Capítulo 24: Tortuoso

Astarot lanzó una mirada penetrante hacia Jin después de soltar aquello tan a la ligera, con la que lo dejó inquieto, atónito por demás. ¿Sangre de demonio? ¿Por qué querría darle algo como eso?, ¿era parte del proceso para arrebatarle el alma?, ¿o tal vez...? No quería tener pensamiento alguno que relacionara a ese demonio en su mente.

―Cambia esa cara de susto... Es para que tus heridas sanen más rápido.

«Así que al parecer la sangre de demonio también podía curar a los humanos. ¿Podría creer en lo que...?», pensó Jin, o más bien, trató de formular su conjetura, pero fue interrumpido: su miedo pululante se transformó en pavor concentrado; entró en pánico total en cuanto el demonio se levantó de repente, dejando caer el sitial a su espalda, y se acercó rápido, causándole un sobresalto. Trató de huir sin más, pero el sujeto atrapó su muñeca contra el apoyabrazos del asiento, y con su otra mano sobre su hombro aplacó su cuerpo de nuevo sobre la silla, teniendo al chico a unos pocos centímetros. Llevó su mano sobre su otra muñeca, lo mantuvo bien sujeto contra el reposabrazos.

No era capaz de dar un mínimo pestañeo. Su pecho subía y bajaba en puro frenesí, apretaba los dientes con fuerza y dejaba, de manera involuntaria, que su respiración se escuchase en el silencio de esa sala; nunca antes le había dolido tanto esa tarea. Incluso si quisiera patearlo para alejarlo, con la corta distancia y sus piernas flexionadas no podría.

―Si vuelves a intentar huir... Te romperé el primer hueso que agarre en tres partes ―murmuró, adosando su rostro al de él, siendo invasivo y obligándolo no solo a apegar la nuca al acolchonado tapizado del asiento, sino también a desviar la mirada ―. Asiente si entendiste.

Jin lo hizo repetidas veces, sin mirarlo, pues con solo sentir su frío aliento sobre su rostro ya lo hacía temblar. No quería imaginarse siquiera el encararlo con tal cercanía. Cundiría su espanto y gritaría, y eso era algo que no podía ocurrir por nada. No obstante para el demonio, todo ese miedo le resultaba exquisito al punto de remojarse los labios con hambre. Lo estaba preparando bien para un digno banquete.

Un breve golpe se oyó; el joven sintió la malevolente sombra alejarse y soltar una de sus muñecas, cosa que lo animó a girar despacio la cabeza al frente. Astarot había corrido la bandeja, había tomado asiento sobre la mesa y observó las tazas.

―Ni una gota... Lo hiciste bien, Seok-jin ―dijo con reticencia, abriendo su saco negro y sacando del bolsillo interno una navaja de barbería.

Seok clavó las uñas contra el revestido del sillón al ver el brillo de ese filo en el momento que la abrió. Tragó en seco cuando le dedicó por unos instantes la mirada, aunque luego el individuo bajó los ojos a las galletas circulares: masa de vainilla de un lado, chocolate fundido del otro. Manipuló la hoja hasta el pequeño recipiente con la crema, también de vainilla, la untó sobre la galleta y la arrimó luego al atemorizado chico.

Ese hijo de perra.

Solo quería asustarlo, y no le costaba nada de trabajo siquiera. Lo sabía, y ahora Jin también. Quería mandar esa maldita galleta a la mierda, darle un puñetazo a ese sujeto en el rostro y salir corriendo de ahí. Pero bien sabía que no llegaría a ejecutar ni la primera, mucho menos la última acción. Miró el bocadillo y se remojó receloso los labios.

―Abre la boca. ―Demandó de repente. Las pupilas de ambos se enfrentaron.

Tiempo. Necesitaba hacer tiempo. Era tan solo una galleta. Ya se había comido unas dos o tres y estaban deliciosas. Podía hacerlo. Abrió despacio la boca, pero recibió la maza dulce de un solo empujón, casi ahogándolo. Se quedó mirándolo con enfado.

―Mastica y traga. ―Exigió con tono y expresión lúgubres. La orden fue acatada en la brevedad.

Al notar cómo su nuez de adán se movió al engullir, relamió la crema del filo de la navaja, no importándole en lo más mínimo cortar su propia lengua, y provocar una mueca de aversión en el retenido. Aunque dicho mohín se esfumó en cuanto el perverso adosó sus dedos a su rostro, lo que llevó al chico a apartarlos de un manotazo.

―¿Q-Qué haces?

―Ahora voy a acercar mis manos a tus vendajes... Y si te apartas de mi toque o quitas mis manos, entonces yo amarraré las tuyas y tocaré más que solo las vendas. ¿Me entiendes?

El receptor asintió, pero el cruel demonio quiso calar más profundo en su miedo, demandando una respuesta verbal, a lo que él, un poco trémulo, respondió con un «sí». No era como si tuviese más opciones.

Acercó sus fríos y largos dedos a su frente y desprendió con cuidado el parche. La herida ya no estaba abierta, y lo que era más, el tajo era ahora un mísero raspón.

―Parece que funcionó. Y la cantidad de sangre que te di fue la adecuada también. ¿O debería darte más?

―No, por favor. Sabe horrible ―susurró, manteniendo la mirada en otra dirección.

El demonio sonrió perverso. Volvió a cubrir la herida y se dirigió a continuación a su hombro. No había soltado la muñeca de ese brazo en ningún momento, por lo que solo la rotó un poco y con la otra mano empezó a remover la venda.

―Ah... esta se ve mucho mejor. ―Admiró, observó.

El hombro estaba intacto y él abusivamente cerca una vez más. La respiración de Seok se aceleró en ese segundo sin que pudiera controlarlo, y se estremeció completo cuando sintió su gélido tacto sobre su piel, viajando desde el hombro hasta el codo, muy lento, con las yemas de sus dedos, con las que generó un cosquilleo, pero no de esos que provocan que rías y luego te rasques, sino del tipo que quieres alejarte y pasar tu propia mano por la zona para remover al bicho amenazante que haya entrado en contacto contigo.

Jin pensó que cerraba los ojos por puro terror, pero en realidad sus párpados bajaban por sí solos, como si tuvieran vida propia. Y su cuerpo tal y como lo había dejado tendido para someterse a la última orden, ahora ya no respondía. «No. ¿Cómo?, ¿cuándo? ¿El té? No es eso. ¿Las galletas? Tampoco, ya hubiera caído tras haber consumido más de una», indagó en sus pensamientos. Y su corazón le otorgó un bombeo agudo que le provocó dolor, al ser preso de una repentina y más profunda pavura. «La crema», bosquejó al instante.

No, no, no, no... Él dijo que no lo drogaría. ¿Dijo que no lo drogaría? ¿Pero cómo pudo ser tan ingenuo de creerle a ese desgraciado?

Su visión ya estaba descompuesta y por más que se esforzaba en luchar contra sus párpados, éstos querían juntarse sin más.

―¿Qué pasa, Seok-jin?, ¿estás cansado? ―Preguntó con sarcasmo, y le dio una muy suave palmada en la mejilla.

―H...Hi... Hijo de puta. ―Articuló en un suspiro.

Sus ojos se cerraron finalmente, su cuerpo se aflojó, los brazos cayeron a los lados, y Astarot situó su dedo índice en una de las comisuras de sus gruesos labios, y el pulgar sobre la otra, tomando un pequeño resto de crema y migajas que habían quedado allí, y se los llevó a la boca para relamerlos.

―Mmm... delicioso ―murmuró con malicia ―. ¡LIZZ! ―Bramó un instante después.

―Sí, amo. ―Se presentó de inmediato, aunque un poco agitada por la prisa, e hizo una reverencia.

―Llévalo al cuarto gris y prepáralo. ―Dictaminó, haciendo un gesto con su mano.

La chica no pudo evitar sentir pena al encontrarse a Jin inconsciente; cerró los ojos por un momento y apretó los labios. Empero, debía seguir órdenes, por lo que no demoró en inspirar y acercarse a tocar al chico cuando de repente fue sorprendida por el indiscutible y brusco tacto del demonio, estancando sus malevolentes ojos oscuros sobre los grises suyos.

―Quiero que uses de éstas.

Comunicó aquello afianzando su agarre y alzando la articulación impropia delante de su rostro, poco más abajo de sus ojos, para que situara su vista en su muñequera de cuero, elemento que ella siempre debía llevar puesto, así siempre estaría lista para que su amo y señor jugara y la usara tanto como quisiera.

―No quiero que uses cuerdas y me sorprendas amarrándolo débilmente para que luego se escabulla. ¿Sí me entiendes, maldita zorra? ―Expuso con desaire. Soltó de la misma manera su brazo, dejando sus dedos marcados.

―S-Sí, amo ―respondió, con una voz apenas perceptible.

Mientras tanto, en El infierno en la tierra, después de haber alcanzado a Jung-kook, de dejarlo con las manos y el torso bien amarrados, y sentarlo sobre una pequeña mesa, que gentilmente le facilitó Lithium, Nam-joon prosiguió con su plan de rescate.

Ho-seok se hallaba de pie con los brazos cruzados, oyendo con atención. Jimin y Chlorine, ahora más receptiva, se habían incorporado de nuevo, y tomaron asiento en el sofá junto a Yoon-gi, quien dejaba que su pequeño gato mordisqueara su dedo, sin importarle que lo hiciera sangrar.

―Dado que yo poseo más almas consumidas, soy el único que puede abrir el portal a la dimensión de este hijo de su puta madre, así que no podré entrar. Seré el pase de ida y vuelta, sin más ―explayó el jefe de un suspiro ―. Necesitamos que tres intrépidos vayan al frente. V, tu conoces el castillo, así que serás uno de ellos.

Y ante esa declaración el referido bufó con desánimo. El solo hecho de pensar que tenía que volver a pisar ese lugar le revolvía las tripas.

―Recuerden que esto será una misión de buscar, encontrar y salir. No creen pelea o todo se irá a la mierda, ¿quedó claro?

―Yo y Jimin iremos con él. ¿Verdad, V-hyung? ―Propuso Jung-kook, balanceando divertido las piernas.

―No me gusta el trío del caos que componen ustedes tres en específico.

―Yo iré con ellos, Nam-joon-ah. ―Declaró Ho-seok, con total seriedad.

―Tu sueles acoplarte a sus locuras, Hobi. Pero tienes buenas habilidades de ataque, y después de mí eres el más fuerte. Pelea solo si es de vida o muerte. ―Comandó; el aludido asintió ―. Eso nos deja a Yoon-gi para cuidar la entrada. ―Dirigió sus ojos hacia él ―. Esperarás por ellos, y si las cosas se complican invocas a tu pantera con tu hechicería para acabar con lo que sea que los esté persiguiendo a ellos, incluso si es el mismísimo Astarot, y se largan de ahí.

―Está bien.

―Necesitarás estar listo. Los chicos te llamarán con una palabra clave o algo.

―Ya lo tengo. Cuando escuches que te gritamos "Suga-hyung" invocas a la pantera. ―Ideó Ho-seok, desplazándose y quedándose a la par del jefe.

―Vamos a practicar, ¿hum? ―Intermedió Nam-joon ―. Cuando yo te diga "Suga-hyung" tú dices lo que harás.

―Bueno.

―Suga-hyung.

El mencionado se quedó inmóvil y estático; los miró sin siquiera dar un solo pestañeo.

―Recuérdalo, ahora es cuando me respondes.

―Enterado.

―Suga-hyung.

Misma reacción, misma acción, por lo que Ho-seok y Nam-joon giraron la cabeza hacia el otro, mirándose entre sí con silente frustración.

Al unísono, Seok-jin desplegaba sus párpados, aunque se vio obligado a apretarlos de inmediato ante la presencia de un fuerte mareo que lo descomponía. Asimismo, sus labios estaban muy secos, por lo que los remojó casi como acto reflejo, degustando así un sabor ácido y amargo, haciendo que apretara los párpados aún más y con repugnancia.

―¿Qué carajos...? ―Balbuceó.

―Él te dio a beber más sangre de demonio mientras yacías inconsciente.

De nuevo esa suave voz. Lizz estaba allí.

Jin intentó enfocar su visión y, aunque todo le seguía dando vueltas, logró distinguir las paredes de un gris oscuro, que se iba aclarando en un gradiente, hasta llegar a un blanco sucio en la parte más alta. Divisó en toda la extensión del gran cuarto varios artefactos de madera y hierro, con correas y miles de clavos. Había un amplio repertorio de herramientas, cuerdas y gruesos listones colgados en las paredes, también había gabinetes, cajoneras y armarios, donde suponía habría más; eso sin mencionar las cadenas con garfios que colgaban del techo. De pronto, la sala de castigos de Nam-joon parecía un hotel temático de cinco estrellas en comparación con esa auténtica mazmorra en plena inquisición.

Cuando su cabeza bajó un poco ante la fatiga que lo presidía pudo ver gotas, salpicones de lo que no dudaba era sangre, dispersa en varios sectores, sobre el claro suelo de cerámica. Su cuerpo dio un leve sacudón ante la impresión. Fue entonces que percibió sus muñecas tirantes, cosa que lo llevó a alzar la mirada, encontrándose con sus articulaciones rodeadas por unas gruesas esposas de cuero, unidas por una cadena, que estaba enganchada en el segundo de los tres ganchos sobre su cabeza, incrustados en una viga de madera a la cual estaba firmemente sujeto. Sintió la misma presión en los tobillos, que también estaban amarrados con lo mismo. Entró en pánico; emitió un grito a la vez que tiró con fuerza de sus extremidades, pero acalló y cerró la boca al instante, recordando lo que Nam-joon le había dicho desde el principio: «No grites, mucho menos si es con espanto», así que optó por cerrar los ojos y respirar profundo, entonces pudo fijar la mirada en la chica, quien lo veía con aflicción.

―¡Lizz!, ¡tienes que ayudarme!, ¡sácame estas cosas!

―Lo siento, Seok-jin. No puedo. ―Expresó con verdadera pena, agachando la cabeza, juntando sus manos a la altura de su estómago y apretando sus dedos entre sí.

―¡Por favor! ―Tragó en seco ―. T-Tú me dijiste que todos los q-que trabajaron para Astarot prefirieron el suicidio, ¿po-por qué tú sigues aquí?

―Supongo que no pierdo la fe de salir de aquí algún maldito día.

―¡Entonces escapemos juntos!

―¿Y qué tan lejos crees que podamos llegar? Él tiene la ventaja, y por mucho.

Su habla ya no era robótica, ni hizo algún gesto juguetón o pícaro tampoco.

―¡P-Pero...!

―No eres el primero que me pide ayuda para huir, incluyéndome o no en sus planes. Siempre es igual. Una vez que los trae aquí, todo termina de la misma manera, así que... ¿qué más da? ―Dijo, girándose despacio para así abandonar la indecorosa habitación.

―¿Y si tomas mi alma ahora? ―Propuso con desesperación, a lo que la chica se detuvo y volteó a verlo otra vez.

―¿Y qué gano con eso?

―¿Eh? ¡¿No es algo muy poderoso el alma?!

―Lo es, si eres alguien fuerte que lleva un gran número de almas consumidas, lo que no es mi caso pues jamás he tomado una sola alma en todo el tiempo que llevo aquí... desde que Astarot me quitó la mía, junto a muchas otras cosas más. Consumir tu alma solo provocará mi decapitación, en el mejor de los casos, y se quedará con un tú desalmado que solo utilizará como desquite por lo que yo hice. Sí me entiendes, ¿verdad? ―Jin tragó en seco y asintió. Lizz volvió a darle la espalda.

―¡E-Están buscándome! ¡Vendrán por mí! ―Exclamó con su desesperación a un nivel superior, incluso sin saber si era cierto o no, él solo lo soltó sin más, haciendo que la joven repitiese la acción previa.

―¿Quiénes? ¿Tus amigos? Si Astarot te arrastró hasta aquí quiere decir que a esos amigos ya los hizo polvo demoníaco; bueno para salsas, malo para la digestión. ―Dijo sarcástica y se encogió de hombros.

El muchacho, enardecido, dio un sacudón a su cabeza.

―¡Entonces mátame! ―Bramó de repente, cerrando sus ojos con fuerza. Ya había cruzado su límite.

Lizz lo miró con sus ojos bien abiertos, pero pronto se mostró afligida de nuevo. Se aproximó a él y posó con delicadeza su mano sobre su mejilla; se puso de puntillas, claro, ya que su estatura distaba bastante de la de él, aunque suerte para ella que podía pararse sobre los dedos de sus pies.

―Por favor entiende, si hago lo que me pides él desquitará su furia conmigo de una manera terrible y no quiero eso. De verdad lo siento, Seok-jin.

Él mantuvo los párpados juntos; apenas un poco de agua salada se acumulaba en medio, de solo pensar en lo que ese loco iba a hacerle. Respiraba con mucha agitación, sin embargo, comprendía, por supuesto que sí. Incluso si él mismo decidiera morder su propia lengua ahora mismo, eso también sería terrible para ella.

―¡LIZZ! ―El grave vozarrón de Astarot los hizo estremecer y palidecer a ambos al instante ―. ¿Pero quién mierda te dijo que podías tocarlo?

El demonio se aproximó a paso acelerado mientras que Lizz se alejaba y retrocedía unos pasos, llevándose sus manos hacia atrás. Y sin pausa o aviso previo arrojó a la muchacha al piso de un bofetón. Ella se cubrió con su mano, escondiendo un lamento; su amo le ordenó mostrarle su rostro, cosa que hizo, dejando ver su cara blanca ahora manchada abruptamente de rojo y sus ojos cristalinos ante la presencia de lágrimas.

―¡MALDITO HIJO DE MIL PUTAS! ¡¿Por qué carajos tienes que golpearla, ah?! ¡¿Por qué no me golpeas a mí hijo de la gran puta?!

Seok-jin gruñó con auténtica histeria. ¿Era posible enfadar a un ser tan encantador como lo era él? ¿Hacerlo descender en pesimismo y transformarlo en alguien totalmente opuesto?, Astarot se preguntaba, relamiendo sus labios con su apetito en aumento. Y una vez más, sin escatimar en nada, blandeó el brazo y estampó su gran mano contra su cara, girándosela con violencia. Detuvo la agitación de su cuerpo y acalló esa boca impertinente en un segundo.

Al mismo tiempo, Ho-seok apagaba la colilla de su sexto cigarrillo, Jung-kook se encontraba todavía amarrado, boca arriba y con la espalda recostada sobre el mueble, su cabeza guindando y degustaba una paleta dulce sacada de quién sabe dónde. Taehyung en la punta del sofá, con el cuerpo extenuado sobre el respaldo. Jimin con sus codos sobre sus muslos y sus manos juntas aguantando su rostro; Chlorine descansaba su cabeza sobre su hombro. Y por último, Nam-joon ya se encontraba sin su saco, sin los lentes, y con los brazos de su camisa remangados hasta un poco más abajo de los codos, de pie frente a Yoon-gi. Dio un profundo suspiro y dijo:

―Mira, cuando yo diga Suga-hyung y te pise el pie, tú mueves la cabeza. ―Lo apuntó con el dedo.

―Entendido.

―Suga. ―Un pisotón ―. Hyung. ―Otro más.

El mencionado miró hacia abajo, luego al jefe, una, tal vez dos veces y luego desvió sus ojos hacia su compañero a su lado.

―Ah, creo que te habla a ti, Taehyung. ―Le dijo a Jimin.

Éste, al igual que más de uno, se pasó las manos por el rostro, mientras que algunos solo suspiraron maldiciones. Jimin apoyó después una de sus palmas sobre su mejilla, mostró una sonrisa sarcástica y replicó:

―¿Sabes? Si no tuvieras una cara tan bonita, y si no supiera que me devolverás el golpe con creces, te rompería la mandíbula de un puñetazo, te lo juro por Satán y toda su comarca maldita.

―Nam-joon-ah, ya déjalo. Estamos con el tiempo contado ahora. ―Habló Ho-seok, con ansiedad en su semblante.

―Sí, tienes razón. ―Se giró hacia él ―. Ese hijo de puta debe estar por llevar manos a la obra.

―Lo siento ―dijo Yoon-gi, impávido. Se puso de pie y le cedió su gatito a Jimin ―. Buscaré y tomaré mi medicación.

―Pobre hijo de puta ―murmuró el jefe, después de dejar ir un bufido, negando con la cabeza y mirándolo con pena.

Mientras tanto, Astarot había conseguido que su mano sintiera un agudo ardor tras ese rudo golpe.

―Carajo... ¿Me habré excedido? ―Indagó para sí mismo en un susurro, con un ceño fruncido y una sonrisa que dejó ver sus dientes.

En definitiva.

Jin suspiró, sin poder moverse. Desde sus pleitos menores en la secundaria, nunca antes un golpe lo había dejado tan aturdido. Su mejilla estaba rojísima e hirviendo. Su boca entreabierta y la comisura de su labio rota, con una abertura en la carne que dejaba que la sangre escapara y se derramara.

Astarot suspiró con entusiasmo, acercándose a sujetarlo por la jeta y llevó su cara al frente, obligándolo a que lo mirase.

―¿No te trae recuerdos de tu pesadilla, Seok-jin? Podemos revivirla justo ahora ―dijo en un susurrar, y movió sus largos y delgados dedos hacia abajo por su cuello cuan extremidades de una letal tarántula, mientras que el pecho de Jin subía y bajaba con gran celeridad.

―Ve-Vete a la mierda. ―Espetó con enfado.

Con su otra mano, más específicamente con el pulgar, limpió la sangre y la degustó en su boca. Afianzó el agarre contra el cuello ahora, llevó sus ojos a su frente, quitó de un tirón el parche y contempló con una sádica sonrisa que la herida ya no era más que un simple enrojecimiento sobre su piel.

―¿Para qué mierda pretendías curar mis heridas con tanto empeño en primer lugar?

―¿Qué no es obvio? Para causarte yo unas nuevas. ―Expuso, calando profundo en sus fanales ―. Sin embargo... ―Bajó la mirada y separó sus dedos sobre su cuello ―, no pude borrar éstas ―añadió, paseando las yemas de sus dedos sobre las marcas moradas que había dejado Chlorine ―. Me pregunto...

Levantó su índice en alto, dejando que éste se alargara hasta formar una de sus cinco cuchillas. Picó sobre la piel ahora trémula del chico y pellizcó el cuello de su playera percudida, rompiendo la tela hasta el área del tórax y rayando de forma superficial la dermis.

―Vaya... Chlorine se ha esmerado, ¿eh? ―Dijo, al abrir la tela bifurcada y observando más marcas ―. La perra sí sabe cómo hacer su trabaj...

―No menciones a Chlorine. ―Lo cortó en seco. Su tono, así como su expresión fueron determinantes.

―¿No quieres que mencione a tu linda zorrita especial? ―Pronunció con burla.

―¡Púdrete! ―Escupió con ira. Ya estaba jugado hasta las pelotas; ya no pensaba ni contestaba con raciocinio.

―Me gusta ese espíritu, Seok-jin. ―Dejó caer pesadamente sus manos en el espacio entre su cuello y sus hombros alzados ―. Será un verdadero placer hacerte gritar de agonía.

A continuación un "clac" chirriante y oxidado se oyó; Jin pudo sentir una leve presión contra el cuello, pegado al maxilar, en conjunto con la sensación de frío. Bajó un poco las pupilas, aunque no logró ver, puesto que su cabeza tenía la movilidad reducida ahora. Astarot había juntado dos piezas metálicas que se hallaban apartadas en la viga a la que el chico permanecía sujeto.

El demonio tomó el cuello de la camiseta y lo deslizó un poco para exponer ese cuello que hallaba tan apetitoso.

―¿Qu-Qué vas a...? ―Preguntó, trémulo.

―Si no puedo deshacerme de las marcas de Chlorine... tal vez pueda dejar la mía encima de ellas... ¿Qué te parece?

El brillo en los ojos de Jin reflejaba terror. Astarot abrió la mandíbula, dejando ver sus dientes afilados y una lengua promiscua amenazando su piel. Acto seguido, tomó al chico por el cabello, apretando las hebras en su puño, y ladeó de manera brusca su cabeza.

―Por favor, ¡por favor...! ―Fue todo lo que pudo articular.

―Sé un buen chico... y dame tus mejores gritos... ―murmuró cerca de su oído.

El muchacho apretó los párpados y tensó los dientes. El demonio hambriento respiró hacia adentro, en tanto abría más la quijada.

* * *

―Muy bien, montón de bastardos, ¿están todos listos? ―Exclamó Nam-joon, estrellando sus manos frente a su rostro.

―Nam-joonie-hyung... realmente no quiero ir a la cabeza ―susurró Taehyung con gran consternación.

―Escucha, V. ―Posó su mano sobre su hombro ―, les dejé expresamente claro a todos que no me llamasen "Joonie" por nada. Ahora, cuando vuelvas, voy a tener que meterte un puño por el culo. Aunque tratándose de ti, usaré vaselina.

―De acuerdo.

Nam-joon le dio una fuerte palmada que lo hizo quejarse y luego lo tomó por los hombros.

―Sé que lo que te pido es una mierda, pero tu conoces el lugar. Eres el único que puede guiarlos lo más rápido posible hasta Kim. ¿Puedo... contar contigo?

El referido se mantuvo cabizbajo, relamió sus labios y asintió repetidas veces con seguridad.

―Así se habla flacucho, nunca te rindas. ―Alentó, dándole otra palmada a ambos brazos.

―Flacucha tu abuela, hijo de puta. ―Le contestó, arqueando una ceja. El jefe sonrió, dejando ver, aunque discretos, sus hoyuelos.

Jung-kook acomodó el cuello de su chaqueta de cuero, Jimin levantó las mangas de su camisa holgada y Taehyung ajustó los cordones de sus botas. Ho-seok levantó su pulgar hacia el jefe y Yoon-gi se despidió de su pequeña mascota, dejándolo en brazos de Tellurium, quien besó sus labios deseándole suerte y que se aferrara a sus memorias tanto como le fuera posible. A su lado estaba Chlorine, de brazos cruzados y con mala cara, ya que le habían prohibido terminantemente acompañar a los muchachos en la misión. Necesitaban actuar rápido, y no un percance más. Ella no era una luchadora ni mucho menos manipulaba la hechicería, por lo que fácilmente podría ser tomada como carnada y eso solo complicaría las cosas. Lo entendía, pero aun así estaba molesta y acuciosa.

Los ojos del jefe comenzaron a tornarse amarillentos y a refulgir. Las venas de su cuello y sien comenzaron a aflorar ante el esfuerzo y la concentración. Con un raudo blandir de sus brazos a los lados, que provocó un breve temblor, el portal fue abierto. Todos vieron una vez más esos pequeños lustres violáceos, el humo oscuro y ese frío intenso.

―Recuerden: ¡buscar, encontrar y salir! ―Exclamó el jefe con ímpetu, sin darse el lujo de relajar un solo músculo y mantener su concentración intacta para conservar el vórtice estable.

El primero en cruzar fue Taehyung, dedicándole la mirada a Nam-joon y posando sus dedos en forma de V bajo su ojo, lo siguió Jung-kook alzándole el dedo medio y seguidamente Jimin y Ho-seok, quienes empujaron al chico, uno con un toque en la nuca y el otro con una patada suave en las nalgas, y cruzaron juntos luego. Al último se incorporó Yoon-gi.

―Aguanta ahí, Kim. Ya vamos ―masculló el jefe.

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