Extra 11

Estábamos en casa de la tía Alicia. Me había llamado el sábado por la noche, diciendo que la visitáramos en la tarde del día siguiente, ya que, según ella, necesitaba un poco de compañía ahora que mamá se mantenía ocupada la mayor parte del tiempo. 

Al momento en que llegamos a su casa, le advertí a Agustín que me sacara de allí cuando mi tía comenzara aponerse histérica. Su humor era bipolar, en cualquier instante podría cambiar de actitud sin necesidad de alterarla. Y no quería pasar por eso. 

―Vaya, Agustín ¿Soy yo o cada día estás más atractivo? ―confesó ella cuando entramos por la puerta. 

Sabía que a él no le importaba escuchar ese tipo de halagos de una persona mayor, al contrario, ayudó para que mostrara una sonrisa arrogante y satisfecha. A mí, en cambio, me dijo que estaba más "llenita". Fruncí el ceño y bajé la vista, tal vez había aumentado un poco de peso pero tampoco era para tanto.

Nos instalamos en el sofá, en donde chillé cuando un espeluznante gato de pelaje negro, brincó a mi dirección. Me recordó a Bobi, quien por cierto, estaba en casa de Catalina. Los hermanastros de Agustín insistieron en querer tener a nuestra mascota por unos días, a lo que yo estuve totalmente de acuerdo. 

―Me alegro verlos de nuevo ―dijo la tía Alicia, acomodándose en el sofá frente a nosotros mientras su gato salía por la puerta semiabierta que daba al patio―. ¿Cómo les ha ido ahora que viven juntos? 

Miré a Agustín, quien estaba sentado a mi lado con su brazo recargado a lo largo del respaldo del sofá, y me sonrió. 

―Bastante bien, diría yo ―respondió con cierta picardía. Me sonrojé y aparté la vista antes de que perdiera la compostura. 

Había pasado casi una semana desde lo sucedido en la biblioteca. Pensé que Agustín no tomaría en serio la invitación que Lucia había ofrecido de venir al lugar cuando quisiera, sin embargo, él aparecía minutos antes de que cerrara cada vez que podía. Intentaba persuadirlo a no repetir la misma escena de aquella vez, pero parecía que era un experto en hacerme caer a sus encantos. 

―Ahora ya tienen más privacidad ―comentó ella, arqueando la ceja y sonriendo. 

Sí, la teníamos. Nada comparado con la casa de mis padres. Recuerdo que siempre estaba alerta a cada movimiento cuando me encontraba a solas con Agustín. Al fin de cuentas, fuimos descubiertos, pero ahora tenía la libertad de tenerlo a mi lado sin necesidad de ocultarlo. 

Se escuchó el sonido del horno desde la cocina y la tía Alicia se puso de pie, con la emoción brillando en su mirada. 

―Iré por el pastel de carne, ustedes quedénse aquí ―antes de que pudiéramos decir algo, salió despavorida de la sala. 

―¿Escuchaste, Agustín? Pastel de carne, tu comida favorita ―me burlé, codeando su estómago. 

Hizo una mueca y se estremeció. Por lo que había aprendido estos seis meses juntos, Agustín odiaba todo lo relacionado con los vegetales y los alimentos enlatados. Pero lo que más le repugnaba era el pastel de carne. Eso lo supe el día en que junto con Valentina y Michael, fuimos a comer a un lugar que Jorge nos había recomendado. Cuando Agustín lo probó, se quedó quieto y aunque los demás estaban en una conversación, observé que disimuladamente se lo quitó de la boca con una servilleta. Tal vez hoy haría lo mismo.

A los pocos minutos, ella avisó que ya estaba listo. 

―Yo no voy a comer eso ―me susurró Agustín mientras caminábamos hacia la cocina. 

―Eso díselo a ella ―dije, conteniendo la risa. Estaba ansiosa por ver su expresión cuando tuviera que comer. 

―No quiero herir sus sentimientos.

Reí levemente y sacudí la cabeza. Gracias a mí, Agustín sabía que la tía Alicia era amable y demasiado sensible. Ella interpretaría su negación como algo personal y aunque le explicara sus razones, seguiría pensando lo mismo. 

Tomamos asiento y para disfrutar la incómoda situación por la que Agustín tenía que pasar, me senté frente a él. Notó mis intenciones y frunció los labios cuando intentó ponerse a mi lado, pero rápidamente mi tía tomó el lugar. Suspiró derrotado y forzó una sonrisa cuando el pastel de carne estuvo encima de la mesa. 

―Se ve delicioso ―dije, con sinceridad. Tenía que reconocer su habilidad a la hora de cocinar, cada cosa que preparaba era superior a cualquier platillo de algún restaurante lujoso. Ella sonrió agradecida y comenzó a partir el pastel. 

Agustín se removió en su asiento y se dispuso a mirar a otro lado. Me contuve a decirle frente a ella que dejara de actuar como un niño, terminar un pequeño pedazo no era nada del otro mundo. 

―Espero que les guste, tardé toda la mañana en elegir qué hacer y logré decidirme en preparar esto ―colocó el aperitivo en los platos y dejó uno de ellos frente a Agustín mientras yo cogía el mío. 

―No tenía que hacerlo ―murmuró Agustín con suavidad. Debía estar sintiéndose culpable si se negaba a comer. 

Lentamente, dio el primer bocado y masticó en pausas. Y así fue terminando el pastel de carne. Pensé que en cualquier momento vomitaría, ya que su rostro se contraía mientras pasaba la comida, pero afortunadamente no pasó. 

―¿Quieres más, Agustín? ―preguntó la tía Alicia con felicidad. 

Me atraganté levemente con la bebida y me aclaré la garganta. 

―No, gracias ―dijo él, limpiando sus labios con la servilleta―. ¿Me disculpan? Tengo que llamar a Catalina, um, dijo que me comunicara con ella hoy. 

Era una excusa, pero no estaba mintiendo. Hace unos días Catalina, junto con Alex y Carlos, fueron al departamento y estuvieron viendo películas mientras Catalina y yo preparábamos la cena, ya que era el cumpleaños número once de Carlos, Agustín se ofreció a pasar el día con él dado que no se llevaban muy bien debido a que no eran de la misma sangre y eso, pero al parecer Carlos dejó de mostrarse un tanto indiferente cuando lo llevamos al parque de diversiones y después al cine, en donde tuve que soportar ver una película de unas criaturas pequeñas y amarillas que reían por cualquier cosa. Eran tiernos, pero torpes. 

Una vez que Agustín salió de la cocina, sonriendo falsamente, tomé otro pedazo de pastel. Tal vez estaba comenzando a subir un poco de peso pero ¿y qué? me sentía bien conmigo misma. 

―Así que, cuéntame, Carolina ¿Qué tal te ha ido con Agustín estos últimos meses? ―recogió su plato y se dispuso a lavarlo. 

―Oh, muy bien. Hemos tenido algunas discusiones insignificantes pero nada dramático ―respondí, logrando escuchar la voz de Agustín al teléfono desde la sala. 

―Eso es muy bueno, querida. Generalmente, cuando las parejas conviven bajo el mismo techo, su relación se vuelve...complicada ―dijo, mirándome sobre su hombro. 

Suspiré y dejé a un lado el plato. 

―Lo nuestro es diferente ―murmuré, sintiendo un orgullo en el pecho. 

―Lo sé, el amor se nota en la manera en que se miran y eso es admirable ―sus palabras me derretían por dentro―. ¿Tienen planes para el futuro? 

Se volvió hacia a mí y tomó asiento a mi lado. 

―Por ahora sólo tenemos pensado terminar la Universidad ―no me gustaba hacer planes con referente a nuestro noviazgo. Me parecía patético hacer una lista que dijera cada cosa que teníamos qué hacer para los próximos años.   

―Oh, claro. No hay qué adelantarse en tomar otra responsabilidad. 

La miré y fruncí el ceño. 

―¿A qué te refieres? ―estaba comenzando a sospechar sus insinuaciones. 

Rió y le dio un sorbo a su bebida. 

―Hace poco hablé con Ana; estábamos conversando diferentes cosas y de un momento a otro, tocamos el tema de la maternidad.

Me tensé. 

―Oh ―fue lo que pude decir. 

Dejó salir un suspiró y me miró cautelosamente ―Carolina, tu mamá me dijo que le gustaría tener un nieto pronto. 

Pasaron los segundos y me dediqué a procesar lo que me había dicho. Mis ojos estaban enfocadas en ella, pero sentía la mirada sumida en mis pensamientos. ¿Mamá quería que me embarazara? Resoplé y sacudí la cabeza. En poco tiempo cumpliría diecinueve, pero no por eso tenía que traer un bebé al mundo. 

Parpadeé y me di cuenta que, era hora de irnos. 

Como si fuera justo, Agustín volvió y nos observó detenidamente ante el silencio entre nosotras. 

Sí, quería irme. Ahora. 

La tía Alicia no era estúpida, sabía perfectamente el cambio de humor repentino que tuve cuando nos despedimos. Aún así, no comentó nada. Agustín mintió diciendo que su comida había estado deliciosa y salimos de ahí. 

Agustín abrió la puerta del departamento mientras yo llevaba a Bobi entre mis brazos. Después salir de la casa de mi tía, fuimos con Catalina. Nos quedamos ahí hasta que comenzó a anochecer. Carlos y Alex querían que les diéramos permiso en dejar a Bobi por más tiempo, pero Catalina dijo que había sido suficiente. Al parecer, a ella no le agradaban mucho las mascotas, no después de que Bobi echó a perder parte del sofá con sus mordiscos y arañazos.

Dejé a Bobi en el suelo y me dirigí directamente a la ducha. Aún seguía un poco desconcertada por lo que me había enterado hoy. Tal vez estaba siendo una exagerada, pero no podía evitarlo. Primero Agustín lanzaba indirectas de querer ser padre y ahora saber que mamá estaba, de algún modo, de acuerdo con eso, me inquietaba. 

¿Cuál era la prisa? 

Cuando estaba saliendo del baño, Agustín entró y me sonrojé a verlo solamente en boxers. La tía Alicia tenía razón cuando mencionó que él estaba cada vez más violable. 

―Olvidaste decirme que te ducharías ―dijo dolido. Rodé los ojos y traté de esquivarlo, pero como siempre, me lo impidió―. Tendrás que ducharte de nuevo, pero ésta vez conmigo ―arqueó la ceja, provocativamente. 

―Agustín, estoy cansada ―y abrumada. 

Acarició mi mejilla con ternura y luego se acercó, depositando un beso ardiente en los labios que casi me dejó sin aliento. 

―Te alcanzaré en un momento ―sonrió comprensivo y se hizo a un lado. 

Después de cenar desganadamente un cereal, me lavé los dientes y me puse la pijama. Le serví la comida a Bobi en su recipiente y soltando un bostezo, me dejé caer en la cama, escondiéndome entre las sábanas. 

Me giré a un costado, abrazando la almohada y cerré los ojos. La primer imagen que apareció fue de mí misma con una gran barriga en el estómago. No me gustaba en absoluto. Abrí los ojos y suspiré, ¿por qué seguía pensando en eso? Estaba siendo una rídicula. 

Al cabo de unos minutos, escuché los pasos de Agustín y sus movimientos por la habitación mientras terminaba de asearse. La luz de la habitación se apagó, quedando sólo la lámpara de noche encendida y en cuestión de segundos, sentí su cuerpo a mi lado. Jamás había pensado que, el chico que había sido nuestro huésped en casa, estaría durmiendo conmigo todos los días y que tampoco me enamoraría de él como una idiota.

Su respiración estable paseaba por mi cuello y no pude evitar girarme hacia a él. Me miró y retiró unos cuantos cabellos que estorbaban en mi rostro. 

―¿Estás bien, Carolina? Has estado un poco extraña desde hace rato. 

Y con eso confirmé que era mala disimulando emociones. 

―¿Qué hay de ti? Lograste comer el pastel de carne sin problemas ―intenté divagar. 

―Pensé que lo iba a devolver. Diablos, no entiendo cómo pude tragarlo ―arrugó la nariz con desprecio. 

Sonreí y al siguiente segundo, volví a pensar lo de mamá. La sonrisa desvaneció. Agustín se percató inmediatamente de ese gesto. 

―¿Lo ves? Algo tienes, ¿qué es? ―me abrazó por la cintura, acercándome a su cuerpo que olía a jabón. 

Me mordí el labio, y luego de considerarlo, le conté lo que la tía me había dicho. Su rostro permaneció neutro y no daba signos de disgusto o emoción. Debía pensar que era una paranoica por aferrarme a ese pequeño y diminuto comentario. Me mantuve observándolo, esperando a que dijera algo al respecto. Fue entonces que fruncí el ceño. Agustín estaba sonriendo. 

―Te encanta burlarte de mí ―dije, preparándome para seguirle el juego. 

―No es eso, es sólo que me imaginé... ―negó la cabeza, sin dejar de sonreír y exhaló―. No tienes por qué sentirte presionada, entiendo que no estés lista. 

Puse la manos en su pecho desnudo y comencé a trazar el contorno de sus pectorales. 

―No me has dicho tú opinión. 

Se quedó mirándome fijamente con una perspectiva diferente y pude notar algo en su mirada que me decía que deseaba continuar a la siguiente etapa. 

―Esperaremos ―dijo, finalmente.

Me tranquilicé y me acurruqué en él, usando su pecho como almohada. Una de sus manos seguía en mi cintura mientras la otra subía y bajaba a lo largo de la espalda con suavidad. 

―Esperaré ―susurró, besando mi cabeza. 

Logré quedarme dormida en sus brazos, tal y como me encantaba. Mis sueños no había sido relevantes, hasta que Agustín apareció. 

Miraba a mi yo del sueño con un amor irrevocable y que me hacía querer tomarlo a besos por una eternidad. Seguía de pie, en medio de un jardín colorido de un color verde. Su sonrisa se intensificó a tal punto que mostraba su perfecta dentadura, acompañado de unos ligeros hoyuelos. Me pregunté por qué sonreía tan vivazmente y me di cuenta que un pequeño niño iba corriendo hacia él. Agustín lo abrazó con fuerza, como si su vida dependiera de ello y luego lo cargó en sus brazos. No podía descifrar el rostro del niño, pero pude distinguir los mismos ojos de Agustín. Yo pellizcaba las mejillas del pequeño mientras Agustín sonreía con alegría y en ese instante, pude sentir una rara sensación de felicidad dentro de mí.   



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¡Hola! 

Capitulo dedicado a una de las personitas que siempre me envía mensajes, te lo agradezco de corazón. 

Ese sueño solo me hizo imaginar esto 💏 +👉👌=👶 Jajajajaja 

Wattpad no me avisa de las notificaciones, no me doy cuenta si comentan o algo. Eso me molesta. 

Otra cosa, les recuerdo que tengo Twitter por si me quieren seguir me encuentran como agus_grn y también los invito que se pasen por mi blog Somos lo que Sentimos encontraran mucho material. 

Por último ¿les gustaría que tuviéramos un nombre con el cual identificarnos? Si es así, dejen sus comentarios y veremos cual es el de mayor votos. 

¡L@s quiero!

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