Capítulo 2: El nuevo
Nuestro chico se encontraba ahora detrás de la barra de bebidas, vistiendo una elegante camisa blanca con el cuello abierto y las mangas respingadas hasta los codos; pantalones de vestir negros y unos elegantes zapatos a tono. Su pelo había sido arreglado, luciendo ligeramente más ondulado y alborotado, dejando un arco a un extremo, dejando ver parte de su frente.
Estaba secando unos vasos de cristal y acomodándolos cuidadosamente en el mueble a su espalda. No miró nada más allá de la vajilla, ni dijo nada tampoco, no lo necesitó, su rostro lleno de frustración e impotencia hablaba por sí solo.
Ese bastardo de Kim Nam-joon fue despótico y sumamente terminante; consiguió tenerlo agarrado de las pelotas sin previo aviso:
―¿Mi alma? ¿Cómo que mi alma?
―Desconozco los motivos que te trajeron aquí, y no me interesan tampoco. Pero creo que podríamos usarlo a nuestro favor. Así que de ahora en más trabajarás para mí.
Se le preguntó en ese momento si era conocedor del valor que tenía el alma. Pero más allá de lo que la religión a su alrededor pregonaba, no conocía mucho más, y el hecho era que una sola alma tenía un poder altamente desproporcional. Ellos, demonios, se alimentaban de eso como un néctar vitalicio, dotándolos de poder.
Continuó recordando lo que pasó después:
―Pe-Pero...
―Aquí tendrás alojamiento completo y todo lo que puedas necesitar. Y correrá por mi cuenta, así que despreocúpate.
―¡Aguarda un momento! ¡No voy a...!
El jefe lo frenó en seco, regresando la mirada directo a sus ojos, acomodando sus anteojos y dejando ver un destello amarillento por debajo del oscuro cristal.
―Me parece que no nos estamos entendiendo, Kim. No te estoy preguntando si trabajarás para mí. Te lo estoy informando. Tú me debes, y no te dejaré marchar hasta que saldes tu deuda.
Seok-jin permaneció cabizbajo, con el ceño fruncido en una silente amargura. El cabecilla extendió su brazo hacia él, entonces las chicas se apartaron. Dejó caer pesadamente su mano sobre su hombro.
―Es mucho más fácil para mí ponerte unos grilletes, encerrarte y vender tu culo al postor más promiscuo que encuentre, incluyéndome, o a mis muchachos ―dijo, señalando a los otros dos atrás ―. Pero estoy siendo... ―Apretó un poco su agarre en su hombro ―, terriblemente civilizado. Te estoy dando un poco de... autonomía aquí, porque me agradas. Te daré una chance de mostrar tu potencial ―Retiró su mano y lo señaló con el dedo ―. Solo no hagas que me arrepienta, ¿quieres? ―agregó, irguiéndose y acomodando el saco de su traje.
Después de ese breve pero intenso discurso, dejando al joven trémulo y deshecho, el jefe ordenó a Ho-seok y a Jimin indicarle a su nuevo huésped dónde estaría su habitación, y darle luego un breve recorrido para familiarizarse con el lugar. Al concluir acudirían al salón principal en planta baja, en el escenario, para que demostrara lo que sabía hacer.
En el segundo piso estaban los cuartos donde los empleados otorgaban sus servicios a sus diversos clientes; en el tercero se hallaban sus dormitorios. En el cuarto nivel estaban las habitaciones de los muchachos de confianza del jefe, Kim Nam-joon. Y en el quinto y último piso se hallaba su oficina personal, conectada con su dormitorio. En ese mismo nivel también estaba situado un gimnasio; la enfermería y el salón de castigos: los demonios eran traviesos y desobedientes más veces de las que ellos mismos eran conscientes, por lo que era necesario diciplinarlos de tanto en tanto.
―¿Salón de castigos? ¿Es en serio? ―preguntó el nuevo, incrédulo.
―Pórtate mal cuando quieras, Jinnie. Me encantará arrastrarte a ese cuarto ―le dijo Jimin, deslizando su mano por su mejilla y dándole una palmada en la espalda después, continuando su camino por el corredor.
Se detuvieron en una de las últimas puertas: el dormitorio destinado a Seok-jin. Jimin abrió la puerta empujándolo dentro con una nalgada.
―¡Oye! ¿Qué rayos crees que haces?
―Te golpeo el culo. Llevo un largo rato aguantándome. Y me siento un poco excitado ahora, debo admitir.
―Jimin-ssi, eres diabólico ―dijo su compañero, propinándole un golpe sonoro en sus nalgas.
―Ah, Hobi-hyung, tienes mano dura ―rio entre dientes y le devolvió el toque con la misma potencia.
Al momento siguiente, los dos estaban riéndose y repartiéndose nalgadas entre sí, como si se tratara de una competencia. No obstante, en cuanto fijaron sus ojos nuevamente en Jin, dándoles la espalda mientras ojeaba su cuarto, le dieron duro cada uno en un cachete, apretando un poco después.
―¡Pero ¿qué...?! ¡Oigan! ¡Quietos! ¡Dejen mi culo en paz! ―protestó, girándose de inmediato y llevándose las manos a su retaguardia ―. ¡Que a ustedes les gusten los hombres no quiere decir que a mí también!
―Que nos gustan los hombres, dice ―Habló Ho-seok, llevando la vista hacia su compañero y descostillándose de la risa junto con él ―. Este chico es gracioso.
―Explíquenme el chiste.
―Tú eres el chiste, mi amigo ―respondió Jimin, carraspeando un poco para apagar su risa ―. ¿Tienes idea cuánto tiempo llevamos aquí? Rodeados de lujuria y placeres carnales. Ya no tenemos alma. No tenemos escrúpulos. No respondemos ante el género, sino ante el deseo y la codicia de querer ir siempre un paso más allá. Qué más da lo que tú o yo tengamos entre las piernas ―explicó, llevándose las manos a los bolsillos ―. Si me produce placer, no lo rechazaré.
―Lo siento. Yo no soy como ustedes.
―Oh, pero lo serás, tarde o temprano. Porque... ―Intervino Ho-seok, caminando hacia Jin y pasando su brazo detrás de su cuello, arrimándolo a él ―, este ambiente, el aire que respiras ahora te consumirá y poco a poco te corromperá ―concluyó, dándole una palmada en el pecho y cruzando la puerta ―. Los veré abajo. ¡Muero de ganas por verte bailar, Jinnie! ―exclamó, caminando hacia las escaleras.
Jimin sonrió, y llevó sus ojos hacia Jin, quien le sostuvo la mirada, agobiado.
―Me parece bien que no quieras entregarte a la corrosión. Tener voluntad y disciplina es tan importante como admirable. Te deseo suerte con ello, Jinnie.
Antes de que se retirara, el jefe se manifestó en el pasillo, mirándolos a ambos. Y tal y como lo habían estipulado, se fueron a la planta baja, mediante un portal abierto por Nam-joon. Allí, al pie del escenario estaban sus chicos, y también algunas de las muchachas, curiosas, asomadas en los balcones del piso superior.
―Seok-jin-ah sigue vivo. Perdiste la apuesta. Págame. ―Habló Taehyung a Jung-kook, extendiendo su mano y aguardando.
―¿No prefieres un beso con lengua? No tengo dinero ahora, V.
―¿Para qué mierda apuestas entonces? Ya me debes mucho dinero.
―¿Y si te compro un dulce?
―¿Cómo lo pagarás si no tienes dinero?
―Me lo robaré.
―Bueno. Pero más te vale que sea el más delicioso que encuentres.
―No se diga más ―dijo, bajando de un salto de la embocadura del escenario y marchándose con prisa.
Al mismo tiempo, Jin subió con algo de desgana las escaleras y se quedó de pie en el centro del escenario. Ho-seok le había preparado previamente un micrófono de pie.
―Terminemos de una vez con esto ―dijo Nam-joon, despojándose de su saco, arremangando los puños de su camisa y dejándose caer en uno de los sillones que una de las chicas había preparado exclusivamente para él.
También le acercó su licor favorito en una bandeja. Él tomó el pequeño vaso de cristal y lo bebió todo de una sola vez.
―Gracias, preciosa ―le dijo, acariciando su espalda baja.
Seok-jin mantuvo una postura tímida, no por pánico escénico, sino por otro tipo de pánico, pero obtuvo soltura a medida que desprendía la melodía entre sus labios, dejando resonar su dulce voz por todo el lugar y encandilando los oídos de todos, especialmente el público femenino. Al momento siguiente, Nam-joon le hizo un notable gesto con su mano para que se detuviera, cosa que hizo de inmediato.
―Es un bello tenor ―comentó Ho-seok a Jimin, quien asintió.
―Suena muy bien, Kim. Pero ¿crees que puedas darnos algo más agresivo?
Jin se mantuvo absorto unos segundos y luego asintió. Mostró esta vez una voz más baja y rasposa, animándose incluso a rapear un poco. El jefe sonrió, dejando ver sus blancas perlas.
―Bien hecho. Ahora canta algo con el piano. Lo que tú quieras ―dijo, dirigiendo con su dedo ―. Yoon-gi, levántate y cédele tu piano un momento.
―Eso no pasará. Nadie toca mi piano.
―Solo será un momento, tendré cuidado ―dijo Seok, con un tono amistoso e inofensivo, desviando la mirada hacia el instrumento, donde el gato se relamía.
―¿Estás mirando a mi gato?
―¿Eh? Yo...
―Voy a romperte la cara.
―¿Qué carajos te traes con el gato? ¿Es tu maldito punto G o qué? ―Lo molestó Jung-kook, desde una de las butacas frente al escenario. Habiendo ignorado totalmente lo búsqueda del dulce que le había prometido a Taehyung.
En respuesta a ello, Yoon-gi levantó su dedo medio, dirigiéndolo hacia él, cosa que lo hizo sonreír. Fastidiar a otros no era el pasatiempo preferido de Jung-kook, era su estilo de vida. Nam-joon estrelló su puño contra la mesa pequeña a su lado, rompiéndola en el acto, dando por concluido el pequeño show.
―Yoon-gi-ah, subirás al cuarto de castigos y te azotarás ―dictaminó, haciendo un gesto con su dedo y abriendo un vórtice frente al aludido, quien lo miró entrecerrando los ojos.
―Ni siquiera azota a sus propios colegas ―refunfuñó el muchacho de cabello oscuro. Tomó a su preciado gato blanco y cruzó el portal.
―Adelante, Kim. Toca de una vez ―ordenó, masajeando su sien.
El joven no era un experto, pero sonaba muy bien. Después de eso, Ho-seok subió al escenario de un salto; Jung-kook y Jimin se incorporaron. Como buen instructor de danza que era, les dio a los tres unas cuantas pautas, les mostró los movimientos y ellos deberían repetirlos. Nam-joon se volvió un simple espectador en ese momento, ya que su camarada era severamente estricto en la materia. La mirada que sostenía en ellos ahora era equiparable a la de un rifle cargado.
―¡No, no, no! Dije paso, pausa, giro, pausa, giro, paso, paso. No pausa, giro, pausa, giro, paso, giro ―se quejó, posicionándose al lado de Seok-jin y mostrándole los pasos otra vez.
Y después de unas horas, que parecieron interminables, Jin por fin había logrado satisfacer a Ho-seok con sus movimientos. Cayó rendido sobre el escenario, suspirando profundo, mientras que Jimin y Jung-kook apenas estaban un poco agitados.
―Sabes cómo moverte, hyung. Estoy impresionado ―le dijo este último, habiéndose agachado a su lado.
―Ah, ¿de verdad lo crees?
―No ―confesó, arrastrándose y bajando del escenario.
Jin se levantó, mirándolo de mala manera y los párpados caídos.
―Es un diablillo ―comentó Jimin, en un repentino susurro cerca de Seok, haciendo que se sacudiera ante el breve susto ―. Llevamos tiempo queriendo castigarlo, pero nunca conseguimos atraparlo. Aunque Hobi-hyung se las está ingeniando para la tarea. Sin duda lo disfrutará en el momento en que lo atrape ―añadió, paseando sus ojos en el chico y volviendo luego para mirar a Jin ―. ¿Cuándo vas a quitarte la ropa? ―preguntó de manera súbita, levantando un poco su camiseta.
―¿Qué rayos crees que haces? ―protestó, abriendo grande los ojos y apartándolo de un empujón, que lejos de molestarlo, lo hizo reír a carcajadas.
―Todos los que damos un show en el escenario siempre terminamos con poca ropa o nada de ella ―Intervino Hobi, cruzándose de brazos.
―¿Qué? Oigan, el acuerdo fue trabajo.
―Es trabajo amigo mío. ¿Todavía no sabes dónde estás? Esto es un burdel. Desnudarse es el mínimo requisito. ¿Qué vas a hacer cuando un cliente pida por tus servicios? ―expuso Jimin, poniendo una mano sobre su hombro. Había abandonado las risas para dar paso a una seriedad inquietante.
―¿Se-Servicios? ¡Oye! ―exclamó alterado, llevando la vista hacia Nam-joon ―. ¡No hablamos de esto en ningún momento! Yo... Yo seré su cantante, bailarín, incluso su barman. ¡Todo a la vez! Pero de ninguna manera podré postrar mi cuerpo para... ¿demonios? ¡De ninguna manera!
El jefe retiró su mano de su rostro, separó sus piernas cruzadas y lentamente se quitó los lentes.
―Está bien, Kim. No tienes que hacerlo ―determinó, con una tranquilidad que heló la espina de todos, incluso de sus compañeros ―. Ve a darte una ducha. Jimin, procura seleccionar prendas apropiadas para nuestro nuevo empleado. Te ocuparás de la barra, Kim ―informó, poniéndose de pie y colocándose de nuevo sus anteojos.
El referido asintió y, apresurado, se puso de pie y se dirigió a las escaleras, subiendo los peldaños del mismo modo.
―¿No fuiste tú el que dijo que venderías su culo al mejor postor? ¿Por qué no podemos usar su cuerpo? ―indagó Jimin a su superior, cruzándose de brazos.
―Solo dije eso para intimidarlo. Si mantuviera relaciones carnales constantemente se corrompería mucho más rápido, lo que no sería beneficioso para el negocio.
―¿Entonces?
―Es mercancía valiosa, atraerá mucha clientela, que tendrán que conformarse con ver, pero no tocar.
―Nam, ¿crees que te traicione o escape?
―Lo dudo. Él es... demasiado honesto para salir huyendo de su problema, aunque demasiado prudente aún para dejarse llevar. Pero... las tentaciones están a la orden del día, así que mantendremos nuestros ojos en él.
La habitación de Seok-jin, así como la de todos, tenía baño propio integrado, cosa que apreció más que nada, después de tanto alboroto y tantas manos y ojos inquietándolo constantemente. No obstante, al momento de salir, con una toalla envuelta en su cintura y otra con la que secaba su cabello, al subir la cabeza se encontró desplomado sobre su cama, no solo a Jimin, sino también a Hobi, quienes muy sonrientes lo saludaron, como si llevaran años sin verse.
―No está tan marcado como tú Jimin, pero es agradable a la vista.
―Pero sí está marcado, míralo. Y tiene hombros anchos, eso también resulta atractivo, ¿no crees?
Jin apretó los párpados y suspiró, inclinando un poco la cabeza con fastidio.
―¿Qué están haciendo aquí? Váyanse ―dijo con fatiga.
―Te dejé tus prendas ahí ―dijo Jimin, señalando una silla a un extremo, con la ropa tendida encima ―. Cámbiate tranquilo. Has de cuenta que ni estamos aquí.
―No pienso cambiarme con ustedes dos aquí, par de pervertidos. Háganme el favor de irse y dejarme en paz un momento ―dijo, señalando la puerta.
Hubo un silencio entonces, y los muchachos no movieron un solo músculo.
―¡Qué se vayan! ―insistió, más irritado.
―Hey.
Un gruñido distintivo se escuchó en la puerta del cuarto, que estaba abierta de par en par. Los tres giraron la cabeza a la vez encontrándose a Nam-joon de pie, con sus manos en los bolsillos.
―Dejen ya de acosarlo. Él no vive en celo las veinticuatro horas del día como ustedes dos. Salgan de aquí y diríjanse a la sala de castigos, yo mismo pondré mano dura con ustedes ―determinó, con una voz imponente.
Ni bien recibieron la orden, los dos se levantaron y se marcharon, aunque lejos de sentirse intimidados o preocupados, Seok pudo percibir entusiasmo en sus rostros. Nam-joon se retiró al último y Jin por fin sintió verdadero alivio. Caminó hasta la puerta para cerrarla cuando, frente a él, por el pasillo, Yoon-gi pasó caminando, con su gato muy bien posado en su hombro, y dejando un rastro de gotas de sangre en el camino. Al momento de verlo ahí parado, no solo le sonrió sino que incluso se inclinó un poco para saludarlo; por inercia, Jin se inclinó también. Cerró la puerta, estupefacto ante lo que acababa de ver, tratando de procesarlo, pero no fue capaz de encontrarle lógica.
Subió rápido el seguro de la puerta y mantuvo su mano apoyada, suspirando y preguntándose si realmente estaba en un burdel, o un manicomio.
Meditando todo lo acontecido con más calma, comenzaba a sentir una ligera sensación de confianza hacia Nam-joon. Tal vez haber pensado en él como «un bastardo» había sido demasiado, si tenía en cuenta que salvó su culo, literalmente. Pero permanecería alerta, aun así.
Y justo cuando creía que la calma prevalecería, un estruendo hizo caer abajo la puerta principal. Jin gritó, cayendo al suelo de la impresión
―¡Así que hay un humano escondido aquí! ¿Cuándo pensaban decírnoslo? ¡Morimos de hambre! ―Dijo uno de ellos, con una voz distorsionada y muy opaca.
―Nam-joon, ¡¿dónde está Nam-joon?! ―Aclamó Jin, apenas atreviéndose a asomar los ojos por encima de la tabla.
Los seres alzaron la cabeza y comenzaron a oler, hasta dar con el chico, señalándolo con el dedo. No obstante, antes de que pudieran dar un mísero paso hacia él, la puerta a la izquierda, que conectaba con el callejón, donde estaban los contenedores de basura, se abrió desde el exterior de par en par con una patada. Taehyung entró, acomodando sus pantalones y casi dejando ver cómo sobresalía una vena en su frente, conectada a su apretado entrecejo.
―Malditos hijos de puta. ―Dijo con auténtico disgusto, subiendo el cierre de su pantalón.
―Qué aguafiestas, estábamos por llegar. ―Habló una chica a espaldas de él, apoyada en el marco de la puerta, con sus senos al descubierto.
―Los haré pagar por interrumpirnos. ―Le dijo, girándose hacia ella y besando sus labios.
―No tardes, teddy bear.
―Tranquila, no planeo hacerlo. ―Aseveró, volviendo la vista al frente, relamiendo sus labios y torciendo un poco el cuello.
Con cada paso que dio, un halo ámbar osciló en sus ojos. Les gritó «escoria», con una voz profunda y rasposa, y con un blandir imponente de su brazo los mandó a volar alto. Cerrando el puño con fuerza los desintegró en el aire. Dio un giro crudo con su dedo, haciendo danzar los restos gaseosos en el aire, que luego redireccionó hacia él, entonces su cuerpo lo absorbió todo hasta que no quedó ni rastro. Inhaló profundo, deslizando lentamente su mano por su rostro, exhalando después y relamiendo sus labios. Había sido un inesperado aunque gratificante bocadillo.
Se dio la vuelta y dirigió sus ojos hacia el medroso barman.
―¿Todo en orden?
―T-Tú... ¿Qué eres tú? ―Preguntó pasmado, apenas pudiendo articular palabra.
Taehyung sonrió y se inclinó frente a él.
―Te lo dije, hyung: soy el chico de la basura. Orgánica o inorgánica, yo saco la basura. ¿Tu... ―Arrimó su rostro al suyo ―...eres basura, hyung?
―N-No, no.
―¡Qué bien! ―Mostró una linda sonrisa cuadrada ―. Porque me agradas. Detestaría tener que comerte ―dijo, con un repentino tono siniestro.
Le dio una palmada en el hombro y se marchó por donde vino.
―¿Dónde estábamos? ―Le dijo a su chica, quien todavía aguardaba por él.
Ella sonrió, mordiéndose el labio, y lo envolvió entre sus brazos, llevándoselo hacia afuera y cerrando la puerta de un fuerte azote.
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