Capítulo 28: Y si no regreso...
Seok-jin salía del baño de su dormitorio, portando nada más que la toalla en sus manos con la que secaba su cabello. Se detuvo frente al espejo y apartó la pieza afelpada del rostro contemplándose frente al cristal, meneó la cabeza, ladeó el rostro, notando que todos los golpes y magullones se habían esfumado. Aun incrédulo con ello, se dio la vuelta para divisar su espalda desnuda y miró por encima de su hombro: la piel estaba intacta, cosa que lo hizo asombrarse enormemente, como un niño pequeño descubriendo que había adquirido algún tipo de superpoder, cuando en realidad solo se trataba de un poco de estática entre sus dedos.
A todo esto, no se percató, ni mucho menos le interesó, que la puerta de su habitación se hallase abierta de par en par. Tan solo cuando escuchó unos pequeños golpes contra la madera fue que se dio cuenta.
―Chlorine. ―Sonrió, viéndola muy bien posada contra el marco de la entrada.
No le tomó importancia al hecho de estar desnudo, la chica percibió eso, cosa que la hizo apretar un poco los labios.
―¿Cómo estás, Jin-jin?
―¿Yo? Pues... nunca me he sentido mejor.
La diablesa asintió con languidez y se enderezó, entrando al cuarto.
―Ya no te apenas porque te vea desnudo...
―No hay nada que no hayas visto ya.
―Cierto. ―Sonrió discreta.
―¿Vas a decirme qué es lo que realmente te pasa?
Insistiría en que no era nada, mas él podía ver la inquietud reflejada en su rostro, motivo por el cual ella suspiró y habló sin más:
―¿Ha estado bien... que dejaras tu alma?
―Lo hice por Taehyung.
―¿Solo por Taehyung?
―Por todos en realidad. Astarot es una amenaza constante que solo tendrá fin si se la erradica de una maldita vez.
―Hablas de matarlo.
―Por supuesto que sí, Chlorine. ¿Qué más?
―El Jin que conozco no hablaría de matar a alguien.
―Tal vez esta es una faceta de mí que no muestro todo el tiempo, pero que siempre he tenido, ¿no?
―O tal vez es Seok-jin el demonio hablando en su lugar.
El volumen y la aceleración con cada palabra agregada entre ellos fue en aumento, hasta quedar al final en un silencio total.
―Oh... Así que de eso se trata todo.
―Escucha, Jin... Yo... Sé que te he dicho que te dejaras llevar y muchas otras cosas más, pero...
―Chlorine. ―La cortó, tomándola de las manos―. Yo entregué mi alma por voluntad propia. No me siento profanado o herido, al contrario, siento una liberación muy grande. Y lo que dije antes... todavía lo sostengo ―dijo, acercando sus manos a sus labios y besando delicadamente sus pequeños nudillos―. ¿Ese era tu miedo? ¿Que dejara de sentirte o desearte como solía hacerlo? No lo hago. Y aun no me has respondido tampoco.
La muchacha se soltó del agarre de sus manos y lo llamó con su dedo para que se inclinara un poco, entonces rodeó ese hermoso cuello con sus brazos y se arrimó a su rostro. En complicidad, ambos abrieron sus bocas a la vez, para recibir el contacto del otro y protagonizar un intercambio atrevido, separando y apegando esa suave piel rodeando sus bocas repetidas veces.
―Parece que ya no podré volar a ningún lado ―murmuró él, estrechando sus belfos con los contrarios una vez más―, pero está bien. ―Otro intercambio breve―. Tal vez el cielo jamás fue mi lugar.
―Por mí está bien. ―Un beso casto―. Si somos condenados, al menos no estaremos solos jamás ―dijo, deslizando sus manos por la circunferencia de su rostro y volviendo a juntar sus labios.
La ropa que pensaba ponerse Jin acabó desparramada en el suelo, al igual que la camisa que llevaba Chlorine encima, y después de que ésta cerrara la puerta con una suave patada, ambos se volcaron sobre el colchón listos para viciarse, plagarse y ahogarse el uno del otro.
* * *
Después del primer berrido por parte de Taehyung otros más lo sucedieron, manteniendo la intensidad y el desgarro en su garganta hasta que se quedó sin aliento y solo pudo hipar, tratando de acompasar el aire que respiraba.
El cruel demonio puso sus ojos blancos por unos segundos inhalando profundo y exhalando mientras se disponía a volver ante el rostro de su preciado mártir, sujetándolo por el pelo y contemplando la miseria en su rostro: sus ojos aguados en lágrimas que corrían descomedidas por esas mejillas magulladas, y sorbiendo constantemente por la nariz.
―Lo hiciste muy bien, Tae... Fueron los mejores gritos que he obtenido en mucho tiempo ―susurró, depositando sus labios sobre su húmeda, maltratada y trémula dermis. Luego siseó al sentir la dureza en su entrepierna―. Es una pena que no pueda quedarme. Pero no te preocupes, en cuanto los asesine a todos volveré contigo ―murmuró una vez más, agarrando su rostro de un arrebato, apretando sus mejillas y ahí mismo dándole un beso fúrico.
―¡MUÉRETE, ASQUEROSO HIJO DE PUTA! ―Gruñó colérico, sacudiendo la cabeza y frotando su mejilla besada contra su hombro.
Astarot chasqueó la lengua tres veces, a la vez que negó con la cabeza.
―Esos no son modales. Debes decir «sí, amo».
―Mué. Re. Te. ―Silabeó, dedicándole una mirada desafiante.
El adverso se mostró impávido, pero al instante siguiente volvió a apoderarse de su pelo, tirando con mucha fuerza y se adosó intimidante.
―Taehyung... tú no aprendes, ¿verdad? ―Arqueó una ceja.
Otro grito estridente fue escuchado, alterando a los demonios que ya se encontraban en el corredor del primer piso, investigando los alrededores. Jimin fue el primero en movilizarse, queriendo seguir la ruta del alarido, pero fue inmediatamente detenido por Nam-joon y Ho-seok.
―No te vayas por tu cuenta. Incluso ir en grupos de a dos sería arriesgado, no sabemos cuándo...
Y justo antes de que terminara de formular su oración, un vórtice fue abierto, dando paso a Astarot frente a ellos.
―Así que decidiste acompañar a tus cachorros esta vez ―dijo, paseando sus retinas de un extremo a otro, contemplando con parsimonia los rostros.
―Visto y considerando que te esmeras en ser un maldito grano en el culo, no me dejas otra alternativa.
―¿Qué puedo decir? Eres un bastardo que me entretiene mucho. ―Se encogió de hombros―. No solo tú, sino también tus chicos. En especial ese diablillo de Taehyung ―dijo con malicia y la voz más susurrada, llevándose descaradamente una mano a su ingle, provocando que más de uno contrajera los músculos de sus caras con repugnancia.
Nam-joon apenas alcanzó a tomar aire para hablar, pero un iracundo Jimin se abrió paso, aunque consiguió atraparlo a tiempo antes de que se lanzara contra el demonio y todos, incluido él mismo, lo lamentaran.
―¡CERDO HIJO DE PERRA! ¡COMO LE HAYAS PUESTO UN SOLO DEDO ENCIMA...! ―Bramó casi con espuma en la boca cuan fiera rabiosa.
―Pero no solo le puse un dedo encima, Jimin. ―Lo provocó, riendo entre dientes, a lo que el muchacho comenzó a sacudirse entre los brazos del jefe y Ho-seok, e incluso con el peso de sus manos no podían contenerlo, por lo que Yoon-gi también intervino para sujetarlo.
Airado y vehemente, con las pequeñas venas en el blanco de sus ojos ya no rojizas, sino negras, oscureciéndolos de manera progresiva, junto a un halo amarillo rodeando su iris, Jimin tiró de sus brazos con ese mismo cólera y pisó con firmeza para ir contra el demonio, pero apenas llevó sus pupilas hacia él, recibió exactamente en una de sus cuencas, una cuchilla que el mil odiado había desprendido de su propia mano sin preocupación alguna y arrojado directo hacia él, derribándolo al instante.
―Escucha a tus mayores, pequeño. Tal vez así ganes un par de centímetros más.
―¡Los centímetros que me faltan de estatura los tengo en la verga! ¡¿Quieres probarla, cabrón?!
Sus compañeros amagaron a auxiliarlo, pero para sorpresa de todos, incluso del enemigo, Jimin elevó el torso del piso en un segundo y al siguiente removió con rabia la pieza de su ojo. No le importó el dolor, la sangre, la sensación de mareo, ni mucho menos tener la visión perdida de uno de sus ojos, se levantó con intención de acometer, pero el jefe se puso delante de él, lo tomó con firmeza de los hombros, pellizcó su pelo en la parte frontal y alzó su cabeza para que sus ojos hicieran contacto.
―Van a irse ahora en busca de V.
―¡Pero...!
―¡No me des problemas, mierda! ¡Obedece! ―Espetó, siendo él quien casi largaba saliva en ese momento, lo sujetaba firmemente del cuello de su ropa, aunque lo soltó después y se giró hacia Astarot, quien observaba todo como un divertido espectáculo.
Yoon-gi y Ho-seok palmearon los hombros del muchacho hasta conseguir que les diera la cara, entonces todos se marcharon corriendo. Se detuvieron después de un prolongado trayecto, y los temblores comenzaron, así como había dado inicio el enfrentamiento de los dos demonios.
Había un par de escaleras a cada lado: ascendiendo a la derecha y bajando en el lado izquierdo.
―¡Oh, resbaladilla superdivertida! ―dijo Jung-kook, encontrando el cartel en el inicio de las escaleras que los llevarían a los niveles superiores, y esa tentadora palanca.
―No, Jung-kookie ―dijo Ho-seok, tomándolo de la muñeca y apartando su mano de ahí.
―Oh... Me conformaré con matar ―refunfuñó frunciendo el ceño, se cruzó de brazos y le siguió el paso.
Recorrieron los pasillos y los pisos superiores, accedieron a las torres y volvieron a descender. Allí, revisaron numerosas habitaciones, pero ni rastro de su compañero perdido. Llamaron su nombre repetidas veces, pero no obtenían respuesta alguna. Los estruendos sacudían constantemente la estructura, haciendo que se tambalearan incluso. Tras bajar corriendo un par de escaleras más se encontraron con un nuevo pasillo más angosto y menos puertas, teniendo consigo la sensación de que estaban por buen camino. Abrieron un cuarto, luego otro, y al tercero, siendo la puerta empujada por Jung-kook, quien se había adelantado a los demás allí, lo encontró finalmente.
―¡Chi-Chicos! ―Emitió audible, sin poder despegar la mirada de aquella bizarreada.
El cuerpo de Taehyung colgaba ahora no solo por las muñecas, sino también por su tobillo, manteniendo su pierna flexionada, con el fin de que se abriera más la carne del muslo y se viera el hueso expuesto. Debajo había un gran charco de sangre, donde todavía precipitaban gotas que caían de la herida. Ante el shock, la pérdida del líquido, el dolor y el cansancio, el pobre había perdido el conocimiento.
―¡Hay que bajarlo! ¡YA! ―Exclamó Ho-seok.
Él junto a Jimin fueron los primeros en ingresar al cuarto, Yoon-gi no demoró en seguirlos. Quitaron con mucha dificultad los clavos que le atravesaban las muñecas, rompieron las cadenas para bajarlo, y luego siguieron con los grilletes. Jung-kook por su parte, simplemente no reaccionaba. Reprodujo en su cabeza una y otra vez las palabras que había dicho Jin con anterioridad: «¿Quieren que les diga quién sí es un desalmado?». Desalmado. Se había encontrado con más de un maldito hijo de puta en su vida, sin embargo... ver algo de tal magnitud... Cruel, perverso, y le habría hecho cosas peores que de solo imaginárselo le revolvía y retorcía las tripas. Taehyung se había quedado atrás para salvar su pellejo, en ningún momento olvidó eso. Taehyung padeció sobre su carne lo que pudo haber sido para él... Si Taehyung no hubiera... No. Si él, Jung-kook, hubiera sido más cuidadoso, si se hubiera tomado las cosas con la seriedad pertinente, probablemente las cosas serían diferentes. Su entrecejo se contrajo, arrugando el centro cada vez más. Agua fría y salada surcó sus mejillas sin control.
Ho-seok se había despojado de su saco largo de seda para hacer un torniquete a la pierna del herido, luego de que Yoon-gi acomodara lo mejor que pudo el hueso. Volvieron a colocarle la ropa y a calzarlo. Jimin reposó su cabeza sobre sus piernas y le dio unas caricias, en lo que Ho-seok le proporcionaba un poco de su sangre. No haría mucho, pero aun así lo necesitaría.
―No nos podemos quedar aquí. Hay que moverse. ―Habló Yoon-gi, siendo el primero en erguirse.
―Yo lo cargo ―dijo Jung-kook, alzando su mano. Todos se sorprendieron de verlo sollozar y esnifar―. Soy fuerte. Yo lo cargo. ―Insistió, inclinándose y cediendo su espalda.
Sus compañeros depositaron al inconsciente con mucho cuidado, entonces el chico lo sostuvo fuerte y se enderezó junto con él.
―No dejaré que vuelva a salir lastimado por mi culpa.
―Kookie, no fue tu culpa ―dijo Jimin, dándole una palmada en el hombro.
―Sí. Lo que V hizo, cualquiera de nosotros lo hubiera hecho. ―Secundó Ho-seok.
―Yo no. ―Disintió Yoon-gi, cruzándose de brazos.
―Tú tampoco lo hubieras dejado atrás. ―Retomó el demonio de fuego, dándole una mirada juzgona al rapero y regalándole una caricia al cabello del más joven―. Esto que pasó, solo pasó y ya. Él está con vida y se repondrá. Es todo lo que debe importar.
―¿Quieres decir que no fue enteramente mi culpa?
―No lo fue. Ya no te martirices.
―¿Pero qué estás diciendo, Hoba? ―Intervino Yoon-gi―. Claro que fue su culpa, por ponerse a jugar todo el tiempo y no mirar a su alrededor. Martirizarse es lo menos que puede hacer.
―Solo trataba de no lastimar al pequeño, gusano insensible. ―Espetó, mirándolo con desdén y cruzándose de brazos.
―Oh... Rayos... A-Ahora que lo veo de cerca...
―Ya... Olvídalo, Suga-hyung. Vete a la mierda ―respondió Jung-kook, con los párpados bajos.
El otro subió los pulgares, sin expresión alguna en su níveo rostro; probablemente ya se había olvidado de su nombre.
Un siseo que se volvió un quejido plañidero se escuchó en ese momento. Jung-kook sintió la presión de los dedos de Taehyung sobre sus hombros. El dolor que sentía era tan insoportable que no era capaz de despegar los párpados.
―¡Taehyungiee! ―Jimin se acercó de inmediato.
―Mi-Mi... pierna. Bá-Bájenme p-por favor. ―Emitió casi en un sollozo. Jung-kook así lo hizo con sumo cuidado, dejando que su compañero lo ayudara a sostenerse.
Sin embargo, un fuerte estruendo sacudió el área entera, haciendo que perdieran el equilibrio, aunque la ostentación siguiente fue la que los llevó a todos al piso bruscamente, con un aullido punzante por parte de Taehyung. Aquello no fue para menos, pues el mismísimo Astarot había impactado contra uno de los muros del cuarto, ingresando a la habitación.
―Vaya, vaya... pero si son los cachorros diabólicos.
―Te mostraré mi porcentaje de cachorro y de diabólico, hijo de puta. ―Habló Jimin, tornando sus ojos ámbar.
Pero antes de poder arremeter contra el maligno, sus compañeros lo sujetaron con fuerza; sin duda haría una estupidez.
Al segundo siguiente, antes de que Astarot hiciera un movimiento, el cual sin lugar a dudas efectuaría, llevó la vista al frente solo para toparse con los nudillos de Nam-joon impactando contra su cara y mandándolo unos tres pisos hacia abajo; el ejecutor del golpe se aseguró de ello al ver el hoyo mientras caía; llevó sus ojos luego a sus camaradas, sin aflojar ese ceño fruncido.
―¿Qué mierda hacen ahí parados? ¡Lárguense de aquí! ―Movió violentamente su brazo―. El portal seguirá abierto mientras yo esté consciente. ―Apoyó dos dedos sobre su sien―. Así que rueguen para que este hijo de puta no me... ―Intentó formular, pero las manos del perverso lo tomaron por la parte superior de su camisa, y lo atrajeron al interior del agujero.
―¡¿No deberíamos ayudarlo?! ―Inquirió Jung-kook.
―Ah, él sabe lo que está haciendo ―respondió Taehyung, tratando de levantarse, consiguiendo solo dolor.
Jung-kook y Jimin lo asistieron en la brevedad, aunque el más joven insistió en cargarlo; la culpa y responsabilidad seguían carcomiéndolo.
Grandes cascajos se desprendieron de lo alto cayendo por poco sobre ellos.
―¡Salgamos de aquí de una puta vez! ―Gritó Yoon-gi, siendo el primero en atravesar el umbral del cuarto. El grupo lo siguió.
Salieron casi de refilón al pasillo, pues la superficie de la habitación se vino abajo; algunos de ellos se sostuvieron con las palmas sobre el suelo para recobrar el equilibrio perdido. Los temblores persistieron y en pocos segundos toda la planta se desplomó justo detrás de sus tobillos, viéndose obligados a saltar y aferrarse a lo primero que sus manos alcanzasen: barandillas, paredes, entre otros, para poder descender lo más seguro posible.
El enfrentamiento del jefe contra el demonio era bestial, y no hacía falta verlo para saberlo. Las constantes explosiones por los alrededores, unas más lejanas, otras casi a su lado, quebrajando la estructura del castillo y dispersando cascotes y cenizas de escombros como lluvia.
El grupo de cinco cayó de manera abrupta en un punto medio: ni muy arriba, ni muy abajo, aunque quien recibía la peor parte era el pobre Taehyung, lidiando con su pierna rota, incluso siendo escudado por su compañero.
―Mierda, ¡si tan solo pudiéramos...! ―Formuló Jimin con gran arrebato y blandiendo con furia su brazo.
Para sorpresa de todos, él en primer lugar, un portal se abrió a unos pocos metros de su persona.
―¡Los cimientos del castillo deben haber caído por la pelea! ―Expuso Yoon-gi. (Sí, sí, Yoon-gi). Y otro fuerte estruendo les dificultó la tarea de ponerse de pie.
―¡Andando entonces! ―Bramó Ho-seok, abriendo un nuevo y gran portal y cediendo el paso a los demás, cruzando él al último.
Ya en planta baja, Yoon-gi (sí, él), divisó de inmediato el vórtice situado en la misma zona donde estaba la primera vez que ingresaron a la dimensión, en la ahora destrozada entrada y repleta de residuos y escombros. Apuntó con sus dedos índice y anular, entonces todos corrieron en dirección a él. No obstante, unos pocos metros delante de su ruta, Astarot hizo presencia, portando el estado bestial que antes habían tenido el disgusto de ver. Sin escatimar alzó sus garras contra ellos, pero el jefe fue más rápido, trompeó su quijada, y lo mandó a volar unos cuantos metros hacia un extremo; eso lo demoraría lo suficiente.
Aflojó su postura y se giró hacia sus compañeros dejándose ver en un estado terrible. La sangre ya seca había impregnado un lado de su frente, siguiendo por la esquinilla de su ojo y tomando parte de su mejilla; uno de los orificios de su nariz y ambas comisuras de su boca también contaban con surcos rojos, manchando sus labios, su mentón, cuello y sus prendas, o lo que quedaban de ellas. Eso sin mencionar el sinfín de magullones y raspones que se repartían a lo largo de su anatomía.
Con cada respiro que daba, su cuerpo entero se inflaba y deshinchaba con notoriedad, parsimonia y mucha dificultad. Una de sus manos, teñida de rojo, apretaba una herida en uno de los costados de su abdomen, que en realidad era un agujero en la carne el cual si descubría, podrían ver a través de él. Aun así el jefe caminó hacia ellos, mientras hacía un esfuerzo hacendoso por tomar un respiro y juntar la saliva suficiente para hablar.
―V... ¿Estás bien? ―Preguntó, deteniéndose frente a él.
―He estado mejor, señor.
Nam-joon desvió la mirada, remojando sus labios y posó su mano libre en la nuca del chico, lo acercó a su pecho y le dio unas suaves palmadas sobre el omóplato. Era y sería siempre su pequeño mentecato; su chiquillo alienado y consentido.
―Vámonos de aquí antes de que Nosferatu vuelva ―dijo, luego de separarse de él.
El vórtice estaba a tan solo unos pocos metros de la ubicación de los reunidos. Pero... con la estructura derrocada, las runas colocadas por Astarot, así como las barreras que separaban el entorno del castillo habían caído, todas aquellas almas en pena, que no demoraron en aproximarse cuan pirañas hambrientas, tenían ahora pase libre para abarcar el territorio completo. Nam-joon, con gran pereza en el rostro se giró como pudo para retrasarlas en lo que sus compañeros cruzaban de una vez el maldito portal. No obstante, Taehyung reposó su mano sobre su hombro y se abrió paso.
―¡Nadie arruinará nuestro escape más que yo, y tal vez el muchacho! ―Señaló a Jung-kook.
―¡Hey, cabrón! ―Se quejó el susodicho.
El demonio de cabello rubio enderezó su postura, pisando firmemente con ambos pies, sin importarle en ese momento el agonizante y punzante dolor de su hueso roto. Se negaba a continuar siendo peso muerto. Y si no regresaba, al menos haría que los demás sí lo consiguieran. Después de todo... él era el chico de la basura.
―Hora de sacar la basura... ―masculló.
Tensó las cejas hacia abajo haciendo que poco a poco una vena en su frente sobresaliera. La esclerótica en sus ojos se ennegreció progresivamente, surcando también las cuencas de los mismos, dejando tan solo un fino halo ámbar en el centro.
Los incontables espectros estaban prácticamente frente a él, y dando un fuerte pisotón hacia delante con su pierna sana, desprendió su sombra de su cuerpo, la cual se elevó colosal sobre él, y al direccionarla con un movimiento de su brazo arrasó con todas y cada una de las amenazas de una sola vez, absorbiéndolas, engulléndolas y retornándolas después a su cuerpo, dejando la zona despejada en un santiamén. El brazo de Taehyung cayó, luego lo hicieron sus párpados, y en último lugar lo hizo él, aunque fue atrapado por el jefe, quien de un envión lo llevó sobre su hombro. Le cedió el paso a todos, siendo él el último en cruzar junto con el inconsciente, y cerró detrás de su paso el portal de una vez y por todas.
* * *
Seok-jin vestía ahora unos pantalones de denim azul oscuro con unas botas negras, una camiseta de seda y una chaqueta a tono. Estaba en la planta baja, sentado sobre una pequeña mesa cuadrada, repiqueteando nervioso sus dientes contra los anillos que todavía llevaba en varios de sus dedos. Chlorine, quien también había dispuesto a cambiar su guardarropa, luciendo un descocado vestido negro, junto a sus tacones rojos, igual que sus labios, estaba a su lado compartiendo su tensión, regalándole una caricia esporádica a su cabello o a su espalda.
El suplicio por fin llegó a su fin en cuanto vio un portal abrirse no muy lejos, dando paso a Nam-joon y compañía, haciendo que se realzara rápido, dejando caer la pequeña mesa. Ahora sí estaban todos, no había ausencias, aunque el estado del jefe era preocupante a sus ojos, mas a este último no le importó en absoluto y se dedicó a recostar a Taehyung en el sofá, para que reposara ahí por un momento.
―¡Nam-joon-ah! ―Lo interceptó, deteniéndose delante de él y tomándolo de los hombros―. Te ves como la mierda.
―¿Qué puedo decir? Es mi encanto.
―Taehyung... ―Ladeó la cabeza hacia él―. Ese bastardo no lo ha...
―No, no... Pero le dio una buena tunda. Tiene el fémur derecho partido a la mitad.
―Ese hijo de puta. ―Negó con la cabeza, apretando los puños, sin apartar los ojos del pobre convaleciente―. Tienes que asesinarlo, Nam-joon.―Dirigió sus ojos oscuros a los impropios―. Solo así acabará esta mierda.
―¿Y crees que no lo sé? Intenta no darme órdenes, ¿quieres, chico? Porque me irrita demasiado. Y ya estoy lo suficientemente irritado. ―Expuso con solidez, haciendo aparecer por un segundo el ámbar de sus ojos.
―Ha-Hablo en serio...
―Yo también hablo en serio. ―Lo cazó del hombro con su mano, pellizcando su ropa―. ¿Se te olvidó quién es el jefe? Quién es el dueño de tu puta alma, ¿hum?
―T-Tú lo eres... pero...
―Así es. No me des putas órdenes. ―Deshizo su agarre y apartó su figura de la del otro.
En cualquier otro momento, Jin hubiese sentido terror ante ese brusco intercambio y se hubiera encogido en sí mismo, casi ocultando su cabeza entre sus hombros. Pero lejos de sentirse intimidado, lo invadía una fuerte sensación de fastidio, aunque también se halló a sí mismo divertido ante su tosquedad, provocando que en sus labios apareciese una muy discreta sonrisa incluso. Y sí, lo dejaría que siguiera creyendo que aún lo aterrorizaba con plétora.
―Jin-jin... ―Lo llamó Chlorine, posando un dedo bajo su barbilla y ladeando su rostro hacia su dirección―. Vi eso... ―Sonrió ladina.
―¿Qué cosa? ―Alzó las cejas, viéndose cínico.
―Si vas a disparar en ambas direcciones avísame, ¿quieres? ―Le dijo, cruzándose de brazos, arqueando una ceja y sonriendo de lado, y se acercó a su oído después―. Hay cositas que quiero probar. ―Susurró traviesa, regalándole una dulce frotada a sus glúteos, le guiñó un ojo y se marchó.
Jin llevó las comisuras de su boca hacia abajo, asintiendo muy sutilmente, pensando aquello en su cabeza mientras dirigía sus manos a los bolsillos. Y al caminar unos dos lánguidos pasos un gruñido bestial hizo retumbar el lugar por completo, obligando también a más de uno a cubrir sus oídos.
―¡KIM NAM-JOON!
El inconfundible aullido del temerario demonio ensordeció a todos sin excepción. A continuación un portal se abrió en el asfalto, frente a la aún destapada entrada del burdel, dando paso al demonio devorador por excelencia, la calamidad de las almas: Lee Dong-wook, también conocido como Astarot.
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Se acerca el final. :')
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