Capítulo 17: Parte de mí
Justo después de que había logrado tirar abajo la puerta de la sala de castigos y escapar, Jung-kook se veía en la difícil tarea de perseguir a Taehyung por una mala broma con títeres de trapo, los cuales aborrecía terriblemente desde su temprana niñez. Corrieron por los pasillos, treparon por las paredes, saltaron y se metieron por cada recoveco por el cual pudiesen pasar, como si se tratase de un circuito de parkour mal coreografiado.
―¡Kim Taehyung, como te atrape voy a amamantarte nueve horas seguidas con mi verga!
La amenaza fue lanzada con un gruñido, aunque solo obtuvo risas como respuesta. Y por supuesto ni siquiera se inmutó por el hecho de que estaba desnudo al completo, solo continuó con su persecución. Saltó sobre algunas de las mesas pudiendo así abalanzarse sobre su compañero, pero éste abrió un vórtice que con gran agilidad evocó debajo de él, por el cual desapareció al instante y surgió luego justo sobre él, cayendo encima de su espalda y llevándolo al piso. El chico de la basura plantó sus pies a ambos lados de la cabeza impropia, corrió su cabello y tocó su nariz con su dedo.
―Gané, Jung-kookie ―dijo ―. Parece que voy a ser yo quien te amamante a ti.
―Muy bien, muy bien. Luego te la chupo ―dijo con hastío, estirando los brazos y se parando su pecho del suelo, a la vez que aguantó el peso de su compañero sobre sus hombros.
Taehyung rio y se sujetó con fuerza mientras Jung-kook enderezaba el cuerpo.
―No te atrevas a dormirte esta vez ―lo regañó, bajando de un salto y quedándose a su lado.
―Te daré un servicio especial. Mucho mejor del que ofrezco en los baños.
―Uhm... Kookie... ―Intervino Jimin, luego de un carraspeo y dejando su puño cerca de sus labios ―, detesto decirlo, porque me parece una maravilla a decir verdad... pero tu... «escote» opaca la orquesta en el escenario ―dijo, mirando y señalando delicadamente sus genitales.
―Está bien. V, dame tu ridícula chaqueta. ―Extendió su brazo hacia él, quien se había incorporado junto al que había hablado primero, con su encantadora sonrisa cuadrada.
Se quitó su chaqueta de cuero y se la arrojó. El otro la atrapó en el aire y se la colocó sobre los hombros. Al pasar por al lado, Jimin y Taehyung se miraron entre sí; ni siquiera se molestarían en decirle algo. Jung-kook, importándole una real mierda todo, se dirigió a la barra y tomó asiento, sorprendiéndose de no ver a Seok-jin al otro lado.
―¿Dónde se habrá metido Jinnie? Iré a buscarlo ―dijo Jimin, marchándose por medio de un portal.
Taehyung se sentó a la par de su amigo con muchos deseos de indagar respecto a su escape del castigo.
―¿Para qué quieres que te diga? ¿Para que corras a contarles a los hyungs y así puedan castigarme de nuevo y peor? Vete a la mierda.
―Ya te dije que yo no sabía lo que tramaban, solo me dijeron que improvisara unos minutos. Además traté de ayudarte, pero no me lo permitieron.
Jung-kook repiqueteó sus dedos sobre la mesa de la barra, con los párpados bajos y relajó un poco su rudo semblante. Le creía.
―No escapé por mi cuenta como tal... ―Se quedó pensativo unos segundos ―. Hubo una de las chicas... ella me ayudó.
El demonio de cabello rubio alzó las cejas, atrapado por la curiosidad, indicándole con la mirada que le apetecía saber más, a lo que su compañero continuó relatando conforme recordaba pequeños y borrosos fragmentos: Al parecer una de las tantas diablesas dio unas cuantas pitadas a su cigarrillo, sostenido con una varilla, exhalando un humo peculiar que enloquecía sus cinco sentidos. Recordó que en un momento determinado movió lentamente sus pupilas, alcanzando a discernir cómo colocaba el cigarro sobre las correas hasta conseguir quemarlas, teniendo un cuidado extremo para que nadie lo notara. No logró ver nada más que sus pechos al realzarse, notando dos lunares evidentes sobre la piel: uno justo sobre su seno y el otro un poco más abajo.
De vuelta al presente, con una inhalación, una exhalación, inflaba y ensanchaba la espalda para expulsar el aire de un soplido en conjunto con unas vagas gotas del agua que le caía encima. Estaba ansioso y muy inquieto. Inundó su mente con los recuerdos, ahora más vívidos, de aquel cuarto: Con cada beso dado, aquellas diabólicas féminas vertían diversos estimulantes que lo mantenían cada vez más sensitivo, exhortado, que con el más mínimo roce se perdía en tentación y deseo. Rememoró cómo esas suaves y delicadas manos se pasearon por todo su cuerpo luego de ser desvestido, lo masajeaban y también lo apretaban. Asimismo esos belfos sublevados, aterrizaban sobre las zonas erógenas, haciéndole casi imposible la tarea de abrir los ojos. Por supuesto también hubo labios descendiendo sobre los propios, varios a la vez, compartiendo sus lenguas por lapsos, dejándolo afanoso, contrayendo los músculos de pies a cabeza y respirando de manera entrecortada, cubierto por el sudor abrillantando su dulce y cada vez más ardiente dermis. Todo a su alrededor daba vueltas, sin embargo, se sentía tan agradable apreciar todas aquellas manos jugando con él, pulsando cada interruptor en su cuerpo que llevaban tiempo dormidos. La sangre fluía tan rápido, que podía sentir como no solo su corazón palpitaba frenético. Adoró cada caricia, apretura, mordida y demás toques, que fueron tornándose más agresivos, aunque lejos de preocuparse o importarle siquiera, Jung-kook solo gemía de puro placer. Tal y como lo hacía ahora bajo la lluvia de la ducha mientras se masturbaba como un desquiciado, porque haberlo recordado más nítidamente lo había excitado mucho. Incluso bajo el agua fría, su cuerpo estaba caliente.
Apoyó sus manos contra la pared de pequeños azulejos oscuros, respiró pesadamente y observó cómo el drenaje se llevaba el agua junto a los fluidos, entonces empezó a sentirse más tranquilo. Pero...
―Arróllalo, Jung-kook.
―No quiero hacerlo. ¡No puedo!
Con un prominente quejido se llevó una mano al rostro, viendo luego como a pocos metros del desagüe cayeron dos notorios chorros de sangre.
―¿Quieres volver a la silla de ruedas y ver tu vida pasar delante de ti?
―N-No.
―Entonces obedece. Atropella a ese hijo de perra. Se lo merece.
―¡¿Por qué debo hacerlo?! ¡Ya tienes mi alma! ¡¿Qué más quieres?!
―Más... Jeon Jung-kook... Quiero mucho más.
El demonio a su espalda se levantó del asiento trasero del auto y se arrimó al chico tembloroso frente al volante, rodeó sus hombros con sus grandes manos y sus largos y huesudos dedos, subió muy despacio por su cuello, provocándole un escalofrío en toda su columna vertebral de tal magnitud que sintió una dura punzada por cada vértebra.
―Cuando hiciste el llamado todos te ignoraron... Pero yo supe valorar verdaderamente tu alma ―le susurró rasposo al oído, estrechando un poco su agarre y rozando su oreja con la punta de su larga lengua infecta, haciendo que en el rostro del chico apareciera una mueca de repulsión, apretando los labios y frunciendo con fuerza el entrecejo para evitar que las lágrimas acumuladas cayeran ―. Hazlo, chico... te prometo... que te va a encantar una vez que lo hayas hecho.
Jung-kook quiso negar con la cabeza, no obstante, el tacto se había vuelto tan dominante que apenas sí pasaba el aire para que respirara.
―¡HAZLO! ―bramó, causándole un desagradable sobresalto.
El chico apretó los párpados cediéndole paso indirecto a las lágrimas, y pisó el acelerador de su auto a fondo. Sintió el estruendo, luego los alaridos. Tomó una bocanada de aire así como abrió sus ojos de golpe, divisando no muy lejos a aquel pobre infeliz tirado en la acera, dejándose la garganta en dolor y pidiendo ayuda.
Jung-kook hiperventilaba para entonces, con absolutamente todo el cuerpo vibrando, desconociendo la línea que acababa de cruzar, sus manos corpulentas que todavía se aferraban al volante. Se desconocía a sí mismo.
Con cada suspiro liberado, su pecho y hombros de pronto ya no subieron tanto, y una pequeña sonrisa comenzó a ensancharse en su rostro, a la vez que sus ojos adquirieron de manera gradual un resplandor ámbar.
―Bien hecho, muchacho. Bien hecho ―aduló Astarot, masajeando su cabello oscuro con una de sus manos, mientras que con la otra hacía algo de presión en el espacio entre su cuello y su hombro, como si se tratase de una marioneta cuyos hilos había conseguido manipular a la perfección.
Sus ojos también habían sido invadidos por un fulgor, uno violeta y mucho más intenso que el del joven. No solo había adquirido un alma lozana y jugosa, sino que su acto protervo le proporcionaría más poder.
Jeon Jung-kook recordaba aquel suceso por solo unos efímeros segundos cada vez que despertaba. Sabía que ya no tenía remedio, pero siempre sería parte de él.
Al sentir que ya no fluía más sangre, giró la llave y detuvo la lluvia. Tomó la toalla, golpeó en primer lugar su rostro para luego sacudir y secar su cabello y la dejó sobre sus hombros. Se detuvo frente al espejo, deshaciéndose del vapor con su mano, observando su rostro y llevando rápido sus dedos a su ojo maltrecho: ya casi se había reconstruido, aunque el contorno de la cuenca se apreciaba enrojecido todavía, al igual que unos pequeños rasguños, y su iris estaba grisáceo. El ínfimo roce de las yemas de sus dedos le provocó dolor, así como elevó su rabia, por lo que se limitó a respirar profundo y abandonar el baño de una vez.
Al cruzar la puerta se encontró no solo con una, sino varias chicas en su dormitorio quienes se sorprendieron gratamente al encontrarlo en esas «fachas». Más de una dejó un suspiro, así como se relamieron los labios o los mordieron. Jung-kook recordó entonces que él mismo se había encargado de hacer un llamamiento a las chicas que habían protagonizado su «castigo», gritándolo a los cuatro vientos en plena planta baja. Dudó que acudieran, aunque ahí estaban, bien predispuestas. Serían unas ocho o nueve, ya que desde luego algunas se habían colado por mero deseo de participar en lo que pensaban podría ser una entretenida fiesta. Pero al joven demonio no le vendría nada mal para sus asuntos.
―Muy bien, lo primero que quisiera pedirles es que todas me muestren sus pechos. ―Soltó con frescura, posando su mano sobre su barbilla y aguardando.
Las chicas se miraron entre sí y empezaron a cuchichear.
―¡Danos algo tú primero! ―dijo una de ellas, haciendo que el referido alzara las cejas.
―¿Pero qué no me están viendo? Ya estoy desnudo. ―Desplazó los brazos a los lados, encogiéndose mínimamente de hombros ―. ¿No les basta con estar mirándome el Jeon y los Kookies?
―¡Úsalo en mí!
―¡No, conmigo!
Jung-kook contuvo la risa, rascándose un poco la zona de su sien.
―Está bien, está bien. Pero primero enséñenme lo que tienen.
Más de una sonrisa ladina y expresiones lujuriosas se reflejaron en aquellos rostros femeninos mientras comenzaban a descubrirse, sin embargo, el joven se hallaba muy concentrado, prestando atención a los detalles en la piel más que nada. Empero, entre todas esas lindas muchachas, ninguna parecía tener el busto que él recordaba. Se quedó abstraído unos segundos, acudiendo a sus remembranzas una vez más, pudiendo visualizar que la chica que buscaba no era tan pálida como éstas y las puntas de sus cabellos acariciarían apenas el inicio de los brazos.
―Su pelo... ―Se llevó una mano a los labios, volviendo a quedarse absorto ―. Creo que era azulado, un poco cenizo.
Las repentinas caricias sobre su pecho, así como el tenue masaje a sus cabellos y los húmedos labios trazando su cuello por detrás lo sacaron de los recovecos de sus pensamientos. Empezó a respirar más profundo cada vez hasta dejar salir un fuerte gemido al sentir los labios de una de ellas contra su pene, humedeciéndolo dentro de su boca.
―Vamos Kookie, danos todo de ti otra vez, ¿sí? ―masculló la primera que había acercado sus manos hacia él, tomándolo con un suave toque de la nuca y arrimándolo a sus labios.
Él asintió y respondió a ese beso. Aquellas manos, los toques, se apoderaron al poco tiempo de todas sus extremidades, como si quisieran enterrarlo entre sus dedos y el suave colchón. Compartió sus belfos con una, con otra, con varias al mismo tiempo, creando una verdadera guerra entre sus lenguas, salivando sus bocas, sus rostros, las mismas luego bajaron por el cuello, apropiándose del resto de su cuerpo, haciéndolo gruñir con fuerza. Descendió y probó los genitales de algunas de ellas, lubricándolos con sus dedos y también usando su boca, mientras otras hacían esa misma labor con él. Fornicó en primer lugar con la diablesa de ojos purpúreos que se había arrimado a él desde un indicio, sacudiendo con ímpetu sus caderas y ahogándola en jadeos contra las sábanas. Más tarde lo hizo con otra, relamiendo sus labios y con el sudor escurriendo por sus cuerpos a gotas gordas.
Observó curioso y discreto a varias de las chicas alrededor, riendo bajo, dándose besos y placer entre ellas, plagando el dormitorio de gemidos que lo erotizaron y lo incitaron a moverse más rápido dentro de aquella cavidad, ganándose los gritos de la muchacha y ahogándose él también en sus propios suspiros.
Las diablesas bebieron del licor que había sido traído al cuarto, dentro de un recipiente con abundante hielo. Compartieron vasos, brindaron y se llevaron los fríos cubos a los labios, machacándolos con los dientes. Ahora que otra chica se encontraba sobre él, sosteniéndole las manos sobre sus pechos mientras daba saltos sobre su pelvis, muy eufórica, dos más se acercaron a cada lado, tomaron sus manos y comenzaron a lamer sus dedos. Jung-kook sintió el frío repentino, producto del hielo que llevaban dentro de su boca. Al apartarse para volver a beber, otras dos asomaron asimismo unos cubillos helados entre sus belfos y los depositaron sobre su piel ardiente, haciendo un surco con ellos por toda la extensión de su torso, su cuello y su rostro, culminando en sus labios con un beso vehemente. Una tercera se adosó a su cara con un pequeño vaso de cristal. Se hizo su lugar y bebió el licor, lo contuvo y lo depositó dentro de su boca, hidratando a su bello chico. En efecto, un poco de líquido se escapó por las comisuras, pero ella se encargó de limpiarlo con su lengua, surcando su rostro con besos después, con entusiasmo hasta su oreja, donde nuevamente hizo uso de su sinhueso, ganándose con ello unos dulces ruidos que le erizaron la piel.
Al mismo tiempo, al otro lado de la puerta, con la oreja pegada a la tabla de madera y la pared, estaban Nam-joon y sus tres compinches perversos oyendo todo con mucha atención.
―¿Qué mierda está pasando ahí dentro? ―susurró Ho-seok, arqueando una ceja, atónito ante el ruido.
―No lo sé, pero suena muy excitante ―refunfuñó Jimin por lo bajo, llevando su mano a su pantalón.
―Oye, ni se te ocurra tocarte la poronga aquí. Mancharás la alfombra. ―Lo regañó el jefe, alcanzando a patearlo con la punta de su zapato.
Seok-jin no estaba con ellos, ya que consideró que tenía cosas mejores que hacer. La respuesta de Yoon-gi no fue diferente. Él se encerró en su dormitorio, luego de que le recordasen cuál era, llorando aún por la pérdida de su felino compañero. Había sido un golpe más duro del que todos habían imaginado, incluyendo al propio dueño de la mascota. Se quedó en compañía de su Tellurium, dejándose mimar y consolar por ella. Se lo hubiera pedido a Jimin, ya que disfrutaba de sus caricias, pero lo vio tan emocionado por inmiscuirse en las cochinadas de otros, que lo dejó ser.
―Yo lo dije, ¿o no? El castigo le vino mejor de lo que esperaba. ¿Quién lo diría? Nuestro Jung-kookie-ssi no tiene apetitos normales.
―¿Apetitos normales? Pero si él come variado.
―No estamos hablando de comida, Taehyungiee.
―Qué bien, yo tampoco. Es de sexo, ¿no?
―Sip.
―Ay ahora ya entendí ―dijo, dejando ir una risilla entre dientes.
Jung-kook empezaba a sentir que su cuerpo haría un vuelco y su cerebro se apagaría en cualquier momento, por lo que se dejó hacer al completo por todas ellas hasta terminar desplomado sobre las sábanas y entre los cuerpos desnudos, adherentes y sudorosos de aquellas féminas. Había perdido la cuenta de cuántas veces se había venido, sin embargo, y esto era algo que lo inquietaba bastante, juraba que había alcanzado la plenitud del orgasmo una sola vez. La sensación afloró varias veces, aunque sentía que faltaba un minúsculo impulso más. Mientras intentaba recobrar el aliento todavía, se quedó mirando el techo, ensimismado. Lo podía atribuir al hecho de que, en su vida, el sexo no había sido algo fundamental en su día a día, sino que solo le despertaba curiosidad y necesidad de experimentar, como lo acababa de hacer. Pero... tal vez no era una maldita orgía frenética lo que necesitaba. Eso y el hecho de que no podía quitar de sus pensamientos a aquella chica desconocida con esos lunares impertinentes adornando su pecho. Tenía que encontrarla. Lo haría. Y sería divertido.
La cabeza estaba matándolo de lo fuerte que palpitaba, del mismo modo que lo hacía su ojo, motivo por el cual se pasó una mano por el cabello, apartándoselo de su piel húmeda y cerrando sus ojos, respiró profundo y se relajó, sin demorar mucho en ser vencido por el sueño.
Las noches continuaron transcurriendo, con más concurrencia de lo habitual y esto se debía a que Jung-kook se había apoderado totalmente del escenario, entre espectáculos, siempre hallaba un pequeño hueco para encandilar a miles de demonios con su dulce voz en conjunto con sus exóticos y eróticos bailes. Sus shows, aunque no duraban tanto como otros, enloquecían a la gente, y casi conseguía cubrir las recaudaciones que dejaban los espectáculos de Chlorine, cosa que resultaba favorable para el negocio, pero su ausencia se sentía y con creces.
―Él es muy talentoso ―aduló Seok-jin, mientras servía unos tragos y desviaba la mirada hacia el escenario por momentos.
―¿Desde cuándo canta así? ―Preguntó Ho-seok, llevándose su trago a los labios.
―¿Desde cuándo se mueve así? ―Preguntó Taehyung esta vez.
―Kookie es multifacético, solo que siempre había mantenido un perfil bajo. ―Apreció Jimin con orgullo, ampliando una sonrisa en su rostro.
Después de cada actuación, Jung-kook detenía a cuanta chica le era posible, que compartiera características con la que todavía buscaba. Asimismo tomaba clientes para tener sexo, o solo aceptaba propuestas para revolcarse con quien fuere en cualquier parte del burdel, solo porque sí, por calentura, por deseos de quemar energía o mero placer, aunque esa sensación de insuficiencia aun lo poblaba, dejándolo siempre a medio camino de un orgasmo en toda regla. Y mientras más lo pensaba, más lo relacionaba con aquella chica misteriosa, y más se obsesionaba con la idea de poseerla. Y es que ella estaba más cerca de lo que él imaginaba. Asomada desde el tercer piso, en los balcones del lado izquierdo; entre las sombras, cruzada de brazos y degustando un cigarrillo sostenido por una delgada varilla. Dio una última calada y repiqueteó con sus uñas el hierro del barandal, lo veía moverse entre la multitud ensanchando despacio una sonrisa, dejando ver sus blancos dientes y la punta de su lengua, siendo mordida por éstos.
―¿Qué pasa, Jung-kookie? ¿No me puedes encontrar? ―Dejó escapar una risilla entre dientes, apenas perceptible.
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