XII
La palabra concubina seguía resonando en mi cabeza como un eco molesto. Aunque traté de ignorarla, algo en su sonido me hacía sentir incómoda. Al final, no le di más importancia. Ya no era momento de quedarme con esas ideas. Con un suspiro, me levanté y me vestí con ropa deportiva. Necesitaba despejar mi mente, así que decidí ir al gimnasio, como siempre lo hacía cuando el estrés me agobiaba.
El gimnasio estaba vacío, solo el sonido de mis pasos rompía el silencio. Comencé con una rutina de estiramientos, seguida de unos pocos minutos en la caminadora. El sudor empezó a cubrir mi piel, y el peso de mis pensamientos comenzó a disiparse, aunque sabía que no duraría mucho.
Después de una breve pero intensa sesión de ejercicio, decidí que era hora de bañarme. El sudor y la incomodidad de la ropa deportiva me urgían a hacerlo. Me dirigí al baño, buscando un poco de alivio en la ducha. Ya sabía que el agua era helada, lo cual no era algo que me agradara en lo más mínimo, pero necesitaba un descanso de este lugar, aunque fuera por un momento.
Al entrar, encendí el grifo y, como siempre, el agua salió gélida, haciéndome dar un pequeño grito al contacto con mi piel. Me tensé de inmediato, el frío calándome hasta los huesos. Pero ya estaba acostumbrada. Me sumergí bajo el chorro, esperando que el agua helada no me molestara tanto esta vez.
De repente, la puerta del baño se abrió de golpe. Me giré rápidamente, sorprendida y sin entender por qué había entrado alguien. Chrollo apareció en el umbral, con una bolsa en la mano y esa mirada calmada, como si nada fuera fuera de lugar.
Ah, se me olvidó decirte que aquí todos nos bañamos con agua fría – dijo, con esa sonrisa serena que siempre lo acompañaba, como si me estuviera haciendo un favor con su presencia.
Me quedé helada, literalmente. Era lo último que necesitaba, pero no podía hacer nada al respecto. Decidí no responderle, solo me sumergí aún más en la ducha, deseando que el agua al menos dejara de doler. Sin embargo, al sentir su mirada sobre mí, algo se agitó dentro de mí. No me gustaba que estuviera tan cerca, aunque no parecía tener prisa por irse.
Unos minutos después, cuando finalmente conseguí salir de la ducha, casi temblando de frío, me envolví en las toallas. Sentía mis músculos tensos y el dolor de la temperatura helada todavía quemándome la piel. Miré hacia la cama, donde había dejado mi ropa. Pero antes de que pudiera avanzar hacia ella, Chrollo ya estaba de pie, observándome en silencio. Parecía no molestarle en absoluto la incomodidad que sentía, ni la humedad que aún me cubría.
Tienes que estar lista a las 7:00, porque a esa hora partiremos para la fiesta. Puedes pasearte por todo el edificio, solo asegúrate de no hacer uso de las puertas cerradas con llave, ni de los aparatos de comunicación – dijo Chrollo, su voz tranquila pero firme, sin perder su usual aire de control.
Lo miré, con los ojos entrecerrados, deseando saber qué más planeaba para ese día. Al menos me sentía aliviada de que no tuviera planes inmediatos para mí.
Mejor dime que no haga nada – respondí, con una sonrisa irónica.
Chrollo no parecía afectado por mi tono. Se giró para dejarme espacio, pero al hacerlo, su mirada se detuvo en mí por un segundo más de lo necesario. Me levanté con cuidado, aún envuelta en las toallas, y me vi juguetear con una escama rota que había caído sobre la cama.
Duele… – murmuré, sin realmente esperar que me respondiera.
Su reacción me sorprendió, pues, por un momento, pareció genuinamente preocupado.
¿Necesitas crema? – preguntó, como si fuera un gesto de amabilidad.
Lo miré, confundida. Si realmente estaba siendo amable, no sabía si debía agradecerlo o desconfiar aún más. Al final, decidí ser cortés, aunque no completamente confiada.
Espera aquí, no tardo – dijo, antes de salir rápidamente de la habitación.
Volvió poco después, con una pequeña bolsa de una farmacia en la mano. La abrió con cuidado y me mostró el contenido: una crema hidratante para pieles sensibles.
Es lo que te puedo dar ahora. Si me das más tiempo, puedo conseguir algo mejor – dijo con calma, mientras me extendía la pequeña bolsa.
Me sentí algo incómoda, pero tomé la bolsa y la abrí, agradeciendo el gesto aunque mi orgullo me impedía mostrar demasiado de ello. La crema parecía adecuada para lo que necesitaba, pero aún me sentía vulnerable.
Gracias – le dije, levantando la vista y dándole una pequeña sonrisa. No era una sonrisa falsa, pero tampoco completamente genuina.
Chrollo asintió, su expresión inexpresiva, y antes de irse, murmuró algo que no pude oír con claridad. Pero, por alguna razón, su gesto de preocupación me hizo ver a Chrollo bajo una luz diferente, aunque fuera solo por un momento.
Si les gustó, voten para mas!!! 💜
-una recién salida del manicomio
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