Capítulo 26.



Todo era un caos.

Todo se había vuelto un completo desastre. Todos aquellos blancos han asesinado sin pensar a casi todos mis hermanos. Mi pecho me ardía pero de la rabia.

Ninguna de nuestras tribus vecinas se ha salvado, todas y cada una de ellas fueron saqueadas por todos esos blancos, han asesinado a los ancianos porque ya nos les servían, a las mujeres las han violado y asesinado. A los más fuertes los han colgado, todo el bosque está repleto de cuerpos colgados, los cuerpos de todos mis hermanos.

La ira en mi pecho era enorme, pero sabía que debía controlarme porque con ellos, estaba mi perla y no podía ponerla en peligro.

Ahora estábamos yendo hacia una de las tribus que estaban ocultas entre las montañas, ellos no saben que nos han invadido, así que debíamos ponerlos sobre aviso. El oro ya no importaba, lo que importaba ahora era sacarlos de aquí, deshacernos de ellos, pero asesinandolos porque si los dejamos ir, corremos el riesgo de que regresen más.

Fue sencillo encontrarlos pero al parecer sí saben lo que está sucediendo con todas las tribus.

—Vine a ver a Tanuk —le dije a uno de sus guardias.

No respondió, solo me llevó hacia donde estaba él.

La tribu de las montañas era una de las más seguras que había, puesto que ellos están rodeados de muchas montañas, mismas que se pueden ver desde todas las tribus.

Al estar frente a él, le mostramos respeto. Mi papá se acercó a él para saludarlo en señal de respeto.

—No tiene porque decirme que pasó, ya lo sabemos.

—Ya no quedan ninguna de nuestras tribus —respondió mi padre—, hay muchos blancos, se están llevando todo nuestro oro.

—Ese oro es sagrado —dijo con preocupación.

—Eso no importa ahora —ambos me miraron—, nuestros hermanos están siendo asesinados, han eliminado a todos los ancianos, los curanderos, los chamanes... Están violando a nuestras mujeres, colgando a nuestros hermanos, ¿Les importa más el oro?

No lo podía creer, hemos cuidado de ese oro por mucho tiempo, es sagrado claro que sí, pero eso no es tan importante si están asesinando a todos nuestros hermanos sin piedad alguna.

El oro no es importante ahora.

—Muchacho..

—Me disculpo por mi hijo.

—No padre, ¿En serio harás esto así? Si venimos aquí fue para conseguir apoyo.. No puedo dejar a mis hermanos a la deriva y mucho menos a mi mujer —dije con rabia—, si no me ayudarán, iré por mi mismo.

—Atuq, entiende que...

—¿Entender que padre? ¡No voy a dejar morir a mis hermanos!

—¡Ellos son más Atuq, ellos son más que nosotros! —alzó la voz.

—¡No me importa! —jadee— voy a ir por mis hermanos y mi mujer —mire a todos en la tribu—, no los voy a obligar a venir conmigo, pero entiendan que si ellos llegan hasta aquí, estamos perdidos, el oro no importa, lo que importa es mantenernos a salvo, asesinarlos a todos —mire a su líder—, me da igual si viene o no, yo iré por mis hermanos y mi mujer.

Tome mi hacha junto al arco y las pocas flechas que tenía, no iba a pedirle a nadie que me siguiera, iba a pelear yo solo. Se que muchos le temen a los blancos, pero ellos son humanos, que sangran al igual que nosotros, pero si no hacemos nada ahora para detenerlos, estaremos todos bajo sus pies siendo pisoteados como insectos.

Por muchos años hemos estado en paz en nuestras tribus, ahora que estamos en peligro, ninguno de ellos quiere pelear para defender nuestras tierras.

Haré lo que esté en mi manos para rescatar a mi mujer y sacar a mis hermanos de ese lugar. Cada maldito blanco tiene que morir, cada uno de ellos no debe seguir respirando.

—Inca —me detuve cuando estaba a punto de salir de la tribu—, iremos contigo.

Su líder estaba decidido a ir conmigo, esto me aliviaba pero no del todo.

—La mitad de mis hermanos y yo, iremos —dijo decidido—, tú nos diriges ahora.

—Bien, armaremos un plan, el mismo que se armó hace mucho cuando los blancos vinieron —me acerque a ellos—, pero esta vez, no dejaremos libre a ninguno, todos y cada uno de ellos deben morir, pero antes debemos poner a salvo a los niños y a las mujeres que quedan aquí, ellos están buscando los más vulnerables asi que hay que ponerlos a salvo.

Su tribu es fuerte, pero ellos tienen costumbres distintas a nosotros, ellos protegen a sus mujeres en cambio nosotros, dejamos que las nuestras se protejan a sí mismas.

—Lo haremos, ¿dónde está tu lobo?

—Mi lobo se mantiene oculto, no quiero que lo toquen, ya más adelante servirá de ayuda, por lo pronto, armamos el plan, no tenemos tiempo.

Comencé a explicarles lo que debíamos hacer, tuve el tiempo suficiente para saber en dónde están sus armas, les dije en donde estaba oculta la pólvora que me había dado el padre de Freya y lo que debíamos hacer con ella.

Mi mente seguía pensando en ella, en lo sola y asustada que debe estar. Esto será momentáneo, voy a rescatarla y voy a asesinar a ese bastardo con mis propias manos.

Cada uno de ellos entendieron lo que debía hacer, partiremos en la madrugada, ese será el momento perfecto para atacar, estarán agotados porque el oro de la cueva es demasiado y tendrán mucho trabajo y no podrán descansar. Ese será el momento perfecto para atacar.

Les indique que hacer y que no, ya que no debemos poner en riesgo a mis hermanos que están cautivos, la idea es herir a los blancos, no a ellos.

Me molesta que mi padre siga sin apoyarme en esto, quisiera poder entenderlo pero no, no puedo hacerlo, son mi mujer y mis hermanos lo que están en riesgo, no pienso rendirme hasta asesinar a todos los blancos que estén dentro de nuestras tierras, ellos no hacen más que crear destrucción y tomar lo que no les pertenece, ellos deben morir, ellos deben ser asesinados.


(...)

En la madrugada.


Todos estábamos en posición, cada uno de nosotros estaba escondido en todo el bosque, algunos estaban en los árboles y otros a lo lejos con los arcos y las flechas.

Fue demasiado difícil buscar la pólvora, pero la pudimos obtener. Dejamos algunos barriles en sus tiendas, por supuesto que Freya no estaba en ninguna, cosa que me preocupaba demasiado, porque no había alguna señal de ella en todas las tiendas.

Espero que mi perla este bien.

Debíamos ir por los guardias, quienes eran los que poseían armas, aquellos debían ser eliminados primero, luego ir hacia la cueva.

—Ahora —mi hermano me susurro—, cuando des la señal.

—Hay que esperar que las tiendas se enciendan, esa es nuestra señal.

Esperamos un poco más hasta que escuchamos como cada tienda comenzó a explotar, yo grite para darle la señal a los del arco para que asesinaran a los que estaban armados. En sus cabezas fueron puestas aquellas flechas logrando asesinarlos en un segundo.

Todos mis hermanos comenzaron a correr hacia ellos para asesinarlos con sus hachas. Yo corrí hacia ellos mientras comenzaron a escucharse sus gritos y disparos. Yo no me detuve en lo absoluto. Mientras corría cortaba sus piernas y luego sus gargantas sin piedad alguna.

—¡Suelten a los demás! —alce la voz lo más duro que pude.

Corrí hacia el mar, la madrugada estaba iluminada por las llamas de las tiendas, muchos de ellos corrían hacia el mar mientras ardían en llamas.

Me saqué el arco de mi espalda, guarde mi hacha, tome una de las flechas para dispararlas hacia los barcos pequeños que estaban en el mar, no podía dejar que ninguno de ellos llegará al barco enorme, no podía dejar que se fueran.

—¡Disparen a los barcos!

Encendí una flecha y la disparé hacia el pequeño barco que no tardó demasiado en encenderse. Se podían escuchar sus gritos y de cómo ellos se lanzaban al agua para lograr apagar el fuego que los consumía.

Una exposion se escuchó en las cuevas, debía ir hacia ellos, Freya debe estar con ellos.

—Atuq, aquí ya no hay nadie más, no lograron irse a los barcos —uno de mis hermanos llegó a mi.

—Rodeen las cuevas —le dije—, asesinarlos a todos, pero cuidado con Freya, ya saben como es ella.

—Si.

Ellos se fueron hacia el bosque, yo caminé hacia uno de ellos que estaba arrastrándose al mar, tenía una herida en su estómago. Con mi pie lo volteé, era uno de los hombres que había venido antes con el padre de Freya, un completo traidor.

—No.. No me mates... Piedad.. —jadeaba.

Me agache y le tome el cabello, saque mi cuchillo y se lo puse en el cuello.

—Ninguno tuvo piedad —dije con rabia—, nadie tuvo piedad con nosotros.

De manera lenta pase mi cuchillo por su garganta logrando abrirla por completo, el por supuesto que murió. Me puse de pie y solté un par de silbidos para que mi lobo lograra salir. Por supuesto que él venía con un brazo en su hocico.

—Bien hecho —acaricie su cabeza.

—¡Ahora! —mire hacia el bosque— ¡Están disparando!

—Vamos —me agache a hablarle a mi lobo—, quiero que comas todo lo que se blanco —soltó un ladrido—, luego escóndete.

Él terminó por irse, yo corrí hacia mi hermano para irnos hacia el bosque e ir a las cuevas, ya en este momento el oro pasó a segundo plano, debíamos asesinarlos a todos. El sol estaba comenzando a salir, todo seguía en llamas y había cuerpos por todos lados.

Mis hermanos seguían peleando.

—Atuq, es Atik..

Me acerque rápidamente a mi padre, él estaba sentado en un árbol, tenía una enorme herida en su abdomen.

—Padre —susurré.

—Hijo —dijo con dificultad—, hice lo que pude para detenerlos, lo siento mucho..

—No padre, no hables, estarás bien.

—No.. No lo estaré, me iré hacia el cielo con tu madre —sonrió—, busca a Freya y escondela, perdoname por no haber sido un buen padre...

—Padre..

Soltó un último quejido y pude ver como el alma abandonaba su cuerpo, yo cerré sus ojos y uní mi frente con la suya y solté una oración hacia los dioses para que pudieran recibirlo en sus manos y darle el descanso que él necesitaba.

Me aparté de él y me puse de pie, ya no se escuchaba nada más que el silencio del bosque y las aves dar su canto.

—Hemos asesinado a todos los blancos Atuq, pero no encontramos a Freya...

—¿Qué? —lo mire— ¿Dónde está Freya?

No lo deje terminar, corri lo mas rapido que pude hacia las cuevas, mientras lo hacia, mis hermanos gritaban al Dios del sol por haber ganado esta difícil y larga batalla, cada blanco estaba muerto o agonizando, algunos estaban hecho pedazos y otros colgados como lo hacían ellos con mis hermanos.

Fueron pocos los que lograron sobrevivir a esto. Algunos estaban heridos y otros no demasiado.

La cueva estaba vacía, lograron sacar todo nuestro oro pero no se lo lograron llevar, eso no me importaba ahora, solo quería encontrar a Freya. No había rastros de ella o de Brandon, esto es realmente malo.

No tuve más remedio que regresar, debía ir al otro lado del bosque para buscarla.

—Atuq..

—¿Qué pasa? Tengo que buscar a mi mujer..

—La hemos encontrado —me dijo mi hermano—, pero..

—Habla ahora.. ¿Dónde está Freya?

No lo dejé terminar, comencé a seguirlo, escuché llantos desgarradores y algunas oraciones a lo fuerte, yo caminaba en medio de ellos mientras veía aquello que estaba frente a mi. El hacha que estaba en mi mano cayó de ésta, mis pies se movían lentamente al verla.

—Mi perla —susurre totalmente perdido.

Me acerqué más a ella y puse mi frente en sus pies. Mi llanto se hizo presente junto a la ira de haber visto a mi mujer así.

—Atuq, debemos bajarla de ahí...

—No —dije—, no... Nadie la va a tocar, solamente yo.. ¡Nadie! —alce la voz.

La habían colgado, ella estaba frente a mí, totalmente inmovil y con una cuerda rodeando su cuello, no es justo, no lo es, esto no debió pasar, ella no debió morir, no debió morir así..

Me han quitado mi perla. 



Hola hola, se que dije que iba a actualizar el Inca en Booknet, pero me tome el tiempo de actualizarla este fin de semana, cosa que me encantó porque al fin pude finalizarla, se que ya muchas y muchos saben cual es el final, así que, lo siento jeje pero quería darle un final algo realista a esta historia. 

Gracias por el amor y la paciencia, de verdad que gracias. 

No olviden dejarme sus votos y comentarios. 

Besos, Ross. 

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