Capítulo 19: Acecho y cacería
―Sí... qué bien se siente eso ―jadeó ronco Nam-joon, respondiendo al masaje que Lithium le estaba dando en sus tensionados hombros, después de haber culminado con tanto papeleo.
Los documentos y hojas sueltas se hallaban desparramados a todo lo extenso del escritorio. La silla del jefe fue girada y ella pudo contemplarlo de frente.
―¿Sabes? ―dijo, levantando delicadamente los extremos de su falda y dándose paso con sus piernas ―. Encontré juguetes muy interesantes para que podamos divertirnos en la sala de castigos. ―Ya acomodada tomó asiento sobre los muslos de Nam-joon, se aferró con las manos al respaldo y arrimó su rostro al de él para susurrarle ―: Y como la habitación está insonorizada podremos gritar todo lo que queramos.
Le regaló un beso que pasó a ser un chupetón en su cuello, justo al lado de su nuez de adán, que lo hizo jadear áspero.
―Mmm... suena divertido ―exhaló, sonriendo de lado. Levantó uno de sus brazos del soporte de su silla, alzó la cabeza de su diablesa por el mentón para conectar sus miradas y llevó unos mechones detrás de su oreja.
―Me muero de ganas porque me castigues y me hagas gritar ―masculló, acoplando sus labios contra los impropios.
El agarre de Nam-joon en su cabello se tensó en ese momento, jaló un poco su cabeza hacia atrás y acarició su oreja con sus gruesos labios.
―No tanto como yo, bebé ―murmuró, y fue él ahora quien le regaló un chupetón en su cuello.
Por supuesto ella lo saboreó, gimió bajo a la vez que se mordía con fuerza el labio inferior.
Un duro golpe abrió la puerta de la oficina de par en par al instante siguiente, dando paso a Seok-jin y poniendo fin de forma abrupta al breve arrumaco de la pareja.
―¡Kim, bastardo! ¡¿Qué rayos crees que haces?! ―Nam-joon se había puesto de pie, todavía con su chica aferrada a él, quien se sostenía con sus manos de sus hombros y sus piernas envolvían su cadera, aunque no tardó en soltarse y bajar, permaneciendo a su lado.
―¡Nam-joon-ah! ―exclamó apretando con fuerza los párpados y palpando el aire con sus manos.
―Estoy vestido, idiota. Abre los ojos. ―Rodeó su escritorio y avanzó a unos pocos metros de él, cruzándose de brazos.
―Ah, no sé si pueda confiar en ti.
―Entonces confía en que te meteré un puño por el culo si no abres los ojos y me dices ya mismo por qué mierda entras de esa manera a mi oficina.
―Me parece justo. ―Abrió los ojos y pestañeó unas pocas veces, se enderezó y encontró al jefe más cerca de lo que imaginó que estaría, por lo que dio un pequeño salto para alejarse.
―¿Y bien? ―Su tono fue estricto e imponente.
―Ah, Nam-joon-ah... ¡Estoy feliz y enojado! ―Expuso sin más, acercándose a uno de los muebles y empujó un adorno de cristal que estalló contra el suelo.
El cabecilla observó el objeto destrozado, dejando que una vena en su cuello comenzara a sobresalir, para luego desviar la mirada hacia su chica, quien se encogió de hombros, aguantándose la risa y dejándose caer sobre su silla.
Al mismo tiempo, Jung-kook, quien había estado persiguiendo la silueta de su chica misteriosa, acabó en el nivel más bajo, el sótano, caminó a paso lento y observó con cautela todo su alrededor. Por primera vez, ella hizo contacto con él por medio de su voz, aunque resonaba un tanto distorsionada por el eco en el espacio, haciendo difícil la tarea de saber de dónde provenía exactamente.
―Bailas muy bien, Jung-kookie. Me pregunto si cogerás igual de bien.
―¿Por qué no das la cara y lo averiguas?
―Mmm... No. No me apetece en estos momentos.
―¿Qué quieres? ¿Por qué me ayudaste a escapar de mi castigo?
―No sé... Tal vez solo quiero jugar contigo, volverte loco... y divertirme con tus reacciones. Lo cierto es que... te he observado... desde hace mucho tiempo.
―O sea que te gusto. ―Sonrió ladino ―. Pero oye, verme dar vueltas como un idiota probablemente sea divertido para ti, pero no lo es para mí. Así que si vamos a seguir con esta mierda, mejor... ahí te quedas en tu trampa, chica.
El jefe volvió a concentrar sus ojos penetrantes en Seok-jin, quien ya había roto más de tres piezas de su preciada colección de arte, caminó unos pasos hacia él, lo pescó del cuello y agarró su cara, usó sus dedos para separar sus párpados y se encontró con sus pupilas bastante dilatadas.
―Estás hasta las pelotas. ―Lo soltó con aspereza ―. ¿Con qué mierda te diste, Kim?
―Un... ¿traguito? ―Cerró un ojo e hizo un gesto en el que juntó su índice y el pulgar ―. Una... ¿pastillita?
―¿Qué pastilla?
―No sé... supongo que será una de las tantas que tiene Jung-kookie-ah consigo.
―Jung-kookie... ―dijo, imitando un tono dulce, mostró una sonrisa que dejó ver sus dientes, en tanto asintió con la cabeza a modo de burla. Jin inocentemente copió el gesto.
Nam-joon se giró dejando escapar aire con una sonrisa en su cara, esforzándose por reprimir su ira, pero no podía. Se pasó una mano por el rostro, y en cuanto ésta se desprendió de su mentón...
―¡¡JEON. JUNG. KOOK!! ―gritó a todo pulmón, del cual más de uno tuvo que cubrirse los oídos o sujetarse a algo por el temblor que se apoderó de todo el edificio.
Habiendo dicho lo último que quería decir, el joven demonio dio media vuelta para marcharse, cuando el baladro del jefe golpeó sus tímpanos de repente.
―Uy... parece que alguien está en problemas.
―Sí. Oírlo gritar con tal magnitud solo puede significar que lo estoy. Pero a diferencia de otros, yo daré la cara. ―Mintió en eso último. Sabía a la perfección que sería peor si no se aparecía frente a él lo antes posible.
Y así lo hizo. En tanto se marchaba por medio de un portal, desde la oscuridad, unas uñas negras se asomaron por el marco de una de las entradas y luego dos ojos amarillos apagaron su fulgor en cuanto algo más de claridad los tocó. Su piel era muy nívea, y contrastaba con sus labios, así como sus mejillas, color salmón. Su expresión denotaba seriedad e indiferencia, aunque sonrió de lado después de haber podido ver al chico que quería desde tan cerca, como lo tuvo aquella vez en la sala de castigos.
―Rapmon-hyung, déjame explicarte... ―Emitió Jung-kook en cuanto el mencionado le dio por fin la chance, después de haberlo literalmente arrastrado hasta el cuarto de castigos a punta de jaloneos de ambas orejas, haciendo que la carne se abriera y sangrara un poco en el proceso.
―Ya van dos veces, JK. ¡DOS! ―Levantó su dedo índice y medio con ímpetu ―. La primera casi lo violan. ―Bajó un dedo ―. La segunda... ¡es un descontrol total! Con más de un demonio invitado o huésped aquí, pudiendo devorárselo al completo en cualquier momento. Tienes suerte de que no haya muerto por un paro respiratorio. ¡Mírame cuando te hablo, maldición!
Y no era que el regañado no quería mirarlo, sino que Seok-jin, a espaldas del jefe, gesticulaba y en silencio total copiaba a la perfección cada ademán que soltaba, tentándolo en forma terrible, aunque intentaba reprimir la más mínima sonrisa, empujando su lengua contra su mejilla dentro de su boca. El mandamás, al percatarse se giró hacia Jin, quien se inmovilizó de inmediato, mostrando una gentil mueca en su rostro.
―¿Y a ti qué mierda te pasa? ―Lo increpó, a lo que Seok respondió aplaudiéndole.
―Eres grande, Nam. ―Lo señaló y luego le guiñó el ojo, cosa que tentó mucho más a Jung-kook. Y podrían jurar que el jefe hizo un esfuerzo monumental por no sonreír en ese momento ―. Ya no lo regañes, Nam-joon-ah. ―Dejó caer su mano de manera pesada sobre su hombro ―. No fue su culpa, fue un accidente. Además, mira esa expresión de perrito regañado, él ya entendió. ―Lo señaló con la mano, mientras el chico, cínico hasta el final, ponía su mejor cara de tristeza, inclinándose un poco hacia delante, con sus manos detrás de su espalda y moviendo de manera tierna su pie contra el piso ―. Hay que darle dinero. ―Miró al jefe, con una expresión cálida y feliz.
Nam-joon sí sonrió esta vez, mostrando y apretando la dentadura, cosa que relajó todavía más a Jin, pero para nada a Jung-kook: sabía muy bien lo que significaba esa expresión. Terminó dejándolo no solo a él, sino también a Jin dentro de la habitación.
―Quédense ahí hasta que se les quite lo loco. ―Informó, y lo próximo que escucharon ambos fue la cerradura de la puerta que los dejaba encerrados.
Jung-kook trató de abrirla por la fuerza aun así, pero no hubo caso, por lo que con mucha pereza se sentó en el piso con sus rodillas en alto y estirando sus brazos sobre éstas. Jin por su lado, importándole una mierda todo lo que lo rodeaba, ya que estaba en un estado de armonía anormal, solo se encogió de hombros, caminó hacia una de las mesas, se subió y recostó boca arriba, dejando pendular un poco la cabeza.
―No estés triste, Jung-kookie. Te cantaré para que te animes.
Al poco tiempo que Seok comenzó con la acción, su compañero ocupó una de las mesas en paralelo, se recostó y acomodó también boca arriba, y lo acompañó a cantar un par de estrofas por lo bajo.
―¡Oye, eres bueno!
―Tú no lo haces nada mal tampoco. ―Sonrió, luciendo sus grandes paletas de conejo.
Pronto el joven demonio se quedó sentado sobre el mueble de madera en posición de loto, ansioso, cansado y por sobre todo aburrido, mientras que el otro continuó entonando baladas, canciones de baile, y también lo primero que se le cruzara por la mente, dándole un ritmo pegajoso, sin hacer pausa ni un solo segundo, hasta que llegó a un punto en que no afinaba una mierda, estaba ligeramente afónico, tenía la garganta reseca, mas no cesó. Y justo cuando Jung-kook comenzaba a contemplar la idea de realizarse un harakiri con el primer pene de plástico que encontrara, la cerradura de la puerta se oyó dando paso a Nam-joon. El chico se puso de pie de inmediato, mientras que Jin a duras penas movió la cabeza, aunque por fin se había callado.
―Jung-kook, te puedes ir ―dijo, con un tono suave pero soberano.
―P-Pero... ¿Q-Qué hay de Jin-hyung?
―De él me ocuparé yo. ¡Largo! Antes de que me arrepienta.
El aludido aceleró el paso hacia la puerta, pero al momento de pasar por al lado del jefe volvió sus pasos.
―Hyung, ¿a ti te es difícil llegar al orgasmo?
―A veces sí, a veces no. Depende ―contestó, manteniendo la postura rígida, con las manos juntas detrás de su espalda y la mirada fija al frente.
―¿Y como cuántos tienes?
―Potente solo uno. Secundarios, varios.
―¿Uno? ―Sintió desilusión con la respuesta ―. ¿No te parece muy poco?
―Los orgasmos son un regalo divino e irremplazable para nuestro maldito organismo. Cuando llega se lo debe apreciar, y no abusar de ellos o tomarlos a la ligera. Y es uno. ―Levantó su índice ―. Solo uno el que te detona como ningún otro.
―Entiendo, pero...
―¿Quieres una demostración gráfica? Porque te puedo dar un orgasmo aquí y ahora.
―Mejor me voy ya.
―Bien dicho ―dijo, dando un paso dentro de la habitación y regalándole una fuerte nalgada, aunque Jung-kook no se iría así nada más, así que le devolvió el toque, pero no una nalgada, sino más bien un apretón.
Cuando Nam-joon se giró rápido, el bribón ya se había esfumado, entonces cerró la puerta con hastío de un empellón. Caminó hasta la mesa donde se hallaba Seok-jin todavía, muy tranquilo y sin mover un solo dedo.
―Hola, Nam-joon-ah. ¿Te canto una canción?
―¿Qué carajos le pasó a tu voz?
―Estuve cantando hasta ahora que llegaste.
El jefe se llevó las manos a la cintura y exhaló profundo.
―Pareces molesto. Te cantaré.
―¡Cállate! ¡Sí, estoy molesto! Irrumpes en mi oficina, rompes objetos de valor, los cuales, por cierto, te descontaré de tu maldito salario. Frustras los planes con mi chica y me dejas la excitación por los suelos ―expuso con rabia. Estacionó sus dedos sobre el puente de su nariz e hizo un poco de presión.
―Wow, ¿hice todo eso? Tal vez por eso me siento cansado. En fin... ¿Quieres acostarte conmigo?
―¿Disculpa? ―Abrió los ojos de par en par y apartó su mano de su rostro.
―Bueno, como dijiste que te bajé la excitación, tal vez pueda compensarte y ayudarte con eso.
―Tienes razón. ―Le siguió la corriente, llevándose las manos a los bolsillos ―. ¿Alguna vez has hecho un throat fuck? Porque así como estás ahora, te encuentras en la altura y posición perfecta para que te la meta hasta la tráquea.
Seok se quedó mirándolo, moviendo y negando despacio con la cabeza, reflejando nada más que relajación y pasividad en su fisionomía.
―Tú de verdad estás mal ―dijo, levantándolo un poco por la nuca y abriendo sus ojos con sus dedos, viendo que esas pupilas todavía estaban acrecentadas ―. Maldita sea Kim, ¿qué carajos tomaste?
Pero el referido no respondió, tan solo comenzó a reír entre dientes de la nada.
―¿Cuántos dedos ves? ―preguntó, mostrando cuatro dedos en alto.
―Catorce.
―Me estás jodiendo.
―No. Creí que ibas a joderme tú a mí, ¿o no?
Nam-joon se llevó una mano al rostro. Sabía que no era Kim Seok-jin hablándole, sino un pobre ebrio intoxicado con la consciencia metida en el culo. Pero si seguía insinuándosele así... quizá no sería capaz de controlarse.
Llevó sus ojos al cuello del muchacho, descubierto bajo esa camisa gris, ya carente del acompañamiento de la corbata y el chaleco. Tenía los primeros botones desabrochados y uno de ellos le faltaba. Nam-joon llevó sus manos sobre su pecho, debajo de la prenda. Su piel estaba muy caliente, mientras que sus manos se hallaban heladas, por lo que su toque lo estremeció apenas lo rozó.
―N-Nam-jo...
―Silencio.
Jin había alzado un poco sus manos, pero al escuchar aquello aplacó sus palmas a los lados de su cuerpo, como si de un comando se tratase. Nam-joon por su parte, con una destreza magistral, desprendió dos botones más de la camisa y retrocedió con sus palmas, recorriendo, masajeando toda la zona de su tórax y parte de su cuello. Los ojos de Jin se cerraron y ladeó la cabeza, a la vez que sus pezones se erizaron y el corazón se le aceleró de sobremanera, dejando también escapar una sonora exhalación, provocando que el jefe remojara sus labios y tragara en seco.
―Dime Kim... ¿Alguna vez lo has hecho con un hombre?
Y la respuesta que recibió lo dejó perplejo, atónito. El bastardo postrado frente a él, aquel miedoso y tímido... le dijo que sí.
―Así que tu culo no es virgen después de todo.
―Mi culo es virgen, sí.
―No me jodas... ¿Estás diciéndome que tú...?
―Sí. Yo le quité la virginidad al culo de alguien más.
―Increíble... No me equivoqué contigo. Sí eres un maldito degenerado...
―Ahora que veo tu cara con más detenimiento... me recuerdas un poco a él. Aunque... su cara era mucho más relajada y dulce... Se le notaban todo el tiempo sus hoyuelos cuando sonreía. Hoyuelos como los tuyos...
En ese mascullar el jefe encontró su voz demasiado deliciosa y volvió a ingerir saliva de nuevo. Lo tomó por el pescuezo y levantó su torso hasta dejarlo casi sentado. Descansó su espalda contra su pecho y apoyó su mentón sobre su hombro.
―¿Ves esas cruces de allá, contra la pared? ―Señaló con sus ojos, y Jin miró hacia el frente ―. Ahí es donde voy a encadenarte de manos, después de desnudarte. Voy a alzar tus piernas, a meterme entre ellas y a unos metros detrás de mí colocaré un espejo de pie... para que así puedas ver los músculos de mis nalgas contraerse y entumecerse mientras te la meto duro y hasta el fondo. ―Murmuró cerca de su oído.
Al culminar con su retahíla de perversidades llevó sus pupilas hacia Jin, acción que también realizó a la vez.
En paralelo, Jung-kook yacía en su dormitorio, con sus extremidades extenuadas y acaparando todo el colchón. Miraba el techo, sin siquiera el más mínimo ápice de sueño o cansancio, pensando en nada más que en la chica de cabello azulado. Trataba y trataba, pero no lograba dibujar su rostro en su mente.
De manera repentina, la puerta se abrió de par en par, cosa que lo llevó a levantarse de golpe, quedándose sentado y en estado de alerta. Silencio fue todo lo que colmó entonces, motivo por el cual se deslizó sobre las sábanas y se puso de pie, se asomó al pasillo, viéndolo desolado y con las luces bajas, sin embargo, podía sentir una mirada sobre su persona, que le erizó la piel en la nuca.
―Es probable que sea mi imaginación ―dijo, dando media vuelta, entró a su cuarto de nuevo y cerró la puerta detrás de él.
En ese momento, la muchacha, que efectivamente estaba ahí, hizo visible su figura y con cautela se desplazó en dirección a la entrada. Pero tarde se dio cuenta de que el chico la sorprendió por detrás. Alcanzó a girarse, no obstante, él la empujó a un vórtice que rápido había abierto a espaldas de ella, y una vez que se sumergió él la siguió. Así, el pasillo volvió a quedarse desolado por completo.
Las manos de Jung-kook rodearon los brazos adversos, estampando aquella nívea figura contra la pared del pequeño pasillo dentro de su dormitorio.
―Te atrapé ―susurró entre dientes.
La chica se sacudió, se liberó de sus manos y retrocedió, agitada y con una mano sobre su pecho que no paraba de subir y bajar ante el repentino susto.
Ahí mismo pudo divisarla bien, paseando sus ojos por su figura de pies a cabeza. Evidentemente, su cabellera era azul cenizo, aunque en la parte delantera, en los mechones y el escaso fleco, el color era más fuerte. Lo lucía lacio, hasta un poco más debajo de los hombros y recogido en una media cola baja. Sus ojos eran grandes y se apreciaban de un tono índigo oscuro, producto de las lentillas que llevaba encima. Vestía una camisa escocesa que era más grande que su menudo cuerpo, por una o dos tallas, y ropa negra y escotada debajo. En sus pies, donde pensó hallar zapatos de plataforma, se encontró con unas pequeñas botas negras con unos cuantos abrojos y hebillas. Sonrió de lado. Ya le agradaba.
Avanzó un paso con parsimonia hacia ella, lo que causó que tragara saliva y se hiciera para atrás. Sin importarle aquello adelantó otro más, obteniendo la misma reacción como respuesta. Y así continuaron hasta que su espalda encontró la pared. Él la observó entonces con sus ojos llenos de ansiedad, de deseo, aunque la calma poblaba su cuerpo, sus movimientos. Levantó los brazos, dándole un muy leve sobresalto, y despacio reposó las manos sobre sus hombros, moviendo los pulgares para deslizar muy lentamente la camisa, que terminó estacionándose en el doblez de sus brazos.
―Por fin atrapé al escurridizo ratón.
―De peores formas me han llamado... pero tú, encanto, puedes decirme Blue.
―Okey, Blue. ¿Quieres que sea bueno... o que sea malo? ―Levantó sus pupilas hacia las suyas.
Los ojos de la muchacha estaban tiesos, ni un minúsculo parpadeo. ¿Tenía miedo o solo era asombro? Parecía una mezcla de ambos.
―Ser bueno se me da muy bien. Pero si soy malo... Supongo que requiere un poco más de empeño. ―Continuó él, acariciando, casi rozando, su piel con las yemas de sus pulgares.
―Si eres bueno o malo... ¿Cogerás mejor o peor?
―Te voy a coger de todas maneras, ¿no?
―Entonces cógeme bien al menos, ¿no?
Ella levantó una de las comisuras de sus labios con pillería; él relamió sus belfos y dejó su boca apenas entreabierta. Los iris de ambos estaban ahora en una silente guerra. Blue bajó los brazos, dejando que la camisa cayera finalmente al piso. Inmersos en ese intimidante, provocador juego de miradas, Jung-kook la tomó del mentón, luego por la mandíbula. Sus caras, sus labios estaban muy arrimados, pero ellos, traviesos, amagaban y mezquinaban besos, solo se rosaban en el aire.
El joven hizo descender su mano a la prenda de la chica, acaparando el cierre en el centro, lo bajó hasta el final, entre sus piernas, con lentitud. Desplegó uno de los lados y así descubrió uno de sus pechos con su pezón rígido. Los dos respiraron audible, inflando el torso. Ahí estaban: esos bellos lunares adornando su piel. Sin lugar a dudas era ella. Por fin la había encontrado, y por fin sería suya.
Jung-kook repitió la acción con su seno derecho, inspirando profundo y fuerte otra vez, conectando la mirada, encarándose y compartiendo el aire de sus tenues jadeos.
En cuanto el vestido cayó, trazó los huesos de su clavícula y reposó sus dedos sobre su vientre, tanteando ese descarado pendiente negro que llevaba en el ombligo, para luego recorrer su cintura. Empezó a tocar sus muslos en tanto desprendía y bajaba su pantalón. Juntó un poco más sus cuerpos, parecía decidido a besar, pero se apartó en cuanto ella se adosó.
Con un agarre firme rodeó y levantó sus piernas, ubicando su cavidad y abriéndose paso con su duro pene, a la vez que se arrimó a devorar esos belfos salmón. La levantó, la sostuvo y meneó su pelvis acomodándose poco a poco en su interior.
La muchacha empezó a sentir ese duro empuje que hacía su cuerpo subir, bajar y ser oprimido contra esa pared, en tanto Jung-kook meneaba su cadera contra la impropia, lamiendo y mordiendo débilmente su mentón y quijada. Seguidamente, la llevó sobre el mueble situado a su lado, mandando al suelo lo poco que había sobre él. Ella se sostuvo de la pared con una mano y rodeó su pelvis con su pierna, haciendo fuerza para sostenerse, marcando los músculos de ésta, mientras que él seguía hundiéndose duro dentro de ella, tomándola por la nuca, por el cuello, besándola. La chica se sostenía ahora del mueble con sus manos, gemía alto en cuanto Jung-kook abandonaba sus labios para apoderarse de su cuello. Gemía con ímpetu y con rabia, presa de un dolor afanoso que le encantaba, que la hacía gozar incluso más.
―D-Dime... ¿Te... Te estoy cogiendo bien? ―Suspiró, sin detener ese armonioso aunque potente vaivén.
La diablesa no respondió, aunque sí juntó sus párpados y lo sujetó por la nuca, tirando un poco de sus cabellos, plegándose hacia atrás con otro fuerte quejido.
El joven demonio hizo una pausa y la cargó en brazos hasta la cama mientras la besaba. La desplomó sobre el colchón, le quitó su calzado y se despojó él de su chaqueta. Procedió a aflojar más su pantalón pero en ese momento ella trató de escabullirse, aunque él alcanzó a atraparla, envolviendo su cintura con su brazo.
―¿Huyendo tan pronto? ¿Juegas conmigo?
―¿Dónde estaría lo divertido si no?
―Así que quieres jugar... ―Estiró su brazo ―. Juguemos entonces. ―Sonrió de lado y atrapó la muñeca de la chica en el metal de unas esposas.
―¿Qué haces? ¿Es en serio, Jung-k...?
Y antes de poder concretar su oración Jung-kook la llevó hasta el cabezal de la cama donde aseguró su otra muñeca.
―Sí sabes que puedo abrir un portal y largarme, ¿no? ―dijo, con una sonrisa ladina.
―Estas esposas son un utensilio especial, bloquean las habilidades de los demonios. Me las dio Hobi-hyung... después de usarlas conmigo.
La muchacha se quedó perpleja y sus latidos se aceleraron. Estaba muy curiosa ahora, pero fue superada por su excitación mientras contemplaba a Jung-kook desnudarse frente a ella. Apoyó sus manos sobre el pie de la cama y se deslizó sobre las sábanas.
―Te voy a mostrar... cómo me hizo sentir el cielo y el infierno a la vez ―dijo. Abrió con arrebato sus piernas y se acomodó entre ellas ―. Cómo me hizo lagrimear y gritar... Mi último orgasmo potente.
Volvió a adentrarse en su ya lubricada vagina de una sola vez, haciéndola jadear. Ella se incorporó envolviendo su cadera con sus muslos. Jung-kook se fue sobre el cuerpo debajo, plantó las palmas a la altura de su cabeza y empujó con más fuerza y profundidad, provocando que su compañera no gimiera, sino que gritara de placer. Brindó penitencia a esa entrada tan brusco y vertiginoso como quiso, hasta que la sintió tener su primer orgasmo. Seguido a ello, abandonó su cavidad y avanzó, sosteniendo su miembro en su mano, hacia su rostro, donde se masturbó hasta casi llegar, aunque le dejó la tarea de hacerlo terminar a ella con su boca, y por mil demonios ella sabía usar esa lengua. No obstante, aún no sentía ese chispazo, pero sí estaba cerca, lo presentía, y también lo volvía loco.
En los momentos siguientes, Jung-kook se había vuelto menos ortodoxo con sus modos. No tuvo decoro, ni fue delicado. Se apropió de su entrada anal sin prepararla demasiado y los berreos de la fémina a su merced lo calentaban mucho, lo animaba a empujar con más ímpetu y a palmear esas nalgas una y otra vez, al punto de dejarlas al rojo vivo.
―¡Sí, Jung-kook! ¡Sí! Dame más, ¡más! ―gritó, con su cabeza ladeada contra las sábanas.
Luego le dio la vuelta a su cuerpo para encontrar su rostro. Le exigió gritar su nombre, la obligó a que lo denigrara verbalmente mientras continuaba penetrándola de manera salvaje, a lo que ella por supuesto que accedió.
―Mírame cuando te estoy cogiendo ―ordenó, sujetándola del rostro.
―Estoy... por venirme...
―Hazlo... Yo seguiré... moviéndome... así...
―¡S-Sí...! No... pares...
Las manos del muchacho viajaron hasta su cuello donde hicieron presión en tanto se hundía más, dejándose engullir por sus calientes paredes que ella contraía de tanto en tanto, lo que ocasionaba que hiciera su cabeza hacia atrás y suspirara con ganas.
Se perdieron entre besos, tocamientos y apretones; el sudor destilando en gotas y plañidos constantes que plagaron el cuarto.
Una embestida profunda y Jung-kook sentía que era quemado por las mismísimas llamas del averno. Otra y las quemaduras eran de tercer grado. Una más, potente y voluptuosa, que lo llevó a apretar los párpados y abrir la boca, para luego sisear entre dientes, morderse el labio, alcanzando la cúspide, para que por fin pudiera sentir aquello que tan mal lo tenía. Lo había conseguido y fue majestuoso.
Blue admiró la expresión que provocó su orgasmo, pareciéndole lo más erótico y encantador que sus ojos hayan tenido el placer de ver, y en este caso también sentir.
Siempre, por un motivo u otro, Jung-kook se veía a sí mismo obedeciendo a otros, cosa que no le agradaba y lo aburría, a no ser que fuese terriblemente duro. Ahora es que lo había comprendido. Quería domar, anhelaba dominar más que ser dominado, porque eso era lo que más lo excitaba, lo que detonaba su sexo al punto máximo, como le había ocurrido ahora.
A su vez, en la sala de castigos, las cosas habían tomado un giro inesperado. Era un tire y afloje constante, y es que el jefe tenía mano dura; ya estaba irritado y con sus coyunturas tensionadas otra vez.
―¡Nam-joon, eso duele!
―Jódete.
―Dijiste que empezarías despacio.
―Parece que el alcohol y las drogas ya perdieron su efecto. Vuelves a ser un llorón.
―¡¿Por qué me molestas?!
―Porque puedo.
―Es la primera y última vez que juego al UNO contigo. ―Declaró, bajando las tres cartas que sostenía en su mano.
Los dos estaban aun en la sala de castigos, sentados en el suelo en posición de indio, con las cartas en medio, maldiciendo y carcajeando como dos niños, aunque más blasfemando que riendo, eso estaba claro.
Después de remover las esposas de su «compañera de juegos», Jung-kook se había quedado dormido al poco tiempo, sin embargo, empezó a sentir una persistente presión contra sus mejillas y sus labios; apretaba mucho. Arrugó un poco el entrecejo hasta que se despabiló y sus ojos se abrieron, encontrándose con Blue frente a él con los labios fruncidos, imitando la expresión que ocasionaba en él con sus dedos.
―Mm... ¿Qué haces? ―Meneó la cabeza, apartándose de su toque y apretando sus labios.
―Te molesto un poco. ―Confesó sin atrición, sonriéndole ―. Valió la pena tanto rodeo, eh.
―Sí. Fue divertido. ―Amplió una sonrisa, abrazándose a la almohada y desperezándose.
Se quedó mirándola unos segundos.
―¿Puedo preguntarte por qué yo? Quiero decir, aquí tienes un amplio repertorio. ¿Por qué elegirme a mí?
―Bueno... lo cierto es que... yo ya te conocía... desde antes de llegar aquí ―expuso, sentándose sobre la cama, con sus rodillas en alto y abrazando sus muslos.
―¿Qué dices?
―Nunca conocí a mis padres. Viví con mi hermano mayor toda mi vida. Un bailarín popular... hasta que un accidente lo dejó en silla de ruedas. ¿Te suena familiar? ―Desvió sus pupilas hacia él.
Ante esa declaración Jung-kook se enderezó prácticamente de un salto. Lo asimilaba, lo conectaba todo, pero aun así no conseguía procesarlo; no podía creerlo.
―Así que de eso se trataba todo. Venganza.
Blue se le acercó, poniendo una mano sobre su hombro primero y tumbándolo después sobre el colchón, posicionándose sobre él y viendo cómo su confesión todavía lo tenía un poco agitado.
―No vine a ti por venganza, Jung-kookie. Lo hice por calentura, la que ya te tenía desde hace mucho tiempo.
―Pe-Pero...
―Mi hermano era un asqueroso hijo de puta, que siempre que quería, siempre que podía, me usaba como su saco de boxeo. Las palizas que me daba no eran tanto como para un hospital, pero sí me desmayaba siempre, entonces ahí se detenía el muy infeliz. Pero cuando tuvo el accidente, ese que tú sabes. ―Reposó sus manos sobre su pecho, recorriéndolo con lentitud ―. Solo contaba conmigo para cuidarlo. Pensé que en su condición cambiaría, pero siguió siendo la misma basura de siempre. Y yo... no estaba dispuesta a tolerarlo más. ―Deslizó sus manos hasta su cuello, descendiendo después, rayando su pecho con sus uñas, haciéndolo gruñir un poco ―. Así que subí con él al piso más alto... para luego arrojarlo por las escaleras.
―Y así condenaste tu alma.
La aludida fijó sus ojos en él y asintió lento.
―Pero no me arrepiento de haber terminado con la vida de esa basura.
―Ni yo de atropellarlo. ―Expuso con solidez.
La muchacha apoyó sus manos a los lados de su cabeza y se inclinó con ganas para besar con fervor sus labios, humedeciéndolos, saboreándolos como a su aperitivo favorito, y se relamió los suyos después, a la vez que mantuvo el contacto con sus pupilas.
―Somos unos hijos de puta.
―Sí. Pero entre hijos de puta nos entendemos. ―Conectó, tomándola por la nuca y siendo él ahora el ejecutor de un beso, mucho más profundo y húmedo que el anterior.
Dio un giro rápido y quedándose él sobre ella ahora, se volvió vehemente con su lengua, haciendo círculos junto a la contraria y estrecharon los belfos.
Con la victoria muy cerca, el jefe recogió otra carta, aunque supo de inmediato que ésta solo acabaría perjudicando su partida impecable e invicta.
―Me cago en todos mis muertos. ―Masculló.
―¿Qué pasa?
―Nada. Ya me cansó este juego de mierda. ―Estampó las cartas contra el piso.
―No intentarás engañarme otra vez diciendo que te salió una flor silvestre, ¿verdad? ―dijo, levantando una ceja y acercando su mano a las cartas, donde obtuvo un fuerte bofetón sobre su palma, dejándola un poco roja.
―¡Eso duele, hijo de puta! ―Apartó su extremidad de inmediato, frotándola para opacar el ardor ―. De verdad... ¡Deja de hacerme eso!
―Con insultos vamos, ¿eh? Parece que ya estás mejor. ¿Cuántos dedos ves? ―Dejó tres en alto.
Jin entrecerró los ojos un poco, aunque respondió de manera correcta en la brevedad.
―Bien. Ya basta de esta mierda. ―Se puso de pie ―. Es tarde. ¿Por qué no...?
Nam-joon se tensó de repente, apagando su habla, abriendo los ojos de par en par, frunciendo el ceño y llevando sus retinas un poco hacia arriba.
―¿Q-Qué pasa? ―preguntó su compañero, levantándose del piso y paseando la mirada de un lado a otro sin entender qué ocurría.
Pero el jefe lo sabía muy, muy bien. Así como también lo supo Jung-kook, al hallarse despierto todavía y envuelto en adrenalina. Abrió de repente sus ojos y se separó de los labios de la chica.
―¿Qué ocurre? ―Le preguntó entre suspiros.
Claro que lo sabían. Él estaba aproximándose.
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