Extra 1
―Diablos, Agustín ¿por qué no me despertaste? ―me quejé, ahogando un bostezo.
Él se encontraba en la cocina terminando su desayuno, con una sonrisa. Al momento en el que había despertado, me di cuenta que era demasiado tarde. Faltaban más o menos veinte minutos para ir a la universidad y yo seguía soñolienta y con lagañas en los ojos.
Salté literalmente de la cama y me duché como un torbellino y en cuestión de segundos ya estaba buscando entre el armario las ropas que ni siquiera había desempacado de mis maletas.
Anoche, no nos resistimos al juego de miradas y aprovechamos la privacidad. Mediante besos, caricias y susurros, llegamos a la habitación y lo siguiente que recuerdo es que estaba sobre la cama con Agustín dentro de mí. Fue la mejor manera de disfrutar la primer noche en nuestro nuevo hogar.
Y fue así como olvidé organizar mis pertenencias ya que luego de llegar a una profunda oleada de placer, me acurruqué en su pecho desnudo y me quedé profundamente dormida en cuanto mis ojos se cerraron.
Ahora, después de guardar los cuadernos en la mochila, me apresuré en terminar los huevos revueltos que Agustín había preparado. Por otro lado, él se veía pacífico y tranquilo. Con su rostro totalmente relajado, como si estuviera de vacaciones en la playa observando el oceáno mientras que yo estaba atragantándome con el jugo de naranja.
―Te odio ―dije, limpiando mis labios con una servilleta.
No lo odiaba realmente. No era del tipo de odio en la que te repugnaba una persona por el simple hecho de respirar. Más bien era un odio indefenso que no tenía que ser tomado muy en serio, aunque en estos momentos tenía ganas de ahorcarlo por no haberme levantado a una hora considerable.
Pero claro, él no tenía de qué preocuparse. Ya se había vestido y arreglado con anticipación. Llevaba puesto unos vaqueros desgastados, una camiseta negra con una leyenda desconocida en el centro, que por cierto, se ajustaba en la parte de su espalda y torso. Y vans que alguna vez fueron blancos. Su cabello estaba brilloso y despeinado de la misma manera de siempre. Con ese toque sexy y feroz que lo hacía ver irresistiblemente devorable.
Una vez que terminé, miré el reloj de mi celular. Éste marcaba cinco minutos para las ocho de la mañana. Mierda. No llegaremos. Corrí al baño y me lavé los dientes. Cogí mi mochila, salí del departamento y subí a la camioneta. Con mi aliento entrecortado, arreglé mi cabello en una coleta. No me arriesgaría a llegar a la universidad como si me hubiera explotado una bomba en la cara.
Agustín cerró la puerta detrás de él y se colgó su mochila en uno de sus hombros, caminando hacia la suburban. Sus pasos eran sigilosos y lentos. Lo miré con el ceño fruncido. Lo estaba haciendo a propósito. Estúpido. Mi hermoso y adorable estúpido.
Cuando por fin encendió el motor, suspiré frustrada y sequé las palmas de las manos sobre mis jeans. Odiaba llegar tarde. Más aún cuando sabía que los profesores no aceptaban excusas por los retrasos en sus aburridas clases.
Cuando aceleró, solté un grito agudo y me ajusté el cinturón. Agustín rebasaba autos y frenaba con agilidad. La velocidad en la que nos desplazábamos por las calles era abrumador y divertido. Su vista estaba tan concentrada al frente que me contuve en querer ponerme en su regazo y felicitarlo por la habilidad que poseía al conducir.
Al momento en que llegamos, escuché el timbre de inicio. A paso rápido, entramos al edificio. No me sorprendió ver los pasillos repletos de estudiantes. Agustín tomó mi mano, evitando que me perdiera entre los demás y llegamos a mi aula.
Me giré hacia a él para despedirme y se adelantó uniendo sus labios con los míos. Me había tomado por desapercibida pero le correspondí sin pensarlo. Cuando mis sentidos se dieron cuenta que tenía que entrar al salón, me alejé lentamente.
―Vas a llegar tarde a tu clase ―dije, cuando rodeó sus brazos en mi cintura.
―Primero tengo que ir a la oficina del director para arreglar los documentos de transferencia, así que tengo tiempo ―besó mi cuello y reí.
Me habría quedado un rato más pero cuando mi vista se posó más allá de su hombro, vi al profesor Hale aproximándose hacia aquí. Empujé con suavidad a Agustín con la esperanza que cediera pero ocasionó que me atrajera más a él. Le susurré entre dientes que me soltara pero cuando lo hizo fue demasiado tarde. El anciano ya estaba a nuestro lado con la expresión de aburrimiento y fastidio.
―En cinco segundos cerraré la puerta ―dijo, mientras entraba al aula.
Escuché un gruñido por parte de Agustín y lo besé en la mejilla. Me dirigí al salón y en cuanto entré, cerró la puerta. Recordé lo irritante que era tanto él como su materia. Me desplacé a los lugares de atrás en donde Valentina me estaba esperando con una sonrisa de oreja a oreja.
―Primer día de clases y llegas justo a tiempo. Puedo imaginarme quién fue la causa de tu atraso ―dijo, mirándome con complicidad.
―Imaginas bien ―respondí, dejándome caer en el asiento mientras sacaba mi cuaderno de la mochila.
―Tuviste una desenfrenada noche de pasión ¿no es cierto? ―arqueó sus cejas y me golpeó el hombro.
―Cállate ―dije ruborizada, al ver que algunos compañeros nos miraban de reojo.
Cuando el profesor Hale comenzó a explicar sobre los temas que veríamos el resto del semestre, sentí que me daban un toquesito en el hombro. Me giré y una chica que en este momento no recordaba su nombre, me entregó discretamente un papelito. Me volví en mi asiento y lo desdoblé en mi regazo.
Te ves hermosa el día de hoy.
Arrugé el papel y lo mantuve en mi puño cerrado. Sabía perfectamente quién lo había enviado. Una vez que el profesor empezó a escribir sobre la pizarra, miré hacia atrás para confirmar mis sospechas. Y allí estaba Lionel en el fondo del salón. Me sonrió y rodeé los ojos, volviendo mi vista al frente.
Pensé que me había librado de él. No podía ser más cínico ¿Mandarme un cumplido como si nada hubiera pasado? Ahora tendré que soportar su presencia el resto del semestre pero lo ignoraré, será lo mejor. No pienso caer en sus redes de mentiras y mucho menos entablar una amistad.
La primeras horas de clases dieron por terminadas y suspiré de felicidad cuando salí del salón con Valentina a mi lado. Por los pasillos me encontré a Jorge, su amiga Lisa y a Michael, el novio de Valentina. Al cruzar por la esquina de los pasillos, vi a Agustín bajar de las escaleras del segundo piso. Éste pertenecía a los estudiantes que les faltaba un año para titularse de la carrera que según hayan elegido. En su caso, administración de empresas.
Besó mis labios de manera rápida y rodeó su brazo sobre mis hombros mientras nos dirigíamos a la cafetería. En el transcurso, no faltaron las miradas interrogantes de los demás. Sabía que se preguntaban quién era Agustín y porqué se había trasladado a está universidad. La razón de eso era la persona que caminaba junto a él, o sea yo.
Luego de comprar papas fritas y comida chatarra, tomamos asiento en una de las pocas mesas que se encontraban libres. Jorge inició la conversación y al instante nos unimos en la plática. No fue hasta que a Valentina se le ocurrió sacar el tema de Lionel.
―¿Qué decía la nota que te envió? ―preguntó, causando que las miradas de los que estaban en nuestra mesa se enfocaran hacia donde me encontraba.
―¿Qué nota? ―dijo Agustín, totalmente interesado en el tema.Diablos.
―Una que Lionel le mandó ―agregó Valentina, tomando una papa frita.
La fulminé con la mirada para que captara el mensaje de no seguir hablando, pero ella simplemente se encogió de hombros como si no hubiera sido nada malo haberlo dicho. Agustín, que estaba a mi lado, se volvió hacia mí con el ceño fruncido.
―¿Qué decía esa nota? ―cuestionó. El sonido de su voz era seria y para nada amable.
Gracias Valentina. Muchas gracias.
―Nada de qué preocuparse ―respondí, volviendo mi atención al sándwich de pavo que hasta ahora, lo encontraba apetitoso.
―¿Te escribió algo que te incomodara? Porque si lo hizo, se las verá conmigo ―dijo, buscando a Lionel alrededor de la cafetería pero eran demasiados los estudiantes que dudaba que lo encontrara.
Conociendo a Agustín, si le decía el contenido de la nota, por más indefensa que haya sido, iría a advertirle una vez más que me dejara en paz. Pero era el primer día de clases y meterse en problemas tan rápido no ayudará a su expediente.
Cuando notó mi silencio, me miró interrogante. Pero me excusé, señalando mi boca que estaba ocupada triturando el pedazo de sándiwch.
El silencio se fue extendiendo por unos segundos hasta que Jorge continuó con la conversación que había sido interrumpida por mi imprudente amiga.
―Después de clases vamos a ir al gimnasio ¿Quieres ir, Agustín? ―se limitó a negar con la cabeza mientras le daba un trago a su bebida ¿Estaba molesto? Bueno, sería demasiado infantil si lo estaba.
El tiempo pasó hasta que dio por terminada la hora del descanso. Jorge, Lisa, Michael y Valentina se adelantaron por los pasillos que comenzaban a llenarse. Agustín se mantuvo en silencio después de que evadí lo de la nota. No tenía por qué estar enojado conmigo, tenía que entender que era mejor ignorarlo. Lionel salió de mi vida y no quiero que sea un problema entre nosotros.
Justo cuando se iba a despedir para subir por las escaleras para dirigirse a su clase, lo detuve sujetándolo del brazo.
―¿Qué tienes? ―pregunté, a pesar de que sabía el por qué de su temperamento.
Dejando salir un suspiro, me rodeó de la cintura y depositó un beso en mi frente.
―Quiero saber qué decía esa nota ―el tono de su voz era áspero y rasposo; fue mi turno de suspirar. Sabía que estaba inquieto por esa razón pero decírselo solo ayudaría a aumentar la poca ira que comenzaba a crecer dentro de él.
―Sólo olvídalo y quédate tranquilo ―coloqué mis brazos alrededor de su cuello y le di un beso rápido.
―¿Cómo estar tranquilo sabiendo que ese idiota está en todas tus clases? ¿Qué tal si intenta...?
―No va a intentar nada, Agustín. Vamos, no permitas que nos amargue el día. Ya pasamos por mucho ¿no crees?―dije, mostrando una sonrisa. Sonrió de esa manera que me hacía derretir y acercó su rostro a unas pulgadas del mío.
―Lo intentaré ―susurró, rozando sus labios con los míos hasta que me besó.
Fue un beso lento y suave pero intenso y posesivo a la vez. Por un momento me había olvidado de los ruidos y murmullos de los demás que cruzaban a nuestro alrededor. Mi lengua chocó con la suya e inmediatamente me sentí acalorada. Por desgracia, el lazo fue interrumpido por la voz aguda de Valentina.
―Es hora de ir a clase, Carolina ―dando un último beso, me fui alejando.
―Te veo en la salida ―dijo Agustín, lamiéndose los labios.
Asentí y fui hacia a Valentina, quien se había despedido de Michael y ahora se encontraba con Lisa. Una chica que hasta el momento no he hablado mucho con ella pero parecía simpática, siendo amiga de Jorge, imaginaba que eso tenían en común.
Jorge llegó hasta Agustín, subieron al segundo piso y los perdí de vista. Suspirando como una tonta enamorada, me giré hacia la clase de Ciencias.
Las siguiente clases fueron tan aburridas que comenzaba a tener dolor de cabeza, pero se me quitó al instante en que escuché el timbre de salida. Por fin. Guardé las cosas en la mochila, la coloqué sobre mi hombro y salí del aula, con Lisa y Valentina esperándome en los pasillos. Lionel pareció calmarse ya que no continúo su intento de hablar conmigo. Algo que agradecía.
Estaba agotada y cansada. Lo que quería era llegar a casa...bueno, no exactamente a mi casa debido a que ahora vivía con Agustín pero aún así, quería llegar y descansar por un rato. Tenía demasiadas palabras, números y enunciados en mi cabeza que necesitaba un poco de distracción.
Primer día de universidad y ya sentía que me moría. No quería ni imaginarme como iba a estar cuando los proyectos y tareas hicieran su aparición. Estaré con el cerebro frito hasta entonces.
Luego de despedirme de Valentina y Lisa, encontré a Agustín en la salida como habíamos acordado y nos dirigimos hacia la camioneta. En su cara pude notar que estaba igual de fastidiado que yo. Jorge nos alcanzó e intentó convencer a Agustín para que los acompañara al gimnasio, pero él se volvió a negar diciendo que tal vez otro día.
Al llegar al departamento, lo primero que hice fue aventar la mochila al suelo y dejarme caer en el sofá. Necesitaba cafeína lo antes posible para recuperar energías.
―Día pesado ¿eh? ―dijo Agustín, desplazándose hacia la cocina.
―Odio la universidad ―bufé, abrazando uno de los cojines acolchonados en mi pecho.
Lo escuché reírse y luego regresó, sentándose a mi lado. Encendió la televisión y se puso cómodo mientras veía un programa de futból. Mi celular sonó y gimiendo por tener que levantarme, fui hasta la mochila y lo tomé. Me alegré cuando vi el número de mi mamá.
Me volví a mi lugar a la vez que conversaba con ella acerca de cómo me había ido el día de hoy. Me hizo saber queme visitarían el viernes o el fin de semana ya que mañana salían a un viaje de negocios.
Al parecer, solicitaron la ayuda de mi padre para que les ayudara con su plan de emprender la compañía y debido a que mi mamá pertenecía al mismo sindicato, tenía que asistir.
Luego de colgar, me acomodé dejando caer mi cabeza sobre el hombro de Agustín y subí mis piernas en el sofá mientras texteaba con Valentina.
―Tengo que ir a comprar provisiones ―dijo Agustín, bajando el volumen de la televisión cuando aparecieron anuncios publicitarios.
Cierto. Lo único que tenía la despensa era los restos de ingredientes que utilicé el día que preparé waffles. Cómo olvidar ese día. Fue cuando desperté renovada.
Volviendo al tema, necesitábamos comida para poder sobrevivir las próximas semanas por lo menos.
―¿Quieres ir ya? ―cuestioné un poco inconforme, estaba cansada como para recorrer los pasillos del centro comercial.
―Si y voy a aprovechar para traer algo de comer porque me estoy muriendo de hambre ―se levantó del sofá y sacó las llaves de su bolsillo.
―¿Quieres ir conmigo? ―suspiré y me recosté en el sofá, aferrándome a la comodidad.
―Tomaré eso como un no ―sonrió y pellizcó mi nariz―. Regreso en un rato.
Asentí y salió por la puerta. Terminé de textear con Valentina luego de que me escribiera que iría con Michael a"pasear" y cogí el control remoto. Después de que hice zapping y no encontré nada interesante, apagué la televisión. Colocando el control en la mesita de centro, me levanté de mi lugar y me fui a dar una ducha.
Me encontraba sentada en la cama, leyendo el capítulo de Literatura, en donde se suponía que tenía que hacer un resumen pero no logré concentrarme. No tenía ganas de escribir. Lo haría luego. Eran las cinco de la tarde, así que podría hacerlo en la noche o mañana por la mañana ya que mi clase comenzaba hasta el mediodía.
Cerré el libro y lo dejé sobre la cómoda cuando escuché la puerta de entrada. Recogiendo mi cabello que aún seguía húmedo en una coleta, salí de la habitación para encontrarme a Agustín dejando las bolsas de despensa sobre la mesa. Le sonreí pero mi gesto fue desapareciendo cuando vi lo que sujetaba en su mano.
―¿Qué es eso? ―dije, frunciendo el ceño. Sonrió maliciosamente.
―Di hola a nuestro nuevo integrante ―respondió con orgullo, mientras bajaba al gato peludo de ojos azules al suelo.
Ay no.
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Llego el primer extra y super largo.
Son un amor juntos. Amo AGUSLINA.
Gracias por su apoyo, L@s Quiero.
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