Capítulo 13: Un viejo conocido

La noche apenas comenzaba, y Kim Seok-jin ya se encontraba detrás de la barra, atendiendo los pedidos y entregándolos a los diversos camareros y camareras que se los hacían llegar a los visitantes que habían arribado. También saludaba y repartía algún que otro beso al aire para deleitarlos.

Chlorine bajó las escaleras muy coqueta y elegante, con un vestido de dos piezas, unido por unas ligas entrelazadas a su cintura, dejando apreciar parte de su abdomen y su espalda a pleno. La falda contaba con un tajo de cada lado, haciendo lucir sus piernas. La prenda era negra, y sus labios rojo carmesí. Desplegó una sonrisa de éstos al visualizar a su chico favorito, motivo por el cual se acercó a la barra, pisando firme con sus largos tacones con plataforma y sacudiendo sensualmente sus prominentes caderas.

Worldwide handsome... ―Canturreó bajo y tomó asiento.

Jin reconoció su inconfundible y seductor tono de voz; lo llevaba impregnado en su memoria. Alzó de inmediato su cabeza directo hacia su rostro y le sonrió con esos belfos gruesos y relucientes.

―Sírveme lo de siempre, ¿quieres? ―Le guiñó un ojo.

Él perpetuó unos segundos la mirada, admirándola: su piel pálida; esos carnosos labios rojos, el tenue hoyuelo en su mentón; y las cintas cruzándose en su escote, formando un pentágono, muy tirantes y juntando su busto. Apartó como pudo sus ojos, para llevar a cabo su pedido. Ella sonrió, habiendo notado esa mirada ligeramente lasciva. Ahora era su turno para observar. Esta noche, su querido Seok-jin llevaba una camisa azul muy oscuro, un poco ajustada, con los brazos remangados hasta los codos y el cuello abierto. Su cabello estaba extenuado con algo de volumen hacia atrás, dejando al frente tan solo unos vagos mechones (las manos mágicas de Park Jimin, sin lugar a dudas) que lo hacían lucir el doble de apetecible. Y por mil demonios... ese cuello, con los músculos y la garganta bien pronunciados, sumado al relieve de su nuez de adán.

Prestó más atención, logrando divisar también parte de su clavícula, que se lucía gracias a que llevaba la camisa más desabotonada de lo que esperaba, tratándose de él. Su cabello, la ropa, su atractivo natural. Chlorine no pudo evitar repasar su labio inferior con su lengua, pellizcando un extremo con los dientes después. Se moría de ganas de llevárselo, arrinconarlo en un sector oscuro y adueñarse por completo de ese cuello, llenándolo de besos, mordidas y chupetones, dejando miles de marcas moradas. Y por qué detenerse en su cuello; su clavícula, su pecho, incluso sus pezones, devorárselos por completo. Sí. Viéndolo a unos pocos metros de ella, podía visualizar esas dulces expresiones suyas en su mente: la tosca exhalación que produciría al sentir su espalda chocar contra la pared y los encantadores y adorables quejidos mientras ella se apoderaba de su piel. Su respiración se entrecortaría y suspiraría por lo bajo su nombre. Lo tocaría y lo provocaría para luego aferrarse a su pelvis con sus piernas y sería él entonces quién la estrellaría contra el muro, bajando sus pantalones y metiéndosela hasta el fondo para cogérsela como el desquiciado en que anhelaba convertirlo.

Jin le entregó el trago que había solicitado, dejándolo sobre la barra y lo deslizó delicadamente en su dirección. Ella reposó sus dedos sobre su brazo e hizo un recorrido lento hasta su palma. Quería hacerlo. Quería robárselo terriblemente.

―Gracias, Jin-jin. ―Separó sus dedos de los de él, tomando el vaso, dirigiéndole una mirada lujuriosa, y lo llevó a sus labios.

No. Estaba trabajando y esforzándose para no cagarla de ninguna manera. Se había asustado después de que Nam-joon lo arrastrase con ferocidad a la sala de castigos. Recordó que en el momento en que abandonaron la habitación lo atosigó a besos, pero no consiguió llegar muy lejos, ya que estaba alterado y también muy cansado, por lo que se lo dejó pasar. Como se lo estaba dejando pasar ahora mismo. Lo dejaría en paz... por ahora. Pero en cuanto tuviera la chance de poseerlo entre sus brazos nuevamente no sería tan gentil, no. Lo marcaría... Lo enajenaría de tal manera que él no toleraría la idea de no hacerla suya... con tal fogosidad, tan profundo e íntimo, bestial incluso, que desearía no terminar aquello jamás.

Dejó el cristal vacío sobre la barra, relamiendo sus labios, y apoyó sus manos sobre la mesa. Se le arrimó y le regaló un sencillo beso en la mejilla, bajó del asiento y se marchó, no sin antes arrojarle un beso al aire y al voltear, movió el culo a propósito para su deleite. Él la observó, aunque con discreción; se le daba bien eso.

Los shows comenzaron, al igual que el aumento en el trabajo del barman. El número de demonios comenzaba a ser abundante. Hubo algunos pícaros que lo llamaron para compartir unos tragos o sentarse con ellos en su mesa, peticiones que muy amable y educadamente Jin rechazó, y en cuanto se ponían tediosos Jimin y Hobi estaban allí para apartarlos y por qué no, amenazarlos.

Chlorine había subido al escenario a cantar esta vez, una canción de estilo jazz, muy lenta y seductora, igual que sus movimientos, igual que su sola entidad. Fue desprendiendo las ligas de su vestido mientras entonaba los fraseos. Jin se relamía los labios y luego los apretaba ante su sola voz que penetraba sus oídos. Seguía sintiendo que era indebido mirarla, pero ya no por pudor propio, sino por celos de todos aquellos ojos ajenos sobre ella... no lo hacía sentir cómodo. Pero a estas alturas, después de su encuentro íntimo, le era sencillamente imposible no desviar sus pupilas en su dirección, incluso sin darse la vuelta para verla en su plenitud. Y justo cuando creía no poder resistir más la tentación, una extraña y sofocante sensación lo invadió al instante. Era fuerte y pestilente. Inmediatamente recordó las palabras de la diablesa: «(...) la presencia de demonios de alto rango suele percibirse en el aire, como una sensación de pesadez o agobio (...)». ¿Por qué recordaba eso justo ahora? Fuese como fuese, ni siquiera tuvo tiempo de comprender ese dolor punzante en su cabeza, su estómago revolviéndose al punto de generarle arcadas, y esa pesadez adormeciéndolo. El cuerpo de Jin se aflojó, se tambaleó y sin más él cayó inconsciente.

Chlorine dejó de cantar. Ella, al igual que todos los demonios allí presentes, se llevaron una mano al rostro, cubriendo sus narices con repulsión en sus rostros y siendo presos, algunos pocos de ellos, de un calor terrible sobre sus cuerpos.

Nam-joon, desde su oficina, junto a su querida dándole un masaje en los hombros mientras éste se ocupaba del papeleo habitual, realzó la cabeza de repente.

―Mierda. ―Se puso de pie con arrebato, apoyando las palmas sobre su escritorio con tal rabia que agrietó la madera.

El chico de la basura, conteniendo la respiración, se presentó primero a unos metros de la entrada principal. Su ceño estaba fruncido como nunca antes y su recelo elevado a la milésima potencia. Sabía, al igual que el jefe, de quién se trataba, y no le hacía la menor gracia.

Pronto la puerta estalló sin más. Taehyung se cubrió la cara con su brazo y en cuanto el humo se dispersó permitiéndole ver su entorno, sus ojos se abrieron con sorpresa al ver que del gran hueco vaporoso unos finos y largos dedos se colaban, rompiendo la pared y arrojando los cascajos, para así poder ingresar. El sujeto medía fácilmente dos metros, y vestía un elegante traje negro en su plenitud.

Su rostro, oculto en la penumbra que lo rodeaba, dejaba resaltar dos refulgencias de un radiante y chillón púrpura que eran sus ojos. Dicha luz se reflejaba en la máscara metálica que imitaba la apariencia de los huesos de la mandíbula, aunque con una afilada dentadura, que cubría toda su quijada, parte de sus pómulos y la nariz.

Las luces cambiaron, iluminando un poco el lugar. La música se detuvo en seco y todos los presentes congelaron su mirada escamada en el recién llegado. Jimin y Ho-seok se detuvieron a unos pocos metros atrás de Taehyung; sabían que debían ser prudentes. Y justo detrás de ellos estaba Jung-kook quien, a diferencia del resto, mantenía sus ojos tiesos, mostrando una impresión muy grande. Sentía un estrujón constante en el pecho que le causaba un dolor feo y lo ahogaba, dejando su cuerpo ligeramente trémulo. Del mismo modo, Yoon-gi, ubicado al fondo, bebiendo un trago y compartiendo murmullos obscenos con Tellurium, se paralizó al fijar la vista en él. Apretó el vaso con tal fuerza que lo estalló en su mano, no importándole el dolor, la sangre, o enterrar el vidrio en su carne, ya que le era imposible no oprimir su puño. Los dos muchachos tenían el disgusto de conocerlo lo suficientemente bien.

Al adelantar unos pasos con una vasta parsimonia, sus orbes se apagaron dejando ver su pálida piel y su ondulado cabello castaño oscuro caer llovido sobre su rostro, cubriendo un poco sus ojos.

El chico de la basura tragó saliva. En efecto era quien pensaba, aunque no lo recordaba tan imponente, y mucho menos con esa aura tan enfermiza irradiando a su alrededor, y dificultándole la tarea de respirar.

El intruso inspiró una vez inflando el pecho y exhalando un vado tóxico por los orificios de su máscara, teniendo al chico entre ceja y ceja, quien lo enfrentaría si debía hacerlo; defendería su lugar de trabajo y su hogar. Pero no tuvo ni la menor oportunidad, ya que tan solo en un suspiro, el individuo no solo estaba frente a él, sino que lo sostenía firmemente del cuello, suspendiéndolo en el aire.

―Kim Taehyung... Ha pasado tiempo. ¿Me has extrañado? ―Torció un poco la cabeza.

Hablaba con un susurro sumamente grave y áspero. Asimismo, su dicción era paulatina, provocando escalofríos en cualquiera ante la incomodidad que producía. Todo esto sin mencionar que la máscara generaba distorsión, dejando que se oyera una doble voz.

―Lo siento chico. Pero no necesito tus gritos ahora, tan solo he venido de paso. ―Hizo más fuerte su agarre contra el cuello de Taehyung, haciéndolo jadear.

Sus falanges, los cuales podía extender a voluntad, siendo capaz de rodear un cráneo con solo una mano, y estrujarlo hasta reventarlo si así lo deseaba; también podían ser utilizados como púas extremadamente filosas. Las empleó y atravesó el cuello del muchacho de lado a lado, dejando sus ojos saltones mirando a la nada y su cuerpo lánguido, sin chance de acción alguna. La sangre chorreó con fiereza bañando sus garras y goteando sobre el suelo, y como si de un costal se tratase, lo arrojó hacia el muro al otro extremo, creando una gran hendidura con el choque de su cuerpo.

―¡TAEHYUNG-AH! ―Jimin se trasladó a su posición de inmediato.

Los pasos del extraño fueron más violentos ahora. Puso sus manos sobre la barra, arrancando el mueble del piso y arrojándolo lejos, encontrándose al fin con quién tanto anhelaba: Kim Seok-jin. Ladeó su cabeza y lo contempló.

Ho-seok trató de intervenir, pero Jung-kook lo sujetó del brazo con solidez y en cuanto se giró con rabia hacia él pretendiendo soltarse, el chico negó con la cabeza, notablemente asustado, cosa que lo alarmó: Jung-kook nunca se había sentido temeroso ante ningún extraño, fuera quien fuera.

Taehyung se retorcía entre los escombros, extendiendo el brazo y señalando frenético al malhechor. Escupía sangre a la vez que esta salía a borbotones, corría por su garganta y se deslizaba por doquier.

―Ya, ya, Tae. No intentes hablar o será peor ―dijo Jimin, habiéndose quitado su blusa holgada. Cubrió la zona lacerada y oprimió con fuerza ―. Quédate quieto y espera a que las heridas sanen.

El bandido tomó al muchacho del tobillo y comenzó a arrastrarlo, pero en cuanto se direccionó hacia la salida, el jefe estaba allí de pie, sosteniendo con firmeza su cayado.

―Ah... Kim Nam-joon. Tiempo sin verte. Luces bien ―expuso, sin soltar a Jin.

―Lee Do...

El referido lo cortó en seco, chasqueando la lengua audiblemente tres veces y negando con su dedo índice en alto.

―Tú sabes el nombre que he adoptado.

―Astarot. ―Se corrigió ―. ¿Qué carajos quieres? ¿Qué demonios te hace pensar que puedes venir a mi maldito burdel, arruinar mi propiedad y atacar o raptar a mis empleados? ―expuso tosco, alzando una ceja y señalando con ese gesto a Seok-jin.

―Él es un humano.

―Él trabaja para mí.

―Oh... así que es tu perra.

―Como dije. Trabaja para mí ―reiteró, hablando entre dientes con la mandíbula tensada. Se quitó sus anteojos y los arrojó lejos ―. Vas a soltarlo ahora y te vas a largar por donde viniste.

Jin empezó a reaccionar. Comenzó a quejarse, a menear la cabeza y llevarse las manos muy despacio hacia ésta, siendo preso de una fuerte jaqueca. Parpadeó un par de veces hasta conseguir ver con detalle la figura imponente a su lado, luego al jefe a unos metros y por último su pierna en alto, sintiendo también la mano ajena sobre él. Por supuesto se dispuso a soltarse, pero el pernicioso demonio no solo afianzó su agarre, sino que movió un poco su brazo y lo arrastró un poco hacia él. El muchacho, aun sin conseguir despabilarse del todo, solo pudo gritar aterrado ante el brusco y repentino movimiento, mientras aplacaba las manos contra el suelo, cosa que llamó la atención del diabólico, quien giró la cabeza y lo observó de reojo por encima de su hombro.

―¡Idiota, no grites! ―Lo reprendió su jefe, muy enfadado.

―Nam-joon... Todos los especímenes exóticos parecen ser atraídos a tu dimensión... a tus puertas. Este chico mantiene su alma impoluta. ¿Qué pasa que no lo has devorado todavía?

―No es asunto tuyo.

―Voy a creerme en serio que es tu perra.

―Si es mi perra o no, no es tu maldito problema.

―Bueno... Francamente me da igual. ―Hizo un breve gesto alzando las cejas y ladeando la cabeza ―. Pretendo llevármelo de todas formas y hacerme un festín con su jugosa alma.

―¿Y qué mierda te hace pensar que voy a permitir que te lo lleves? ―expuso con rudeza, girando el bastón entre sus dedos y clavando el pie contra el suelo, hundiéndolo un poco.

La tensión se acrecentaba con cada palabra adherida. Había dos demonios con un potencial titánico cara a cara y nada podría terminar bien.

―Como en los viejos tiempos, eh... Pero... Tú sabes mejor que nadie que mi rango es superior al tuyo... Nam-joon. ―Habló con esa voz balbuciente, profunda y escalofriante, soltando el tobillo del muchacho.

Un «auch» se escuchó de parte de Seok-jin, con más rabia que dolor. Chlorine bajó del escenario y corrió hacia él, se agachó a su lado, tocó su rostro e indagó por su estado.

―¿Cuánto quieres por él? ―preguntó de repente, haciendo un ínfimo movimiento con su dedo, apuntando al chico en cuestión, quien lo miró muy indignado.

―No está a la venta. ―Negó con la cabeza.

―¿Y si solicito sus servici...?

―No atiende clientes. ―Superpuso su voz sobre la suya.

―Lo cuidas mucho, eh... ¿O para qué mierda lo tien...?

―¡¿Y por qué carajos tengo yo que darte tantas explicaciones?!

―Eres un anfitrión y provees servicios. No veo el problema en indagar.

―Y no lo habría, de no ser porque sé cuán hijo de la gran puta eres.

―Uh... me atrapaste, chico...

El susodicho Astarot desprendió los botones de su saco, a la vez que Nam-joon desvaneció su bastón de su mano para despojarse luego de la chaqueta de su traje, lanzándola a un lado. Los dos se miraron fijo, directo a la oscuridad en sus ojos por unos segundos, helando la sangre de todos allí. El extraño alzó un poco la cabeza inspirando, bajándola después a la vez que exhaló, de nuevo liberando vapor por medio de la máscara. Sus ojos resplandecieron cárdenos por un instante.

Todo lo que se vio al segundo siguiente fue un simple paso de su parte, y tanto él como Nam-joon desaparecieron de sus posiciones, dejando un agujero todavía mayor en la entrada. Todos los espectadores suspiraron estridentemente al presenciar aquello. Jung-kook fue el primero en correr y asomarse por el hoyo; Ho-seok y Yoon-gi lo siguieron y del mismo modo lo hizo Jin, junto a Chlorine.

El jefe recibió a su enemigo de frente, conteniendo su cuerpo con sus manos, girando y poniendo su peso contra el otro de manera constante, mientras intercambiaban golpes a una velocidad abismal, hasta que ambos cayeron planchados sobre el asfalto en la calle. Con una lluvia intensa sobre ellos. Posaron sus palmas contra el concreto, levantaron el pecho y se pusieron de pie, chorreando agua y sangre.

―Vamos, hijo de puta ―escupió Nam-joon entre dientes, con sus manos a la altura de su pecho, moviendo sus dedos, y cerró sus puños después.

Sin hacerse esperar Astarot arrastró sus delgadas falanges sobre el suelo, liberando chispas. Éstos se alargaron y endurecieron como cuatro filosos puñales que blandió contra su adverso, el cual se apartó de su alcance, aunque consiguió dejarle un rayón superficial en su pecho. En el proceso, impactó con su derecha en su mandíbula, rompiéndole el labio y haciendo que curvara un poco el cuerpo. Nam-joon respondió, inspirando y cerrando el puño, tomó impulso y lo estrelló contra su mandíbula, no solo torciendo su rostro, sino también toda su postura, y sin escatimar segundos agarró su cabeza y la precipitó contra el concreto, agrietándolo. Sin bastarle con ello, tomó impulso con su pierna esta vez y le propinó una dura patada en su abdomen, que lo hizo viajar a unos cuantos metros de distancia, barriendo su cuerpo contra el mojado y rasposo suelo. Los espectadores estaban tan sorprendidos como inquietos; no recordaban la última vez que el jefe había hecho acto de presencia para poner a los intrusos en su sitio. La fascinación de Jung-kook estaba a otro nivel; era alguien a quien admiraba después de todo.

Astarot jadeó un poco, transformándolo en una risa socarrona después, mientras se levantaba e irónicamente se sacudía un poco, y con una mano peinaba hacia atrás su cabello.

―Nada mal, chico... te has puesto fuerte ―aduló el aparente villano, sosteniendo su máscara y exhalando más de ese gas por los orificios de ésta.

―Para ser un viejo de mierda... no has perdido el toque. ―Contratacó el joven jefe, entre suspiros, y escupió algo de sangre y saliva acumulados en su boca.

―Ese chico me interesa ―dijo, apuntando a Jin con su dedo, aunque manteniendo sus ojos fijos en su adversario ―. Si no vas a dejar que me lo lleve al menos me permitirás conocerlo.

―¡NO! ―gritó el referido, irritado.

―¿Para qué lo quieres? Es un puto miedoso de mierda.

―¡OYE! ―vociferó de nuevo con rabia, a lo que el jefe hizo un leve gesto con su mano, como si su exclamación fuese un molesto insecto volador.

―Tú lo sabes... ¿no es así? El alma de ese chico... es tan pura y vasta... Lo que ningún demonio ha encontrado en mucho tiemp...

―Ahorra saliva. Él es mío. No pienso dártelo a ti, ni a ningún bastardo que pretenda llevárselo. ¿Fui lo suficientemente claro, pedazo de mierda?

En respuesta a ello, Astarot emitió una sonrisa que si bien no fue vista sí fue oída con un efímero suspiro. Dio media vuelta y un vórtice grande, ovalado, que desprendía luces violáceas y humo, aguardaba por él.

―Envíame el recibo para pagarte los daños ―le dijo, asomando parte de su rostro por encima de su hombro, y sin más cruzó el portal, desapareciendo por fin.

El jefe dio un profundo suspiro, al igual que sus camaradas, aunque ninguno fue tan profundo como el de Seok-jin, habiendo encontrado alivio.

―¿Qué mierda están haciendo todos ahí? ¡La noche es joven y tenemos mucho por celebrar aún! ―exclamó con ímpetu.

Seguidamente la gente comenzó a gritar y ovacionar por Nam-joon. Todos se apresuraron y entraron, ocupando poco a poco su respectivo sitio, a excepción de Jin, quien discreto se quedó mirando al jefe, absorto bajo la lluvia. Éste bajó la mirada a su pecho, pasando sus dedos por el corte, que desde luego había arruinado también su ropa, y lo dejó con algo de sangre en sus dedos. Subió la vista hacia el cielo nocturno, presintiendo... No. Sabiendo, que esto estaba lejos de haber terminado.

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