa oscura, levantado y posteriormente arrojado hacia el otro lado en un giro de ciento ochenta grados que ahuecó la superficie. Rápidamente se aferró con sus manos para levantarse, pero Dong-wook le propinó un cabezazo llevándolo contra el suelo de nuevo y abriéndole la cabeza en el proceso. Nam-joon estaba mareado, pero no tenía tiempo para eso, por lo que desprendió de sus ojos ese fulgor de color cetrino, dispersando energía por todo el cuerpo. Detuvo con sus manos el próximo golpe, levantó las piernas contra el pecho adverso, lo sujetó por la parte superior de su ropa y con un giro a todo su cuerpo se posicionó sobre él, impactando con los nudillos de su derecha, luego los de su izquierda, y en el intento por un siguiente, Astarot atrapó su mano en el aire, aprisionándola y rompiéndosela, recurrió otra vez a un cabezazo, directo a su nariz esta vez, que destrozó en el acto. La sangre chorreaba terriblemente, pero no solo no se detuvo en ningún momento, sino que se las arregló para bloquear el impacto próximo, sujetando el brazo impropio, separando sus piernas y pisando con firmeza. Adquirió impulso con un giro y lo soltó, añadiendo una patada para mandarlo bien lejos y así por fin poder tomar una maldita bocanada de aire. Se llevó una mano al rostro y limpió con sus dedos la sangre que le estorbaba, y escupió otro poco después.

Ho-seok, Jung-kook y Seok-jin, se avecinaron con prisa, indagando sobre su estado y pidiendo, más bien exigiendo, que cooperaran para acabar todos juntos con él.

―¡NO! ―Bramó fúrico―. Soy el único que puede mantener su ritmo hasta el final. No puedo permitir que estén rondando cerca y él pueda aprovecharse de eso. ¡Carajo, ustedes saben cómo obra él! Así que se largan de aquí ―Chasqueó audible sus dedos―, y cuidan al resto.

―¡Pe-Pero! ―Trató de intervenir Jung-kook, consiguiendo un gruñido por parte del jefe.

―¡No puedo estar en dos sitios a la vez! ¡Si me quedo sin fuerzas entonces está en ustedes resguardar el lugar y a todos aquí! ¡Ahora váyanse y estén alerta!

De mala gana, todos se apartaron y volvieron a su sitio. No sentían que fuese lo mejor para nada, pero no podrían negar tampoco que tenía razón; no por nada eran los guardianes del lugar. No obstante, antes de que Ho-seok se marchara con los demás, el jefe tomó de un arrebato su brazo, reteniéndolo un momento.

―Esto se termina aquí y ahora ―murmuró, dedicándole la mirada y aflojando su tacto, al mismo tiempo que el muchacho apartaba su extremidad―. Y si no regreso...

―Nam-joon-ah...

―Cállate. Si no regreso, tú quedas a cargo. ¿Entendido?

―¿QUÉ? El maldito Astarot te golpeó muy fuerte la puta cabeza.

―No necesito que me golpeen para entender la importancia significativa que tienes en este lugar.

El referido se quedó estático, patidifuso al oír esas palabras.

»¿O dónde carajos crees que estaríamos sin ti?

―Pe... Pero... Suga-hyung... ―emitió, señalando hacia atrás con su pulgar, todavía procesando lo que el jefe intentaba manifestarle.

―Suga es fuerte, es muy fuerte en verdad. Sin embargo, su pobre y deteriorada mente muy rara vez va en sintonía con él. No podría darle una carga tan grande, aunque me conformaré con que viva sus días feliz y haciendo lo que a él más le guste.

―Nam, no...

―Tú y tu esfuerzo han hecho que el poco orden que conseguimos aquí sea establecido. ―Apretó los labios en una discreta sonrisa, dejando ver sus hoyuelos―. Tu lideraste conmigo desde que llegaste aquí. ―Dejó caer su mano sobre su hombro―. Y no dejar en tus manos este pequeño imperio que he levantado, nuestro hogar... Lo consideraría un insulto.

Ho-seok no pronunció sílaba alguna, tan solo se mantuvo firme, mirándolo de hito en hito. Nam-joon por su parte retiró su mano del hombro adverso y la llevó cerca de su ojo. Allí mismo materializó un par de anteojos oscuros que rápidamente se quitó. Miró al muchacho sonriendo de lado, descendiendo la vista luego. Bajó las patillas de los lentes y se los ofreció.

―Son mi par favorito. Quédatelos y cuídalos bien. ―Mantuvo la sonrisa. Se veía pacífico y cándido como nunca antes―. Cuídalos a todos, Hoba-hyung ―agregó, mostrándose formal ahora. Incluso con ese semblante serio la calidez no disminuía.

El joven demonio de fuego miró los anteojos extendidos en su mano hacia él, luego subió la cabeza conectando sus pupilas con las impropias, negando lento con la cabeza. Nam-joon inspiró y apretó los labios, tomando la iniciativa y dejando los lentes negros en el bolsillo de su camisa.

Los escombros a lo lejos, donde había caído Astarot, comenzaron a removerse. El jefe tomó aire y se apartó de su compañero, dándole la espalda y tronando algunos huesos de diferentes partes de su cuerpo.

―No cometas los mismos errores que yo. Los que hoy me han llevado a esto ―dijo, girando su cabeza por encima de su hombro, conectando sus miradas una última vez―. Donde yo he tropezado tú tienes que hacer la diferencia.

―N-Na-Nam-joon... ―Su voz apenas salía de sí mismo muy temblorosa.

―Lo harás bien J-Hope, no vas a decepcionarme. Es la única certeza que conservaré hasta dejar de respirar ―dijo, marcando nuevamente su hoyuelo en la mejilla al sonreír. Luego llevó sus dedos a su sien y los apartó con un movimiento lento, volvió la postura al frente y se alejó.

«Kim Seok-jin, parece que una vez más no podré decirte todo lo que me gustaría», pensó, cerrando sus ojos por unos segundos. «Pero está bien así. Tal vez no estábamos destinados a ser, ni en mi mundo o el tuyo. Solo prométeme que serás valiente y fuerte... No. Ya lo eres, igual que todos mis muchachos. Todos lo son».

Su paso aceleró y sus ojos una vez más adquirieron su característico tono ámbar. Cara a cara, los dos demonios colisionaron sus puños una vez más. Al mismo tiempo, los ojos de Ho-seok no solo se apreciaban vidriosos, sino que las lágrimas bajaban incontenibles por sus mejillas.

―Hoba, ¿qué fue todo eso? ―dijo Jin, después de haberse incorporado junto con Jung-kook a su lado, posando su mano sobre su hombro.

―¿Hobi-hyung?

El aludido remojó sus labios con esmero, pero su boca estaba simplemente seca. Paseaba sus ojos de un punto a otro, pero no conseguía pestañear. Abría la boca y dejaba escapar de golpe el aire, pero sentía que se ahogaba. Las lágrimas... entorpecían su campo de visión, pero no deseaba tocarlas, sino dejarlas seguir su curso, dejarlas hacer lo suyo con él.

―¡Vamos, cabrón! ―Avivó Nam-joon, llamando a Dong-wook, quien no demoró en responder.

Entretanto intercambiaban golpes, llevándose el uno al otro al suelo, agrietando y hundiendo la superficie, una gran bruma negra (obra de Astarot) comenzó elevarse y rodearlos, poniendo en jaque la visibilidad de los muchachos y aumentando su tensión, dejando que solamente se oyera cómo ellos se levantaban, se magullaban, se evadían y acometían de nuevo.

―A la mierda, ¡yo le entro a la bronca! ―dijo Jung-kook, dando un paso al frente, aunque fue retenido al instante.

―¡No! ―exclamó Ho-seok―. ¡Eso es lo que ese lunático quiere! Causarás problemas si te entrometes, así que por una vez en tu puta vida, has caso y quédate aquí. ―Reprendió con tono severo, sin soltar el firme agarre al brazo.

Incluso con la espesa cortina nebulosa, se podía distinguir apenas el tinte ámbar y violeta en los ojos de ambos contrincantes, danzando de un extremo al otro y a una velocidad tremenda. Los golpes distribuidos con cada extremidad, ya sea dando en el blanco o fallando, resonaban como rayos azotando la tierra.

En un muy breve descuido, Astarot cazó del cuello al joven demonio, rodeándolo con su brazo y ejerciendo presión. Éste, con gran agilidad, colocó su mano sobre su puño y envió su codo hacia atrás, impactando contra el estómago y aflojando el agarre, entonces llevó sus manos hasta los hombros del contrario, levantó su cuerpo y lo arrojó frente a él. Sin pausa de ningún tipo, alzó su pierna para impactar su golpe, pero el desgraciado sujetó la gruesa suela de su calzado, logrando con tan solo una de sus manos, separar su cuerpo de la superficie y arrojarlo como si de un trozo de tela se tratase, no obstante, Nam-joon apoyó primero las palmas, estabilizando su aterrizaje y plantó sus pies con firmeza, alcanzando solo a cubrirse con sus brazos del próximo golpe, que lo arrastró unos cuantos metros hacia atrás, mas no lo derribó. Estaba exhausto, pero resistiría, debía hacerlo. Apretó los puños y doblando la punta de sus pies se impulsó hacia delante, acometiendo con una fuerte embestida. El maldito respondió con un ataque directo; Nam-joon lo evadió y contestó con un puñetazo. Astarot lo intentó y volvió a fallar, recibiendo esta vez, no uno sino dos impactos, mandando a volar su máscara con ese último.

Por la brusquedad de los ataques y más aún la velocidad, existían pequeños lapsos en los que era posible ver lo que ocurría.

―¡Eso! ¡Puede ganar! ¡Puede hacerlo! ―exclamó Jung-kook, con sus ojos bien abiertos hacia el frente.

Nam-joon fue por un tercer movimiento, pero fue demasiado ambicioso, descuidado e interceptado. Su adverso subió su brazo y llevó su rodilla directo a sus costillas, rompiendo tres al menos. Incluso así, se las arregló para movilizarse a tiempo y eludir el próximo golpe, aunque no lo consiguió con el siguiente, recibiendo la suela de su bota contra su pecho, haciéndolo recorrer una distancia mínima en reversa, que acabó por dejarlo de rodillas. En ese instante en que pretendió respirar, Dong-wook estaba frente a él. Lo tomó por los cabellos, manipulando su cabeza, y encestó un golpe directo en su rostro que acabó por derribarlo. Nam-joon apretó los párpados e hizo a un lado el rostro escupiendo sangre, a la vez que endurecía los músculos para así levantarse, pero el pie de Astarot sobre su pecho no solo se lo impidió, sino que lo llevó a expulsar más líquido rojo por la boca en un alarido. Y sintiendo esa bella «melodía» penetrar sus tímpanos, volvió a dar otro pisotón, con más ensaño esta vez, deleitándose con el sonido del grito.

―¡No está ganando una mierda! ―dijo Jin, nervioso.

―¡Hobi-hyung, hay que intervenir! ―Secundó el más joven, zarandeándose para tratar de soltar su brazo.

―Guarda tus fuerzas porque las vas a necesitar, JK. ―Le respondió, manteniendo la vista fija hacia el frente y aprisionando entre sus dedos las gafas negras.

Al oír sus palabras, Seok-jin abrió los ojos tanto o más que los de un pez. Movió la cabeza en ambos extremos hasta divisar unos largos fierros entre los escombros acumulados a un lado de la parte frontal de la estructura. Si pelear iba a ser inevitable, más vale estar prevenido... ¿verdad?

―¡Tenemos que intervenir, Hobi-hyung! ¡Hyung!

―Kookie tiene razón ―Habló Taehyung entre quejidos, siendo sostenido tanto por Jimin como por Yoon-gi e incorporándose con ellos.

―Ya relájense, ¿quieren? ―Intervino una voz femenina.

Todos se voltearon para encontrarse con Lithium, quien con mucha tranquilidad sacaba un cigarrillo de su caja, llevándoselo a la boca. Chasqueó varias veces su encendedor hasta conseguir fuego y encenderlo, y dio una profunda calada.

―¿Acaso no saben que Joonie es un masoquista en potencia? ―Exhaló el humo.

―Lili tiene razón. ―Se incorporó Chlorine, apoyando su brazo sobre el hombro de la chica, apropiándose del cigarrillo para dar ella una calada y regresárselo ―. Namu estará bien. ―El humo salía despedido mientras hablaba.

―¿Namu? ―Expresó Jin por lo bajo, arqueando una ceja, a lo que ella respondió guiñándole un ojo y abultando sus labios.

―¿Lo ves, chico? Esto es lo que ocurre cuando pretendes mostrar los colmillos sin las vitaminas suficientes. ―Expuso Dong-wook, tras haber apartado su pie, sujetarlo del cuello de su deshecha prenda y contemplar de cerca el desastre en su rostro.

Nam-joon no demoró ni un micro segundo en escupir su propia sangre en su despreciable cara.

―Estos niños de hoy en día... No tienen modales con sus mayores ―dijo en un murmullo, y estampó un raudo golpe contra su mejilla después, casi al borde de causarle una rotura en su mandíbula.

Aflojó su agarre, dejando que cayera el doble de aturdido. Sin sentirse para nada satisfecho con eso, tomó impulso e impactó con su pie contra el abdomen, luego contra la mejilla, dándole vuelta el rostro, y arrastrando su cuerpo por el asfalto mojado. Astarot aspiró lluvia, excitado mientras caminaba, aproximándose de nueva cuenta hacia él. Pisó con firmeza, no su pecho sino su cuello esta vez, hundiendo su pie contra su garganta y oyendo un sentido gruñido, a la vez que con el otro aplastó su brazo, inmovilizándolo contra el áspero suelo.

El villano alzó una de sus manos, mostrando sus cuchillas y las llevó sin reparo contra la piel contraria, aunque el muchacho intervino, interceptando las garras con su mano, mas el demonio aumentó la longitud de las navajas, atravesando la carne y enviando esa mano entrometida contra la superficie.

―No seas aguafiestas, Nam-joon... Deja que te disfrute un poco antes de cortar tu maldita cabeza ―dijo, relamiéndose los belfos.

Con su mano libre, desplegó sus cuchillas, alargándolas lo suficiente para llegar a su alcance. Comenzó a hacer cortes sobre su pecho, raudos, recónditos.

»¿Qué pasa chico? ¿El diablo te cortó la lengua? ―Rio entre dientes―. ¿No piensas regalarme un solo grito siquiera? ¿Vas a hacerme escarbar en tus entrañas? Por mí está bien ―dijo, cumpliendo en el acto su amenaza.

El jefe sonrió. Quería levantarse, en serio que sí. Pero la poca energía con la que contaba, estaba concentrándola en sus heridas más graves y profundas, para acelerar su autocuración. Pero ahora que estaba «atorado», la tarea sería un poco más difícil.

―¡Masoquista o no, si se queda sin energía estará frito! ―exclamó Seok-jin.

―Así es, sigue siendo un enemigo muy violento y peligroso. ¡Miren los dientes de Tae! ―dijo el demonio de cabello castaño, abriendo su palma y enseñando dos molares.

―Jimin, deja de enseñarnos eso. ―Protestó Yoon-gi.

―Si vamos a intervenir tenemos que ser precavidos. ―Formuló Ho-seok.

En el segundo siguiente, antes de que volviera a tajarlo, Nam-joon inspiró profundo y llevó sus piernas a la contraria que inmovilizaba su mano, hizo presión y la dislocó. Sin detenerse con eso apresó su tobillo con su mano y maniobró el cuerpo de su adverso, arrojándolo al otro lado. Los dos se dedicaron la mirada, con sus ojos brillando en la oscuridad de esa noche y la lluvia teniéndolos empapados. Con un gruñido por parte de ambos se abalanzaron contra el otro. Sus puños colisionaron y con sus pies empujaron hacia delante. Nam-joon los desvió hacia un extremo recuperando sus manos y encestó su primer golpe en este nuevo round. Con el cuerpo curvado, Astarot respondió, no con su puño, sino con sus cuchillas. El jefe se hizo hacia atrás, evadiéndolas. Uno, dos, tres movimientos que esquivó. Con otro bufido Astarot dio un impacto con su cabeza; Nam lo retuvo poniendo su brazo delante, pero aquello solo fue una distracción para acometer de manera efectiva con sus navajas, las cuales enterró al completo contra su torso, a la altura de las costillas. El muchacho puso resistencia en el cuerpo, pero aun así no pudo evitar retroceder en cuanto el otro avanzó. El tirano amplió la longitud de sus cuchillas hasta que el filo pasó de lado a lado en su carne, removiéndolas después y dejando que la sangre corriera. El jefe expulsó incluso fluidos por su boca, llevando de manera irremediable una rodilla contra el suelo. El maligno atrapó seguidamente unos de sus cabellos cenizos en su puño y templó su cabeza hacia atrás.

―Fue divertido, Nam-joon. ―Alzó sus garras ensangrentadas―. Solo espero volver a encontrar a un espécimen de tu calibre.

Dio su zarpazo final contra su garganta, y por supuesto el joven demonio puso resistencia con sus manos, pero su empuje podía mucho más en ese momento, por lo que el filo avanzó, empezando a cortarlo.

―¡NAM-JOON-AH! ―Un grito de afinación bastante cuestionable se oyó.

Dos ojos amarillos se distinguieron entre la niebla y con un potente gruñido, una varilla de fierro fue incrustada contra el vil demonio, entrando por la parte parietal del cráneo y saliendo por su quijada, desencajando uno de sus ojos de su cuenca en el proceso. Y aun así, el infeliz movió sus pupilas de manera tétrica. Nam-joon hizo su cuerpo hacia atrás y Astarot finiquitó el desgarrón.

La sangre cayó en picada como una cascada. El sonido del ahogue en su garganta se sintió hasta las entrañas. Seok-jin había descendido y lo vio con sus propios ojos, mas el jefe sostuvo su propia cabeza mostrando un semblante de rabia y sus fanales brillaron. Concentró toda su energía en la zona, entonces esta se regeneró tan rápido como le fue posible. El demonio se realzó; Jin reaccionó entonces, dándole un puntapié y haciendo que postrara una de sus rodillas contra el suelo. Nam-joon dio el siguiente golpe, ladeando su anatomía.

―Hora del plan B.

―¿Plan B?

―¡Mocoso! ―gritó Jin, llevando su cabeza hasta arriba y acoplando sus manos a los lados para que fuese más sonoro.

En ese mismo instante, Jung-kook voló sobre ellos de un salto con giro y en pleno aire arrojó una delgada pieza de metal, que luego de unos cuantos giros se incrustó contra el pavimento, a unos pocos metros del jefe.

―Carajo. ¡Jung-kook-ah, ¿no pudiste encontrar algo mejor?!

―¡En mi cabeza se veía espectacular, hyung! ―exclamó, sosteniéndose con las piernas a uno de los postes de luz, balanceando el cuerpo y gesticulando con las manos.

Nam-joon puso sus ojos blancos ante las ocurrencias de aquel par, llevándose una mano a la cara luego y negando. Empero, la risa baja y grave de Astarot, llamó la atención de los dos mayores de inmediato; nunca había obtenido tanto regodeo junto en su maldita existencia. Dio un paso hacia el jefe, sin embargo, formuló un movimiento engañoso, curvándose y alargando sus cuchillas hacia Seok-jin, directo a su entrecejo.

―¡KIM!

Las gotas de sangre cayeron sobre el asfalto. Nam-joon temió lo peor por un instante, pero todo cambió en cuanto divisó al muchacho sosteniendo la navaja con su mano, siendo cortada inevitablemente por el filo, pero sin llegar a su rostro gracias a ello.

―No esta vez, hijo de puta ―espetó con una mirada y sonrisa sediciosas, dando a relucir el ámbar de sus nuevos ojos demoníacos.

La idea llegó al instante hacia el jefe. Le ordenó sujetarlo con todas sus fuerzas, cosa que Seok acató de inmediato, tirando del brazo adverso y llegando a apretar su hombro con un agarre firme. Nam-joon sujetó la cabeza y con un grito dio la señal. Ambos tiraron de lados opuestos, y con un agrio y sólido berrido sentido hasta los huesos con las venas del cuello y la sien a flor de piel, la cabeza se desprendió finalmente del cuerpo del maldito individuo.

Agotados, asqueados y exaltados en demasía, ambos inhalaron y exhalaron profundo. Jin aflojó sus músculos, dejando que el cuerpo del villano se desplomara sobre el piso, su corazón bombeaba como nunca, su estómago le causaba los peores estragos y sus ojos estaban en otra parte; no se atrevía a mirar ni a moverse. Nam-joon por otro lado, soltó la cabeza y extendió sus brazos al frente, direccionándolos después hacia su persona, entonces tanto el cuerpo sin vida de Astarot como toda la neblina oscura que oscilaba a su alrededor comenzó a agitarse sin control hasta que acudió al llamado del joven demonio, dirigiéndose violentamente hacia él, ingresando por cada poro de su piel. Todo el poder, las almas devoradas estaban pasando a ser parte de Kim Nam-joon ahora.

Con el primer rugido, Jin llevó sus ojos hacia él, aunque ante la ventisca que había provocado, puso sus brazos por delante para cubrirse, entrecerrando a la vez sus párpados.

El poder era tan avasallante, tan imperioso, que su cuerpo apenas podía tolerarlo, pero como siempre lo hizo desde un principio, aguantó, lo resistió aunque le doliera hasta el último jodido hueso de su maldito cuerpo. Finalmente, un halo flamante en tono violeta lo rodeó, al igual que lo hizo con sus ojos. Los cuernos habían pasado a su anatomía, así como unas pezuñas largas y afiladas, semejantes a las de una fiera salvaje. Manteniendo su postura firme y su cabeza en lo alto, se llevó las manos al rostro, deslizándolas con lentitud, terminando de devorar los últimos residuos que pululaban cerca para al final exhalar. El resplandor en sus ojos continuó siendo violeta, luego ámbar y con un parpadeo último se volvió rojo.

―¿Na...? ¿Nam... joon? ―balbuceó Seok-jin estupefacto, con sus ojos tiesos y apartando sus brazos.

El aludido giró la cabeza y fijó sus ojos en él. Si antes se lo apreciaba imponente, la sensación ahora estaba a otro nivel. Sin embargo, Seok se hallaba temeroso de que el poder lo hubiese consumido, o que la consciencia de Astarot prevaleciera en él ahora. Después de toda aquella escabrosa experiencia, ¿cómo podría no cruzársele eso por la mente? No obstante, se relajó en cuanto notó que respiró con parsimonia, haciendo que los cuernos y las garras se desvanecieran. Volvió a mirarlo y le dedicó esta vez su distintiva sonrisa calma, dejando ver esos hoyuelos en sus mejillas.

Los relámpagos en el cielo se calmaron de manera notable, así como la lluvia, que se volvió una ínfima llovizna en esa noche de nubes opacas y enrojecidas.

El jefe estaba renovado totalmente, ya no había herida alguna en su cuerpo, y luego de mirar lo poco que quedaba de sus prendas pasó su mano en diagonal desde su hombro hasta su abdomen, encarnando sobre él un saco largo en azul marino, una camisa negra y pantalones con los zapatos a tono.

―Parece que te debo una, Kim. ―Le dijo, arqueando una ceja y caminando unos pasos hacia él.

―Y pagarás tu deuda. ―Lo apuntó con el dedo―. Me quedaré con tu alma hasta entonces y te haré trabajar para mí. ―Sonrió de lado, dejando su brazo extendido con la palma abierta.

Nam-joon devolvió ese mohín, dejando ver sus dientes esta vez y sin dudarlo estrechó su mano con un fuerte choque, haciendo que el otro mostrase la misma mueca.

―Grandioso, Nam-joon. ―Las manos de ambos subían y bajaban―. Por fin nos deshicimos de ese pedazo de...

Un grito breve que al instante fue acallado por los labios ajenos. Nam-joon había tirado de la palma fuertemente sujeta de Seok-jin, desequilibrándolo, aunque lo atrapó entre sus brazos, teniéndolo inclinado de tal manera que no pudo evitar que una de sus piernas quedara en alto. Una mano en su espalda, la otra en la nuca, y sin reserva alguna plantó un beso sobre esos preciosos labios gruesos, mismos que abandonó solo para darse el lujo de contemplar el rostro al completo.

―¡T-Tú...! ¡Tú! ―balbuceó Jin con el rostro enrojecido, apoyando sus manos contra los hombros adversos.

―Cállate y abre para mí ese bonito hoyo que llamas boca.

El susurro fue emitido y Seok-jin, como un simple acto reflejo, entreabrió los labios, y Nam-joon no lo arribó, sino que se apoderó por completo. Los párpados de Jin se unieron y arrugaron, y sus dedos se enterraron en las prendas impropias, en tanto dejaba que toda su mandíbula fuese manipulada y un hervor emergiera desde lo más profundo de su ser, calentando muy despacio todo su cuerpo. Era un beso profundo, de dirección cambiante, produciendo chasquidos y ahogando pequeños suspiros que solo lo volvían más eróticos para ambos; con movimientos vertiginosos por parte de la lengua contraria, que contagiaban a la propia, y una succión desesperada por parte de los labios del jefe, para nada satisfecho, aunque deseoso de contemplar cómo luciría ahora ese rostro bajo el suyo. Las respiraciones de Jin daban contra su cara, profundas y sonoras, y sus fanales bien abiertos en sorpresa, brillaban con una lujuria que escondía en lo recóndito, pero no escaparía al buen ojo del jefe.

―Por favor, no soy el primer hombre que besas, ¿o sí?

―Eres el primer hombre que me besa. ―Expuso, con el ceño ligeramente fruncido y todavía templando las prendas entre sus dedos.

Nam-joon sonrió con satisfacción. Descendió para volver a besarlo y esta vez sí destruirlo.

―Por fin. Ya se estaban tardando demasiado ―dijo Ho-seok, deteniendo el paso frente a ellos.

―¿Derrotar a Astarot o comerle la boca a Kim?

―Ambos. ―No dudó en admitir.

―Lo sabes y aun así te entrometes ―dijo el jefe con un tono seco.

Jin aprovechó que su tacto se aflojó, entonces lo apartó y enderezó su cuerpo, apartándose unos pasos, en tanto relamía sus labios.

Ho-seok chistó con una sonrisa, se acercó, tomó los anteojos del bolsillo de su camisa y los extendió hacia Nam-joon.

―Los cuidaste ―dijo, sosteniéndole la mirada, recibiéndolos y colocándoselos.

―Si me vuelves a intentar asustar así te haré picadillo, jefe. ―Declaró con un semblante tranquilo pero un tono absoluto, y cierto sarcasmo en la última palabra.

―Trato hecho. ―Sonrió, comprendiéndolo a la perfección.

Seok se escabulló y se posicionó detrás de ellos, extendiendo los brazos y encerró el cuello de cada uno con sus brazos.

―¡Pero qué bonita amistad tenemos! ¿O qué? ―Miró a uno―. ¿O cómo? ―Miró al otro―. Ahora podremos seguir divirtiéndonos en el burdel, con juegos de azar y mujerzuelas ―dijo, bajando sus manos hacia las nalgas de ambos, dándoles una fuerte palmada, y apretó un poco entre sus dedos después para posteriormente salir corriendo de ahí.

―¿El muy hijo de puta acaba de nalguearnos? ―dijo el jefe, dejando ver sus cejas en alto sobre los lentes.

―Lo hizo. Y nos manoseó el ojete también.

―¿Tienes la llave de la sala de castigos? ―Extendió su palma.

―Aquí tienes. ―Se la entregó―. Siempre la llevo encima, y tengo tres copias en mi dormitorio.

―Bien hecho. ―Le dio una palmada al hombro, manteniendo la vista fija al frente―. Le enseñaré a ese niño grande e irreverente lo que es una nalgada bien dada. ¡Oye, Kim! ―Avanzó hacia él a paso acelerado.

―¡Señor Kim Nam-joon!

Lizz se interpuso en el paso del jefe con una sonrisa en su rostro, obligándolo a frenar el paso. Él estaba a punto de lanzar su primer improperio cuando la chica pronto se inclinó para presentar sus respetos.

―Lizz, ¿cierto? ―La apuntó con el dedo.

―En efecto, señor. ―Se enderezó―. Usted y sus chicos guapos me han salvado del castillo de Astarot. Les estoy enormemente agradecida y está en mi deseo hacer lo que sea por compensarlos.

―Claro, linda. En la próxima orgía, ¿qué te parece?

―¿Quiere que me acueste con todos o solo con usted?

―Si me sigues tratando de usted conmigo no te acostarás, ¿lo entiendes?

―Entiendo, Nam-joon sunbae-nim.

―"Nam-joon" estará bien ―dijo, posando su mano sobre su brazo y frotando con suavidad―. Fornica con quien tú quieras. Pero eso sí, si decides trabajar aquí, ve con J-Hope y Jimin, ellos testean a los nuevos empleados y se encargan de hospedarlos ―dijo, señalando a los susodichos con el pulgar levantado sobre su hombro―. Yo tengo un pequeño diablillo que atrapar, ¡queda a su cargo muchachos!

Dicho aquello último, el jefe partió, entonces la chica quedó delante de los dos subordinados mencionados.

―He de advertirte que... Soy muy exigente cuando de dar a lucir habilidad se trata ―dijo Ho-seok, cruzándose de brazos y entrecerrando los ojos, dejando que éstos tomaran un color amarillento.

El gesto también fue realizado por Jimin, en conjunto con una sicalíptica sonrisa y repasó un rincón de su labio superior con la punta de su lengua.

―Oh, cuento con ello, caballeros ―respondió ella, ensanchando una sonrisa pícara en su níveo rostro y bañando también sus iris con ese característico tono ámbar.

* * *

Un grito fue soltado, después de unos cuantos, pero éste último había resultado ser tan áspero como delicioso, y es que el efímero estallido que producía la piel desnuda de Seok-jin al ser azotada por la palma del jefe, resultaba encantador... Para una de las partes al menos.

Después de una carrera intensa consiguió atraparlo, se lo llevó encima del hombro y por medio de un vórtice se apareció frente a la puerta de la sala de castigos. Allí se encargó de doblar sus brazos detrás de su espalda y rodear sus muñecas con una cadena, misma que elevó y pasó por encima del tubo de metal a lo alto. Si quería que Kim subiera el torso tiraría de la cadena; si quería que bajara para quedar postrado frente a él, la dejaría ceder un poco, justo como lo hacía ahora, y disfrutaba de la vista de sus nalgas desnudas, asomadas por debajo de su camisa y chaqueta.

No hubo intervalos, mucho menos interrupciones o prórrogas esta vez. Eran solo ellos dos y nadie más que se entrometiera en el acto que acontecía.

―Cuenta, maldición.

―Ci... Ciento... noventa y nueve...

―Buen chico. ―Aduló, con tanta falsedad como severidad, e impactó su palma bien abierta contra su carne otra vez, provocando en su sometido un quejido que solo pudo definir como edénico.

―Dos...cientos... ―Exhaló, liberando todo el aire contenido en sus pulmones, a la vez que aflojó el cuerpo, exhausto.

―¿Dónde quedó tu espíritu, Kim? Todavía nos quedan nueve veces más.

―¿Puedes dejarme en paz? Ya entendí, ¿de acuerdo? No tienes que dejarme el culo rojo como el de un mandril.

―Oh, pero yo no quiero dejarte el culo rojo como un mandril. Yo quiero hacerte sangrar ―dijo, y le propinó otra dura nalgada.

Jin esta vez dejó ir un jadeo bastante sugestivo, que inesperadamente lo dejó estimulado al ejecutor del golpe.

―¿Sangrar dices? Así que eres de los que hacen eso en la primera cita, ¿eh? ―Aplicó un poco de doble sentido.

―¿Desde cuando eres tan lascivo? Dime.

―No es que lo sea, solo tengo la habilidad de sorprender ―dijo, con la mirada fija al frente.

No podría usar sus nuevas habilidades de demonio en ese cuarto, por lo que se conformó, o más bien se atrevió, a mover de manera atrayente la cadera. Nam-joon por supuesto que notó aquel jueguecito suyo; se llevó una mano al rostro con solo ver esas nalgas en movimiento. Aunque hubiesen sido unos segundos, lo grabó en sus retinas para la posteridad.

A continuación, tiró de la cadena con fuerza hasta que el torso del muchacho se irguió por completo, y aun teniéndolo así, apretando los puños enrojecidos, producto del apriete de la cadena detrás de su espalda, templó más esa sujeción, ganándose un pequeño quejido.

―O-Oye, Nam... No jales tanto, me haces daño ―protestó, viéndose con los pies casi en puntillas.

El aludido no respondió, solo se acercó, apegando su cuerpo contra el impropio, y reposó su mentón sobre el hombro, inspirando profundo e inundándose con la fragancia deleitante que desprendía su prisionero.

―¿Ahora es cuando me penetrarás el culo? ―Preguntó atrevido, y un poco divertido también.

―¿Penetrarte dices? ¿Crees tú merecer un placer tan divino como ese?

«No será placentero para mí, desde luego», pensó, enarcando una ceja―. No lo sé, dímelo tú ―dijo, adosando sus posaderas contra su pelvis.

Y aquella osadía el jefe no la dejaría pasar. Dio un tirón a la cadena, obteniendo un nuevo jadeo, y la pisó con firmeza.

―Nam-joon, carajo... ―se quejó Jin entre dientes.

La cadena fue aguantada con la suela del zapato, para quedarse con sus dos manos libres, entonces las llevó sobre los muslos del chico, sintiendo cómo su cálida piel desnuda se erizaba ante su frígido contacto. Arrimó su rostro al opuesto ahora, y plantó muy suave y lento un pequeño beso contra su oreja. El bajo sonido chirriante que se produjo, le brindó a Jin un escalofrío de los pies a la cabeza, ida y vuelta. Su boca se abrió, dejando escapar un huidizo gemido.

―¿A-Ahora qué p-pretendes? ―dijo entre pequeños respiros, ladeando apenas su cabeza y mirándolo de soslayo.

―Te excito ―murmuró contra su cartílago auditivo.

Los escalofríos ascendieron entonces hasta su rostro y cabeza, cubriendo hasta la última hebra de su cabello. Nam-joon comenzó a lamer y relamer la zona, dejando que su tímpano fuera espectador de primera fila ante los irrisorios suspiros que plantaba en conjunto con los chasquidos producidos por sus labios húmedos, que humectaban además su piel, dejándolo trémulo. Al mismo tiempo, sus manos viajaban por sus muslos, y sus dedos rozaban la zona entre sus piernas, causando que sus músculos se contrajeran, pero el jefe no le permitía encorvar su anatomía; metía sus palmas debajo de su camisa y ascendía por su torso, empujando e irguiendo su postura, y una vez conseguido eso, bajaba de nuevo por su cadera y con un movimiento envolvente contra sus piernas rozaba su sexo, cosa que le ocasionaban pequeños espasmos al muchacho.

―Na... Nam-joon... ―Articuló como pudo, con un tono agudo, manteniendo sus ojos apretados ante los estimulantes, aunque sinuosos tocamientos que recibía.

―¿Qué pasa, Kim? ¿Se siente bien?

―Sí... Muy... Muy bien... ―dijo entre suspiros de placer.

―Por supuesto que se siente bien, ¿o por qué otra razón estarías con tu mástil tan duro? ―dijo, repasando aquella longitud carnosa con la yema de su índice.

Jin volvió a plañir con un timbre afilado y respiraba de manera irregular, con algo de dificultad incluso.

―Oye, Seok-jin... ¿Tú sabes... cuánto puede estirarse la lengua de un demonio adulto y poderoso?

El referido abrió los ojos de repente. El encanto había sido roto ante esa interrogante, y un gélido aguacero se le vino encima; casi podía sentir el sudor frío brotar sobre su piel. Viró un poco la cabeza tratando de hallar calma en el rostro de Nam-joon, pero todo lo que pudo ver fueron dos resplandores púrpuras que le devolvían la mirada.

―¿S-Sabes qué...? Esto es... Yo...

―¿Qué rayos balbuceas, Kim?

―Desátame, ¿quieres? Por favor.

―¿Te acalambraste?

―S-Sí... ¡Sí! Eso es, calambres.

―Soporta ―dijo, abriendo su mandíbula y se arrimó a su cuello.

―¡E-Es que... tengo una idea que quisiera probar! ―exclamó, sacudiendo un poco el cuerpo―. Por favor.

Nam-joon comprendió que algo no andaba bien con él, así como conjeturó que no sería honesto, mas decidió hacerle caso y ver qué pretendía.

Con sus extremidades libres, Jin masajeó un poco sus maltratadas articulaciones, siseando un poco por el dolor que le provocaba.

―Muy bien, Kim. ¿Ahora qué?

―Date la vuelta, y cierra los ojos.

El jefe lo miró con cierto aire de superioridad, en tanto arqueaba una ceja.

―Por favor. ―Insistió Jin. Su expresión rezumaba encanto.

Nam-joon remojó sus labios con ganas y, por increíble que pareciera, cedió a su pedido, cerró los ojos y se dio la vuelta. Intercambiaron un par de palabras y comentarios traviesos, y, después de dejar al jefe encandilado, se las arregló para huir despavorido de ahí. Por supuesto el mandamás lo notó al instante, mas desistió de ir tras él, conteniendo una sonrisa en el rostro.

Jin se apareció en planta baja por medio de un portal, terminando de acomodar el cinturón en sus pantalones. Allí, lo interceptó Chlorine:

―Vaya, ¿ajustándote los pantalones? ¿Tan a fondo llegó Namu contigo? ―dijo, haciendo un movimiento obsceno con sus dedos índice y anular.

―Solo me nalgueó y manoseó por un rato. Estuvo... Estuvo bien...

Empezó a hablar con un deje de satisfacción, aunque luego se difuminó de su semblante.

―¿Pero...? ―Escudriñó la diablesa.

―No lo sé... Pasó algo extraño, creo... Creo que Nam-joon sigue dándome un poco de miedo.

―Sí, Namu tiene eso. ―Sonrió de lado―. Pero ya se te pasará. A él le agradas ―dijo, posando su dedo debajo de su mentón y realzando un poco su rostro―, y a mí me encantas. ―Besó sus labios.

―Astarot ―dijo, luego de apartarse despacio y tomarla por los hombros―, también lo hice por ti. Nadie volverá a ponerte las manos encima del modo en que ese monstruo lo hizo, Suni.

La muchacha lo miró con sorpresa en sus ojos, y sonrió en cuanto sintió su mano deslizándose por sus cabellos, entonces cerró los ojos, se dejó caer con suavidad sobre su pecho y rodeó su cintura con sus brazos. Había una nostalgia profunda en su rostro; Jin no logró verla; ella supo cómo esconderla rápido, sin embargo, cuando los brazos de su chico especial la envolvieron se sintió a salvo, como no lo sentía en mucho, demasiado tiempo.

Seok-jin compartió otro beso con su dulce diablesa favorita y se dejaron marchar el uno al otro, pues ella tenía obligaciones y él, había puesto sus ojos en Taehyung a la distancia. Se acercó y se dejó caer sobre el amplio sofá renovado en el centro.

El joven demonio estaba allí, todavía con su pierna inmovilizada, relajándose ante los masajes y los besos de su querida Baby Doll, que de tanto en tanto depositaba en su mejilla y cuello. No había dejado de mimarlo un solo segundo; sabía que lo necesitaba. Además, Jung-kook le había pedido como un favor especial que le diera atenciones. Aunque se moría de ganas por hacerlo él también, comprendía que después de todo lo ocurrido, Taehyung se sentiría más cómodo con ella que con cualquiera en estos momentos. Le daría tiempo y espacio para poder sanar.

―Me gusta lo que hiciste con tu cabello. ―Inició Jin, señalando con su dedo.

―Oh. ―Se llevó una mano a la cabeza―. Dolly me lo cortó y lo dejó más llovido. También aclaró más el rubio. Me gusta.

―Iré por algo de beber. ¿Quieres, teddy bear? ―preguntó la susodicha, de pie contra el respaldo del sillón, rodeando su cuello con sus brazos.

―No, gracias. ¿Tú, hyung?

―No. Estoy bien.

Baby Doll sostuvo el rostro de su chico, depositó un dulce beso en sus labios y se marchó.

―¿Cómo lo llevas? ―Preguntó Seok, señalando su pierna con la mirada.

―Por fuera se ve bien ahora, pero el hueso aún se está componiendo, junto a unos tendones y los músculos. No puedo flexionarla todavía porque me duele.

―Lamento que hayas tenido que pasar por tanta mierda otra vez. Realmente me salvaron el culo a tiempo. Figurativa y literalmente.

―Ya pasó. Lo mejor es olvidarlo y continuar. Ese maldito ya no atormentará a nadie más. Aunque lamento que hayas tenido que dar tu alma en el proceso, hyung.

―Está bien. Volvería a hacerlo si regresáramos en el tiempo.

―Bueno, al menos conservas algunos rastros. Cuídalos bien.

―Quiero dártelos ―dijo de repente.

―¿Qué?

―Por favor, acéptalos.

―Jin-hyung, ¿qué dices? ¿Por qué?

―Así tu pierna sanará y podré devolverte el favor de haberme salvado.

―Pe-Pero...

―Anda, tómalos. ―Extendió su mano.

La mirada de Taehyung se mantuvo fija en la opuesta. Sus ojos se aguaron y una lágrima cayó primero por uno de ellos.

―Vamos, no llores. Solo tómalos.

―En realidad estaba actuando ―dijo, llevándose una mano al rostro para limpiar el agua salada y verse como si nada al momento siguiente―. Soy bueno, ¿verdad?

―Un hijo de puta es lo que eres. Pero es muy bueno, lo admito.

―Si me lo ofreces lo tomaré ―dijo con una sonrisa, y estrechó con delicadeza su mano.

La pesadilla no había terminado, jamás podría hacerlo en el lugar donde se encontraban. Pero sí podrían decir al fin que la peligrosa amenaza de Lee Dong-wook había acabado de una buena vez y por todas. Aunque... La amenaza inminente que restaba en el sitio, la protagonizarían aquel grupo de ahora siete miembros, siendo tan encantadores y alunados como solo ellos sabían serlo.

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