Capítulo 23: Percance
El corte en la parte alta de la frente estaba siendo atendido, después de que la sangre hubiese sido limpiada cuidadosamente, y por último un pequeño parche con una gasa fue puesto en la zona. El brazo, que presentaba magullones, fue desinfectado y a posteriori vendado. Seguido a ello, unos delgados y blancos dedos, con desgastadas uñas negras, rodearon el cuello, palpando de un lado, luego del otro.
―Mmm... Chlorine... ―Balbuceó Jin, moviendo un poco la cabeza y empezó a separar los párpados.
―No soy Chlorine. Chico hermoso. ―Una voz femenina muy serena y suave le respondió.
Seok abrió los ojos de par en par en ese mismo instante, pegando un grito, levantándose de golpe de aquella cama y cayendo de manera inevitable al piso ante su pobre equilibrio. Con la respiración agitada, se sostuvo con sus manos y levantó la espalda.
La muchacha que lo acompañaba en esa habitación lucía literalmente solo blanco y negro: su piel era cubierta por maquillaje níveo, que contrastaba con el pequeño corazón negro en el centro de sus labios y la abundante sombra del mismo color rodeando las cuencas de sus ojos, aunque haciendo resaltar el gris del iris; y en la parte baja de su ojo derecho un diminuto corazón.
Llevaba puesto un vestido con un estilo victoriano y gótico también negro, con un corsé bien ajustado; medias largas blancas y zapatillas de ballet oscuras. Su cabello también era renegrido, largo hasta la cintura y lacio, ondulándose solo en las puntas. Llevaba además, sobre el pelo y atado a éste con un lazo que se unía debajo de su mentón, un mini sombrero azabache. Y como detalle adicional tenía muñequeras y tobilleras de cuero oscuro, con hebillas de metal, aunque la de su cuello era un poco más delgada. Aquello último lo hizo tragar en seco.
―¿Dó-Dónde estoy? ―Se enderezó de a poco.
Paseó la mirada. Era un dormitorio bastante amplio y con forma circular en uno de los extremos. Las paredes eran de piedra y el suelo de mármol. Había una cama grande con fundas blancas, donde había despertado, algún que otro mueble negro y un ventanal dividido por pequeñas columnas, con tres vidrios. Jin no lo dudó un segundo, se aproximó a la ventana y abrió el cristal. Pero con solo asomarse por poco cae a lo que era no un vacío, sino algo más tétrico: una gran ráfaga de viento frío hondeaba su ropa y flameaba su cabello. Allí, bajo una capa de espesa neblina, era un negro total, con miles de aullidos penosos emergiendo uno tras otro. Atrapado en su perplejidad, no se percató que la chica de blanco y negro lo mantenía sujeto de la cintura, para evitar que cayera. Tiró apenas un poco, entonces el muchacho volvió unos pasos atrás y cerró la ventana.
―¿Qué lugar es este? ¿Qué fue eso de ahí? ―Señaló el cristal con el pulgar.
―Esta es una de las torres del castillo. ―Torció un poco la cabeza ―. De mi amo Astarot. Y lo que viste, o más bien oíste afuera. Son los alaridos de espectros en pena. Seres que han caído en manos de mi amo, pero no han conseguido tolerar su potestad. Razón por la que terminaron con sus vidas. Sin saber que quedarían atrapados aquí. Sin hallar descanso a su agonía.
¿Castillo?, ¿torre?, ¿espectros?, ¡¿amo?! A Jin cada vez le gustaba menos el rumbo que estaban tomando las cosas. Se llevó una mano a la boca y caminó unos pasos, tratando de pensar con calma.
―Ella ocupó. Esta misma habitación. ―Expuso la chica, repitiendo la acción con su cabeza.
Él se giró hacia ella, retirando su mano de su rostro sin entender con exactitud a qué se refería. Su mente era un desastre en ese momento, incluso si le hablaban con total claridad su cerebro no cooperaría.
―La prostituta Chlorine que mencionaste. Ocupó este cuarto. ―Volvió a hacer el mismo gesto.
Era como estar viendo a una muñeca a la que le habían dado cuerda. Y es que su voz era tan suave y apacible, que podría jurar que lo calmaba.
»Aunque mi amo. No me permitió curar ninguna de sus heridas. Incluso si estaba sangrando no le importaba. Se la llevaba. Para cogérsela en el cuarto gris.
―Maldito asqueroso hijo de puta. ―Espetó con enfado y apretando los puños. La muchacha sonrió, aunque él ni lo notó ―. ¿Tú tienes nombre?
―Sí. Soy. Lizz. ―Extendió su mano. No dejaba de torcer su cabeza de un lado o de otro cada vez que emitía palabra. Era escalofriante.
―Seok-jin. ―Estrechó su mano brevemente. Estaba helada.
―Sé quién eres. Alguien bastante popular por estos lares. Mi amo está muy interesado en ti. A diferencia de la prostituta, me pidió que te tratara con mucho cuidado. Y que atendiera tus heridas.
Jin desvió sus ojos hacia su brazo vendado. Le faltaba la manga de ese lado, y dolía un poco al tocarlo.
―¿Estás aquí solo para curarme... o también para retenerme si intento huir? ―Volvió la mirada hacia ella, que en todo momento lo inspeccionaba, manteniendo una muy discreta mueca en su rostro blanco que no sabía si definirla como una alerta o no.
―A mí solo me han encomendado la tarea de curarte. Si quieres marcharte no te lo impediré. A menos que mi amo me lo ordene.
Dicho aquello, Jin no necesitó más. Se dirigió hacia la puerta del cuarto; no creía poder hacer mucho, pero tenía que intentarlo al menos. No obstante, en cuanto desplegó la tabla de madera el mismísimo Astarot estaba ahí de pie y lo dejó helado al instante.
―Veo que te sientes bien... Kim Seok-jin. Tomemos el té, ¿quieres?
Sin previo aviso y con bastante rudeza lo tomó por la parte de atrás del cuello, y se lo llevó de ahí.
Mientras tanto, el jefe Kim Nam-joon terminó de acomodar las mangas de su traje, arregló el cuello de su camisa negra frente al gran espejo de pie en su habitación, y atravesando un vórtice se trasladó directamente a la planta baja. Allí, varios de los trabajadores, incluso invitados y clientes frecuentes del burdel, se encontraban limpiando el lugar, cosa que agradeció con una notable reverencia; ellos respondieron con la misma acción.
El dolor en todo su cuerpo era muy pujante aun, cada paso que daba era semejante a una puñalada, pero por nada del mundo se quedaría postrado en la enfermería esperando a que su organismo hiciera lo suyo. Seok-jin estaba en apuros y debían ahorrar todo el tiempo posible.
Detuvo el paso frente a un amplio sillón, que había sido puesto allí para los muchachos heridos, aunque solo lo ocupaba Jung-kook, extenuado a todo lo largo muy ingratamente, mientras que los demás estaban de pie o sentados en el piso. Se sorprendieron al ver al jefe tan pronto, con buen aspecto e incluso con un nuevo par de gafas negras. Se llevó las manos a los bolsillos delanteros de su pantalón y los observó detenidamente a cada uno: Ho-seok estaba de pie, de brazos cruzados y muy molesto, no solo por lo ocurrido, sino porque sabía a la perfección que el jefe debía guardar reposo más tiempo. Empero, también sabía que dijera lo que dijera no lo escucharía, motivo por el cual ni siquiera se molestó en abrir la boca. Jung-kook estaba desparramado en el sofá, sus heridas ya habían sanado, pero flexionar las piernas todavía le causaba dolor. Taehyung aun respiraba pausado; la herida en su abdomen no había cerrado del todo. Yoon-gi estaba cabizbajo, con una gran bolsa de hielo sobre su amoratada frente. Era preso de una migraña terrible. Jimin estaba sentado en posición de loto, con la espalda apoyada en el pie del sillón. Llevaba puesto un collarín, en lo que sus tejidos se cerraban. No sería capaz de emitir palabra alguna por un rato. Y por último, justo sobre uno de los apoyabrazos del sofá, estaba sentada Chlorine, con la cara manchada de su propia sangre ya seca, la mirada perdida y repetía en su cabeza las palabras de Jin: «Creo que te amo, Chlorine... No quiero irme», una y otra vez, hasta que lo único que hacía ruido en su mente era «te amo». Pero al momento de escuchar la potente voz de Nam-joon arribó de vuelta a la realidad.
―Bueno... Nos han roto el culo, pero es grato ver que al menos todos continuamos respirando.
―Ese Astarot nos bailó sabroso, hyung. ―Habló Jung-kook.
―No es vergüenza caer ante el mejor.
―¿El mejor? ¡Pero si no...!
―Caímos ante el mejor muchacho, no lo olvides.
―Si nos pateó el trasero entonces fue mejor que nosotros. ―Intervino Yoon-gi, apartando la bolsa de hielo. Su rostro ya estaba intacto, aunque el dolor perseveraba ―. Tenemos que rescatar a Seok-jin de las garras de ese maniático.
Y con esa declaración, todos fijaron sus ojos en él. Hasta Jung-kook se enderezó en el cómodo mueble para verlo.
―Yoon-gi-ssi, recordaste su nombre ―dijo Ho-seok, avanzando hasta quedar frente a él.
―Recordé su nombre. ―Levantó las cejas y alzó la cabeza.
―¡Bien hecho! ―Le dio una palmada en el hombro.
―¿Quién eres?
No podían pedirle demasiado, ¿eh?
A su vez, el susodicho fue conducido por un amplio pasillo, pasando de largo dos escaleras: una en espiral y otra recta, que desde ahí parecían infinitas e ir en picada hacia abajo. Y en lo alto, unos grandes ventanales con una muy llamativa cristalería en variados tonos violeta, adornaba parte de las escaleras con esos matices. Asimismo, avanzaron ignorando varias puertas de ese amplio corredor, colosales como ninguna que el joven haya visto antes; lo hacía sentirse pequeño, no podía evitar detenerse a contemplar su alrededor, sin embargo, con cada mínima pausa en su andar, Astarot lo empujaba para que continuara moviéndose.
Toda la estructura era de un estilo gótico. Abundaban los detalles en dorado, pero los colores predominantes eran el blanco, el negro y el gris (aunque todas las puertas eran de un marrón oscuro más bien).
El pasillo continuaba; logró ver a lo lejos más escaleras. No obstante, Astarot volvió a tomarlo por el pescuezo y lo obligó a detenerse frente a una puerta doble que por sí sola se abrió, y una amplia sala de estar fue desvelada. El demonio casi que lo empujó y lo sentó en uno de los cómodos sillones individuales, mientras que él ocupó el que se hallaba en paralelo. Se cruzó de piernas, desprendió el botón de su saco negro y aflojó su corbata color lavanda, quedándose más a gusto.
El joven curioseó la habitación: lo primero que percibió fue el aroma a madera y flores silvestres, casi embriagador, así como la oscuridad del entorno, que solo era iluminado por numerosos candelabros de pie y otros sobre los muebles.
El techo estaba bastante elevado y poblado por detalles en negro y dorado, dibujando las ramas de un gran árbol, que parecía moverse ante el suave meneo del fuego de las velas. A lo lejos había una chimenea apagada, y numerosos estantes con una gran cantidad de libros.
―Y dime, Seok-jin... ―Consiguió que su invitado llevara rápido sus ojos hacia él ―. ¿Has tenido algún sueño interesante?, ¿conmigo tal vez?
El referido abrió los ojos de manera considerable, dirigiéndolos hacia el emisor. Se quedó estupefacto por unos segundos, hasta que recordó la pesadilla que había tenido. «¿Cómo... lo sabía él?», se preguntaba, a lo que el demonio sonrió socarrón.
―Digamos que... Cuando digo que me meto en la mente de mis víctimas... lo hago muy en serio. ―dijo, cruzándose de piernas y reposando su codo sobre el apoyabrazos del asiento, para así juntar su sien con sus dedos.
A estas alturas, los ojos de Seok se quedaron prácticamente sin párpado alguno. No terminaba de conciliarlo, y lo asustaba demasiado.
―¡Puto Freddy Krueger de mierda! ―Espetó con enfado y asombro, dando un salto del sitial y caminó hasta quedarse de pie detrás del respaldo. Astarot rio siniestro entre dientes.
―No... Mis habilidades no llegan a tanto... Pero sí me permito divertirme un poco. ―Le hizo un gesto para que volviera a su asiento.
―¿Divertirte? Tú de verdad eres mala persona. ―Se sentó, más por inercia que por haberse percatado del comando.
A continuación, Lizz irrumpió con el permiso de su amo, y depositó una bandeja con té y galletas sobre la mesita situada en medio de los asientos. Jin no pudo evitar suspirar con alivio, agradecido por su presencia para no estar a solas con él. Aunque...
―Retírate. ―Le dijo su dueño con un tono despectivo, haciendo un ínfimo ademán con su mano y enderezando la postura apenas, sin despegar sus retinas del muchacho, quien por un segundo flaqueó y lo miró, pero desvió la vista al instante, cosa que lo hizo sonreír ―. Bebe... Seok-jin. ―Le habló con una escalofriante armonía, haciendo otro pequeño gesto con su mano.
―N-No, gracias. Estoy bien.
Por supuesto que estaba bien. Aunque todo en la bandeja tenía muy buena pinta, no se arriesgaría de ninguna manera a consumir nada de lo que le ofreciese, sin embargo, Astarot borró la sonrisa de su cara abriendo un poco más sus ojos y se inclinó hacia delante, haciendo rechinar la madera del sillón.
―No era pregunta. ―Negó levemente con la cabeza ―. Quiero que bebas el té. Ambas tazas. Y si te atreves a dejar siquiera una gota la usaré para lubricar mis dedos y metértelos uno a uno por el culo. ¿Qué me dices? ¿Opción número uno, u opción número dos?
El muchacho se quedó con la boca entreabierta ante aquella declaración, dejando que se escuchara inevitablemente su exhalación. El nerviosismo había subido tanto que provocaba dolor en su cuerpo. Tragó saliva y bajó la mirada hacia las tazas.
―¿Vas... a drogarme? ―Se animó a preguntar, temeroso y con una voz muy débil, llevando sus pupilas hacia él.
―Por Satán, chico... ―Se hizo hacia atrás en su asiento ―...piensa un poco, ¿de qué carajos me servirías drogado? ¿No crees que si hubiera querido drogarte lo hubiera hecho desde un principio para secuestrarte?
El bastardo tenía un punto. Y no, Seok no podía pensar con claridad ya que su miedo se estaba apoderando de él más rápido de lo que podía aguantar.
―Bebe. Hasta el fondo. No volveré a repetirlo. ―Su tono fue absoluto, y su voz era simplemente escalofriante. No intimidaba, sino que directamente masticaba y tragaba cualquier ápice de valor que alguien pudiese tener.
Con toda la desconfianza del mundo, Jin tomó uno de los pocillos de porcelana negro, blanco y con minúsculos detalles en dorado, se lo llevó a sus temblorosos labios y bebió. No tardó mucho en hacer una mueca de desagrado. La temperatura era la adecuada, pero sabía extraño: amargo y un poco espeso.
―Debes saber... mi estimado Seok-jin... que... Freddy Krueger es un clásico del horror. ―Apuntó con el dedo.
El oyente por poco se atraganta con el primer sorbo.
―Sí, es cierto. Igual que Halloween, ¿verdad?
―¡Exacto! ―exclamó, golpeando su palma contra su muslo ―.Al menos en América.
Jin ya no entendía un carajo de nada. Pero suponía que mientras más lograra entretenerlo, más tiempo le brindaría a Nam-joon y a los demás para ir por él. Porque... Irían por él... ¿verdad?
El jefe estornudó de repente, supuso que alguien podría estar hablando de él, pero no le dio mucha importancia, ya que era un momento crucial. Había traído frente a sus muchachos una pizarra blanca y entre sus dedos sostenía un marcador negro.
Todos tenían ahora mejor aspecto, más color en sus pieles y se habían mudado las prendas rotas y manchadas de sangre. Jimin ya no llevaba el collarín y su cuello estaba intacto, aunque no podía hacer mucho uso de su voz todavía.
―Muy bien, mientras nuestras heridas terminan de sanar y recobramos algo de nuestro puto orgullo pisoteado, idearemos un plan para rescatar a Kim ―dijo, señalando la pizarra y dibujando una figura bastante decente en el centro ―. Esto es un óvalo ordinario.
―Oye, oye, despacio cerebrito. ―Se quejó Jung-kook.
―Son el tipo de portal que se abren para viajar largas distancias y acceder a otros planos.
―Me aburro. ―Declaró el joven demonio, descansando su mejilla sobre su mano. Ho-seok le dio un manotazo en la nuca y éste, lejos de enfadarse sonrió.
»A diferencia de los portales que usamos aquí nosotros, que son redondos. Para llegar a tiempo al trabajo, al baño a cagar; escaparte de tu ex, y todas esas cosas... que yo ya no hago, porque soy el jefe. ¿Alguna pregunta?
Yoon-gi alzó la mano en ese momento.
―Sí, Suga. ―Le cedió la palabra, a lo que el chico comenzó a rapear de manera intensa, aunque carraspeó después.
―Lo siento, la costumbre. ―Volvió a aclararse la garganta ―. No es una pregunta, pero los vórtices que se abren para acceder a otras dimensiones están cargados de energía.
Mientras hablaba un pequeño gatito blanco y peludo se asomó por su espalda, se acomodó en su hombro, y empezó a palpar los zarcillos de su oreja con su pequeña pata.
»Misma que debe tener para mantener la brecha abierta.
El gatito ahora tanteaba de manera insistente su mejilla, hasta que cayó por su pecho, y él lo atrapó en sus manos, resguardándolo.
»Es por eso que no cualquiera podrá abrir un portal a la dimensión de Astarot.
Todos se quedaron impresionados ante su eficiente razonamiento.
―¿Y ese gato de dónde salió? ―Preguntó Jung-kook.
―Jimin me lo trajo. Es hermoso.
El mencionado sonrió.
―Gracias Yoon-gi-ssi. ―Respondió, acariciando su cabello ―. Pero el gatito también lo es. ―Lo señaló.
―Estaba hablando del gato, idiota.
―Hey, no llames idiota al pobre gatito. ―Continuó molestándolo ―. Ponle un nombre mejor, como "pelusa", "copo de nieve" o alguna de esas tonterías.
―Polar bear. ―Secundó Taehyung.
―¿Qué tal Semen? ―Añadió Jung-kook, ganándose otro manotazo por parte de Ho-seok.
―Ay no seas ordinario, Kookie. ―Lo regañó Jimin.
―¿Lo dice la diva promiscua? ―Alzó una ceja.
―Le pondré Coco, porque es blanco como el coco.
―El coco es marrón como la mierda y blanco como el semen. Yo sigo pensando que... ―Intentó alegar, pero al ver que el chico lo miraba con sus ojos irradiando una refulgencia ámbar simplemente dejó de hablar.
―Me decoloraré el pelo para que estemos iguales ―dijo, con el animalito ya dormido en sus manos.
―Genial. A este ritmo que vamos Jin debe estar seguramente atravesando su segunda o tercera violación. ¡Tal vez una cuarta! Las probabilidades son infinitas. ―Expresó Chlorine con notable sarcasmo en su habla.
―Ese maldito no trabaja así, bien lo sabes. Contamos con eso a nuestro favor. ―Corrigió Nam-joon ―. Y no sé si lo has notado, linda, pero estamos recuperándonos de la mierda absoluta en la que nos dejó ese hijo de puta. No nos queda de otra si lo que queremos es traer a Kim de regreso sin morirnos en el intento. ―Su tono se acrecentó en brusquedad y severidad, así como el volumen.
Jimin se levantó y puso en alto su mano, para solicitar con gentileza al jefe que se detuviera. Luego hizo unos ademanes con las manos; él se encargaría. Se acercó a la muchacha y la tomó de la mano, llevándosela hasta el bar, la alzó en brazos y sentó sobre uno de los banquillos altos, mientras que ella solo estaba cruzada de brazos y mirando en otra dirección.
En tanto Nam-joon se puso a perseguir a Jung-kook, quien se había apropiado del marcador y llenado la pizarra de bosquejos de Astarot con largos bigotes y conejos, Jimin se marchó por medio de un portal, aunque volvió en la brevedad con una de sus camisas oscuras para la chica, no por querer ser caballeroso, sino porque la playera de Jin había sido rasgada y ver sus enormes y firmes pechos lo estaba excitando en demasía. Agarró una toalla húmeda en un pote con agua, que también había traído, tomó a la joven diablesa de la barbilla y comenzó a limpiar la sangre de su rostro. Ella solo se dejó hacer con la mirada baja.
―Quita esa cara, por favor. Jinnie volverá con bien, ya verás.
―No es que no confíe en su habilidad, Jimin. Pero Jin-jin... está mucho más lejos de nosotros que de las manos de Astarot. Ya lo tiene... y podrá hacer lo que quiera con él.
Jimin bufó.
―Te conseguiste un chico muy complicado, Suni. ―Dijo, meneando un poco la cabeza.
Tras haber limpiado toda la sangre, dejó la tela un lado.
»Debiste pensarlo mejor y acostarte conmigo cuando te lo propuse. ―Soltó divertido, reprimiendo una sonrisa, tal y como lo hizo la muchacha.
―No quise arruinar nuestra bella amistad ―dijo, mirándolo con más atención y posó sus dedos bajo la barbilla impropia para realzar su rostro ―. Casi te perdemos hoy. Por favor cuídate más. No quiero perder a mi mejor amigo.
―Incluso si dejas de verme jamás me perderás. ―Esta vez sí dejó ver una gran sonrisa; ella se la devolvió, aunque en un suspiro la perdió.
―Mientras nosotros estamos aquí, ese maldito ya tiene la ventaja. Le hará daño.
―Eso no pasará. Jinnie ha tolerado demasiado, esto es solo... un percance. Podrá con esto también. ―Le dio una suave caricia en el hombro.
―Pobre Jin-jin... debe estar muerto de miedo y ahogado en llanto ―dijo por lo bajo, negando con la cabeza sin querer imaginarlo.
Pero lo cierto es que Seok-jin no solo estaba sonriendo, sino que reía a carcajadas, todavía con uno de los pocillos entre sus dedos.
―Seok-jin, maldito hijo de puta... Tus chistes son tan malos que dan risa ―dijo Astarot, con una mano sobre el rostro, completamente tentado al punto de resultarle difícil articular palabra.
El referido apagó despacio las risas y dio un último sorbo a ese té tan horrible. La sola sensación del líquido inmundo escurriendo por su esófago le producía arcadas.
Dejó la segunda taza vacía sobre la bandeja en la mesa, sin poder quitar ese sabor acerbo de su boca.
―¿Tan feo estaba? ―Alzó las cejas con curiosidad, mas no con asombro o preocupación.
El joven se limitó a asentir nada más, y tomó una de las galletas para quitarse ese mal sabor. De hecho había funcionado, la masa no estaba nada mal.
―¿De verdad era té?
―Sí, claro. Con sangre de demonio.
Hecha aquella declaración espontánea los ojos, fanales oscuros de ambos, se encontraron, escaneándose de hito en hito.
Jin tragó de una sola vez sin preocuparse por continuar masticando y sus párpados se abrieron palmarios; ya no era un asombro atontado como en la ocasión anterior, ahora estaba oficialmente asustado. ¿Por qué mierda le daría a beber algo como eso? ¿Qué... Qué pretendía?
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