Capítulo 15: Por los pelos

Los plañidos de Jin eran estridentes mientras Chlorine lo masturbaba, subiendo y bajando con su boca. Con cada ida y venida, él se curvaba más hacia atrás, al igual que lo hacía con su cabeza, manteniendo su boca abierta y apretando las sábanas entre sus puños a los lados. No se preocupaba por contener la voz ya que incluso si quisiera, no le sería posible. Estaba afiebrado, ¡ardiendo! Sintiéndose ligeramente estrangulado por su elevada presión arterial. Empero... se sintió tan pero tan bien en el momento que obtuvo el tacto de Chlorine; no podría confiarle o sentirse tan complacido con cualquier otro toque en ese maldito lugar que no fuera el suyo.

Su abdomen estaba impregnado por su propio fluido, producto de la primera eyaculación, gracias a los efectivos masajes de la diablesa. Se había despojado por completo de su camisa empapada en sudor y se quedó sentado al pie de su cama, con esa belleza entre sus piernas, arrugando la fina piel de su pene, doblando su anatomía y llenándolo de placer.

―¡Ah! Aaah... Justo así... Mmh... ―balbuceó entre gemidos, sintiendo presión en la base de su falo y esa rebelde lengua juguetear y recorrer toda su extensión.

Reposó su mano sobre su cabeza. Chlorine estaba predispuesta si deseaba tomar el control o acelerar el ritmo, pero en su lugar y para su sorpresa, él comenzó a acariciar su cabello. Incorporó su otra mano y lo apartó de su rostro con gentileza, manteniéndolo sujeto. La muchacha sacó el pene de su boca y lo repasó con su lengua para poder hacer contacto visual con él, observando como su pecho subía y bajaba ahora con algo más de calma, y percatándose también de la lujuria que hacía brillar sus ojos, incluso en la oscuridad del cuarto. Era una imagen excitante, como muy pocas veces había logrado encontrar en un hombre. Volvió a meterlo en su cavidad bucal, poniéndole más esmero, ocasionando que liberara gemidos más ávidos y continuos; haciendo que sujetara su cabeza con más fuerza y del mismo modo empujara. Sin poder retenerlo más, Jin se puso de pie de repente, sin dejar de sujetarla con ambas manos, liberando un gruñido y dejando salir todo, retiró después su miembro y recobraba poco a poco el aliento. Chlorine, aun de rodillas, apartó un poco del fluido con su pulgar y su lengua, mirándolo de manera lasciva, un poco agitada y estimulada también. Él la miró del mismo modo; aún no se sentía satisfecho. Le tendió la mano para levantarse. Ella apegó su cuerpo al suyo, recorrió su cabello con sus dedos y besó sus labios.

Para el momento siguiente, no solo Jin, sino también Chlorine gemían audiblemente. Él se había puesto encima, sosteniéndose con sus manos a los lados y su cabeza hacia abajo, lamiendo y besando con arrebato su cuello. Ella rodeaba su cadera con sus piernas recorriendo su espalda con sus dedos, clavando sus uñas, rayando su piel y dejándola enrojecida, a lo que desde luego se quejó, aunque no detuvo ese vertiginoso vaivén, yendo más a fondo con cada impulso. Una vez más, la chica surcó su espalda hasta su cuello, rodeándolo con sus dedos y volviendo a clavar sus pezuñas, haciéndolo jadear y apretar un poco los párpados. Fue entonces que el muchacho salió de ella y giró su cuerpo, dejándola boca abajo, aunque mantuvo sus caderas en alto, mientras ella reía por lo bajo. Acarició la zona ya bastante lubricada con sus dedos, causando que su cuerpo se erizara un momento. Tomó su miembro y volvió a meterlo en su cavidad, un poco raudo, pero con cuidado, abrazándose y apegando sus caderas. Y para asegurarse de que no volvería a «agredirlo», tomó sus manos, juntándolas sobre su cabeza. Ella, aunque no la vería, sonrió con picardía y entrelazó sus dedos con los de él. Desconocía a este Seok-jin, que tan avariciosamente la poseía, pero la sola idea de descubrirlo era verdaderamente excitante, y más se encandiló cuando comenzó a moverse, entrando y saliendo de ella una y otra vez. El batuqueo aceleró hasta que no fueron más que embestidas duras, profundas, y eso la volvía loca. Inclinado sobre ella, sin soltar sus manos, encantado de ver cómo con cada empujón su nívea silueta era impulsada hacia delante con cada choque de sus pieles.

―Aaaah... Jin... ―exhaló con libido, empapada en sudor al igual que él y relamiendo sus labios.

Jin no dijo nada, tan solo apartó sus manos y continuó respirando a la par de ella. Aplacó despacio su cabeza contra las sábanas, corriendo sus finos cabellos para contemplar su rostro rebosante en éxtasis, y realzó su cadera, moviéndose un poco más rápido, en conjunto con sus gloriosos jadeos hasta que los dos consiguieron alcanzar el clímax.

La muchacha se sostuvo del cabecero de la cama y giró un poco la cabeza: quería ver ese espectáculo en el rostro de su chico mientras se relamía los labios. Y con esos últimos espasmos, ella se empujó contra su miembro repetidas veces, deshaciéndolo de placer, mientras llenaba con calidez su interior. Posteriormente, los dos estaban extenuados sobre el colchón, tratando de regular su respiración. La cabeza de Seok lo estaba matando con ese fuerte palpitar, aunque al menos ya no sentía esa sensación de taquicardia y su parte baja se había tranquilizado notablemente, pero sí se sintió desorientado, le preguntó a Chlorine dónde estaban, a lo que ella respondió en la brevedad, devolviéndole algo de calma.

―Jin-jin. ―Lo llamó, alzándose un poco para ver su rostro, pero no había caso, ya estaba dormido.

La muchacha lo movió, dejándolo boca arriba, y lo contempló. Acarició y apartó su cabello del rostro y con sus dedos recorrió suavemente sus mejillas, bajando por su mentón y... ese cuello, adornado con esos leves raspones que le había otorgado, y tal vez podría... No, no, no. Sería buena y no lo marcaría mientras dormía. Se lo dejaría pasar... otra vez. Pero se la cobraría en otro momento. Se conformó con reposar la palma sobre su cuello, deslizándola y tanteándolo con las yemas de sus dedos después. Era magnífico.

Tomó un cobertor del armario y lo desplegó sobre él, se acurrucó contra su espalda y abrazó su cintura para descansar a su lado.

El saludo del jefe resonó por todo el edificio, seguido por un potente heavy metal, que no tardó en despertar a todos. Seok-jin inspiró profundo, inflando el pecho.

―Ah, Nam-joon de mierda... ―refunfuñó mientras exhalaba el aire.

Pestañeó un par de veces, tratando de ubicarse. Estaba boca abajo, la sábana un poco babeada debajo de su boca y su brazo caía extenuado por el extremo de la cama. Pero lo que realmente lo sorprendió, fue que sobre el suyo, tendía un brazo más pálido y delgado. Movió sus pupilas encontrándose así con la cabeza de Chlorine, reposada sobre su espalda.

―Chlo-Chlorine. ―La llamó, zarandeándose un poco entre las fundas, sintiendo pronto como su respiración cambió.

―Jin-jin. Ya despertaste. ―Habló, sin mover un solo músculo más que los de sus labios, sin abrir sus ojos siquiera.

―¿Cómo no hacerlo? No es que no me agrade el heavy metal, pero no es un buen despertador.

―Tienes razón. ―Secundó, sonriendo.

La diablesa se giró, apartándose, mientras que él, sintiéndose arruinado, consiguió sentarse en la cama. Su espalda estaba levemente rayada y enrojecida. Se pasó las manos por el rostro, frotando con fuerza.

―¿Cómo te sientes? ―le preguntó su chica, masajeando un poco sus hombros y reposando sus labios sobre su nuca con suavidad.

―Como si tuviera una resaca terrible. Anoche... ―Trató de ordenar sus remembranzas ―. Anoche fue muy loco. Esos malditos querían violarme... ¡Rayos! Ah... ¿Por qué todos quieren violarme? ―refunfuñó, volviendo a restregar sus palmas contra su cara.

Ante su comentario Chlorine rio, dejando caer su cabeza sobre su hombro.

―No digas eso, no es que quieran violarte. Tan solo se enloquecen por esa gran cosita que tú tienes que se llama alma.

―La forma en la que dijiste eso fue...

―Lo sé. ―Abrió grande sus ojos por unos segundos.

―¿Tú también quieres mi alma?

―Mmm... ¿Me la estás ofreciendo?

―¿Debo hacerlo para que la tomes? Todos parecen tomar todo sin permiso aquí ―dijo, pasándose una mano por el rostro, algo frustrado.

―Jin... ―Colocó delicadamente dos dedos bajo su barbilla y dirigió su rostro al suyo ―. No es ningún secreto que deseo hacerte de todo dentro y fuera de la cama. Pero yo jamás tocaría tu alma. No sin tu permiso, nunca ―dijo, meneando la cabeza y dándole una negativa, en tanto se adosaba a su rostro.

Estampó sus labios contra una de las comisuras de su boca, estrechando piel con piel muy despacio hasta desprenderse para luego repasar los belfos opuestos con su lengua, provocando que los separara un poco y conectó sus bocas en un casto ósculo. Jin se quedó mirándola de hito en hito, seducido por completo.

A continuación ella se puso de pie, pisando el colchón, bajó y lo tomó de las manos.

―Vamos a bañarnos juntos, ven.

Jin sonrió de lado y la siguió, animado. Allí, aprovechando los restos de la droga que todavía pululaban en su organismo, le dio otra dosis de sexo puro y duro, bajo el agua tibia que los empapaba, contra los pequeños azulejos oscuros que decoraban la pared, su cuerpo empujaba el de ella, mientras se besaban, se tocaban, se enajenaban el uno del otro y gruñían con gloria. A él le gustaba ser su mejor aprendiz, que lo guiara, que le dijera cómo y dónde le gustaba más, para así darlo todo de sí y alcanzar un arrobamiento divino, maldiciendo y susurrando obscenidades de por medio.

Al terminar, en cuanto sus cuerpos dejaron de temblar, Chlorine degustó esos labios robustos una última vez, para luego abrir, ahí mismo en el baño, un vórtice que la llevó directo a su habitación.

Seok caminó por el cuarto en lo que secaba su cabello con la toalla, encontrando en el suelo, junto a una de las patas de la cama, el vestido negro de la diablesa. Lo recogió, y sin siquiera tenerlo pegado a su nariz podía sentir todavía su dulce fragancia, pero consideraba que el aroma era tan solo un accesorio, sin Chlorine sería tan solo agua. Realmente le había salvado el pellejo esta vez. Tendría que compensarla con algo bueno, aunque en su interior sabía que ella misma haría que le pague a su manera. Eso estaba bien por él; si se trataba de ella no le importaría pagar ningún precio. «Un momento... ¿Qué?». ¿Desde cuándo sus pensamientos hacia ella eran tan profundos? Eran buenos amigos, compañeros sexuales, solo eso... ¿verdad?

Todavía un tanto ensimismado, Jin bajaba los últimos escalones mientras desprendía los botones de las mangas de su camisa blanca y las remangaba un poco. Se presentó en su área, listo para ponerse a trabajar, sin embargo, al poco tiempo Nam-joon apareció frente a la barra, suspirando y tomando asiento.

―¿Je-Jefe? ―dijo, crispándose por un instante y arqueando una ceja.

―Prepárame un trago como el que me llevaste a mi oficina, Kim. Estaba exquisito. ―Solicitó, quitándose los anteojos oscuros y guardándolos en el interior de su saco para reposar sus manos, con sus dedos entrelazados sobre la barra.

Su cantinero no demoró en hacerlo, notando en el proceso cómo su labio inferior todavía se veía magullado, así como sus nudillos aún estaban enrojecidos.

―¿Qué mierda estás mirando?

Jin volvió a sacudirse y regresó la mirada hacia lo que estaba haciendo. Su grave y rasposa voz, alzándose en un regaño o llamado de atención, le parecía algo aterrador.

―Tienes sangre en tu cuello ―le dijo, torciendo un poco la cabeza y señalando con su dedo.

―¡¿Eh?! ―emitió conmocionado, y repasó la zona con sus dedos hallándolos rojos efectivamente ―. Ah... Chlorine.

―Te dije que te haría sangrar ―dijo, con un tono petulante.

Nam-joon se levantó de su asiento, y con sus dedos alcanzó la herida, limpiando la piel del chico con su dedo índice, el cual se llevó a la boca para degustarla. Fue en ese momento que Jin notó cómo los moretones en los nudillos del jefe se desvanecían y volvían a adquirir su color natural.

―¡Oye! ―Apuntó con su dedo.

El aludido no respondió, tan solo se mantuvo serio y arqueó una ceja. Jin lo miró un instante, y antes de que le lanzara otro improperio terminó de preparar el trago, pero antes de entregárselo tomó un picahielos y con mucho cuidado pinchó la yema de su dedo, dejando que unas gotas de sangre cayeran en la bebida.

―¿Qué haces, Kim?

Bloody Mary, al estilo Jin. ―Le arrimó el vaso y le sonrió de lado, a la vez que le guiñó un ojo, dejando a su jefe estático unos segundos.

―Como vuelvas a guiñarme un ojo me pondré detrás de ti, te bajaré los pantalones y te la meteré duro y hasta el fondo mientras te obligo a continuar trabajando.

―¿Por qué tienes que ser tan desagradable? Solo intentaba hacer algo bueno por ti.

―Herirte a ti mismo no es «algo bueno», soquete ―dijo, y se dispuso a beber.

―Pero te sanará. ¿Por qué no me dijiste que la sangre de humano los fortalece?

―¿Deverdad te parece algo relevante o favorecedor para ti? ―Enarcó una ceja ―. Es solo un bocadillo más que una curación, por fuera al menos, por dentro requiere algo más de tiempo. Como siempre.

El cantinero entrecerró los ojos, meditando sus palabras así como esa sonrisa socarrona. ¿Estaba burlándose o utilizando el doble sentido con esa última frase? Probablemente ambas.

El dedo de Seok continuaba sangrando. Nam-joon le hizo un gesto para que lo arrimara, pero no reaccionó, motivo por el cual agarró su mano de un arrebato y metió su dedo dentro de sus fauces.

―O-Oye, Nam... ―Trató de recuperar su mano y dedo, aunque su superior no solo no se lo permitió, sino que le levantó el dedo medio ―. Nam-joon... necesito mi dedo... de vuelta... por favor ―insistió, inclinando un poco la cabeza hacia delante. Podía sentir su lengua dándole vueltas a su piel, consiguiendo ruborizarlo un poco ―. Na-Nam...

El referido le devolvió por fin su dedo, «impecable» e intacto, sin una pizca de sangre.

―Ahora estamos a mano. ―Le guiñó un ojo.

Jin ni siquiera se molestó en preguntarse a mano de qué exactamente, solo se quedó mirándolo en silencio, con el rostro enrojecido y sus orejas ardiendo como dos brasas. Volvió a reaccionar debido a que Nam-joon le propinó un manotazo.

―Despierta idiota, no te quedes mirándome así. ¿Quieres que te chupe otra cosa acaso?

Jin negó agitado con la cabeza. Se dispuso a abrir el grifo y lavar sus manos. Nam-joon suspiró y procedió a lo que había venido en primer lugar:

―Necesito pedirte algo, Kim. ―Su seriedad se volvió absoluta.

El oyente levantó rápido la cabeza, mirándolo con sorpresa, que luego cambió por un enorme desconcierto.

―Ya decía yo qué era lo que hacías aquí abajo ―le dijo, teniendo otra bebida lista y dejándola frente a él ―. Suéltalo. ¿De qué se trata?

―Astarot. ―Desveló, tomando el vaso y bebiéndolo todo de una sola vez.

―De acuerdo. Ya me estás asustando.

―Quiero que platiques con él, que tomen unos tragos...

―¡¿QUÉ?! ¡De ninguna manera, Nam-joon! Ese monstruo está loco, ¡por poco y me rapta anoche! ¡Fui drogado anoche! ¡Por poco fui violado anoche! ¡ANOCHE! ...Fue demasiado. ¡Quiero vivir, Nam-joon! ¡Déjame vivir, Nam-joon! ¡Déjame, por favor!

El jefe se levantó un poco sobre su asiento y se inclinó hacia él para darle un manotazo en la mejilla, sosegándolo y callándolo de una vez.

―Estabas histérico ―le dijo, luego de carraspear y volver a sentarse.

―Gracias, no sé qué... ―Intentó decir, pero Nam-joon volvió a darle otro guantazo, en la mejilla opuesta esta vez ―. ¡¿Y eso por qué fue?!

―Es mejor asegurarse. Y no te dejaré vivir una mierda. Además, con el tremendo sexo que tuviste anoche... ―Abrió grande los ojos y enfatizó la palabra ―, seguro liberaste mucho estrés. No seas llorón.

―¿Y tú cómo mierda sabes eso? ―Golpeó la mesa con las palmas, indignado.

―Amigo mío... los gemidos de ambos se oyeron por todo el piso. Ni siquiera hacía falta salir al pasillo.

Jin mantuvo sus ojos fijos en él, totalmente paralizado, mientras sentía cómo sus orejas de nuevo comenzaban a latir de lo enrojecidas que se habían tornado.

―No me malinterpretes, me agrada la idea de que todos aquí tengan buen sexo ―dijo, haciéndole seña con su dedo para que volviera a llenar el cristal vacío ―. Sé que es una mierda lo que te estoy pidiendo. Y hiere mi orgullo decirlo, pero... ese maldito es más poderoso que yo. Ahora mismo, como puedes ver, no he sanado totalmente, por lo que tener un segundo round con él sería difícil de sostener. Si sigo negándome a que lo veas podría ocasionar una masacre. Yo puedo apostar mi condenada existencia, pero no la de los demás.

El muchacho suspiró mientras lo oía, preparando el trago. Estaba a punto de protestar cuando tanto él como el jefe divisaron la puerta principal abriéndose, dando paso a una bruma negra que se acumuló y tomó forma. Los dos se pusieron de pie, alerta.

Astarot. Había arribado a El infierno en la tierra, aunque más pacíficamente esta vez. Dirigió de inmediato la mirada hacia ellos, haciendo también un ademán sarcástico con su mano, aguardando pacientemente a ser atendido. Jin tragó con dificultad, con sus piernas temblorosas.

―Te lo suplico Nam-joon. Ese tipo me da miedo, no quiero tenerlo cerca ―expresó nervioso, apretando su hombro con su mano.

―Escúchame, Kim. ―Se giró, sujetándolo él ahora por los hombros ―. Voy a estar aquí todo el tiempo. No voy a dejar que te haga daño.

―¡Acabas de decirme que no puedes con él!

―Tal vez, pero no dudes por un solo segundo que pelearé.

―Pero tus heridas...

―Olvídate de esa mierda. Él dijo que quería conocerte. Le concederé eso, pero nada más. Te cubriré la espalda, ¿okey? ―Le dio una palmada a sus brazos.

―Puedes tomarte una de éstas. ―Yoon-gi intervino de repente, mostrando una pastilla de color verde en su mano.

El pobre Jin recibió el repentino susto a tal proporción que solo pudo accionar escondiendo su cara en el pecho del jefe, quien lo rodeó con uno de sus brazos por un momento, le dio una palmada y lo giró de manera ruda hacia el rapero.

―Oh, no más drogas, por favor.

―Yo tomo de éstas cuando mi estrés me supera y no recuerdo ni mi maldito nombre. Te mantendrá enfocado y relajado a la vez.

―Suga-hyung tiene razón. Tómala. ―Consintió, agarrándola y depositándola sobre la palma del barman ―. Tienes que estar alerta si vas a tenerlo al lado.

Seok decidió hacerles caso y tomó una botella de agua para así ingerir la pastilla.

―No dejes tu vaso cerca del suyo porque querrá doparte y manosearte ―advirtió Yoon-gi, sin expresión alguna en su pálido rostro.

―¿Cómo?

―Y tampoco le des la espalda. Nunca ―adicionó Nam-joon.

―Tengo miedo.

―Y por lo que más quieras, Kim. No... grites. No lo hagas, mucho menos si es con espanto.

―Tengo mie... ―Trató de formular, pero se cortó al momento de sentir una inexplicable calma que destensó tanto los músculos de su rostro como los de su cuerpo ―. Descuida, Jam-noon. Yo me encargo. ―Dijo, con una labia muy dudosa, dando unas palmadas sobre el pecho del jefe y avanzando hacia el demonio.

―Oh... Así que tú eres el famoso Kim Seok-jin. ―Habló Astarot, extendiendo su mano para que la estrechara, pero en su lugar Jin, le dio un manotazo a su gran palma y estrelló el puño con más suavidad, como si se tratara de un viejo colega.

Worldwide hansome, amigo. ¿Qué me cuentas?

―Está demasiado confiado, ¿no? ―Cuestionó Yoon-gi, alzando una ceja y tanteando ansioso los bolsillos de su pantalón en busca de sus cigarrillos.

―Recuerda que siendo humano, los narcóticos que consumimos tienen un efecto mucho más fuerte sobre él. ―Expresó con seriedad y cruzado de brazos, sin siquiera parpadear.

Jimin, quien estaba al tanto del acuerdo, guio a Astarot y Jin a una de las mesas.

―Vaya, luces bien, Jimin-ah. ―Puso su mano sobre su hombro.

El muchacho lucía una camisa holgada, aunque los puños estaban más estreñidos, unos ajustados pantalones de cuero negro y zapatos a tono. Agradeció el elogio del barman y procedió a indicarles la mesa, apartada de la multitud, donde pronto tomaron asiento. El sillón era curvo, surcando la redonda mesa. Astarot tomó asiento en un extremo, posando como todo un caballero, mientras que Jin, en el lado opuesto, solo se dejó caer, cruzando sus piernas y subiendo los brazos al respaldo del asiento, muy relajado.

Jimin se excusó para ir a traerles unas bebidas, cosa que el demonio agradeció, dándole una tosca nalgada en cuanto éste se dio la vuelta. El joven lo observó de reojo con algo de desagrado, pero en cuanto volvió la vista al frente mostró una sonrisa cínica, mientras relamía sus labios y corría unas hebras de cabello de su frente, coqueto.

―¿Va todo bien? ―Preguntó Ho-seok, dando un ágil salto, sentándose en la mesa del bar y uniéndose a los demás, que estaban estáticos ahí, observando el panorama a distancia y en silencio absoluto.

―De momento. ―Contestó el jefe, sin despegar los ojos de Jin ―. ¿Ya te encargaste de los niños como te lo pedí?

―Sí, descuida. No molestarán por un rato. ―Sonrió de lado.

Taehyung y Jung-kook se acercaban al sótano del edificio, con la marcha un tanto acelerada, más por parte del primer mencionado.

―Oye, ¿qué habrá querido decir Hobi-hyung con eso de «tontos»? ―indagó el más joven, arqueando una ceja y sin dejar de caminar.

―Ah, qué importa. Yo voy por mi bicicleta ―respondió el otro, adelantando el paso.

En tanto bebían, con Jin resguardando su vaso muy celosamente, teniendo en cuenta las advertencias dadas, la charla se volvió algo más amena, aunque seguro si se lo contasen mañana no recordaría ni una pizca de ella.

―Tus chistes son realmente malos, Seok-jin.

―Lo sé, pero la verdad no me importa. Es más bien un disfrute personal.

―Este sitio es maravilloso ―expuso, admirando el espectáculo en el escenario, donde un grupo de chicas con trajes de cuero ajustados y brillantes bailaban muy provocativamente, despojándose poco a poco de algunos de sus accesorios ―. Debes divertirte mucho por aquí.

―Sí. ―Acercó su vaso a sus labios ―. Ser carne de cañón es algo fantástico ―agregó sarcástico, bebiendo.

― ¡Está funcionando, Yoon-gi-ah! ―expuso Nam-joon, dándole un suave puñetazo a su camarada fumando a su lado.

―¿Quién eres? ―le respondió, exhalando el humo y girando su cabeza hacia él.

―¿Y cuándo crees saldar la deuda que tienes con Nam-joon? ―Escudriñó el demonio.

―No lo sé. Tal vez nunca. ―Espetó Jin, estallando en risas al momento siguiente, dando una palmada sobre su pierna. Pero al ver que Astarot no reía en absoluto carraspeó, tomando más seriedad y volviendo a llenar su vaso ―. ¿Y qué onda con esa máscara? ¿Eres terriblemente feo o estás desfigurado? ¿O ambas?

―Bueno... dudo tener un rostro tan bonito como el tuyo ―le dijo, tomando su barbilla con sus finos y huesudos dedos. Tacto que Jin inhibió de inmediato con su mano.

―Es algo natural, mi rostro tiene una belleza particular. ―Deslizó sus dedos por su barbilla, con una petulancia que no sentía.

―Bien podría quitarme la máscara, no tengo inconvenientes. Pero te advierto que podría liberar gases nocivos.

―Uy, qué mal.

―Descuida, no es letal.

―¡Qué bien!

―Pero puede provocar convulsiones en el peor de los casos.

―Qué mal.

―Aunque estarás bien si evitas inhalarlo.

―¡Qué bien!

―Tú estás muy cerca ahora.

Hubo un sucinto silencio.

―Qué mal. ―Esclareció el demonio.

―¿Ya puedo irme? ―Jin arrugó el ceño, sintiendo fatiga.

Se llevó una mano al entrecejo, empezando a sentir un leve dolor de cabeza: el aura maldita y pesada de Astarot había consumido sus energías y aniquilaba el efecto del narcótico que había ingerido con anterioridad.

―Me agradas, Kim... Puedo ver que en efecto tienes un espíritu muy...

―¿Positivo? ―Quitó su mano de su rostro.

―Puro. No encuentras un alma de tu calibre con frecuencia, ¿sabes?

―¿Y eso es bueno o malo...?

―Malo. ―Estiró su brazo, pasándolo por detrás de su espalda y reposando su mano sobre su hombro, arrimándolo un poco más hacia él ―. Muy malo, Kim Seok-jin. ―Deslizó sus falanges por su brazo.

―¡Nam-joon! ―Chlorine se aproximó con enfado hacia el aclamado hasta detenerse frente a él, posando sus manos sobre su cadera ―. Me quieres explicar ¿por qué expones a Jin ante ese monstruo?

―Para preservar nuestras malditas vidas un poco más. Ahora cállate y observa ―explicó, sin despegar en ningún momento la mirada de la escena.

La voz gruesa y profunda del demonio, en conjunto con ese toque le erizó la piel al chico, quien solamente dejó escapar una muy breve risilla nerviosa. En definitiva, el efecto de la pastilla ya lo había abandonado. Estaba asustado.

―Bien. Fue un placer, señor tenebroso. Ya me voy. ―Pretendió levantarse, pero Astarot posó su mano sobre su hombro y, de manera algo tosca, lo volvió a sentar.

―¿Por qué la prisa, chico? Me estás entreteniendo.

―Ehm... ¡Nam-joon! ―Levantó un poco la voz, girando la cabeza hacia el mencionado.

―Definitivamente me deleitaré devorando tu alma muy lentamente. ―Se puso de pie de repente ―. Será una diversión que no obtengo en mucho, mucho tiempo.

Jin intentó escabullirse, pero Astarot lo cazó de la ropa por la espalda, levantándolo como si se tratara de un costal de carne y se lo llevó arriba del hombro. Entre sus gritos desesperados estaba el nombre de Nam-joon repetidas veces. Éste, al igual que sus colegas, se tensaron de inmediato.

―¡No grites, imbécil! ―bramó el jefe, corriendo en dirección a él para rescatarlo.

Había extendido los brazos a los lados antes de avecinarse contra el demonio, haciendo que sus colegas desistieran de seguirlo. Astarot dilató sus dedos, volviéndolos filosas hojas. Nam-joon, a medio camino, se apoyó sobre sus rodillas, inclinando el cuerpo y la cabeza hacia atrás, barriendo el cuerpo directo hacia él. Teniéndolo a tan solo unos pocos metros, se apoyó con sus manos e impulsó su pierna con tal fuerza que incluso él sintió dolor. Con ese choque pudo discernirlo, estaba seguro de haberle roto el hueso, sin embargo, el muy maldito seguía en pie.

―¡Piérdete, Nam-joon!

Ambos habían enfrentado la mirada del otro, con la característica refulgencia en sus demoníacos ojos, y en ese preciso instante, con un ínfimo suspiro, no solo utilizó sus garras para atravesar su pecho, sino que las retorció y con el meñique, ensartó su corazón. Sin ser suficiente con aquello, con su pierna rota, pateó brutalmente el pecho del muchacho, quedándose con su órgano incrustado en su dedo, todavía generando latidos, arrojándolo con desprecio al suelo después. En el suelo, Nam-joon liberó unos pocos espasmos mientras sus ojos se apagaban, hasta no poder tolerarlo más y quedarse desplomado sobre el suelo, totalmente inerte.

―¡NAM-JOON-AH! ―vociferó Jin con desgarro y pánico.

Al ver a su jefe caído, la exhalación de los invitados, así como lo atónito de sus camaradas fue evidente.

Astarot pateó el asiento esta vez, estrellándolo contra las escaleras, rompiendo y desprendiendo varias barras del barandal. Se aproximó a tomar unas, y rápidamente se dio la vuelta, atravesando el abdomen de Jimin con ellos, tras éste intentar adelantarse y sorprenderlo por la espalda. Enterró el hierro tan profundo como quiso, avanzando contra él a lo que el joven fue arrastrado hasta caer, entonces el vil demonio hizo ceder las varillas un poco más hasta dejarlo empalado contra el suelo.

Jimin trató de retirar los barrotes, pero con el solo intento no consiguió otra cosa más que expulsar una gran cantidad de sangre por la boca.

―M-Mierda... ―suspiró, casi sin aliento, apretando los párpados con fuerza ante el dolor.

―¡JIMIN-AH! ―volvió a gritar Jin, escandalizado.

El demonio rio por lo bajo, dándole la espalda al chico ensangrentado y avanzó al hall principal.

―¡BÁJAME! ¡SUÉLTAME, HIJO DE PUTA! ―Jin luchó por zafar su agarre, casi afónico ―. ¡NAM-JOON, BASTARDO! ¡DIJISTE QUE NADA ME OCURRIRÍA! ¡ME ESTÁN SECUESTRANDO EN TU MALDITA CARA! ¡¿NO PIENSAS LEVANTARTE?! ―gruñó, forcejeando como un desquiciado.

Después de presenciar aquello, no había cosa que quisiera más que verlo levantarse e insultarlo, levantándole el dedo medio tal vez. Incluso si no le salvaba el trasero, solo quería ver con sus propios ojos una vez más que se pusiera de pie y escupiera auténticas blasfemias.

―¡ASTAROT! ―bramó Ho-seok de repente, haciendo que se volteara ―. ¿A dónde crees que vas, hijo de perra?

Aunque no podía ser visto debido a su máscara, Astarot estaba sonriendo como nunca. Por otra parte la ira de Hobi estaba a otro nivel. Cómo tenía el atrevimiento, LA OSADÍA, de atacar salvajemente a sus camaradas, marcharse con Seok-jin tan tranquilo y... ¿dejarlo a él como un mero observador? No, no, no. Estaba muy, muy... equivocado no, lo siguiente.

Su enojo era visible, palpable, emanando y elevándose sobre su cabeza, sus hombros, en una cortina de humo que se engrandecía, incendiando sus ojos en ese tono amarillento, con un aura roja en el centro producto del cólera, como una llama amenazando con hacer explosión, y en efecto eso pretendía: Yoon-gi dio una última pitada a su cigarrillo y arrojó la colilla directo a él. En cuanto voló delante de sus ojos, la bruma se desprendió de Ho-seok, rodeándola con rapidez. Al instante, el rapero llevó dos dedos a su boca, silbando agudo para llamar a su gato, el cual se encontraba oculto en el piso superior. El animal bajó cambiando su forma y tamaño, convirtiéndose en un felino bestial. Rasgó el brazo de Astarot y capturó a Seok-jin en su boca, llevándolo al lado de su amo. Era el momento entonces.

Let's burn. ―Declaró Ho-seok, mirándolo fijamente a los ojos con ese odio latente.

Y con un chasquido de sus dedos, llamaradas emergieron y abrazaron al maligno en la brevedad.

―Yoon... Yoon-gi... me salvaste ―jadeó Jin, con sus rodillas y sus manos sobre el suelo, recobrando el aliento, así como su espíritu, que irónicamente parecía haberlo abandonado por un momento.

―¿Quién eres? ―Le respondió el susodicho, inclinado frente a él y con su mascota frotándose contra su cabeza, ronroneando estrepitosamente.

El demonio peleó contra las feroces llamas, gruñendo cuan fiera iracunda, mientras Ho-seok, con el sudor escurriendo por su frente y goteando en el suelo, trataba de controlarlo, hasta que finalmente cerró con fuerza el puño acrecentando el fuego y expandiéndolo. No obstante, de aquel cúmulo infernal, una mano lo aprisionó por el cuello con una increíble fuerza. Astarot, con la mitad de su cuerpo hecho un desastre: Los tejidos visibles y sangrantes; sus huesos chamuscados, renegridos. Y su rostro no estaba en mejores condiciones, con la cabellera ahora escasa, la mitad de la cara y la quijada en su totalidad. Era prácticamente puro hueso y músculos a la vista. Ahora sí era el diablo encarnado. Llevó a Ho-seok cerca de su caliente rostro de un tirón.

―Jung Ho-seok... el niño bueno... tan bueno. Dichosos los demonios que se hayan degustado con esa alma tan deslumbrante que poseías. ―Relamió sus labios ―. Tú sí eras un verdadero tesoro en la adversidad. ―Pasó su descarada lengua por su mejilla, lo que fue equivalente a verter ácido sobre su piel, arrebatándole un tortuoso gruñido.

Yoon-gi se posicionó para arremeter de inmediato, pero su compañero lo frenó en seco gritándole:

―¡Llévate a Jin-hyung de aquí! ¡PRONTO!

Dada la advertencia, Astarot lo arrojó hacia la pared con brutalidad. Y a una velocidad excelsa, antes de que su cuerpo cayese por simple acto de gravedad, tomó una gruesa vara de hierro, clavándola justo en la caja toráxica, dejándolo incrustado en el muro. Con más parsimonia ahora, caminó hacia él, dejando que sus ojos fuesen invadidos por ese fulgor violeta y que su cuerpo comenzara a auto curarse y regenerar sus tejidos en solo segundos. El sujeto no solo se movía como un vil rayo, sino que también podía curarse extremadamente rápido del daño severo. No era en absoluto pudoroso, pero aun así reconstruyó también sus prendas de vestir, y en su mano hizo aparecer una máscara idéntica a la consumida por las llamas. Se detuvo delante de Hobi, quien incluso intentaba zafarse del duro acero en su cuerpo.

―Eres un hijo de puta bastante fuerte. ―Se pasó una mano por su cabellera ―. Debo admitir que... hacía tiempo que nadie...―Tronó su cuello ―, me lastimaba de ese modo.

La respiración de Ho-seok se entrecortaba. Yoon-gi observaba con tensión mientras sostenía y levantaba a un desfallecido Jin. Fue en ese momento en que el vil demonio se giró hacia ellos, avecinándose presuroso. El pianista apretó los dientes, queriendo evitar realizar un movimiento, hacer el llamado, sin embargo, su mascota no lo necesitó. Sabiendo que su dueño estaba en un peligro inminente, saltó ágilmente por encima de las cabezas de ambos muchachos y derribó al maligno. Forcejeó y acometió contra él repetidas veces, hasta que con las cuchillas en sus manos apuñaló su pecho deslizándolo hasta su estómago, abriendo al animal en canal y dejándolo en el suelo.

―¡NO! ―Su amo puso el grito contra las mismísimas constelaciones en el cielo nocturno, dejándose la voz en ello, escupiendo saliva y apretando con rabia los párpados, donde se acumularon lágrimas.

Lo mataría, incluso si moría en el intento, lo asesinaría cruelmente. Empero, en el segundo en que intentó mover un músculo, se llevó las manos al pecho sintiendo que el aire se le escapaba y un punzante dolor lo poblaba al punto de no permitirle avanzar, a tal grado que no demoró en caer y comenzar a convulsionar.

― ¡Yoon-gi-ah! ―Jin, conmocionado, lo sostuvo tratando de hallar la manera de auxiliarlo.

Pero nada podría hacer. Aquello que estaba ocurriendo debía seguir su curso, ya que el muchacho tenía un fuerte vínculo sensorial con su gato. Por supuesto aquello no sería un impedimento para que el demonio le diera el golpe de gracia, sin embargo y, para su sorpresa, Jin lo miró a los ojos con fiereza, quedándose delante de su compañero y desplegando sus brazos a los lados, cubriéndolo.

―¿No quieres que lo lastime? ―le preguntó, regocijándose.

Seok no respondió, tan solo movió la cabeza de un lado a otro, diciendo «no».

―Entonces ven conmigo... voluntariamente... y me detendré.

El muchacho inspiró y exhaló por la nariz, sin quitarle la mirada de encima, levantándose despacio. Y justo en ese instante, un gruñido se hizo más audible desde lo alto. Astarot recibió la suela de un zapato sobre el rostro; el autor dio un ágil giro en el aire y avanzó hacia él de nuevo, golpeando firmemente con ambos puños bien posicionados directo a su pecho, haciéndolo retroceder un poco.

―No permitiré que te lleves a hyung. ―Habló Jung-kook, manteniendo la guardia en alto.

―Ah... Jeon... Jung-kook. Veo que el tiempo... ha hecho maravillas en ti. ―Expuso siniestro, enderezándose.

El chico apretó los puños y retrocedió unos milímetros. Su pecho se inflaba y se achicaba al respirar, no por fatiga, sino porque el miedo que lo corroía en ese momento era masivo.

―Así que... niño... ¿Muerdes la mano que te dio de comer?

El aludido tragó saliva.

»¿Ya te olvidaste quién te devolvió tus piernas?

Su tono fue autoritario y dio un paso hacia él. Jung-kook retrocedió en el momento en que el demonio se movió. Sintió una fuerte estática en la cadera, extendiéndose por la columna y sintió sus piernas un poco temblorosas. El tipo no le había hecho nada, pero la sola idea lo paralizaba, cosa que lo enfurecía. Apretó los dientes, así como los puños y arremetió contra él una vez más. El primer envión con su derecha evadido, mas el segundo con la izquierda sí impactó, aunque le costó sus nudillos, ya que colisionó justo contra su máscara. Jung-kook se quejó, pero fue rápido para eludir su tacto, apartándose de su alcance. No se detendría, por lo que lo intentó de nuevo, pero Astarot atrapó su puño en el aire, estrujándolo y rompiéndole cada hueso. Con un alarido, el chico bajó una de sus rodillas; el malévolo no solo no lo soltó, sino que se arrimó a contemplar el pavor y el sufrimiento en su rostro.

―No me mires con esos ojos de ciervo. ―Formuló con lentitud.

Alzó su mano acechante delante de su rostro y sin reserva alguna incrustó sus filosas garras en la cuenca de su ojo izquierdo hasta atravesarle la cabeza.

―¡¡JUNG-KOOK-AH!!

Seok-Jin cayó sentado al suelo a la par del cuerpo del chico, más que solo impactado. Con sus ojos lagrimeando, retrocedió como su cerebro tristemente pudo comandarle, viendo al muchachito desplomado y la sangre dispersándose alrededor de su cabeza. Sin previo aviso, Astarot lo agarró bruscamente del cuello de su camisa y comenzó a arrastrarlo tras su paso.

―La fiesta terminó. Andando, chico.

―¡SUÉLTAME! ¡ASESINO HIJO DE PUTA! ¡DÉJAME!

―¡OYE! ¡CARA DE CALAVERA! ―Se escuchó a su espalda de repente.

Una bota negra golpeó justo en la cabeza del demonio, y éste, tomándolo como una bajeza, se giró lentamente, enmarcando una vena en su sien. Taehyung estaba de pie, casi al punto de hiperventilar. Había sido su zapato el que lo golpeó, en efecto, pero los ojos de Astarot se desviaron de inmediato hacia la belleza que lo acompañaba: Chlorine, a quien Taehyung no dudó en apuntar con el dedo, para que supiera que quien le había gritado había sido ella.

―¡Este sujeto es peligroso! ¡CORRAN! ―vociferó Jin, todavía luchando por liberarse del agarre.

―Cállate o te apuñalo con un hisopo, hyung.

―¿Por qué llevarte a un insignificante humano cuando te puedes llevar algo mejor?

Y con ello, los tres rolaron sus pupilas directo a las suyas. Taehyung estaba confundido y temeroso.

«¿Acaso piensa ofrecerme?», se preguntó para sus adentros.

El demonio mayor y el pobre humano asustadizo sabían lo próximo que diría, y aguardaron para escucharlo de sus propios labios:

―A mí. ―Su voz denotó seguridad y un poco de vanidad. Debía hacer una actuación estelar para convencerlo, y cabía la posibilidad de que la rechazara sin importarle una mierda.

―Eres hermosa, pero no eres humana.

―Esa es la mejor parte, cariño ―le dijo, llevándose las manos a la cadera ―. Yo soy la Afrodita de este lugar; puedo darte placeres que no cualquiera lograría otorgarte. Y estoy segura de que llevas mucho tiempo sin atender tus... necesidades carnales.

―¿Afrodita dices? ―Bufó con sátira.

―¿Quieres que te lo muestre aquí y ahora, encanto? ―dijo, bajando una de las tiras de su vestido de su hombro, escondiendo al máximo su desesperación.

―No. Vayamos a mi aposento ―le dijo, soltando a Jin como si de un costal se tratase y extendiendo su mano hacia ella.

Increíble. Había funcionado. Tanto Seok-jin como Taehyung estaban pasmados, boquiabiertos, aunque el mayor negó con la cabeza en cuanto ella tomó la mano del demonio, mucho más se aterró cuando éste la cargó en brazos sin nada de delicadeza. Jin sintió su corazón ser ahorcado por su miedo: iba a lastimarla, iba a herirla, iba a llevársela y él no podría hacer nada, tan solo observar, tan solo dejar caer una lágrima por su mejilla en el momento en que ambos se esfumaron.


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Este capítulo me quedó más larguito, espero no les moleste y lo disfruten. :')
¡Hasta el próximo viernes! ¡Gracias por su apoyo! ♥

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