43. Caja de sorpresas

La semana fue transcurriendo con lentitud. Y agradecía que fuera a ese ritmo. Durante esos días, Agustín y yo pudimos hacer salidas como cualquier pareja. Me llevó a diferentes lugares cada día. De hecho, me contacté con Valentina y compartimos una cena muy agradable en compañía de su novio. 

Disfruté la semana como nunca. Mi padre seguía con la abstinencia de decir comentarios negativos cada vez que Agustín me besa, me abraza o toma de mi mano. Mi mamá siempre está ahí para recordarle que todo nuestro afecto es parte de una relación amorosa. Y poco a poco, el carácter de mi papá fue equilibrándose hasta que logró llevarse bien con Agustín.

Su progreso fue sorprendiéndome conforme pasaban los días. Me sentí satisfecha cuando los encontré en el sofá conversando y opinando sobre el partido de fútbol que veían por la televisión. La tensión entre ellos iba disminuyendo y eso me ponía feliz. Aunque su rol de papá sobreprotector no estaba abandonado del todo ya que tenía que dejar la puerta de mi habitación abierta cada vez que Agustín estaba dentro. 

La cena que había organizado el amigo de mi padre, fue demasiado tranquila. Pude conocer un poco más a Jorge. Era un chico amigable y extrovertido. Agustín no se veía muy contento esa noche, permaneció cerca de mí todo el tiempo para que se diera cuenta que era suya. Pero Jorge me agradaba y aunque Agustín no estuvo de acuerdo al principio, se fue doblegando cuando se dio cuenta que las intenciones de Jorge era solo de amistad. Desde entonces, se convirtió en mi amigo y ahora era también de Agustín.

Los hijos de Catalina regresaron del campamento esta mañana. Eran dos niños de diez años y noté que eran peor que los niños de la Sra. Turnes ya que se mantenían peleando la mayor parte del tiempo. 

Era sábado por la tarde y me encontraba en la recámara de Catalina. Alex y Carlos nos contaban sobre las diferentes actividades y aventuras que realizaron en el campamento. Ambos eran unos niños muy energéticos, no han parado de hablar desde que llegaron. Comenzaba a marearme de tanto escuchar sus voces chillonas. Sino fuera por Agustín que me sacó que ahí, en este momento estaría convulsionando en el suelo. 

Sin pensarlo, tomé su mano y salí de la habitación dejando a Catalina en compañía de sus irritables hijos, ahora entiendo por qué fueron llevados a ese lugar en estos dos meses. No los habría soportado si se hubieran quedado en mi casa todo este tiempo. 

Al llegar a la sala, Agustín rodeó sus brazos en mi cintura y hundió su cabeza en mi cuello. 

-Te extrañé -dijo, depositando besos cortos y suaves en la piel sensible de mi garganta. 

Me reí. Hace dos horas salió al bar con Ruggero y Jorge, estábamos en pleno romance cuando Ruggero le habló por teléfono. Agustín aventó el celular y continúo besándome ignorando por completo la invitación de su amigo. Al final, lo convencí de que se distrajera un poco, gracias a eso accedió a tomar unos tragos. 

-Después de comer te llevaré a un lugar -avisó antes de darme un beso rápido. 

-¿A dónde me llevarás? -pregunté, frunciendo el ceño. 

Una sonrisa misteriosa apareció en en el rostro de Agustín. Sé que estaba planeando algo y no saber qué era comenzaba a intrigarme. 

-Te lo diré cuando estemos allá -guiñó el ojo y me llevó a la cocina. 

Mi mamá estaba tomando una rebanada de pizza mientras que mi papá estaba devorando la suya. Nos sentamos frente a ellos y Agustín, como todo un caballero sexy, me sirvió un pedazo de pizza con la respectiva bebida de té de durazno. 

Le sonreí y se sentó a mi lado para comenzar a comer. Mi padre inició la conversación hablando sobre su posible salida de viaje el lunes, para ese entonces, yo ya estaré en la universidad extrañando a Agustín. 

La nostalgia invadió mi cuerpo al recordar que este era el último fin de semana en el que Agustín y Catalina estén con nosotros. No quiero que se vaya pero tampoco puede quedarse. Él también tiene que volver a las clases y terminar el semestre. Lo peor de todo es que su universidad queda a kilómetros de la mía. Espero que podamos vernos lo suficiente para que nuestra relación perdure. 

-¿Qué planes tienen hoy? -preguntó mi mamá, mirándonos a ambos. 

-No mucho -respondí, antes de morder la rebanada de pizza. 

-De hecho, tenemos muchos planes está noche -Agustín me miró y arqueó la ceja. 

-¿Está noche? -la voz de mi padre intervino. 

Miré a Agustín con confusión. 

-Mi mejor amigo organizó una fiesta y quisiera que Carolina me acompañara -me sonrió de lado y se volvió hacia mi papá quien lo miraba con el ceño fruncido. 

-Claro que si ¿A qué hora estarían de regreso? -quiso saber mi mamá. 

Abrí la boca pero la cerré cuando supe que no tenía una respuesta. Solo me quedé estática en mi asiento con mi mirada enfocada en Agustín. 

-Las fiestas de Ruggero terminan hasta el amanecer -Agustín soltó las palabras lentamente para que mis padres entendieran la indirecta. 

Alcé las cejas y me giré hacia mis padres. Mi mamá lo captó enseguida mientras que mi papá seguía con su rostro pensativo. 

-Oh entiendo, quieres decir que no vendrán a dormir -mi mamá se volvió hacia mi padre esperando a que dijera algo al respecto. 

Suspiró y nos miró a ambos. 

-Está bien, pero los quiero aquí mañana temprano ¿de acuerdo? -advirtió con dureza. 

No tuve más que asentir. Aún seguía asimilando dos cosas, una, que Agustín no habló de esa fiesta hasta este momento y dos, que mi padre haya aceptado tal cosa. Por lo que veo está aprendiendo a darme más libertad. 

Cuando terminamos de comer, le pedí a Agustín una explicación de lo que se tramaba pero se limitó a decir que me arreglara porque en un rato más me llevaría a ese dichoso lugar desconocido. Negué con la cabeza y me fui a mi habitación para darme una ducha. Me cambié usando unos shorts de mezclilla acompañado de una blusa holgada color lavanda y las converse blancas. Recogí mi cabello en un moño y me maquillé de forma simple y sencilla. 

Cuando cogí el celular, escuché un golpe que provenía de mi puerta. Agustín se encontraba esperándome con esa sonrisa irresistible y vestido de una manera sexy y salvaje. Camisa negra, vaqueros desgastados y sus vans oscuras. 

-Es hora de irnos -dijo, sacudiendo las llaves de su camioneta. 

Entrecerrando los ojos, cerré la puerta de la habitación detrás de mí. Cuando menos pensé ya me encontraba sentada en el asiento del copiloto. 

-¿A dónde iremos? -pregunté, mientras que Agustín me colocaba el cinturón.

Su respuesta fue un guiño y cerró mi puerta para después rodear la camioneta. Empezó a conducir en silencio yeso comenzó a ponerme nerviosa. Y ésta muy equivocado si piensa que me quedaré hasta el amanecer en la fiesta de Ruggero. No quiero parecer zombie al día siguiente y menos cuando estoy apunto de entrar de nuevo a la escuela. 

Me digné viendo a través de la ventanilla. Pasaron varios minutos para cuando sentí el motor se apagó. Me giré hacia Agustín y su mirada seguía al frente sin hacer ningún movimiento. 

-Llegamos -murmuró sin mirarme. 

Fruncí el ceño y bajé de la camioneta. 

Lo que me rodeaba era solo un montón de edificios en buen estado. Agustín bajó y se posicionó frente a mí con una expresión divertida al percatarse de mi intriga. Me crucé de brazos y esperé. Luego de unos segundos de silencio total, se rindió soltando una risita ronca y profunda. 

-Este es mi apartamento -dijo señalando uno de los edificios que se encontraba detrás de él.  

En ese instante, comencé a sospechar sus intenciones. Y estaba dispuesta a acatarlas.  



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El inicio de un gran capitulo. ¡Lo amaran!

¿Como pasaron la navidad?

La mía estuvo buena, he comido tanto que ya no quiero. Como no pude ir donde unos tíos me levante hasta mediodía, y según yo eran como las 7 de la mañana, porque se miraba un poco oscuro y todo era por las lluvias, lo que hizo que el resto del dia anduviera perdida. Cuando eran las 3 de la tarde según yo eran las 11 de la mañana. Ya se imaginan como andaba. Me dormí casi al amanecer. 

¡Ahora a esperar el 31!

Nuevamente Feliz Navidad y espero que hayan tenido un grandioso día.

¡L@s quiero!


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