Extra 13
Me fui despertando poco a poco mientras escuchaba pasos y movimientos fuera de la habitación. Era sábado, estaba más que feliz por saber que las vacaciones de invierno ya habían comenzado. Podía sentirme relajada porno asistir a la Universidad por un mes y medio.
Estiré el brazo en dirección a la mesa de noche y busqué el teléfono. Soltando un bostezo, lo encontré y abrí los ojos. La pantalla se iluminó, avisándome que tenía otro mensaje más. Durante la noche no había dejado de sonar y decidí ponerlo en silencio. Agradecía que mis amigos y algunos compañeros tuvieran la atención de felicitarme después de la media noche, pero estaba agotada como para contestarle a cada uno de ellos.
Anoche, celebré una acogedora cena que mis amigos y Agustín habían preparado. Recibí unos cuantos regalos de Valentina, Michael, Jorge, Lisa e incluso de Ruggero. Agustín se arriesgó a darme un enorme oso de peluche que venía acompañado de una pulsera de oro con mi nombre grabado en letra cursiva.
Habíamos ido al club horas antes y la verdad no esperaba pasarla tan bien. Pero lo mejor sucedió cuando todos se fueron y me quedé a solas con Agustín. Él prácticamente me obligó sentarme a una silla en medio de la habitación para después moverse frente a mí seductoramente mientras se desnudaba. Se podría decir que tenía mi propio stripper, dándome un baile privado. Todo un profesional.
Me senté en la cama y dejé el teléfono en su lugar. Fruncí el ceño cuando vi el espacio vacío a mi lado. En eso, la puerta de la habitación se abrió y me tallé los ojos para ver a Agustín con una sonrisa. Sus manos sujetaban una bandeja que asumí era el desayuno. Con su torso desnudo y pantalones de pijama, caminó hacia a mí hasta sentarse en el borde la cama.
―Buenos días, princesa. Feliz cumpleaños ―dijo, dejando la bandeja cuidadosamente en mi regazo.
El desayuno estaba compuesto de hotcakes, un vaso de jugo, un par de tostadas integrales, fruta perfectamente cortada y una rosa cuyo tallo descansaba en la parte superior de la bandeja.
―Gracias ―sonreí, conmovida por su detalle. Me tomé un momento para acariciar los pétalos de la rosa antes de coger los cubiertos―. ¿Ya desayunaste?
Corté el hotcake en un pequeño triángulo y lo probé. Decir que estaba delicioso era poco.
―No, lo haré luego ―se encogió de hombros.
Rodeé los ojos y le pasé una tostada integral.
―Vamos, desayuna conmigo.
Rió brevemente, dando un mordisco a la tostada.
―Así que, ¿disfrutaste de mi espectáculo anoche? ―preguntó con arrogancia y mis mejillas comenzaron arder al instante en que recordé mis manos recorriendo su cuerpo con libertad.
―Quedé satisfecha ―tomé el vaso de jugo y le di un sorbo.
―Espero obtener uno a cambio ―sus ojos brillaron con malicia.
―Será para el próximo año, cuando sea tu cumpleaños ―le aseguré.
Esbozó una sonrisa y empezamos a conversar tranquilamente en la cama hasta que terminé el desayuno.
―Estuvo delicioso, gracias de nuevo ―cogí la rosa y me levanté de la cama mientras Agustín tomaba la bandeja vacía.
―Cuando quieras ―me beso la mejilla con ternura y salió de la habitación.
Luego de aspirar el rico aroma de la rosa, la dejé sobre la cómoda. Busqué un cambio de ropa y me fui al cuarto de baño. Al cabo unos minutos, salí de la ducha y regresé a la habitación, donde Agustín me esperaba para una sesión de besos y caricias.
Por la tarde llegaron mis padres y la tía Alicia. Ella me preparó un pastel con chispas de chocolate y chillé de felicidad mientras lo llevaba a la cocina. Al parecer, cumplir diecinueve era algo melancólico para mis padres, en especial para mamá. Sus sollozos se hicieron presentes mientras decía que ya estaba convirtiéndome en una adulta. Según ella, parecía que había sido ayer cuando yo era una niña a quien mimaba y compraba cualquier capricho.
Después de eso, pasamos a otros temas como los planes que tendríamos en los próximos meses con respecto alas fiestas navideñas y ese tipo de cosas. Lo que me pareció extraño fue las miradas de complicidad que mis padres y mi tía Alicia tenían con Agustín. Era como si estuvieran escondiendo algo, que claramente, yo no estaba enterada.
Una vez que se fueron, Agustín me llevó al parque de diversiones en donde nos encontramos con mis amigos. La zona de juegos lo habían remodelado desde la última vez que estuve aquí, que fue en mi primera cita con Agustín. Pasamos de la rueda de la fortuna a la montaña rusa. De su mano, recorrimos el lugar, haciendo pausas para besarnos y jugar cosas sin sentido.
En la noche, Valentina me invitó a cenar y me fui con ella. Conversamos sobre tonterías hasta que me llevó de vuelta al departamento. Cuando entré, encontré a Agustín sentado en el sofá. Estaba viendo la televisión pero cuando me miró, se puso inquieto. Su pierna empezó a rebotar de arriba a abajo como si estuviera tratando de calmarse.
―¿Cómo te fue? ―sonrió con nerviosismo.
―Bien ―me quité al abrigo y fruncí el ceño con preocupación―. Agustín, ¿qué te pasa?
Bobi, quien lo había ignorado todo el día, apareció y brincó al sofá para después recostar su peludo cuerpo mientras nos observaba con aburrimiento. Agustín se puso de pie y lo vi pasar saliva.
―Nada, um ―se tensó y luego respiró hondo―. ¿Podrías ir a la habitación? En un momento te alcanzo.
Sabía que estaba tramando algo. Abrumada y confundida, asentí y me dirigí a la habitación. Tal vez tenía una noticia bastante importante y es por eso que estaba actuando de esa manera tan extraña. Su comportamiento era inusual. Siempre era juguetón, divertido y arrogante.
Abrí la puerta y me tomó un momento reconocer lo que había a mi alrededor. Parpadeé, asombrada por lo que estaba admirando. Velas de cera roja estaban encendidas y colocadas estratégicamente en diferentes partes de la habitación sin que hubiera riesgo de un incendio. Había cientos y cientos de pétalos de rosas en el suelo, en la cama, en los muebles, por todos lados. Me congelé, asimilando lo hermoso que era.
Escuché la puerta y me volví, viendo a Agustín cerrándola detrás de él.
―Agustín, ¿qué es todo esto? ―esto era más que un regalo de cumpleaños, lo presentía.
―Bien, aquí vamos ―dejó salir un suspiro y se secó las palmas de las manos en sus vaqueros―. Todos estos meses en que hemos estados juntos, me hizo darme cuenta que eres la única persona con la quiero despertar cada mañana, con la que compartir cada uno de mis días ya sean buenos o malos. Así que, es tu cumpleaños y me gustaría hacerlo oficial.
―Oh por Dios ―mi respiración se atascó en mi garganta, pensando en las posibles sospechas.
Y así fue.
Sacó una diminuta caja de sus bolsillos y mis manos comenzaron a temblar. Se arrodilló frente a mí y abrí la boca, sin poder articular alguna palabra. Mi mente estaba paralizada al igual que cada extremidad de mi cuerpo. ¿Él estaba...?
―¿Carolina, me harías el honor de casarte conmigo? ―mi corazón se detuvo por un instante antes de procesar su propuesta.
El anillo brilló cuando abrió la caja y pensé que estaba alucinando. Me quedé en silencio por un momento y conseguí recuperar el aliento.
―Sí ―las lágrimas de felicidad cayeron inconscientemente por mis mejillas mientras Agustín sonreía.
Se puso de pie ya que yo aún estaba saliendo del trance, y me tomó la mano para colocar el anillo deslumbrante en el dedo anular. No podía creerlo. Era como si estuviera soñando.
―Eres lo mejor que me ha pasado ―besó mis nudillos sin dejar de mirarme y estuve a punto de desmayarme dela emoción.
Se inclinó y me besó, manteniendo un ritmo lento y tierno. Me dejó caer en la cama y no me molesté por los pétalos que saltaron en nuestra caída sobre las sábanas. Nuestras ropas desaparecieron en cuestión de segundos. Su cuerpo estaba encima de mí y sus labios recorrieron cada centímetro de mi piel sonrojada. Se alejó por un momento, buscando protección para luego deslizarse dentro de mí. Sentí la presión formándose en mi vientre conforme embestía. Envolví mis piernas alrededor de sus caderas mientras sus manos exploraban cada parte de mi cuerpo sensible. Su pecho se aferraba al mío, tanto, que podía sentir los latidos de su corazón. Eran tan rápidos como los míos.
El placer surgió y me arqueé a él cuando explotamos al mismo tiempo. Escondió su rostro en la curva de mi cuello, su respiración agitada soplaba en mi oído. Encontró mi mano y la entrelazó con la suya. Presionó sus labios a un lado de mi mejilla y suspiró mientras yo recuperaba los sentidos.
―Te amo ―susurró con voz áspera.
―También te amo, Agustín ―cerré los ojos y me relajé en el calor exquisito que emanaba su cuerpo.
Era perfecto. Todo esto era simplemente perfecto.
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¡Hola! ¿Como estuvo su dia?
Yo salí a disfrutar mi último dia de vacaciones, ¡quiero mas vacaciones!
Hermosa espero hayas disfrutado este capitulo dedicado.
Se nos casa Aguslina. Hay que festejar y quiero un regalo de cumpleaños como el de Caro (El de el stripper, pero con Agus) Hahahaha
Sueñen con el baile sexy de Agus.
¡L@s quiero!
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