Capítulo 14: Atrevimiento
Después del incidente, Jin todavía se sentía un poco mareado. Nam-joon le otorgó el resto de la noche libre y cedería su área a Ho-seok, pero se opuso. Con el susto tremendo que se había llevado, lo que menos quería era permanecer en su cuarto, no haciendo más que maquinar hasta que le saliera humo por las orejas y sangre por las fosas nasales. Pero... sabía que aun así, lo haría.
Jimin y Ho-seok se encargaron de reemplazar y acomodar los muebles, así como la barra del bar. Jin trató de ayudar, pero su fuerza física mundana no se equiparaba a la suya. El muchacho de cabello castaño prácticamente cargó el chisme con solo una mano, y en unos pocos segundos, el de cabello negro, sí, negro otra vez, lo ajustó al piso y colocó las sillas, mientras que él solo se limitó a no ser un estorbo. No obstante, se les adelantó para acomodar la vajilla y el alcohol.
Tras haberse paseado por toda la planta baja con el torso al descubierto, Jimin no tardó en llamar la atención de más de un par de ojos. Pronto fue arribado por dos chicas y un chico, y después de un breve intercambio se fue con ellos a una de las habitaciones del segundo piso. Hobi por su parte se quedó sentado frente a la barra, bebiendo y tratando de tranquilizar al barman hasta que unos delicados dedos cubrieron sus ojos y unos labios besaron su mejilla. Al girarse vio a Melisa; sabía lo que había ocurrido y acudió de inmediato para ver que todo estuviese en orden. El semblante del muchacho cambió de inmediato. La cargó en brazos y ambos se esfumaron de allí.
Jin suspiró, mientras lavaba parte de los cristales y tomaba los pedidos por mera inercia nada más, casi sin hablar o mirar a la gente; perdido en sus pensamientos.
―Astarot... ―musitó casi inconscientemente, con sus ojos en la nada y sus cavilaciones sobrevolando las estrellas.
El jefe no le había brindado mucha información, tan solo lo justo y necesario. Se trataba de un demonio de la peor calaña. Provenía de otra dimensión; razón por la cual el resplandor de su aura demoníaca tenía otro tinte. Era un ser antiguo, muy poderoso, perverso y sádico, además de un auténtico caníbal: humano o demonio, si era poderoso o prometedor, lo engulliría sin pensárselo dos veces. He ahí el porqué de su alto rango.
Y hablando del jefe, éste acababa de tomar una ducha y en lugar de tener la toalla cubriendo su parte baja, la llevaba sobre los hombros, ignorando por completo su desnudez. Estaba de pie, meditabundo y encorvado, con las manos apoyadas y la cabeza a gachas frente a su nuevo escritorio, ya que había roto el anterior.
―¿Crees que vuelva? ―preguntó Taehyung con la voz apenas perceptible. Sus heridas se habían cerrado, pero no había sanado internamente del todo aún.
―Por supuesto que volverá ―suspiró, enderezándose y caminando unos pasos ―. Y no sé si la próxima vez podré detenerlo. ―Escupió con rabia e impotencia, pasándose una mano por el cabello.
Su secretaria Lithium, su chica favorita, salió de su habitación en ese momento y le proporcionó, dejándolas tendidas sobre uno de los sillones frente al escritorio, unas prendas nuevas que poco a poco se fue colocando.
―¿Cómo lo llevas tú, V? ―preguntó, haciendo el nudo de su corbata negra.
―¿Yo? Estoy bien. No te tienes que preocupar por mí ―dijo muy quedo, mientras que también se mudaba de ropa.
Se colocó una playera gris, y en cuanto pasó su cabeza por el cuello y abrió los ojos, el jefe estaba delante de él, pegado a su rostro, cosa que lo obligó a hacerse hacia atrás.
―¿Por qué carajos lo enfrentaste directamente? ¿Querías morir, demente?
―Soy el chico de la basura. Solo hacía mi trabajo ―respondió, encogiéndose de hombros y prendió una gargantilla negra en su cuello.
―¿Te recuerdo lo que pasó la última vez que lo desafiaste?
―Cómo olvidarlo. Pero... no fue para tanto, Namu-hyung. ―Bajó los párpados, colocándose una impecable chamarra de cuero negra.
―¿No fue para tanto? Lloraste casi seis noches seguidas.
―Tenía el culo rojo y abierto como el centro de una rafflesia. ¿Qué esperabas? ¿Qué me descostillara de risa?
―Lo que no quiero es que vuelva a hacerte eso. No seas imprudente ―dijo, colocándose el saco de su traje oscuro ―. Aléjate de ese trozo de mierda, ¿oíste? ―Lo apuntó con el dedo.
Caminó hasta el escritorio nuevamente, dejándose caer sobre su silla y reclinándose un poco, suspirando con fatiga.
―Ahora ven aquí y has lo que mejor sabes hacer. ―Lo llamó, haciendo un gesto con su mano.
El aludido respondió, surcó la mesa y se arrodilló frente a él.
Jin había preparado su mejor trago para entregárselo personalmente a Nam-joon, a modo de agradecimiento por haberlo defendido de aquel monstruo. Le preguntó a Jung-kook, quien llevaba un largo tiempo sentado frente a la barra, bebiendo y bebiendo sin conseguir emborracharse, que le abriera un portal para dejarlo en el quinto piso, y así lo hizo, aunque el muy canalla lo dejó en el segundo piso, por lo que tuvo que caminar el resto.
―Le pediré a Nam-joon que instale un ascensor, aunque el maldito seguro querrá descontármelo de mi paga ―murmuró, con una vena marcada en medio de su frente.
Al conseguir llegar por fin, suspiró, tratando de recobrar el aliento y cuidando que el trago no se derrame y conservara la temperatura. Carraspeó un poco y golpeó a la puerta.
―Ah, buen chico V. Qué bien lo haces ―le dijo, acariciando su cabeza.
Fue en ese momento que escuchó los golpes de Jin al otro lado de la entrada.
―¡Adelante, Kim!
El referido abrió la puerta, le mostró el trago a su jefe y explicó su presencia allí de manera concisa, hasta que Taehyung subió la cabeza desde atrás del escritorio para saludarlo, dejándolo patidifuso.
―¿Qué te trae por aquí, hyung? ―dijo, relamiéndose los labios.
―¡Pu-Pu-Pudiste haberme dicho que estabas ocupado, ¿no?!
―No veo por qué. Esto es rutina. Lo hacemos todo el tiempo.
Seok frunció varios de los músculos en su rostro, esforzándose por esconder su mueca de repulsión, aunque no pudo disimular para nada el rojo en sus orejas, que se desplazaba despacio por su rostro.
―Solo dejaré esto aquí. ―Reposó el vaso sobre el mueble más cercano ―. Gracias de nuevo, por lo que hiciste. ―Se apresuró para abandonar la habitación de una buena vez.
―¿Y a este imbécil que mosca le picó?
―Se alteró cuando lo saludé. ―Conjeturó Taehyung ―. Seguro pensó que te la estaba chupando.
Los dos se miraron en ese momento.
―Típico. ―Espetó el mayor, bajando la vista hacia su calzado ―. Te lo agradezco, V. No sé qué sería de mis zapatos sin ti. Eres el único que logra hacerlos relucir a pleno.
―No hay problema. ―Se puso de pie ―. Aunque podrías aumentar mi paga, ¿no?
―¿Te parece que te pago poco, hijo de puta? ¡No hace mucho que te di tu aumento! Mejor lárgate antes de que los pensamientos de Kim se hagan realidad, y de manera sádica ―demandó, alzando su pierna y alcanzando a patear suavemente sus nalgas en cuanto el otro se dio la vuelta.
Sin embargo, antes de que su colega dejara el cuarto, le llamó la atención una última vez.
―Descansa, ¿de acuerdo? Busca a tu Baby doll, a Jung-kook, o ambos y diviértanse un poco. Y aléjate de Astarot, ¿entiendes?
Su tono había sido severo. El chico asintió sin decir nada y se marchó, cerrando la puerta detrás de él.
En cuanto Jin volvió a su lugar de trabajo, Jung-kook todavía estaba allí sentado, terminando su sexta botella de alcohol. Suspiró y pasó por su lado, agradeciéndole el «aventón» sarcásticamente, a lo que el chico sonrió, acérrimo.
―Mierda, no podré emborracharme.
―¿Para qué te quieres emborrachar? ―indagó con un poco de fastidio, ocupando su sitio detrás de la barra.
―Para no pensar demasiado ―expresó sensato, llenando de vuelta su vaso.
―Me gusta ese plan ―dijo, preparando un trago potente para él mismo.
―Estoy alterado, así que no lo tendré fácil. Pero por fortuna, tengo esto ―dijo, sacando un pequeño frasco con pastillas del bolsillo interno de su chaqueta de cuero.
―¿Drogas? ―Detuvo lo que estaba haciendo.
―Me gusta llamarlos estimulantes.
―Drogas. ―Bajó los párpados, siguiendo con la preparación del trago.
―Vete a la mierda. ―Le dio vuelta el rostro.
Jung-kook arrojó la pastilla blanca al aire y la atrapó con su boca, bajándola de inmediato por su garganta haciendo fondo blanco a su vaso, suspirando luego tras haberlo ingerido todo. Seguidamente volvió a tomar la botella a su lado, para servirse una vez más. En el proceso desvió sus ojos oscuros hacia el cantinero, quien arrugaba los músculos del rostro por el ardor que el trago provocaba al recorrer su esófago.
―Hey, Hyung. ―Consiguió que lo mirara ―, ¿quieres? ―Arqueó una ceja, ladino, mostrando otra pastilla en su mano.
―No quiero aceptar nada de ti, mocoso maldito. Seguro me quieres dar laxante.
Y con esa declaración el menor comenzó a reír a carcajadas. Sí sería algo que le haría, y más de una vez.
―No seas tonto. Acabo de tomarme una igual frente a ti, ¿o no?
―No hace diferencia. Eres como el Dios del engaño.
―Halagador. Pero no, solo soy un demonio joven y lleno de azúcar.
―Y droga.
―¿Quién eres, idiota? ¿El santo padre Jin? Tómala ya. ―Estampó su mano sobre la mesa, dejándosela servida.
Jin la observó por un momento, muy dubitativo.
―Hyung, casi te secuestran hoy. Hazme caso por una vez y tómala. Sin trucos esta vez. Te ayudará a relajarte. Así no pensarás de más ―le dijo, casi como un regaño, y se llevó el vaso a los labios una vez más.
En otras circunstancias hubiera apartado la mirada y caminado lejos sin más. Pero... ahí y en ese momento, cómo se sentía. Tenía una salida fácil a su malestar y, con esa corrosión propagada en su interior, producto del entorno viciado, no solo ponía en jaque su juicio y prejuicios, sino que aumentaba notablemente su tentación. Infló el pecho tomando aire por la nariz y con arrebato agarró la pastilla llevándosela a la boca, pero en lugar de digerirla con licor, lo hizo con agua, de una botella que tomó del pequeño refrigerador a su espalda. Bebió hasta la mitad, apretando muy fuerte los ojos, mientras Jung-kook sonreía y en cuanto lo miró de nuevo Jin alzó su vaso, dando un trago. Y con ello, el chico desplegó una sonrisa en su rostro y dejó que su cabeza cayera lánguida sobre su mano. Ya estaba empezando a sentir los efectos del «estimulante», como él lo llamaba.
―Nos vemos, hyung. ―Se despidió, poniéndose de pie, tomó la botella de la barra, se alejó y estampó el pico del cristal contra sus labios.
Seok-jin negó con la cabeza, arrugando los labios de un solo lado y continuó con su trabajo. Se pasó una mano por la frente; de repente comenzó a sentir una muy ligera sensación de calor.
Los espectáculos concluyeron, y los muchachos y muchachas comenzaron a cortejar y escoltar a sus clientes hacia las habitaciones. El barman paseó sus ojos de una punta a la otra, tratando de localizar a Chlorine, pero no consiguió verla.
A su vez, Jung-kook entraba muy sonriente al baño, donde se encontró con Taehyung, quien se hallaba orinando, por supuesto.
―¡V! ¿Ya te sientes mejor? ―Se detuvo a su lado, silbando y desprendiendo su pantalón.
―Tardaré en recuperar la voz por completo, pero estaré bien ―respondió, liberando sus últimas gotas, pero en cuanto su compañero desveló su miembro la sorpresa fue más que evidente ―. ¿Qué carajos, Jung-kook? ¿Otra de tus bromitas pesadas? ―exclamó con enfado, se giró en dirección contraria y acomodó su ropa.
―Qué raro... Creí que tenía ganas de orinar.
―¿Orinar? ¡La tienes como un tronco! Estás con líquido pre seminal, hijo de puta.
―Pero yo no...
―¿Tomaste algo?
―Solo un relajante.
―Oh, la pastilla azul.
―¿Azul? No, no, es la blanca. La azul es afrodisíaco.
―No, Kookie. Las azules son para destensar los músculos y relajar el cerebro. Las blancas son el afrodisíaco.
―¿Y desde cuándo eres un experto?
―Jimin es el experto. Él las consume a diario, ya que siempre que tiene sexo le gusta llegar al orgasmo unas cinco veces como mínimo. Me explicó con cuidado para que no me pase eso: confundirlas.
―¡Mierda! ―estrelló su cabeza contra la pared, lleno de frustración.
―Si no quieres tocarte o tener sexo has ejercicio, así la sangre circulará en otra direc...
―Le di una a Jin-hyung.
En la parte superior de las escaleras que conectaban con el segundo piso, Seok-jin estaba agachado sobre uno de los peldaños, sosteniéndose con ambas manos de la barandilla y esforzándose por respirar.
―Maldita sea, Jung-kook. ¿Dónde te metiste? ¿Qué mierda fue lo que me diste? ―masculló con los labios temblorosos.
En cuanto la sensación de calor se había acrecentado y su ritmo cardiaco se volvió una auténtica taquicardia, supo que algo no andaba bien. Quiso desplazarse para ir en busca del chico pero trastabilló, aunque logró sostenerse de milagro, evitando caer. Su visión comenzó a distorsionarse, sus párpados caían y el resto de sus sentidos y reflejos iban cuesta abajo, haciéndolo sentir peor que cualquier borrachera que haya tenido antes.
―¡¿QUE HICISTE QUÉ?! ―Vociferó Taehyung, tan histérico como alarmado ―. ¡¿Acaso quieres matarlo?! ¡Si esa mierda nos excita a nosotros imagina lo que le provocará a él! Te pasaste de la raya esta vez.
―¡Estaba seguro de que eran relajantes! Estaba tan aturdido por ese maldito de Astarot, y yo solo... No pretendía molestarlo esta vez, o bueno, tal vez un poco. ¿Me crees? ―Lo miró con aflicción.
―Te creo. ―Respondió con circunspección en su fisionomía ―. Hay que encontrarlo YA. Todo el maldito burdel está en celo con él. Si lo ven vulnerable... ¡Mierda! ―exclamó con enojo y exasperado.
―Bien, vamos ―dijo, agarrándose los pantalones.
―No, no. Tú hunde el Titanic. ―Señaló su erección ―. Yo buscaré a hyung ahora. ―dijo, pretendiendo salir, pero la mano de su compañero alcanzó la suya.
―Será más fácil si «me das una mano». ―Le guiñó un ojo.
Taehyung se mordió el labio inferior con indecisión, y es que si accedía las cosas terminarían con él siendo estampado contra la pared, al punto de casi romperla. Jung-kook lo desgarraría en la primera estocada y a él, lejos de molestarle, le encantaría tanto que volvería a dañarse la garganta al gemir al ritmo de su intrusión constante, repetitiva y salvaje. No era muy difícil para él dibujar la escena en su cabeza, después de todo ellos dos tenían mucha química y piel, demasiada. Por lo que solían jugar juntos bastante seguido.
―Nos vamos a entusiasmar si lo hacemos ―dijo, soltando su mano despacio ―. Jin-hyung nos necesita cuanto antes. Guardemos la calentura para cuando no estén a punto de violar a alguien, ¿okey?
―Sí, tienes razón.
―Muy bien. Ahora, pégale a esa «galletota». ¡Loco! ―Le dio una palmada en el hombro y salió de ahí a paso acelerado.
Una pareja que recorría el pasillo vio a Jin, prácticamente jadeando, destilando sudor de su cuerpo y goteando sobre la superficie de los escalones.
―Oye, ¿no es el humano que trajo Nam-joon-goon? ―Habló una voz femenina.
―Sí es. Creo que no está bien ―respondió una voz masculina esta vez.
―No podemos dejarlo ahí, ¿verdad?
―No, claro que no.
Los dos se miraron con complicidad, ensanchando una sonrisa maliciosa en sus labios y se le acercaron.
―Te llamas Seok-jin, ¿no es así?
El aludido no respondió, tan solo asintió como pudo, moviendo vagamente la cabeza. Ella rozó apenas su hombro, pero Jin, aunque trémulo, estaba a la defensiva ante el tacto ajeno, por lo que se apartó de inmediato.
―No te ves nada bien.
―Dé-Déjenme solo, po-por favor.
―¿Dónde está tu habitación? Te llevaremos.
El hombre lo levantó con prepotencia, pasando su brazo por su cuello y sosteniéndolo. Jin protestó entre balbuceos, pero en su actual estado no podía luchar o poner resistencia, por lo que los individuos lo condujeron y atravesaron el vórtice que habían abierto delante de ellos.
―¿Lo encontraste? ―preguntó Jung-kook, habiéndose unido en ese momento a su compañero rubio.
―Revisé toda la planta baja y el primer piso ―expuso entre suspiros ―. Una de las camareras dijo que lo vio sentarse al pie de la escalera, sofocado. Seguro alguien ya lo encontró.
―¡Hay que subir! ¡Revisar cada piso a partir del segundo! ―exclamó nervioso, abriendo un portal justo frente a ellos.
Tras recorrer los pisos inferiores, abriendo puerta por puerta, interrumpiendo descaradamente coito tras coito, por lo que no solo no recibían información sino que más de uno les arrojaba algo para que se esfumaran de ahí. Llegaron así hasta el cuarto piso, para continuar con su misión.
En su respectiva habitación, que era la primera en la hilera de puertas, se encontraba Yoon-gi, acompañado de su dulce Tellurium, moviendo sus caderas sobre su pelvis, mientras que él, con sus manos esposadas, rodeaba su silueta, frotando, apretando y arañando sus pechos, a la vez que succionaba y mordía su cuello con fervor.
―¡Yoon-gi-ah! ―exclamó Taehyung, no solo abriendo la puerta de golpe, sino también ingresando y encendiendo las luces.
El susodicho levantó la cabeza, mirándolo con ese brillo ámbar en sus ojos gatunos. Si había algo que le hacía hervir su sangre maldita era que tocaran su piano, que tocaran a su gato o que lo interrumpieran mientras tenía sexo.
―Lárgate por donde viniste o te arranco la cabeza. ―Lo amenazó, a lo que Taehyung levantó los brazos en son de paz, retrocedió y desapareció de inmediato.
Seok-jin permaneció en silencio, pero la pareja sabía perfectamente que su habitación se encontraba en el último piso. No fue una tarea difícil encontrar la puerta correcta. Entraron al dormitorio y recostaron al joven sobre el colchón. Jin ladeó el cuerpo, y jadeó con pesadez, sintiéndose muy ahogado. Tenía un brazo sobre sus ojos y el otro abrazaba su cintura. Los otros dos se relamieron y mordieron sus labios, viendo cómo su pecho subía y bajaba drásticamente.
―Me está excitando mucho. Hagámoslo ya ―murmuró la chica, arrimada al oído de su acompañante, quien asintió.
Ella se movilizó hasta la cama, apoyó las rodillas cerca de la cabeza de Jin, lo puso boca arriba, lo tomó de las manos, estirando sus brazos hacia ella, y aprisionó sus muñecas contra las sábanas.
―Uy, este chico está literalmente ardiendo ―expuso entusiasmada, al sentir el calor de su cuerpo al tocarlo.
―¿Q-Qué estás...? No, suéltame. ―Forcejeó en vano. La fuerza de un demonio maduro superaría siempre la propia.
―Tranquilo. Esto te va a encantar ―le susurró cerca de su oído, y atrapó la parte superior del cartílago entre sus labios después, ganándose con ello un gemido de su parte.
El hombre se inclinó sobre él y empezó a desprender los botones de su camisa.
―No, no, no, no, no. ¡Basta! ―Se retorció.
Alcanzó a levantar una de sus piernas y pateó el pecho del demonio, pero éste sujetó con solidez su tobillo, levantando un poco más la extremidad y quedándose en medio de ambas. Con su mano libre desabrochó su cinturón y tiró de él, quitándoselo por completo.
―Suéltame, ¡maldición! ¡SUÉLTENME! ―Continuó luchando.
―OIGAN. ―Una voz grave e imponente profirió de repente, crispándole los nervios a los demonios.
Una silueta negra semejante a un reloj de arena estaba posada en el marco de la puerta del cuarto a contraluz, mirándolos con esos fúricos ojos amarillos.
―Chlo-Chlorine. ―Articuló la fémina, espantada.
―¿Acaso están sordos? Les dijo que lo soltaran.
Sintiendo su amenazadora aura demoníaca sobre ellos, no dudaron en quitarle las manos de encima.
―¿Qué mierda están esperando? ¡Lárguense de mi vista! ―Exigió su orden, que fue acatada en la brevedad ―. Y si vuelven a ponerle un solo dedo encima los haré carne molida y me los comeré crudos. ¿Les quedó claro?
La pareja asintió, disculpándose, y se esfumaron tan rápido como pudieron de su vista, tal y como lo pidió, tras abrir un vórtice y atravesarlo al instante.
Reaparecieron en la planta baja, murmurando alivio entre ellos, pero para su desgracia su infortunio no había culminado, pues delante de ellos, en plena penumbra y humo a su alrededor, estaba nadie más ni nadie menos que el gran mandamás.
―Na-Nam-joon...
―Sí. Ese es mi nombre, querida ―dijo con una voz gutural que podría erizarle la piel a cualquier pobre distraído, apartando el cigarrillo de sus labios y expulsando sobre su cabeza el humo ―. Déjenme preguntarles una cosa. ¿Quién mierda les dijo que podían ponerle la mano encima a Kim Seok-jin?
―Je-Jefe, solo buscábamos abastecer nuestro placer, usted sab...
―Abastécete con mi verga en tu culo. ¿Qué te parece eso? ―dijo con frescura, dando otra calada.
―Solo nos divertíamos, Nam...
―Diviértanse violando a su puta madre. Como vuelva a enterarme que siquiera rozan un solo cabello de Kim contra su voluntad los voy a empalar con mi propio puño, ¿fui lo suficientemente claro?
Los receptores agacharon la cabeza, dando un asentimiento.
―A veces me detengo un momento y pienso: Rayos, ¿estaré siendo muy duro con los castigos que impongo? ―Dio una profunda calada, consumiendo todo lo que quedaba del cilindro de una sola vez ―. Pero la realidad... es que he sido muy blando. ―dijo, haciendo resplandecer sus ojos amarillos en la oscuridad. Apagó la colilla contra su palma, sin inmutarse en lo más mínimo, y la arrojó lejos. Por supuesto que implementaría el debido castigo por su falta.
Ese característico tono ámbar que al mismo tiempo colmaba los iris de la diablesa se apagó, y con su furia decreciendo poco a poco, cerró la puerta y se giró hacia Jin.
―Ah, Chlorine... me salvaste ―le dijo, sentándose en la cama con mucha dificultad y llevándose una mano a la cabeza.
―Jin-jin... ¿Cómo terminaste así? ―indagó, agachándose frente a él.
―Ah... Jung-kook...
―Jung-kook. Le voy a meter un palo por el culo cuando lo vea.
―No... Creo que ni siquiera él sabe lo que tomamos. No creo que lo haya hecho con mala intención esta vez. Po-Por favor, déjalo.
Seok se pasó una mano por el rostro y liberó un fuerte gemido, frunciendo el ceño y recorriendo su muslo con su mano, apretando un poco.
―Parece que hay algo atrapado entre tus piernas.
―Ah... sí.
Trató de levantarse, pero su equilibrio era inexistente en ese momento, por lo que nuevamente cayó sentado al pie de la cama.
―¿Pero qué haces?
―Una ducha. I-Iré a darme una ducha helada y esto se pasará.
―Jin, no puedes ni sostenerte. Pero yo te puedo ayudar con eso. ―Señaló su entrepierna con sus ojos.
―Tú... ¿Lo harías?
―Por supuesto. Lo que sea por mi chico favorito ―le dijo, acariciando su rostro.
―Por favor... no me toques así. ―Retiró su mano.
―¿Por qué no? ¿Te excita mucho?
―No sé si a cómo me siento ahora lo pueda llamar excitación. Si-Siento que estoy a punto de explotar.
―Sí, lo harás. Pero será porque yo lo provoque. ¿De acuerdo? ―le dijo, curvando un poco su cabeza y sonriéndole de manera ladina.
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