40. Enfrentando el dolor

No sabía como describir el dolor que se atravesó en mi cuerpo. Tuve que ignorar todo a mi alrededor para poder procesar sus palabras y el significado de estas. ¿Se iba? ¿Para siempre o sólo temporalmente? 

Sorprendida y confundida, di un paso hacia atrás. El aire que respiraba no me era suficiente para que el oxígeno viajara hasta mis pulmones. 

-No puedes irte -susurré abrazándome a mi misma intentando desaparecer el vacío que me rodeaba. 

Escuché a Agustín suspirar. Lo miré y su rostro estaba lleno de frustración y tristeza. Pasó sus manos sobre su cara y luego se acercó a mí. Me abrazó cubriéndome con sus fuertes brazos. Cuando recargué mi mejilla en su pecho, las lágrimas comenzaron a brotar en mis ojos. Parpadeé y estas cayeron por mi rostro. No podía irse, tardamos tanto en darnos cuenta lo que sentíamos el uno por el otro y ahora sucede esto. Es totalmente injusto. 

La mano de Agustín que subía y bajaba por mi espalda lograba tranquilizar mis sollozos, pero sus palabras aún seguían clavadas en mi mente como espinas. Tenía que hablar con mi papá, hacerle entender que estoy enamorada de Agustín y que no permitiré que lo aleje de mi lado, no después de todo por lo que hemos pasado. Tuve suficiente con tener que haber lidiado con los problemas que Angela y Lionel causaron para separarnos como para que mi papá se vuelva en una nueva amenaza. 

Cerrando mis ojos, me concentré en el calor que me proporcionaba su cuerpo. La calidez y la dulzura que me regalaba con su tacto. Estar a su lado es lo único que necesitaba. 

-No puedo hacer esto -la voz de Agustín despertó mis sentidos. 

Retiré mi mejilla de su pecho y lo miré alarmada. 

Las seguridad de sus palabras punzaron en lo más fondo de mi alma. No podía darse por vencido. ¿Se alejaría tan fácilmente y me dejaría con este dolor sin intentar luchar por lo nuestro?

Él se percató de mi preocupación y rápidamente sujetó mi cara con suavidad, mirándome como si fuera su todo. 

-Le dije a tu padre que me iría -hizo una pausa para dejar salir un suspiro -Pero no puedo, no puedo separarme de ti. 

Un inmenso alivio apareció en mi sistema dejándome claro que no me había equivocado. Agustín me quería más o igual que yo a él. Comprobé que no era igual a los demás que he conocido. Estos fuertes sentimientos pueden enfrentarse a cualquier persona que intente interponerse entre nosotros. Sin importar que esa persona sea mi familia.

-Y si tengo que secuestrarte para estar juntos, lo haré -añadió muy seguro de sí mismo. 

Sonreí levemente. No me importaría en absoluto que me raptara y nos fuéramos lejos, siempre y cuando estemos juntos. Lo abracé con fuerza demostrándole que nada ni nadie nos podrán separar. Sentí como colocaba su barbilla en mi cabeza mientras me apretaba a su cuerpo. 

En eso, mi mamá apareció subiendo por las escaleras. Con una suave sonrisa, llegó hasta nosotros. 

-No tienes por qué irte Agustín. Ricardo está muy molesto pero sólo hay que darle tiempo para que asimile la situación. 

Sus palabras llenas de comprensión ayudaron para sentirme con esperanzas. Pensé que ella estaría a lado de mi papá dado que siempre ha permitido que fuera tan sobreprotector. Creo que ha entendido que tengo la edad para tomar mis propias decisiones. 

-Si mi papá insiste en que Agustín se vaya, me iré con él -comenté sin alejarme de sus brazos. 

Mi mamá frunció el ceño y se quedó pensativa. No quiero llegar a esos extremos pero me veré obligada a ello si mi papá no acepta mi relación. 

Soltó un suspiro y asintió. 

-Heredaste mi carácter Carolina -sonrió y se fue. 

Agustín depositó un beso en la coronilla y lentamente me apartó. 

-Vamos a la cocina, no has desayunado -dijo, limpiando con su pulgar los residuos de lágrimas y posiblemente de rímel debajo de mis ojos. 

Asentí y rodeando mi hombro con su brazo, bajamos las escaleras. Cuando me senté en la silla, Agustín comenzó a desplazarse por la cocina abriendo y cerrando las puertas de la despensa. Por un lado me sentía un poco más animada, mi mamá estaba de acuerdo con nuestro noviazgo y eso aminoraba mi tensión. Por lo menos tendré su ayuda a la hora de enfrentarme con mi papá. 

Cuando quiera hablar conmigo podré decirle todo lo que tengo que decir. Tiene que entender que él no puede elegir las cosas por mí y más aún si se trata de algo tan íntimo como lo es una relación amorosa. Ser mi padre no le da el derecho de decidir lo que a mi me corresponde. Aunque sé que quiere lo mejor para mí pero tiene quedarse cuenta que ya no soy aquella niña que podía manipular. 

Estaba tan hundida en mis pensamientos que me sobresalté cuando Agustín puso un plato sobre la mesa. 

-El desayuno está servido -sonrió y se volvió hacia la cocineta terminando de preparar un par de bebidas. 

Encontraba divertido y tierno ver a Agustín haciéndose cargo de la cocina. Es muy atento cuando se lo propone. 

-Té para la dama -lo escuché decir mientras colocaba en vaso a un lado del plato. 

-Gracias -dije con una sonrisa. 

-No agradezcas -contestó, sentándose frente a mí. 

Estas pequeñas e insignificantes acciones, valen más que millones de rosas o regalos caros. Suena cursi, pero es la verdad. No cabe duda que las pequeñas cosas son las más valiosas. Pensando en la posibilidad de que este sea el último desayuno que comparta con Agustín provoca que las lágrimas quieran volver. 

¿Desde cuando se volvió tan indispensable en mi vida? Una vez más, imaginar no volverlo a ver los próximos días hace que se me forme un nudo en la garganta. No lo soportaría. 

-Carolina -levanté la vista al escuchar su voz- No me iré de tu lado. 

Sus palabras cubrían la enorme preocupación en mi pecho. Estaba consciente de las consecuencias que puede haber si mi papá no acepta mi relación. Pero vale la pena arriesgarse. 

Le sonreí y su rostro se suavizó. Me mostró una de sus hermosas sonrisas y comenzamos a desayunar. El silencio se apoderó a nuestro alrededor acompañado de unas cuantas miradas que Agustín me enviaba y que yo recibía con gusto. No fue hasta que mi papá apareció en la cocina, lo supe al ver como la mandíbula de Agustín se tensó al ver sobre mi hombro. 

-¿Cuando piensas irte? -preguntó mi papá dirigiéndose a Agustín. 

Al instante, dejé de saborear lo último de mis huevos revueltos y me giré, encarándolo. 

-Él no se irá -aclaré uniendo toda la seguridad en mi voz. 

-Tiene que irse -dijo firme y sin signos de retractarse.

-¡Él no se irá! -volví a repetir, levantándome de mi lugar. 

La ira e impotencia fluyó en mí haciendo a un lado la tristeza. Agustín inmediatamente se puso de pie y se colocó a mi lado para tranquilizarme pero en este momento no tenía ganas de calmarme. Mi padre frunció el ceño y se cruzó de brazos. 

-Soy el dueño de esta casa y por lo tanto decido quién se va y quién se queda. Y él tiene que marcharse -expresó con amargura, señalando a Agustín con la barbilla. 

-Me iré con él -susurré entre dientes. 

Sus ojos se abrieron tanto que pensé que iban a salirse de sus órbitas. Dejó salir un suspiro frustrado y negó con la cabeza.

-No permitiré que te vayas con un desconocido. 

-¡Para mí no es ningún desconocido! -exploté con furia y desesperación. 

Agustín se puso delante de mí, enfrentándose a mi papá. 

-Señor Kopelioff, amo a su hija y jamás le haría daño -replicó. 

Me amaba y eso es lo único que importaba. Quería abrazarlo y besarlo hasta el cansancio pero me contuve. Primero tenemos que arreglar esto de una vez. 

En el rostro de mi padre se formó una mueca de disgusto y lo miró. 

-No puedes amarla en tan sólo dos meses -argumentó como si eso fuera imposible. 

Yo antes pensaba lo mismo. Me parecía ilógico que en poco tiempo puedas enamorarte de una persona de una forma tan intensa. Pero ninguno de los dos lo vio venir el día en que se mudó. 

-Para el amor no existe el tiempo. Simplemente llega cuando menos lo esperas. Y yo esperé demasiado pero por fin lo encontré -me miró sobre su hombro y me mostró una sonrisa de agradecimiento.

Me estaba derritiendo. Si continuaba diciendo cosas como esas, no tardaré en desmayarme. Sé que la perfección no existe pero para mí él era perfecto en todos los sentidos. 

Mi papá estaba por decir algo cuando mi mamá entró a la cocina con la preocupación marcada en su rostro. Catalina debe estar en la sala o en alguna otra parte de la casa para evitar estar presente en este conflicto familiar. 

-¿Qué sucede? -quiso saber a pesar de que ya sabía lo que sucedía.-Tiene que irse -contestó mi papá sin quitarnos la mirada de encima. 

Mi mamá nos miró de forma rápida y luego se volvió hacia a él. 

-Ricardo, tienes que calmarte. Carolina ya tiene la edad para comenzar una relación -me defendió con voz firme y segura. 

Finalmente, alguien que lo entiende.

Mi papá la miró frunciendo el ceño, sorprendido por su comentario a mi favor. 

-Nos mintió Ana ¿No te das cuenta? No quiero ni imaginarme las cosas que hacían cada vez que se encontraban a solas -espetó molesto. 

Pido y rezo que no comience con las preguntas embarazosas. No seré capaz de mentir. Espero que no pregunte si he estado en su habitación o viceversa porque no encontraré la manera para negarlo. Y eso no ayudaría en nada para arreglar la situación. Mi mamá es la persona que podía hacerlo entrar en razón. Dependía de sus palabras para disminuir la tensión que se encontraba en nuestro alrededor. 

-Sé que nos ocultó sobre eso y sigo molesta por ello pero aún es una adolescente y tiene todo el derecho en cometer errores, además, confío en ella. Sé que ambos no han tenido mucho respeto a la hora de demostrarse afecto...

Me miró levantando las cejas e inmediatamente me ruboricé y por el rabillo del ojo, observé que Agustín apretaba sus labios mientras bajaba la cabeza avergonzado. Mi mamá se volvió hacia mi papa quien lo miraba atento y prosiguió hablando. 

-Pero es normal que actúen de esa manera, son dos jóvenes enamorados con las hormonas un poco alborotadas. Tú y yo sabemos perfectamente sobre ese tipo de cosas, pasamos por eso -concluyó mi mamá mirándolo con la misma ternura de siempre. 

Las comisuras de los labios de mi padre se levantaron discretamente dejando asomar una ligera sonrisa. Como si hubiera recordado alguna experiencia durante su noviazgo en la adolescencia. Cuando ambos lograron titularse, se dignaron a iniciar una familia. Comenzaron con lo básico, procrear una criatura hermosa, esa era yo. Los primeros años de mi crecimiento siempre estuvieron enfocados en mi bienestar. Y cuando los dos comenzaron atrabajar, decidieron apartar la idea de tener otro hijo. Pasaron los años y esa opción fue desapareciendo. Me criaron con amor y cuidado a pesar de que se mantenían ocupados la mayor parte del tiempo, pero siempre me procuraron. 

No sabía si tomar el gesto de mi papá como una esperanza para hacerlo cambiar de opinión. Pero por ahora no quiero presionarlo. Mi mamá se está desempeñando muy bien como para interrumpir. Escuché como Agustín aspiró aire para empezar a hablar pero le di un suave apretón en su brazo para que no lo hiciera. Captó mi mensaje y asintió no muy convencido.

El silencio se fue prolongando con los segundos. Se encontraba pensativo mientras miraba hacia el suelo. Sabía que estaba debatiendo el aceptarlo. Pero no era tan difícil. Sólo tiene que comprender.

Los padres pueden ser tan dramáticos más que los adolescentes. 

Luego de un momento, alzó su vista y nos miró a ambos. Su mirada no me decía nada negativo pero tampoco positivo. 

-Lo pensaré -murmuró con tono más tranquilo mientras salía de la cocina. 

Me puse a lado de Agustín y dejé salir un suspiro cuando recargué mi cabeza sobre su hombro. 

-Lo tengo bajo control. Lo convenceré -dijo mi mamá como si se tratara de un reto.

-Puedo ir a hablar con él de nuevo -propuso Agustín, metiendo sus dedos en los bolsillos preparándose para salir. 

-No, se está calmando. Si hablas con él comenzará imaginarse esas "cosas" que hacían a sus espaldas. Así que será mejor que esperen a que asimile esto -lo interrumpió con un comentario muy sabio. 

-Gracias -contestamos al mismo tiempo. 

Sonriendo, asintió y salió por la puerta siguiendo a mi papá. Agustín se volvió hacia a mí, rodeando sus brazos en mi espalda baja. 

-No hubo necesidad de secuestrarte -dijo divertido. 

-No cantemos victoria, aún no ha dado una respuesta -respondí, colocando mis manos en su pecho. 

Me atrajo más hacia a su cuerpo y se inclinó hasta mi oído. 

-Entonces tienes que preparar una maleta por si tenemos que recurrir a mi idea -susurró provocadoramente. 

Si por mí fuera, me iría en este instante con él pero no hay por qué precipitarnos todavía. 

Recordando las palabras de mi madre cuando dijo que no teníamos respeto al demostrar afecto, nos pusimos a terminar el desayuno para después recoger la mesa. Lavé los platos con la ayuda de Agustín. Y como siempre, sacaba provecho de la situación. Sacudía sus dedos con agua hacia a mí y así comenzamos una pequeña guerra. No fue hasta que apareció mi mamá. 

Había pasado media hora desde entonces. La expresión de su rostro era neutra y por lo tanto no pude descifrar con exactitud en la conclusión de este lío. 

-Les tengo una buena y una mala noticia -dijo con una pizca de intriga. 

Miré a Agustín y frunció el ceño. Espero que la buena noticia sea la respuesta que he estado esperando. Y si es así, ruego que la mala no sea tan estricta.   




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Especial Navideño 4/?

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