Extra 7

Me quedé contemplando el rostro sorprendido de Agustín. Sus labios estaban entre abiertos y sus ojos parecían salir de sus órbitas. No sabía si podía contener las carcajadas, pero quería disfrutar de la manera desconcertada en la que me miraba. 

―¿Qué fue lo que dijiste? ―balbuceó, el tono de su voz era con cierto asombro y miedo. 

Me mordí el labio, intentando no decir la verdad. Quería continuar torturándolo con ésta pequeña broma. 

―Estoy embarazada ―dije, apretando los labios para no reír. Había estado en la habitación, terminando una de las tareas de la universidad, pero me aburrí demasiado y de repente me pasó por la cabeza cómo reaccionaría Agustín si le dijera que estaba esperando un bebé. 

Obviamente no estaba embarazada, en nuestros encuentros siempre usábamos protección. Además, tener una personita más no estaba en nuestro planes, apenas podíamos mantener a Bobi a salvo. Ambos éramos demasiado jóvenes para tomar esa responsabilidad y aunque Agustín tenía la edad "madura" para hacerlo, era un inexperto en ese tipo de situaciones. 

Tal vez era un broma cruel de mi parte, pero qué puedo decir, estaba aburrida. 

Seguía estático y se olvidó por completo del Xbox, cuando me escuchó. Parecía que iba a desmayarse o quedarse en su sitio como si fuera una estatua. Parpadeó y dejó salir un suspiro eterno. 

―Pero... Hemos sido cuidadosos ―susurró, aterrorizado. 

Me encogí de hombros, sin poder articular una palabra. Sí abría la boca, no pararía de reír y quería que la noticia se prolongara sólo un poco más. 

―Diablos, Carolina ¿Qué haremos ahora? Un hijo nos cambiará completamente la vida ―su rostro estaba tan pálido que me recordó a Edward Cullen, así que creo que era suficiente, estaba haciéndolo sufrir al juzgar por su aspecto. 

―Agustín, no estoy... ―se puso de pie y me tomó de los hombros. 

―Tranquilízate, no hagas corajes. Bien, no sé mucho de esto, pero necesitamos ir al ginecólogo y comprarte ácido fólico ¿cierto? ―su comentario me hizo rodar los ojos.

―No, escúchame... 

―Mierda, vas a necesitar pañales, ropa de bebé y esas cosas pequeñas ―comenzó a enumerar, mientras se hablaba a sí mismo, caminando de un lado a otro. 

Negué con la cabeza, estupefacta por no tener su atención. No me estaba escuchando y eso me desesperaba. 

―Agustín, no estoy embarazada ―levanté la voz, haciendo un intento de que dejara de ponerse eufórico, pero estaba tan hundido en sí mismo que no tomaba en cuenta mis palabras. 

―Voy a necesitar un libro para saber las etapas del parto y los dolores... ―en un arranque de histeria, le di una bofetada y fue así como dejó de hablar. 

―No estoy esperando un hijo ―dije, lentamente para que entendiera con claridad. Su mirada bajó por un momento a mi vientre y luego me miró, frunciendo el ceño. 

―No estarás pensando en abortar, ¿verdad? ―mi mandíbula se abrió y me sentí ofendida. Una, jamás abortaría a mi bebé y segunda, ¡No había escuchado nada de lo que dije! 

―¡Agustín, no estoy embarazada! ―grité, mi voz resonando por todo el departamento. 

―Oh ―dijo, después de unos segundos. 

―Lo siento, estaba bromeando ―sonreí y él se quedó pensativo. Luego de lo que me pareció una eternidad, se restregó la cara y dejó salir un suspiro de alivio. 

―Me asustaste,... ¿Segura que era una broma? ―dudó, bajando la mirada. Gemí, fastidiada y asentí. 

―Si sigues mirando mi estómago como si tuviera una criatura dentro, te golpearé de nuevo ―advertí y rápidamente dejó de mirar.

―¿Por qué no me dijiste antes? Estuve a punto de tener un paro cardíaco ―dijo, llevándose su mano al pecho. 

―Lo hice, pero no me escuchaste ―repliqué, molesta. 

―No bromees con eso, Carolina. Ya me veía cambiando pañales y preparando biberones ―comentó, sentándose en el sofá, llevándome a su regazo. 

Tener esa imagen, me pareció considerarlo pero inmediatamente sacudí la cabeza. No estábamos listos todavía. Seguíamos en la universidad y teníamos que concluir los estudios antes de formar una familia. 

―Serías un buen padre ―dije, poniendo los brazos alrededor de su cuello. 

―Y tú serías una pésima madre ―dijo, divertido.

―¡Hey! 

―Estoy bromeando ―besó mi frente, mientras sujetaba mi cintura. 

En eso, como si hubiera sido invitado, apareció Bobi y se subió al sofá a un lado de nosotros. Se recostó y comenzó a lamerse el pelaje. 

―Hoy tiene cita con el veterinario ―recordé, mientras Agustín depositaba besos suaves en mi cuello. 

―Puede esperar ―susurró, mordiendo el lóbulo de mi oreja. Suspiré, dejando salir un leve gemido. 

―Agustín, Bobi nos está mirando ―los ojos azules del perverso gato, estaban mirándonos con atención como si supiera lo que estábamos haciendo. Me sentí intimidada, pensando que en cualquier momento, saltaría y nos aruñara con sus garras. 

―Tal vez necesita compañía ―propuso, a la vez que lo veíamos. 

―No quiero otra mascota aquí ―respondí, al ver sus intenciones. 

―Algún día tendrá que reproducirse, Carolina. 

―Sí, pero no quiero tener el departamento invadido de gatos ―expresé, negando con la cabeza. 

―¿No te gustaría escuchar maullidos por las mañanas? ―preguntó con una sonrisa. Sabía que estaba molestándome, rodando los ojos, me levanté de su regazo y señalé a Bobi. 

―Llévalo al veterinario, necesita esas vacunas ―suspirando, cogió las llaves de la mesita sujetó a Bobi en un brazo.

―¿Irás conmigo? 

―No, tengo que terminar las ecuaciones de Bioquímica ―dije, recordando que había dejado los apuntes a medias.

―Está bien, no te estreses tanto, le hará mal al bebé ―se burló, seguido de un guiño y salió del departamento. Regresé a la habitación con una sonrisa e intenté concentrarme en acabar los ejercicios del libro. 

Después de hora y media, Agustín volvió, quejándose y maldiciendo mientras dejaba a Bobi en el suelo. Estaba por preguntarle por qué estaba de ese humor, hasta que noté rasguños que comenzaban a sangrar de su mano. 

―Bobi no fue muy cooperativo cuando le pusieron la inyección ―había dicho, haciendo una mueca. 

Durante la cena, pensé que había superado la inocente broma de la tarde pero seguía reprochándome, diciendo que había sido una mala jugada. No era para tanto. Quiero decir, sí, tal vez fue una broma pesada pero tampoco era para que comenzara a ponerse como si estuviera a punto de dar a luz. 

Además, ya estaba pagado. Hace dos días, luego de que terminamos de hacer el amor en la ducha, me mintió y dijo que era gay. Estuve por llorar y salir huyendo de ahí. No era por su "orientación sexual" porque no tenía nada en contra de ello, pero que saliera de él, era algo que no podía asimilar. 

Cuando dijo que era una broma, me enojé y cuestioné sí estaba siendo sincero. Estaba creyendo que realmente era verdad y fue entonces que se enfureció, advirtiendo que estaba bromeando. Lo seguí molestando, diciendo que no había ningún problema tener diferentes preferencias. Eso, lo hizo arrepentirse porque esa misma noche,terminamos en la cama y me convenció que era completamente mío. 

―Vamos, ven a dormir ―escuché decir a Agustín, mientras entraba a la habitación luego de haberme puesto la pijama. 

Sonreí y me acosté a su lado, recargando mi espalda en su torso desnudo. Rodeó mi cintura y acercó su rostro, de modo que podía sentir su respiración en la nuca. 

―¿Sabes qué fue lo primero que pensé cuando dijiste que estabas embarazada? ―suspiré, intentando ser paciente en hablar sobre el tema. 

―¿Qué? 

―Pensé, "¿Qué nombre podría tener?" ―susurró, dibujando círculos en mi vientre a través de la blusa. 

―Agustín, deja de pensar en eso, ¿De acuerdo? ―me desconcertó un poco su silencio. No tenía por qué tomárselo en serio. Miré sobre mi hombro y lo encontré observándome con detenimiento. Sonrió, asintiendo y se acurrucó,enlazando sus piernas con las mías. 

No sabía lo que pasaba por su mente y decidí no preguntar, por miedo a saber la respuesta. Sería una elección muy precipitada. Llevábamos unos cuantos meses juntos y todo parecía estar bajo control, pero no quería imaginarme cómo sería estar esperando un bebé. Fuera de broma, me aterraba pensar en eso. No estaba lista para ese paso y cualquiera lo estaría si estuvieran en mi lugar.

Quería que todo estuviera estable para cuando eligiera cruzar esa etapa maternal y eso sucedería dentro de unos años más. No podía pasar en éste momento, cuando seguía realizando gran parte de mi vida como para interrumpirla con otra a temprana edad. Tenía que ser consciente y realista. Simplemente, no estaba en mi lista de pendientes por ahora. 

Pasaron varios minutos y sentí la oleada de sueño apoderarse de mi sistema. Bostecé y acomodé mi mejilla contra la almohada, sintiendo la suavidad de ésta. Al cabo de unos instantes, sentí la mano de Agustín acariciando mi cabello. Me dejé llevar por su caricia y creo que lo último que escuché, fue un susurro que decía algo como Serías una mamá maravillosa.   


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¡Hola! ¿Como están?

Capítulo dedicado a la persona con la que he compartido historias y muchas cosas más.

¿Quien más se rió por la reacción de Agustín? Pobechito, estaba aterrado.

Tengan un lindo día.

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