Epílogo
«Seis años después...»
Narra Agustín
Percibía movimientos y voces a mi alrededor. Era como si estuvieran llamándome, pero diablos, estaba demasiado agotado como para abrir los ojos. Ayer había pasado la tarde en la oficina y apenas tuve tiempo de ir por lacena.
Carolina no se encontraba en condiciones para cocinar, o tal vez sí lo estaba, pero no quería que se cansara de ninguna manera aunque ella insistía que estaba exagerando.
—¡Papi! ¡Papi, despierta! —reconocí la voz chillona de mi hijo.
Gemí, quitándome la almohada de la cara y abrí un ojo. Lo primero que vi, fue una pijama de Bob Esponja y luego encontré el rostro de Gastón. Mierda. Me estaba mirando con el ceño fruncido. ¿Cómo un niño de cuatro años podía estar enojado a tan temprana edad?
—¿Qué sucede, campeón? —mi voz salió áspera del sueño, pero traté de decirlo con suavidad.
—Mami dice que el desayuno está listo.
Cerré los ojos por un instante y dejé salir un suspiro.
—Pero se suponía que yo iba a prepararlo —me tallé los ojos y bostecé.
Sus pequeños brazos se cruzaron en su pecho y asintió.
—Ajám, pero yo tenía hambre así que mamá tuvo que hacerlo.
Retiré las sábanas y me senté.
—¿Estás molesto conmigo, entonces? —dije, haciendo una mueca.
—Tal vez —susurró desvíando la mirada al suelo mientras se balanceaba en sus talones.
Y con eso, me sentí el peor padre del mundo. Lo tomé de los brazos y lo senté en mis rodillas. Sus labios formaban un puchero y me contuve a reír. Mi pequeño Gastón se veía jodidamente adorable.
—Veamos, qué te parece si lo solucionamos con un partido de fútbol más tarde —levantó la vista y lo consideró—. Es sábado y ambos tenemos el día libre —se encogió de hombros, y supe que tenía que esforzarme más—. Bien, ¿qué me dices de ese videojuego que quieres desde hace días? Podemos ir a comprarlo después de desayunar.
Inmediatamente sus ojos brillaron de emoción.
—¡Sí! ¡Ese en donde lanzas poderes! Gracias, papi —me dio un beso en la mejilla, y mi corazón se derritió. Se puso de pie en la cama y comenzó a saltar—. Ahora, en guardia. ¡Yo seré el enemigo y te derrotaré!
Creó un arma con las manos, y sonreí. ¿Qué hice para merecer a este hermoso ángel? Hizo un sonido de disparo, y pretendí que me había herido. Me llevé una mano en el pecho y me quejé mientras caía de espaldas a la cama.
—Me rindo, tú eres el ganador —dije, imitando una súplica.
—¡Sí! ¡Soy el guerrero más poderoso de la tierra! —lanzó sus cortos brazos al aire y los mismos hoyuelos que yo tenía se formaron cuando sonrió.
Estaba tan orgulloso que se pareciera a mí.
—Dejen de jugar, el desayuno se está enfriando —escuché la voz de mi bella mujer.
Estaba en la puerta, alternando la mirada en ambos. Dios, se veía perfecta como siempre. Le sonreí y luego cargué a Gastón en mis brazos. Este niño pesaba demasiado.
—Papi me comprará mi videojuego favorito y después jugaremos fútbol en el parque, ¿quieres ir con nosotros, mami?
Carolina lo miró con dulzura y le dio un beso en la mejilla.
—Claro que sí, cariño, siempre y cuando te portes bien.
—¿Mi hermanita puede jugar con nosotros, también? —preguntó con cierto anhelo.
Carolina y yo sonreímos.
—No, campeón. Vamos a dejar algo claro, ¿de acuerdo? —asintió y me arrodillé aún con él en brazos—. ¿Qué es lo que ves aquí?
Arrugó su diminuta nariz.
—El estómago hinchado de mami —Carolina rió y sacudió la cabeza.
—Ella está embarazada y adentro está tu hermanita durmiendo, y por lo tanto, no puede jugar hasta dentro de unos meses. Y cuando éste con nosotros, tú y yo la vamos a cuidar mucho ¿no es así?
Asintió con una radiante sonrisa, y estuve a punto de morir cuando se inclinó a besar el estómago de Carolina. Hice lo mismo y luego me puse de pie.
—Ahora sí, vayamos a desayunar —Gastón rodeó sus brazos en mi cuello y miramos a Carolina, quien tenía los ojos vidriosos.
—Los amo demasiado, a los tres —se frotó el vientre con las manos y mi pecho se infló de amor. Acaricié su estómago con la mano libre, y pasé saliva. Moría por tener a nuestra hija en mis brazos.
—Nosotros también, ¿verdad, papi? —el dedo regordete de Gastón tocó mi mandíbula, pero yo seguía mirando a Carolina. La mujer de mi vida.
—Más que a nada en el mundo —le sonreí, agradecido por tenerla.
No había pasado ni un sólo día que dejara de sentir mi amor por ella. La amaba tanto que el sentimiento iba en aumento. Ella lo era todo para mí. Ella lo había cambiado todo en mi vida. Era tan malditamente afortunado. Se había apoderado de mi alma, y ahora tenía la dicha de compartir el amor a ella y a mis hijos que mis padres no pudieron darme. Me sentía lleno, satisfecho y feliz. En pocas palabras: mi vida estaba completa.
FIN.
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Este capitulo va dedicado a tod@s ustedes que estuvieran siempre leyendo la historia.
¡Voy a llorar! El final perfecto, ¿no creen?
Las palabras de Agustín refiriéndose a Caro fueron perfectas.
Espero sus comentarios.
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