Prólogo.
—Yo, voy a asesinarte.
—¿Tu a mi? —soltó una risa— No me hagas reir salvaje, todos ustedes son solo animales que pienso vender al mejor postor, sus mujeres y sus hombres, no serán más que esclavos.
—No me asusta un blanco. Todos ustedes son mas que bestias sin alma o respeto...
—Claro, traiganla.
Frente a mi apareció Freya atada, de sus ojos salian lagrimas y eso me destrozaba. Me odiaba a mi mismo ahora por haberme confiado de ellos. Lo único que quieren de nosotros son riquezas y nuestras personas para usarlas como esclavos.
Aquí todos somos libres y matare a cada uno de ellos va a pagar por haber entrado a mis tierras.
—Atuq, deja que se lleven el oro... —gimoteaba— los asesinaran, no puedo dejar que les hagan daño, por favor.
—¡No pienso dejar que se lleven nuestro oro! ¡Es sagrado!
—Te importa mas ese oro que tu amada —se poso detrás de ella y le colocó un enorme cuchillo en su cuello— dime, animal ¿ella vale mas que tu oro?
No podía decir nada, solo miraba los ojos azules de Freya, en ellos habían miedo. Tenía que decidir ahora entre la vida de Freya y todo el oro que había en nuestras tierras.
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